Lo único cierto es que nunca se sabe. A veces una portada puede hacer que un libro llame o no y no siempre se acierta. Hay libros con portadas espantosas que esconden auténticos tesoros y algunos, con maravillas por delante, te dan ganas de mandarlos a la hoguera purificadora. Igual pasa con algunos resúmenes: pueden abrirte las ganas de leer lo antes posible o ser absolutamente planos y sin vida, pero en ninguno de los dos casos son prueba de nada. En el caso de "Normal", la novela que hoy os traigo, me llamó mucho la atención la sinopsis que de él se hacía en la página de la Editorial Suma y pensé que podría ser una buena lectura para intercalar entre las que tenía empezadas. Sí, es verdad, también pensé que podrían estarme dando gato por liebre, pero en ocasiones las corazonadas salen bien.
No me equivoqué. He descubierto una novela que, sin ser demasiado larga (apenas 254 páginas que se leen en un suspiro) es intensa, mantiene una considerable dosis de intriga, los personajes están bien dibujados y, sin dejar de ser una trama policial, el lenguaje es ágil, directo, muy real, especialmente en los diálogos entre los protagonistas. Nada de acartonamientos ni de frases grandilocuentes, especialmente dentro de la comisaría: naturalidad ante todo, como después os detallaré. Quizá mi afición a series como CSI o Mentes Criminales me han hecho pensar que los policías hablan como catedráticos. Y no. Pero vamos paso a paso.
Como escritor, es autor de dos novelas de humor: "Antonio mató a Luis en la cocina con un hacha porque le debía dinero" y "Una conspiración mundial secuestró a mi perro para que yo no contara todo lo que sabía". Su último trabajo es la novela que hoy traigo, "Normal", completamente diferente en cuanto a temática con las anteriores y que ha firmado como R. López Herrero.
¿Cómo perseguir y dar caza a un asesino que podría estar a tu lado y no lo sabes? Tampoco las pruebas aportan demasiada luz. Ese hombre normal, que ha estado a la vista de todos, parece un fantasma, una entelequia, pero es capaz de matar a sangre fría. Nada relaciona a las víctimas, ni siquiera investigándolas a fondo. Pero existe. Y lo que es peor, está dispuesto a seguir.
Ya anticipo que lo mejor de esta novela, además del argumento, es el lenguaje que el autor utiliza. Directo, casi coloquial en ocasiones, narrado en dos voces y con personajes que no son en absoluto paradigmas de la belleza ni genios incomprendidos, consigue que nos sintamos muy cerca de ellos. Porque, al fin y al cabo, lo que ocurre es algo que podría suceder en nuestro propio barrio. Es eso: son normales. Pero ahí esta la cuestión. ¿Qué entendemos por normalidad? ¿Todos tenemos el mismo concepto de ella?
El protagonista, Félix Fortea, policía encargado de la investigación desde el primer momento, pone su propia voz en buena parte de la narración. Con él seguimos las escasas pistas desde dentro: las balas, los interrogatorios, el ambiente de la comisaría, las conversaciones con los compañeros... A él también podríamos catalogarle de "normal". Mediana edad, calvo, un poco friki, amante de Queen y del orden, soltero y conviviendo con varios gatos, no hay nada en él que lo haga destacar, aunque tiene instinto y gran capacidad de trabajo. Su amigo y compañero Manuel Pacheco, es su antítesis: alto, atractivo (al estilo de los galanes clásicos del cine), felizmente casado, con dos hijos y una vida aparentemente hecha, aunque con cierta tendencia a saltar con determinados compañeros. También muy "normal". Dos caras de la misma moneda, pero "normales". Es curioso cómo etiquetamos a la gente.
Cuando se comete el primer asesinato Fortea consulta con la psicóloga para tratar de explicar esa falta de descripciones en los testigos, pero todo lo que a Lara Martell se le ocurre es poco probable. Félix tiene una mente que va a toda velocidad, enlaza unas ideas con otras y pasa de la euforia a sentirse mal consigo mismo en décimas de segundo. He leído en una entrevista con Roberto López Herrero que quería que "el bueno" fuese "el que no estaba normal", contraponiéndole con el asesino que, aparentemente, sí lo es. Cuando es Félix el que lleva el peso de la narración podemos escuchar y sentir todo lo que él escucha y siente. Y, cuando menos, es peculiar. Manuel Pachecho hace mención a sus manías en más de una ocasión, de las que Félix es apenas consciente. Pero todo ese envoltorio no le impide ser un buen policía y empezar una relación con Lara, aunque el incio de ésta sea un poco desastre.
