Ahora que, por fin, parece que voy cogiendo de nuevo cierto ritmo lector y que mis neuronas vuelven a funcionar, quiero retomar títulos que no reseñé en su momento. Y no lo hice no porque no disfrutase de la lectura sino porque, como me suele pasar, el aluvión de reseñas y comentarios en otros blogs o medios me dejan sin argumentos, con la sensación de que no puedo aportar nada nuevo. Por eso suelo reposar las lecturas y las retomo un poco después, cuando ya hay cierto "silencio" en redes y se puede dar un nuevo empujoncito (por muy pequeño que sea, en mi caso) a los libros. Curiosamente, las lecturas del post que escribí con la reseña del libro anterior de Blas Ruiz Grau, No mentirás, siguen subiendo, con un goteo constante, semana tras semana, lo que demuestra que este autor mantiene siempre un público fiel e interesado. Quienes me seguís, quizá recordaréis que, aunque mi crítica fue positiva en su conjunto, mencioné ciertos detalles, fallos y repeticiones que le restaban cierto brillo a una trama que sabía cómo mantenerte atada a cada página. En No robarás, ese aspecto ha mejorado sustancialmente, la información forense que se aporta ya no está tan acartonada, los diálogos fluyen con mucha más naturalidad, sin gritos constantes, y los protagonistas están más maduros, más "hechos".
No robarás da un paso más hacia adelante de Blas como autor. Mantiene su estilo, que es el suyo, con todas sus peculiaridades y que le hace perfectamente reconocible desde que comienzas a leer. Quizá no sea el más depurado y ortodoxo, pero es eficaz y adictivo, sabe cómo dosificar la intriga e ir en un constante "crescendo" que desemboca en finales arriesgados y en alto, consciente de que es eso lo que el lector busca en una novela negra y policiaca. No adorna, no se pierde en largas descripciones ni en monólogos internos de los personajes: va directo y a la yugular.
HAY PERSONAS QUE SOLO QUIEREN VER ARDER EL MUNDO
Siete años parecen muchos, pero los hechos que sacudieron Mors siguen muy vivos en la memoria de quienes los padecieron entonces. Siete años después de aquello Fernando Lorenzo, el psicópata asesino que puso en jaque a la policía, cumple condena en el Hospital Psiquiatrico de Fontcalent con todas las medidas de seguridad posibles. Y, a pesar de ello, consigue escapar. Nicolás Valdés, que se encuentra en Quantico recibiendo formación, siente despertar a todos sus fantasmas al conocer la noticia. Su regreso a Madrid le hace enfrentarse al peor de sus miedos: Fernando Lorenzo está volviendo a matar y, esta vez, es el propio Nicolás el que está en el punto de mira. Los asesinatos se multiplican y es complicado encontrar un hilo que los una de alguna manera, una motivación, un porqué. De nuevo Nicolás junto con Alfonso Gutierrez y la ayuda de Sara Garmendia, de la Unidad de Análisis de Conducta, tratarán de vencer al reloj que Fernando ha vuelto a poner en marcha y que corre inexorable hacia horrores insospechados.
No robarás es sobre todo eso: una espiral llena de muerte y que gira cada vez más rápida. Pero también nos permite ver una evolución clara en los personajes de Nicolás Valdés y Alfonso Gutierrez, que ya no son dos novatos enfrentados a algo que, en su día, llegó a venirles un poco grande. Ahora cuentan con mayor preparación y experiencia, si bien Nicolás aún tiene una tendencia un poco autodestructiva que le lleva a no saber ser frío cuando las circunstancias lo exigen. Se implica y lo hace con todo, sin importarle las consecuencias que pueda tener para sí mismo y sin darse cuenta de que arrastra tras de él a sus propios compañeros. Sin embargo en esta segunda entrega de la trilogía (porque de eso de trata), Valdés ha empezado a sujetar las riendas con más fuerza para que no se desboque en exceso el caballo al galope que lleva dentro.
