Conocí a Marcelo gracias a mi amigo Juan Andrés Moya, magnífico escritor y mejor persona, a quien la vida me ha puesto en el camino como una luz muy brillante. Juan Andrés había quedado finalista en los Premios Vuela la Cometa, de Arola Editors, y fue el primero que me habló del ganador, Marcelo García, explicándome lo gran tipo que era y el talento que atesoraba. Porteriormente gracias a Arola, que me facilitó enormemente el acceso a los libros ganadores, y a la presentación que se hizo en Madrid (además de los dos días que estuvieron firmando ejemplares en la Feria del Libro) pude por fin conocerle y disfrutar de ratos de charla muy interesantes que me descubrieron no sólo al Marcelo escritor sino al Marcelo entusiasta, brillante y con sentido del humor que es realmente.
El título de la novela con la que ganó el Premio Vuela la Cometa no deja de ser curioso. Incluso chocante. Es un texto distinto, con un estilo muy peculiar que toca temas que hoy procupan pero que, no tardando mucho, pueden suponer el final de muchas cosas. También es una llamada a un amor que fue y que quizá ya no esté, un amor físico y real pero que ahora parece perderse en el aire. Escrito en forma epistolar pero sin sus fronteras, "Cartas de amor después del ecocidio" es una novela que rompe con los cánones habituales. Sí, es una distopía, pero el futuro que nos narra no parece tan lejano, aunque eso puede echar para atrás a quienes no gustan de ese estilo. Confieso que a mí, personalmente y salvando gloriosas excepciones, no es un género que me apasione, aunque Asimov siempre me ha fascinado. Sin embargo me he encontrado con una auténtica sorpresa. Con una novela que se lee de maravilla y en la que no hay nada que no pueda ser una verdad demoledora si las cosas siguen como hasta ahora.
El jurado del Premio Vuela la Cometa destacó de esta novela "la peculiar estructura epistolar de unas cartas que parecieran dirigidas a un espacio vacío, sin esperanza de respuesta, creando así un ambiente opresivo no exento de realismo y, a la vez, de poesía"
EL AUTOR: MARCELO GARCÍA
(Adjunto los datos biográficos que él mismo me ha facilitado)
Marcelo García (Oviedo,
1979) es Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de
Oviedo, profesor de Lengua y Literatura y Máster en Edición por el
IPECC y la Universidad de Alcalá.
No empezó a escribir
hasta el 2006 pero, desde entonces, alterna el periodismo cultural y
los escritos teóricos sobre la estética posmoderna con obras de
narrativa: El efecto mariposa en los tiempos del wolframio, El
Culto, Instrucciones psicóticas para no seguir en épocas de crisis
(Premio Letras de Novela Corta 2009), Dorian Gray 2.0 y
Reconstruyendo la partida (Premio Asturias Joven de Narrativa
2013)
Su última novela, Cartas
de amor después del ecocidio, resultó
ganadora de la I Edición del premio Vuela La Cometa.
EL VENENO ES LA DOSIS
El cambio climático ha llegado mucho antes de lo que se esperaba. Estaba previsto, sí, pero ni tan rápido ni tan devastador. Catástrofe tras catástrofe, el mundo, los países, los seres humanos tratan de adaptarse a una situación que es mortal en si misma. Ya no hay naciones tal como las entendemos. Ni tampoco la sociedad ha sido capaz de mantenerse. Lo que queda es un mero espejismo de convencionalismos y costumbres adaptadas a lo que queda. El poder lo ostenta ahora la Organización Mundial de la Salud y el Comercio que se encarga de mantener una calma aparente mientras las personas se arremolinan en los grandes centros comerciales, alejados de una luz solar que mata sin remedio y del calor axfisiante que impide vivir durante el día.
