jueves, 1 de junio de 2017

UNA FAMILIA IMPERFECTA de Pepa Roma

¿Realmente existen las familias felices, las familias perfectas? ¿Esas que salen en los anuncios de Navidad o en los de las vacaciones de verano, llenos de sonrisas, complicidad y sin problemas aparentes? Quizá sí. O quizá es lo que yo hubiese deseado para mí. Para tener recuerdos felices de infancia, supongo. Pepa Roma, en Una familia imperfecta, nos trae el retrato de la familia de Cándida, una mujer que roza los sesenta y que está llena de goteras emocionales. Es una lectura que nos araña, que remueve, que hace pensar y que nos muestra cuántas heridas y traumas nos pueden crear quienes más han de querernos. Y lo que es peor: que lo hagan amparándose en la hipocresía de que lo hacen precisamente por eso: porque nos quieren. No hay dolor más lacerante en el mundo.

Una familia imperfecta es una gran novela, pero no es una lectura de fácil digestión. Infancias rotas, historias familiares complicadas, una madre dominante y egoísta, la enfermedad del hermano, los recuerdos incompletos y dolorosos hacen de este libro un mosaico en gama de grises de lo que debería ser un refugio sólido: la familia de Cándida. Pero también nos llevará a partes poco conocidas de cómo se vivió la Guerra Civil en Cataluña, especialmente en las zonas rurales.

LA AUTORA: PEPA ROMA


Nacida en La Sentiu, en Lérida, se trastadó muy pequeña a Barcelona con su familia. Es Licenciada en Ciencias de la Información y Filosofía y Letras por la Universidad Autónoma de Barcelona. Viajera incansable, ya con 16 años decició ir a París completamente sola y posteriormente con su madre visitó varios países europeos. Vivió por temporadas en la India y en Australia, donde hizo un curso de fotografía que le abrió las puertas de varias revistas y publicaciones en España. También dio el salto a África para recorrer diferentes países de aquel continente. A su regreso retomó los estudios en la Universidad y ya con el título de periodista, volvió a viajar a África para trabajar como freelance. De allí volvió con entrevistas a personajes relevantes y un buen número de reportajes que se publicaron en Diario 16 y La Vanguardia.

Durante dos años trabajó en "El periódico de Catalunya" y posteriormente se trasladó a Madrid para  trabajar en TVE, en los informativos y en Informe Semanal.  Desde entonces ha trabajado también en otros medios de comunicación tanto aquí como de enviada especial en lugares, incluso, con graves conflictos. En 1997 obtuvo el Premio Andalucía de Novela por Mandala y en 2011 ganó el Premio Azorín de Novela por Indian Express. Además cuenta en su haber con varios libros de ensayo.

CÁNDIDA


Narrada en primera persona por Cándida, una mujer camino ya de los 60, la novela es el relato de una profunda crisis vital. Hija mayor de una familia acomodada venida a menos, Cándida deja a su marido en Madrid y vuelve a su Barcelona natal para acompañar a su madre, una mujer despótica y resentida, hasta la residencia donde pasará sus últimos meses de vida. Sus únicos familiares son su hermano Ángel, enfermo de cáncer, y su tía paterna que, en la juventud de Cándida, fue un referente de modernidad y liberación. Madre y tía, enemigas encarnizadas, son las guardianas de los secretos familiares que se van a ir revelando a lo largo de la novela. A medida que Cándida va descubriendo lo que su propia familia se ha dedicado a ocultar durante décadas, asistimos también a la historia de una saga familiar formada por descendientes de la burguesía barcelonesa y terratenientes de provincias.

Centrada en personajes que tenían aun la guerra y la posguerra aun muy cerca, su peso se hace sentir en la Cataluña que reencuentra Cándida a su regreso. Una novela que habla de mujeres a las que el acceso a la educación y la cultura no sirvió para salvarse de los demonios familiares que las perseguían siempre.

