lunes, 20 de diciembre de 2021

LO QUE NO CUENTAN LOS MUERTOS de Inés Plana

Tuve la suerte de conocer a Inés Plana al publicarse su primera novela, Morir no es lo que más duele, y os reconozco que me ganó a la segunda frase. No solo por cómo nos contaba cómo había llegado a ese momento, el trabajo realizado, la fortuna de encontrar a una editora (añorada Belén Bermejo) que creyese en lo que ella escribía, sino por el modo en que nos adentró en su universo, que no era otro que el "universo Tresser", su personaje central, el entonces teniente de la Guardia Civil que debía hacerse cargo de la investigación de un caso extraño que acababa teniendo ramificaciones insospechadas. Continuamos con un caso nuevo y más peripecias del teniente en Antes mueren los que no aman y hoy llegamos a Lo que no cuentan los muertos, pero no estamos hablando del cierre de una trilogía, sino, con suerte, de un capítulo más de una saga que madura y brilla en cada nueva novela. Cierto es que hay muchos aspectos y algunos hilos que nos enlazan de una novela a otra, pero los casos que se investigan en ellos son autoconclusivos, por lo que no hay problema para leerlos de forma individual. Aunque, claro, algunos de esos hilos tienen cierta envergadura... seguro que los fieles a Inés ya sabéis de qué os hablo.

Lo que no cuentan los muertos nos lleva esta vez lejos de Madrid, a Valencia y sus localidades aledañas, tras un Julián Tresser que ha sido ascendido a capitán de la UCO y cuya vida, en los últimos tiempos, se ha visto sacudida de muchas maneras. Iremos descubriendo cómo y por qué a lo largo de las páginas. Pero de entrada nos damos de bruces con una doble desaparición tan misteriosa como inquietante y una carrera contra el tiempo. Hay más, mucho más. ¿Vamos a descubrirlo?

LA NOCHE ES MÁS OSCURA JUSTO ANTES DEL AMANECER

Rita Marí y Eduardo Molaro fueron los únicos supervivientes de un terrible accidente de avión un año atrás en Tailandia. Ambos perdieron en él a personas fundamentales en sus vidas. Rita, comida por la culpa de haber sobrevivido, decidió tomarse un tiempo en soledad y se mudó a la mansión que sus padres tenían en Alassar, cerca de Valencia, y alejarse de todo y de todos, incluso de su marido e hijos. Una noche desaparece sin dejar rastro, con una cena para dos lista en la mesa. Julián Tresser, que pasa unos días de vacaciones en Fuerteventura con su hija Luba (ya adoptada legalmente), es avisado para que se traslade a Valencia para ponerse al mando del caso. Al ya capitán de la UCO no le queda más remedio que llevarse a su hija y a la amiga de esta, Fanny, unos años mayor que Luba, hasta allí. El panorama que se encuentra es más que extraño: a la cena estaba invitado Eduardo Molaro, con quien se supone que no había tenido contacto desde el accidente; la mansión está intacta, no hay señales de lucha y las puertas están cerradas, pero ambos se han volatilizado.

Acompañado por el cabo Coira y los guardias civiles Brancho, Iniesta y Manises, junto con la psicóloga Amanda Rocha (me encanta tener una "pariente en la trama), también capitan, comienzan una investigación que se va complicando por momentos. Hay muchas preguntas sin respuesta. ¿Por qué Rita Marí se había alejado de ese modo de los suyos? ¿La desaparición ha podido ser voluntaria? ¿Quienes en Alassar la conocían y trataban? Tresser se da cuenta, en cada paso que dan, que a medida que raspan un poco en la superficie del caso las incógnitas se multiplican. Y ninguna parece traer en su respuesta buenas noticias.