Demo vuelve a la ciudad que le vio nacer. No sólo va en busca de recuerdos, sino en busca de una mujer a la que amó y a la que no puede olvidar. Pero el cuerpo de Demo está inoculado de un virus contagioso y mortal, dispuesto a acabar con el mayor número de personas posible. Él lo sabe, es consciente de ello porque su misión es, precisamente, ésa: matar. Titus, un lider eco-terrorista, se lo ha encargado y le ha inoculado el virus. Y Demo cumple con la tarea. A veces de forma algo caótica, pero lo va extendiendo por cada bar, esquina o comercio que visita. Mientras tanto va escribiendo cartas a su antiguo amor, contándole cada paso que da, cada duda, cada detalle aprendido bajo el ala de Titus. No sabe si alguna vez ella las leerá pero Demo las escribe, aunque ya no haya futuro.
"SOMOS LA CULTURA QUE GRITABA QUE VIENE EL LOBO"
Os decía al principio que las distopías no son mi género favorito. Las he leído maravillosas, como la colosal "La carretera" de Cormac MacCarthy o los fantásticos relatos de Isaac Asimov, pero si me dan a elegir prefiero otros. Por eso cuando tuve entre mis manos este libro me quedé un poco descolocada: primero por el título y después por el breve resumen que aparece en la contraportada. El término "ecocidio" es tan nuevo que hasta me chirriaba un poco pero es que, en esta novela, no puede expresarse de otro modo. El neologismo hace referencia a cualquier daño masivo o destrucción ambiental de tal magnitud en un territorio que ponga en peligro la vida de los habitantes de esa zona, aunque en el libro el ecocidio no está restringido: es practicamente global excepto en lugares geográficos muy concretos, una suerte de "reservas" que no se sabe bien si conseguirán preservarse.
Desde el primer momento llama la atención que la numeración de las páginas vaya al contrario, de mayor a menor, como si se tratase de una cuenta atrás hacia el último desastre, hacia un final que se intuye. Dividido en cuatro partes (Titus, Demo, León y Gaia) asistimos al devenir de Demo desde que empieza a escribir cartas a su antiguo amor. La primera está escrita un 14 de febrero. En las primeras misivas narrará parte de su adiestramiento en un grupo eco-terrorista liderado por Titus, una especie de gurú convencido de su posesión de la verdad, y que somete a los suyos con mantras sobre el peligro que la raza humana supone para la tierra. Viendo cómo está en ese momento sólo podemos darle la razón, pero Titus nunca pasará por ser un personaje simpático. Más bien el contrario, resulta odioso y a veces hasta aterrador porque no tiene escrúpulos para acabar con los supervivientes de los muchos cataclismos acaecidos. Titus es un protagonista en elipsis: está constantemente presente pero sólo a través de sus frases, de sus proclamas, de sus enseñanzas que Demo suele repetir como mantras.
Demo vuelve a su ciudad natal con una misión muy clara: provocar una pandemia devastadora gracias al virus que llena dentro de si mismo. Basta un beso, una tos, un estornudo para que se propague y mate con gran rapidez. Demo es un hombre peculiar. Ha escondido el amor que aun siente, es adicto a una droga de nueva generación, bebe de más y, en cuanto puede, come fruta fresca, algo muy extraño y sospechoso en esa nueva sociedad desolada. No tiene problemas para compartir cama con mujeres que acaba de conocer... pero para ellas será su última cama y su última noche.
La tierra es ahora un mundo abrasado por el sol en la que el melanoma es una enfermedad normal. El calor durante el día es insoportable, hay que permanecer a la sombra o dentro de las casas o bien al amparo del aire acondicionado de los grandes centros comerciales controlados por el poder. Durante el día todos se esconden de la luz y la mayoría muestra pieles secas, oscuras, arrasadas por el sol. La noche devuelve un poco la actividad y la normalidad, pero siempre bajo el control férreo de los vigilantes.