El narrador omnisciente aparece tanto para mostrarnos a otros miembros del equipo policial como Pablo Grau, que está medio apartado por, supuestamente, pegarle una paliza a un detenido o Paula Carrasco, a la que envían para coordinar y ayudar en el caso. Paula es lo que podríamos considerar una policía mediática o "policía tipo Sálvame", que adora estar delante de una cámara y, para ello, no duda en elaborar teorías propias sin respaldo. Tampoco le importa que toda la comisaría esté en su contra. Manuel Pachecho será el más hostil, porque ya se las tuvo con ella en el pasado.
Pero cuando este narrador en tercera persona resulta más inquietante es cuando nos pone delante la figura del asesino. Simplemente es "el hombre". Con él asistiremos a sus crímenes, que siente de un modo tan frío y aséptico que nos damos cuenta de la poca capacidad empática del sujeto. Pero también conoceremos su vida personal. Una vida aparentemente normal... de nuevo, la palabra. ¿Cuántos asesinos conocidos son descritos por vecinos o familiares como "normales"? Siempre he creído que dentro de cada uno tenemos una parte oscura y a veces sale al exterior. Pero ¿cuántos de nosotros podemos decir que no somos normales? El asesino es hombre de férreas convicciones, su mente está cuadriculada de un modo muy concreto y eso es lo que resulta más aterrador: cómo justifica y explica lo que hace.
Pero vamos con el lenguaje porque es, en mi opinión, lo mejor de la novela. Ya os comentaba al principio que, acostumbrados como estamos a las series policiacas en televisión, es habitual escuchar frases como ésta:
- ¿Algún resultado de los restos hallados en el parking, señor Wolf?
Sin prisas, sin alterar el tono, conscientes de la importancia del momento...
Pero aquí tenemos el ejemplo de la novela:
- "Eh, tú, ¿qué tenéis de lo del parking?"
Desde luego, mucho más normal.... y aquí tenemos otra vez la palabreja.
Las partes en las que Félix Fortea nos lleva a su lado, asistimos no sólo a sus pensamientos casi centrifugados, sino a los encontronazos en la comisaría, a las confesiones de Manuel Pacheco (que también tiene un patio trasero detrás de su formal apariencia), a sus miedos, a sus certezas. A lo que empieza a sentir por Lara. Él mismo es consciente de que "conceptos, imágenes y flashes se me acumulan de un modo que no sé explicar". La investigación, cada vez más compleja, le mantiene en un estado constante de alerta. Quizá hay un poco de Roberto en Félix, en cuanto a gustos y hasta apariencia.
El libro tiene un estilo propio y diferente a lo que estamos acostumbrados. Dentro de la densidad y categoría que ha alcanzado la novela negra en España, Roberlo López Herrero, sin alejarse de la calidad, nos trae un ejercicio de estilo para contarnos una historia oscura con un asesino capaz de la cueldad más absoluta sin que se le altere el pulso. Está convencido de que hace lo que debe y de que sus motivos son correctos. Asusta un poco darnos cuenta de cómo alguien con una apariencia que no llama la atención puede ser capaz de semejantes atrocidades. Pero "el hombre" tiene la certeza de que está en posesión de la verdad y por eso no se siente culpable.
En resumen: una novela estupenda, con un argumento original y un planteamiento novedoso que huye de estereotipos y de personajes "a la carta" y que nos hace preguntarnos qué es normal en la vida. Para mi gusto, el final es algo apresurado. Toda la trama se cierra perfectamente, no hay cabos sueltos, pero quizá sale un poquito a la carrera. No empaña el conjunto, desde luego y cerrar una novela así no es sencillo, así que no puedo considerarlo un punto demasiado negativo.
Y en el futuro, quién sabe. Quizá Félix Fortea y Laura Martell vuelvan a la caza de alguien menos normal.
EL AUTOR: R. LÓPEZ HERRERO
Nacido en Madrid en 1970, Roberto López Herrero es un
escritor, guionista, actor, director y locutor de programas de televisión y
radio. Ha trabajado en diferentes programas a nivel nacional y autonómico, como Pecado Original, Saturday Night Live, El Método Gonzo, En Antena,
Un Paseo por las nubes y A 3 Bandas entre otros.
