lunes, 30 de septiembre de 2024

LOS DÍAS LIGEROS de Yolanda Guerrero

 

No sé si faltaban dos o tres semanas para la fecha de publicación de Los días ligeros, pero me quedé colgada, literalmente, de su portada y del resumen que aparecía en la web de la editorial. Supongo que por recuerdos familiares en primer lugar, porque mis abuelos me hablaron de ella en más de una ocasión y, después, porque en mi caja de postales (aquellos tiempos maravillosos en que los buzones, en verano, se llenaban de postales de amigos y familia) había una de la piscina Stella. En blanco, jamás se había usado, pero a mí me parecía una imagen de algo muy lejano, cuando en realidad la tenía más cerca de lo que pensaba. También recuerdo haber pasado por su lado con el coche y me impactó su perfil, la sensación de algo extraordinario que no casaba en absoluto con lo que la rodeaba, pero fascinante. La cuestión es que, como os decía, me enganché a lo que entonces era solo el anuncio de una próxima publicación de Plaza y Janés y, además, me pareció una recomendación maravillosa para mi sección literaria del programa Esto es otra Historia de Onda Madrid. Problema: aparte del resumen, poca información había, así que, echándole un poco de morro, contacté con la autora, tocaya mía, para preguntarle si disponía del dossier de prensa o una información algo más detallada para que la recomendación saliese en antena justo la semana de la publicación.

 "Audaces fortuna iuvat", decía el proverbio latino (la fortuna favorece a los audaces) y la jugada me salió bien. Yolanda Guerrero, a la que conocía de su novela anterior, Mariela, no solo fue amabilísima, sino que me facilitó el dossier de prensa para que pudiese preparar el programa. Gracias a ella creo que quedó una recomendación lectora bastante redondita. Además, Yolanda fue tan amable de enviarme un ejemplar y este verano, por fin, he podido ponerme con ella y viajar hasta los tiempos dorados de la Stella, aquellos en que un recinto con aspecto de imponente barco varado se convirtió en un refugio perfecto para escapar de una España en blanco y negro que trataba de salir adelante. Coged la toalla y las gafas de sol y vayamos hasta allí.

TODOS LOS MUERTOS TIENEN UNA HISTORIA QUE CONTAR

En 1952, Sara viaja de Palencia a Madrid para venir a vivir con sus tíos y cuidar de su primo, Mateíto, que se ha roto una pierna. Su tío, Mateo Santiago, es arquitecto y director del Club Piscina Stella, que además cuenta con restaurante y organiza brillantes fiestas nocturnas. A Sara, el Stella le parece un prodigio, casi un lugar mágico, y no tardará en recorrerlo de arriba a abajo, intrigada y fascinada a partes iguales. Allí va a conocer, casi por casualidad, a las que se van a convertir en sus dos mejores amigas: Amparo y Julia. Las tres son muy diferentes y las tres han llegado a Madrid siguiendo caminos muy diversos: Julia, en busca de una vocación religiosa que no acaba de tener clara y Amparo, desde su Asturias natal, para trabajar en la cocina del Stella. Pronto se darán cuenta de que el club es mucho más que una piscina de moda. Allí se reúne lo más granado de la sociedad y las personalidades del momento de todos los ámbitos: desde el deportivo, como Joaquín Blume, hasta Ava Gardner, Antonio Machín, Xavier Cugat y la autora Karen Blixen (conocida como Isak Dinesen, autora de Memorias de África). También Adele Gifford, condesa de Romanilla, de la que descubrirán que esconde más de un importante secreto.

La muerte de uno de los socorristas, Roberto, que se estrella contra el bordillo de la piscina cuando pretendía hacer una exhibición de salto aparentemente bebido, rompe la feliz y luminosa rutina del Stella, que se ve obligado a cerrar mientras las cosas se aclaran. Sara, Julia y Amparo aprenderán a conocerse, a vivir, a enamorarse y serán testigos de lujosas fiestas, tan alejadas de la realidad que impera más allá de sus muros. Y aprenderán lecciones inolvidables  que las marcarán de por vida. Sin embargo, también deberán enfrentarse a varios asesinatos y a un misterio que puede ponerlas en peligro.

