viernes, 23 de octubre de 2020

TODOS NOSOTROS de Javier Menéndez Flórez

No es fácil ser original en el argumento de una novela negra. Incluso a veces, siéndolo, el planteamiento no es el más correcto o el autor se pierde en caminos que no llevan a ninguna parte. Es cierto, y debe ser premisa casi fundamental, que la novela negra debe contener un poso de denuncia social del tipo que sea, que haya una investigación (no necesariamente por cuerpos policiales) y, por supuesto, que haya un crimen, o dos, o diez. A estas alturas, la novela negra se ha mezclado con otros géneros creando mestizajes muy interesantes, aunque no siempre obtienen el éxito que se pretendía con ellos. Llevar las cosas al extremo o forzar en exceso puede provocar demasiadas, innecesarias y hasta poco creíbles vueltas de tuerca. Y los lectores fieles captan esas "trampas" a la primera. Sin embargo, en la novela que hoy os traigo hay pocas trampas y, si bien el autor hace un concienzudo encaje de bolillos en un argumento con dos líneas temporales sucesivas, no se le escapa ningún punto. No hay agujeros en su labor

Todos nosotros es una novela con todos los ingredientes para mantener al lector atento e interesado hasta el final. Además su autor, Javier Menéndez Flórez, va dejando miguitas aquí y allá que nos pueden dar algunas de las claves de lo que está sucediendo. No llega a hacerlo como en las novelas de Ellery Queen, en las que sus dos autores ponían todo, absolutamente todo, delante de los ojos de los lectores y acostumbraban a retarlos para que averiguasen quién era el culpable (jamás acerté con ninguno, sus tramas eran diabólica y maravillosamente enrevesadas), pero sí vamos a encontrar detalles que nos van a acercar a la posible solución. ¿Aceptáis el duelo?

CARTAS DESDE EL INFIERNO

En una fría madrugada, una chica desnuda es atropellada mientras parece huir de algo o alguien. Corre el año 1981 y Madrid se despierta lentamente de cuarenta años en tonos grises, con su democracia incipiente y casi todo por armar y construir. La autopsia determina que la chica ha sufrido torturas de todo tipo y ha sido violada repetidas veces. El caso es puesto en manos de Diego Álamo, un joven inspector de las nuevas hornadas de la Policía Nacional, y Roberto Guzmán, que viene de la época anterior, y que aún mantiene grabados a fuego los métodos policiales que tuvieron vigencia durante tantos años. Mientras los dos policías comienzan su investigación, dos chicas más desaparecen. El único nexo de unión entre las tres es que solían frecuentar locales de moda y que desaparecieron después de estar en alguno de ellos. No hay pistas, nadie ha visto nada.

Paralelamente a las pesquisas de Álamo y Guzmán, se van intercalando cortos capítulos en los que se nos narra el suplicio de una de las desaparecidas. Aunque están escritos también en tercera persona, es como si pudièsemos escuchar los pensamientos de la chica, su dolor, su miedo, su desesperación. Y también cómo quiere agarrarse a la vida a pesar de que esa vida sea un absoluto infierno. Pero le queda la esperanza y eso es lo que le hace tener una pequeña luz entre tanta oscuridad.


La segunda parte de la novela nos lleva hasta el año 2002, con Diego Álamo ya en el cargo de subcomisario. Parece que la pesadilla de 1981 comienza a repetirse y, de nuevo, varias chicas desaparecen en discotecas de moda. Esta vez Álamo cuenta como compañeros con Sara Segura y Mateo Suárez, con quienes investigará si estas desapariciones están relacionadas con las de veinte años atrás.

Todos nosotros es una novela muy bien estructurada y muy bien narrada, con un ritmo ágil y diálogos naturales, muy fluidos, que nunca pecan de acartonamiento. En la primera parte, a pesar de la buena relación que mantienen, se hacen evidentes las diferencias entre Álamo, un demócrata convencido e ilusionado con su trabajo y la situación del país, y Guzmán, que todavía tiene "resabios" de cómo se hacían las cosas hasta no hace demasiado tiempo. Guzmán es, por así decirlo, la televisión en blanco y negro de los coros y danzas, con sus opiniones inamovibles y su gusto por cantantes "de toda la vida". Quizá Álamo es ya el Mundial 1982, Naranjito, la modernidad y la música de la "movida" que parecía limpiar el ambiente como un vendaval de aire fresco.

