lunes, 4 de octubre de 2021

CAMPOS DE GLORIA de Pedro Santamaría

Cada vez que Pedro Santamaría publica una nueva novela tengo dos cosas muy claras: que me lo voy a pasar en grande leyendo y que me voy a encontrar con una historia perfectamente armada, documentada y bien anclada a los hechos históricos. Y que su parte de ficción, tan lógica y necesaria en cualquier novela histórica que se precie, no va a chirriar ni va a estar metida con calzador para que cuadre con determinados hechos. La llegada a mis manos de Campos de Gloria sirvió para corroborar todas mis certezas con respecto a Pedro y a su narrativa: es, como siempre, muy entretenida (y esto no conlleva el matiz peyorativo que algunos quieren darle al adjetivo), ágil, intensa y original en su planteamiento. Si ya en El ateniense me fascinó su modo de presentar al protagonista y contar su vida sin ponerle a él en primer plano y haciendo que le conociéramos a través de las voces de otros, en la novela que hoy os traigo nos lleva a la batalla de los Campos Catalaúnicos, ocurrida en el año 451 d.C. y, prácticamente, nos la cuenta hora a hora desde la perspectiva de todos los que tomaron parte en ella.

En un momento histórico poco tratado y también poco conocido como fueron los últimos años de existencia del Imperio Romano de Occidente y de Roma como capital del mundo, Pedro Santamaría sabe reflejar la impotencia de sus defensores, la amenaza creciente de las hordas de Atila, los movimientos para conseguir pactos que aumenten el número de guerreros que se enfrenten a ellas y, también, la corte de Rávena de Valentiniano III, un emperador incapaz y veleidoso perdido en un mar de conspiraciones. 

BELLUM OMNIUM CONTRA OMNES

En el año 450 d.C., Atila ha extendido su imperio desde el Rin hasta el Mar Negro. Sus hordas invencibles han sometido a las tribus germánicas y derootado una y otra vez a las tropas del Imperio Romano de Oriente, que ahora le paga tributos para mantener la paz. Desde el Danubio a Constantinopla, todo está arrasado. Flavio Aecio, general de las tropas romanas de occidente, sabe que más pronto que tarde les va a llegar el turno. El imperio de occidente está débil y solo. La provincia de África ha caído en manos de los vándalos, los suevos campan a sus anchas por Hispania y al sudoeste de la Galia, con capital en Tolosa, se ha creado el reino godo. La corte del emperador Valentiniano III, en Rávena, es un nido de víboras, llena de conspiraciones y traiciones con un emperador incapaz de tomar decisones y excesivamente joven. Flavio Aecio sabe que si quiere salvar lo que queda de Roma tendrá que pactar con sus antiguos enemigos, los godos de Teodoredo, y enfrentarse a Atila en la que será la última gran batalla del ejército romano. Un batalla de una sola jornada en la que el destino de occidente se dirime a todo o nada. 

Obviamente, con estas premisas ¿quién no se lanzaría de cabeza a la lectura? Pedro Santamaría, con la agilidad narrativa que le caracteriza y que ya es marca de la casa, nos va llevando a todos los escenarios y junto a cada uno de los protagonistas principales. Qué fácil es ponerse del lado de Flavio Aecio, con su sentido del deber y de la lealtad a pesar de que todo lo que le rodea se cae a pedazos. La decadencia del Imperio Romano de Occidente, y en Campos de Gloria hay párrafos fabulosos que lo reflejan, es lo más parecido al final de un sueño perfecto. Una gran civilización que se derrumba con estrépito pero en la que aún quedan muchos con el espíritu que la levantó y la hizo poderosa dispuestos a defenderla.

Estaremos junto a Flavio Aecio, pero también junto a los godos (esos godos que han sido el hilo conductor de las últimas novelas de Pedro). Seremos testigos de sus decisiones  y también de la ambición de Atila, cuyos ojos están fijos en Roma. Y en los pasillos del palacio de Rávena asistiremos a las maquinaciones e intrigas que se esconden tras cada esquina. 

