Retomo mi actividad en el blog, después de un prolongado parón veraniego que necesitaba para recolocarme y recolocar mis lecturas. Y regreso con la intención de ser capaz de no ceder al desaliento y seguir mi camino tal y como yo quiero que siga y no tratando de seguir modas. Esta primera reseña del curso está dedicada a la última novela de Isabel San Sebastián, La temeraria, con la que la autora pretende reivindicar la figura de la reina Urraca de León, tan desconocida como olvidada y a la que, habitualmente, se la ha tratado de forma muy injusta. Con esta novela, Isabel sigue adelante con un proyecto realmente ambicioso: novelar los siete siglos de la Reconquista y, además, sacar a la luz hechos y momentos importantes de ese complejo periodo, muchos de los cuales han caído en el olvido o se tratan con un presentismo en ocasiones muy vergonzante. Seguro que me meto en otro jardín (últimamente estoy de un contestatario que hasta yo misma me sorprendo), pero qué más da. La Reconquista, con todo lo que conllevó, supuso no solo recuperar el territorio de lo que ahora es nuestro país y que había sido invadido por tropas musulmanas a partir del 711, sino que también sirvió como muro de contención para que esa misma invasión se estancase en nuestro territorio y no se extendiese por Europa. Por supuesto que la victoria en Poitiers de Carlos Martel en el 732 y el fracaso del sitio árabe de Constantinopla en el 718 (casi al tiempo que de la de Covadonga, el paralelismo es más que interesante) echaron una mano en los primeros años, pero después el mérito es de los reinos cristianos de la península, que fueron recuperando los territorios del reino visigodo de Toledo, el Regnum Hispaniae. Y no, no hubo "intercambios culturales", a no ser que a las razzias o aceifas musulmanas que arrasaron Oviedo, Lisboa, Álava, Gerona, Barcelona, Santiago de Compostela, Pamplona o León tengan un trasfondo cultural que se me escapa.
Isabel San Sebastián, en su novela, nos lleva a una etapa crucial en este escenario, en pleno siglo XII, en el que no solo existía una guerra abierta contra los musulmanes, sino que entre los propios reinos cristianos se producían guerras y desencuentros. Se vivía, entonces, la ofensiva almorávide, un movimiento religioso y político con una visión muy rigorista y extrema del Islam. Y en este escenario surge la figura de Urraca que, gracias a la narración de Isabel, se hace real ante nuestros ojos y adquiere su verdadera talla como reina.
¿TEMERARIA O INDOMABLE?
Principios del siglo XII en el Reino de León. Urraca, hija del rey Alfonso VI y legítima heredera al trono, se ve obligada a casarse, por imposición de la última voluntad de su padre, con Alfonso I de Aragón, conocido como el Batallador. Alfonso considera que, con ese matrimonio, ya rey de facto también de León, pero Urraca se niega a dejar en sus manos un trono que le corresponde a ella por herencia y linaje. Esto va a desatar una lucha sin cuartel entre ambos esposos en la que entrarán en juego no solo ya intereses políticos, sino también personales, y que tendrá duras consecuencias para ambos reinos. Todo lo vamos a conocer a través de la narración en primera persona de Muniadona, la doncella más próxima a la reina y en la que más confía. Urraca, la primera reina de pleno derecho de España y Europa, tuvo que luchar por su trono y por su dignidad ya no solo contra su esposo, sino, lo que fue más doloroso, contra su propio hijo, además de tener que sobreponerse a los muchos prejuicios que existían en la época acerca del papel de las mujeres en el gobierno. Muniadona nos va a mostrar a la Urraca más humana, aquella a las que las crónicas del momento (y algunas posteriores) trataron de "meretriz pública" o, como el Cronicon Compostelano, se la acusaba de reinar "tiránica y mujerilmente".
Novelando los hechos históricos con soltura y con una recreación de la época muy brillante, Isabel San Sebastián nos coloca al lado de Urraca y casi nos pone en su lugar. Cómo en todo momento fue valiente para enfrentarse a su marido, que también era un rey poderoso, y a todos los convencionalismos de la época, que tildaban a las mujeres de débiles e incapaces de llevar a buen termino la labor de gobierno o las decisiones militares. Una mujer que tuvo que superar desprecios, malos tratos, palizas, humillaciones públicas, violaciones y ultrajes y que se levantó una y otra vez. Su unión con Alfonso el Batallador, que, en teoría, debía servir para fortalecer a los reinos cristianos contra los almorávides, fue un absoluto fracaso que se hundió definitivamente a los cinco años de celebrarse.