Los días ligeros es una novela que, para quienes no son de Madrid e, incluso, para muchos de sus habitantes, recrea la época de esplendor de un club y un edificio que fue referente durante muchos años. Casi un mito. El proyecto inicial fue considerado una extravagancia y también muy arriesgado, ya que arrancó en la década de los 40, con la Guerra Civil aún muy presente. Su perfil, además, llamaba la atención desde lejos, ya que parecía (y aún parece, aunque esté cerrado) un barco con su puente de mando posado en una colina al final de la calle Arturo Soria. En principio se destinó a una clientela elitista, con dinero para poder pagar la entrada, aunque una vez por semana se vendían entradas a precios populares para que pudiesen ir personas de todo tipo y condición. Y, para sorpresa de muchos, la idea fue un completo éxito.


 Yolanda Guerrero ha recreado de manera muy visual lo que era el Club Piscina Stella y ha conseguido que casi imaginemos que estamos tumbados en una hamaca al sol junto a la piscina o tomando un combinado bajo una colorida sombrilla. Sara es quien, en primera persona, nos narra la historia desde el principio. Su evolución desde la inocente quinceañera que llega a Madrid y a la que todo sorprende, hasta la mujer adulta capaz de sacar unas oposiciones a maestra e interesarse por los cambios que empezaban a tener lugar en España, es coherente, sólida. Consigue hacernos partícipes de sus alegrías y sus penas, sus logros, sus sentimientos, sus miedos, sus arrebatos de indignación. Julia y Amparo también crecen ante nuestros ojos, a veces pasando por trances muy dolorosos e inesperados.

Sara irá descubriendo, también, cosas sobre su propia familia y deberá madurar de golpe. Pero para ella, el Stella es su lugar feliz, el sitio al que desea volver como sea desde donde sea, quizá porque allí ha recibido las lecciones más importantes de su vida. Sus conversaciones con Karen Blixen, que la abren los ojos para ver el mundo de otro modo, y la extraña "amistad", por llamarla de algún modo, con Adele Gifford, que le hace entender que hay situaciones y hechos que escapan por completo de lo que ella conoce, irán modelando su carácter y sus interese. Como también lo hará la aparición del amor, que la llevará de la mano a conocer otra realidad paralela a la "oficial" del gobierno del momento y a los inicios de la lucha social que empezaban a asomar la cabeza.

Me tiro a la piscina, y en este caso es casi literal, para asegurar que el personaje de Adele Gifford está inspirado en Aline Griffih, condesa de Romanones, famosa por haber trabajado como espía para la Oficina de los Servicios Estratégicos de los Estados Unidos. Su trabajo la trajo a España, donde conoció a su esposo. Sea como sea, Yolanda ha dibujado unos personajes, tanto los reales como los ficticios, humanos, creíbles y llenos de matices, que cuentan sus propias historias y que se mueven dentro de una ambientación muy conseguida, en la que se nota que la autora ha trabajado mucho y se ha documentado ampliamente. Hay mucho de crítica social en sus páginas, quedando marcadas de forma indeleble las diferencias que existían entre clases en aquellos años, el miedo más o menos soterrado a la policía o a cualquier investigación que se llevase a cabo y tocase de cerca y, más avanzada la historia, los inicios de los movimientos sociales y de trabajadores que se oponían al régimen establecido. Incluso la apertura de la base aérea de Torrejón, pactada con los Estados Unidos.

Solo ha habido una cosa que me ha resultado un tanto chocante y lo digo con todo el respeto y el cariño para la autora. Y es que, en ocasiones, las reacciones y la manera de expresarse de las tres protagonistas en la primera parte de la novela, en la que apenas tienen quince años, me han parecido de personas más adultas. Mi generación es posterior, pero con quince años éramos niñas. Muy niñas. Mis tías, que sí podrían ser coetáneas de Sara, Julia y Amparo, poco más o menos. Es verdad que debían enfrentarse al cuidado de la casa y de los hermanos desde edades tempranas, pero seguían siendo niñas. Sin embrago, en la novela, especialmente en el caso de Sara, muestran una capacidad de conversación, de toma de decisiones y unas formas de hablar en las que no queda rastro de las niñas que son. Parecen mucho más adultas desde el principio. Pero insisto, esta es solo una apreciación personal que, en ningún caso, ensombrece la novela ni la trama.

