La noticia de que había decidido cambiar de época para su nueva novela, yéndose hasta la Edad Media, me alegró. La época siempre me resulta fascinante y la narrativa de Agustín tiene fuerza de sobra para el reto. Además Pàmies lo editó con una portada maravillosa, cosa que en ellos es ya marca de la casa, que la convertía en irresistible. Lo cierto es que la novela es de las que crean afición entre los amantes de la histórica, yo la he disfrutado hasta el final, y hoy quiero compartirlo con vosotros.
DEUS VULT
En el año 1096 y desde Toledo, parten cuatro hombres y una mujer hacia la Primera Cruzada, pero cada uno lo hace por motivos muy diferentes. Para Alonso de Liébana volver como un héroe supondría salvar la vida de su padre y hermanos, acusados de vender caballos a los infieles. A fray Genaro, maestro de novicios de San Servando, el obispo le ha encargado la misión de traer reliquias de Tierra Santa y a él se va a unir, sin que el obispo lo sepa, Moraima, su amante, una joven mudéjar que solo busca escapar de la miseria. La protección del grupo recae en Hervé, un caballero de pocas palabras pero de increíble habilidad con la espada, que carga a la espalda con un pasado oscuro. El quinto expedicionario es Hameth, esclavo que ha de atender las necesidades de todos.
Pero los planes trazados por el grupo se van al traste al cruzar Francia, ya que fray Genaro pierde a los dados el dinero, más que suficiente, que el obispo le había entregado para el viaje y avituallamiento del grupo. Volver en esas circunstancias a Toledo sería un deshonor, por lo que al monje se le ocurre la idea de que todos de enrolen en las huestes de Pedro el Ermitaño, el predicador y visionario de Amiens que ya ha reclutado a más de cincuenta mil fieles en la llamada Cruzada de los pobres, y está dispuesto a recuperar Jerusalem antes que los príncipes y nobles de Europa.
Con este arranque es difícil decir que no a una novela. Ya en la trilogía anterior me había gustado especialmente el carisma del que había dotado Agustín a Kalaitos y Sertorio y lo fácil que hacía la narración de la época. En Cruzados el contexto histórico es rotundamente distinto, con otras complejidades y lleno de hechos que, cada uno por su lado, darían para más de un libro. Personalmente creo que la Edad Media, en muchos casos, ha sido injustamente maltratada por quienes la consideran oscura, analfabeta, llena de pobreza, violencia y de enfermedades. Pero aunque mucho de eso hubiera, fueron también siglos de belleza, de cultura, del nacimiento de lenguas, libros y leyendas, de desarrollo, de luz.
Agustín nos lleva al momento en que Urbano II llama a la Cruzada para recuperar Jerusalem de manos de los infieles. Pero esta llamada, al igual que llega a gobernantes, reyes y nobles, alcanza también a los más pobres, cuya fe es lo único que los mantiene en pie. Pedro el Ermitaño era un clérigo francés de Amiens que recogió el mensaje y consiguió exaltar y reclutar a miles de cristianos con rumbo a Constantinopla para conseguir tomar la ciudad santa. No eran nobles, apenas tenían nada más que sus propias ropas y, desde luego, nada que perder. Ni siquiera estaban formados militarmente, pero escapaban de las sequías, la pobreza y la hambruna y estaban dispuestos a cualquier cosa por defender Jerusalem. La intención podía ser buena, pero no dudaron en saquear y asesinar para conseguir armas, comida, dinero y todo lo necesario para el viaje, con el visto bueno de Pedro el Ermitaño.
El protagonista principal es Alonso de Liébana, un joven al que su padre obligó a profesar como novicio en el monasterio de San Servando, lugar que le es completamente extraño y al que no consigue adaptarse. La acusación a su padre y hermanos de vender caballos a los infieles da con ellos en prisión y la única opción para salvarles la vida y su honor es regresar victorioso de la Cruzada. Alonso, que comienza la novela con la inocencia típica de un chico de su edad, irá madurando y endureciéndose para convertirse en un soldado de Cristo. Fray Genaro, por el contrario, es ruin y desalmado. Tiene en su haber todos los pecados y las malas prácticas en las que podían caer los religiosos de la época y solo busca su beneficio. Tener una amante, aunque fuese una mudéjar no bautizada como Moraima, era casi la menor de sus faltas.
Moraima, a pesar de vivir sometida y usada por fray Genaro, es un personaje con una gran fortaleza y una ideas muy claras. A lo largo de la novela tendremos ocasión de comprobar su valentía y determinación, porque ser mujer embarcada en la locura violenta y llena de sangre en la que se convirtió la Cruzada de los pobres es ya una heroicidad en sí misma. Quiere mantenerse viva, como sea. Hervé, el caballero misterioso y de oscuro pasado, es, sin embargo, el prototipo del caballero medieval y por quien no he podido evitar sentir una gran admiración y simpatía. Aunque ya sabéis cómo me gusta a mí un buen caballero de férreas convicciones. Y Hameth es la sorpresa, el en apariencia secundario que se va comiendo escena tras escena y va creciendo en importancia y en personalidad. Musulmán pero muy crítico con las religiones, llega a asegurar en un momento que tanto Mahoma como Cristo son inventos de los hombres para enfrentarse entre ellos, para levantar guerras. Viaja con la intención de conseguir dinero para su libertad y demuestra, a lo largo de toda la novela, que la amistad y el amor son sentimientos que están por encima de cualquier consideración.
Narrada en primera persona por Alonso de Liébana, Agustín nos va llevando a buen ritmo por toda la historia gracias a capítulos cortos, que te hacen querer seguir leyendo, y a diálogos vivos y reales, en los que es fácil ponerse en el lugar de los personajes. La recreación de la época es brillante, con todas sus luces y sus sombras. La fe enfrentada a los desmanes más terribles, el honor, la amistad, quedan grabadas a fuego en el lector. Como también los olores, los paisajes, la brutalidad, las batallas... todo está descrito con detalle pero sin resultar pesado o innecesario. Me ha encantado también el dibujo que hace de la sociedad del momento y de la religión. De cómo contrapone lo mejor y peor del ser humano.
Encontraremos a lo largo de la novela, como o puede ser de otra manera, a personajes históricos reales, como Bernardo de Seridac, obispo de Toledo; el propio Pedro el Ermitaño que, aunque Agustín no se recrea en su figura (y tampoco la cuestiona ni la ensalza), resulta fascinante. Alejo I, el emperador bizantino y Kilij Arslan, el sultan turco, tienen gran protagonismo en la segunda parte de la novela, al igual que Anna Commeno, hija de Alejo I, una mujer inteligente y muy formada y también muy desconocida, cuyos escritos son la mejor fuente para conocer los detalles de la llegada de los ejércitos de Europa a aquellas tierras.
Aventuras, saqueos, amistad, batallas, crueldad y amor, todo tiene cabida en Cruzados, una estupenda novela llena de Historia, con mayúsculas, y de pequeñas historias que nos hablan de hombres y mujeres de la época, de fe, de sangre derramada y de lo peor del ser humano; pero también de lo mejor: el honor, el valor y el poder de la amistad. Una novela viva y apasionante de luz y oscuridad. Solo puedo recomendarla, preparaos para disfrutarla.