Para los que tenemos una cierta edad, la sintonia del programa de radio de Elena Francis nos lleva atrás en el tiempo. Ese Indian Summer de Víctor Herbert es casi también la sintonía de una generación en la que la radio era una ventana al exterior. Pero también la compañía, el entrtenimiento, la que hacía volar la imaginación. Mi madre era muy de radio. El sonido de mis mañanas, al levantarme para ir al colegio, era el de programa de Luis del Olmo. Y de muy pequeña, porque mi madre dejó de escucharlo al descubrir nuevos espacios que le gustaban más, recuerdo la música del famoso consultorio y me llega la imagen de ella cosiendo en la mesa camilla de casa. Siempre cosiendo. Y la luz agonizante de las tardes de invierno y lluvia en los cristales. Lo que es la memoria...
Tras haberme enamorado de la primera novela de Rosario, Volver a Canfranc, estaba esperando con auténtica ilusión su siguiente libro. Y aun siendo muy diferente a la primera en cuanto a época, historia y personajes, también me ha conquistado. Sí hay algo que une a las dos: ambas se inspiran en hechos que sucedieron realmente. En La huella de una carta nos vamos a encontrar con los terribles efectos que provocó el fármaco conocido como talidomida, que se comercializó como sedante y como calmante de las nauseas en los primeros meses de embarazo. A pesar de que su ingesta provocaba malformaciones muy severas en los fetos, retirarlo del mercado en Europa no fue tarea fácil. En España la retirada no se produjo hasta 1963 dejando tras de sí un triste reguero de vidas destrozadas, bebés con inmensas deformaciones, dolor y rabia. Porque podía haberse evitado.
LA AUTORA: ROSARIO RARO
Nacida en Castellón en 1971, se doctoró en Filología y estudió Técnicas
de Escritura Creativa en la Universidad Mayor de San Marcos y en la Pontificia
Católica del Perú, país en el que vivió durante casi diez años. También cursó
un Postgrado en Comunicación Empresarial y otro de Pedagogía en la Universidad
de Valencia. Imparte numerosas conferencias y dirige un Aula de Escritura
Creativa en la Universidad Jaime I de Castellón. Entre sus obras encontramos “Carretera
de la Boca do Inferno”, “Surmenage”, “La llave de Medusa” y “El alma de las
máquinas” entre otras. Muchas de sus novelas han sido traducidas a otros
idiomas, como el japonés y el francés y ha sido galardonada con varios premios
literarios tanto a nivel nacional como internacional. Volver a Canfranc, su anterior novela, supuso un gran éxito en España y está siendo traducida a otros idiomas además de haber despertado el interés por la majestuosa estación de ferrocarril de Canfranc y los hechos que se narran en ella.
Nuria vive una vida tranquila en Barcelona. Tiene dos hijos pequeños y está casada con Máximo, un comercial que pasa la semana viajando. Los ingresos de él les permiten una existencia acomodada, un piso en una buena zona de la ciudad y pocas preocupaciones. Pero Nuria es una mujer con ciertas inquietudes y decide contestar a un anuncio del periódico en el que solicitan a personas que gusten de escribir. Ello la llevará a trabajar para el ya famoso consultorio de Elena Francis, contestando cartas que no se llegan a emitir. Pero un día, entre las cartas, encuentra una en la que una mujer, que mantiene una relación con un "hombre poderoso", le habla de bebés que están naciendo con terribles malformaciones. La remitente está desesperada porque no sabe qué hacer.
Nuria decide investigar un poco por su cuenta y mantener, de modo paralelo, correspondencia al margen del consultorio con la mujer anónima. Inesperadamente va a contar con la ayuda de Boro Navascués, un químico que trabaja en la misma empresa que ella, pero en departamento que elabora las cremas y los productos de belleza Francis. Máximo, su marido, empieza a no ver con buenos ojos que su mujer esté desatendiendo sus quehaceres como ama de casa y madre. Pero Nuria y Boro siguen dando pasos para descubir qué hay detrás de la carta anónima y lo que van descubriendo resulta cada vez más oscuro y terrible. Hasta sus vidas acabarán por estar en peligro.
