Posiblemente para muchos La calle de Valverde sea una obra completamente desconocida, pero me permito, desde aquí, recomendar su lectura. Sobre todo para conocer aquel Madrid y aquella España anteriores a la Segunda República, pero conocerlos a pie de calle, junto a una pléyade de personajes muy peculiares que habitan una casa de huéspedes sita en la céntrica calle Valverde, al costado del Edificio de Telefónica en la Gran Vía. Y, también, para recordar a Max Aub como autor, un francés de padre alemán que cuando tuvo que trasladarse a España con su familia y aprendió nuestro idioma (a una velocidad pasmosa, todo hay que decirlo), declaró que no podría escribir en otra lengua. Un escritor diferente que tuvo gran amistad con muchos de los autores de la Generación del 27 y que había obtenido la nacionalidad española, de la que presumía, junto a toda su familia en 1916. Acabó exiliándose en 1939 a México y solo volvió a España en dos ocasiones: en 1969 y 1971. Pero sobre todo os la recomiendo porque os va a sorprender y a hacer sonreir más de una vez. Como os decía, es una curiosa y brillante joya.
UNA CIUDAD ENTERA EN UN EDIFICIO
España está sumida en la dictadura de Primo de Rivera y Madrid, la vieja ciudad con muchos recodos provincianos aún, está comenzando a asomarse a la modernidad: se construyen nuevos edificios y parques, los coches circulan cada vez con más asiduidad. Pero ninguno de los personajes, reales o imaginarios, que caminan cada día por la calle de Valverde puede siquiera imaginar lo que está por llegar: primero la República; después la terrible Guerra Civil. En La calle de Valverde seremos testigos de la vida común y corriente de los vecinos y también de la vida intelectual del momento, en una novela que se inicia en el ambiente de la portería de la calle Valverde 32, un solar con cierta solera decimonónica. Dividida en siete partes, en cada una de ella Max Aub utiliza a sus personajes para hablar sobre las noticias que recorrían Madrid por entonces pero, sobre todo, para descubrirnos lo cotidiano, los encuentros, las conversaciones, incluso algún que otro suceso luctuoso que alborota al vecindario. La casa y la calle se convierten en un trasunto del Madrid de esos años que, en la novela, Max Aub describe como "Una inmensa casa de huéspedes en la que se albergan jóvenes que hacen oposiciones y viejos que las hicieron. Lo demás es teatro."
La calle de Valverde se publicó por primera vez en 1961 en México. ¿Por qué allí? Pues porque en 1959 la Inspección de Libros del Ministerio de Información y Turismo recibió una instancia para publicarla en España bajo el sello de Seix Barral. El obligado informe censor de la obra dijo de ella: "Es una novela costumbrista que la que se intenta reflejar la España del tiempo del general Primo de Rivera. Puede publicarse con salvedades". Y de ahí en adelante venían las "salvedades" en forma de enormes tachones en color rojo que, a veces, suprimían capítulos enteros. Una orgía de color rojo que, inmediatamente después, pasó al censor eclesiástico, cuyas correcciones y partes del texto tachadas se hacían en azul. Si se hubiese publicado con tanto corte y tanta supresión, de novela habría pasado, con suerte, a un relato corto.
La calle de Valverde transcurre entre los años 1926 y 1927 y refleja maravillosamente el ambiente de los años anteriores a la Segunda República. Pero sobre todo es un retrato fabuloso de la sociedad madrileña de esos años, centrándose en los habitantes de un inmueble de la céntrica calle Valverde. En él encontramos a opositores de provincias, escritores en ciernes, pintores que aspiran a ser reconocidos, porteras, prostitutas de cierta edad, obreros, trabajadores... todos pasan por delante de nosotros con ss logros y sus miserias. Es el día a día de todos y cada uno de ellos que se enfrentan a los vientos de cambio que empezaban a soplar en España.
La novela es muy coral, a veces podríamos pensar que hay un exceso de personajes, pero a medida que vamos avanzando en la lectura nos daremos cuenta de que todo tiene una finalidad, todo encaja. Es una novela muy mundana, profundamente costumbrista, con destellos brillantísimos de crítica política y unos diálogos absolutamente geniales, de una naturalidad asombrosa, llenos de frases coloquiales y para nada encorsetados. Desde ese dificio de la calle Valverde podemos hacernos una idea clara de cómo era Madrid entonces y, por extrapolación, toda España en un momento histórico poco tratado en la literatura, con la Gran Vía recién construída, una monarquía vieja y haciendo aguas y un dictador, Primo de Rivera, que se consideraba "padre" de todos los españoles.
Hay un poco, si me permitís la licencia, de cine de Berlanga en todos los personajes y en muchas de las situaciones y también en el humor que Max Aub destila en toda la novela, una obra llena de ingenio, de personajes humildes que se buscan la vida como pueden. Y de madrileños comunes que hablan como respiran: sin parar y de todo. Brillante, diferente y con muchas frases para enmarcar, La calle de Valverde tiene mucho por descubrir. Muñoz Molina la definió como una "genial gamberrada". Asomaos y veréis.
"A cualquier hora, la calle de Valverde parece de provincia. No que no sea madrileña - lo es como la primera -, pero entre la bullanguería de la de Fuencarral, la algarabía de la Corredera, el tráfico de la Gran Vía, da la impresión, a los pocos que por ella transitan, de un regreso a tiempos pasados; vuelta atrás, como si, todavía, en vez de la Avenida de Pi y Margall y de la de Eduardo Dato que empieza a continuarla, la Gran Vía fuera aún la calle del Desengaño. En cien metros se retrocede cien años. Todo callado, serio, gris, blanco, negro, las sombras más acusadas. Las luces municipales no pasan todavía, ahora, en 1926, de los faroles de gas, adosados de trecho en trecho, a las paredes de las casas quintañonas de las que sobresalen las oscuras vigas de los aleros cortos. El silencio es grato."
Si tuviera más tiempo libre. No me da la vida para todo lo que quiero leer y una novela costumbrista que transcurre en Madrid y en una época tan llena de interés es como para no pensárselo dos veces. Besos
ResponderEliminarHas hecho referencia a un titulo que, como tú, no siempre releo completamente pero sí me paro de nuevo en algunos pasajes de El camino. Yo soy de las que no ha leído nunca a Max Aub, y mira que hay un premio con su nombre pero tu entrada ha conseguido despertar mi curiosidad. Le echaré un ojo al título. Besos
ResponderEliminarA max Aub. Lo he leído mucho, pero éste concretamente ni lo había visto ,gracias por compartir este comentario tan útil
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