lunes, 31 de julio de 2023

GLADIADORAS de Juan Tranche

Amanece. Aún no es muy evidente, pero he aprendido a distinguir estos matices de gris que van borrando la oscuridad de la noche. Me gusta esta hora, cuando el tiempo parece detenido y ningún sonido turba la tranquilidad de la sala. Me sigue resultando profundamente curioso estar aquí. No reconozco lo que me rodea, ni siquiera los olores que me llegan me recuerdan a nada. Recordar...eso es casi lo único que hago aunque, durante varias horas al día, me distrae mirar como gentes extrañas se paran delante, me contemplan con interés y pasan de largo. Hombres y también muchas mujeres; incluso niños que escuchan a adultos en un idioma que no entiendo. A veces pronuncian mi nombre y el de mi rival, que permanece frente a mí agarrando fuerte la espada y manteniendo la actitud de fiero desafío que tuvo aquel día. No sé si ella ve lo que yo veo. Pocas veces cambia el gesto de su rostro. Pero aún no es de día, aún me queda tiempo para volver a viajar con la memoria...

En el siglo II de nuestra era, Roma sigue siendo el imperio más poderoso sobre la tierra y una ciudad que lo tiene todo. Lo mejor y lo peor. La brillantez de sus monumentos y avenidas contrasta vivamente con la oscuridad de sus calles menos afortunadas, esas en las que viven los más pobres y las gentes más peligrosas. Es ahí donde, desde hace un tiempo, varias prostitutas han sido asesinadas. No hay sospechosos, pero tampoco hay una voluntad real de investigar. A nadie importan. Solo un hombre, un abogado, Valerio Iucundo, quiere buscar la verdad y encontrar a los culpables. De buena posición y una labrada reputación, vive con sus dos hijas, Valeria y Domicia, a las que trata de educar en el conocimiento y la libertad. 

En Nicomedia, lejos de la gran urbe, Helena y su abuela viven como esclavas en el hogar del procónsul Catilio Severo. Ambicioso y con el deseo de volver a Roma al precio que sea, va a recibir la visita de Adriano, el césar. Sabe que es la mejor oportunidad para conseguir a lo que aspira, pero nada sale bien. Tampoco para Helena, que verá como Antinoo, su amado, es seducido por el césar y apartado de su lado. El nuevo destino al que se ve obligado Catilio Severo le obliga a deshacerse de sus esclavos que son vendidos y arrastrados, en un terrible viaje, hasta Halicarnaso.

La esposa de Adriano, Vibia Sabina, permanece en Tibur sintiéndose cada vez más sola y con el dolor de haber perdido dos hijos antes de nacer. Es consciente de que no tiene el cariño de su esposo y su corazón apenas soporta ya tanto desprecio y desamor. Aunque el destino acabará poniéndole delante la posibilidad de resarcirse.

Era tan hermoso y yo le amaba tanto que su partida me rasgó el alma de arriba a abajo. Los augurios le vaticinaban un futuro de riquezas y vida plena, pero cómo dolió que Antinoo, mi Antinoo, ni siquiera echase la vista atrás para mirarme. El suplicio y las humillaciones vividas en aquel terrible viaje a Halicarnaso solo fueron arañazos, en comparación. A veces he intentado sacar de su mutismo a mi rival, a Achilia. ¿Tú amaste? ¿Te amaron? ¿Conociste la pasión, el calor del abrazo más íntimo? Jamás me contesta y su silencio es ensordecedor.

Spiculus abrió el camino. En su primera novela, Juan Tranche nos sumergió en la historia de dos amigos que acabaron enfrentándose en el circo y también en el mundo de la gladiatura. Y ahí, aunque no las viésemos, estaban las gladiadoras. Que las hubo, aunque su legado haya quedado desdibujado por el tiempo y la Historia. Con Gladiadoras, Juan alarga sus pasos, lanzándose hacia adelante con una trama bien elaborada, unos personajes que se quedan en la memoria y una recreación fantástica del mundo romano, tanto de la vida en la ciudad como lo que ocurría en los ludus, los lugares donde se entrenaba y formaba a los gladiadores. Nos muestra una Roma de contrastes, un coloso con los pies de barro en cuyos barrios más pobres se esconde lo peor de la sociedad. Ello le sirve para crear una línea paralela a la historia principal en la que se producen varios crueles asesinatos de prostitutas a las que dejan con el rostro desfigurado y en cuya investigación se implicará Valerio Iucundo.