Narrada con buen ritmo, Los días ligeros es una estupenda novela para conocer cómo fueron aquellos años, cómo se vivía, como existía una España de dos velocidades, con dos mundos, claramente diferenciados. Una historia en la que también hay literatura, música, anécdotas reales, noticias que fueron impactantes en su momento y un misterio que vais a tener que descubrir vosotros. El Stella permanece cerrado, sumido ahora en un mar de abandono, pero si pasáis por allí, entrecerrad los ojos e imaginad lo que fue. Decía Karen Blixen que "el tiempo pasado nunca se pierde, solo se transforma en recuerdos". Hagámosle caso.

lunes, 23 de septiembre de 2024

SIEMPRE VIENEN DE NOCHE de Alberto Caliani

 Con esta novela me estreno con Alberto Caliani como autor, a pesar de que buenos amigos, tanto lectores como escritores, me habían hablado muy bien de sus libros. Y la cosa es, como bien sabéis, que si hay algo que me encanta leer son tramas en las que haya "muertis" (palabra robada a mi admirada Ainara Ariztoy, de Funerarte), uno o más misterios y, si además hay ambientación histórica, me rindo con armas y bagajes. Me llamó la atención el título cuando vi esta novela en el catálogo de Ediciones B y más aún la frase que había debajo: "Cuando las campanas suenan, la muerte ronda al monasterio de Piedra". Estaba entonces en plena vorágine de la Feria del Libro, pero supe que tenía que leerla. Además ya conocía a Alberto y me apetecía mucho leerle. Así que no me lo pensé. También es verdad que he tardado, al final, más de lo que pensaba en ponerme con ella, porque mi mes de julio fue estresante. A pesar de todo, aquí estoy, presta a contaros lo que descubrí en sus páginas.

Mientras la leía, descubrí que algunos de los personajes principales ya lo habían sido de novelas anteriores de Alberto, pero os aseguro que se puede leer de forma completamente independiente y no perdemos nada de información. Sí, se hace mención a esas "aventuras" previas, pero como las cuentan con bastante detalle en algunas conversaciones, realmente no las he echado de menos. Así pues, vayamos a Nuévalos, muy cerquita del monasterio de Piedra. Y recordad: si escucháis las campanas, encerraos en casa.

"¡YUNQUES, SONAD; ENMUDECED, CAMPANAS!" - ANTONIO MACHADO

Corre el año del Señor de 1543. Es noche cerrada y un novicio encuentra en el bosque a una joven que corre aterrada, con la ropa destrozada y gritando a voz en cuello. Los gritos alertan a los monjes y uno de ellos la reconoce: es Daniela, la hija del comendador de Nuévalos, que desapareció una noche y fue asesinada. Se halla bajo tierra desde hace cuatro años. Pero, ¿cómo es eso posible? Los muertos no se levantan de sus tumbas... ¿o sí? Sin embargo la desaparición de Daniela no ha sido la única. Desde hace tiempo, otras jóvenes se han volatilizado, incluso más de una ha sido encontrada muerta, con sus cadáveres en terribles condiciones. En Nuévalos, que vive sometido a un clima de miedo constante, saben que el sonido de las campanas augura la llegada de los demonios y todos se encierran en sus casas, atrancando puertas y ventanas, suplicando porque esta vez no sea su hija la que caiga en sus manos. 

Para tratar de averiguar qué está pasando en Nuévalos, el secretario de Carlos I, Francisco de los Cobos, encarga a Dino D'Angelis, al que considera su mejor agente, que se desplace allí e investigue sobre el terreno. D'Angelis pide ir acompañado de Charlène Dubois, médico personal de la familia del emperador y a la que considera casi una hija. También irá con él su inseparable Neuit, un chiquillo de una tribu al que encontró abandonado y en peligro cuando estaba con la expedición de Orellana, y del que Dino se ha hecho cargo desde entonces. Dino no cree en la naturaleza diabólica de lo que sucede en Nuévalos, pero demostrarlo va a ser una tarea muy complicada.