Es cierto que la novela tiene escenas muy crueles, algunas muy salvajes, pero personalmente las considero necesarias dentro del contexto en que se cuentan. Leerlas a veces no es fácil, pero Javier Menéndez no cae en lo brutal solo para impactar al lector, sino para explicar hasta dónde es capaz de llegar la maldad humana. Es también una novela muy visual, en la que nos es muy sencillo imaginar lugares, situaciónes e, incluso, la geografía del Madrid de entonces. El único "pero" que puedo ponerle a Todos nosotros es que en ocasiones peca de exceso de detalle en su intención de mostrarnos y explicarnos cosas, situaciones, trámites... Supongo que lo hace para que el cuadro que nos dibuja quede lo más completo posible, sin embargo tanta prolijidad a veces nos hace tropezar en ella como lectores y salimos a trompicones buscando seguir con la acción. Esto, por supuesto, que no afecta en absoluto a la acción de la novela ni a su desarrollo, que son brillantes.

Sin duda, el protagonista absoluto, sin desmerecer a unos secundarios magníficamente desarrollados, es Diego Álamo, un polícía vocacional enamorado de su trabajo y al que conoceremos también en su vida más personal y familiar, haciendo que empaticemos sin dificultad con él. Álamo toma el caso de las chicas desaparecidas como algo personal y su tesón a la hora de querer resolverlo y dar una respuesta a las familias de las chicas es admirable. En la segunda parte, Diego Álamo ha madurado pero mantiene intactos su compromiso y su voluntad de acabar con el mal. Quizá ha perdido un poco de frescura, pero sigue teniendo esa llama interna que le ilumina y le guía, que le dice que está haciendo lo que debe y le hace ser feliz a pesar de todo. 

Todos nosotros es una estupenda novela que nos va a mantener en tensión hasta su sorprendente final que redondea un gran argumento. Es un estudio sobre la maldad de la que es capaz el ser humano, sobre los motivos que le empujan a ella, pero también sobre la esperanza, el amor y su capacidad para curar cualquier herida. Hacedme caso. Aceptad el duelo.


lunes, 19 de octubre de 2020

SENDEROS SALVAJES de Santiago Mazarro

En la edición de 2019 del Certamen Internacional de Novela Histórica "Ciudad de Úbeda", como algunos recordaréis, el ganador fue Alan Pitronello con su fantástica La segunda expedición que ya reseñé aquí. Como finalista quedó la novela que hoy os traigo, Senderos salvajes, de Santiago Mazarro, que la Editorial Pàmies ha decidido publicar por su evidente calidad y por contar en ella, como sucedía en la de Alan, hechos muy desconocidos para el gran público y que dan fe de la presencia de España y españoles en el territorio del actual Estados Unidos, cuando este estaba absolutamente en pañales (e, incluso, mucho antes, pero tenemos una memoria muy corta). Con esta "afición" tan nuestra de creernos cualquier leyenda negra que se nos atribuya, a estas alturas la presencia de españoles, de ciudades españolas, de comercio español se han perdido en el olvido en su mayor parte. Y creo que deberíamos reivindicar que los primeros occidentales que pisaron aquellas tierras fueron españoles. Los descendientes de los ingleses, con su habitual arrogancia, nos han hecho creer que ellos y solo ellos conquistaron todo el territorio del actual Estados Unidos. No está de más dejar las cosas en su sitio.

Senderos salvajes es, fundamentalmente, un homenaje a la figura de Manuel Lisa, un destacado explorador, fundador de la Compañia de Piel de Misuri y hombre muy influyente entre las tribus indias de las actuales Dakota del Norte y Montana. Nacido en Nueva Orleans, cuando aún era ciudad española, y de familia y orígenes de nuestro país, fue uno de los fundadores de la Ruta de Oregón y uno de los más destacados pioneros del oeste americano, siendo el primer occidental en pisar el parque de Yellowstone. Un hombre que, como suele ser habitual, aquí ni siquiera nos suena. Solo por conocer su vida, Senderos salvajes ya merece mucho la pena.