Demo, en sus cartas, retoma muchos recuerdos de la vida en común con su amor. También de cómo era el mundo antes y cómo ha ido cambiando por culpa de la contaminación, el efecto invernadero, el deshielo de los polos. Hace muchas referencias a Ray Loriga, por quien muestra una clara admiración (como le pasa a Marcelo, lo veremos en la entrevista del final). En muchas de las cartas muestra una clara tristeza por no haber tenido una vida con ella, por haberla perdido. Incluso por no saber si las cartas le llegarán alguna vez, si las leerá. Demo es un asesino. Mata sabiendo lo que hace pero no puedes evitar cierta simpatía por él.
El estilo de Marcelo es directo, ágil, de los que sumergen perfectamente en la acción que cuentan pero en esta novela hay también tiempo para los incisos cuando nos trae las palabras de Titus, escritas en cursiva y con el verbo "dice" siempre presente, como un mesias de quien se repiten las enseñanzas. Cada carta nos va sumergiendo más en el mundo que Demo contempla, en sus miedos, en sus paranoias, en el concepto que tiene de su misión. Es vulnerable a su modo, pero no ceja en el empeño que le ha sido encomendado. Se explica constantemente ante su amada quizá no como una justificación sino por necesidad de contar lo que hace y el porqué. La llegada de otro miembro de la "secta" eco-terrorista, mucho más directo que él, le sumirá en un mar de dudas.
Demo es un arma de destrucción masiva. Él lo asume, es consciente con la certeza del que sabe que lo que hace es por el bien común. O por ese bien común que Titus le ha grabado a fuego. Pero añora muchas cosas. A su modo sabe que no hay futuro y las cartas tratan de aclarar sus razones. En cierto modo está buscando dentro de él lo humano que queda y el amor le sirve de camino.
A medida que la novela avanza y las consecuencias de lo que Demo (y posteriormente León) va haciendo se hacen más patentes, el ritmo también crece. No es fácil intuir el final y ese el otro de sus méritos. La originalidad está presente en cada capítulo, en cada carta. A veces también la soledad y la desesperanza. Porque ¿alguien leerá las cartas de Demo o son su canto del cisne antes del fin definitivo?
ENTREVISTA CON MARCELO GARCÍA
Ante todo, gracias Marcelo por tu generosidad y tu paciencia, por tus sonrisas, por los buenos ratos compartidos que espero que puedan repetirse. Mucha suerte en todo lo que emprendas.
- ¿Cuál es
el origen de la historia que cuentas en tu novela? ¿Una inspiración, una idea
repentina, alguna información que te impactase?
Pues
podría decirse que el origen fue algo así como de historia de Stephen King… un
personaje que de repente cobra vida propia y comienza a actuar por su cuenta.
En este caso hablamos de Titus que era un personaje ―más o menos― secundario en una novela anterior (Instrucciones psicóticas para no
seguir en épocas de crisis) y que, visto
lo visto, se había quedado con muchas cosas por hacer y decir, ya sabes… el
“Proyecto Pandemia” y todo eso.
- El futuro
que pintas en ella es desolador, algo en lo que coinciden casi todas las
novelas que tocan ese tema. ¿Eres de la opinión de que la humanidad no tiene
salvación, que todo se va al garete? (yo también lo pienso, que conste)
Supongo
que ese es el rasgo diferencial de las novelas de anticipación o distopías
respecto a la ciencia-ficción clásica, es decir, no se trata de imaginar mundos
lejanos en el tiempo y/o el espacio sino de proyectar la deriva inmediata del
nuestro propio. En este caso el tema central es la destrucción del planeta por
la acción de la propia raza humana bajo los efectos de la fiebre capitalista
así que, asumiendo las tesis de mis personajes, reformulo la pregunta… ¿de
veras nos hemos ganado la salvación?, ¿no es el “garete” el destino lógico que
nos merecemos?
- El
constante monólogo interno del protagonista nos muestra a alguien que, con todo
perdido, mata sin que se le altere el pulso. ¿Queda algo de humano en él? ¿Lo
dibujaste tan despiadado desde el principio o se fue creando a medida que
escribías?
