jueves, 5 de diciembre de 2024

CANTIGAS DE SANGRE de Nieves Muñoz

 Lo he dicho en otras ocasiones: reseñar la novela de un amigo es complicado, porque, por un lado, puedes dar a entender que, por este motivo, haces una loa espectacular y, por otro, no es sencillo explicar si hay cosas en el libro que no te gustan o no te convencen, por temor a que no le siente bien. Que le tengo un inmenso cariño a Nieves Muñoz es un hecho. Recuerdo perfectamente cuando en el podcast del Certamen de Novela Histórica de Úbeda llevamos al ring una de sus novelas anteriores a esta que hoy os traigo y me mostré un "poquitín" contraria a la historia de amor que transcurría en ella. Que sí, que lo reconozco, que a mí las historias de amor no me suelen convencer en determinadas tramas y que es cierto que huyo de ellas. Siempre digo que soy una romántica teórica: sí hay historias de amor que me gustan, pero me las tengo que creer. Al margen de esta apreciación personal, muy subjetiva y bastante tocanarices, a decir de amigos y conocidos, Nieves no solo aceptó las críticas con una elegancia y una simpatía de sobresaliente, sino que, cuando nos vemos, mi alergia al almíbar no es inconveniente para que nos abracemos mucho y muy fuerte y compartamos charlas y risas. Y tengo que decirlo: Nieves es muy grande. Como escritora, como persona y como profesional.

En Cantigas de sangre, Nieves nos lleva al cerco y toma de Zamora por las tropas del rey Sancho y a los hechos que sucedieron allí, que tuvieron como consecuencia que Alfonso, hermano de Sancho y de Urraca, la señora de Zamora, se hiciese con el trono de Castilla. Y lo hace basándose en la poca información que existe sobre ese hecho, mucha de ella en forma de romances. Qué queréis que os diga: a mí los romances de la época me chiflan y Nieves ha dado, en esta novela, una vuelta de tuerca más a su modo de narrar consiguiendo que la mezcla de todos los ingredientes sea brillante. Nos vamos a Zamora, pues...

SIETE MESES Y UNA HORA

Zamora, Semura en la novela, tiene por señora a doña Urraca, hermana de Alfonso, Sancho y García, hermanos todos e hijos de Fernando I de León, que había repartido su reino entre ellos. Sancho y Alfonso llevan años luchando por hacerse con el poder total y único de los reinos de su padre y Sancho, tras una campaña muy favorable a sus intereses, llega hasta las murallas de Semura con sus mesnadas y sus mejores hombres, entre los que están el Cid y Álvar Fáñez. Este es aún joven y no tiene la fama que posteriormente adquirirá, pero Rodrigo Díaz de Vivar ya se ha ganado un lugar de honor como soldado, estratega y hombre de confianza del rey Sancho. En la ciudad, doña Urraca y el consejo toman la decisión de no rendir la plaza. Y es que Urraca es leal a su otro hermano, Alfonso, y no le va a poner las cosas fáciles a Sancho.

Semura se prepara para un duro asedio. A pesar de todo, muy pronto el hambre, las enfermedades y el miedo al ejército que rodea la ciudad se hacen realidad y la población comienza a pensar en lo peor. A pesar de todo, mantienen la fortaleza de espíritu y la esperanza de que, al final, todo saldrá bien y se salvarán. A través de varios protagonistas, iremos siendo testigos de lo que sucede dentro y fuera de Semura. Serán sus ojos los que nos guíen. Midueña, la criazona de la infanta doña Urraca, obligada, muy a su pesar, a casarse con Petro. Judith, la judía que ejerce de médico, con grandes conocimientos sanadores, aunque su labor no esté bien vista. Elka, el joven juglar sin voz que se ha visto obligado a quedarse con su familia en Semura por el asedio. Marina, todavía una niña, pero que ya demuestra una gran fuerza de carácter. El Cid y Álvar Fáñez, al otro lado de las murallas, leales a su rey pero también con dudas. Hasta que una traición hará nacer la leyenda.

 

 En Cantigas de sangre, Nieves Muñoz hace un auténtico encaje de bolillos mezclando historia, leyenda y ficción, ya que la mayor parte de la información que nos ha llegado del cerco de Zamora no es a través de fuentes históricas propiamente dichas. El Cantar del Cerco de Zamora está datado en el siglo XII (un siglo después) y en él se relatan los hechos que se vivieron en la ciudad durante el asedio de las tropas de Sancho y la conocida traición (que no voy a contar para quien no la conozca) que cambió el curso de los acontecimientos. Nieves se basa en esos romances, pero también el lo que se sabe a nivel historiográfico y lo hace hilvanando una trama redonda, consistente, en la que en cada capítulo toma el protagonismo uno de los personajes. Con ello va conformando, pieza a pieza, una imagen mayor que nos permite tanto vivir la zozobra  de quienes permanecen dentro de Semura, como de los que están más allá de sus murallas.