Siempre vienen de noche ha sido etiquetada como "thriller histórico" y con ella podríamos abrir de nuevo el melón de qué es y qué no la novela histórica. Obviamente, el contexto lo tiene. Estamos en el reinado de Carlos I, aparecen personajes históricos reales y se van filtrando detalles de los está sucediendo o ha sucedido en España y Europa. ¿Se narra un hecho que sucedió realmente? No, pero sí se ha encuadrado en una época y esta aparece como ambientación en todo momento. Pero como este es un debate que da para largas conversaciones, lo aparco hasta nueva ocasión.

Lo que sí he descubierto es que Caliani se mueve como pez en el agua creando situaciones de intriga y misterio, que sabe muy bien cómo dosificarlas para mantener siempre al lector en una tensión constante esperando un nuevo giro, aunque, cuando lo da, nos suele pillar con la guardia baja. Y también sabe tirar de ironía, especialmente gracias a Dino D'Angelis, un tipo cuanto menos peculiar, pero que acaba por caer muy bien a pesar de su chulería, sus directas indirectas y sus constantes ganas de tocar las narices a todo el que se le pone por delante. Los diálogos que mantiene con Neuit, ya casi un preadolescente, que habla un español de retales, pero que es capaz de ponerse a la altura de Dino, son realmente divertidos. Se adoran, aunque no lo digan, y se entienden casi con mirarse. Y es que Neuit, ha aprendido las mañas de su "protector" y no se calla ni debajo del agua.

Cuando llegan a Nuévalos, el comendador, Ricardo de Cortada, parece haber arrojado la toalla. El no haber sido capaz de proteger a la población, la muerte de su hija y su inesperada aparición le tienen sumido en un estado que alterna la rabia con la desesperación. Su hijo, Víctor, un hombre joven y ya viudo, que marchó a estudiar y que es todo lo contrario a él, es el que mejor recibe a Dino y sus acompañantes. En el pueblo, hace tiempo que las visitas de los demonios se "facilitan", dejando abiertas las puertas de las murallas. Hay un clima de rendición absoluta sumado el del miedo. Durante buena parte de la novela no pude evitar sentir cierta semejanza con una de mis películas favoritas, El bosque, pero después esto se diluyó tras varios giros en la trama que descolocan de forma inesperada.

La investigación de Dino le lleva a ir descubriendo muchos detalles que parecen conformar una imagen, pero que no acaba de verse completa. Algunos de los vecinos tienen muchas cosas que ocultar y hay lugares en las inmediaciones de Nuévalos que también esconden secretos. Alberto Caliani ha creado un pequeño universo alrededor de Nuévalos y los terrenos que lo circundan, describiendo perfectamente los intrincados bosques, los caminos, la geografía del pueblo. Pero, sobre todo, lo que domina es la psicología de los personajes, cómo evolucionan, cómo se enfrentan a lo que no tiene explicación.

El miedo modela las almas llenándolas de aristas. Y en Nuévalos ese miedo es algo tangible que Alberto consigue que se meta hasta el estómago del lector en determinados momentos. Lo sobrenatural está presente y, aunque Dino va sacando a la luz cosas que contradicen esta supuesta realidad, pocos son quienes lo creen. Han visto a los demonios. Saben de lo que son capaces. Y ya son demasiadas muertes. Hay en la novela escenas duras; terribles, incluso, pero no creo que sobren ni que haya que "dulcificarlas". La época es la que es y las cosas se solucionaban de manera muy diferente a la de hoy. La violencia estaba muy presente y los castigos y las venganzas se gestionaban de forma implacable, por decirlo de alguna manera. La tensión, la dureza, la sangre y los hechos atroces que van saliendo a la luz están perfectamente explicados y se aligeran, de cuando en cuando, gracias a Dino, a Neuit y a la Lobera, una mujer muy especial que vive en el bosque con dos lobos y en la que Dino encontrará una aliada muy eficaz. Y es que los diálogos son uno de los puntos fuertes de la novela, siempre directos, naturales, cargados en muchas ocasiones de ironía y cierta mala leche.