Curiosamente, el
trabajo que le ha dado a conocer al gran público ha sido la locución de "Ninja Warrior" el mítico programa deportivo japonés de televisión en el que cien competidores intentan ganar una carrera de obstáculos dividida en cuatro fases. He de aclarar que desconocía por completo la existencia de este programa y ha sido mi hijo mayor el que me ha aleccionado sobre él. Supongo que será por falta de datos, pero según me contaba detalles yo no dejaba de pensar en una especie de "Humor amarillo" pero un poco más elaborado. Que me perdonen sus muchos seguidores.
Como actor ha participado en algunos capítulos de series como Maneras de
sobrevivir o Saturday Night Live y en la radio ha trabajado en programas como "Te doy mi palabra", "La mirada crítica" o "Queremos hablar". En la década de los 90 cofundó Ediciones Cronópolis con Pedro Alcántara y Miguel Medina, dedicada a juegos de rol y que se mantuvo hasta 1997, año en que pasó a convertirse en la actual Ediciones Sombra. En la original, Roberto López Herrero publicó varios juegos de rol como "Jurasia" o "Superhéroes". También es fundador de la web de humor "El Expecial".
Como escritor, es autor de dos novelas de humor: "Antonio mató a Luis en la cocina con un hacha porque le debía dinero" y "Una conspiración mundial secuestró a mi perro para que yo no contara todo lo que sabía". Su último trabajo es la novela que hoy traigo, "Normal", completamente diferente en cuanto a temática con las anteriores y que ha firmado como R. López Herrero.
UN ASESINO QUE PODRÍA SER CUALQUIERA
A plena luz del dia y frente a siete testigos, un hombre mata a una mujer de un disparo en la cabeza. Todos le han visto y, sin embargo, al prestar declaración ante la policía, son incapaces de dar algún rasgo característico del asesino. Sólo se muestran de acuerdo en una cosa: era un hombre normal. Sin más.
Félix Fortea, el policía que se hace cargo de la investigación, apenas puede dar crédito. Ninguno de los siete le ha dado una sola pista a pesar de haberle tenido delante. Gabardina normal, estatura normal, aspecto normal... pero ¿qué es normal para ellos?. La víctima era una ama de casa esposa de un taxista, sin problemas aparentes ni nada oscuro en su vida. Cuando aun están tratando de digerir lo ocurrido, un segundo asesinato en un parking, también por un disparo a quemarropa, acaba con la vida de un hombre delante de su pareja y el hijo de ésta, que padece autismo. Tampoco la mujer será capaz de dar una descripción del asesino. Era normal. Nada destacable. Pero esta vez la víctima era un maltratador.
¿Cómo perseguir y dar caza a un asesino que podría estar a tu lado y no lo sabes? Tampoco las pruebas aportan demasiada luz. Ese hombre normal, que ha estado a la vista de todos, parece un fantasma, una entelequia, pero es capaz de matar a sangre fría. Nada relaciona a las víctimas, ni siquiera investigándolas a fondo. Pero existe. Y lo que es peor, está dispuesto a seguir.
"ERA...NORMAL. NO SÉ CÓMO DEFINIRLO MEJOR"
Ya anticipo que lo mejor de esta novela, además del argumento, es el lenguaje que el autor utiliza. Directo, casi coloquial en ocasiones, narrado en dos voces y con personajes que no son en absoluto paradigmas de la belleza ni genios incomprendidos, consigue que nos sintamos muy cerca de ellos. Porque, al fin y al cabo, lo que ocurre es algo que podría suceder en nuestro propio barrio. Es eso: son normales. Pero ahí esta la cuestión. ¿Qué entendemos por normalidad? ¿Todos tenemos el mismo concepto de ella?
El protagonista, Félix Fortea, policía encargado de la investigación desde el primer momento, pone su propia voz en buena parte de la narración. Con él seguimos las escasas pistas desde dentro: las balas, los interrogatorios, el ambiente de la comisaría, las conversaciones con los compañeros... A él también podríamos catalogarle de "normal". Mediana edad, calvo, un poco friki, amante de Queen y del orden, soltero y conviviendo con varios gatos, no hay nada en él que lo haga destacar, aunque tiene instinto y gran capacidad de trabajo. Su amigo y compañero Manuel Pacheco, es su antítesis: alto, atractivo (al estilo de los galanes clásicos del cine), felizmente casado, con dos hijos y una vida aparentemente hecha, aunque con cierta tendencia a saltar con determinados compañeros. También muy "normal". Dos caras de la misma moneda, pero "normales". Es curioso cómo etiquetamos a la gente.