Sus hijas, Valeria y Domicia, a pesar de su juventud, tienen las ideas muy claras. Son valientes y capaces de enfrentarse a cualquiera. A ambas, especialmente a Valeria, les apasionan los combates de gladiadores: la lucha, la destreza, el esfuerzo... pero su condición de mujer y su pertenencia a la clase alta les cierra las puertas para poder dedicarse a ello. Helena no pudo elegir, pero sí decide qué hacer con lo que le ha llegado. Vibia Sabina optará por la astucia para reivindicarse.

Y es que los personajes de Gladiadoras, todos, están vivos, son creíbles y sólidos. Cada uno con sus defectos y virtudes, pero sobre todo capaces de los sentimientos más intensos. Podemos identificarnos con muchas de sus reacciones o pensamientos, sentir su dolor o su rabia, su pena, admirarnos con la complejidad de sus personalidades, vivir con ellos todos los matices del amor: el que se perdió, el que la vida nos arrebató, el que llega como un regalo del destino, el de un padre a sus hijas, el que se ansía y no se consigue, el que nos puede llevar a lo peor.

Sin duda estamos ante una novela de mujeres fuertes. Mujeres que, a pesar de romperse y de sufrir dolor, desprecio, negación o los tormentos más inimaginables vuelven a levantarse y a plantar cara a la vida para conseguir lo que desean. Mujeres que tienen en común que, en algún momento de sus vidas, algo las arrojó al infierno y tuvieron que encontrar valor y coraje para salir de allí, enfrentarse a sus miedos y pelear para vencerlos

Eso sí lo recuerdo bien. La arena, los gritos de la gente que poblaba las gradas, el sol arriba, en lo alto, como si quisiera asomarse también para no perderse el espectáculo. Aquel combate marcó un antes y un después en Roma, pero también nos marcó a nosotras, ¿verdad Achilia? Sé que puedes oírme, que tu silencio es solo para acrecentar el castigo de tu odio. Aquí estamos, con nuestros cascos en el suelo, mirándonos frente a frente. Te reconozco, Achilia, Veo en tus ojos la misma determinación que hay en mi espíritu, aunque su origen sea muy diferente a la que a mí me impulsa. 

La ambientación que Juan Tranche ha hecho de la época es espléndida. No solo nos hace caminar por el trazado de las calles romanas y sus vericuetos más sórdidos. También nos ofrece los resultados de una documentación exhaustiva sobre cómo se ventilaban los juicios públicos en Roma, algunas fórmulas de belleza de las mujeres, recetas, cómo se organizaban los banquetes, el trato a la servidumbre, la organización del hogar o las normas que, en determinados momentos, regían en el imperio. Hasta cómo curar las heridas. Nos regala una inmersión total, en la que podemos sentir el tacto de las telas, los olores, el alboroto de las calles. Vuelve a hacernos un dibujo muy detallado de cómo eran los combates en la arena del circo y cómo entrenaban quienes se enfrentaban en ellos. Y encontramos un par de guiños a su anterior novela, Spiculus, en dos de los personajes, como buscando la complicidad de sus lectores.

Obviamente, destaca por encima de todo el conocimiento que tiene sobre la gladiatura, cómo se llevaban a cabo los combates, las armas que portaban los gladiadores, sus defensas, sus tácticas. Y lo hace sin lanzarnos un manual del tema a los ojos, introduciéndolo en la acción con gran naturalidad. 