Las tensiones dentro de la propia familia de Urraca también eran un polvorín. Su hermana Teresa, que gobernaba con su marido, Enrique de Borgoña, el Condado Portucalense y que se encontraba entre el territorio almorávide y el reino de León, a pesar de estar subordinada a este, empezó a mostrar beligerantes pretensiones de independencia. En Galicia, lugar en el que se encuentra su hijo, parte de la nobleza y el clero conspiraban para nombrar al niño rey independiente. Urraca mostró una inteligencia brillante para desmontar ambas pretensiones, aunque los enfrentamientos con su hermana siguieron durante toda su vida.Muniadona, que en un guiño muy hábil de Isabel resulta ser el engarce con sus novelas anteriores, comienza muy jovencita a servir a la reina y, a su lado, vivirá las intrigas y los peores momentos de Urraca. Pero ella también tiene su propia historia, sus propios sueños, sus deseos de una vida junto al hombre del que se enamora y la mayor parte de las veces todo lo deja a un lado, suspendido, por lealtad a su señora. Urraca no está tratada como un mirlo blanco que todo lo hacía bien, habría sido completamente irreal. Tiene dudas, se equivoca, en ocasiones es desconsiderada e, incluso, cruel o toma decisiones fuera de tono o erróneas. Con Muniadona, a pesar de tener gran confianza en ella, se comporta con un exceso de dureza en muchos momentos. Llega a ser egoísta en su afán por mantenerla a su lado, obviando por completo que Muniadona tiene una familia o que quiere tomar las riendas de su vida. La joven, a pesar de sentirse decepcionada, siente que su lugar está al lado de su reina. Quizá porque sabe que, sin ella, Urraca estaría mucho más sola y antepone eso a sus propios deseos.
Tampoco era Urraca una mujer que tuviese en mucha consideración los convencionalismos de las relaciones entre hombres y mujeres: cuando se enamoraba, se entregaba por completo. Tras la ruptura de su matrimonio con Alfonso de Aragón, jamás volvió a casarse, pero sí tuvo amantes; de su relación con el conde Pedro González de Lara nacieron dos hijos. Pero ni siquiera así conseguía tranquilidad, ya que muchos nobles envidiaban la posición privilegiada de este junto a la reina.
La historia, contada de forma lineal en su mayor parte, se sigue con interés creciente porque Isabel sabe bien cómo ir estructurando toda la trama para que el lector tenga la necesidad de avanzar y saber qué va a pasar. Nos hace empatizar con Urraca, pero lo consigue especialmente con Muniadona, que crece como personaje en cada capítulo. Y también nos hace aborrecer a Alfonso, a Teresa e, incluso, a Diego Gelmírez que, personalmente, me ha resultado de lo más sibilino. Pero no solo están los personajes, como os decía antes la ambientación es realmente buena: paisajes, castillos, pueblos, monasterios, caminos... todo está descrito para hacernos sentir allí y entonces, pero sin perderse en detalles prolijos e innecesarios. Sobre todo nos muestra una imagen muy aproximada (en esto la realidad absoluta no puede existir, por eso en NOVELA HISTÓRICA) de cómo eran las cosas en aquel momento, cómo el pueblo llano era el que pagaba por las decisiones de sus gobernantes, cómo la guerra era un modo como otro cualquiera de hacer política, cómo se educaba a los hijos, qué se comía, cómo se vestía, hasta dónde llegaba el poder del clero. Un cuadro veraz y verosímil con brillantes colores.
Merece mucho la pena conocer a Urraca, su reinado y a todo lo que se tuvo que enfrentar. Por supuesto, sin juzgar con los ojos de hoy, simplemente tratando de entender cómo y por qué las cosas fueron como fueron. Y, si os resulta interesante, tal como dice mi amigo David Botello, investigad, investigad. No os dejéis llevar por verdades a medias o por versiones tergiversadas. Nuestra historia es poderosa, disfrutadla.
Isabel San Sebastián es una de mis autoras fetiche, de esas que nunca defraudan y que me leo todo lo que publique si o sí. Dicho esto, si no conociera a esta autora tras leer tu magnífica exposición, me lanzaría de cabeza a su descubrimiento y obviamente sería con esta novela que parece magnífica.
ResponderEliminarMil gracias por traernos estas lecturas tan fantásticas y a estos autores de 10.