Tuve la suerte de conocer a Inés Plana al publicarse su primera novela, Morir no es lo que más duele, y os reconozco que me ganó a la segunda frase. No solo por cómo nos contaba cómo había llegado a ese momento, el trabajo realizado, la fortuna de encontrar a una editora (añorada Belén Bermejo) que creyese en lo que ella escribía, sino por el modo en que nos adentró en su universo, que no era otro que el "universo Tresser", su personaje central, el entonces teniente de la Guardia Civil que debía hacerse cargo de la investigación de un caso extraño que acababa teniendo ramificaciones insospechadas. Continuamos con un caso nuevo y más peripecias del teniente en Antes mueren los que no aman y hoy llegamos a Lo que no cuentan los muertos, pero no estamos hablando del cierre de una trilogía, sino, con suerte, de un capítulo más de una saga que madura y brilla en cada nueva novela. Cierto es que hay muchos aspectos y algunos hilos que nos enlazan de una novela a otra, pero los casos que se investigan en ellos son autoconclusivos, por lo que no hay problema para leerlos de forma individual. Aunque, claro, algunos de esos hilos tienen cierta envergadura... seguro que los fieles a Inés ya sabéis de qué os hablo.
Lo que no cuentan los muertos nos lleva esta vez lejos de Madrid, a Valencia y sus localidades aledañas, tras un Julián Tresser que ha sido ascendido a capitán de la UCO y cuya vida, en los últimos tiempos, se ha visto sacudida de muchas maneras. Iremos descubriendo cómo y por qué a lo largo de las páginas. Pero de entrada nos damos de bruces con una doble desaparición tan misteriosa como inquietante y una carrera contra el tiempo. Hay más, mucho más. ¿Vamos a descubrirlo?
LA NOCHE ES MÁS OSCURA JUSTO ANTES DEL AMANECER
Rita Marí y Eduardo Molaro fueron los únicos supervivientes de un terrible accidente de avión un año atrás en Tailandia. Ambos perdieron en él a personas fundamentales en sus vidas. Rita, comida por la culpa de haber sobrevivido, decidió tomarse un tiempo en soledad y se mudó a la mansión que sus padres tenían en Alassar, cerca de Valencia, y alejarse de todo y de todos, incluso de su marido e hijos. Una noche desaparece sin dejar rastro, con una cena para dos lista en la mesa. Julián Tresser, que pasa unos días de vacaciones en Fuerteventura con su hija Luba (ya adoptada legalmente), es avisado para que se traslade a Valencia para ponerse al mando del caso. Al ya capitán de la UCO no le queda más remedio que llevarse a su hija y a la amiga de esta, Fanny, unos años mayor que Luba, hasta allí. El panorama que se encuentra es más que extraño: a la cena estaba invitado Eduardo Molaro, con quien se supone que no había tenido contacto desde el accidente; la mansión está intacta, no hay señales de lucha y las puertas están cerradas, pero ambos se han volatilizado.
Acompañado por el cabo Coira y los guardias civiles Brancho, Iniesta y Manises, junto con la psicóloga Amanda Rocha (me encanta tener una "pariente en la trama), también capitan, comienzan una investigación que se va complicando por momentos. Hay muchas preguntas sin respuesta. ¿Por qué Rita Marí se había alejado de ese modo de los suyos? ¿La desaparición ha podido ser voluntaria? ¿Quienes en Alassar la conocían y trataban? Tresser se da cuenta, en cada paso que dan, que a medida que raspan un poco en la superficie del caso las incógnitas se multiplican. Y ninguna parece traer en su respuesta buenas noticias.