Si hay algo muy característico en las novelas de Rosario Raro es un estilo al escribir pulido, limpio, de los que te hacen querer leer sin parar. También el modo en que te va adentrando en sus historias, paso a paso pero incrementando el interés, intercalando hechos y giros del argumento en el momento justo. Y unos personajes perfectamente perfilados, reconocibles, capaces de superar sus miedos y de seguir adelante a pesar de todo. En Volver a Canfranc, enfrentados al horror de los nazis y al miedo por las posibles consecuencias, se sobreponían para hacer lo que consideraban justo, lo que era necesario. Heroes quizá a su pesar y sin ser conscientes de ello. En La huella de una carta también son así. Quizá no con la épica de Esteve Durandarte, cabalgando por las montañas como un bandolero, con todo el atractivo que eso conlleva, pero sí con las mismas convicciones, con la misma necesidad de hacer lo correcto, de dar a conocer lo que muchos y poderosos quieren ocultar.
La terrible historia de la talidomida y sus efectos teratogénicos en los fetos es una realidad que aun golpea a muchas familias. Niños que nacieron afectados de focomelia (extremidades muy pequeñas o convertidas en un muñón o piernas y pies que asemejan a las aletas de la foca) y que siguieron naciendo incluso después de que se descubrieran los efectos secundarios del medicamento. España fue uno de los últimos países en prohibir su comercialización, aun cuando las autoridades sabían lo que provocaba. Y sigue, hoy día, siendo un tema abierto y sangrante ya que en el resto de los países se ha reconocido e indemnizado a las víctimas y aquí no. Esta novela nos trae hechos reales que hoy día muchos no conocen o han olvidado, precisamente para abrir los ojos a una realidad que sigue ahí. Quizá porque no hay certeza de que algo así no pueda volver a repetirse.
Nuria es una mujer típica el año 1962. Hermosa y elegante, vive en realidad en una jaula de oro. En esos años las mujeres apenas podían tener independencia económica, ni siquiera abrir una cuenta de banco a su nombre. Se casó muy enamorada de Máximo, un hombre que trabaja de comercial y que pasa gran parte del año viajando, por lo que sólo le ve los fines de semana. El resto de los días su vida se limita a sus hijos, a llevar la casa y a algún paseo porque, además, su familia no vive en Barcelona y no tiene amigas. Siente que debe ser feliz pero necesita llenar su tiempo, necesita hacer algo que le haga sentirse útil. Por eso contesta el anuncio del periódico y empieza a trabajar respondiendo cartas del consultorio de Elena Francis. Aunque rodeada de una apariencia de fragilidad, Nuria cuenta con una reserva de coraje que irá brotando a lo largo de las páginas.
Máximo también es un hombre de su época. Pero he de confesar que, desde el principio, es un personaje que me cayó mal y que me hizo sospechar mucho. Posesivo, autoritario y controlador, aunque lo esconda detrás de regalos y de amables rutinas familiares cuando está en casa, acepta el trabajo de su mujer mientras cree que no es más que una tonta distracción. Pero cuando se da cuenta de que es importante para ella cambia el discurso por completo. Máximo me causó un profundo malestar y la certeza de que ocultaba algo desde el primer momento. Incluso cuando no está, su presencia es constante. Y, a medida que avanza la novela, casi amenazante. Él es italiano, tampoco tiene familia en Barcelona y sus amistades se reducen al trabajo. Hay algo que dice en un determinado momento que le retrata con bastante claridad:
- "Tú no conoces a mi mujer, pero sobre todo piensas así porque no me conoces a mí. Conmigo le sobra y le basta. Si lo sabré yo."
De Boro tardaremos en conocer su historia y su pasado. Da la sensación de ser alguien algo desvalido, pero su fortaleza nace de muy dentro. Resulta muy fácil encariñarse con él. Cierto, no es un Durandarte que arrasa con todo, consciente de su atractivo y seguro de sí mismo. Boro es tranquilo y a la vez digno de confianza, sólido, seguro. Y también un motor diesel: cuando arranca ya no es posible pararle. Atraído desde el primer momento por Nuria, se compromete con ella en averiguar qué se esconde detrás de la carta que habla de los bebés deformes.
