Es verdad que muchas veces una portada o un título nos pueden decir bastante de lo que nos vamos a encontrar dentro de un libro. En ocasiones son tan evocadoras que sentimos la necesidad imperiosa de descubrir lo que esconde en sus páginas; otras veces echan para atrás sin remedio aunque el contenido sea fantástico y de, cuando en cuando, las hay que no tienen nada que ver con lo que vamos a leer. Cuando tuve en mis manos Rómpete corazón, de Cristina López Barrio, no supe muy bien a qué tipo de lectura me enfrentaba y, como tampoco me gusta leerme los resúmenes de la contraportada (anda que no me han estropeado lecturas o me han contado cosas que no tenían nada que ver con el argumento), llegué a la novela con curiosidad, aunque con la idea de una trama tirando a romántica y, quizá, con un toque de saga familiar.
Ahora puedo decir que el toque de saga familiar está, aunque diluido en un mar mucho más profundo de lo que a priori podía imaginar. Que no es romántica, aunque haya historias de amor en ella, porque es un amor que se maquilla para esconder otras cosas. Pero sí es profundamente original en su planteamiento y en manera de narrar y te acabas dejando llevar por un entramado de situaciones y sentimientos que te atan fuerte a la historia.
LUCES QUE SE APAGAN
Cuando comencé a leer Rompete corazón me sorprendió la estructura. Hasta seis voces narradoras, cada una en primera persona, y continuos saltos adelante y atrás en el tiempo. Y me alegré, la verdad, por la originalidad y porque aunque pueda parecer una lectura complicada no lo es. Te va trazando círculos concentricos alrededor de dos hechos paralelos, ambos terribles. Como pájaros volando en círculo sobre una presa, esperando el momento propicio para que todo acabe.
A la casa familiar del monte Abantos, cerca de El Escorial, ha regresado a vivir Blanca con su nuevo marido y sus hijas (de su primer matrimonio) Aurora y Clara. No es una decisión que le llene de alegría ya que de esa casa desapareció, doce años atrás, otra de sus hijas, Alba de quien nunca se volvió a tener noticias. Jamás hubo pistas ni se encontró rastro alguno, excepto una cinta roja en la valla de la casa: simplemente se esfumó. Un tarde, en plena hora de la siesta, la historia se repite y Clara, la pequeña de las dos hermanas que viven ahora en la casa, desaparece también. Y también vuelve a haber una cinta roja en la valla. Por si eso no fuese suficiente, el policía que se encarga del caso es el mismo que llevó el de la primera niña desaparecida. Todo parece regresar, como si la historia se doblase sobre sí misma para coincidir en un punto de partida.
Tal como os decía antes, vamos a escuchar seis voces diferentes que nos van a ir contando el pasado y el presente: las de Aurora, Blanca, Arturo, Roger, Ricardo y Estela. Aurora es la hija mayor de Blanca, gemela de Alba (la primera niña desaparecida), una adolescente apasionada de las imágenes que obtiene a través de su cámara de vídeo y que no lleva nada bien haber tenido que mudarse a la casa del monte Abantos. Se siente sola, desarraigada y, además, carga con una escayola en su pierna por una lesión que no termina de curar. Blanca, la madre, una mujer hermosa y lejana, que ha decidido abandonar su profesión para estar junto a su nuevo esposo y apoyarle en sus proyectos. Arturo, el escritor con el síndrome de la página en blanco, que ha alquilado una habitación en la casa de Blanca y que observa todo con interés creciente. Roger, el policía ya casi jubilado, que vuelve a encontrarse con los fantasmas de un caso que no pudo resolver y le quitó el sueño. Ricardo, el reciente marido de Blanca, pendiente de todo y de todos. Y Estela, la vecina de la finca de al lado, una anciana extraña, que fue gran amiga de la madre de Blanca y que es también casi parte de la familia.
Son seis narradores y también seis visiones diferentes de lo que sucede y sucedió. Pero cada uno va aportando piezas a un caleidoscopio que parece al principio no tener una forma definida y que va adquiriendo perfiles cada vez más inquietantes. Porque Rómpete corazón es fundamentalmente eso, en mi opinión: inquietud creciente. Una inquietud que a veces se torna en algo mucho más visceral, cuando de la narración de los protagonistas vayamos obteniendo datos que desconocíamos al principio y que van recolocando y definiendo la imagen real del pasado y del presente. Cristina López Barrio ha sido valiente eligiendo ese modo de presentar su novela y creo que es un acierto para enganchar al lector y meterle por completo en la historia.