Si te
soy sincero, me cuesta ver al narrador ―a Demo― como a alguien despiadado. Todo lo
contrario, a veces resulta tan pusilánime que acababa por provocarme ternura.
El adjetivo “despiadado” quizás encajaría mejor con León, el personaje que le
sirve de contrapunto al protagonista en la segunda parte de la novela. Demo es
un mar de dudas, de traumas y de paranoias pero León tiene las cosas claras; ha
completado con éxito su proceso de deshumanización y cumple con su misión con
la determinación ciega de un autómata o un sonámbulo. No obstante, la pregunta
es muy acertada porque precisamente es la búsqueda de redención ―y de los restos del naufragio de su propia humanidad― lo que articula el discurso del narrador y, por
extensión, de toda la novela. En el desenlace Demo toma, por fin, una decisión
definitiva pero no vamos a caer en el spoiler…
- A pesar
del título ¿hay lugar para el amor en una historia como ésta?
Precisamente,
en el poquito tiempo que ha pasado desde la publicación, ese es el tema que más
debate y feedbacks está generando.
Algo probablemente condicionado por el propio título pero también por la carga
de abstracción de un sustantivo como ‘amor’ al que cada cual se acerca según su
propia interpretación del concepto. Evidentemente yo tengo la mía
(probablemente un tanto disociada) pero, a grandes rasgos, la novela está
concebida bajo la estética posmoderna que aboga por la “obra abierta” a
múltiples interpretaciones así que prefiero seguir enriqueciéndome con las
distintas lecturas sin condicionarlas de antemano con la mía propia.
- Cuando te
planteas escribir ¿te marcas un esquema previo que sigues a rajatabla o te
permites ir improvisando, cambiando cosas?
En
todos los aspectos de mi vida soy un completo desastre así que la organización,
estructuración o esquematización siempre se me ha dado fatal… Cuando encuentro
un tema sobre el que me apetece escribir lo único que trato de fijar de
antemano es el tono y la perspectiva narrativa, a partir de ahí, tanto la trama
como los personajes se van construyendo en tiempo real. Me atrevería a decir
que, a menudo, hay mucho de escritura automática ―de posesión infernal―, sobre todo a partir de la quinta o
la sexta cerveza… y es bastante habitual encontrarme al día siguiente con cosas
que no recuerdo haber escrito.
- La
documentación en esta novela se nota que es detallada y amplia; ¿te supuso un
trabajo pormenorizado o fuiste añadiendo datos a medida que los necesitabas?
Bueno…
esta respuesta quizás me redima de la anterior. Las sesiones etílico-nocturnas a papel y tinta en el rincón más oscuro de
algún bar sirven para articular el esqueleto de la narración a la que, por
supuesto, posteriormente habrá que dotar
de órganos, de piel y de músculos y esa fase de documentación sí que me la
suelo tomar muy en serio (por la mañana y con el café bien cargado). El
problema con Cartas de amor después del
ecocidio es, precisamente, que apenas queda espacio para la “ficción”; todo
lo que cuenta ya ha sucedido, está sucediendo o sucederá a medio plazo si no
cambiamos la inercia suicida que nos está conduciendo al desastre global. Y no
es paranoia… en el tiempo que ha pasado
desde los primeros textos que escribí para la novela, ya he podido ver cómo se
van cumpliendo fielmente lo que en aquel momento no eran nada más que
proyecciones literarias… Te podría decir que resulta un poco angustioso esto de
ser un “visionario” y luego tal vez irían bien unas risas entre corchetes para
rebajar el mal rollo y que quede claro que (quizás) estoy bromeando.
- ¿Cuáles
son tus autores favoritos en este género? ¿y en general? ¿por qué?