Este comienzo, que es digno de la mejor tradición del misterio de "habitación cerrada", nos va a llevar por caminos por los que no pensábamos transitar a priori. Porque estamos ante una novela policiaca y negra, con mucho trasfondo de crítica social (la crisis económica, la corrupción inmobiliaria, la falta de oportunidades), pero también con una narración brillante, que va más allá de las etiquetas. Personalmente, la elección de Valencia como escenario me parece muy acertada porque hay pocas regiones, y solo hay que tirar un poquito de hemeroteca, que acumulen más desapariciones extrañas, crímenes terribles, otros sin resolver, misteriosos ritos... Inés Plana ha construido una atmósfera que aumenta aún más la inquietud del lector ante lo que nos pone ante los ojos. El calor pegajoso, las tormentas intempestivas y torrenciales, los pueblos abandonados que se deshacen sin remedio, la naturaleza agreste y especial de muchos paisajes, las localidades que han ido creciendo al calor de la capital: todo ello configura un telón de fondo redondo para lo que se cuenta.


 Julián Tresser ha llegado hasta aquí con un bagaje personal duro y cruel, pero, al tiempo, es capaz de mostrar paciencia, ternura y dedicación a su hija Luba, una niña que, después de todo lo que tuvo que sufrir, está abriendo los ojos a un mundo que, para ella, es completamente nuevo. A pesar de todo, sigue habiendo inocencia en su mirada y en sus preguntas, aunque algunas de ellas sean como mazazos. Tresser encuentra en ella el refugio para sus sentimientos y para sus escasas sonrisas. Y es que Tresser, en esta novela, es más sólido, más profesional y parece más serio que nunca, aunque estos aspectos tan visibles esconden una personalidad llena de facetas, como un diamante que solo muestra algunas a la vista.  

El mal también está muy presente en Lo que no cuentan los muertos. Parece mentira que en muchas ocasiones se esconda dentro de quien menos lo esperamos. Aquí lo encontramos en Leoncio, un psicópata narcisista, pagado de sí mismo y "retorcedor" de la filosofía clásica, que se aprovecha de la poca formación de unos pocos, restos de una sociedad que solo parece amparar a los que brillan. Y este es uno de los puntos fuertes de la novela: la psicología, tan bien trazada, de cada personaje. La familia de Rita Marí, por ejemplo, se nos hace odiosa desde el principio: ella es una rica heredera que se casó con un un empresario con suerte y ojo para los negocios, que la adora, sí, pero que tiene un carácter férreo y a veces violento. Sus hijos son profundamente egoistas Lorenzo: pusilánime y apocado, y Nicolás, que se hizo sacerdote como el que se saca una oposición a Hacienda, buscando medrar dentro de la Iglesia y careciendo de fe, a pesar de tener vidas independientes, no perdonan a su madre que dejase la casa familiar. 

Con capítulos no demasiado extensos, en ellos se van hilando las diferentes tramas, pasando de una a otra con fluidez, explicando lo que sucede con unos y otros protagonistas en el mismo momento. Es fácil sentir su angustia, sus miedos, sus dudas, el dolor físico. A través de ellas iremos comprobando también cómo la realidad de Lo que cuentan los muertos es mucho más oscura de lo que parecía en principio. Que hay hechos del pasado que marcan a fuego el presente, que la culpa destroza, que el miedo es libre, que el brillo del dinero puede esconder tenebrosos secretos y que la soberbia es mala compañera de viaje. Pero también que el amor está ahí siempre para salvarnos hasta de nosotros mismos... aunque para algunos, perdidos en un mar de dolor, ni siquiera eso es suficiente.

Os recomiendo, sin ninguna duda, esta novela porque os vais a encontrar con muchas más cosas de las que os imagináis. A veces la vida y la muerte se dirimen en solo tres días.


 

 

jueves, 9 de diciembre de 2021

LOS VIAJEROS DE LA VÍA LÁCTEA de Fernando Benzo

Para todos los miembros del Club de Lectura LL, la novela anterior de Fernando Benzo, Nunca fuimos héroes, forma parte ya de esa llamada "memoria sentimental" de la que hablaré más abajo. Porque el encuentro que mantuvimos en una céntrica cafetería de Madrid, después de haber celebrado un par de cumpleaños con una comida, fue el último en mucho tiempo: a los pocos días se decretó el estado de alarma y tuvimos que encerrarnos en casa. Por eso, reencontrarnos con Fernando ha sido un poco como ver una luz al final del túnel, un regreso (pequeñito y por Zoom) a lo que fuimos, que de eso también trata la novela, y una auténtica delicia, porque Fernando sabe transmitir como pocos la pasión por lo que escribe pero también por la vida. Y eso, yéndonos al lenguaje más ochentero, mola mogollón.

