¿Reseñar la novela de un amigo es fácil o complicado? Personalmente creo que lo difícil de verdad es hallar el punto medio justo, porque, obviamente, te dejas llevar por el corazón y quieres gritar al mundo entero la gran historia que ha sido capaz de sacar a la luz. Hay quien se queda en eso y es tan respetable como cualquier otra posición, aunque siempre he considerado que, además de apoyarle, también es coherente dar datos objetivos del libro, para que la reseña no se convierta en un panegírico jubiloso que acabe convirtiendo la novela en un bonito mundo de luz y de color, plagadito de unicornios felices. Dicho esto, me vais a perdonar si en esta reseña me dejo llevar un poco (o bastante) por el corazón, porque la última novela de David Yagüe, a quien tengo la suerte de tener como amigo y referente en el mundillo literario, es fabulosa. Y lo voy a argumentar, por supuesto, porque creo que ha escrito una ficción histórica preciosa, creíble, magníficamente ambientada y con personajes muy humanos, con defectos y virtudes.
Parece que, en los últimos tiempos, el interés por el reino visigodo en España ha crecido de forma exponencial en la literatura. Hasta no hace tanto era una época de la que no se escribía, excepto, quizá, para relacionarla con la invasión musulmana o el inicio de la Reconquista. Para quienes ya tenemos una edad, los godos y visigodos eran una lista interminable de nombres de reyes, algunos bastante raritos, que había que aprenderse. A mí me tocó hacerlo en primero de Derecho, cuando se estudiaba (ahora ya no sé si existe la materia) la asignatura de Historia del Derecho: además del Código de Eurico y el Breviario de Alarico, nos tocó empollarnos la famosa lista en la que siempre llamaba la atención el último rey godo de Hispania, don Rodrigo. Un rey con un aura un tanto infausta y romántica, a quien en los romances viejos se acusaba de haber seducido a la Cava, hija de don Julián, conde de Ceuta, que, en venganza, facilitó el paso de los musulmanes a través del estrecho de Gibraltar. La cuestión es que don Rodrigo estaba casado con Egilo (o Egilona, depende de las fuentes) y es a ella a la que David Yagüe dedica su novela
Vamos a conocer su historia...
ANNO DOMINI 711
En el año 711, las huestes musulmanas invaden Hispania y comienzan su avance a sangre y fuego por la península. No encuentran demasiada resistencia en lo que aún es el reino visigodo de Toledo, que está en pleno declive y se desmorona sin remedio. Los invasores y nuevos amos de las tierras de Hispania lo saquean todo y capturan centenares de esclavos, entre los que se encuentra Egilo, la esposa del último rey visigodo, don Rodrigo, altiva, orgullosa y también aterrada por su futuro. Egilo aún no lo sabe, pero se va a convertir en una pieza clave a partir de ese momento y será fundamental en el devenir de un periodo histórico muy complejo y convulso.
Sobre la reina Egilo no existen demasiados datos documentales. Incluso hay serias dudas acerca de sus orígenes y su familia. Sí se sabe con certeza que fue esposa de don Rodrigo y, por tanto, reina visigoda. Lo que ha hecho David Yagüe en su novela es tratar de cerrar los muchos agujeros que la biografía de Egilo tiene con una ficción histórica sólida y bien armada, en la que las fuentes que nos hablan de ella y de la época que le tocó vivir dan la pauta, pero no son pilares inamovibles, fundamentalmente porque no se tiene constancia de su certeza o de si lo que se contó de ella fue así. David Yagüe nos la presenta desde su infancia, como niña y jovencita adorada por su padre, con carácter desde siempre; como mujer enamorada y esposa que apoya a su esposo hasta el final, cuando muere en batalla; como viuda y cautiva y, de nuevo, casada con un líder "enemigo"; como manipuladora y conspiradora contra este. Además, como en un complejo caleidoscopio que, al moverse, conforma una imagen diferente, David también nos ofrece la visión que de ella tienen los personajes secundarios que, a lo largo de la novela, caminan a su lado. Porque cada uno de ellos, como Baddo, su criada (que nos deja algunos momentos para sonreír), tiene una opinión distinta de ella y eso nos permite observarla desde muchos puntos de vista: una mujer compleja, que supo jugar sus cartas y que tenía claro cuál era su papel en cada momento.
Siendo una novela ambientada en un momento de enfrentamientos bélicos más o menos abiertos, David no se recrea en demasiadas batallas o luchas abiertas. La suya es más una novela de personajes dentro de ese clima tan convulso y complicado. Pero, a medida que leemos, lo que descubrimos es que los musulmanes no eran ese cohesionado y poderoso ejército que se movía como una perfecta y engrasada máquina de guerra, ni tampoco que los visigodos se hundieron o resistieron de forma residual. Muy interesante es la visión que nos da de Oppas (un personaje histórico al que, personalmente, siempre he tenido mucha manía, lo siento), el arzobispo que facilitó en gran medida la expansión de los musulmanes por la península y al que no le dolían prendas en colaborar con quienes habían llegado para invadir y saquear. Oppas está convencido de que es él quien debería reinar en la nueva Hispania y cree que es el único con capacidad para ello; sin embargo, muchos de los personajes le consideran un traidor y un inútil (más o menos como yo). Abd al-Aziz, el segundo marido de Egilo, además de intentar gobernar los nuevos territorios, se nos presenta como un hombre que trata de mantener cierto equilibrio: la expansión del Islam es su prioridad, pero sabe que, a pesar de su dispersión, tiene a mucha población en su contra. Y él es más un brillante administrador que un soldado.
Paralelamente, el marco histórico queda bien delimitado al hablarnos de hechos que sucedieron por entonces como la revuelta que protagonizaron los habitantes de Sevilla, especialmente los judíos, contra los invasores musulmanes, la "confraternización" de muchos godos con los invasores (señalando, incluso, a quienes se debía eliminar), los nobles que decidieron apoyar al enemigo con tal de mantener sus privilegios.
En mi opinión, lo mejor de la novela es cómo David sabe sumergirnos en la época, cómo nos crea una burbuja temporal que nos traslada hasta allí, en la que nos movemos entre los personajes, los lugares, las luchas de poder y la confrontación entre ambos bandos. Un momento histórico del que no hay muchos datos, pero que aparece vivo, real y creíble, al igual que Egilo, una mujer que jamás se convirtió al Islam, que siguió siendo reina para los godos y que intentó siempre sobreponerse a lo que el destino le enviaba, adaptándose, sobreviviendo. Una novela muy literaria que nos envuelve con un estilo muy cuidado y una narración que fluye constantemente sin perder ni un ápice de interés.
Hemos tenido que esperar diez años desde Los últimos días del imperio celeste, la anterior novela de David, pero la espera ha merecido la pena. Confío en que este sea el inició de nuevas aventuras literarias para él y para disfrute de quienes le admiramos en todas sus facetas.
Qué regalo de reseña, Yolanda, de verdad. De esas que llegan a un autor y a un amigo. Solo te puedo decir que gracias, gracias, gracias
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