Lo cierto es que en los últimos años el Premio Wilkie Collins de Novela Negra me está trayendo muchas alegrías. En general las obras ganadoras son un soplo de aire fresco en el género, arriesgan, se salen de los cánones habituales. Ya hace dos años quedé completamente impactada con Ya no quedan junglas adonde regresar, de Carlos Augusto Casas, una historia oscura, dura, sin concesiones, con un plantel de personajes entre los que ninguno destacaba, precisamente, por su bondad y que fue una de mis mejores lecturas del año. Hoy día la sigo recomendando y más después de saber que Netflix ya tiene los derechos para llevarla a la pantalla.
Este año el ganador ha sido Enrique Pérez Balsa, con una novela de título sorprendente y contenido más sorprendente aún, El edén de la manitas de cerdo, con la que reconozco que he disfrutado una barbaridad. No solo por la originalidad del planteamiento y de la historia, sino por algunos episodios que me han hecho, literalmente, llorar de risa. Y seguramente la pregunta sea si caben esas carcajadas en una novela negra: la respuesta es que sí, sin duda, porque no están forzadas ni son un intento de hacer la trama más ligera para ganarse al lector y porque la risa, al fin y al cabo, forma parte también de nuestra realidad.
ELEGÍ UN MAL DÍA PARA CAMBIAR DE VIDA...
Luis lleva una vida anodina y absolutamente gris. Divorciado, con una relación tensa con su ex mujer, dos hijos adolescentes, con un sueldo del que la mitad se le va en pensiones y harto de todo y de todos. En su trabajo tampoco las cosas van mejor, porque su jefe parece experto en ponérselo todo muy difícil. Aún puede contar con sus padres, que siempre están para lo que necesite, pero el resto de su mundo es un completo desastre. El tema del dinero es el que más le escuece porque sabe que no puede comprar a sus hijos lo que le piden ni permitirse ninguna "alegría" a nivel personal. Sigue comiendo más o menos bien porque su madre le surte de tápers pero hay poco más de lo que pueda sentirse feliz.
Sin esperarlo, una puerta parece abrirse: el contable de su empresa, en la comida de Navidad, le habla de la posibilidad de un negocio seguro y muy lucrativo que, además, le pondrá al día en sus apolillados asuntos sexuales: inscribirse en una web de citas como "acompañante" de mujeres que lo solicitan. A pesar de las comisiones que debe pagar de lo que cobre y de saber más bien poco acerca de lo que se va a encontrar, Luis ni se lo piensa. Dinero y sexo fácil. Un chollo. Pero no todo iba a ser tan sencillo, claro. Las mujeres que solicitan sus servicios no son las sumisas muñecas que aparecen en las películas porno: exigen, saben lo que quieren, reclaman, sin complejos, que su dinero sirva para cumplir lo que desean, sea lo que sea y Luis se ve enmedio de un mundo en el que no sabe que esperar. Un mundo en el que hay proxenetas violentos y una peligrosa red delictiva que le van a exigir los pagos debidos y no precisamente de forma amable. Por si fuera poco, un crimen inesperado pone a Luis en el punto de mira de la policía y todo comienza a torcerse y a volverse muy turbio.
Narrado en todo momento en primera persona por Luis con un lenguaje sencillo, coloquial, a veces coloquial y vulgar sin llegar a ser chabacano, El edén de las manitas de cerdo consigue algo fundamental en una lectura: agarrarte con fuerza desde la primera página. Es fácil empatizar con el protagonista: un antihéroe absoluto rendido ante las circunstancias de su vida y que pocas veces se atreve a decir lo que piensa de verdad, aunque dentro de su cabeza tenga respuestas para todo:
Un tipo gris, sin demasiadas ilusiones, que de repente cree que se le abren las puertas del paraíso, que va a tener sexo a destajo y que, encima, le van a pagar por ello. Que podrá comprar el ordenador y el móvil que le piden sus hijos. Que va a ser un triunfador. Hasta que la cruda realidad se impone y las sucesivas citas que va teniendo son cualquier cosa menos noches de gozo de macho dominante. Y que, para colmo, las comisiones que debe abonar a la organización en la que ha entrado le son exigidas con métodos muy poco cordiales. El miedo se va imponiendo y más cuando se ve involucrado en un crimen del que no puede dar muchas explicaciones.
Como os decía arriba, hay pasajes realmente hilarantes no solo por lo que se cuenta en ellos sino por cómo se cuenta. Los efectos de una sobredosis de viagra, las peticiones de algunas de sus "clientas", los resultados de alguna cita que no son los esperados... he llegado a tener serios problemas para contener ataques de risa en el metro. Pero también, como buena novela negra, además del crimen, de la investigación y de la tensión que se va incrustando en la vida de Luis, hay una fuerte carga de denuncia social, empezando por esas páginas de citas que esconden trastiendas escabrosas de las que nadie te habla.