El misterio de los demonios de Nuévalos sirve a Caliani para hacer un muy buen estudio de cómo el miedo y la angustia son capaces de cambiar pueblos enteros. El instinto de supervivencia y la protección de los suyos también es una variable que maneja con buen pulso. Siempre vienen de noche ha conseguido mantenerme pegada a sus páginas hasta el final, un final que no deja cabos sueltos, aunque creo que lo importante de esta novela es cómo se llega a él. El viaje es apasionante. Así pues, coged vuestro equipaje y perdeos en las páginas de Siempre vienen de noche. No lo olvidéis: el sonido de las campanas anuncia funestas visitas.


martes, 17 de septiembre de 2024

LOS MUERTOS DE RÍO GRANDE de Santiago Mazarro

 

Era el año 2020, estábamos aún en plena pandemia, y Santiago Mazarro, con Senderos Salvajes, resultaba finalista del Certamen Internacional de Novela Histórica de Úbeda. Cuando leí la novela, dedicada a la figura de Manuel Lisa, me sorprendieron dos cosas: la juventud del autor (lo he comentado más de una vez, estas nuevas voces de la novela histórica son maravillosa e insultantemente jóvenes) y el modo en que se metía hasta los ijares en un momento histórico poco tratado y casi desconocido. Pero lo que más me llegó, lo que hizo que me enamorase de su manera de narrar, era cómo la ambientación de la novela te arrastraba. Podías ver los paisajes, oler las calles de Nueva Orleans o la vegetación de la ruta que tomaron, sentir el frío, la humedad, el tacto de las pieles. Recuerdo que pensé que este autor iba a tener un magnífico futuro. Y así está siendo.

Y es que Los muertos de Río Grande, la tercera novela de Mazarro, ha dado un giro de guion espectacular, tanto en el modo de plantear la trama como en su desarrollo. El salto ha sido de récord olímpico. Basándose en un hecho real, utilizando un contexto histórico complejo y también bastante desconocido y desarrollando unos personajes inolvidables, Santi se ha marcado lo que llaman un thriller histórico tremendo, absorbente y redondo que me ha tenido leyendo a destajo en mis tardes de piscina, entre baño y baño. Así que os voy a contar los motivos. Nos vamos a Nuevo México y a 1820.

PASO A PASO, GACHUPÍN

En Santa Fe, la capital de Nuevo México, a orillas del Río Grande, dos hermanas, Carlota y Dolores Pino, desaparecen durante la noche de las fiestas de la patrona de la ciudad. Se habían escapado de casa con dos amigos, también hermanos, para disfrutar a escondidas del ambiente. Pero ambas desaparecen sin que nadie haya visto nada y los primeros sospechosos son los dos hermanos Losada, aunque estos niegan tener nada que ver. Días después las hermanas aparecen muertas flotando en las aguas de un arroyo y con sus cuerpos destrozados. Para investigar qué ha sucedido y quiénes son los culpables reales, son enviados a Santa Fe Juan Orviz, español recién llegado a Nuevo México, y Leandro Cuervo, antiguo soldado veterano de las guerras comanches y buen conocedor de la zona. Los dos, tan diferentes en todos los sentidos, tienen que colaborar para desenredar una madeja que se va enmarañando a cada paso que dan. Porque, como bien irán comprobando, muy pocas cosas son lo que parecen en Santa Fe y sus alrededores y hay otras, ocultas, que tendrán que sacar la la luz, aunque eso los ponga en peligro. 

