viernes, 2 de diciembre de 2016

VIAJE EL CENTRO DE MIS MUJERES de Alicia Domínguez

A veces llegas a un libro en un momento muy concreto de tu vida y, en cada página, vas tropezando con pedazos que parecen ser de ti misma. No siempre es una experiencia gozosa pero sí suele ser reveladora, aunque te deje llaguitas de esas que escuecen al tacto. Y eso es lo que me ha pasado con Viaje al centro de mis mujeres, un libro al que llegué sin tener muy claro qué me iba a encontrar en su interior. Además, aunque había reseñas sobre él, alguna de amigos con buen criterio, preferí no leer ninguna, como suelo hacer habitualmente. No quiero que me influyan ni que puedan colorearme de forma diferente la obra de la que voy a disfrutar. A medida que iba leyendo me sorprendía porque de una historia con un punto de partida aparentemente sencillo, surge una suerte de "road movie" literaria que nos lleva no sólo por los paisajes postugueses, sino por las vidas de sus dos protagonistas. Y decidí viajar con Lola y con Sara hasta el final. 

LA AUTORA: ALICIA DOMÍNGUEZ


Gaditana, aunque nacida en Madrid, es Doctora en Historia por la Universidad de Cádiz y Máster en Gestión y Resolución de Conflictos por la Universidad Abierta de Cataluña. Su línea de
investigación histórica versó sobre el análisis de la violencia social y política del franquismo. Fruto de ella son sus trabajos La represión franquista de la guerra y la postguerra en Cádiz 1936-1945, La causa 259/45: un ejemplo de represión en la posguerra en el Campo de Gibraltar y La superación de la guerra civil española, una aproximación desde la perspectiva de la conflictología.

Es autora de El verano que trajo un largo invierno, editada por Quorum Editores en 2005 y Viaje al centro de mis mujeres, editada por Círculo Rojo en 2015. También es coautora de Las puertas de la memoria y de dos libros colectivos: 102 razones para recordar a Salvochea y 65 Salvocheas.

RUMBO A LA MENUÍTA


Lola, que atraviesa un triste momento personal tras la ruptura con su pareja, se ve de pronto sacudida por la noticia de que un hombre se ha suicidado el mismo día que iban a desahuciarle de su vivienda. Un desahucio que ella, como responsable de la entidad financiera para la que trabaja, ordenó. En ese momento toda su vida parece derrumbarse, cae en una crisis profunda y decide tomarse unos días de vacaciones que, en principio, sólo dedica a dormir y a lamerse sus heridas escondida en casa. Haciendo un esfuerzo de voluntad y con la cercanía de las fechas navideñas, decide hacer un viaje a la aventura a Portugal al que, en última instancia, se unirá su prima Sara. Sara, fotógrafa y algo más joven que Lola, se ha presentado en su casa de forma intempestiva después de haber discutido con su abuela a causa de su activismo en el movimiento 15M y por estar encausada por la ocupación de una casa en Cádiz. 

Las dos parten en coche sin prisa y sin planes previos, aunque con la idea de llegar a Lisboa. El viaje servirá para que ellas retomen una relación que se había fracturado en los últimos tiempos, para que se sinceren, para que hablen. Pero también para poner en orden sus fantasmas personales y familiares, lastradas como están por la mala relación de ambas con sus respectivas madres. En su familia las mujeres son las importantes pero, de una manera u otra, nunca han alcanzado la felicidad.

En su periplo irán topándose con personajes curiosos llenos de historias, con parejas unidas incluso a su pesar, con un hombre capaz de hacer brotar flores en el desierto que es ahora el alma de Lola. Cada uno dejará su impronta en ellas y en los que viajamos a su lado. Hasta que lleguen a un hostal regentado por Amelia y allí entiendan por qué entre sus paredes realmente "se calma el dolor".