De nuevo los personajes protagonistas saltan de las páginas de la Historia para hacerse muy humanos, muy próximos, algo que, al igual que el ritmo, es habitual en las novelas de este autor. Luces y sombras, dudas, decisiones, miedos... todo se nos muestra con naturalidad, sin crear estereotipos. Y, aunque vayamos saltando de una facción a otra, creo que es Flavio Aecio el que mayor peso lleva, sin desmerecer a Teodoredo, al propio Atila o a Turismundo. Está mostrado de tal modo que no pude por menos que admirarle y comprender cada paso que da porque sirve a un fin mayor, sirve a la gloria de Roma, aunque esta gloria ya casi sea solo un recuerdo. Lo que sí señalaría, y no es una crítica sino una apreciación persnal, es que al ser una novela ambientada en un momento histórico concreto y muy corto, la evolución de los personajes, que suele ser una de las grandes bazas de Pedro Santamaría, no está tan desarrollada como en las novelas anteriores. Cierto es que tampoco hay "tiempo" para ello: los hechos fueron los que fueron.

Las escenas de batalla tienen ese matiz épico necesario pero también miedo, dolor y muerte, como no puede ser de otra manera. Pero llenan. Enardecen a veces y emocionan otras. Si te dejas llevar, casi puedes sentirte dentro de ella y creo que es por la naturalidad con la que Pedro cuenta y relata. La batalla de los Campos Catalaúnicos fue la última gran hazaña del ejército romano, un clímax atronador antes de que el telón se desplomase sin remedio apenas 25 años después, con la caída definitiva de Roma. Pero también marcó el principio del fin del imperio que Atila había levantado y, curiosamente, estas dos caídas propiciaron el nacimiento de los diferentes reinos germánicos, como los visigodos que llegaron a Hispania y que estaban profundamente romanizados. Ellos mantuvieron aún unos siglos la luz de lo que fue Roma. 

Hay un detalle en la novela que a nivel personal me ha encantado: un guiño a la figura del mítico rey Arturo. Una de las teorías es que él y sus caballeron (algo que se reflejó en la película El rey Arturo, protagonizada por Clive Owen) eran realmente soldados sármatas integrados en las tropas romanas de Britania. Aquí aparece un Flavio Artorio que llega de Britania solicitando ayuda a Aecio para luchar contra las invasiones sajonas. Supongo que la mayoría ya sabéis que mi hijo mayor se llama Arturo precisamente por mi pasión por las leyendas artúricas, por el gran Arturo de Camelot, así que este episodio me ha sacado una sonrisa muy cómplice.

Parece ser que Campos de Gloria es el final de la magnífica serie de novelas que Pedro Santamaría ha dedicado a los godos y creo que es un brillante cierre. Tiene todos los ingredientes para mantener el interés hasta la última línea, es apasionante, dinámica, está narrada con brío y, aunque de los hechos originales falten bastantes datos, Pedro ha sabido cerrar los huecos con una ficción sólida que no hace aguas por ninguna parte. Y por si algún aspirante a historiador con conocimientos muy sesgados quiere pensar que los Campos Catalaúnicos tienen algo que ver con Cataluña y su paisaje (que ya lo he escuchado y he sufrido escuchándolo), que sepa que aunque el enclave es impreciso, sí se sabe que tuvo lugar en la región francesa de la Champagna, cerca de la localidad de Châlons-en-Champagne (Chatalan).

Voy a echar de menos a los godos de Pedro Santamaría, pero estoy segura de que sus futuras novelas seguirán siendo apasionantes. Y pienso disfrutarlas todas.

3 comentarios:

  1. Hola,
    no pinta nada mal la novela que nos traes hoy aunque eso de que sea el final de una serie me echa un poco para atrás ya que me gusta leerlas en orden, no obstante, me la llevo anotada por si acaso.
    Un beso, Yolanda

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  2. Muy interesante y si ya tenia ganas de él ahora muchas más.

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