martes, 10 de enero de 2023

EL LOBO DE WHITECHAPEL de I. Biggi

 

Que la fascinación por los asesinos en serie o especialmente sanguinarios existe, es un hecho incontestable. No hay más que ver la repercusión que ha tenido en estos últimos meses la serie dedicada a alguien tan atroz como Jeffrey Dahmer (incluso se dijo que se estaba "blanqueando" su figura) o los cientos de cartas que reciben en prisión algunos de los criminales más aterradores, tanto de admiradoras como de fieles seguidores. Es algo que nunca he entendido, pero allá cada cual con sus filias y sus fobias. Por mi parte, sí reconozco que, de siempre, he sentido un interés especial por la figura de Jack el Destripador. Supongo que el hecho de que, a fecha de hoy, se siga sin conocer su identidad acrecienta ese interés. He leído infinidad de teorías y muchos libros que tratan el tema y es curiosa la cantidad de posibilidades que se ponen sobre la mesa.

En El lobo de Whitechapel, Biggi nos pone detrás de los ojos del famoso criminal, nos hace caminar por las miserables y frías calles del barrio de Whitechapel y esboza una teoría propia sobre quién era y por qué lo hacía. Una novela que he disfrutado mucho, aunque algunos capítulos quizá no tanto (ahora os cuento), y que tiene una ambientación brutal de la época, de aquellas calles y de lo que se vivía en ellas. También me ha gustado el contraste con la parte más conocida y bulliciosa de la ciudad, para la que Whitechapel era poco menos que un pozo negro, y la crítica hacia la policía y los políticos que en el aquel momento se enfrentaron a los crímenes. Venid y abrigaos, que allí hace bastante frío.

DESDE EL INFIERNO

Año 1888. El gran Inperio Británico decae y su capital, Londres, es el mejor ejemplo. La división de la sociedad es patente y las familias acomodadas del rico West End se mantienen lo más lejos posible del East End, un barrio oscuro, marginal, abarrotado de personas que viven en la más absoluta miseria y en el que la prostitución por un pedazo de pan o las reyertas por tener un sitio donde dormir están a la orden del día. Peligroso y conflictivo, pocos son los que se atreven a cruzar sus calles cuando cae la noche. Allí, un asesino aprovecha el amparo de la oscuridad para asesinar prostitutas de un modo cruel y el terror comienza a extenderse por toda la ciudad. Paralelamente, en Roma, la cercanía de la muerte del papa León XIII está provocando muchos movimientos para intentar conseguir posicionarse de cara a un futuro cónclave. Monseñor Patrizi, tan ambicioso como visionario, tiene un plan para lograr infiltrarse en la iglesia anglicana y, desde allí, hacerlo también en Norteamérica. Pero ese plan tiene un inconveniente: monseñor Galimberti, su rival más acerado, que parece postularse en primer lugar como sucesor del León XIII. El asesino de Whitechapel, que va aumentando la brutalidad en cada crimen, puede trastocar los planes de monseñor Patrizi y no solo eso: puede poner en jaque el futuro de la cristiandad. 

Un planteamiento curioso, ¿verdad? He de confesaros que, cuando llegué al primer capítulo de la trama de Roma me resultó un poco chocante. Venía de las calles de Whitechapel, de su niebla pegajosa, de la tensión y la sangre y, de pronto, me encontraba en pleno Vaticano y en medio de las maquinaciones no ya de colocarse como posible sucesor de un papa moribundo, sino de atacar a la iglesia anglicana desde su misma línea de flotación. Y no entendía nada, la verdad. Supongo que a muchos lectores les pasará lo mismo, pero os anticipo que todo tiene su explicación y, al final, las dos tramas se descubren perfectamente entrelazadas. También os confieso que, como lectora, me quedo con la de Whitechapel, por todo lo que I. Biggi nos hace sentir y por ese punto de escalofrío que hay en cada página.

Me parece un acierto que haya algunas partes de la narración que nos lleven directamente a convivir con el asesino, un tipo frío, sin alma, que se va sumergiendo cada vez más en una vorágine de sangre y muerte. Biggi ha centrado la novela en las cinco muertes conocidas como "canónicas" de Jack el Destripador: Polly Nichols, Annie Chapman, Elizabeth Stride, Catherine Eddowes y Mari Jane Kelly y va desgranando la investigación policial, encabezada por el inspector Abberline, así como todos los movimientos políticos en las altas esferas, sobrepasados por el terror que se iba instalando en todos los rincones de la ciudad. 

