Javier Alandes me ganó como lectora cuando disfruté hasta la última línea de Los guardianes del Prado, no solo por lo que contaba sino por cómo lo contaba. Después me hice con Las tres vidas del pintor de la luz, que giraba alrededor de la figura del gran Joaquín Sorolla, y me fascinó. Es solo mi opinión, pero creo que hay algo en el arte que trasciende, llega y te empapa por completo. Y tampoco podemos olvidar que, en muchas ocasiones, las vidas de los grandes artistas, sean pintores, escultores, músicos o arquitectos, están rodeadas de muchas experiencias y anécdotas de todo tipo: el carácter pendenciero de Caravaggio y sus problemas con la justicia (y con su autocontrol), tan similar, en ocasiones al de Benvenuto Cellini; la locura genial de Van Gogh, que tanto le hizo sufrir; el inexplicado viaje a Madrid de Murillo, del que no se sabe nada; la supuesta morfinomanía de Santiago Rusiñol o las continuas broncas de Miguel Ángel con el papa mientras pintaba la Capilla Sixtina porque no aceptaba, siquiera, una pequeña crítica y, además, el pontífice nunca pagaba a tiempo.
Siempre he creído que la personalidad del artista queda impregnada en sus obras, del tipo que sean. En ocasiones, hasta para contar lo que no quieren. Mozart fue capaz de componer La flauta mágica y el Requiem , al mismo tiempo: la felicidad más absoluta de la mal llamada ópera bufa y la obra que, aunque la hacía trabajando como negro para un noble, sentía que estaba escribiendo para sí mismo porque sabía que se moría. Aunque Mozart es, simplemente, el superdotado absoluto, nadie se le puede comparar. Goya tiene algo en su pintura que atrae sin remedio: el brío de sus trazos, los temas, las diferentes fases que atraviesa... pero cómo nos llama también su vida personal, tanto la real como la leyenda que se ha ido creando a su alrededor. Javier Alandes, en la novela que hoy os traigo, nos lleva a contemplarle en los últimos compases de su vida y a ahondar en un misterio que se produce después de su muerte y que es completamente real. Vayamos, pues, a Burdeos...
"MI PINCEL NO DEBE SER MEJOR QUE MIS OJOS" - FRANCISCO DE GOYA
Joaquín Pereyra, cónsul español en Burdeos, se dispone a traer a España los restos de Francisco de Goya, que falleció en la ciudad francesa sesenta años antes. Corre el año 1888 y habían sido necesarios muchos trámites diplomáticos para conseguir la exhumación y el traslado. Pero, al abrir la tumba, para sorpresa de todos los presentes, se descubre que al esqueleto del pintor le falta la cabeza. ¿Acaso la tumba fue profanada en algún momento? Descubrir lo que ha sucedido lleva a Pereyra la contratar al considerado más famoso detective de París para que averigüe qué pasó y dónde está la calavera de Goya. Las pesquisas obligarán a indagar sobre los últimos años de vida de Goya en Burdeos y sus relaciones con otros exiliados españoles, así como su vida familiar con Leocadia Zorrilla, su último amor, y su hija Rosario. En esa vida están también presentes Juliet, la institutriz de Rosario, y Diego "el Niño", una suerte de guardaespaldas que protegía la vida del pintor cuando esta se vio amenazada por el propio Fernando VII. ¿Qué ocurrió con la cabeza de Goya? ¿Había un complot real para asesinarle?
Con semejante introducción es imposible no sentir interés, ¿verdad? Pues una vez que empiezas a leer no puedes parar, os lo aseguro. La última mirada de Goya tiene suspense, aventuras e, incluso, un toquecito de romanticismo y se desarrolla en dos planos temporales, separados por sesenta años, que se van a ir entrelazando y completándose hasta una final en el que todo cuadra. Como un caleidoscopio en el que las pieza, al moverse, van formando una imagen nítida.
Por un lado estaremos en 1828, en Burdeos, para descubrir que existe un complot para acabar con la vida de artistas exiliados en Francia. Goya es uno de ellos. Fernando VII no está dispuesto a permitir voces contrarias a su persona ni a su modo de gobernar. Así vamos a ser testigos, en primera persona, de cómo transcurrieron los últimos días del pintor, cómo era su vida cotidiana. Ya muy anciano, completamente sordo y bastante cascarrabias, lo que más le gusta es ver pasar la vida desde la chocolatería de su amigo Braulio Poc. Es muy consciente de la persecución de Fernando VII y teme sus represalias. En esta trama, Alandes intenta resolver qué paso realmente con la cabeza de Goya, por qué no estaba en su tumba y también nos detallará la conspiración que existía para asesinarle, aunque el pintor va a contar con aliados y protectores que buscan defenderlo a toda costa.
La segunda trama es la de 1888, cuando Pereyra descubre la ausencia de la calavera de Goya. Para tratar de averiguar qué pasó contrata a Gilles Leland, el más famoso detective de París, con un olfato único para la investigación. Ambos hilos argumentales, como no puede ser de otra manera, acabarán confluyendo. Y, como colofón, conoceremos pormenores de la frenología, una antigua y ya superada disciplina científica que estudiaba la localización exacta de las funciones cerebrales para determinar los rasgos de la personalidad y el carácter de cada individuo.
Esta novela no es una biografía de Goya, aunque fuese parcial. Vamos a verle al final de su vida, luchando contra sus demonios y sus recuerdos, convertido en un anciano huraño. Alandes ha mezclado la ficción histórica y una muy interesante trama detectivesca en una narración que sabe mantener el interés hasta la última página. La Historia y la leyenda se entrecruzan; también lo que se sabe y lo que no. Habrá hipótesis, búsqueda de porqués, unas pesquisas complejas...y todo para que ambas traman funcionen perfectamente, como una máquina bien engrasada, en la que el autor llena los huecos históricos con una ficción creíble, verosímil y muy emocionante. Además lo hace de la mano de unos personajes muy reales y humanos, con luces y sombras. Las relaciones entre ellos aportan escenas y diálogos realmente brillantes.
Antes de finalizar, quería contaros que el de Goya no es el único caso de artista "descabezado". El genial músico Joseph Hayden también sufrió el robo de su cabeza, robo que se descubrió seis años después de ser enterrado. En este caso sí se sabe que se hizo para estudiarla (por aquello de entender cómo funciona el cerebro de un genio) y apareció, aunque no volvió a su tumba hasta 1954. Hasta entonces estuvo expuesta en la Academia de Música de Viena. Y en el Museo de la Historia de la Ciencia de Florencia sigue expuesto el dedo corazón de Galileo Galilei, dedo que le arrancó un fanático cuando su cuerpo fue exhumado para llevarlo a Padua. Qué pasión hemos tenido siempre con los pedacitos de personas.
Dejaos seducir por La última mirada de Goya. Es, en mi opinión, una de las mejores novelas históricas de 2023 y que lo tiene todo para perderos entre sus páginas. Un verdadero disfrute.
Magnifica reseña, Yolanda. Es tal cual como lo cuentas. Uno de los mejores libros que he leído y que recomiendo muchísimo. Intriga, historia y una narración que engancha.
ResponderEliminarEsperando tu próxima reseña.
Saludos,
Natalia