Si no me equivoco, fue mi admirado David Yagüe, amigo, escritor y periodista, quien dijo que esta novela era un True detective en el Nuevo México del siglo XIX. Y, como de costumbre, solo puedo darle la razón. Porque Orviz y Cuervo, para averiguar la verdad, han de tomar caminos peligrosos que los alejan de Santa Fe y que tienen nombres tan poco tranquilizadores como el cañón del Muerto o las montañas de la Sangre de Cristo. Lo que podía haber sido un asunto local, a pesar de la brutalidad de lo sucedido, se va extendiendo como una mancha de aceite y los dos protagonistas se verán obligados a enfrentarse a habladurías, leyendas siniestras, turbios manejos de contrabando, silencios cómplices y otras muertes anteriores que nadie investigó.

Vayamos por partes, que hay mucha tela que cortar. En primer lugar y como os decía al principio, la ambientación es brutal. Se nota perfectamente la formación audiovisual de Santi Mazarro, reputado documentalista también, porque es fascinante cómo nos describe los paisajes de aquellas tierras, el color de las montañas y caminos, las calles de Santa Fe y los pueblos por los que Orviz y Cuervo han de pasar, el polvo, el frío de las noches, las tonalidades del amanecer. Te sientes dentro de la lectura en cada momento, como si estuvieras allí. Hasta los olores se hacen presentes, nos parece sentirlos, consiguiendo una inmersión total. Igual de vívidas son las sensaciones de peligro que rodean a los protagonistas en determinados momentos, porque Santi nos las envuelve llenándolas de detalles que van creciendo en intensidad, consiguiendo llenarte de inquietud.


El contexto histórico está perfectamente delimitado: estamos en un momento en que las revueltas en México estaban desarrollándose en muchos puntos y las autoridades españolas se enfrentaban a un cambio sustancial en la situación de Nuevo México. Por otro lado, y gracias a los recuerdos y las conversaciones con Juan Orviz, estaremos al tanto de lo que sucedía en España en aquel momento, con el levantamiento de Riego contra la anulación, por parte de Fernando VII, de las normas introducidas por la Constitución de 1812. Orviz, constitucionalista declarado, amigo personal de Riego, se ha visto desterrado a Nuevo México por su participación en esos hechos. La muerte de las hermanas Pino pone en el punto de mira de la culpabilidad no solo a los hermanos Losada, sino también a los revolucionarios mexicanos y a indios de la zona, completando un puzle complejo de lo que sucedía por entonces.

Pero, en mi opinión, lo que hace brillar la novela más que nada son sus protagonistas. Os aseguro que a mí se me han quedado en el corazón. No pueden ser más distintos y, aunque sufrirán más de un desencuentro, acabarán por convertirse en amigos y camaradas. Juan Orviz, asturiano, casi recién llegado a las Américas, observador, metódico e ilustrado, se encuentra en Nuevo México completamente desubicado. Todo lo es extraño y hasta hostil y se siente muy solo. Las cartas que envía a su prometida en España y a Rafael de Riego jamás obtienen respuesta y echa de menos todo, incluso las cosas más pequeñas. Pero es responsable y concienzudo y se entregará a la misión de hallar a los culpables de la muerte de las hermanas con dedicación absoluta. Todo lo anota, para que no se le olvide ningún detalle. Para los lugareños es un chapetón, un gachupín (como se denominaba a los españoles establecidos en México) y así le llama constantemente Leandro Cuervo, lo que hace que se sienta aún más extranjero a pesar de estar en una provincia española.

Ay, Leandro Cuervo... qué hallazgo de personaje. Ojalá tenga más recorrido, porque es de esos protagonistas que se tatúan en la memoria lectora. Cuervo es mayor que Orviz y tiene un pasado complicado, por resumir mucho. Fue soldado del ejército español y se enfrentó a los comanches, por lo que dentro de la milicia tiene cierta reputación y buenos amigos. Irónico, mordaz, con más conchas que un galápago, no duda en utilizar la violencia si es necesario. Le encanta tocar las narices a todo el mundo, pero también cuenta con una fina intuición y mucha experiencia sobre el terreno. A la vez descreído y creyente, lo que choca en ocasiones con el ateísmo de Orviz, a medida que ciertos hechos salen a la luz se da cuenta de que se mueven sobre arenas movedizas. Su hermana, Adela, va a aparecer en un momento de la novela y termina de redondear la estampa. Hay diálogos entre ellos que son para enmarcar. Otro gran acierto de Mazarro, ha sido saber remedar el habla de aquellos mexicanos de nuevo cuño, con todos sus giros, modismos y expresiones y eso le otorga, aún más, una marcadísima personalidad. No lo oculto: quiero seguir sabiendo de Leandro Cuervo.

