viernes, 21 de mayo de 2021

CHANKORO de Jesús Salviejo

Recuerdo con cariño las pocas veces que he pisado tierras portuguesas, quizá porque eran tiempos más felices o por esa sensación de que estás en casa de un familiar que te acoge. Tenemos Portugal muy cerca y, sin embargo, nos resulta extrañamente desconocido a pesar de que nuestra Historia, tradiciones y pasado han ido en muchas ocasiones de la mano. No he tenido la suerte de visitar Lisboa, es una de mis ciudades cercanas pendientes, pero quienes han estado siempre me hablan de esa atmósfera especial y antigua, algo melancólica pero luminosa, su manera de mirar al Atlántico como horizonte y fin. 

En Chankoro, de Jesús Salviejo, me he encontrado una mirada un poco más amarga, porque los personajes que la habitan llegan del sufrimiento. Con todo es una novela que me ha sorprendido por su originalidad, por cómo nos presenta el Portugal previo a la Revolución de los Claveles, que hoy nos parece tan lejana y, en realidad, casi fue ayer. Y por unos protagonistas diferentes, que, a pesar de llevar grandes costuras en el alma, quieren seguir adelante, quieren vivir y ser libres.

LA NIÑA DE TODAS PARTES

En el Portugal de 1974 aún se vive bajo la dictadura de Estado Novo, sometido a una gran represión ejercida por la Policía Internacional y de Defensa do Estado. Además es un país en guerra por sus colonias, que todavía viven ancladas en el viejo sistema de gobierno. Stela Soares, huérfana de la guerra de Mozambique, viaja al exilio tras haberlo perdido todo. En ese viaje conocerá a la señora Chan, una "mujer de consuelo" china, superviviente de la matanza de Nanking a manos del Ejército Imperial japonés, y también con el señor Cohen, un viejo anticuario judío que salió con vida de la Pequeña Viena de Shangai, una especie de gheto en esa ciudad para judíos que escapaban del horror del nazismo. Los tres intentan con todas sus fuerzas recuperar sus vidas y tratar de dejar atrás unos pasados que los lastran. El final de su camino es la libertad.

Chankoro es un canto a esa libertad, la libertad que quienes estamos acostumbrados a ella casi ni le prestamos atención. Los tres protagonistas buscan escapar de las cadenas que los ataban y no tener que perdir permiso para vivir. Quieren rehacer sus vidas, quieren curar las heridas de un pasado que aún duele, por eso no dejan de tener esperanza. También es una historia de supervivencia, de agarrarse a lo importante, a la amistad, a la lealtad y al cariño, para seguir dando pasos adelante.

De estos tres personajes principales iremos conociendo sus vidas a lo largo de la novela y también los infiernos particulares de cada uno. Se han cosido como han podido las heridas y lo único a lo que aspiran es al volver a respirar libres y en paz. De los tres nos sentiremos muy cercanos, es fácil encariñarse de ellos, pero Stela, la narradora en primera persona de la novela, quizá es la que nos despierta más ternura.

La recreación que el autor hace de la Lisboa del momento es preciosa. Una ciudad que se nos presenta hermosa incluso en sus peores días, con una atmósfera casi mágica, llena de nostalgia, pero que también nos deja sentir en cada esquina el espíritu de la rebelión que se acerca. Lisboa se prepara, sin saberlo, para una vida nueva, muy diferente de la que sus habitantes conocen, en la que la luz ilumine todo, hasta el último recoveco de un régimen agotado y caduco, basado en la represión y el mantenimiento a cualquier precio de sus colonias. 


Escrita con fluidez, la narración no se atasca en ningún momento. Todo queda engarzado, cerrado, como un regalo bien empaquetado. El estilo de Jesús Salviejo resulta muy cercano para el lector, sabe mantener el interés sin necesitar grandes giros argumentales ni sorpresas de última hora. La historia es poderosa y se sostiene sin dificultad porque sus pilares son fuertes y están muy bien diseñados.

Ese latido revolucionario lo llevan también Stela, la señora Chan y el señor Cohen dentro de sí mismos. Su revolución no es tanto social o política como personal, aunque su ansia de libertad va paralela al ansia de libertad de un país entero. Quieren olvidar lo que han sido para pensar solo en el futuro, en levantarse cada mañana siendo dueños de su destino.  La amistad entre ellos, su capacidad para animarse, para empujarse, para no dejarse caer resulta inspiradora. 

