Cerrarlo, darme un tiempo y volver a empezar. Esto es lo que hice con el último libro de Víctor del Árbol después de tenerlo en mis manos y de la alegría que me supuso su publicación. Y lo cerré no porque no me gustase ni porque no estuviese en el momento adecuado para leerlo, es que se estaba produciendo mucho ruido alrededor. La publicación de cada libro de Víctor es tan esperada por sus muchos lectores que, cuando sus páginas ven la luz, se crea una especie de vórtice emocionado en el que todos hablan, se identifican y se maravillan con él. Con toda la razón, es cierto, pero no puedo evitar que me supere. Veo las fabulosas reseñas, los comentarios tan acertados, las mejores frases extrapoladas en redes... y me quedo sin nada que decir porque considero que ya está todo dicho y mucho mejor de lo que podría hacerlo yo jamás. Por eso cerré el libro y esperé la calma. Leer a Víctor, para mí, requiere silencio y mirar en una sola dirección: la que va de sus letras a mi corazón. Ha merecido la pena volver a coger Por encima de la lluvia de la estantería y abrirlo por la primera página de nuevo, como si fuésemos, con todos los abismos de distancia, dos antiguos amantes que se reencuentran en un abrazo.
A estas alturas, reiterar la biografía del autor y el resumen del libro puede resultar algo cargante, así que esta reseña va a salir menos "ortodoxa" (dicho sea esto con la ironía que merece) y más personal. O diferente, al menos. Porque cuando un libro te llega tan dentro considero que lo mejor es dejarse llevar por eso y no por formalismos estéticos. Encorsetar sentimientos es imposible: se te escapan hasta por las costuras. Justo lo que sucede cuando te lanzas a seguir las vidas de Miguel y Helena, de Yasmina, de Gövan y Sture; de Natalia y Gustavo. De ese camino a su lado, escuchando sus pensamientos, mirando lo que ellos ven y soportando con ellos lo que llevan a la espalda, no puedes salir indemne. Nunca se sale indemne de un libro de Víctor del Árbol. Pero esa es su grandeza. La vida no es fácil, ni siempre de color rosa. Y hay quienes se ganan su lugar en ella a mordiscos, peleando, dejándose jirones de sí mismos en cada paso. Quienes admiramos profundamente la narrativa de Víctor sabemos que nos va a llevar hasta el lado más afilado del dolor, ese que te corta las yemas de los dedos cuando llegas a él y que, aunque retires la mano rápido, ahí quedan las heridas para recordarte lo que pasó. Pero es un dolor gozoso, siempre lo he dicho.
De todas maneras, si queréis consultar los datos de libro y autor los tenéis aquí.
"POR ESO ESCRIBO. PORQUE SUEÑO"
Estas dos frases tan breves, pero que encierran un mundo, están en la dedicatoria que el propio Víctor me escribió en la primera página de mi ejemplar de Por encima de la lluvia. Un ratito antes nos había confesado a los presentes que ésta es su novela más personal, en la que más hay de él. También están algunos de los temas recurrentes de sus libros: ese arranque intenso y duro que, en este caso, marca para siempre a Helena. Las infancias rotas y oscuras en algunos de los personajes. El amor que lo mueve todo, aunque acabe corrompido o convertido en un motivo para sufrir dolor o provocarlo. El amor a los hijos y la eterna pregunta de hasta dónde seríamos capaces de llegar por ellos. También el amor que llega cuando ya no esperamos nada ni lo creemos posible. La maldad en muchas de sus facetas en escenas y capítulos que erizan la piel y el alma.
Es también una novela de últimas oportunidades que devienen en primeras porque jamás se han vivido. De esperanza en que la vida, de vez en cuando, nos regale lo mejor de sí misma. Esa vida de la que no tengamos que arrepentirnos al llegar al final, conscientes de haberla apurado al máximo.
Miguel y Helena están y se sienten solos. En una residencia de ancianos de Tarifa hay poco espacio para lo que no está en los horarios. Miguel, tan cuadriculado, tan formal, tan poco dado a las sorpresas o a improvisar, no puede evitar sentir una enorme curiosidad por Helena, que parece de vuelta de todo y que se salta las normas a su antojo. En lo único que son iguales es en que están solos en una especie de territorio hostil, sin apenas relación con sus hijos (el intento de Miguel de vivir con su hija y su odioso yerno fue un desastre) y que pueden hablar de cosas diferentes a la medicación diaria o los achaques. Cuando el interno más extravagante de la residencia, Marqués, por quien Helena sentía gran afecto, se suicida eligiendo así su día y modo de morir, Helena y Miguel deciden que es mejor que la muerte, si ha de venir, tenga que correr para alcanzarles. Que aun les quedan vida, tiempo y energía. Y parten en un viaje con algunas metas y ninguna certeza, pero suyo al fin y al cabo.
