martes, 23 de mayo de 2017

EL COLOR DEL SILENCIO de Elia Barceló

De vez en cuando abandono mi natural querencia por la novela negra y policiaca para perderme en libros que me llegan de un modo especial. El color del silencio ha sido uno de ellos, no sólo porque todo lo que encierra es apasionante, creíble y actual incluso en los capítulos dedicados a los años previos a la Guerra Civil, sino porque el modo en que Elia Barceló nos lo narra es cautivador. Sabe envolvernos en una historia que hacemos nuestra con un lenguaje tan hermoso como preciso, muy sensorial, casi siendo capaz de transmitirnos los olores y la luz, de hacernos viajar desde nuestro sillón. Nunca había leído nada de esta autora y me alegra haber comenzado con esta novela. Leerla ha sido arroparme con sus palabras y sentir que yo también caminaba junto a los protagonistas. Y eso es impagable.

LA AUTORA: ELIA BARCELÓ


Nacida en Elda, Alicante, es profesora de Literatura Hispánica en la Universidad de Innsbruck, en Austria. Ha publicado novelas como El secreto del orfebre, que fue son la que saltó a la fama de manera internacional, El vuelo del hipogrifo y Las largas sombras. También es autora de La inquietante familiaridad, una tesis sobre los arquetipos del terror en los relatos de Julio Cortázar. Más conocida casi fuera de España que aquí, ha sido traducida a casi veinte idiomas y cuenta con un importante reconocimiento de crítica y público. Se la considera una de las autoras españolas más internacionales de la narrativa actual.


SOMBRAS EN UN CUADRO


Helena Guerrero, la famosa pintora reconocida internacionalmente, regresa a España desde Australia, su lugar de residencia, para acudir a la boda de su nieta. La relación con su hijo y su familia en general no es ni fluida ni amable, pero ha decidido no faltar al evento. Antes de su viaje a Madrid, Helena se ha sometido a un "constelación familiar", una terapia psicológica en la que ha tratado de enfrentarse a los miedos y culpas que lleva guardados desde hace años. Y es que en 1969 su hermana Alicia fue asesinada en Marruecos, cerca de la casa familiar que los Guerrero poseían allí, La Mora, hecho que la marcó profundamente al igual que a sus padres. Una vez en Madrid, la hermana de su madre pone en sus manos una caja llena de documentos y fotografías guardadas desde hace tiempo. Quizá en esa caja y en los recuerdos pueda haber respuestas a la muerte de Alicia y a muchas de las preguntas que Helena lleva como llagas en el alma. Y quizá también sea momento de volver a La Mora y enfrentarse a los fantasmas del pasado, esos que aparecen como una constante en forma de sombra sin forma en todos los cuadros de Helena.

AYER SOÑÉ CON LA MORA


Supongo que era inevitable, pero al leer esta primera frase de El color del silencio, recordé Rebeca, la inmortal novela de Daphne Du Maurier. "Anoche soñé que volvía a Manderley", decía al comenzar. Y, aunque parezca una temeridad por mi parte, creo que hay mucho de Rebeca en esta novela, salvando las enormes diferencias de época, estilo y argumento. Las dos protagonistas han de enfrentarse a sombras del pasado que marcan su vida. Al recuerdo de una muerte que nunca se resolvió y que es un peso que les lastra y no les permite la felicidad. Sin embargo, a diferencia de en Rebeca, en El color del silencio Helena Guerrero arrastra la pena inmensa por la pérdida de su hermana y su propio sentimiento de culpa por lo ocurrido. Alicia no es una sombra amenazante, como Rebeca. Fue su hermana, su confidente, su apoyo constante y no saber quién la mató ni por qué le duele a pesar del tiempo transcurrido hasta hoy.