EN TIERRAS PELIGROSAS

En la primavera de 1807, el joven Joaquín Lisa, que ha quedado huérfano, va a vivir con su tío y hermano de su padre, Manuel Lisa, y su familia a San Luís. Su tío decide emplearle también como ayudante, para que vaya adquiriendo oficio, y cuando se dispone a organizar una expedición remontando el rio Misuri para recoger pieles no duda en incluirle en ella. Para Joaquín comienza una intensa aventura para la que nadie le había preparado. Es completamente ajeno a los peligros que van a encontrarse y se irá internando en un territorio aún por explorar, repleto de bosques vírgenes y tribus indias de las que nunca se sabe qué pueden esperar.

Manuel Lisa comenzaba su leyenda para convertirse en el español más influyente del conocido como Lejano Oeste (el Far West) norteamericano. Pero a medida que avanzan en su ruta y se internan más y más en territorio desconocido, la naturaleza pone a prueba a los expedicionarios. Yellowstone y sus cráteres humeantes les fascinarán y fundarán el Fuerte Remón para permanecer a cubierto, comerciar y vivir. Los tratos con las tribus indígenas serán muy beneficiosos, pero el dinero y la influencia terriorial crerán muchas envidias: están asentados sobre unas inmensas tierras que reclaman para sí tanto los incipientes Estados Unidos como la Corona Española, el Imperio Napoleónico y el Británico y los peligros se multiplican.

Senderos salvajes es, por encima de todo, una estupenda novela de aventuras basada en hechos reales que me ha supuesto una lectura apasionante y llena de descubrimientos. La mayoría de las cosas que Santiago Mazarro narra en ella han sido para mí interesantísimos descubrimientos, ya que tenía conocimientos bastante precarios de la zona en esa época. Este es uno de los incentivos de este libro: que hace que el lector se interese y busque, que desee seguir conociendo. No solo asistimos de primera mano a una expedición arriesgada y peligrosa y a las consecuencias posteriores de todo ello, sino que vamos a disfrutar de visuales descripciones de una naturaleza desatada y única, que por primera vez se dejaba ver en todo su esplendor a ojos de un europeo.

Santiago Mazarro usa, para narrar toda la novela, la voz en primera persona de Joaquín Lisa, el sobrino de Manuel. Un personaje ficticio entre todos los reales que le rodean y que nos hace vivir, sentir y sufrir al lado de aquellos hombres; hombres duros, sí,  hechos a tierras de frontera y a los riesgos que conllevaba el viaje que habían emprendido pero capaces también de emocionarse, de reir, de ser leales a los suyos. Para Joaquín, el viaje también es el despegue a su madurez, a dejar de ser un jovencito y convertirse en hombre aún a costa de poner en riesgo su vida

En la novela conoceremos varias tribus indias como los omaha o los pies negros y asistiremos a algunas de sus ceremonias. Manuel Lisa y sus hombres buscaban siempre el acercamiento amistoso que les proporcionase ventajas comerciales en lo que a la caza (para conseguir pieles) se refería. Curiosamente, y esto es una reflexión personal, mientras la mayor parte de los actuales Estados Unidos fueron españoles (que lo fueron, solo hay que mirar el mapa), aunque hubo más de un encontronazo y episodios sangrientos con las tribus más hostiles, se fundaron ciudades, misiones y fuertes en las que los indios acudían a mercadear o a protegerse de otros pueblos más violentos, como los sioux o los apaches, situación que, por ejemplo, retrata muy bien Jesús Maeso de la Torre en su novela Comanche. Se les instruía en el arte de la agricultura, ya que eran fundamentalmente tribus nómadas, y en general la relación era de pacífica convivencia. Las matanzas comenzaron cuando aquellos territorios pasaron a ser conquistados por los descendientes de los ingleses. Sólo ha que mirar el porcentaje de nativos que quedan en Estados Unidos y el que hay en México y hacia abajo. Para que luego hablen del supuesto "genocidio".