Cuando se comete el primer asesinato Fortea consulta con la psicóloga para tratar de explicar esa falta de descripciones en los testigos, pero todo lo que a Lara Martell se le ocurre es poco probable. Félix tiene una mente que va a toda velocidad, enlaza unas ideas con otras y pasa de la euforia a sentirse mal consigo mismo en décimas de segundo. He leído en una entrevista con Roberto López Herrero que quería que "el bueno" fuese "el que no estaba normal", contraponiéndole con el asesino que, aparentemente, sí lo es. Cuando es Félix el que lleva el peso de la narración podemos escuchar y sentir todo lo que él escucha y siente. Y, cuando menos, es peculiar. Manuel Pachecho hace mención a sus manías en más de una ocasión, de las que Félix es apenas consciente. Pero todo ese envoltorio no le impide ser un buen policía y empezar una relación con Lara, aunque el incio de ésta sea un poco desastre.
El narrador omnisciente aparece tanto para mostrarnos a otros miembros del equipo policial como Pablo Grau, que está medio apartado por, supuestamente, pegarle una paliza a un detenido o Paula Carrasco, a la que envían para coordinar y ayudar en el caso. Paula es lo que podríamos considerar una policía mediática o "policía tipo Sálvame", que adora estar delante de una cámara y, para ello, no duda en elaborar teorías propias sin respaldo. Tampoco le importa que toda la comisaría esté en su contra. Manuel Pachecho será el más hostil, porque ya se las tuvo con ella en el pasado.
Pero cuando este narrador en tercera persona resulta más inquietante es cuando nos pone delante la figura del asesino. Simplemente es "el hombre". Con él asistiremos a sus crímenes, que siente de un modo tan frío y aséptico que nos damos cuenta de la poca capacidad empática del sujeto. Pero también conoceremos su vida personal. Una vida aparentemente normal... de nuevo, la palabra. ¿Cuántos asesinos conocidos son descritos por vecinos o familiares como "normales"? Siempre he creído que dentro de cada uno tenemos una parte oscura y a veces sale al exterior. Pero ¿cuántos de nosotros podemos decir que no somos normales? El asesino es hombre de férreas convicciones, su mente está cuadriculada de un modo muy concreto y eso es lo que resulta más aterrador: cómo justifica y explica lo que hace.
Pero vamos con el lenguaje porque es, en mi opinión, lo mejor de la novela. Ya os comentaba al principio que, acostumbrados como estamos a las series policiacas en televisión, es habitual escuchar frases como ésta:
- ¿Algún resultado de los restos hallados en el parking, señor Wolf?
Sin prisas, sin alterar el tono, conscientes de la importancia del momento...
Pero aquí tenemos el ejemplo de la novela:
- "Eh, tú, ¿qué tenéis de lo del parking?"
Desde luego, mucho más normal.... y aquí tenemos otra vez la palabreja.
Las partes en las que Félix Fortea nos lleva a su lado, asistimos no sólo a sus pensamientos casi centrifugados, sino a los encontronazos en la comisaría, a las confesiones de Manuel Pacheco (que también tiene un patio trasero detrás de su formal apariencia), a sus miedos, a sus certezas. A lo que empieza a sentir por Lara. Él mismo es consciente de que "conceptos, imágenes y flashes se me acumulan de un modo que no sé explicar". La investigación, cada vez más compleja, le mantiene en un estado constante de alerta. Quizá hay un poco de Roberto en Félix, en cuanto a gustos y hasta apariencia.
El libro tiene un estilo propio y diferente a lo que estamos acostumbrados. Dentro de la densidad y categoría que ha alcanzado la novela negra en España, Roberlo López Herrero, sin alejarse de la calidad, nos trae un ejercicio de estilo para contarnos una historia oscura con un asesino capaz de la cueldad más absoluta sin que se le altere el pulso. Está convencido de que hace lo que debe y de que sus motivos son correctos. Asusta un poco darnos cuenta de cómo alguien con una apariencia que no llama la atención puede ser capaz de semejantes atrocidades. Pero "el hombre" tiene la certeza de que está en posesión de la verdad y por eso no se siente culpable.
En resumen: una novela estupenda, con un argumento original y un planteamiento novedoso que huye de estereotipos y de personajes "a la carta" y que nos hace preguntarnos qué es normal en la vida. Para mi gusto, el final es algo apresurado. Toda la trama se cierra perfectamente, no hay cabos sueltos, pero quizá sale un poquito a la carrera. No empaña el conjunto, desde luego y cerrar una novela así no es sencillo, así que no puedo considerarlo un punto demasiado negativo.
Y en el futuro, quién sabe. Quizá Félix Fortea y Laura Martell vuelvan a la caza de alguien menos normal.