La novela va a ir adelante y atrás en el tiempo, intercalando capítulos cortos en los que se describe alguna foto o documento de la caja que Helena ha recibido de su tía. Pero en ningún momento es complicada de seguir. Viajaremos a los años previos a la Guerra Civil, cuando los padres de Helena se conocen y se casan. Su llegada a Marruecos, al estar Goyo Guerrero, padre de Helena, bien relacionado para llevar a cabo allí sus negocios; la rehabilitación de la antigua finca para convertirla en La Mora y hacerla su hogar. La llegada de los hijos, sus alegrías y sus penas. 

En el presente descubrimos a una Helena que no es un personaje fácil. No resulta simpática, es complicado empatizar con ella. Dura, de férreas convicciones, capaz de responder a cualquiera de un modo cortante y desagradable. Iremos sabiendo cómo rompió con todo y se alejó de los suyos sin explicaciones, sin dar señales de vida. Que se casó y tuvo un hijo, pero que con él tampoco se sintió madre ni atada y acabó viéndole sólo algunas semanas al año. Que hizo de su vida lo que le dio la gana. Es cierto que resulta en cierto modo envidiable esa capacidad de tomar las riendas de su vida y hacer de ella lo que se le ha antojado. Pero no lo es su escasa capacidad para el afecto, lo poco que le importa lo que le pase a los demás, ni el daño que pueden causar sus decisiones. A lo largo de la novela iremos entendiendo muchas cosas de Helena, que se ha abierto camino como pintora en un mundo dominado por los hombres. Lo que vamos descubriendo nos va a permitir comprenderla mejor. 

La prosa de Elia es brillante, intensa. Tanto en el pasado como en el presente mantiene un contante interés en el lector. Las preguntas sin respuesta de Helena se convierten también en las nuestras: queremos encontrar los porqués. Helena es hija de Goyo y de Blanca y conocer su historia también nos abrirá el paisaje familiar ante nuestros ojos. Elia ha creado unos personajes sólidos, creíbles, llenos de matices que los humanizan. Sus vivencias, sus años felices, sus penas y sus tristezas les van convirtiendo en lo que llegaron a ser. Pero Helena es también la pareja de Carlos, un hombre que nos cautiva con su talante paciente y cariñoso, por ser la parte luminosa de las sombras de ella. También es la abuela de Almudena con la que, hasta para su sorpresa, empieza a tener una relación intensa y cómplice. Incluso es la madre de Álvaro, con el que jamás se ha comportado como tal pero que este regreso a Madrid puede servir para limar esquinas entre ambos.


No sólo El color del silencio es la historia de una familia y sus rincones oscuros, también toca episodios muy poco claros que aun siguen sin cerrarse. Las piezas del puzzle respecto a lo que no sabe de su familia y a lo sucedido con Alicia se nos van mostrando poco a poco, al ritmo que Helena, Carlos, Almudena y Chavi, su ya casi marido, van investigando y sacando cosas a la luz. Los recuerdos de Helena, a veces tamizados por el tiempo y por su propia percepción, las partes de narrador omnisciente en que se nos cuenta la vida de sus padres, los documentos que van saliendo a la luz, las cartas, los mails de Jean Paul, el que fue marido de Alicia y ahora agoniza en un hospital madrileño, el viaje a La Mora para tratar de cerrar círculos... todo ello nos va a llevar a entender que lo sucedido no es lo que parece.

Todos los personajes esconden partes ocultas, eso es lo que los hace tan reales. Los cambios de época en la narración son fluidos, en nada complican la lectura. Nos permiten, además, repasar episodios de la historia de España que aun sangran y para conocer otros sin perder el interés ni por un momento. Las descripciones son intensas, sobre todo las referidas a Marruecos, a Rabat y a la finca de La Mora, que es una suerte de paraíso que se llenó de vida gracias a los Guerrero pero que también albergó sus peores días. Quizá por eso la casa y sus jardines se convierten en un personaje más. Volver a La Mora tantos años después supone para Helena una catarsis y también una redención.