En Senderos salvajes destaca también el dibujo de los personajes, profundamente humanos, con sus dudas y sus miedos a pesar de ser hombres curtidos. Pero son, por encima de todo, valientes, van a enfrentarse con un futuro incierto y lugares desconocidos y lo hacen con el mejor espíritu. Obligados íntimamente entre ellos sin que hubiese ningún contrato que cumplir, porque cada uno dependía del resto. Las descripciones de las indumentarias, especialmente las de los nativos, hacen que casi podamos verlas, al igual que cuando asistimos a sus ceremonias. Casi se puede sentir el frío, la humedad y la sensación de peligro constante que sienten los protagonistas en su periplo por el río.

Además de descubrirnos a tribus nativas, Santiago Mazarro nos habla de otros hitos históricos más que interesantes, como la expedición de Lewis y Clark, los primeros que atravesaron Norteamérica para llegar al Océano Pacífico, o la mención al mapa de Heceta, que Manuel Lisa guarda como un bien muy preciado. Un mapa trazado por Bruno de Heceta, oficial naval español, que cartografíó de forma muy precisa el territorio costero entre California y el Golfo de Alaska. Como os decía antes, este libro nos ofrece muchos temas por los que interesarnos y que es apasionante conocer

Escrita con brío y con un gran ritmo, Senderos Salvajes sabe mantener la atención del lector en cada capítulo, dejando también algunas brillantes notas de suspense que la hacen más emocionante. Es el encuentro entre dos mundos muy diferentes que apenas saben siquiera cómo hablarse pero que van a comenzar a caminar juntos. Y, sobre todo, es una parte de nuestra Historia que debemos conocer y reconocer, dejando de lado complejos y leyendas negras. 

Animaos a recorrer estos Senderos salvajes, os espera una aventura inolvidable. 

**Santiago Mazarro es Graduado en Periodismo y Comunicación Audiovisual y ha trabajado como director y guionista de cine documental asi como en campañas publicitarias. Apasionado de la Historia, compagina su trabajo en su estudio de comunicación con la creación literaria. Senderos salvajes es su primera novela.

 

miércoles, 7 de octubre de 2020

LAS CAMPANAS DE SANTIAGO de Isabel San Sebastián

La historia de España está jalonada de invasiones, es un hecho. Por aquí han pasado los fenicios, los cartagineses, los romanos (que nos dejaron un legado importantísimo y que aún resuena), los pueblos germánicos (vándalos, suevos, alanos y visigodos), y, durante más de siete siglos, los árabes. Ninguno llegó enamorado de nuestro sol y nuestras playas y en todas esas invasiones hubo muerte, pueblos arrasados, esclavitud y miedo en diferentes grados. En el año 711, en plena desintegración del reino visigodo, se produce la invasión árabe de la península, con una primera "hornada" formada por árabes, sirios y bereberes y solo quedan en el norte algunos focos de resistencia, que intentan organizarse para defenderse del invasor. La primera, aunque pírrica, victoria la consigue don Pelayo en Covadonga, germen del reino de Asturias. La aparición de la tumba del apostol Santiago en el 825 y el apoyo que el rey Alfonso II el Casto da al descubrimiento, otorgan un importante apoyo a la causa cristiana, que ya empezaba a "empujar" hacia el sur tratando de recuperar terreno en influencia ante el empuje árabe.

Las campanas de Santiago, la última novela de Isabel San Sebastián, parte de una leyenda dentro de un hecho histórico. El hecho: la destrucción de Santiago de Compostela por Almazor en el año 997, incluida su catedral, y el robo de sus campanas y puertas labradas para ser llevadas a Córdoba. Se cuenta, aunque nunca ha sido confirmado, que las campanas llegaron a Córdoba a hombros de prisioneros cristianos. Pero al margen de si fue así o no, la imagen tiene la suficiente potencia para arrancar una narración dentro de una época dura, hostil, complicada y en la que la guerra y la destrucción eran habituales. Esta novela es el relato de dos vidas separadas por la destrucción y un dibujo veraz y creíble de dos mundos, dos concepciones de la vida, dos religiones, dos culturas. Un viaje realmente apasionante.