Este comienzo, que es digno de la mejor tradición del misterio de "habitación cerrada", nos va a llevar por caminos por los que no pensábamos transitar a priori. Porque estamos ante una novela policiaca y negra, con mucho trasfondo de crítica social (la crisis económica, la corrupción inmobiliaria, la falta de oportunidades), pero también con una narración brillante, que va más allá de las etiquetas. Personalmente, la elección de Valencia como escenario me parece muy acertada porque hay pocas regiones, y solo hay que tirar un poquito de hemeroteca, que acumulen más desapariciones extrañas, crímenes terribles, otros sin resolver, misteriosos ritos... Inés Plana ha construido una atmósfera que aumenta aún más la inquietud del lector ante lo que nos pone ante los ojos. El calor pegajoso, las tormentas intempestivas y torrenciales, los pueblos abandonados que se deshacen sin remedio, la naturaleza agreste y especial de muchos paisajes, las localidades que han ido creciendo al calor de la capital: todo ello configura un telón de fondo redondo para lo que se cuenta.
Julián Tresser ha llegado hasta aquí con un bagaje personal duro y cruel, pero, al tiempo, es capaz de mostrar paciencia, ternura y dedicación a su hija Luba, una niña que, después de todo lo que tuvo que sufrir, está abriendo los ojos a un mundo que, para ella, es completamente nuevo. A pesar de todo, sigue habiendo inocencia en su mirada y en sus preguntas, aunque algunas de ellas sean como mazazos. Tresser encuentra en ella el refugio para sus sentimientos y para sus escasas sonrisas. Y es que Tresser, en esta novela, es más sólido, más profesional y parece más serio que nunca, aunque estos aspectos tan visibles esconden una personalidad llena de facetas, como un diamante que solo muestra algunas a la vista.
El mal también está muy presente en Lo que no cuentan los muertos. Parece mentira que en muchas ocasiones se esconda dentro de quien menos lo esperamos. Aquí lo encontramos en Leoncio, un psicópata narcisista, pagado de sí mismo y "retorcedor" de la filosofía clásica, que se aprovecha de la poca formación de unos pocos, restos de una sociedad que solo parece amparar a los que brillan. Y este es uno de los puntos fuertes de la novela: la psicología, tan bien trazada, de cada personaje. La familia de Rita Marí, por ejemplo, se nos hace odiosa desde el principio: ella es una rica heredera que se casó con un un empresario con suerte y ojo para los negocios, que la adora, sí, pero que tiene un carácter férreo y a veces violento. Sus hijos son profundamente egoistas Lorenzo: pusilánime y apocado, y Nicolás, que se hizo sacerdote como el que se saca una oposición a Hacienda, buscando medrar dentro de la Iglesia y careciendo de fe, a pesar de tener vidas independientes, no perdonan a su madre que dejase la casa familiar.
Con capítulos no demasiado extensos, en ellos se van hilando las diferentes tramas, pasando de una a otra con fluidez, explicando lo que sucede con unos y otros protagonistas en el mismo momento. Es fácil sentir su angustia, sus miedos, sus dudas, el dolor físico. A través de ellas iremos comprobando también cómo la realidad de Lo que cuentan los muertos es mucho más oscura de lo que parecía en principio. Que hay hechos del pasado que marcan a fuego el presente, que la culpa destroza, que el miedo es libre, que el brillo del dinero puede esconder tenebrosos secretos y que la soberbia es mala compañera de viaje. Pero también que el amor está ahí siempre para salvarnos hasta de nosotros mismos... aunque para algunos, perdidos en un mar de dolor, ni siquiera eso es suficiente.
Os recomiendo, sin ninguna duda, esta novela porque os vais a encontrar con muchas más cosas de las que os imagináis. A veces la vida y la muerte se dirimen en solo tres días.
Desde luego ha elegido una trama, la de la desaparición de una mujer que tal vez sea de las más difíciles de desarrollar en la novela negra.
ResponderEliminarAún tengo su primera novela pendiente de lectura, no te digo más...
ResponderEliminarBesos.
Esta vez he encontrado a un Tresser que me gusta un montón en la faceta de padre.
ResponderEliminarY un final impactante.
Tu reseña de diez, como conoces a Inés personalmente lees la novela de otra manera. Felicidades!!!!