ARROZ CON LECHE COCIÉNDOSE A FUEGO LENTO


Es sencillo ponerse en la piel de Lola porque es ella la que, en primera persona, nos va narrando cada paso que da. Sola o acompañada. La que nos sumerge en sus sentimientos, en su desgarro, en sus deseos, en sus decepciones. Pero también en sus recuerdos más amables, en la historia de su familia, en esas mujeres de las que lleva sangre y piel pero con las que nunca termina de encajar, como si hubiese demasiados cabos cueltos. Su relación con Ernesto, que hace poco que ha terminado, aunque con un principio apasionado y prometedor, acabó siendo gris, tensa, con una ex omnipresente y zancadillas constantes. Incluso hubo decisiones unilaterales por parte de él que minaron aun más la confianza. Ernesto va a estar presente también en ese viaje pero sólo como voz o mensajes al otro lado de la línea de teléfono. Y, en muchas ocasiones, Lola se negará a responder porque sabe que sólo servirá para echar sal en la herida.

La única aparición de un narrador en tercera persona es en las tres primera páginas, con un anciano cuya memoria es sólo un páramo azotado por una tormenta de olvido. Ese anciano tomará importancia casi al final de la novela y sobre eso no voy a desvelar nada, merece la pena que lo descubráis vosotros. Pero sí puedo contaros que la suya es una historia de amor que trasciende el tiempo, a pesar de no haber sido correspondido con plenitud, y los pocos recuerdos que aun regresan a su mente son para la mujer a la que amó.

A medida que el viaje de Sara y Lola avanza, contemplamos los paisajes portugueses, las ciudades y los hoteles, pero también escuchamos los pensamientos de Lola, contados con intensidad y las conversaciones con Sara. Si bien al principio la comunicación entre ellas va más a trompicones, debido a su poca relación en los últimos tiempos, y parecen sentirse extrañas, a medida que pasen los días se van haciendo hueco los recuerdos y las conversaciones. El viaje a Portugal es para las dos una profunda catarsis personal que les va a ayudar a enfrentarse a las vidas que han dejado aparcadas hasta su vuelta. Y también a su propias "mochilas", cargadas por su historia familiar, por la constante presencia de sus madres y su abuela a las que quieren y no. A las que admiran y no. A las que pueden alcanzar a entender y no. Sin embargo cada día que pasan juntas les acerca más a ellas sin que sean conscientes de ello.

Todos aquellos con quienes se van cruzando dejan en ellas y en quienes leemos un poso diferente. Unos servirán para mostrarnos historias y recuerdos. Otros para mostrarnos que el amor y la pareja, aunque parezcan plenos y completos, no son anuncios de unos grandes almacenes y tienen sus rincones oscuros. Si hay un pero en todo el magnífico desarrollo de la novela que pudiera ponerle es el intento de Javier, uno de los miembros de la pareja homosexual con la que traban una amistosa relación, de llegar a algo más con Lola. Es meramente personal, como todo lo que interpreto al leer, pero me pareció una situación forzada, quizá en un intento de mostrarnos a una Lola muy atractiva, capaz aun de levantar pasiones. Algo que después, con Mauricio, será una realidad. Las expliaciones de Javier no me llenaron y más con la historia vital que comparte con Neal. Pero ya os digo que esto es completamente subjetivo.


Las charlas y confidencias entre Lola y Sara van profundizando en sus vidas y en las vidas de su familia. Los hombres que pasaron o estuvieron en ella se han convertido casi en entelequias y, aunque cargados de amor, buenas intenciones o valentía, se despidieron de la vida quizá demasiado pronto. Sus mujeres quedaron en pie, prestas a hacer frente a lo que viniera. Duras en apariencia pero fágiles como el cristal. Y el cristal se rompió en más de una ocasión haciendo que sus aristas cortantes dañasen a quienes las rodeaban, como Lola y Sara. Lola porque su madre era un espíritu libre que podía pasarse meses sin volver a casa y a la que su hija apenas le importaba, aunque la quería a su modo. Esa ausencia es aun un agujero maloliente en el corazón de Lola. Para Sara, el victimismo de su madre, siempre enferma de forma real o imaginaria, y la rigidez de su abuela la han convertido en más rebelde de lo que ya es por naturaleza. Ambas sufrieron las ausencias paternas, que han conservado idealizadas y envueltas en algodones de recuerdos amables.