Los muertos de Río Grande es una fantástica novela, una historia que se lee casi sin darte cuenta y que mezcla con maestría crímenes, sospechosos, oscuras leyendas (como la de la Llorona), tensiones políticas y territoriales, el avance de la revolución mexicana, los choques culturales, el contrabando, la situación de las ciudades españolas en Nuevo México, la religión bien y mal entendida, los ritos, las diferentes costumbres y el sentimiento de lejanía con una patria de la que les separa todo un océano. Un auténtico disfrute que os recomiendo mucho y muy fuerte, porque os lo vais a pasar en grande leyéndola. Y que os vais a volver tan "cuervistas" como yo.

miércoles, 11 de septiembre de 2024

LA ÚLTIMA REINA GODA de David Yagüe

 


¿Reseñar la novela de un amigo es fácil o complicado? Personalmente creo que lo difícil de verdad es hallar el punto medio justo, porque, obviamente, te dejas llevar por el corazón y quieres gritar al mundo entero la gran historia que ha sido capaz de sacar a la luz. Hay quien se queda en eso y es tan respetable como cualquier otra posición, aunque siempre he considerado que, además de apoyarle, también es coherente dar datos objetivos del libro, para que la reseña no se convierta en un panegírico jubiloso que acabe convirtiendo la novela en un bonito mundo de luz y de color, plagadito de unicornios felices. Dicho esto, me vais a perdonar si en esta reseña me dejo llevar un poco (o bastante) por el corazón, porque la última novela de David Yagüe, a quien tengo la suerte de tener como amigo y referente en el mundillo literario, es fabulosa. Y lo voy a argumentar, por supuesto, porque creo que ha escrito una ficción histórica preciosa, creíble, magníficamente ambientada y con personajes muy humanos, con defectos y virtudes.

Parece que, en los últimos tiempos, el interés por el reino visigodo en España ha crecido de forma exponencial en la literatura. Hasta no hace tanto era una época de la que no se escribía, excepto, quizá, para relacionarla con la invasión musulmana o el inicio de la Reconquista. Para quienes ya tenemos una edad, los godos y visigodos eran una lista interminable de nombres de reyes, algunos bastante raritos, que había que aprenderse. A mí me tocó hacerlo en primero de Derecho, cuando se estudiaba (ahora ya no sé si existe la materia) la asignatura de Historia del Derecho: además del Código de Eurico y el Breviario de Alarico, nos tocó empollarnos la famosa lista en la que siempre llamaba la atención el último rey godo de Hispania, don Rodrigo. Un rey con un aura un tanto infausta y romántica, a quien en los romances viejos se acusaba de haber seducido a la Cava, hija de don Julián, conde de Ceuta, que, en venganza, facilitó el paso de los musulmanes a través del estrecho de Gibraltar. La cuestión es que don Rodrigo estaba casado con Egilo (o Egilona, depende de las fuentes) y es a ella a la que David Yagüe dedica su novela

Vamos a conocer su historia...

ANNO DOMINI 711

En el año 711, las huestes musulmanas invaden Hispania y comienzan su avance a sangre y fuego por la península. No encuentran demasiada resistencia en lo que aún es el reino visigodo de Toledo, que está en pleno declive y se desmorona sin remedio. Los invasores y nuevos amos de las tierras de Hispania lo saquean todo y capturan centenares de esclavos, entre los que se encuentra Egilo, la esposa del último rey visigodo, don Rodrigo, altiva, orgullosa y también aterrada por su futuro. Egilo aún no lo sabe, pero se va a convertir en una pieza clave a partir de ese momento y será fundamental en el devenir de un periodo histórico muy complejo y convulso. 