Miguel, además, sabe que está en la fase inicial del alzheimer y es consciente de que sus recuerdos se diluirán cada vez más, que a quienes ama se convertirán en extraños, y el viaje con Helena le va a ayudar a recorrer el pasillo de su vida e ir cerrando puertas que estaban atascadas para poder salir por la última y mirar al sol de cara antes de que todo se apague. Helena busca, en cierto modo, cerrar un círculo al que le falta un trozo, pero está dispuesta a quemar primero las etapas que Miguel desea. Su vida, aunque más intensa que la de Miguel, tampoco está exenta de goteras dispuestas a empapar y enmohecer sus recuerdos y su presente.
Yasmina, viviendo a miles de kilómetros, en Mälmo, trata también de encontrar su lugar. Hija de emigrantes marroquíes, se ve obligada a pagar con su cuerpo una deuda que no le pertenece. Despreciada por su madre y por su abuelo, un fanático religioso, ella sólo aspira a salir de toda esa sordidez y tomar las riendas de su vida. Tiene como amante ocasional a Gövan, un subcomisario de la policía sueca, y goza de la pretendida protección de Sture, un sueco casado con una portuguesa, cuyos negocios nada claros pueden terminar con cadáveres en el puerto. Yasmina no lo sabe, como tampoco Miguel y Helena, pero las vidas de los tres están enlazadas por hechos del pasado.
A medida que se alejan de lo que parecía que iba a ser su último hogar, Miguel y Helena no sólo descubren que hay cosas que pueden cambiar: también ellos cambian y comienzan a mirarse con otros ojos. A descubrir que no están tan marchitos por dentro como creían. Y descubren algo más: que los recuerdos no son siempre como están en nuestra memoria y que el que Miguel guarda de la única vez que se salió de su cuadrícula es ya sólo una fotografía antigua en la que todo ha cambiado. Un hermoso recuerdo pero un hoy extraño y que nos cuesta reconocer.
Dividida en siete capítulos que corresponden a siete meses de 2014, entre febrero y agosto, más un prólogo y un epílogo, en cada uno de ellos nos acercaremos tanto al presente de los protagonistas como a su pasado, a sus recuerdos. Conoceremos la tristeza miserable que enmarca la vida de Yasmina, que cumple con todo lo que le piden hacer, y que se niega la posibilidad de que Gövan esté enamorado de ella. La niñez sórdida de Miguel que le convirtió en el hombre que es, alejado de la pasión y de su propio corazón. Lo que esconde la feroz ironía de Helena, los terribles crímenes en Mälmo , la desgarradora vida de Natalia. Vamos a odiar hasta la rabia a Gustavo y a conocer a Erick, a Iván, a Carmen y a Louise, con sus luces y sus sombras. De nuevo Víctor del Árbol ha dibujado con precisión y maestría la psicología de cada personaje: ninguno hay completamente blanco ni completamente negro; la gama de grises es inmensa y cada uno despierta en el lector algo diferente pero igual de intenso. Nos llegan y se quedan. Quizá por eso al cerrar el libro también cierras los ojos queriendo recomponerte un poco.
La historia de Por encima de la lluvia es, sobre todo, una historia de esperanza, de luchar por lo que nos ilusiona aunque creamos que ya no nos quedan fuerzas. Es una historia de amor en la edad en la que el amor parece vedado. Pero también es la historia de los recuerdos que duelen y no se superan, de esas cicatrices que todos llevamos en el alma mejor o peor curadas. Hay en ella escenas y capítulos que escuecen y te llevan como caminando sobre cristales rotos, porque Víctor sabe ponernos ante hechos atroces que están ahí y preferimos no ver. Pero es que la vida hiere de muchas maneras. Por eso, si la vida acostumbra a hacernos daño, quizá la moraleja es que intentemos ser felices, como sea. Que la edad, el tiempo y la rutina no nos quiten la ilusión. O para que el día que nos toque partir lo hagamos sabiendo que lo hemos intentado. Que hemos luchado. Que plantamos cara. O para que lo último que recordemos sea el rostro de quien amamos y nos amó.