A pesar de este buen dibujo psicológico de los protagonistas, no hay descripciones demasiado detalladas de ellos salvando rasgos muy concretos. La recreación de la Barcelona de la época es correcta pero tampoco con excesos descriptivos, aunque no son necesarios para lo que se narra. Sí hay capítulos dedicados a barrios y lugares más precisos que sí se plasman hasta con olores y luces. En general caminamos por la ciudad junto a los protagonistas dejándonos guiar por ellos, viendo lo que ellos ven. La intriga, dosificada desde el principio para no dejarnos perder el interés, no sólo se sustenta en lo que la carta va a hacer descubrir a Nuria y a Boro; también en los intereses comerciales de alto nivel, en un detective que decide investigar más allá de lo que su cliente le ha pedido y en una misteriosa mujer alemana que parece poseer el secreto de la eterna juventud. ¿Y el amor? ¿Hay espacio para el amor en La huella de una carta? Lo hay. Un amor que avanza a trompicones lastrado por las conveniencias y una sociedad que condenaba que la mujer tuviese siquiera deseo sexual y que exigía, incluso desde los púlpitos, la unión indisoluble con el marido aunque éste fuese un perfecto maniaco. Pero lo hay. Como un bálsamo para sanar heridas.
Si aun no os habéis estrenado con Rosario Raro, esta novela puede ser un buen comienzo. A muchos os servirá para conocer una época y unos hechos que han caído casi en el más completo olvido, para leer junto a Nuria las cartas que las oyentes enviaban a Elena Francis y que dejaban entrever su soledad y sus preocupaciones. Una novela más que recomendable. Y os está esperando.
CARTAS QUE BUSCAN RESPUESTA
Nuria vive una vida tranquila en Barcelona. Tiene dos hijos pequeños y está casada con Máximo, un comercial que pasa la semana viajando. Los ingresos de él les permiten una existencia acomodada, un piso en una buena zona de la ciudad y pocas preocupaciones. Pero Nuria es una mujer con ciertas inquietudes y decide contestar a un anuncio del periódico en el que solicitan a personas que gusten de escribir. Ello la llevará a trabajar para el ya famoso consultorio de Elena Francis, contestando cartas que no se llegan a emitir. Pero un día, entre las cartas, encuentra una en la que una mujer, que mantiene una relación con un "hombre poderoso", le habla de bebés que están naciendo con terribles malformaciones. La remitente está desesperada porque no sabe qué hacer.
Nuria decide investigar un poco por su cuenta y mantener, de modo paralelo, correspondencia al margen del consultorio con la mujer anónima. Inesperadamente va a contar con la ayuda de Boro Navascués, un químico que trabaja en la misma empresa que ella, pero en departamento que elabora las cremas y los productos de belleza Francis. Máximo, su marido, empieza a no ver con buenos ojos que su mujer esté desatendiendo sus quehaceres como ama de casa y madre. Pero Nuria y Boro siguen dando pasos para descubir qué hay detrás de la carta anónima y lo que van descubriendo resulta cada vez más oscuro y terrible. Hasta sus vidas acabarán por estar en peligro.
CONDENADOS DESDE ANTES DE NACER
Si hay algo muy característico en las novelas de Rosario Raro es un estilo al escribir pulido, limpio, de los que te hacen querer leer sin parar. También el modo en que te va adentrando en sus historias, paso a paso pero incrementando el interés, intercalando hechos y giros del argumento en el momento justo. Y unos personajes perfectamente perfilados, reconocibles, capaces de superar sus miedos y de seguir adelante a pesar de todo. En Volver a Canfranc, enfrentados al horror de los nazis y al miedo por las posibles consecuencias, se sobreponían para hacer lo que consideraban justo, lo que era necesario. Heroes quizá a su pesar y sin ser conscientes de ello. En La huella de una carta también son así. Quizá no con la épica de Esteve Durandarte, cabalgando por las montañas como un bandolero, con todo el atractivo que eso conlleva, pero sí con las mismas convicciones, con la misma necesidad de hacer lo correcto, de dar a conocer lo que muchos y poderosos quieren ocultar.
La terrible historia de la talidomida y sus efectos teratogénicos en los fetos es una realidad que aun golpea a muchas familias. Niños que nacieron afectados de focomelia (extremidades muy pequeñas o convertidas en un muñón o piernas y pies que asemejan a las aletas de la foca) y que siguieron naciendo incluso después de que se descubrieran los efectos secundarios del medicamento. España fue uno de los últimos países en prohibir su comercialización, aun cuando las autoridades sabían lo que provocaba. Y sigue, hoy día, siendo un tema abierto y sangrante ya que en el resto de los países se ha reconocido e indemnizado a las víctimas y aquí no. Esta novela nos trae hechos reales que hoy día muchos no conocen o han olvidado, precisamente para abrir los ojos a una realidad que sigue ahí. Quizá porque no hay certeza de que algo así no pueda volver a repetirse.