UN MINUTO AL SOL


No es Una familia imperfecta una novela de la que se salga sin más. Deja un poso mitad amargo y mitad doloroso que no es sencillo de digerir, aunque al final haya una cierta redención. Creo que cualquiera que se acerque a la novela va a descubrir pedacitos de sí mismo o de su propia historia en algún momento, incluso aunque su familia haya sido la más faliz del mundo. Para muchos, los episodios de la enfermedad de Ángel podrán ser devastadores. El cáncer es una terrible realidad para muchos y aquí está contada con crudeza pero también con el filtro de la personalidad de Ángel, que parece aceptar cada cosa que le llega con naturalidad a pesar de lo que le supone. Le basta con poder sentarse en un banquito al sol y fumarse un cigarrillo para volver a sonreir.

Los nombres de Cándida y Ángel están elegidos de forma certera. Cándida, que apenas estudió, es la imagen de cierta ingenuidad. Una mujer que, aunque es testigo de su tiempo y de hechos que conmueven, no se rebela y tira adelante con toda la carga que le van echando encima y que ella misma se echa. Ángel es un hombre desvalido, alguien un poco seráfico y también un poco luminoso en quien la dignidad natural está por encima de lo que le va sucediendo. La relación de ambos con su madre es de sumisión ante el tirano. Cándida, que marchó a Madrid poniendo en cierto modo tierra de por medio, no puede negarse al requerimiento materno de que vuelva y se haga cargo de todo lo que supone el traslado a la residencia. Y lo hace con una resignación que en ocasiones se hace complicado de entender para quienes no han sufrido a alguien de las características de la madre de Cándida. Ángel, a pesar de estar enfermo, lo único que busca es la aceptación, que su madre esté bien aunque él se esté deshaciendo por dentro.

La madre. Ese personaje aborrecible, al que detestamos desde su primera aparición, mantiene a sus hijos atados por una cuerda de miedo y temor. Ninguno de los dos es capaz de romperla. Es una mujer castrante, despótica, pendiente sólo de sí misma y de sus caprichos, que quiere ver a sus hijos moviéndose únicamente a su compás. Y humillándolos en cuanto tiene la ocasión. Es devastador escucharle decir, ante la noticia de que su hijo está mal, con quimioterapia y debilitado, que es ella la que está enferma y se va a morir mientras sigue exigiendo desde su egoísmo frío y casi aterrador. Personalmente me han dolido más las páginas en las que la madre está presente que las de la enfermedad de Ángel. He vivido las dos cosas (sólo la segunda con mi madre) y la primera siempre deja enormes goteras en el alma, esas que puedes pintar y disimular, pero que acaban saliendo de nuevo empapándote de dolor.

Las visitas a su tía paterna, en el pueblo, nos mostrarán esa parte de la historia familiar antes de que Cándida naciese, cuando su madre y su padre fueron niños y crecieron. Y también la historia de la zona más rural de Cataluña durante la Guerra Civil, un episodio no demasiado conocido y que aquí se nos narra con crudeza pero también con claridad.

Cándida a veces desespera al lector. Muchas veces no alcanzamos a entender su empecinamiento por mantenerse al lado de su madre. Quizá es más comprensible cuando lo hace por buscar una cura para su hermano, aunque en ocasiones roza la obsesión. No es consciente de que su propio matrimonio se viene abajo con estrépito, que las continuas ausencias están abriendo un hueco que va a ser imposible cerrar. Cándida se va convirtiendo en portavoz del legado familiar pero no tiene muchas ideas propias. La mayoría se las han dado. Y hay ciertos recuerdos de su niñez que van abriéndose paso en su mente y que quizá explicarían muchas de las cosas que ha ido viviendo desde entonces.


Hay también en Una familia imperfecta una clara crítica política hacia los movimientos independentistas y el tema de la identidad nacional. Hasta hace un tiempo, las familias conocían su historia y sus raíces desde dentro de ellas mismas. Hoy, en una Cataluña muy politizada, con un fuerte desarraigo por parte de gran número de sus habitantes, la mayoría se guía por lo que se cuenta en la televisión o lo que vocean los políticos. Quienes tienen claros sus orígenes y saben cuáles son sus raíces no tienen problema con el tema de España ni luchan contra ella. Pero quienes ahora viven allí sin ese ancla familiar, sin memoria propia, han encontrado una falsa identidad nacional que hace que los llegados de fuera sean más independentistas que los catalanes de siempre.