Chankoro es una lectura que me ha sorprendido para bien, que me ha llevado de viaje a Nanking, a Shangai, a Mozambique y a Lisboa de la mano de unos personajes que se acaban quedando con nosotros y cuyas historias de superación llegan a emocionar. Una novela que nos lleva hasta las puertas de un cambio fundamental para Portugal y quizá también para toda Europa pero, sobre todo, a la libertad. Una historia de supervivencia, esperanza y  libertad que se lee con el corazón.

martes, 18 de mayo de 2021

LOS INGRATOS de Pedro Simón (Premio Primavera de Novela 2021)

Hacía mucho que no tenía una sensación tan redonda respecto a un premio literario. Los hay que me han gustado más y otros que no me han parecido para tanto, pero ha llegado Los ingratos y solo puedo admirar, casi de rodillas, una novela tan plena, tan emocionante, de las que te llenan el alma. Sí, a veces pasan estas cosas, que en el momento en que peor estás a nivel lector, cuando las secuelas del "bicho" todavía causan estragos en mí (sobre todo a nivel de concentración), de pronto llega un fogonazo y todo se recoloca. Eso es lo que me ha pasado con Los ingratos, porque me ha hecho reconocerme y reconocer montones de cosas que viví en primera persona o a través de otros, porque me ha traído de nuevo los olores de la infancia, esos olores que tan importantes son en la novela, porque me ha hecho recordar otras lecturas que me acogieron y me cambiaron la perspectiva. Todo en Los ingratos está lleno de recuerdos, de ternura, de familia, de amor, ese amor que nos convierte en lo que somos porque nos lo inoculan de niños y se convierte en una impronta, una marca invisible, aunque con los años y la vida lo tapemos y lo vayamos olvidando.

A pesar de que mi infancia no fue el germen de los buenos recuerdos ni el refugio de nada, leer Los ingratos me ha reconciliado con ciertas imágenes en blanco y negro que tengo en mi mente. Quizá por eso me ha resultado tan visceralmente emotiva, porque he podido verme a mí misma como si yo fuese el protagonista y hubiese sido feliz. Los libros sí que fueron mi trinchera, lo siguen siendo hoy día, y Los ingratos se ha convertido en una gran roca a la que agarrarme. ¿Me dejáis que os lo cuente?

CONMIGO AL LADO, CURRETE

Mercedes es una profesora rural que en 1975 llega a su nuevo destino: un pueblo pequeño de lo que hoy llamamos España vaciada. Va acompañada de sus tres hijos: Vero, Isa y David y su marido, Natalio, irá a verles los fines de semana, ya que su trabajo está en Madrid. En el pueblo, David descubre que, aunque todo alrededor es campo, no puede ir más allá de los almendros. Que la vida consiste en llevar las rodillas llenas de heridas, en organizar trastadas con sus nuevos amigos, en comprar chucherías y cromos en la tienda de ultramarinos. Hasta que Mercedes, la señorita Mercedes para el resto del mundo, desbordada y muy sola, trae a casa una cuidadora para que la ayude con sus hijos y el resto de tareas. La señora Emérita es una mujer del pueblo, sorda, grandota y muy trabajadora, que se encariña rápidamente con David. Con el tiempo, la señora Emérita acabará siendo Eme y de ella David aprenderá que también puede llamarse Currete y que hay cicatrices en el cuerpo y heridas en el alma. Con David, Emérita recuperará los dictados y los deberes, se empeñará en escribir mejor y se convertirá en su sombra y su mano tendida, porque está recuperando algo que perdió hace mucho.

"Veníamos de las paredes de adobe. Íbamos hacia el papel pintado. Aspirábamos a ser gotelé. Veníamos de los hijos que se bañaron en sangre. De esa pintura bélica veníamos. Mis amigos, mis hermanas y yo éramos la mercromina."

Creo que quienes me seguís, lo sabéis: para mí, Delibes es uno de los mejores escritores que hayamos tenido. Nadie como él para crear universos y vidas con apenas tres frases y un paisaje. He releído en muchas ocasiones El camino, Cinco horas con Mario o Los santos inocentes y creo que nadie ha sido capaz de igualar su maestría para describir el mundo rural y la España más alejada de las grandes ciudades. Yo, que nunca tuve pueblo porque mi familia es de Madrid desde generaciones, compartía los de mis amigos, donde me adoptaban como a una más. Algunos los visité; otros me llegaban con sus calles, ruidos y olores a través de las cartas que nos cruzábamos en verano, aquellos veranos eternos, calientes y perezosos.

He encontrado un poquito de Delibes en Los ingratos. En esa manera de narrar en primera persona por parte de David, su continuo discurrir soltándolo todo, contando hasta el detalle más nimio aunque le resulte vergonzoso. En esas "aventuras" de él y sus amigos en el pueblo, en el colegio, con la familia. Y Pedro Simón lo hace con una prosa tan bonita, con unos pensamientos tan bien hilados, con tanta verdad en lo que escribe que es como si viajases hasta allí. Porque Los ingratos es, por encima de todo, un viaje a la infancia, a cuando ser feliz es lo sencillo, aunque no siempre ese viaje de vuelta es dichoso, porque tú ya no eres el que fuiste, ya no existes así. Es como si murieses un poco.