LA VOZ DEL "HIJO DEL TRUENO"

Corre el verano del 997 y las tropas de Almazor están a punto de llegar a Santiago de Compostela. Los habitantes de la ciudad huyen despavoridos, sabiendo que del caudillo andalusí no pueden esperar más que muerte, devastación o cautiverio. Tiago, un herrero que hace poco consiguió la libertad de su servidumbre, y su mujer, Mencía, embarazada, tratan de escapar a toda costa llevando con ellos al padre Martín, ya muy anciano. La negativa de este de abandonar Compostela, en su afán por proteger el sepulcro del apostol, hace que Tiago vuelva atrás para dejarle en su monasterio. Mencía logra ponerse a salvo pero las tropas de Almanzor capturan a Tiago y, tras la destrucción de la ciudad y la catedral, le obligan a ser uno de los cautivos que porten las campanas hasta Córdoba.

Desde ese momento asistiremos, por un lado, al suplicio de Tiago, convertido en esclavo y porteador, en su larga y dolorosa marcha hacia el sur, y, por otro, a la huida de Mencía hacia el norte, tratando de encontrar zonas más seguras y viviendo en la esperanza de que Tiago irá a buscarla tarde o temprano.

Reconozco que he disfrutado la lectura de Las campanas de Santiago hasta el final. Sin ser una novela de acción trepidante, mantiene siempre un interés creciente y, desde luego, sabe cómo equilibrar las dos historias para que ninguna de las dos cojee. Los dos protagonistas viven con la esperanza de volver a encontrarse y los dos se sobreponen a circunstancias terribles gracias a esa llama que les alumbra el alma. A través de sus ojos contemplaremos paisajes muy distintos: los profundos bosques del norte y las vastas tierras de la Meseta; los pequeños cenobios y pueblos con los que va tropezando Mencía y la magnificencia urbana de la Córdoba califal. 

No creo que sea una novela de "buenos y malos", aunque está contada desde el punto de vista de los cristianos que han visto sus vidas arrasadas. Almanzor se nos muestra como un caudillo implacable, feroz y muy hábil militarmente, pero que es capaz de respetar el sepulcro del apostol Santiago. Sus tropas son las tropas del vencedor y se comportan como tales. Para ellos, los cristianos son infieles y se les ha declarado la guerra santa. Arrasan y esclavizan para conseguir dinero y riquezas. Y cuentan con la ayuda de algunos señores cristianos, que no han dudado en dejarse comprar por Almanzor como modo de salvar vidas y haciendas. Porque no olvidemos que los pactos y acuerdos entre ambas partes estuvieron muy presentes en los casi ochos siglos de Reconquista y que duraban lo que duraban... hasta que se rompían o se ignoraban.

Eso no quiere decir que la conviviencia fuese ese paraíso de tolerancia y respeto que muchos ahora nos quieren vender. Sobre todo en la época en la que esta novela se ambienta. Los ejércitos de Almanzor no buscaban "colaboraciones culturales" con los cristianos: la aceifa contra Santiago, arrasada a sangre y fuego, literalmente, fue un acto de guerra, una demostración de poder y un intento de marcar territorio por parte de los árabes. Otras "colaboraciones culturales" de Almanzor fueron el saqueo de Barcelona, la devastación de León (de su catedral solo dejo una torre), Zamora y Coimbra, la ofensiva contra Osma y el ataque que arrasó Astorga. Dos veces. 


Una de las cosas que más me ha gustado de Las campanas de Santiago es la descripción tan visual de la Córdoba de la época, una ciudad que albergaba varios miles de habitantes, con la mezquita en plena expansión. Rica, populosa, hermosa y vital aunque por sus calles corran las intrigas políticas de Almanzor y la debilidad del Hisham II, en un momento en el que el califato, como entidad política, empezaba a mostrar cierta fragilidad. En comparación con las ciudades cristianas, Córdoba era otro mundo. También he sentido una punzada feliz al recordar a Alana de Coaña, protagonista de la anterior novela de Isabel, que en esta aparece nombrada y venerada. 

Alternando las vicisitudes de Tiago y Mencía, padeceremos con ellos su soledad y sus recuerdos, su desesperación en los malos momentos, su dolor y sus escasas alegrías. Cada uno aprenderá a sobrevivir de forma distinta: a Tiago le mueve el recuerdo de Mencía y de su hijo por nacer, pero también el ansia de venganza y la necesidad de volver a ser libre. Para Mencía, aún teniendo esa libertad, todo es peligroso y una amenaza: una mujer sola se enfrentaba a lo peor en cada camino que transitaba. Su fortaleza la saca del hijo que espera, del recuerdo de Tiago y del camino que la lleve a lugar seguro.