Es evidente el cuidadoso trabajo de documentación de Nieves en las descripciones que adornan la novela. Las ropas, la vida cotidiana, las comidas, los olores, la organización de la ciudad, las vestimentas de los soldados, las armas están descritas de forma muy visual, pero si ahogarnos en datos ténicos. Un punto muy especial son los usos y remedios médicos, que pueden resultar sorprendentes, pero que así eran y así se utilizaban, incluso métodos anticonceptivos. Hasta los colores cobran protagonismo, haciendo que nos resulte más sencillo sentirnos dentro de lo que sucede en las abigarradas calles de Semura.

Cada uno de los protagonistas, desde doña Urraca a la pequeña Marina, están presentados desde su perspectiva más humana. Poco hay en ellos de hieratismo: cobran vida en las páginas, son reales, humanos, sólidos y tienen sus luces y sus sombras, sus alegrías y penas, sus dudas y certezas. Sienten, sufren y se alegran, porque, al final, los sentimientos son los mismos en el siglo XI que en la actualidad, aunque nos creamos por encima de ellos. Las conversaciones de el Cid con Álvar Fáñez son un buen ejemplo de ello, al igual que las escenas en que doña Urraca toma el primer plano. Curiosidad para los amantes de los cotilleos: se deja caer que entre Rodrigo, el Cid, y doña Urraca hubo un cierto "cupidazo" (o, incluso, algo más) años atrás. Investigad, investigad.

No se nos hurta en la lectura la crueldad de la guerra, con escenas que estremecen y erizan la piel. Nunca la guerra es algo romántico, lleno de gestas heroicas: hay sangre, vísceras, sudor, dolor, gritos, agonía y Nieves ha sabido mostrarla en todo el esplendor de su crudeza. Pero es necesario hacerlo así en el contexto de la historia que nos está contando. Eran tiempos duros, violentos y en los que las cuestiones morales estaban a años luz de las actuales, aunque no por eso hay que juzgarlas desde nuestros cómodos sillones y nuestra pretendida superioridad. Las cosas pasaban así porque debían ser y pasar así, sin más. Levantar los ojos del móvil para arrugar la nariz y tratar de reescribir el pasado es un descomunal error.

Cantigas de sangre es una magnífica novela con todos los ingredientes para mantenernos pegados a sus páginas y para vivir, casi desde dentro, uno de los hechos fundamentales de nuestro pasado. Un puro disfrute en el que holgarse, palabra que me encanta y que casi ha caído en desuso, y que nos deja con la sensación de haber tenido la suerte de poder viajar, un poquito, en el tiempo. Si tenéis ocasión, haceos con ella y volad hasta Semura. Con suerte, quizá crucéis la mirada con el mismísimo Cid. Saludadle de mi parte.

lunes, 2 de diciembre de 2024

LOS ÚLTIMOS GUANCHES de Ana Salamanca

 

Quizá suene un tanto informal, pero sí, ya era hora. Me meto de nuevo en un jardín para afirmar que, en estos tiempos en que el conocimiento y reconocimiento de nuestra propia historia está en continuo cuestionamiento, en los que se acepta la leyenda negra como una verdad absoluta (los perros pinches piratas ingleses, los tristes de los holandeses y nuestros vecinos gabachos siguen ahí, pico y pala), defender y reivindicar nuestro pasado parece que es delito de lesa majestad, propio de fachas retrógrados. Parafraseando al gran Maki Navaja: "po fueno, po fale, po m'alegro" y me declaro facha irredenta y amante de nuestra historia. Por eso me encanta encontrar historias en las que descubrir nuevos aspectos de nuestro pasado y esta novela, Los últimos guanches, que se ha hecho con el XIII Premio de Novela Histórica Ciudad de Úbeda, es un gran ejemplo de ello. Es cierto, y lo confieso, que, cuando se hizo público el fallo, pensé: "vaya, los guanches están de moda", porque no hacía tanto que Santiago Díaz había publicado Los nueve reinos, ambientada en el mismo momento histórico y con personajes coincidentes. Una vez leída, Ana Salamanca me conquistó por completo no solo por lo que cuenta, sino por cómo lo cuenta.

Si bien Ana tiene bagaje escritor a su espalda, esta es su primera novela. Pero se mueve en ella con la soltura de una escritora de mucha experiencia, sabiendo manejar de maravilla los tiempos y haciendo que las tres historias que conforman la trama se vayan cruzando y mezclando y pasando de una a otra sin que en ningún momento pierdan fuerza. Nos vamos de viaje...

LAS ISLAS DEL FIN DEL MUNDO

David Levi, un joven judío de Salamanca, sueña con el mar. Con viajar y explorar. Con salir de una existencia gris y abocada a seguir los profesión de su padre. La llegada de Cristóbal Colón a su ciudad le abre las puertas de la esperanza, pero quienes han de aprobar la expedición de Colón rechazan su proyecto. Aunque es un jarro de agua fría sobre los sueños de David, este decide que su camino puede seguir otros derroteros y se dispone a embarcarse hacia Canarias. Allí vive Gazmira, una joven guanche que había sido capturada como prisionera y que acaba como "lengua", mediando entre los españoles y su pueblo, para que la conquista sea más sencilla y con menos derramamiento de sangre. De Gazmira se prendará David en cuanto llega a Canarias. A las islas también ha arribado Beatriz de Bobadilla, casada por imposición de Isabel la Católica con el gobernador de la Gomera, un hombre violento a quien no ama. Que Fernando el Católico hubiese puesto los ojos en ella fue definitivo para la decisión de la reina. Beatriz, con el tiempo, se convertirá en la cruel señora de la Gomera y sabrá utilizar sus armas de mujer para conseguir sus propósitos. Incluso para seducir al propio Colón cuando llegue allí de camino a las Indias.

