Hay ocasiones en que los libros te llegan por cauces insospechados, como el que hoy os traigo. Ahora que ha regresado la maravillosa serie El Ministerio del Tiempo, tras la emisión del primer capítulo de esta temporada, le estaba contando a mi hija pormenores de la vida y muerte de Federico García Lorca. Y, de repente, recordé un episodio del programa de Telemadrid, El punto sobre la Historia, en el que alguien había contado qué fue de los restos del poeta y el motivo por el que nunca han sido hallados, con una teoría muy plausible. Pero no me venía a la memoría el conjunto de su intervención, así que le puse un whatsapp a David Botello (creador y presentador, junto a Lorenzo Gallardo, del programa y que siempre está dispuesto a echar una mano) y él me facilitó el capítulo, el nombre de Manuel Ayllón y hasta un podcast de la radio en el que también explicaba sus certezas. Y gracias a todo ello y a mi charla con David, llegué a este libro que, durante unos días, me ha llevado a la Granada de agosto de 1936, en pleno estallido de la Guerra Civil, una ciudad llena de miedos, venganzas, asesinatos y silencios.
Manuel Ayllón, arquitecto y profesor de arquitectura en la Universidad Pontificia de Salamanca, combina la docencia con la investigación y la literatura. Ha publicado ensayos sobre diferentes épocas de la Historia de España, sobre Goya y el Greco e, incluso, sobre la masonería y, previamente a El caso Lorca, había visto la luz Granada 1936 en el que relataba la muerte del poeta y quienes fueron asesinados con él. El caso Lorca. Fantasía de un misterio, en palabras de su autor, "no es un ensayo histórico ni el fruto de una investigación documental estricta, pero sí auténtica (...); es una mera presunción novelada de algo que pudo ocurrir, algo verosímil, un ejercicio literario desde la lógica de lo razonable."
NOS HUNDIREMOS EN UN MAR DE LUTO
La muerte de Federico García Lorca es un pasaje muy negro de los muchos que jalonan la crónica de la Guerra Civil española. No sólo porque se trataba de una figura cultural de referencia, un escritor admirado, conocido y respetado, sino porque a ojos de la mayoría (incluso de los sublevados) era inofensivo y contaba con amigos tanto falangistas como republicanos. Los "motivos" de su fusilamiento en Viznar, la madrugada del 17 de agosto de 1936, están, supuestamente, en la denuncia que Ruiz Alonso, perteneciente a la CEDA, hizo sobre él, acusándole de rojo, masón, homosexual y de ser un enlace con Rusia. Pero Manuel Ayllón en este libro va un paso más allá, tras haber investigado y conocer bien la Granada de la época y el entorno de la familia del poeta.
Mezclando a lo largo de sus páginas la novela, el ensayo y algo de reportaje histórico, Ayllón elabora una teoría muy verosimil acerca de por qué tanto la familia de Federico García Lorca como quienes podrían tener algo que decir o exigir en el tema, siempre se han negado a que se busquen sus restos. De hecho, hasta en cinco ocasiones, tanto por inicitiva oficial como privada, se ha tratado de localizar la posible fosa común y jamás se ha encontrado nada. Federico fue fusilado junto con un maestro y dos banderilleros, pero a fecha de hoy sigue siendo un misterio el lugar exacto de su enterramiento.
La primera parte de El caso Lorca es la que tiene más estructura de novela, aunque va intercalando información necesaria acerca de su familia, sus amistades, la familia Rosales y algunos episodios de la vida de Federico. Aproximadamente el último tercio del libro adquiere cierta forma de ensayo para tratar de dejar un paisaje al lector mucho más diáfano. Esa primera parte, que arranca en el momento en que a Federico se lo llevan de casa de su amigo Luis Rosales, donde se había refugiado por miedo a lo que pudiese ocurrirle, va adquiriendo en cada capítulo tintes de angustia. Desde dentro de la familia García Lorca y de la familia Rosales, las horas van corriendo sin que ninguna gestión consiga sacar a Federico del Gobierno Civil, lugar al que ha sido llevado. Para el lector es una cónica de una muerte anunciada, remedando al gran Gabo, porque todos sabemos lo que ocurrió, pero es muy duro enfrentarse con la desesperación de sus padres (que la misma tarde de la detención de Federico habían enterrado al marido de la hermana del poeta, también fusilado), de su hermana, de sus mejores amigos que, a pesar de sus influencias, nada pudieron hacer para salvarle. Acabas por vivir esa inquietud de forma muy real, especialmente cuando eres consciente de que quien le denunció y sus acólitos tenían motivos que escapaban bastante de la política, aunque la usaron en su favor.
Las relaciones familiares de la familia García Lorca están en el telón de fondo de esta tragedia. En esa España (y más concretamente Andalucía y Granada) en la que las afrentas y los agravios, los asuntos de tierras, herencias y negocios pasan de una generación a otra y nada se olvida ni se perdona. Además Federico había tocado la fibra sensible, por decirlo de una forma suave, a parte de la familia de su padre, con la que las relaciones ya estaban más que tensas, al escribir La casa de Bernarda Alba, en la que algunos de sus personajes eran personas reales que se irritaron profundamente al reconocerse porque el poeta utilizó apellidos y nombres sin esconderlos.
Los primeros días del alzamiento, con toda su represión, su sangre y sus muertes, los odios familiares, el rencor de Ruiz Alonso contra la familia Rosales, el "matonismo" de bandas de hombres armados dispuestos a llevarse por delante a cualquiera que, según su parecer, no colmulgase con sus ideas, les debiese algo o, simplemente, odiasen, el ambiente opresivo y terrible en la ciudad está muy bien narrado. Al igual que la teoría, plausible y ya esbozada por equipos de investigación de las fosas de Viznar como el encabezado por Miguel Caballero, de por qué los restos de Federico García Lorca ni han sido hallados jamás y los motivos por los que la familia se ha negado siempre, de forma tajante, siquiera a que se busquen.
El caso Lorca se agarra al estómago del lector. Especialmente cuando reconocemos los odios y las inquinas que pueden matar cuando quien las sufre se hace con armas y poder. Cuando nos damos cuenta de que hay cosas (y no hay más que vernos en la actualidad) que no cambian, que unas tierras, una afrenta personal o un modo de pensar o actuar diferente son capaces de despertar lo peor en nosotros. Una vez leí que los españoles llevamos dentro, todos, el germen de una guerra civil y que de nosotros depende que brote o no. Leer El caso Lorca estremece por poner ante nuestros ojos cómo y a qué altura brotaron esas semillas.
Los peros que, en mi opinión, tiene este libro son, en primer lugar, la continua repetición de ciertas frases o calificativos para algunos protagonistas. En multitud de ocasiones se refiere al padre de Federico como "el viejo chaladí" y os aseguro que he sido incapaz de saber qué significa esa palabra. Ni en el diccionario de la RAE, ni en el de lengua caló aparece. Ni siquiera amigos andaluces lo conocen, así que cualquier sugerencia sería una gran ayuda. También es complejo seguir el árbol genealógico de Federico García Lorca, porque la profusión de nombres, parentescos y cómo se relacionaban entre ellos a veces resulta abrumadora, al igual que la relación de mandos militares, políticos y facciosos de la Granada del momento. No estaría de más un "dramatis personae" al principio o al final que nos ayudase a clarificarlo todo.
Obviamente no es una novela al uso, pero tampoco un ensayo tal y como lo entendemos. Pero sí es una lectura más que recomendable para conocer un periodo de tiempo que no ha de olvidarse para no repetirse. A Federico no vamos a olvidarle, su obra y su voz estarán siempre en nuestra memoria.