Y es que los años 80, para quienes los vivimos de un modo u otro, se han quedado grabados a fuego en nuestras memorias, casi en nuestra piel, como tatuajes en forma de recuerdos. La música, los garitos a los que solíamos ir, la moda... y, sobre todo, ese ambiente de libertad casi rabiosa, en la que cabía todo y que, por desgracia, cada vez se empeñan en encorsetarla más y en restringirla con supuestos valores morales absurdos que poco tienen que ver con la libertad y sí mucho con la imposición del pensamiento único. Quizá por eso me ha gustado tanto Los viajeros de la Vía Láctea: por ser una historia de amistad, del paso del tiempo, de recuerdos, de cierta nostalgia... y porque está tan bien escrita (en estos tiempos en que la gramática y la ortografía parecen haber pasado también a mejor vida) que llega dentro sin dificultad. Venid, que os lo cuento.

AQUELLA CANCIÓN DE ROXI

A lo largo de tres momentos de sus vidas (a los 20 años, a los 39 y a los 50), cinco amigos, Óscar, Jorge, David, Blanca y Javi, van descubriendo que lo que querían siendo más jóvenes, la vida que habían pensado y soñado para ellos mismos, no se parece en nada a la que han acabado teniendo. Lo único que parece mantenerse inalterable es su amistad. Ellos también han cambiado, pero hay cosas que el tiempo no puede romper. Desde las noches de fiesta y música en el Madrid de la movida hasta su presente, todos ellos, de un modo u otro, han sobrevivido a multitud de pequeñas historias cotidianas, a amores que naufragaron, a relaciones familiares que no siempre son como las del anuncio de El Almendro (por aprovechar las fechas en las que estamos), a esa madurez que jamás imaginamos cómo iba a ser y, cuando somos conscientes de que hemos llegado a ella, a veces nos pasa por encima como una apisonadora. 

Para mí, que podría ser, por rango de edad, protagonista de esta novela, ha habido muchos momentos en que me he visto retratada. Sobre todo porque tengo la inmensa fortuna de conservar amigos desde los tiempos de la EGB y si bien no éramos de frecuentar locales como La Vía Láctea o el Penta, teníamos otros, otras luces, otras calles. Fernando Benzo nos comentó, en el encuentro que mantuvimos con él, que cuando ha vuelto a esos sitios ni siquiera son cómo los recordaba. Los encontró más pequeños, más oscuros, con pasillos que estaban en su memoria y que realmente no existen. Supongo que eso nos pasa a todos cuando volvemos a lugares de nuestra juventud: curiosamente todos son más pequeños de lo que recordamos. Y, generalmente, menos luminosos. Es posible que nuestra mirada también se haya apagado un poco.


Pero esta novela de Fernando Benzo es, por encima de todo, un canto a la amistad, esa que conservamos a pesar de todo lo que nos pasa. La que nos mantiene unidos incluso cuando llevamos meses sin vernos o sin hablar. La que se cimentó en el colegio, el instituto o en la época universitaria. Esos amigos con los que hemos reído a carcajadas, con los que hemos compartido secretos y charlas hasta la madrugada, copas, cafés y rincones preferidos en locales de todo tipo. Y que, con el paso de los años, descubrimos que, juntos, nos hemos dejado muchas cosas en el camino pero también hemos sumado unas cuantas. 