"Aquí estoy para vivir
mientras el alma me suene
y aquí estoy para morir,
cuando la hora me llegue,"
- Miguel Hernández
Un autor fijo en mi biblioteca personal y además jamás me ha defraudado. Excelente reseña.
ResponderEliminarUn beso
Fantástica reseña. Escrita desde el corazón. Besos
ResponderEliminarNovelón, como todo lo que escribe. Con eso está todo dicho. ¡Y fantástica reseña! Felicidades.
ResponderEliminarPendiente lo tengo, a ver si lo leo pronto... MUy buena reseña.
ResponderEliminarBesos
Muy buena reseña, prueba de que no todo está escrito. Este libro me ha llegado muy dentro por fondo y forma.
ResponderEliminarBesos
Con Víctor del Árbol se juega sobre seguro, es uno de esos autores que sabes que nunca te van a defraudar. Besos.
ResponderEliminarHola, Yolanda. Tengo la novela pendiente de lectura y estoy deseando leerla ya, me gusta mucho el escritor y todas las opiniones sobre su último trabajo son excelentes. Gracias por tu reseña.
ResponderEliminarUn beso.
Tengo ganas de leer al autor, todavía no he catado nada suyo =)
ResponderEliminarBesotes
También lo he disfrutado mucho, creo que es su novela más profunda e intimista pero permaneciendo fiel a su estilo.
ResponderEliminarUn beso
Sabes lo que pienso de las residencias de abuelos ¿verdad? Pues por eso sé que la leeré más pronto que tarde.
ResponderEliminarUn besazo, reina mora :*
Qué novelón ¿verdad? No voy a decir que Víctor me ha conquistado con esta novela porque conquistada ya me tenía, pero ahí, afianzándose:)
ResponderEliminarBesos
Hola preciosa,
ResponderEliminarhoy no te leo; creo que no he leído ninguna reseña de este libro más que nada porque lo compré el mismo día que vio la luz pero no he encontrado aún el momento de leerlo porque Víctor tiene su momento y yo estoy esperando que llame a mi puerta. Prometo volver cuando la haya leído.
Un besote
Mi última reseña del autor, que tocaba publicar justo hoy, empieza con una frase muy parecida a una que tú utilizas en tu reseña. Yo nunca he salido entera de una lectura de Víctor del Árbol. En mi propósito de leer menos novedades y rescatar libros pendientes de la estantería, cuando salió este título yo me decidí a abrir "Respirar por la herida". Y me ha dejado tocada para bastante tiempo, así que este seguirá esperando ese momento, en el que muy bien has explicado, que sientes adecuado para ponerte con ella.
ResponderEliminarBesos.
Me da cierto miedo enfrentarme a su lectura y todavía lo tengo pendiente, a la espera del momento adecuado. Gran reseña ;)
ResponderEliminarUn beso
Te salió del corazón, ¿eh? Yo creo que si la novela me gusta la mitad de lo que me ha gustado tu reseña puedo darme por satisfecha. Miedo me da decir que aún no he leído a Víctor del Árbol. Voy acumulando sus libros, atesorándolos más bien, a la espera de ese momento fascinante en el que comenzar a leerlos. Hay mucha, mucha gente que me ha dicho que este libro es fabuloso, aunque no me parece que sea el adjetivo más apropiado para definirlo porque, por lo que se ve, hay mucho de emociones y sentimientos en esta historia y para eso hay otros adjetivos más apropiados. Y de toda esa gente, las hay también que no son blogueros (muchos leemos todo lo que nos echen) sino lectores más "especiales y delicados" con las lecturas. Y ahora que te estoy contando todo esto, me surge la duda de si empezar a leer sus libros desde el principio o ir directamente a esta historia. ¿Tú qué harías? Besos
ResponderEliminarYolanda, ¿qué te voy a decir? Has sabido esperar y parece que ha merecido la pena porque te ha quedado una reseña escrita desde muy dentro. Víctor es una apuesta segura y es cierto que a veces en medio de tanto revuelo pensamos que ya no hay más que decir pero cada uno aporta su granito de arena, su visión y la tuya ha quedado preciosa.
ResponderEliminarBesos