Se me está haciendo muy cuesta arriba conseguir concentración en el momento actual. Siempre me he fabricado, incluso en mis años más oscuros, esa burbuja propia que me aislaba del mundo y en la que podia leer sin parar. Me perdía sin dificultad en las historias y las horas se me iban una tras otra. Pero desde que estamos confinados, es como si todo me funcionase al ralentí. Duermo mal, tengo sueño todo el día, se me han trastocado los horarios y miro la tele sin ver, sólo por el ruido que hace. El bloqueo es monumental: ni leo, ni escribo, ni fantaseo. Un horror. Al hilo de esto puse un post en Facebook y un amigo me recomendó releer, volver a los espacios conocidos, a lecturas que me gustaron o emocionaron. Y lo cierto es que, sin llegar a haber recuperado mi voracidad lectora, al menos he conseguido zambullirme y disfrutar.
Superstición y fe en España fue un regalo de mi tía la mayor, que estaba convencida (y con razón) de que me iba a gustar. Me contó que lo había comprado años atrás en la Cuesta de Moyano y ya me llegó ajadito pero cuidado y con su carga de tiempo encima. Me enamoré de este libro casi desde su primera página, quizá por lo mucho que me gusta y me fascina el mundo rural, las costumbres, la raigambre de tradiciones que perduran. Algunas de las que encontramos aquí se mantienen desde la Edad Media, manteniendo su esencia. Pero lo que más me agarró fuerte el corazón fue descubrir una España que ya no existe, que empezaba a salir de una dictadura para respirar aire libre. Una España posiblemente más inocente pero también mas gris, en la que la televisión era un lujo o algo muy lejano, la pobreza campaba a sus anchas en los pueblos, las calles no conocían el asfalto y muchos vecinos ni siquiera sabían leer ni escribir, aunque encontraban alegría en las pequeñas cosas, en sus certezas.
GEOGRAFÍA HUMANA DE FE Y TRADICIÓN
Superstición y fe en España se publicó en 1978, pero las experiencias recogidas en él por su autora, María Ángeles Arazo, lo están, en su mayor parte, en el año 1975. Ese año bisagra en el que todo empezó a cambiar. Es un ensayo cargado de emotividad que acaba dejando un poso de compasión admirativa por lo que aquellas gentes vivieron, vivían y llevaban a sus espaldas. Arazo se pasea por toda la geografía española buscando ceremoniales religiosos peculiares o llamativos, muchos entroncados en rituales mágicos que se pierden siglos atrás. Hoy día persisten, aunque algunos se ven como auténticos anacronismos y se llenan de curiosos que sólo buscan la fotografía, el detalle morboso. Únicamente quienes viven con ellos, también viven para ellos, incluso en estos tiempos de tecnología y pragmatismo. Otros siguen siendo manifestaciones intensas de fe y creencias comunes.
Pero este libro no es solo una exposición de estos ceremoniales, es un auténtico desfile de seres humanos del año 1975, con su manera de pensar, sus historias (muchas de ellas duras y terribles), sus pérdidas, sus creencias, su fe limpia a pesar de las calamidades. Un catálogo de vivencias y de costumbres envueltas en el modo de pensar de la época que, al leerla, parece tan lejana como Marte, pero que para muchos puede acoger recuerdos de la infancia, de los pueblos de los padres o los abuelos. Esos pueblos en los que sus habitantes se endomingaban para las fiestas o para la misa, que veían ya entonces cómo los jóvenes se marchaban por falta de oportunidades, en los que el campo, la pesca o la vendimia marcaban la economía y el calendario. Una España en la que aún los jornaleros llamaban "amo" al
terrateniente y que tenía mucho de aquella que tan maravillosamente
reflejó Miguel Delibes en Los santos inocentes.
A través de los ojos y de las conversaciones que la autora mantiene con los habitantes de los lugares elegidos, se va formando ante nuestros ojos una radiografía que muchas veces nos araña el alma, pero que resulta acogedora sin remedio. Son diálogos intensos, en muchas ocasiones llenos de las muertes que rodearon al protagonista, de sus miserias, de sus viviendas sin luz con una olla que calienta un guiso sobre el fuego de la chimenea. Y luego describe cada una de las fiestas y ceremonias poniéndolos en ellas, como un contraste de alegría efímera que compense meses y meses de trabajo y precariedad. Arazo bucea en quienes mejor conocen cada tradición y cada rito, se documenta y lo trae ante nuestros ojos, pero no juzga, no se posiciona, ni siquiera ante las mezclas más intensas de religión y paganismo.