Las campanas de Santiago es una novela sobresaliente, muy bien documentada, en la que los personajes salen de las páginas de la Historia para adquirir humanidad, con sus virtudes y sus defectos. Es también una historia de amor mantenido en el tiempo, la historia de una esperanza y la historia del comienzo de una época que cambiaría para siempre el destino de la península como provincia musulmana; un destino que parecía inamovible. La valentía de unos pocos acabó prendiendo en el ánimo de muchos

Dicen que Almanzor se llevó las campanas de Santiago no solo como muestra de su poder, sino porque su religión no permite otra llamada a los fieles que no sea la del muecín para la oración. Para los cristianos, las campanas eran la voz de Santiago, del Hijo del Trueno, nombre que Jesús de Nazaret le dio aludiendo a su fuerte carácter. Las campanas acabaron volviendo a Santiago, incluso después de haber sido convertidas en lámparas para la mezquita. Pero esa es otra historia...


  

viernes, 2 de octubre de 2020

EL SAQUEO DE ROMA de Pedro Santamaría

Todo lo que tiene que ver con el Imperio Romano, desde siempre, me ha provocado una fascinación especial. Quizá porque, desde pequeña, he adorado las "pelis de romanos", desde las más galardonadas hasta los peplums más extravagantes. Quizá porque tengo la suerte de vivir en un país lleno de los monumentos que Roma edificó; da igual las veces que los tenga delante de los ojos, me emocionan. Quizá porque su historia, llena de lo mejor y de lo peor, de uno de los mayores imperios conocidos, no tiene ni un momento de aburrimiento. Tras haberlo sido todo, tras dominar y romanizar terrenos casi inconcebibles en extensión, su caída, tras una larga agonía, también tiene una especie de mágia crepuscular. No podemos dejar de mirar y de preguntarnos por qué, cómo. Si hubo un solo culpable o fue el resultado de una suma acumulada de malas decisiones, de corrupción y ambiciones. Si, simplemente, el desgaste que suponía la administración de tantas tierras y pueblos diferentes acabó pasando factura.

A todo lo anterior hay que añadir lo mucho que me gustan las novelas de Pedro Santamaría, un autor que jamás me defrauda. Sabe muy bien cómo conjugar el periodo histórico que nos pone delante con una absoluta verosimilitud, sin escenarios de cartón piedra y sin caer en estereotipos. En cada página es evidente la detallada labor de documentación que hay detrás de cada uno de sus libros, pero no nos la tira a la cara, por decirlo de una manera coloquial. Partiendo del original, de los hechos reales, coloca a los personajes, les da vida, los hace profundamente humanos y nos cuenta cada paso que dan de un modo del que resulta difícil soltarse. El saqueo de Roma, la novela que hoy os traigo, es un magnífico ejemplo de todo ello. 

¡HACIA LA VENGANZA! (AD ULTIONEM!)

Teodosio, el emperador hispano, en su guerra contra el ejército de Oriente, planea una táctica de desgaste del enemigo que supone utilizar como cabeza de lanza a las tropas godas que luchan bajo su estandarte. Ello conlleva traicionarles y no respaldar su ataque, pero los godos ni siquiera lo sospechan. Su caudillo, el joven Alarico, orgulloso y valiente, encabeza la ofensiva. Pero a las pocas horas, más de diez mil de sus guerreros godos siembran de cadáveres las orillas del río Frígido. Jamás recibieron la ayuda prometida del resto del ejército del emperador. Derrotados y humillados, los godos vuelven a ser un pueblo errante, abocado al hambre y a la sumisión absoluta a Roma. Pero Alarico no está dispuesto a consentirlo. Tomando una decisión arriesgada, emprende camino con sus más leales hacia Constantinopla. Es solo el principio de dieciseis años preñados de guerras e intrigas políticas que desembocarán el inicio del fin del Imperio Romano de Occidente.