Sobre la reina Egilo no existen demasiados datos documentales. Incluso hay serias dudas acerca de sus orígenes y su familia. Sí se sabe con certeza que fue esposa de don Rodrigo y, por tanto, reina visigoda. Lo que ha hecho David Yagüe en su novela es tratar de cerrar los muchos agujeros que la biografía de Egilo tiene con una ficción histórica sólida y bien armada, en la que las fuentes que nos hablan de ella y de la época que le tocó vivir dan la pauta, pero no son pilares inamovibles, fundamentalmente porque no se tiene constancia de su certeza o de si lo que se contó de ella fue así. David Yagüe nos la presenta desde su infancia, como niña y jovencita adorada por su padre, con carácter desde siempre; como mujer enamorada y esposa que apoya a su esposo hasta el final, cuando muere en batalla; como viuda y cautiva y, de nuevo, casada con un líder "enemigo"; como manipuladora y conspiradora contra este. Además, como en un complejo caleidoscopio que, al moverse, conforma una imagen diferente, David también nos ofrece la visión que de ella tienen los personajes secundarios que, a lo largo de la novela, caminan a su lado. Porque cada uno de ellos, como Baddo, su criada (que nos deja algunos momentos para sonreír), tiene una opinión distinta de ella y eso nos permite observarla desde muchos puntos de vista: una mujer compleja, que supo jugar sus cartas y que tenía claro cuál era su papel en cada momento.


 S
iendo una novela ambientada en un momento de enfrentamientos bélicos más o menos abiertos, David no se recrea en demasiadas batallas o luchas abiertas. La suya es más una novela de personajes dentro de ese clima tan convulso y complicado. Pero, a medida que leemos, lo que descubrimos es que los musulmanes no eran ese cohesionado y poderoso ejército que se movía como una perfecta y engrasada máquina de guerra, ni tampoco que los visigodos se hundieron o resistieron de forma residual.  Muy interesante es la visión que nos da de Oppas (un personaje histórico al que, personalmente, siempre he tenido mucha manía, lo siento), el arzobispo que facilitó en gran medida la expansión de los musulmanes por la península y al que no le dolían prendas en colaborar con quienes habían llegado para invadir y saquear. Oppas está convencido de que es él quien debería reinar en la nueva Hispania y cree que es el único con capacidad para ello; sin embargo, muchos de los personajes le consideran un traidor y un inútil (más o menos como yo). Abd al-Aziz, el segundo marido de Egilo, además de intentar gobernar los nuevos territorios, se nos presenta como un hombre que trata de mantener cierto equilibrio: la expansión del Islam es su prioridad, pero sabe que, a pesar de su dispersión, tiene a mucha población en su contra. Y él es más un brillante administrador que un soldado.

Paralelamente, el marco histórico queda bien delimitado al hablarnos de hechos que sucedieron por entonces como la revuelta que protagonizaron los habitantes de Sevilla, especialmente los judíos, contra los invasores musulmanes, la "confraternización" de muchos godos con los invasores (señalando, incluso, a quienes se debía eliminar), los nobles que decidieron apoyar al enemigo con tal de mantener sus privilegios. 

En mi opinión, lo mejor de la novela es cómo David sabe sumergirnos en la época, cómo nos crea una burbuja temporal que nos traslada hasta allí, en la que nos movemos entre los personajes, los lugares, las luchas de poder y la confrontación entre ambos bandos. Un momento histórico del que no hay muchos datos, pero que aparece vivo, real y creíble, al igual que Egilo, una mujer que jamás se convirtió al Islam, que siguió siendo reina para los godos y que intentó siempre sobreponerse a lo que el destino le enviaba, adaptándose, sobreviviendo. Una novela muy literaria que nos envuelve con un estilo muy cuidado y una narración que fluye constantemente sin perder ni un ápice de interés.

Hemos tenido que esperar diez años desde Los últimos días del imperio celeste, la anterior novela de David, pero la espera ha merecido la pena. Confío en que este sea el inició de nuevas aventuras literarias para él y para disfrute de quienes le admiramos en todas sus facetas.