También es una reivindicación de las maestras rurales, que tanto hicieron y hacen por la educación de los niños en condiciones muchas veces muy precarias. Y por supuesto de las mujeres de los pueblos que no pudieron estudiar porque su vida se inmolaba trabajando y cuidando a los demás, pero que tenían muchas habilidades y mucha curiosidad por saber, que leían, que se interesaban por las cosas. 

Hay muchos olores a lo largo de Los ingratos. Olores de personas, de casas, de lugares, de la tienda de ultramarinos, de libros nuevos, de fuego. Quizá porque la memoria olfativa es muy poderosa y capaz de llevarnos de vuelta a lugares insospechados, perdidos en nuestros recuerdos. También es una novela de silencios, los de dentro y los de fuera, como dice Eme. Ella puede soportar su silencio interior, debido a su sordera, pero el que la destroza es el silencio de fuera: la casa vacía y escrupulósamente limpia, sin niños, sin risas, sin alboroto, sin trastos por medio. Y escuchamos silencios que no lo son: el crujir de las brasas, el tic tac del reloj, la lluvia fuera o en los cristales.

Los ingratos habla de la necesidad de decir las cosas a tiempo, de mostrar lo que sentimos porque no sabemos si dentro de un rato tendremos ocasión de hacerlo. La novela tiene mucho que ver con los afectos, con esos besos que dejamos de dar o con el olvido cuando otras obligaciones nos alejan. Decía Pedro Simón, en el encuentro que tuvimos vía Zoom con el Club de Lectura que "tenemos la fontanela sin cerrar en lo afectivo" y que nuestro ADN tiene mucho de lo rural, aunque este se vaya extinguiendo. Los cementerios de los pueblos están llenos de gente como Emérita, bien porque jamás llegaron a irse o bien porque volvieron después de partir.

En los pueblos españoles de los 70 había muchas cuidadoras que facilitaron el viaje de las mujeres que querían mejorar, progresar, tener una profesión y que enseñaron a sus hijos austeridad, educación, modales, a ser más con menos. Y Los ingratos es un maravilloso homenaje a ellas.  

Por favor, hacedme caso y dejaos envolver por Los ingratos. Pocas veces os emocionaréis con una lectura como con esta novela, sobre todo porque nos hace ser conscientes de nuestra propia fragilidad y de cómo todo se puede ir al garete en un momento sin que hayamos podido decir a la persona que se va que la queremos, que nos importa, que no deje de abrazarnos. "Todos estamos a una llamada de teléfono de que nos jodan la vida", nos dijo Pedro Simón. Y esa es una verdad tan inmensa que deberíamos tatuarla en cada esquina de nuestra vida.


 


miércoles, 5 de mayo de 2021

LA SANGRE DE BACO de Luís Manuel López Román

Vaya por delante que cuando leí Oscura Roma, la anterior novela del autor, me lo pasé en grande. La mezcla entre novela histórica y de misterio con toques de terror me pareció un hallazgo feliz. Era fresca, atrevida y, al mismo tiempo, nos llevaba sin dificultad a una ciudad que creíamos conocer bien (al menos en teoría) y que nos mostraba su cara menos amable, fuera de los grandes monumentos y la magnificencia. La presentación que de ella se hizo en el Certamen de Novela Histórica de Úbeda, además, fue de las que se recuerdan, no solo por lo bien que nos transmitió el autor su pasión por Roma, sino por el maravilloso espectáculo de presentador y presentado vestidos con togas romanas. Un éxito.

La sangre de Baco es la segunda entrega de las aventuras de Marco Lemurio, un personaje que ha llegado para quedarse. Un tipo con carisma, que vive al día a base de hacerse pasar por hechicero (aunque mucho de eso sí tiene por herencia de su madre) y con una habilidad asombrosa para encontrarse dentro de asuntos turbios. Pero también tiene su corazóncito, algo que ya intuímos en Oscura Roma y que en esta novela es aún más evidente. Vayamos, pues, a la Subura... parece que hay malas nuevas.

CIVIS ROMANUS SUM

Marco Lemurio regresa a Roma en pleno verano tras haber aceptado un trabajo que le ha mantenido fuera de la ciudad. Y se encuentra con que algo oscuro recorre las calles de la Subura, el barrio en el que vive. Muchos niños están desapareciendo y nadie sabe quién es el responsable. No hay pistas, solo se habla de encapuchados misteriosos que llegan por la noche. Marco se ve metido en medio del ojo del huracán por su fama, un tanto tenebrosa, de hechicero ya que hay quienes le culpan de estar detrás de los raptos. Por si fuera poco, su joven esclavo, Céfiro, ha organizado una especie de albergue nocturno en el piso que comparten para poner a salvo a niños que viven en la calle y que están en peligro de ser secuestrados. Un compromiso sellado con hogazas de pan como pago con el panadero, cuyo hijo ha desaparecido, pondrá a Marco Lemurio a investigar, pero no va a olvidar en ningún momento que lo que ansía es encontrar a quienes asesinaron a su madre, Neóbula. En un momento de gran crisis para Roma, con enfrentamientos políticos, hambre y violencia, el misterio, la brujería y las criaturas ocultas se enseñorean de las calles más pobres de la ciudad.