Como os decía antes, lo más notable de la novela, en mi opinión, es la fabulosa recreación de que el autor hace del barrio de Whitechapel. El frío, la niebla y la humedad nos calan hasta los huesos y casi es fácil sentir el hambre y la desesperación de quienes lo habitan. Aquellos que se hacinan en sótanos helados para pasar la noche y para quienes hacer una comida al día es casi una quimera. La oscuridad en las calles es el mejor refugio de quien busca víctimas. La sensación de peligro constante en la que nos sumerge resulta inquietante y muy real. También contribuye a ello el ritmo narrativo, que te mantiene en tensión, por mucho que sepamos quienes son las víctimas y cómo van a morir. Los movimientos de la policía, la investigación, los posibles sospechosos (Biggi introduce con inteligencia a quienes se los consideró así, empezando por los judíos y los carniceros), la presión de los políticos... todo contribuye a esa gran olla a presión en la que se convirtió Londres.

También es verdad que, cuando nos lleva a la trama de Roma, me ha sacado de contexto de golpe y eso consiguió, al principio, hasta enfadarme, porque quería volver al East End y seguir los pasos del asesino. A medida que esta trama va creciendo (aunque no es tan extensa y detallada como la de Londres) también crecía mi interés porque no era capaz de intuir a dónde quería llevarnos Biggi con ella. Todo acaba teniendo una explicación, es verdad, y esa explicación forma parte de la teoría acerca de la personalidad del Destripador, pero es lo que menos me ha gustado de la novela a pesar de su innegable originalidad.

El lobo de Whitechapel, para concluir, es una estupenda novela que, seguro, da para volver a posicionarnos en alguna de las muchas especulaciones sobre quién fue Jack el Destripador, cuántas sus víctimas y por qué dejo de matar sin más. O quizá no, pero eso ya os lo dejo a vosotros. A mí me ha regalado varios días de lectura apasionantes y me ha encantado viajar a la época y a todo lo que sucedió en aquellos callejones sucios, malolientes y húmedos en los que cualquier cosa podía ocurrir. La caza de un asesino que escapó sin castigo y que, aún hoy, tiende su sombra en las esquinas de Whitechapel.


2 comentarios:

  1. Pues yo siento la misma fascinación que tú por nuestro amigo Jack. Este libro no lo conocía. Sí conozco otros títulos que sirven para lanzar sus teorías. Es una figura que ha dado mucho juego. Fíjate que otro tipo que también me resulta interesante es John Biblia, que he descubierto gracias a la última novela de Dolores Redondo. Jack y John, dos asesinos que la poli nunca pilló. Pero bueno, volviendo a este libro, me parece una lectura que me podría gustar. Besos bonita.

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  2. Mi impresión de "El lobo de Whitechapel" es que se trata de una novela histórica con tintes de crónica negra policial. Su autor Iñaki Biggi comienza el relato a rito trepidante, y ya en el primer capítulo surgen personajes tétricos sembrando de sangre y brutalidad las tabernas y las callejuelas del mísero distrito del este de Londres en 1888, año de los crímenes de Jack el Destripador. El ejecutor de prostitutas aún no aparece en escena, pero su ominosa sombra va recorriendo la parte inicial de la narración. También van haciendo acto de presencia una serie de personajes que gozaron de existencia histórica, por ejemplo: el comisionado de Scotrald Yard, general Sir Charles Warren, el Primer Ministro Lord Salisbury, el Ministro del Interior Henry Mathew y, con particular énfasis, el inspector Frederick Abberline, encargado oficial de las pesquisas. Los médicos forenses que actuaron también tendrán su espacio y darán su contribución al nudo argumental. Tampoco se descuida el perfil de la prensa, y se nos muestran las andanzas de los reporteros del escandaloso periódico The Star cubriendo la investigación a nivel mediático. Más adelante irrumpirán personajes de la política de entonces, incluidos algunos muy insólitos -pues en verdad ninguna relación real tuvieron con la historia del destripador- como el mismísimo Papá de la época, y otras figuras asociadas al clero. Queda claro que el escritor ha realizado un arduo trabajo de indagación y recopilación de datos, y asimismo que se ha documentado a conciencia y posee talento.

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