No sé si al resto de amigos, organizadores, compañeros, escritores, editores, blogueros y medios en general les pasa, pero a mí la tarde del último día del certamen, cuando hemos acabado de comer y todo el mundo comienza a volver a casa, me causa un poco la tristeza melancólica de fin de fiesta. Es como la tarde del día de Reyes, cuando parece que, entre los papeles arrugados y las cajas abiertas y vacías, se queda una parte de nuestra alegría. Y no me entendáis mal, cada minuto vivido allí ha sido intenso, feliz y pleno, pero qué pronto acaba lo bueno. Aunque claro, hay a quienes les supone el alivio del final y del trabajo bien hecho, ¿verdad, Pablo?
Otros años he pormenorizado bastante todos los actos que han tenido lugar durante los días del certamen y no quiero perder la costumbre, aunque intentaré hacerlo de modo más ligero, que me lío y me eternizo. Lo primero que quiero hacer es agradecer que, de nuevo, la organización haya contado conmigo para asistir y para colaborar con las presentaciones de autores. Además, reencontrarme con mis compañeros del podcast, Pablo, Pedro Pablo, Eva, David y Ren, es siempre una ocasión feliz, si bien son tantos los frentes abiertos y tantas cosas a las que acudir, que, al final, hablamos mucho menos de lo que nos gustaría. Eso sí, nos resarcimos en el programa posterior para contar todas las anécdotas, los salseos, los "churreteos" y lo que se vio y no se vio. Lo podéis escuchar aquí y comentarnos lo que queráis.
Este año ha habido una nutrida representación de autores de novela histórica. Un total de 26 que lo han vivido con una implicación absoluta, compartiendo charlas con compañeros, participando en las recreaciones que se han celebrado y, en general, pasándoselo en grande. He de decir que, como ha escrito David Yagüe en El collar de Wamba, también ha habido quien se ha merecido un tirón de orejas, pero de eso hablaremos más tarde. El resumen podría ser perfectamente que el certamen ha sido un éxito, tanto desde el punto de vista de la calidad de los escritores presentes, como por la cuidada organización y la gran presencia de público en los actos literarios y en las recreaciones históricas en la calle. Además hay que señalar un hecho importante: que el certamen también intenta acercar la historia y la literatura a los centros escolares y este año, de nuevo, han sido varios los autores que han dado charlas en diferentes institutos de la localidad.
Llegué a Úbeda el jueves, día 17, a mediodía, con mis amigas Ana y Belén, después de un viaje con algo de lluvia y ya la tarde se adivinaba muy interesante, con las presentaciones de Julio Alejandre, en la librería El agente secreto, de su novela La armada de Dios y de Enrique Bocanegra y su Ataque a La Española, a continuación, en Libros prohibidos. En esta se produjo un curioso debate acerca de flotas y de su número, que creo que va a ser mencionado más de una vez. En ellas me encontré ya con buenos amigos y conseguí mi chapita del podcast, para lucirla como se merece. Y es que este es otro de los regalos que el certamen me ha hecho: poder seguir participando en su podcast, aprender de mis compañeros y sentirme parte de algo realmente especial. La presencia de oyentes durante estos días ha sido un plus y solo puedo agradecerles su fidelidad y su cariño, que, os aseguro, nos llega por toneladas.
He procurado asistir a todas las charlas de los diferentes autores (creo que solo falté a dos), pero me gustaría, primero, centrarme en las que tuve el gustazo de presentar. La primera fue con Toni Gratacós y su novela Todos sabrán mi nombre, que nos fascinó a todos por la pasión con la que nos habló de ella y de la época, descubriéndonos, poquito a poco y al mismo tiempo que su protagonista, la figura de Hernán Cortés, mientras nos introducía en el misterio de qué ocurrió con el tesoro de Moctezuma. La misma tarde del viernes me desplacé a Rus para acompañar al José Soto Chica a una charla sobre su novela, Egilona, y la historia visigoda en España. Aquí debo agradecer a Isa, que se encarga de hacer las visitas al oratorio rupestre de Valdecanales, que se encuentra en esa localidad, por trasladarnos hasta la Casa de la Cultura y, tras el acto, llevarnos de nuevo a Úbeda. Nota: Soto Chica dice que ese oratorio puede ser visigodo y del siglo VI. Sea como sea, un lugar que me he quedado con ganas de conocer y a donde pienso volver. También quiero agradecer al alcalde de Rus, Juan Antonio Palomares, y a su concejal de cultura, Diego Jesús López Lorite, por su cordial recibimiento. La charla con José Soto Chica resultó fluida y sumamente interesante y el público participó con preguntas, incluso durante la sesión de firmas.