Para mí las dos grandes obras maestras
del género distópico son, sin duda, 1984
de George Orwell y Un mundo feliz de
Aldous Huxley. No obstante, en lo relativo a la estética literaria propia del
género, las influencias más significativas en Cartas de amor después del ecocidio serían J. G. Ballard y, sobre todo, William
Gibson al que considero ―y ahora utilizo el término completamente en serio― un auténtico
visionario (el ciberespacio, la realidad virtual o la realidad aumentada ya
estaban en sus novelas mucho antes de que Microsoft, Apple o Google se forrasen
vendiéndonos todo el asunto). Por último, tampoco puedo dejar de mencionar una
novela sin la que, sin duda, la mía no existiría, me refiero a Tokio ya no nos quiere de Ray Loriga; cada
vez que recibo una llamada desde un número desconocido me entra un ataque de
pánico porque estoy seguro de que serán los abogados de Ray pidiéndome
“explicaciones”…
Y en cuanto a autores en general… pues
digamos que las influencias directas son sobre todo norteamericanas, aunque
esto tiene su explicación: yo estudié Filología Hispánica y la carrera me
posibilitó el conocimiento en profundidad de la literatura española e
hispanoamericana así como la de los clásicos europeos pero, a cambio, tenía
enormes lagunas con la literatura anglosajona, especialmente con la más
reciente, y eso era, precisamente, lo que estaba leyendo por la época en la que
empecé a escribir así que resultaba inevitable que esos autores (Hunter S.
Thompson, William S. Burroughs, Bret Easton Ellis, Chuck Palahniuk o Douglas
Coupland) fuesen los que acabasen calando a la hora de conformar un estilo… No
obstante, a todos esos nombres junkies habría
que añadir el de un autor español y, por desgracia, de mi misma generación al
que odio visceral y profundamente por su capacidad para plagiar mis mejores
ideas cinco minutos antes de que a mí se me ocurran. Se llama Enrique Rubio y
es un tipo de lo más peligroso…
- ¿Estás trabajando actualmente en
otra novela? ¿puedes anticiparme algo?
Sí, claro… no creo en esa leyenda
urbana de no poder hablar de los proyectos futuros porque si lo haces se gafan
así que, por un lado, tengo bastante avanzada otra distopía (en este caso
“tecnoapocalíptica”) y, por otro ―aunque
todavía en pañales―, una novela ambientada en el contexto
de la “nueva política”. Uno de estos días echaré una moneda al aire para
dilucidar por cuál de las dos me decido.
Yo leí esta novela hace unos días y me dejó por los suelos. No fui capaz de encontrar ni un ápice de esperanza. Pero vista la situación actual del mundo, ¿hay lugar para la esperanza?. No sé. Pero esta noche se ven las estrellas.
ResponderEliminarHa sido una de mis últimas adquisiciones porque soy muy fan del género; aunque siento no estar de acuerdo con vosotros, en relación con lo de la humanidad y todo eso y su fin. Yo hace cuatro años, en un día como hoy, estaba tirado en una cama en un hospital, sin esperanza de vivir. Ahora estoy hecho un toro...... así que si la humanidad se va al garete que lo haga después de que yo falte..... he sudado mucho y chupado mucha química para llegar aqui. Disculpar que sea egoista pero la vida me sigue enseñando que o luchas tu por ti o margaritas a los cerdos. Besos
ResponderEliminarYa tengo curiosidad por leerlo, pero ahora mismo está casi en el último puesto (sólo tiene detrás a los otros dos finalistas), así que a saber cuándo le llegará el turno.
ResponderEliminarTu reseña me ha parecido de lo más inteligente y acertada. He disfrutado muchísimo sufriendo la novela de Marcelo, y digo "sufriéndola" porque creo que es una de esas novelas que abofetean al lector y, con ello, tal vez despierten en él cierta curiosidad. La estructura es sumamente original y el personaje de Demo me ha fascinado. Como dice el propio Marcelo, yo soy incapaz de encontrarlo despiadado; siento toda la lástima por él, a pesar de ser un asesino. Pero hay tanto dolor en su vida. Marcelo es un escritor brillante y «Cartas de amor después del ecocidio» te sumerge por completo en ese universo a la vez grisáceo y rutilante que propone. Me ha encantado también la entrevista. Un besote! :)
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