Él y Alfonso son completamente diferentes, dos polos del mismo imán, por eso funcionan tan bien como protagonistas: atraen sin remedio incluso cuando discuten. Alfonso es el único capaz de decirle según qué cosas a Nicolás, si bien este sigue reticente a aceptar las críticas. Fernando Lorenzo ha subido unos cuantos escalones más en lo que se refiere a maldad, pero está convencido de que lo que hace es justo. Se erige en juez y verdugo, sin cuestionarse ninguno de sus pasos, sin moral, sin empatía, sólo orientado a la búsqueda de lo que él considera que ha de hacerse. Es el mal en su estado más puro, si se me permite la licencia, porque sus objetivos están claros para él y le importa poco a quien se lleve por delante y cuánta crueldad sea capaz de aplicar. Se considera un genio y menosprecia a los investigadores porque siempre va no ya un paso, sino casi cien delante de ellos. Pero ¿cómo es posible semejante planificación si en los últimos siete años no ha salido de una celda de aislamiento? ¿Hay alguien más ayudándole?
Como os decía antes, los personajes centrales han ganado en experiencia y en personalidad. Siguen siendo profundamente humanos, con sus miedos e inseguridades, pero trabajan con rigor y profesionalidad. Todos arrastran mochilas más o menos pesadas a sus espaldas, todos tienen cosas que no comparten con los demás y que les lastran, pero no por eso dejan de cumplir con su deber. Los diálogos son uno de los platos fuertes de esta novela, diálogos que han ganado en naturalidad y en los que ha bajado la crispación que mostraban en la anterior entrega. Son más creíbles, más sinceros. Incluso más cómplices. Lo que no ha cambiado es ese "tic-tac" de bomba de relojería que va descontando segundos sin parar. Todo el argumento va destinado a saber si el plan trazado por Fernando les explotará en la cara a los investigadores o estos podrán desactivarlo y detenerlo.
Madrid y sus calles se convierten en un tablero de juego mortal. Todo en No robarás es más oscuro y hasta más cruel que en No mentirás, llegando a provocar en el lector cierta angustia al comprobar que Fernando lo tiene todo medido y calculado, que no improvisa y que sabe perfectamente qué camino van a tomar quienes le persiguen.
Nos queda una tercera entrega que, si sigue con esta evolución, promete más emociones fuertes. Hasta entonces quizá convenga pertrecharse de valor para enfrentarnos a ella. El mal está mucho más cerca de lo que pensamos, incluso en ese vecino callado y de modales suaves con el que nos cruzamos al bajar la basura y que siempre lleva un albornoz, aunque el agosto de la ciudad abrase las esquinas. Quizá sea mejor que jamás veamos lo que hay debajo.
Pufff lo del albornoz me ha puesto los pelos de punta. Me gusta ver comentarios y reseñas de libros que han salido más atrás. Tampoco tanto. Esa dosificación de opiniones que mencionas me parece muy adecuada. A mi este libro me convirtió en "Blasadicta" jjjj. Como fan de la novela negra y su ámbito me tuvo enganchadísima de principio a fin y estoy contando los días para que salga la última parte. Un 9'5 para mí porque la perfección no existe.
ResponderEliminarEn la anterior novela percibí los mismos aspectos negativos que has comentado y esa ha sido la causa de que no me haya animado con esta entrega, aunque me alegro de que los haya pulido. Besos
ResponderEliminarPues yo no me animé con el anterior por opiniones que resaltaban ciertas cosas negativas y ahora, aunque veo que parece que la cosa mejora, no creo que me anime ya.
ResponderEliminarBesos
La tengo pendiente de lectura y me alegra esa evolución que, dices, se nota en su escritura. Besos
ResponderEliminarUohhh cómo me alegro que este te haya parecido mejor. Leí tu reseña del anterior, y alguna otra, y bueno, creo que hay que ser sinceros y decir realmente lo que se piensa. Además es un buen barómetro para el autor. A Blas lo conozco, me cae genial, pero no he leído ninguno de esos libros.. No sé si lo haré. Me gustaría pero tú sabes, que se van colando otros. En fin, que me alegro qeu te haya gustado más y que el autor haya pulido esos defectillos. Besos
ResponderEliminarMe alegra saber que este ha mejorado los detalles que tan poco gustaron en la anterior.
ResponderEliminarEstá claro que había aspectos que limar y los escritores van aprendiendo. De momento estoy cargada de lecturas y no lo tengo en mis planes, pero ya veremos.
ResponderEliminarBesos