El sábado también tuve "sesión doble". Primero con Juanjo Braulio, que venía con En el nombre de Borgia casi recién publicado. Se trata de la segunda parte de la bilogía dedicada a la poderosa familia valenciana y centrada, esta vez, en la figura de César Borgia, un hombre que en apenas siete años brilló como pocos. Personalmente me supuso una alegría poder compartir mesa con Juanjo, a quien conocía de su etapa como escritor de novela negra. Poco rato después era el turno de Nieves Muñoz, a quien me quedé con ganas de presentar en la edición de 2020, tan reducida por la pandemia. Cantigas de sangre es su nueva novela, sobre el cerco y la toma de Zamora, una novela muy coral con la infanta Urraca en su centro. Y ahí llego Midueña, encarnada en la mismísima Penélope Acero (editora de Edhasa), exigiendo decoro en el vestir, por lo que Nieves tuvo que colocarse los ropajes acordes con su posición, y que acabó el acto entonando un romance, para deleite del público, que se lo estaba pasando en grande.
A lo largo de los cuatro días, hasta el domingo, hemos tenido ocasión de asistir a la entrega de los diferentes premios que otorga el certamen. El "Ciudad de Úbeda" a la mejor novela inédita presentada fue para Los últimos Guanches, de Ana Salamanca, que se mostró muy emocionada en un discurso lleno de referencias a su familia y a sus dos referentes geográficos: Salamanca y las islas Canarias. El premio "Cerros de Úbeda" recayó en la novela de Javier Alandes La última mirada de Goya, algo que me hizo especial ilusión porque me enamoré de esta historia desde que la leí. Me dio muchísima pena perderme esta entrega, pero estaba en Rus en ese momento y aún no he desarrollado el don de la ubicuidad. Es un premio que concede la comisión lectora del certamen, a la que pertenezco, por eso me resulta tan especial, y este año fue entregado por Luis Foronda, como secretario de la comisión lectora, Pablo Lozano, director del certamen, y Belén Sanz y Ana Fraile como miembros de la comisión. Un acto feliz y muy emotivo en el que debería haber quedado al margen, al menos de cara a los medios gráficos y al público en general, del afán de protagonismo de terceros. La charla posterior de Javier con Ren, según he sabido, fue cordial y brillante.
El Premio Ivanhoe a la trayectoria fue para Tracy Chevalier, que, además, aprovechó para presentar su nueva novela, La maestra del vidrio. Tracy se mostró maravillosamente cordial, firmó muchísimo, se hizo fotos con todo el mundo y acabó soplando la vela de su cumpleaños en la cena del sábado. Fue una delicia escucharla y saber de sus propios labios que próximamente publicará una novela ambientada en España y Portugal, con el Camino de Santiago como telón de fondo. No fue la única presencia internacional, ya que el miércoles la autora checa Mónika Zgustova presentaba su novela Soy Milena de Praga y el sábado, el francés Yan Lespoux nos traía Para morir, el mundo.Los tres dejaron un gran sabor de boca y nos descubrieron cómo es la novela histórica en otros países de Europa.
La presencia de autores españoles, como es lógico, era la más nutrida. A los que he mencionado anteriormente, se unieron Mara Costa con su primera novela, El eco de las Antillas; David Yagüe, que vuelve a publicar y nos habló de su fantástica La última reina goda; Fabián Plaza, que fascinó desde la charla a las firmas de Jirones de Seda; Luis Zueco con su última aventura literaria casi recién salida del horno, El mapa de un mundo nuevo; Luis Manuel López Román, que volvía al certamen de la mano de la editorial Desperta Ferro (al igual que José Soto Chica con Hasta que pueda matarte) con la novela Tiberio Graco. Tribuno de las legiones; Mayte Uceda y El maestro de azúcar, ambientada en Cuba; Alfonso Goizueta con su intimista visión de Alejandro Magno en La sangre del padre; el gachupín Santiago Mazarro y su estupenda Los muertos de Río Grande; Gonzalo Giner, al que siempre es una delicia escuchar, con La sombra de los sueños; David Gómez a lomos de sus Centauros del Rif y con churros para los presentes; Emma Lira de la mano de Cleopatra Selene para hablar de La luna sobre Roma; Martín Llade y su voz inconfundible que nos desgranó pormenores de El misterio Razumovsky y, como colofón, Víctor Fernández Correas, con morrión y atuendo de encamisada de los Tercios, presentando Hambre de Gloria. Como aliciente añadido, pudimos contar con la presencia de Daniel Fernández de Lis en la sesión de firmas con su ensayo Del águila al león. Historia de Britania.