Los personajes de Los viajeros de la Vía Láctea son absolutamente reales. Podemos ser nosotros o alguien a quien conocemos. Y sus sentimientos, sus dudas, sus preguntas, sus preocupaciones fueron y son las nuestras. Quizá no calcadas al detalle, pero reconocibles. Cada uno está dibujado con tal mimo, con tanto detalle, que se convierten en colegas de toda la vida. Como también está impecablemente elegida la maravillosa banda sonora que acompaña la lectura, en forma de títulos que todos conocemos y que se enseñorean muchas veces de nuestra mente al leer. Vamos a tararear sin remedio. Porque la memoria musical es poderosa: generalmente podemos recordar situaciones o lugares al escuchar una canción. A mí me pasa y me pasa también con la memoria olfativa: un perfume me puede llevar a un hotel de La Coruña o el olor de la comida de una vecina trasladarme a la cocina de mi abuela en un día de invierno. Mucho hay de esto en esta novela.

Pero, quizá, lo que más hay son preguntas, esas que trascienden al paso de los años. Comenzamos preguntándonos a dónde vamos, dónde estaremos dentro de veinte años, cómo será mi vida... y al llegar a la madurez nos preguntamos qué fue de nosotros. Qué ha pasado. Cómo he llegado aquí. Los protagonistas de Los viajeros de La Vía Láctea pasan por todo ello en un devenir vital que no por familiar resulta menos apasionante. Ya lo he dicho más arriba: Fernando Benzo escribe tan bien, maneja tan bien los tiempos, la voz narrativa, la memoria sentimental, que no queremos salir de sus páginas. Allí estamos bien. Acogidos y cómodos

Sé que esta reseña no es demasiado formal, pero creo que cada uno debe enfrentarse a esta novela sin saber mucho de ella a priori. Es una gran historia que llega el corazón de cada lector y, cada uno, se queda con frases, con momentos. Y añade los suyos, claro, esa es su magia. Puede que nosotros hayamos cambiado y que los lugares que frecuentábamos ya no existan o sean más pequeños y más oscuros. Pero os aseguro, porque a mí me ha pasado, que basta con llegar a uno de ellos con nuestros amigos de siempre para que, de pronto, todo se ensanche y se llene de luz y nuestros ojos vean lo que vimos. Somos porque fuimos. Y aquí estamos. Qué viaje tan intenso.

jueves, 2 de diciembre de 2021

LA PROFECÍA DEL DESIERTO de Ana Ballabriga y David Zaplana

Creo que ya lo he contado en alguna ocasión: conocí a Ana Ballabriga casi por casualidad, en el transcurso de un Getafe Negro y a través de Juanjo Braulio (que ya está tardando en escribir otra novela, por cierto). Ella no se manejaba bien por Madrid y menos con el transporte e hicimos el viaje de vuelta desde el lugar de la charla de Juanjo (cerca de Méndez Álvaro, en Madrid) hasta Getafe en cordial compañia. Ana había venido a presentar, junto a David, su pareja de vida y escritura, Ningún escocés verdadero, que había ganado ese año el concurso literario de Amazon. Y de aquellos días me traje su libro firmado y, sobre todo, su amistad.

Son muchas las veces en que a ambos les preguntan que cómo se escribe a cuatro manos. Particularmente yo lo veo dificilísimo, pero Ana y David parecen haber encontrado la piedra filosofal del asunto. No sé si os ha pasado a vosotros, pero cuando leo novelas escritas por dos autores en la mayoría de las ocasiones es fácil diferenciar los dos tipos de escritura. En ellos no es el caso: el copyright "Ballabriga -Zaplana" funciona como una máquina bien engrasada, sin fisuras. Nos comentaron en el encuentro que tuvimos con ellos en el Club de Lectura LL que, quizá, el truco estaba en que cada uno corregía al otro. Lo cierto es que sus textos gozan de una estructura y una puesta en escena sólidas y muy ágiles y La profecía del desierto es un magnífico ejemplo.