Gladiadoras es una gran novela que esconde mucho más de lo que, a priori, puede parecer. Tiene momentos duros, de los que erizan la piel. Pero también hay lugar para la ternura, el honor, el amor, la pasión, la venganza, la familia, la intriga. La lucha por la supervivencia. La amistad. Sin duda estamos ante una de las grandes historias que la literatura nos deja este año y, estoy segura, también ante un escalón más (y muy brillante) en la prometedora carrera de Juan Tranche. Vividla. La recordaréis durante mucho tiempo.

En ocasiones me invade la sensación de que mi paso por la vida solo fue una sucesión de dolor y esclavitud. Pero aquí, erguida frente a quien supo estar a la altura, he tenido tiempo para comprender que también hubo momentos hermosos. Que amé y me amaron. Que encontré un motivo para seguir adelante. Que lo que soñé se cumplió. Ojalá alguno de quienes pasan contemplándonos cada día quiera conocer lo que se esconde detrás de la piedra cincelada que nos acoge a Achilia y a mí. Tenemos tiempo. Nos queda toda la eternidad.


lunes, 10 de julio de 2023

SACAMANTECAS de Vic Echegoyen

 

En los últimos años, el premio Wilkie Collins de Novela Negra que organiza MAR Editor me ha deparado estupendas sorpresas, principalmente por la originalidad de las novelas ganadoras, que se salen por completo de los parámetros habituales del género. Vaya por delante que, últimamente, la novela negra está sufriendo un proceso de hibridación muy notorio. Esta es una opinión muy personal, claro. Lo de las etiquetas nunca me ha gustado mucho y me convence menos, pero, como ya he mencionado en alguna ocasión en este blog, si se cumpliesen los parámetros estrictos de lo que es realmente una novela negra canónica, en España solo la escribiría Juan Madrid. Creo que este mestizaje enriquece el género, que cada vez tiene las fronteras más permeables y permite la "invasión" o la cohabitación con otros, como la histórica, la ciencia ficción o la romántica. Sea como sea, hay uniones con resultados realmente buenos y otros no tanto, pero ese ya sería tema para un post un poco más serio. De esos sesudos que generan controversia.

Este año, el premio Wilkie Collins ha recaído en la novela Sacamantecas, de Vic Echegoyen, autora de carrera reconocida y premiada en el campo de la novela histórica. Su último título de ese género, Resurrecta, tuvo una muy buena acogida tanto de crítica como de público. Me sorprendió el veredicto del jurado, lo confieso sin ambages, porque no veía a Vic como autora de novela negra y no estaba muy convencida respecto a lo que podría haber en sus apenas 231 páginas. Pero para todo hay una primera vez y ahora, ya terminada, he de decir que me he encontrado con una historia distinta por completo a lo que suele ser más habitual y que me ha llevado al universo que ha creado en ella sin ninguna dificultad. Y me mola, caramba, me gusta que me zarandeen y me lleven por caminos insospechados. Acompañadme, que os cuento.

"DE TODOS MODOS, ¿QUÉ ES UNA PERSONA MENOS EN LA FAZ DE LA TIERRA?" - TED BUNDY

Maté a los tres años de edad: ese fue el principio.

Con esta frase arranca Sacamantecas, narrada en primera persona por su protagonista, una mujer que nació con instinto asesino y que va dejando muchos muertos a su espalda sin que nadie sospeche de ella. Los primeros años de su vida transcurren en un pueblo de la sierra de Madrid, aún alejado de la gran urbe pero con la certeza de que más tarde o más temprano será absorbido por ella. Estamos en un futuro no demasiado lejano, pero sí lo suficiente para que la sociedad haya cambiado. La familia de nuestra protagonista, compuesta por sus padres, un hermano mayor y una hermana pequeña a la que jamás ha tolerado y a la que secretamente teme, tampoco es demasiado normal. Balti, el hermano mayor, tiene una especial habilidad para meterse en problemas y para "desaparecer" a los amigos que va haciendo, hasta que él mismo cae en uno de sus peligrosos juegos. Esto supone un punto de inflexión para todos: su madre se niega a aceptar la realidad y ella se sumerge cada vez más en su propio mundo, en el que no tienen cabida ni el ruido, ni la compañía ajena. Solo los libros le aportan refugio.