Con todo, ya lo avanzaba al principio, hubo un par de situaciones que no me gustaron. La primera, la de un autor que llegó cinco minutos antes de su mesa, hizo la presentación, firmó a la gente que le esperaba y desapareció como por ensalmo. De hecho, hubo miembros de la organización que ni siquiera tuvieron ocasión de saludarle. La segunda, la baja de ultimísima hora de otra autora alegando problemas (contagiosos) de salud y que menos de 48 horas después estaba en otro evento en una librería atestada de gente. Siento decirlo así, pero no me parecen actitudes demasiado "cordiales" ni educadas. Realmente, no saben lo que se han perdido.
El plato más espectacular a nivel visual vino con las recreaciones históricas. Os confieso que el sábado por la mañana, cuando me dirigía al Palacio Vela de los Cobos para la primera presentación de la mañana, ver a cuatro soldados nazis apostados en una esquina me causó cierto escalofrío. El público pudo asistir a la Batalla de Carentan, entre el ejército estadounidense y la Wehrmacht alemana, con buen despliegue de armas de fuego. Ambos ejércitos sirvieron también para escenificar el relato
Un loco en la II Guerra Mundial, escrito y narrado por Nieves Muñoz, y para recrear el salto paracaidista de Saint Mere du Mont. Los escritores presentes fueron reclutados por el ejército sudista para poner ante nuestros ojos el discurso de Abraham Lincoln en Gettysburg (y varios de ellos, además, fueron detenidos por los nazis durante la firma de sus libros, quizá por librepensadores; lo suyo ha sido un no parar) y el domingo por la mañana se realizó una actividad, con paseo por Úbeda, en la que se conmemoraba el nacimiento del movimiento impresionista, que cambió la historia de la pintura.
De nuevo, el ambiente ha sido lo mejor. Poder compartir conversaciones, comidas, cañas a mediodía y copas en La Beltraneja (sede oficiosa nocturna del certamen) entre autores, organización y medios presentes hace de esta cita anual un momento único. Todo ha funcionado como una maquinaria bien engrasada y ha fluido maravillosamente para que, quienes lo vivimos en primera persona, tengamos un recuerdo único y especial. Agradecimiento especial para Jesús Delgado por sus extraordinarias fotografías y por tenernos al tanto de todo en el grupo de medios. A Begoña, que lleva toda la logística y que, a pesar de estar desbordada muchas veces, no pierde la sonrisa. Y por supuesto, a toda la organización: desde Pablo Lozano, director del certamen, a Pedro Pablo Uceda, Luis Foronda, Sebastián Lozano, los grupos de recreadores y tantas otras personas que trabajan en la sombra para que todo salga perfecto. Yo, y lo reconozco abiertamente, me traigo los abrazos dados y recibidos (algunos con lágrimas incluidas, pero de emoción o felicidad), los reencuentros, las preciosas dedicatorias en los libros, las sonrisas, la sensación acogedora y feliz de saber que estoy donde quiero estar que me carga de energía para una buena temporada. Nos vemos el próximo certamen.
LARGA VIDA AL CERTAMEN DE NOVELA HISTÓRICA DE ÚBEDA.
LARGA VIDA A LA NOVELA HISTÓRICA
Magnífico resumen de un certamen que cada año se supera y lo único que siento es no haber podido disfrutarlo en persona aunque reseñas como esta ayudan a disfrutarlo en diferido. Gracias Yolanda.
ResponderEliminarMagnifica reseña que nos hace viajar hasta Úbeda. Gracias, Yolanda ❤️
ResponderEliminarComo siempre una verdadera hemorragia de satisfacción histórica
ResponderEliminarHas hecho una crónica estupenda. A mí me toca sacar más material que tengo en la recamára y me llevará un tiempo pero es que merece mucho la pena contar lo que se vivió. Y sí, muy recomendable este certamen. Se pasa realmente bien, se aprende mucho, se hacen amistades, existen los reencuentros, los debates, las risas, los mojitos en La Beltraneja y un sinfín de cosas más que consiguen hacer de un fin de semana una auténtica experiencia. En cuanto a las "polémicas", la primera cuestión me dejó atónita. La segunda, de la que sabía sólo la mitad, me ha dejado ojiplática. En fin, como tú dices, ellos se lo pierden. Un gustazo volver a verte, bonita. Besos
ResponderEliminarPero qué bien lo cuentas siempre. Me ha encantado compartir estos días de Certamen. Días de disfrute literario, de pasión por la Historia escrita y escenificada. Este año estuve en las playas de Omaha y Utha en Normandía y que emoción ver a los aliados darles caña a los boches ,y ya charlando con algunos descubrí que estuvieron en las recreaciones del 80 Aniversario. Esto es una pequeña pincelada del nivel de este certamen tan especial. Cada año alguien nuevo entra en mis abrazos. El autor fue una desilusión para mí, él se lo pierde. Y de los protagonismos exacerbados pues .... nuevamente con los ojos como platos. Deseando que llegue la proxima edición, mientras tanto me quedo con todo lo bueno y especialmente con crónicas como la tuya
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