El color del silencio es la historia de una familia, pero también está llena de nuestra historia del siglo XX, con sus luces pero sobre todo con todas sus sombras. Una novela intensa, apasionante, completa, de las que cierras con pena por que acabe pero también con la alegría de que todo está completo, que no hay nada que te haya quedado pendiente. Creo que puede ser una de las novelas de este año, sin duda. Absolutamente redonda y totalmente recomendable.


lunes, 15 de mayo de 2017

ENCUENTRO CON ELIA BARCELÓ Y "EL COLOR DEL SILENCIO"

El pasado lunes 8 de mayo la Editorial Roca y Pepa de Qué locura de libros nos convocaron a los miembros del Club de Lectura a un encuentro con Elia Barceló en el Hotel Villa Real de Madrid. El lanzamiento de la nueva novela de Elia, El color del silencio, fue la excusa perfecta para una conversación relajada y apasionante en la que pudimos conocer detalles de la novela y del modo de escribir y crear historias de la autora. Elia Barceló tiene ya un gran bagaje literario, con varias novelas escritas, además de ensayos y cuentos. También obtuvo el Premio EDEBÉ de literatura juvenil en 1997. 

Por feliz casualidad, cuando llegamos al hotel, Elia estaba con Fernando Aramburu, el autor de Patria, que nos saludó uno por uno con su mejor sonrisa y se mostró encantado de posar en la foto de grupo, como podéis ver aquí. 


El color del silencio es una novela que cautiva de forma irremediable, escrita con elegancia y dosificando la tensión hasta la última página. Una historia familiar marcada por la trágica muerte de la hija mayor, Alicia, en Marruecos en 1969, muerte que su hermana, Helena Guerrero, jamás ha superado y por la que se sigue sintiendo culpable. Helena es un personaje potente, una mujer de 68 años de fuerte e indomable carácter, que ha conseguido convertirse en una de las pintoras más importantes de la actualidad. Pero la familia de Helena oculta también otros misterios además del crimen de Alicia, secretos que Helena, ahora que ha vuelto a Madrid a la boda de su nieta, puede tener la posibilidad de descubrir.

La conversación, como no podía ser de otra manera, comenzó centrándose en el personaje de Helena. Elia nos confesó que sabía que era alguien que no iba a caer bien. Es dura, directa, cruel a veces en lo que dice a los demás. Además prefirió alejarse de todo, incluso de su propio hijo, para vivir su vida sin ataduras y sin rendir cuentas a nadie. A medida que avanza la novela iremoa sabiendo los motivos que han empujado a Helena a ser como es, pero no resulta una protagonista amable ni una mujer convencional. Además se mueve en un mundo eminentemente de hombres (las pintoras son bastante niguneadas aunque tengan un talento descomunal) y en ese mundo Helena quiere reivindicar su valía y su obra. Y lo hace contra viento y marea. Le preguntamos a Elia si se había inspirado en alguien conocido para ella y nos aseguró que no, aunque sí tenía rasgos de varias mujeres a las que había conocido. Helena es quien es también por ser hija de quien es, de Blanca y de Goyo, unos padres de armas tomar. Su madre era muy moderna para la época y eso también la marcó.


Comentamos que uno de los escenarios más fascinantes de la novela era la finca de La Mora, la casa familiar en Marruecos, con sus jardines y su ambiente exótico y cálido. Un lugar que albergó los mejores momentos de la familia Guerrero pero también la llegada de la noticia del asesinato de Alicia mientras iba a recoger unas telas. La Mora pasa a ser un personaje más de la novela, por todo lo que significa para los protagonistas incluso con el paso de los años.