LA PALABRA ES MÁS PELIGROSA QUE LA ESPADA

Una misteriosa carta, escrita por un maestro sufí.
Un hombre y una mujer dispuestos a poner en riesgo sus vidas para desentrañar un misterio milenario.
Mahmed, un cetrero que trabaja para un príncipe saudí, y Nur, una famosa bailarina árabe, serán obligados por la organización secreta de los cármatas a unir su ingenio y sus conocimientos para descubrir qué oculta una antigua carta escrita por el maestro sufí, Ibn Arabi.
Para ello, deberán seguir los pasos señalados por el filósofo a lo largo de un peligroso viaje por Oriente Próximo, perseguidos por el sádico príncipe saudí que pretende arrebatarles el ansiado tesoro: un arma muy poderosa que convertirá a quien la consiga en el Mahdi, el nuevo mesías que gobernará sobre todos los musulmanes. La profecía del desierto supone la renovación de las novelas de aventuras sobre búsqueda de reliquias históricas. En este caso, los misterios versan sobre sociedades secretas árabes y sobre el islam

¿Novela de aventuras, entonces? Sí. Y qué alegría. Porque en los últimos tiempos la novela de aventuras brilla bastante por su ausencia en los catálogos editoriales. Ana y David han creado toda una historia de acción, de buenos y malos malísimos (qué sería de una buena historia sin un malo de relumbrón), con personajes potentes, una trama intensa, aventuras, paisajes exóticos... El arranque de la novela, en sus dos primeros capítulos, ya deja sin aliento: uno de los protagonistas principales, Mahmed, despierta al lado del cadáver de una chica y ha de huir para salvar su vida en una escena digna del mejor cine de acción. El segundo lo protagoniza Nur, una bailarina árabe de Granada, que tras lo que le sucede en él, decide viajar a Oriente Próximo para reencontrarse con su hermana, una mujer, cuanto menos, muy peculiar.

Cada capítulo supone un salto adelante, una cuenta atrás. En todo momento podemos sentir que algo está a punto de pasar por lo que la emoción lectora no cede ni por un momento. Y eso lo consiguen Ana y David no solo con su manera de narrar y con una historia muy bien cimentada, sino con capítulos cortos, algunos solo de página y media, que casi nos "obligan" a seguir adelante porque se siente en todo momento que hay más: más acción, más aventura, más misterio.


Los caminos de Mahmed y Nur van a acabar convergiendo y descubrirán que están buscando lo mismo: resolver en mensaje oculto que esconde una carta antigua escrita por Ibn Arabi, un maestro sufí. La figura, real e histórica, de Ibn Arabi me ha supuesto un descubrimiento, ya que este filósofo, poeta y sabio musulmán andalusí nació en Murcia, en el siglo XIII, bajo el califato abasida. Y es toda una figura dentro de la cultura musulmana. Tratar de resolver el enigma que contiene la carta de Ibn Arabi va a poner las vidas de Mahmed y Nur en un peligro cierto.

La profecía del desierto lleva detrás, y se nota, una cuidada documentación y estudio sobre el mundo árabe y la religión musulmana, de los que apenas sabemos mucho y que nos llegan sesgados por los actos más terribles de unas determinadas facciones. Porque la religión musulmana tiene muchas ramas, desde las más pacíficas hasta las más extremas. Incluso el propio Mahoma tuvo que imponer su monoteísmo con el peso de las armas. Conoceremos, a través de sus páginas, muchas de las costumbres y de las normas religiosas imperantes en aquella zona, de cómo el poder instrumentaliza la religión para imponerse. Y cómo muchos mensajes de Mahoma y del Corán se han tergiversado en función de intereses mucho más mundanos. También se recogen algunas leyendas del desierto, que siguen vivas a día de hoy y en algunos momentos hay un puntito de realismo mágico, tenue, pero eficaz para ese aspecto concreto de la historia.

A lo largo de las páginas se irán incorporando luchas, amores, venganzas, intrigas, preguntas y respuestas, investigaciones, persecuciones... salpimentadas en ocasiones por una crítica social, política e internacional con reflexiones realmente interesantes. Es una novela muy visual y que te lleva sin parar de un sitio a otro, pero lo hace con orden, sin que, como lector, tengas la sensación de que te toman por un tentetieso al que le llegan "golpes" de un sitio y de otro y no sabe recolocarse. Ana y David saben bien dónde quieren llevarte y os aseguro que es un viaje apasionante. Una libro para disfrutar, para vivir aventuras y que nos deja con una estupenda sonrisa. Y eso es impagable.