A través de capítulos cortos, en los que va alternando protagonistas y tramas, Ana Salamanca nos va poniendo en situación y consigue que vayamos conociendo a los diferentes personajes y cómo cada uno alcanza su lugar vital en las Canarias. Todo fluye con un encaje bien hilado, en el que ningún cabo queda suelto. La evolución personal de todos ellos resulta muy sólida, creíble. Siempre vamos a entender cada paso que dan, aunque se equivoquen, porque ha sabido dibujarlos reales, humanos, con sus luces y sus sombras, con sus dudas, con las historias que llevan sobre los hombros. El idealismo de David, sus ansias de aventura que le hacen embarcarse en misiones realmente peligrosas y de final incierto; el giro en la vida de Gazmira, que se convierte en la hija que no tuvo un matrimonio trabajador y amoroso y aprende su nueva lengua con soltura, además de convertirse por convencimiento, sin imposición ni traumas, al catolicismo; Beatriz de Bobadilla, que transforma su sufrimiento en dureza y muda lo que antes detestaba en un arma poderosa, resultando cruel, manipuladora y despiadada.

A través de ellos y de un elenco muy coral, en el que las mujeres adquieren un protagonismo central, nos adentraremos en las diferentes campañas militares de Castilla para hacerse con el control de las diferentes islas. Pero también la autora nos hace testigos del arranque del viaje a las indias de Colón, un Colón muy distinto al que estamos acostumbrados, ya que se presenta como un hombre muy apuesto, atractivo, con carisma, don de gentes e, incluso, seductor. Los tres protagonistas principales, de alguna manera, carecen de una parte de amor familiar. Gazmira fue criada solo por su padre tras morir su madre y esa falta se verá suplida por el matrimonio que la compra y que la acepta y quiere como una hija. David también perdió a su madre y la aspiración de su padre es que se haga cargo del taller que regenta, pero sabe ser generoso cuando llega el momento y le deja partir en pos de sus sueños. Beatriz de Bobadilla, aunque en su biografía real sí se crió son sus padres, aquí aparece sometida a la voluntad y deseos de su tía, después a la decisión de la reina Isabel y, finalmente, a su esposo.

La novela funciona como narración de forma brillante. Hay un gran trabajo de documentación y ambientación, con esa naturaleza más salvaje y tan distinta a los paisajes castellanos que adorna las Canarias. Es fácil sentirnos transportados allí, a cómo estaba organizada la nueva sociedad, cómo eran las viviendas, el clima, los colores, los olores. Como os decía antes, la novela se vertebra pasando de unos personajes a otros y hay frecuentes saltos temporales, sobre todo hacia adelante, que sirven para no alargar en exceso determinadas situaciones y recolocar al lector, de nuevo, en un momento importante o interesante para la historia. Gazmira resulta una protagonista con la que es fácil empatizar. Aunque en el arranque de la novela es capturada y vendida como esclava, la vida le da una segunda oportunidad y, gracias a ella, entiende que su misión es hacer algo para evitar que los pobladores de las islas se vean arrasados, de ahí que se convierta en una "lengua" para mediar entre las tribus guanches y los españoles. David, al igual que Gazmira, va creciendo ante nuestros ojos lectores. Enamorado del mar desde que lo vio por primera vez en Lisboa, su sueño es viajar por él. Dejará su tranquila existencia en Salamanca para trasladarse a Moguer para trabajar como calafate y, gracias a sus ojos, seremos testigos de los pasos y reuniones de Colón para conseguir financiación para su viaje. Ello le llevará a las Canarias, por fin, en un navío, tal como soñaba.

Las luchas de poder entre los nuevos enviados desde Castilla y quienes ya están allí asentados, las misiones militares para hacerse con el control de los territorios canarios están también muy presentes en la novela. Es el encuentro entre dos culturas, dos modos de ver la vida, incluso de dos momentos históricos diferentes para cada una de las partes: los canarios son una sociedad poco desarrollada en comparación con la española. Una de las luchas de Gazmira es que los guanches comprendan que los recién llegados pueden aportar progreso y mejoras y que, por su parte, los españoles reconozcan y respeten los saberes de los habitantes de las Canarias respecto a su entorno y su tierra.

Una novela intensa, con una gran base histórica y con la ficción perfectamente engarzada, de personajes potentes y magnífica ambientación. Todo un regalo lector y merecida ganadora del "Ciudad de Úbeda". Confío en que su autora nos siga regalando páginas tan redondas como las de Los últimos guanches.