Es consciente de lo que hizo. De lo único que se arrepiente es de que se equivocó de objetivo. Y repetirá sin que nadie piense, ni por un instante, que ha sido ella porque, de cara a todos, es alguien muy normal y que, aparentemente, no causa problemas. Incluso, tras terminar su etapa escolar, consigue un trabajo con un fotógrafo. El pueblo comienza a agobiarla y decide mudarse a la capital para unos cursos que la faciliten entrar en la administración. Allí consigue la soledad que tanto ansiaba y el anonimato deseado, pero poco a poco su instinto se despereza y, a su alrededor, las muertes comienzan a sucederse. Especialmente de niños.

Los amantes de las etiquetas quizá podrían bautizar a esta novela como un thriller de ambientación distópica, aunque ese último aspecto lo vamos descubriendo a través de la propia narración de la protagonista: la descripción del sistema educativo o de la tecnología que, incluso, se ha enseñoreado de quienes ofrecen un mundo mejor repartiendo folletos; el Madrid al que llega, que nos resulta tan conocido como ajeno. Me ha gustado mucho ese aspecto que, en cierta manera, me recordaba un poco, salvando las distancias, a lo que hacía Asimov en sus cuentos: todo parece igual a lo actual, pero va introduciendo detalles, hechos o noticias que nos van empapando en la realidad de ese futuro que ha creado. Un futuro hostil, oscuro, clasista y deshumanizado que se hace realidad en un Madrid en el que hay zonas a los que muchos no pueden acceder y otras que no pasan de ser inmensos suburbios, sometido a una burocracia agigantada y lenta que se ha convertido en una suerte de monstruo de mil cabezas.

Una característica que es "marca de la casa" de Vic Echegoyen es escribir sin adjetivos, lo que me parece todo un brillante ejercicio de contención en su estilo. ¿Os lo habéis planteado alguna vez? No hablo ya de los epítetos, que casi se agotan en sí mismos (ya sabemos que la hierba es verde, no hace falta reiterarlo), sino de todos aquellos que adornan a los sustantivos para ayudarnos a crear una imagen. No los he echado de menos ni una sola vez, de hecho he tenido que releer algunas páginas para ser consciente de ello. Decía Munshi Premchand que la belleza no necesita adornos, pero qué complicado es a veces no caer en la necesidad de explicaciones.

El discurrir de los pensamientos de la protagonista nos hace acompañarla en cada uno de sus pasos y hace que, constantemente, nos preguntemos si nació ya con una tara que le impele a matar (y que, posiblemente, también tenía su hermano mayor) o si lo que la rodeaba la fue moldeando y haciendo crecer la simiente del asesinato en su interior. Hay críticas muy feroces en Sacamantecas a la política y a los medios de comunicación, esos que buscan la noticia más escabrosa posible y opinar sobre ella con tal de conseguir audiencia. También hay detalles que gotean melancolía, como el cine, casi en ruinas, en el que proyectan películas clásicas que la protagonista encuentra por casualidad y en el que se siente como en casa. 

Es curioso y a veces un poco inquietante "escuchar" el pensamiento de alguien como ella, que no muestra ninguna empatía ni arrepentimiento. Que justifica lo que hace cargada de razones. Igualmente resulta fascinante que Vic Echegoyen no se recreé en ningún momento en el modo de matar de la protagonista, pero consiga que de todas maneras nos recorra un escalofrío. Hay algunos puntos de humor de marcada ironía que, a pesar de todo, nos sacan una sonrisa. Y es que lo que empezó por un empujón, acaba convirtiéndose en su modo de vida. Sus estudios y las prácticas la ayudan a irse borrando a sí misma y a seguir desapareciendo para el mundo. Sin embargo, dentro de ella hay algo que se va rompiendo sin que sea consciente. También va a tener que padecer su particular bajada a los infiernos.