Nuria es una mujer típica el año 1962. Hermosa y elegante, vive en realidad en una jaula de oro. En esos años las mujeres apenas podían tener independencia económica, ni siquiera abrir una cuenta de banco a su nombre. Se casó muy enamorada de Máximo, un hombre que trabaja de comercial y que pasa gran parte del año viajando, por lo que sólo le ve los fines de semana. El resto de los días su vida se limita a sus hijos, a llevar la casa y a algún paseo porque, además, su familia no vive en Barcelona y no tiene amigas. Siente que debe ser feliz pero necesita llenar su tiempo, necesita hacer algo que le haga sentirse útil. Por eso contesta el anuncio del periódico y empieza a trabajar respondiendo cartas del consultorio de Elena Francis. Aunque rodeada de una apariencia de fragilidad, Nuria cuenta con una reserva de coraje que irá brotando a lo largo de las páginas.
Máximo también es un hombre de su época. Pero he de confesar que, desde el principio, es un personaje que me cayó mal y que me hizo sospechar mucho. Posesivo, autoritario y controlador, aunque lo esconda detrás de regalos y de amables rutinas familiares cuando está en casa, acepta el trabajo de su mujer mientras cree que no es más que una tonta distracción. Pero cuando se da cuenta de que es importante para ella cambia el discurso por completo. Máximo me causó un profundo malestar y la certeza de que ocultaba algo desde el primer momento. Incluso cuando no está, su presencia es constante. Y, a medida que avanza la novela, casi amenazante. Él es italiano, tampoco tiene familia en Barcelona y sus amistades se reducen al trabajo. Hay algo que dice en un determinado momento que le retrata con bastante claridad:
- "Tú no conoces a mi mujer, pero sobre todo piensas así porque no me conoces a mí. Conmigo le sobra y le basta. Si lo sabré yo."
De Boro tardaremos en conocer su historia y su pasado. Da la sensación de ser alguien algo desvalido, pero su fortaleza nace de muy dentro. Resulta muy fácil encariñarse con él. Cierto, no es un Durandarte que arrasa con todo, consciente de su atractivo y seguro de sí mismo. Boro es tranquilo y a la vez digno de confianza, sólido, seguro. Y también un motor diesel: cuando arranca ya no es posible pararle. Atraído desde el primer momento por Nuria, se compromete con ella en averiguar qué se esconde detrás de la carta que habla de los bebés deformes.
A pesar de este buen dibujo psicológico de los protagonistas, no hay descripciones demasiado detalladas de ellos salvando rasgos muy concretos. La recreación de la Barcelona de la época es correcta pero tampoco con excesos descriptivos, aunque no son necesarios para lo que se narra. Sí hay capítulos dedicados a barrios y lugares más precisos que sí se plasman hasta con olores y luces. En general caminamos por la ciudad junto a los protagonistas dejándonos guiar por ellos, viendo lo que ellos ven. La intriga, dosificada desde el principio para no dejarnos perder el interés, no sólo se sustenta en lo que la carta va a hacer descubrir a Nuria y a Boro; también en los intereses comerciales de alto nivel, en un detective que decide investigar más allá de lo que su cliente le ha pedido y en una misteriosa mujer alemana que parece poseer el secreto de la eterna juventud. ¿Y el amor? ¿Hay espacio para el amor en La huella de una carta? Lo hay. Un amor que avanza a trompicones lastrado por las conveniencias y una sociedad que condenaba que la mujer tuviese siquiera deseo sexual y que exigía, incluso desde los púlpitos, la unión indisoluble con el marido aunque éste fuese un perfecto maniaco. Pero lo hay. Como un bálsamo para sanar heridas.
Si aun no os habéis estrenado con Rosario Raro, esta novela puede ser un buen comienzo. A muchos os servirá para conocer una época y unos hechos que han caído casi en el más completo olvido, para leer junto a Nuria las cartas que las oyentes enviaban a Elena Francis y que dejaban entrever su soledad y sus preocupaciones. Una novela más que recomendable. Y os está esperando.