Cierto es que hay en ella un crimen con detalles algo escabrosos, pero, a pesar del misterio que supone y de las presuntos culpables, es casi una excusa para que su protagonista principal, Olivia Galván, tome la palabra y nos hable de su vida, de su relación con César Andrade, de su dualidad, de sus miedos y sus certezas, de la verdad. Su verdad.
"NADIE, NI SIQUIERA LA LLUVIA, TIENE LAS MANOS TAN PEQUEÑAS"
El matrimonio formado por Olivia Galván y César Andrade llega a Japón para que él imparta un curso de posgrado en la universidad. César es catedrático de Literatura Comparada y toda una eminencia en su campo; Olivia, una conocida autora de novela negra con una muy vendida saga de novelas protagonizada por Lolita Richmond. Ya en Tokio, Olivia recibe un mensaje a través de redes sociales de Gonzalo Marcos, miembro de la Embajada española en la capital nipona, en el que se ofrece a hacerle de guía por los lugares menos conocidos de la ciudad. Al día siguiente de su llegada, mientras almuerzan con Gonzalo, llega la noticia de que las manos cortadas de la famosa bailarina Noriko Aya han aparecido tiradas en el estrecho espacio antisísmico que hay junto a su hotel. En uno de sus dedos, un delicado anillo de oro y rubíes que en pocas horas señalará a César como principal sospechoso del asesinato. Olivia se refugia en Gonzalo y acabará por abrirse a él y contarle cosas de ella misma y de su matrimonio que nadie sabe. Quizá la solución del caso esté ahí. O quizá la verdad, como una piedra preciosa bien tallada, tenga muchos matices.
Os decía antes que, si algo prima en la novela, es la originalidad. Primero por su extensión, apenas doscientas páginas intensas, duras en muchos momentos, hermosísimas en otros. En segundo lugar, por el lugar en el que se desarrolla, Tokyo, una ciudad que para los occidentales resulta tan extraña como otro planeta y que aquí se nos muestra hostil y bella a la vez, cubierta buena parte de la trama por el gris y la lluvia, con paisajes que alternan la más fría modernidad con la tradición milenaria. Y finalmente, por la propia Olivia, una "mujer caleidoscopio", con una cara pública y otra privada tan diferentes que puede resultar más que inquietante.
Partiendo del último día de la estancia en Japón de Olivia hacia atrás, sus conversaciones con Gonzalo nos llevan a conocer los pormenores del viaje de ella con César pero, sobre todo, los detalles de una relación tóxica y consentida, en la que ella ha convertido a su marido en alguien que, quizá y solo quizá, no quisiese ser. Una relación de dependencia pedida, casi exigida, que para Olivia es la que la mantiene viva y de la que no quiere desprenderse. Pero es Olivia la que nos habla en primera persona en todo momento y lo hace empujada por Gonzalo. ¿Realmente lo que ella cuenta es la verdad? ¿O está dando un curso perfecto de creación literaria, en el que la confusión se enseñorea de todo? ¿Está tan segura de lo que dice o solo trata de desorientar a su oyente?
Olivia fue alumna antes que esposa de César. Nunca han tenido hijos. De cara al exterior son una pareja brillante, exitosa, con carisma. Pero una vez que cierran la puerta de su hogar, la realidad es otra. La sumisión consentida, las infidelidades, los celos, las palabras convertidas en látigos deseados, el placer conseguido ¿a qué precio? Gonzalo consigue que Olivia hable, pero él se mantiene en la sombra, sin aportar nada sobre sí mismo. Busca conseguir la verdad sobre lo sucedido con Noriko, aunque eso le haga escuchar cosas demasiado íntimas y dolorosas. En los días posteriores al crimen, se van viendo en lugares emblemáticos de Tokio, en restaurantes, librerías, parques... la ciudad se abre a nuestros ojos a través de los suyos, tan atrayente como extraña.
He disfrutado cada página de Las manos tan pequeñas. Por diferente, por intensa, por todas las dudas que crea, por ese juego de verdades que lo son de quien las dice, pero puede que no sean las de otro. Por, como Gonzalo, saber quién miente. Y por qué las pequeñas manos de Noriko fueron desgajadas de su cuerpo. ¿Os atrevéis con el reto?