Sacamantecas es una novela que obliga a pensar acerca de la naturaleza humana, no solo la de la asesina que la protagoniza. Y también nos hace plantearnos qué estamos haciendo en nuestro presente. A dónde vamos. Qué estamos construyendo. Hasta qué punto estamos narcotizados por la tecnología y nuestros puntos de vista contaminados por las consignas que se nos repiten. Merece mucho la pena caminar junto a su protagonista y tratar de comprender lo imposible. Creo que uno de los grandes méritos de Vic es que en ningún momento sentimos odio o desprecio por una asesina en serie. Es posible entender por lo que pasa; en ocasiones, casi compartimos sus motivos, especialmente cuando nos muestra lo que se esconde detrás de ciertas caras sonrientes y modales de revista.

Si buscáis una lectura diferente y que sepa sorprenderos, no dudéis en dejaros caer dentro de las páginas de Sacamantecas. Que no os despiste esa portada con cierto toque "steampunk", porque lo que hay dentro poco tiene de victoriano o de retrofuturista. Creo que es un acierto que los ojos de la mujer que hay en ella estén tapados: no es fácil dibujar el abismo que nos lleva de cabeza al mal.




lunes, 3 de julio de 2023

LAS HORAS CRUELES de Marto Pariente

 Mi librero de cabecera y buen amigo, José Carlos, me convenció una tarde de sábado para ir hasta Guadalajara, ya que presentaba libro en un sarao de novela negra nuestro admirado Juan Ramón Biedma. Llegamos con tiempo, me propuso cafetito y me dijo que venía a tomarlo con nosotros un autor que él conocía y que si no había leído su libro, ya estaba tardando. Quien llegó fue Marto Pariente, que acababa casi de publicar La cordura del idiota, y a quien yo había visto en Getafe Negro en una mesa hablando de su novela anterior, Una bala para Riley. Me pareció un tipo estupendo, nos reímos una barbaridad en aquel café y a los pocos días me llegó su "cordura", de la que me enamoré sin remedio. Pocas veces una novela catalogada de "negra" me ha hecho soltar carcajadas como ella y eso que lo que cuenta no es precisamente para reírse. En todo este tiempo ha ido perfilando una historia diferente, pero que mantiene su esencia. Su fichaje por Espasa requería más páginas y, por lo tanto, más trama. El salto era considerable. Sé de primera mano lo que ha tenido que trabajar, los cambios que ha tenido que hacer, el vértigo de recomenzar todo porque no le convencía. Pero Las horas crueles, finalmente, fueron lo que él quería y aquí están, para deleite de quienes le admiramos.

A diferencia de La cordura del idiota, que es, como Marto suele repetir, puritito rock and roll, Las horas crueles se desarrolla con más calma, aunque manteniendo bien tirante la cuerda de la tensión. Hay varias tramas paralelas que acaban entrecruzándose, personajes (principales y secundarios) muy distintos a los que estamos acostumbrados, bastante crítica a ciertos sectores, un toque de leyenda y folclore y unas desapariciones nunca resueltas. Un buen cóctel, ¿verdad? Pues vamos a paladearlo.

LOS MONSTRUOS NO MUEREN. PUEDEN MATARSE, PERO NO MUEREN - RICK RIORDAN

A Tomás Moreda le bautizaron en su día como "el monstruo de la Tejera Negra". Acusado de haber matado a sus hijos y haberse desecho de sus cuerpos, ha pasado cerca de treinta años en la cárcel. Y ahora, una vez fuera, huye para salvar su vida. En la encrucijada de dejarse matar o saltar al vacío, elige la segunda. Días después, Abraham Constanza llama a la puerta de la oficina de Frank Durán, un expolicía sin licencia que se dedica, aunque no debería, a pequeños trabajos de investigación, especialmente en infidelidades. Cada vez menos, es verdad, pero los cuernos le han ayudado a comer en los últimos tiempos. Constanza es el padre de una chica que desapareció, un caso que Frank vivió desde dentro como policía y que le llevó a su expulsión. Le ofrece trabajar en su organización, dedicada a investigar las desapariciones para las que la policía ha tirado la toalla o que, por el motivo que sea, no se las tiene en cuenta.