Al ser una novela tan intensa, con saltos constantes al pasado y al presente, le preguntamos a Elia por el modo en que plantea la escritura. Nos dijo que jamás usa una escaleta, ni esquemas previos, ni eso que hacen algunos autores de saber qué se va a escribir en cada capítulo y hasta con qué palabras. Considera que eso es trabajo y ella no concibe la escritura como tal. Sí que le da muchas vueltas al argumento durante un tiempo: imagina, "ve" lugares, escenas, resoluciones, pero lo hace mientras está inmersa en otras tareas cotidianas. Lo que sí tiene que tener claro es dónde empieza la historia y a dónde quiere llegar. A partir de ese momento sí que va imaginando escenas sueltas que le sirven como piedras para cruzar un río: los huecos de en medio están vacíos y esos son los que va rellenando cuando se sienta a escribir. Incluso puede despertar de madrugada con una idea muy clara en la cabeza, pero le da rabia que al encender la luz parece que se diluya. "Ojalá pudiese escribir a oscuras", nos confesó.

Al principio de la novela, Helena Guerrero se somete a una especie de terapia de grupo llamada Constelación. A todos nos había llamado la atención esta práctica, en la que uno de los miembros cuenta un episodio de su vida y otros hacen una "representación" de familia o amigos que estuviesen en esa situación, interpretando sus papeles. Pero sin saber nada sobre ellos. Elia nos contó que es una práctica muy extendida en Alemania y Austria entre gente de mediana edad y que tiene muchos parecidos con el psicodrama. Nadie sabe exactamente cómo funciona, pero parece ser que da resultados. En las Constelaciones pasan cosas raras pero que ayudan a las personas que están en ellas. A Elia le habló de ellas una amiga psicoterapeuta. También su propio marido, en un curso que realizó de mediación de conflictos, las descubrió y llegó a participar en alguna con resultados sorprendentes. 


Respecto al contenido de la novela, hablamos de que es una historia que alberga mucho dolor y sufrimiento, pero realmente ¿qué familia o qué persona no los arrastran también de diferentes maneras?. Lo único cierto es que cuando de verdad aprendemos, nos morimos porque cuanto más sabes , menos tiempo te queda y tus experiencias son algo que no se hereda, no se las podemos traspasar a nadie. Elia nos aseguró que a ella la literatura le ayuda a aprender "de segunda mano", para seguir acumulando experiencias. 

En El color del silencio, como exponía antes, hay constantes saltos del pasado al tiempo actual y viceversa, pero la línea argumental se sigue sin dificultad. Coincidimos todos en que ir de un tiempo a otro no supone ningún problema porque, además, están perfectamente diferenciados. La novela toca también el sangrante tema de los niños robados, una práctica habitual durante el franquismo y que, aunque sale de cuando en cuando cada cierto tiempo, al cabo de pocas semanas vuelve a acallarse. A Elia siempre le interesó el tema de las desapariciones, no sólo aquí en España sino en otros países del mundo. Recordó cómo el poeta argentino Juan Gelman le habló de su hijo y su nuera, desaparecidos durante la dictadura argentina. Ella estaba embarazada. Gelman supo que había dado a luz una niña pero nada de lo que pasó con ella, por eso de embarcó en una cruzada personal para encontrarla. 

Posteriormente tuvo muchos datos de lo que había sucedido en España con los hijos de los "rojos", dados en adopción a familias afectas al régimen. Incluso nos contó los experimentos que un reputado psiquiatra de la época, entregando a hijos de "rebeldes" o republicanos a familias de "probada rectitud" para comprobar si primaba más la genética o la educación dada por los nuevos progenitores

Elia nos aseguró que escribir El color del silencio le había hecho sufrir mucho, porque ella siempre quiere sentir lo que sienten los protagonistas. Además siempre ha pensado que lo que escribe le tiene que gustar a alguien más que a ella. Sus historias vienen siempre de la vida misma y la vida no tiene género, no es masculina ni femenina. Simplemente es. También nos hizo partícipes de que su novela favorita es El Mago de John Fawles, una novela gótica que mezcla el thriller, una historia iniciática, conceptos filosóficos y toques eróticos. Es una búsqueda de la autenticidad individual que nos recomendó a todos. 