Ya os decía antes que Oscura Roma me pareció una novela brillante y diferente. Valiente, en cualquier caso. La sangre de Baco, que, como la anterior, es autoconclusiva, sí que mantiene algunos hilos argumentales con la primera y lanza algunos que se irán atando en las siguientes. Porque Marco Lemurio tiene aspiraciones de convertirse en saga y, sinceramente, creo que nos lo vamos a pasar muy bien. Lo cierto es que esta segunda entrega se nota mucho más trabajada: tanto el modo de narrar de Luís Manuel como los personajes han evolucionado, hay bastante más madurez como escritor en sus páginas. Unos personajes fuertes, bien perfilados, con carácter, pero siempre adaptados al momento histórico en el que se encuentran. El ritmo es constante y creciente, mantiene la atención del lector hasta el final.

La Subura, el barrio popular de Roma, vuelve también a convertirse en escenario y protagonista indiscutible. Sus calles, sus olores, sus tabernas, su jaleo constante están tan bien descritos que es muy sencillo sentirse allí a medida que leemos. La Subura no es la Roma que conocemos, allí no hay grandes monumentos ni los políticos se preocupan por lo que pase en ella, pero es el paisaje ideal para las idas y venidas de Marco Lemurio y para tropezarse con lo peor del ser humano o con seres de las tinieblas. Porque todo el asunto de las desapariciones de niños tiene un fondo tenebroso que se va a ir oscureciendo a lo largo de las páginas. 


Marco Lemurio, como personaje, es más sólido y nos va a permitir conocer más detalles de su pasado y de lo que esconde tras su fachada hermética y poco sociable. Esa coraza que se ha impuesto a sí mismo para que no le hieran tiene resquicios que muestran su interior: su relación casi de hermano mayor con Céfiro, la generosidad que acaba demostrando con los niños que se esconden en su casa (aunque proteste, rezongue y ponga el grito en el cielo) y las escenas con Ulises, un perro sin amo, nos demuestran que sí hay algo tierno dentro de él

La magia vuelve a estar muy presente en La sangre de Baco, perfectamente entretejida en la trama para que no chirríe y que tampoco se convierta en lo único destacable. Luís Manuel "juega" con las desapariciones de niños y con el vacío que existe sobre ese tipo de cosas en los registros históricos, sobre todo los niños de los barrios más humildes. La mortalidad infantil debía ser aterradora y muchos de ellos tendría que buscarse la vida en la calle, con todo el peligro que eso implica. Céfiro podría haber sido uno de esos niños de la calle y, aunque en muchas cosas lo es (si bien ha madurado mucho y muy pronto), la protección de Marco le otorga otro estatus. Hay que mirarle con los ojos de la época, de cómo debía arrancarle a la vida hasta el pan que come. En La sangre de Baco comienza a tomar conciencia de lo que debe hacer, va madurando poco a poco.

De nuevo, la gran protagonista en elipsis en Neóbula, la madre de Marco Lemurio asesinada años atrás. Muchos de los pasos que Marco da en esta novela se mueven en dirección a conocer más sobre ella. Necesita saber quién era realmente y cuánto de ella hay en él. También la figura de su padre está ahí, en el horizonte, pero Neóbula es un misterio y, aunque irá conociendo algunos detalles, quedan muchas cortinas por descorrer. 

Estamos una época de enorme crisis social, muy bien explicada en conversaciones o reflexiones de los personajes, con el hambre recorriendo hogares y calles. El mundo de la política se refleja en la novela como ajeno por completo a las necesidades de los habitantes de Roma. En cierto modo es un espejo en el que podría mirarse la política actual. Los políticos del momento habían perdido el control de las calles y no les importaba lanzar a unos ciudadanos contra otros. Luís Manuel siente una gran pasión, y así lo manifiesta siempre, por la Roma de la República, la que se desarrolló antes de Augusto porque "es dónde están todas sus esencias" como ciudad y como imperio. 

La sangre de Baco es una novela entretenidísima, con misterio, Historia, hechos y lugares tenebrosos, personajes ficticios y reales (ese Cicerón, de quien me tocó traducir sus Catilinarias al completo en COU...), intrigas políticas, tensión y mucha vida en las calles de la Subura. Merece la pena perderse en ellas y acompañar a Marco Lemurio, os aseguro emociones fuertes.