Sentiremos el frío mordiente del 2 de febrero en Almonacid del Marquesado, en Cuenca, para asistir al rito de Los Diablos que se mezcla con la procesión de la Candelaria y la veneración a San Blas. Acompañaremos el penoso caminar de los "picaos", los Disciplinantes de San Vicente de la Sonsierra, en La Rioja, que se azotan hasta sangrar para expiar los pecados el jueves y viernes santo. Se nos encogerá el alma con el ceremonial de "las caixas" en Puebla de Caramiñal, la procesión de ataúdes tras la que caminan los "ofrecidos" con sus familias, aquellos que estuvieron a punto de morir y se salvaron encomendándose al Nazareno. La festiva procesión marinera de la virgen negra de Guadalupe en Rianxo con el recuerdo de aquellos que el mar se llevó. La impresionante peregrinación de Les Useres, en Castellón, el último viernes de abril, cuyas raíces nacen en el siglo XIV, en la que trece peregrinos caminan a pie 35 kilómetros hasta San Juan de Peñagolosa, en completo silencio, para pedir por la salud, la paz y la lluvia. Los exorcismos de San Campio, en septiembre, para curar a los "ameigados" y La Balma, para expulsar al diablo de "les malignes". El riesgo de los danzantes de Anguiano, que se lanzan sobre sus zancos y girando sobre sí mismos por las calles empinadas como homenaje a la Magdalena.
María Ángeles Arazo, con una larguísima trayectoria como periodista y abundantes títulos sobre extraordinarias semblanzas humanas, consigue en este libro que, a pesar de los años transcurridos, nos sintamos muy cerca de aquellas gentes que hoy son sólo un recuerdo. Los ritos y las tradiciones se mantienen y siguen muy vigentes, pero ellos pasaron. Y, sin embargo, sus palabras y sus vidas dan un barniz especial cuando hablan sobre sus creencias, llenas de piedad, tristeza y gozo, de recuerdos, de nacimientos y muerte.
Superstición y fe en España es un libro que nos muestra otra visión de nuestro país, que tanto ha cambiado pero que mantiene sus tradiciones con fuerza. Una auténtica curiosidad, interesante, ameno, capaz de tocarnos el corazón y de crearnos interés por conocer más acerca de lo que cuenta. Es un viaje en el tiempo a un pasado no tan lejano pero que, en muchas cosas, hemos superado. En otras nos vamos a reconocer o nos servirán para recordar parte de nuestra propia historia. Me ha alegrado inmensamente volver a este libro, es de los que llenan y se quedan contigo.
Me parece fascinante lo que cuentas y además reconozco sentir pasión por muchas de esas costumbres y rituales!
ResponderEliminarMi concentración va y viene y, en general, se desconoce su paradero. Así andamos. Muy interesante la lectura que nos traes hoy, me resulta realmente curiosa, tomo buena nota de ella.
ResponderEliminarBesos.
Yo sí estoy leyendo bastante y sacando del estante de pendientes muchos libros que había comprado hace tiempo y que estaban ahí muertos de risa. Sabes, hay veces que vas a la librería y compras un libro lo lees y ya está, se acabó, por mucho que te haya gustado. Pero hay otros libros de los que yo llamo "con historia" de esos que al volverlos a coger te traen recuerdos gratos más allá de lo que contenga el libro en sí mismo. En cuanto al contenido, pues me parece muy interesante la verdad, somos un país con muchas tradiciones ancestrales, curiosas y no me importaría leerlo aunque me da que será difícil de conseguir o tal vez no, miraré.
ResponderEliminarUn abrazo Yolanda
Me quedé flipada cuando te vi este libro en redes... me recordó a esos libros que andaban por casa de mis padres o a esos libros que encuentro en la feria del libro antiguo y ocasión. La verdad, que no es una lectura que me atraiga especialmente pero curiosa sí que es. Es que esta ESpaña sigue tuvo y sigue teniendo unas costumbres... Y en cuanto a la concentración, no te preocupes. Todos estamos igual. Besos preciosa.
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