Conocía la trayectoria de Jesús Maeso de la Torre desde hace tiempo, aunque reconozco que sólo había leído dos libros suyos y hace ya unos años: Tartessos y El auriga de Hispania. Su fama como narrador y como referente de la novela histórica en España es un hecho y el pasado mes de noviembre tuve la fortuna de conocerle en persona en el Certamen de Novela Histórica de Úbeda, en el que está "implicado" de muchas maneras. Descubrí a un hombre culto, encantador y con un fantástico sentido del humor al que da gusto escuchar y con quien compartí más de una interesante conversación. También compartí con él un pequeño secreto, si se le puede llamar así, para aliviar sus migrañas que, espero, le haya seguido viniendo bien.
Aproveché mi estancia allí para comprar un ejemplar de Comanche, su última novela, y traérmela firmada y puedo aseguraros que me ha tenido pegada a sus páginas hasta el final. Primero por su manera de escribir, de contar y de meternos de cabeza en una aventura fascinante y, después, por descubrir detalles de la Historia, con mayúsculas, que no conocía y que me han hecho interesarme más por todo lo que se narra en ella. Con esta manía que hay en ciertos sectores de nuestra sociedad de echar por tierra, ningunear e, incluso, mancillar la memoria de lo que fuimos, libros como Comanche se convierten en imprescindibles. En este caso para recordar que, cuando se produjo la llamada "conquista del Oeste" por parte de los nuevos colonos estadounidenses, los españoles ya llevaban tres siglos en esas tierras fundando ciudades, mercados y fortificaciones, favoreciendo los intercambios con los indios nativos y ayudándoles cuando las tribus más violentas trataban de arrasar todo a sangre y fuego. Recordar que el auténtico genocidio de los nativos de los actuales Estados Unidos se produjo por los colonos ingleses, que fueron ellos quienes los masacraron hasta dejarlos reducidos a indignantes reservas como animales en zoos. Recordar que fue Fernando de Gálvez, gobernador español de Luisiana, quien negoció en nombre de España con Thomas Jefferson la ayuda de nuestro país para apoyar la Guerra de Secesión contra Inglaterra (para que luego los franceses se pongan la medalla, como es su costumbre) y que fue determinante en las victorias militares de los sublevados, como en Pensacola. Allí se le reconoce como héroe y tiene un monumento en su recuerdo. El Senado de los EEUU le nombró en 2014 ciudadano honorario y un cuadro suyo adorna las paredes del Congreso estadounidense. Incluso la ciudad de Galveston, en Texas, lleva ese nombre en su honor. Os recomiendo buscar y leer la biografía de este hombre extraordinario. Quizá convendría que muchos, con perdón, dejasen de cogérsela con papel de fumar y reconociesen nuestros logros.
Jesús Maeso, con una narración brillante, nos transporta a aquella época fascinante y llena de peligros pero también vibrante y única. Descubriremos hechos olvidados pero que deberían reconocerse como grandes gestas, como la llegada de los españoles a Alaska y California. La fundación de ciudades como San Francisco, la vida en los presidios, el esfuerzo incansable de los dragones por mantener la influencia española a pesar de todas las dificultades. También habrá ocasión para el amor y la pasión aunque no sean tiempos propicios.
Es inmegable la labor de documentación del autor, tanto a nivel histórico como en cuanto a las costumbres y modo de vida de las diferentes tribus indias, sus enfrentamientos y odios y hasta el modo en que se vestían. También las relaciones entre españoles e indios, de la que es buen ejemplo la de Martín y Wasakie, criados juntos desde niños, lo que provoca que ambos entiendan mejor la posición del otro a lo largo de los años. Wasakie fue la única superviviente de su poblado cuando fue masacrado por los comanches y el padre de Martín decidió llevarla a su casa y criarla como a una hija. Fueron muchos los pueblos indios que decidieron pactar con los españoles y vivir en paz, comerciando con ellos y buscando su protección frente a comanches y apaches, mucho más violentos y despiadados.
Si he de poner un "pero" a Comanche, y lo digo con cierta reserva, es cuando la acción se traslada a Madrid, bajo el reinado de Carlos III, monarca empeñado en renovar y mejorar el reino. La época es fascinante y los cambios que se produjeron remodelaron tanto la fisonomía del país como el modo de hacer política, pero dentro de la novela es como si te sacara de situación. Una especie de ruptura algo brusca cuando más metido estás en las aventuras de los dragones y las correrías de Cuerno Verde. Supongo que la intención del autor era definir aun más el marco histórico y las abismales diferencias entre lo que se vivía en la capital, donde se tomaban las decisiones, con respecto a Nueva España.
La recreación histórica de la época es impecable y muy visual, con descripciones que nos trasladan sin dificultad a los lugares por los que transcurre la acción, y nos va sumergiendo a lo largo de sus páginas en los paisajes americanos, en el honor y la valentía de los dragones españoles, en las sanguinarias incursiones de los comanches que apostaban por no dejar nada vivo a su paso. Conoceremos cómo funcionaban los presidios de frontera que, pese a su nombre, no eran cárceles sino fortificaciones militares españolas para el acuartelamiento de tropas y que sirvieron como baluartes de defensa y de amparo.
Aunque novelados, los hechos más importantes que se narran en Comanche sucedieron así, solo que hemos preferido olvidarlos. La presencia española en lo que ahora es Estados Unidos, alcanzando horizontes impensables teniendo en cuenta los pocos efectivos con los que se contaba y los muchos obstáculos que tuvieron que sortear, fue un hito que es necesario reconocer y admirar. Como es necesario rendir homenaje a quienes lo hicieron posible y favorecieron la negociación con los pueblos indígenas como Juan Bautista de Anza, fundador de San Francisco, que firmó con los principales pueblos indios, al mando del gran jefe Ecuerapaca, la Paz de Anza, un pacto de concordia que se mantuvo vigente más de un siglo y que jamás volvió a repetirse.