Hubo tiempo después para que nos firmase los ejemplares y para las fotografías de rigor. Elia nos emplazó para la próxima Feria del Libro de Madrid, en la que estará, para volver a encontrarnos. 

Hemos decubierto no sólo a una escritora con mucho que contar y con un concepto de la literatura y el arte de escribir fascinantes, sino una mujer cercana, cálida y llena de matices que sabe trasladar a quienes la escuchamos o la leemos. Desde aquí sólo puedo recomendaros que os dejéis atrapar por El color del silencio, una novela maravillosa y en la que los silencios de años acabarán por romperse para recuperar los colores de la vida plena.

Gracias a Pepa y a la Editorial Roca por esta estupenda tarde.

lunes, 8 de mayo de 2017

ENCUENTRO CON JAVIER ALONSO GARCÍA POZUELO, AUTOR DE "LA CAJITA DE RAPÉ"

El pasado 28 de abril, en nuestro lugar de encuentro habitual, el Café de Oriente, el club de lectura contó con la presencia de Javier Alonso García Pozuelo. Javier acaba de publicar su primer libro con la editorial Maeva, La cajita de rapé, una novela policiaca ambientada en el Madrid de 1861 y protagonizada por el inspector Benítez. Antes del encuentro ya habíamos hablado entre nosotros del fantástico trabajo que ha hecho Javier en la recreación del Madrid de la época no sólo en cuanto a lugares, calles o edificios sino también la gastronomía, la vestimenta de los personajes y hasta los olores. 


Javier llegó puntual a la cita con un fantástico buen humor y ganas de participar, lo que convirtió el encuentro en una tarde en la que las risas y la complicidad estuvieron muy presentes. Traía consigo, además de su libro, un ejemplar de Los generales de Isabel II de José Luis Comellas, que contiene las biografías de Narváez, Espartero, O'Donell y Serrano y que fueron fundamentales en el reinado de Isabel. Particularmente, y lo confieso sin rubor, me quedé fascinada con el libro (que además cuenta con una edición muy cuidada) lo que provocó que Javier, con mucha guasa me dijese que me gustaba más éste que el suyo. 

Después de ponernos al día en cuanto a lecturas comunes, gustos, anécdotas y pedir una primera ronda, le preguntamos a Javier cómo surgió la idea de esta novela. Nos confesó que después de haber estudiado para médico y de trabajar varios años como profesor en una escuela que preparaba a estudiantes de medicina para sus exámenes, descubrió que todo eso no era lo suyo. Y respecto al tema, lo eligió porque el siglo XIX le gusta especialmente, aunque lo fue descubriendo poco a poco. Su interés por la historia se despertó en el pueblo de La Solana en el que escuchó muchas historias de la Guerra Civil pero sin ningún rencor, simplemente como experiencias vividas y eso le impactó sobremanera. A partir de ese momento empezó a leer libros de historia: primero de la Gran Guerra y después de la Guerra de la Independencia, que le fascinó especialmente. Ese fue el punto de partida.

Respecto al protagonista, el inspector Benítez, le preguntamos si estaba basado en alguien que conocía. Nos contó que sus padres vivían en San Blas, un barrio periférico de Madrid, pero mientras estudió la carrera vivió con sus abuelos. En el mismo edificio vivía su tío Gabriel con el que tiene una gran relación y en él se basó un poco para el personaje. La acción de la novela se centra sobre todo en el barrio de La Latina (cercano a la Plaza Mayor y el actual Rastro) que en la época de la novela tenía bastante importancia. Famosos eran sus edificios galdosianos, las tabernas, los cafés... Además le daba bastante juego, nos aclaró, porque en esa zona  podía describir también las casas de viviendas de la zona más al sur de Madrid: las famosas corralas con un patio central y baño común. El contraste de los dos tipos de vida en el mismo barrio le pareció muy interesante.