Frank no tiene nada que perder porque ya lo ha perdido todo, así que acepta. Pero, al no tener licencia, deberá trabajar con Eliana Santoro, una mujer como poco peculiar, que alterna la verborrea más caótica con los silencios incómodos y que también arrastra una historia personal llena de cicatrices. Su primer caso será la desaparición de Tomás Moreda, denunciada por su madre. La investigación les llevará desde las partes más oscuras de Guadalajara a los pueblos casi abandonados de la Sierra Norte de la provincia. Y poco a poco se irán dando cuenta de que la desaparición de Tomás Moreda es solo el último capítulo, hasta el momento, de algo mucho más sombrío y aterrador.


Debe ser terrible que te acusen de matar y hacer desaparecer a tus hijos y no recordar nada. A eso se agarró Tomás Moreda desde su detención, pero las pruebas y las certezas de la policía dijeron otra cosa. Su madre siempre ha estado convencida de que su hijo no mentía y, gracias a ella, Frank y Eliana empiezan a encontrar pequeños hilos de los que tirar. Como os decía antes, los personajes de Marto Pariente no se parecen a ningún otro. Sí parece ser norma de la casa que se muevan de dos en dos, contrapesándose o complementándose (incluso en la torpeza), tanto los "buenos" como los "malos". En el caso de los protagonistas, ambos llevan mochilas muy pesadas que les revientan el alma por las costuras, heridas, recuerdos y ausencias que les lastran, pero juntos, aunque les cueste un mundo al principio, trabajan bien. 

Méndez, el antiguo jefe de Frank y que sigue velando por él a pesar de todo; Constanza, con toda su historia de dolor acumulado personal a la espalda; Samael, el verdadero monstruo de la historia, que carga con el peso de la redención ajena y el castigo a los impuros; Chuso y Chema, los matones de saldo capaces de lo que sea, pero no especialmente listos; los Lázaro, empeñados en echar tierra sobre el asunto Moreda aunque tengan que llevarse por delante a quien haga falta; María Isabel, Oso y Lolo, que regentan un camping medio ruinoso y que conocieron a Moreda... Todos ellos componen un puzle en el que las piezas van apareciendo, aunque no sean sencillas de encajar. 

También Marto introduce críticas muy aceradas hacia los medios de comunicación, capaces de lanzarse sobre la carroña de lo que consideran "un buen caso" y ningunear muchos otros y que acaban embarrándolo todo. Incluso encontraremos referencias y situaciones que nos llevarán a sucesos bien conocidos por todos. Hay también una seria llamada de atención ante las desapariciones, muchas de las cuales pasan totalmente desapercibidas y otras sobre las que se pone el foco mediático hasta que se agota y, entonces, solo quedan el silencio y las preguntas sin respuesta. El paisaje de la Sierra Norte de Guadalajara se nos muestra con toda su belleza, aunque, en ocasiones, esa belleza llegue preñada de peligro.

No es Marto un autor que se prodigue en descripciones detalladas. Suelen bastarle unas pocas pinceladas para dibujarnos de forma precisa a cualquiera de sus protagonistas. Serán los hechos que vivan o sus recuerdos los que conformarán el retrato. Para Frank y Eliana, cada paso que dan en la resolución del caso Moreda, les va sacando de esos refugios que se han creado pensando que les protegen: a Frank, de la terraza en la que ve pasar los trenes; a Eliana, del fondo del vaso que la hace olvidar sus peores recuerdos.

Las horas crueles es una novela que te va atrapando en su tela de araña casi sin que te des cuenta. Lo que parece una investigación menor sobre un desaparecido que no importa a nadie más que a su madre, se va enredando hasta un punto que llegas a pensar si Marto será capaz de cerrar bien cada una de las puertas que ha abierto. Y no solo lo hace con brillantez, sino que te deja el regusto de los finales redondos y bien cocinados. Incluso empiezas a sentir una especial curiosidad por Islandia y los modos de llegar allí. Leedla y sabréis el porqué. ¿Venís a cazar monstruos?