El Madrid más popular sale a la palestra, el de los barrios y los bares de toda la vida, para ser el escenario de las peripecias de Luis y su entorno. La narración es dinámica, muy ágil, sin perderse en largas descripciones. Enrique Pérez Balsa sabe ir dosificando la tensión haciéndola crecer en cada capítulo, pero sin salirse del peculiar modo que tiene Luis de contar las cosas, intercalando incluso conversaciones de whatsapp o correos electrónicos. Su vida, tal como la conoce, está a punto de volar por los aires y él no sabe desde dónde le va a llegar el próximo golpe o el siguiente mal rato. Por más que intenta controlarlo todo hay demasiadas cosas que se le escapan y cada vez va más a la deriva, pero sin perder su singular modo de pensar y actuar. Y eso es lo que hace esta novela tan especial.
Definitivamente El edén de las manitas de cerdo es una novela que os invito a conocer porque sé, positivamente, que la vais a disfrutar y que encontraréis en ella una propuesta original y diferente dentro del género negro. Una apuesta ganadora, sin duda.
Narrado en todo momento en primera persona por Luis con un lenguaje sencillo, coloquial, a veces coloquial y vulgar sin llegar a ser chabacano, El edén de las manitas de cerdo consigue algo fundamental en una lectura: agarrarte con fuerza desde la primera página. Es fácil empatizar con el protagonista: un antihéroe absoluto rendido ante las circunstancias de su vida y que pocas veces se atreve a decir lo que piensa de verdad, aunque dentro de su cabeza tenga respuestas para todo:
" - ¡Qué bastardo más simpático!, como te pille en un callejón sí que vas a parecer que te has caído por un barranco, pero después te ha sepultado un alud y luego te han roído las alimañas. Y podías tener un mínimo de respeto, ya que vienes a comer por la gorra, que, por cierto, como no te quites esa gorra de mierda, te la meto por el culo y te la saco por el aro ese que tienes en la oreja...
- Papá - me interrumpe mi hija - ¿qué te pasa? Te has quedado sonriéndole a Nano y murmurando algo que no hemos entendido."
Un tipo gris, sin demasiadas ilusiones, que de repente cree que se le abren las puertas del paraíso, que va a tener sexo a destajo y que, encima, le van a pagar por ello. Que podrá comprar el ordenador y el móvil que le piden sus hijos. Que va a ser un triunfador. Hasta que la cruda realidad se impone y las sucesivas citas que va teniendo son cualquier cosa menos noches de gozo de macho dominante. Y que, para colmo, las comisiones que debe abonar a la organización en la que ha entrado le son exigidas con métodos muy poco cordiales. El miedo se va imponiendo y más cuando se ve involucrado en un crimen del que no puede dar muchas explicaciones.
Como os decía arriba, hay pasajes realmente hilarantes no solo por lo que se cuenta en ellos sino por cómo se cuenta. Los efectos de una sobredosis de viagra, las peticiones de algunas de sus "clientas", los resultados de alguna cita que no son los esperados... he llegado a tener serios problemas para contener ataques de risa en el metro. Pero también, como buena novela negra, además del crimen, de la investigación y de la tensión que se va incrustando en la vida de Luis, hay una fuerte carga de denuncia social, empezando por esas páginas de citas que esconden trastiendas escabrosas de las que nadie te habla.
El Madrid más popular sale a la palestra, el de los barrios y los bares de toda la vida, para ser el escenario de las peripecias de Luis y su entorno. La narración es dinámica, muy ágil, sin perderse en largas descripciones. Enrique Pérez Balsa sabe ir dosificando la tensión haciéndola crecer en cada capítulo, pero sin salirse del peculiar modo que tiene Luis de contar las cosas, intercalando incluso conversaciones de whatsapp o correos electrónicos. Su vida, tal como la conoce, está a punto de volar por los aires y él no sabe desde dónde le va a llegar el próximo golpe o el siguiente mal rato. Por más que intenta controlarlo todo hay demasiadas cosas que se le escapan y cada vez va más a la deriva, pero sin perder su singular modo de pensar y actuar. Y eso es lo que hace esta novela tan especial.
Definitivamente El edén de las manitas de cerdo es una novela que os invito a conocer porque sé, positivamente, que la vais a disfrutar y que encontraréis en ella una propuesta original y diferente dentro del género negro. Una apuesta ganadora, sin duda.
No la conocía, pero no me importaría que cayera en mis manos. Besos.
ResponderEliminarNo lo conocía, pero una novela negra con toques de humor me gusta. Apuntado.
ResponderEliminarBesos
El título lo he leído un par de veces pensando que no lo leía bien pero sí, las manitas de cerdo es correcto. No sé, yo lo de las situaciones hilarantes no creas que me entusiasma pero viendo que te ha gustado tanto no lo voy a descartar de momento.
ResponderEliminarBesos
¿En serio este título? Es realmente curioso, yo no lo conocía, pero me voy a llevar tu recomendación, me has convencido.
ResponderEliminarBesos.
Había visto esta portada por ahí, pero no tenía ni idea de que iba el tema. No soy yo de mucho humor en literatura, pero fíjate que en La silueta del olvido, Camps lo compaginó a la perfección. El título es muy raro, no sé qué querrá decir, pero lo tendré en cuenta.
ResponderEliminarBesos