Por cosas como esta merece la pena leer Comanche pero también para disfrutar de una novela con todos los ingredientes para revivir una época apasionante. Aventuras, acción, amor e historia convierten a Comanche en una gran elección para los lectores amantes de la novela histórica en la que, además, encontramos en ella motivos para la curiosidad y para querer saber más. Y eso, creo, es todo un regalo.
"Cuenta lo que fuimos", le dice Sebastián Copons a Iñigo Balboa en la adaptación al cine de las aventuras del Capitán Alatriste. Aquí Jesús Maeso lo ha contado. Como decía más arriba, no podemos dejar de recordarlo.
TRAS LOS PASOS DE LOS DRAGONES DE CUERA
Finales del siglo XVIII. En los territorios de Nueva España que pertenecen al Imperio español desde hace tres siglos, los ataques de los comanches contra la población civil crecen en intensidad y crueldad. Los dragones del rey, soldados de frontera, tratan de contener los ataques y proteger tanto a los españoles que viven allí como a la población india asentada en el territorio. Martín de Arellano, hijo de uno de esos dragones de cuera que murió tras un ataque comanche, buscará hacerse un hueco entre sus filas para honrar su memoria. A lo largo de las páginas de Comanche, Martín de Arellano, la apache Wasakie y Aolani, princesa de Alaska, nos llevan de su mano para mostrarnos la vida en aquellas tierras, las relaciones entre indios y españoles, las sangrientas y crueles correrías del jefe comanche Cuerno Verde. Pero también viajaremos a las cortes del Virrey de México y la de Madrid, con todas las intrigas entre los partidarios del conde de Aranda y los de Floridablanca bajo el reinado de Carlos III.
Jesús Maeso, con una narración brillante, nos transporta a aquella época fascinante y llena de peligros pero también vibrante y única. Descubriremos hechos olvidados pero que deberían reconocerse como grandes gestas, como la llegada de los españoles a Alaska y California. La fundación de ciudades como San Francisco, la vida en los presidios, el esfuerzo incansable de los dragones por mantener la influencia española a pesar de todas las dificultades. También habrá ocasión para el amor y la pasión aunque no sean tiempos propicios.
Es inmegable la labor de documentación del autor, tanto a nivel histórico como en cuanto a las costumbres y modo de vida de las diferentes tribus indias, sus enfrentamientos y odios y hasta el modo en que se vestían. También las relaciones entre españoles e indios, de la que es buen ejemplo la de Martín y Wasakie, criados juntos desde niños, lo que provoca que ambos entiendan mejor la posición del otro a lo largo de los años. Wasakie fue la única superviviente de su poblado cuando fue masacrado por los comanches y el padre de Martín decidió llevarla a su casa y criarla como a una hija. Fueron muchos los pueblos indios que decidieron pactar con los españoles y vivir en paz, comerciando con ellos y buscando su protección frente a comanches y apaches, mucho más violentos y despiadados.
Si he de poner un "pero" a Comanche, y lo digo con cierta reserva, es cuando la acción se traslada a Madrid, bajo el reinado de Carlos III, monarca empeñado en renovar y mejorar el reino. La época es fascinante y los cambios que se produjeron remodelaron tanto la fisonomía del país como el modo de hacer política, pero dentro de la novela es como si te sacara de situación. Una especie de ruptura algo brusca cuando más metido estás en las aventuras de los dragones y las correrías de Cuerno Verde. Supongo que la intención del autor era definir aun más el marco histórico y las abismales diferencias entre lo que se vivía en la capital, donde se tomaban las decisiones, con respecto a Nueva España.
La recreación histórica de la época es impecable y muy visual, con descripciones que nos trasladan sin dificultad a los lugares por los que transcurre la acción, y nos va sumergiendo a lo largo de sus páginas en los paisajes americanos, en el honor y la valentía de los dragones españoles, en las sanguinarias incursiones de los comanches que apostaban por no dejar nada vivo a su paso. Conoceremos cómo funcionaban los presidios de frontera que, pese a su nombre, no eran cárceles sino fortificaciones militares españolas para el acuartelamiento de tropas y que sirvieron como baluartes de defensa y de amparo.
Aunque novelados, los hechos más importantes que se narran en Comanche sucedieron así, solo que hemos preferido olvidarlos. La presencia española en lo que ahora es Estados Unidos, alcanzando horizontes impensables teniendo en cuenta los pocos efectivos con los que se contaba y los muchos obstáculos que tuvieron que sortear, fue un hito que es necesario reconocer y admirar. Como es necesario rendir homenaje a quienes lo hicieron posible y favorecieron la negociación con los pueblos indígenas como Juan Bautista de Anza, fundador de San Francisco, que firmó con los principales pueblos indios, al mando del gran jefe Ecuerapaca, la Paz de Anza, un pacto de concordia que se mantuvo vigente más de un siglo y que jamás volvió a repetirse.
Por cosas como esta merece la pena leer Comanche pero también para disfrutar de una novela con todos los ingredientes para revivir una época apasionante. Aventuras, acción, amor e historia convierten a Comanche en una gran elección para los lectores amantes de la novela histórica en la que, además, encontramos en ella motivos para la curiosidad y para querer saber más. Y eso, creo, es todo un regalo.
"Cuenta lo que fuimos", le dice Sebastián Copons a Iñigo Balboa en la adaptación al cine de las aventuras del Capitán Alatriste. Aquí Jesús Maeso lo ha contado. Como decía más arriba, no podemos dejar de recordarlo.