Qué fácil resulta entenederlas cuando hablan sobre su familia. Sobre todo porque es muy fácil también encontrar zonas de fricción entre sus recuerdos y los nuestros. Creo que cada uno de nosotros puede verse reflejado en alguna de las situaciones que en la novela se viven o reviven. Incluso sacarnos una lágrma de reconocimiento o de autocompasión. Si para Lola y Sara el viaje es una catarsis personal, leer Viaje al centro de mis mujeres puede serlo también para quienes nos perdemos en sus páginas. Lola y Sara coinciden en estar solas cuando emprenden el viaje. Las dos han padecido la enfermedad de sus madres y el desamor ha cuajado en ellas, si bien Sara parece haberse zafado mejor de sus consecuencias.

Los diálogos son naturales, nada forzados, como los que cualquiera de nosotros mantendríamos con una hermana o una prima. Bien construidos, sin resultar nunca artificiales ni buscando el efecto de cartón piedra teatral, hacen más por la creación de los personajes que la descripción que de ellos hace Alicia a lo largo de la novela, que es más bien somera y a trazos gruesos, como para darnos ocasión de que imaginemos nosotros. Sí detecté, y es algo que ya he comentado con la propia Alicia, alguna palabra de corte escatológico colocada donde no debería estar. Si se nos cuenta, con cierta delectación, una escena en la que prima el placer y todo parece acogedor y privado decir a continuación "necesidad imperiosa de mear" es un anticlimax que, además, me hizo torcer el gesto. No es la única ocasión en que sucede, pero Alicia ya me ha confirmado que en la próxima edición estos detalles van a quedar subsanados y mejorados.

Lola y Sara saben que el viaje tendrá un final. Saben que volverán a sus vidas, a enfrentarse a lo que han dejado atrás sólo temporalmente, pero los días de viaje juntas y lo mucho que han compartido, les otorgan una fuerza suplementaria para encararse con lo que sea. Han abierto un paréntesis en su rutina, en sus dolores, en sus círculos mentales para limitarse a vivir y disfrutar. Eso les da un bagaje de fortaleza y de autoconocimiento del que antes de partir carecían. Y todo rodará hacia un final de los que no esperamos pero que, al cerrar el libro, sabemos que es el que tenía que ser. Por eso Viaje al centro de mis mujeres nos deja con una sonrisa. En muchas páginas la sonrisa habrá sido amarga; en otras nos habrá llegado un pellizco doloroso al corazón. Pero el viaje con Lola y Sara habrá merecido la pena. 

Estoy segura de que dentro de unos meses volveré a leer esta novela. O al menos partes de ella. Porque es de las que llegan dentro, de las que cuentan cosas que pueden ser las de cualquiera. Que, a veces, hace que nos reconozcamos en alguno de sus párrafos como si nos estuviésemos mirando en un espejo. Como decía antes, puede que no sea agradable o que duela, pero al pensarlo después resulta extrañamente satisfactorio y se queda con nosotros. Este es sin duda el gran mérito de la novela.

Gracias, Alicia, por descubrírmelo.


4 comentarios:

  1. Sencillamente, es así, Yolanda. Justo lo que comentas es lo que quería transmitir. Me emociona pensar que, de alguna forma, lo he conseguido. Te agradezco en el alma que te hayas llevado pegadas a la piel a mi Lola y mi Sara y que el Hostal 'La Menuíta' también haya sido para ti un lugar donde se calma el dolor. ¡Ah! Y lo de mear, ya está borrado, jajaja. Un abrazo y mil gracias. Siempre.

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  2. Paso de puntillas porque lo estoy leyendo y reflejas en tu inicio lo mismo que yo sentí. En cuanto termine vengo a comentar
    Besos

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  3. Tiene una pinta estupenda. Me lo anoto. Un beso ,)

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  4. Lo de subsanar esa salida tan chirriosa ha estado muy bien, a mi también me hubiera dejado a cuadros. Preciosa y elegante reseña, me ha encantado leerte. Besos

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