Escrita en primera persona, Cándida se nos muestra con todos sus miedos, sus certezas y sus convicciones. A través de ella sentiremos el odio visceral a su madre y a todo lo que representa; compartiremos los recuerdos de su vida y de su padre, un hombre desdibujado siempre a la sombra de la madre; viviremos el amor incondicional por su hermano, ese hombre adulto pero casi niño, que acepta lo irremediable con una entereza impactante. Y veremos lo que ella no ve: cómo está hipotecando su vida por obligaciones que ella misma se impone y que no es capaz de evitar ni dejar a un lado.

Una familia imperfecta es una gran novela con un dibujo de personajes impecable, de los que nos hacen posicionarnos sin remedio. También es un gran escaparate de Barcelona, de sus barrios y modos de vida, de la inmigración de los pueblos a la gran ciudad, de esos rincones de la historia menos conocidos. Pero sobre todo es la vida de Cándida, a la que iremos comprendiendo un poco mejor a medida que las páginas avanzan y a la que acabamos por querer acompañar y prestar nuestro hombro para unas penas que sólo ella soporta. Ha sido mi primera novela de Pepa Roma, pero seguro que no es la última.

Y es que, en realidad, en esta novela seremos conscientes de que todos sólo queremos nuestro minuto al sol.









11 comentarios:

  1. No me llega a convencer y con todo lo que tengo pendiente, sumar uno más... mejor lo dejo pasar.
    Besos

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  2. Magnífica novela, y magnífica reseña. Es cierto, no es una lectura amable, es dura, y coincido contigo, a mí también me ha dolido más la historia de la madre.

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  3. De verdad que me encanta leerte y te envidio esa capacidad que tienes para contar las cosas. En cuanto a la novela me gusta lo que cuentas aunque no sé si ahora mismo sería una buena lectura para mí.
    Hemos cruzado comentarios 😊

    Un besote preciosa

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  4. Me maravilla como haces las reseñas de los libros,sin llegar a leerlos se hacen tuyos, por lo que a mi me animas a leer todos ellos. Gracias Yolanda sigue reseñado a si.

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  5. Si es una historia tan dura lo voy a dejar pasar porque no es lo que más me apetece en estos momentos en que necesito algo más liviano, más fresco. Besos

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  6. Pues a mí si me propones una historia familiar ya me has ganado. Fíjate que con esta no sabía muy bien de qué iba, pero a medida que te he ido leyendo creo que es una de esas historias que también yo disfrutaría. Me la apunto por si me la tropiezo un siglo de estos y encuentro ese hueco.
    Besos

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  7. No abes las ganas que tenía de leer una opinión sobre esta novela porque me atrae desde que la vi y parece que mi instinto no me engañaba.Excelente reseña Yolanda.
    Un beso

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  8. Pues no lo conocía y sin duda es un libro que podría gustarme mucho, muy de mi estilo aunque últimamente ande por otros derroteros más cómodos porque no tengo la cabeza para más.
    Besos.

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  9. Leyendo tu estupenda reseña entran ganas de leerlo, así que me lo llevo anotado.

    Saludos.

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  10. Pues me gusta lo que cuentas y no conocía esta novela. Me encanta tu forma de reseñar, ya me gustaría a mi.
    Un beso ;)

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  11. Es poco probable que lea esta novela porque no me apetece sufrir más de lo necesario. En cuanto al movimiento indepe, creo que lo que apuntas es demasiado simplista. Yo creo que el independentismo tiene sus raíces en el Decreto de Nueva Planta y ha tenido surgencias intermitentes a lo largo de los años. El actual arranca con virulencia cuando el Estatut que votamos en el 2009 se vio salvajemente cercenado después de haber sido refrendado por la población. Y actualmente está en pleno auge gracias a un Gobierno Central intransigente y al seductor discurso de la ANC, Omnium Cultural y la clase política que venden una república ideal donde podremos atar los perros con longanizas (metafóricamente, claro). El raca raca se hubiera terminado si hace un par de años hubiésemos podido votar tranquila y legalmente. Hubiera salido que no y todos tan contentos. Pero no. Una cosa hay que reconocer, que los dos millones de indepes (frente a un censo electoral de cinco millones y medio, aprox) están muy bien organizados y hacen mucho ruido. No se les debe ningunear, hay que dialogar. Sólo el diálogo nos llevará a buen puerto. Espero que no sea demasiado tarde... Un abrazo enorme.

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