El saqueo de Roma nos narra esos años convulsos, en los que de forma fehaciente se materializa la división del Imperio Romano, al dejar Teodosio el trono de Occidente a su hijo Honorio, aún un niño, y el de Occidente a su otro vástago, Arcadio. Arcadio se encuentra muy influido por Rufino, su consejero y hombre de confianza, un aquitano que sabe manejar bien los hilos de la corte de Constantinopla. Teodosio ha dejado escrito en su testamento que sea Estilicón, general romano de origen vándalo, quien se encargue de ser el custodio de Honorio, al ser este de corta edad, para guiarle y aconsejarle. Pero Serena, hija adoptiva de Teodosio y esposa de Estilicón, organiza un ardid para hacer creer a Arcadio que también Estilicón será su custodio. Un intento de mantener unido un imperio que se resquebraja.

Ajenos a estas intrigas, Alarico y los suyos han comenzado a escribir su propio destino. Su arriesgado movimiento ha supuesto una feroz sacudida en el ánimo del pueblo godo, que decide seguir, cada vez en mayor número, a su caudillo. Errantes, pero con un fin. Recuperar su orgullo y conseguir, de una vez por todas, unas tierras en las que asentarse en paz.

Llevándonos a lo largo del periodo que abarca desde el 4 de septiembre del 394 d.C hasta el 26 de agosto del 410 d.C (con dos pequeños añadidos al final que redondean la novela), Pedro Santamaría nos ofrece una narración intensa y vital, profundamente amena, que jamás pierde fuerza. Gracias a capítulos cortos, dejando siempre al lector con ganas de más, va alternando los escenarios y sus protagonistas para que los tengamos siempre exactamente en el lugar que han de estar. En las intrigas de ambas cortes, comprobaremos que hay cosas que no han cambiado, que la ambición y las luchas de poder muchas veces se mueven entre salones y alcobas y no en los grandes foros.


Lo que más me ha gustado, además del modo de narrar de Pedro, que resulta potente y muy vivo, es la caracterización de cada uno de los personajes. No podemos olvidar que, siendo figuras históricas de primer orden, hay muchas y diferentes versiones de su personalidad o de la justificación de sus actos. Pero, como os decía al principio, no hay nada teatral ni impostado en ellos. Se les han otorgado características muy humanas para hacerlos muy cercanos, para que no parezcan estatuas de mármol que, en ocasiones, hablan. Están llenos de dudas e incertidumbres, son capaces de amar y proteger a los suyos, de disfrutar de una puesta de sol, de emocionarse con sus hijos... y también de combatir con saña, de arrasar ciudades, de ejecutar sin que les tiemble el pulso. Hombres y mujeres de su tiempo, en el que ellas solían ser las peor paradas, al servir de moneda de cambio en tratados o mediante matrimonios de conveniencia. Por no hablar de cómo eran tratadas en las guerras.

Precisamente los personajes femeninos tienen una importancia capital en el desarrollo de todo lo sucedido en esos años. Tanto Serena, la esposa de Estilicón, como Eudoxia, la de Arcadio, son mujeres inteligentes, fuertes y saben bien lo que quieren. Gala Placidia, a la que conoceremos desde que es una niña, muestra su carácter y su orgullo de estirpe desde bien pronto. Al no poder empuñar una espada, utilizan las artes que mejor dominan y, gracias a ellas (o más bien debido de ellas), la política y muchas decisiones de alto nivel se mueven a su son. 

Sin abusar de las descripciones con exceso de detalle, Pedro Santamaría nos dibuja con naturalidad tanto un poblado godo como un palacio en Constantinopla o Milán. Es cuidadoso a la hora de sumergirnos en un paisaje, con sus olores y sus tonalidades, para hacernos sentir allí. Leer esta novela, como otras suyas, es viajar en el tiempo sin dificultad.

Fabuloso es también el realismo de las escenas de batalla dentro de una novela escrita con vigor y fuerza, ágil, llena de acción, en la que es fácil comprender los motivos de sus personajes para hacer lo que hacen en cada momento. Un soberbio entretenimiento que nos sirve, también, para conocer detalles y hechos que jalonaron aquellos años cruciales, no solo en la historia de Roma, sino en la historia de la Humanidad

Decía Séneca que "la vida es como una leyenda; no importa que sea larga, sino que esté bien narrada". En El saqueo de Roma vais a encontrar vidas muy, muy bien narradas. Os aseguro que no sobra ni una sola línea. Disfrutadlo.