Si a esto le sumamos que los protagonistas principales son militares, infantes de marina, cuerpo al que pertenece el propio Daniel, hombres y mujeres habituados a enfrentarse a lo peor y que se ven sorprendidos y amenazados por un peligro cierto pero invisible, la originalidad se encarama a lo más alto. Además ¿a qué amante de la novela negra no le gusta una historia en la que los crímenes se suceden y todos son sospechosos? ¿En la que el peligro puede estar más cerca de lo que parece? Pues mucho de esto hay en El corazón de los ahogados.
TODOS SOMOS ISLAS
En la isla de Alborán, en su pequeño cementerio, aparece una cabeza decapitada rodeada de cadáveres de gaviotas mutiladas colocados como en una especie de ritual macabro. A la isla solo tiene acceso el ejército y algún biólogo estudioso de la peculiar fauna de la zona, por lo que la autoridad militar correspondiente decide envíar a la sargento de infantería de marina Julia Cervantes, al mando de un destacamento, para que intente averiguar qué es lo que ha sucedido. Pocas horas después de su llegada, una terrible tormenta deja sin luz y sin comunicaciones a la isla y, durante la improvisada cena, uno de los militares cae muerto inesperadamente. Los asesinatos empiezan a sucederse, nadie parece estar a salvo. ¿Es el asesino uno de ellos o hay alguien escondido en la isla?
Paralelamente y desde Tombuctú, Doudou y su esposa huyen de la guerra, tratando de llegar a Melilla para cruzar a Europa y buscar una nueva vida. Conseguir subirse a una patera es su sueño, pero para eso habrán de vivir las peores pesadillas a manos de la policía marroquí y las mafias que controlan con mano de hierro quien viaja y quien no. Una vez a bordo descubrirán que la muerte se esconde detrás de cada ola.
Y todo esto en apenas 330 páginas, no se puede pedir más. Porque desde el primer momento, desde la primera página, Daniel Fopiani nos mete hasta el cuello en una intriga que va llenando, lentamente pero sin parar, de ansiedad al lector. Si hay una palabra que puede definir El corazón de los ahogados es angustia, tanto por lo que acontece en la isla como por lo que viven en primera persona Doudou y su mujer y el autor lo consigue creando una ambientación que nos hace revivir pesadillas muy reconocibles: oscuridad, tormenta, la muerte tras cualquier esquina, un lugar sin escapatoria posible, una barca inestable en medio del mar, el agua intentando sepultarnos. Miedo.
Le reconozco a Daniel un salto cualitativo importante en su escritura. Siempre busca ir más lejos, es ambicioso y sabe crear escenarios que, a priori, son tranquilos y casi anodinos pero en los que se desata el terror. Ese que va creciendo y nos hace mantenernos en constante alerta, buscando respuestas y conteniendo la respiración cuando alguno de los protagonistas se interna en un lugar oscuro. Es muy interesante ver cómo utiliza recursos diferentes, de mucho oficio, en la narración, como comenzar una escena desde los ojos de un inocente gorrión y los latidos de su corazón. O darle voz a los que ya no están pero se quedaron para siempre bajo una lápida. Incluso regalarnos las pequeñas historias personales de algunos de los protagonistas a través de una foto o un recuerdo.
Julia Cervantes, profesional, excelente militar y con buena hoja de servicios, se va a enfrentar, además de a todo lo que sucede en Alborán, a sus propios miedos. A la muerte no superada de su marido. A sus dudas. Pero se mantiene firme aún cuando el mundo entero se tambalea bajo sus pies, enfrentándose a un criminal del que no sabe nada y que sí parece saberlo todo de ellos. Por su parte, la trama paralela de Doudou nos hace reflexionar mucho sobre la inmigración. Está contada de forma dura porque es necesario que sea así y, al leerla, nos planteamos bastantes preguntas y, seguramente os pasará también, se nos caen al suelo algunas certezas que creíamos sólidas.
Daniel aprovecha el protagonismo de los militares, de los infantes de marina, en la novela, para dejar también algunas reivindicaciones que este estamento reclama y de las que los civiles tenemos poca o ninguna noticia. Lo hace con elegancia, en ocasiones dentro de diálogos, pero remarcando su importancia. Y lo cierto es que lo que se reclama es de justicia.
La isla de Alborán se convierte, en El corazón de los ahogados, en un misterio de habitación cerrada en el que están presentes, de un modo u otro, todas las imperfecciones y los defectos de la sociedad actual. En pocos metros cuadrados, sin apenas lugares donde esconderse, un asesino va eliminando con metódica crueldad a quienes habitan ese pedazo de tierra, amparado por el sonido de una turbadora nana que canta las muertes una a una. ¿Quedará alguien que cuente su historia?