Javier explicó que ha intentado ser muy fiel a la época y a la vida cotidiana de ese momento, incluyendo la prensa, lo que se comía, los menús... lo que más le importaba era transmitir verosimilitud aunque luego haya licencias literarias pero que no afectan en absoluto a la veracidad de los datos. De ahí el detallado trabajo de campo y de documentación. Aclaró que a veces no es necesario patearse las calles y los escenarios para hacerse una idea, pero sí es imprescindible conocerlos con detalle para no caer en errores. Hay un momento en la novela en que el inspector Benítez camina hacia comisaría con otro de los personajes y se habla hasta de la inclinación de la calle. Él sí se visitó con detalle La Latina (barrio que debe su nombre a Beatriz Galindo, apodada "la Latina" por sus conocimientos de esta lengua y en otros muchos campos, y que contó con la confianza de Isabel la Católica nombrándola preceptora de sus hijos) adentrándose además en portales y casas que aun se conservan de la época. La ubicación de dónde se comete el robo existe al igual que el lugar en que se hallaba la comisaría, en la calle Atocha. 

Al principio tenía cierta inseguridad y se obsesionó porque cada lugar del que hablaba hubiese existido realmente. La tienda de huevos que se menciona al principio de la novela estaba realmente en esa calle en la que, según documentos de la época, también había una trapería y un prostíbulo. Hoy día ya no están por eso hay que hacer un buen trabajo de imaginación.


El trabajo para escribir la novela le llevó unos cuatro años. Algo más de uno se lo llevó la tarea de documentación y, tras acabar ésta, eligió el barrio. La Latina le tiraba mucho por la mezcla de ambientes que existía en esa segunda mitad del siglo XIX. Ha intentado cuidar incluso la manera de hablar de las diferentes clases sociales y también de algunas regiones y eso sí que le llevó tiempo. En cuanto a las licencias, se las permite en la narración pero no los anacronismos porque, como decía antes, la verosimilitud es lo que prima en toda la novela.

En cuanto a la elección de Maeva como editorial, nos explicó que ésta hace poco que se ha lanzado a publicar a autores nacionales y están intentando abrirse a ese mercado. Con su novela han hecho una excepción adelantando la publicación para que se produjese antes de la Feria del Libro de Madrid. Además está muy agradecido porque le aceptaron la novela tal cual, sin apenas cambiar nada. Javier aseguró que él si que cambió cosas porque el primer manuscrito tenía casi 600 páginas y el crimen del principio (esto no es spoiler, está en las primera páginas) sucedía pasadas las cien primeras. El sufrir el rechazo de una gran editorial, muy fundamentado, le abrió los ojos a reducir el número de páginas y colocar el crimen al principio para mantener el interés desde ese momento.

Respecto al título, La cajita de rapé, está basado en un objeto que sale en la novela y que él colocó como un "Macguffin" (un elemento que hace que los personajes avancen en la trama pero que no tiene relevancia en si mismo, es una excusa argumental) que los protagonistas van siguiendo pero que no tiene importancia. Es un símbolo: aparece tarde en la novela y como símbolo de algo terrible. 

La cajita de rapé es una novela escrita en presente, algo realmente poco habitual, y lo hizo porque cree que así se mantiene la tensión con más intensidad. Fue un reto personal porque buscaba la inmediatez en los sucesos que narraba y seguir a los protagonistas al mismo ritmo que ellos avanzaban. Se forzó a escribirlo como alguien que estaba viviendo en la época. 

La conversación en todo momento fluyó con naturalidad y con muchos momentos divertidos, porque Javier es muy cercano y con un arrollador sentido del humor. Al finalizar tuvimos firmas y fotos y la promesa de volvernos a encontrar pronto en la Feria o en otros encuentros. Será un auténtico placer.

Gracias a Javier, a Pepa Muñoz de Qué locura de Libros por organizarlo y a la Editorial Maeva