Muy conseguido también el ambiente de la casa, de la finca y de los alrededores, envuelto todo en un halo extraño y opresivo en el que los recuerdos parecen caminar con la misma soltura que los habitantes. De hecho tenía la sensación, mientras leía, que cuando alguno de los protagonistas dejaba la casa para ir a Madrid o a El Escorial salían de una burbuja, de una realidad paralela. La casa, con su torreón, su finca de naturaleza desatada y sus silencios, siempre está en el centro de esa burbuja. Pero también lo está Blanca, un personaje con el que no he conseguido empatizar ni un momento. Hermosa y fascinante, sí, pero no termina de quedar claro si es a su pesar o si lo tiene muy claro y lo explota. Un madre que se muestra excesivamente fría y como desapegada tras la desaparición de su segunda hija, pero que se agarra con una enfermiza dependencia a su actual marido.
De cada uno de los personajes vamos a ir conociendo su vida, sus certezas y sus miedos desde dentro de ellos mismos. El bloqueo creador de Arturo y su visión de la familia, al principio periférica y más tarde mucho más personal. Los demonios que acosan a Roger, el policía, y lo que esconde entre los muros de su piso. Estela y su historia común con la madre de Blanca, además de depositaria de un cuento de hadas que parece tener relación con todo pero que acabará siendo el lienzo de una locura. Aurora, sus miedos, su rebeldía y su pierna escayolada, como una metáfora de su propia vida que no la deja avanzar y la tiene anclada en un presente que detesta. El amor casi desesperado de Ricardo por Blanca.
Rómpete corazón me ha supuesto una muy agradable sorpresa y me ha mantenido pegada a sus páginas hasta el final, hasta que el caleidoscopio ha dejado de girar y se ha colocado la última pieza. Todo ha cuadrado, aunque la inquietud se ha mantenido. A veces mirar de cerca ciertos aspectos de la naturaleza humana tiene ese resultado y Cristina ha desbrozado muy bien el bosque que cada uno de los personajes lleva a su alrededor. Blanca, Alba, Aurora y Clara tienen luz en sus nombres, aunque esa luz no traspase más allá de los límites de la finca del monte Abantos.
Y es que no siempre los cuentos de hadas son luminosos. Todos, de un modo u otro, tienen mucha crueldad en su interior.
T
Al principio iba un poco loca buscando hacia atrás, los saltos temporales complican situarse. Pero una vez hecha una imagen completa ya se avanza sin problemas. Desde luego sí me enganchó la trama desde el comienzo y en conjunto me gustó mucho esta novela.
ResponderEliminarBesos
Totalmente de acuerdo Yolanda en todo lo que dices de la novela. A mí también me gustó mucho. En cuanto a la portada estoy contigo. En mi opinión es la única pega. Es una portada muy bonita pero creo que no era la adecuada, básicamente porque confunde y te lleva a pensar que es otro tipo de novela. Gracias por la reseña!
ResponderEliminarLa portada me encanta pero a medida que he ido avanzando en la lectura de la reseña, se me ha ido enfriando el ánimo. Y es que a mí me gustan las novelas que no me hacen sufrir. Besos mil!
ResponderEliminarHola,
ResponderEliminarserá mi siguiente lectura así que te he leído en diagonal. No he leído antes a la autora y parece ser que esta novela es algo compleja así que iré con calma porque tengo buenas referencias de la autora.
Un beso
¿Seis narradores? Madre mía. A mí las novelas de Cristina me gustan. De las cuatro que ha publicado creo que he leído dos. Esta me gustaría leerla y espero que la autora venga por aquí. Me alegra leer tu reseña, he visto otras que le ponían bastantes pegas. Besos
ResponderEliminarUna novela muy arriesgada en su estructura, pero la autora ha apostado con ella y ha ganado. A mí me ha gustado mucho y es que esa angustia con la que leía era tan vívida y tan real que me metí de lleno en la trama y anduve embrujada con ese ambiente que tan bien nos dibuja. En fin que me enrollo, otra gran novela de una gran autora, para mí es una “imperdible”.
ResponderEliminarBesos