miércoles, 22 de marzo de 2023

EL VALS DE LA NOVIA AUSENTE de Javier Vázquez Ezcurdia

Conocí a Javier Vázquez casi por casualidad. Una de estas felices ocasiones que, a veces, dan las redes sociales entre tanto "odiador profesional" y mal rollo en general. Y es que Javier solía comentar los hilos que, los domingos, se cuelgan en Twitter con el contenido del programa de Onda Madrid Esto es otra Historia, presentado por David Botello y Esther Sánchez y en el que suelo tener un huequito para hacer recomendaciones de libros o de literatura en general. Comenzamos a seguirnos mutuamente y, gracias a ello, descubrí que iba a presentar esta novela, El vals de la novia ausente, en Zaragoza. Al poco, se ofreció a enviarme la novela y, en el colmo de la generosidad, no me llegó solita, sino con la anterior de la misma protagonista, Tango para una asesina, y una breve negra y rural, Tres ovejas

Con la pila de libros que siempre tengo pendiente por leer, este vals me ha tocado bailarlo un poco tarde, pero me ha encantado. Hasta la última nota. Primero porque ya sabéis lo que me gustan las novelas que transcurren en ciudades diferentes a las grandes urbes españolas, Madrid o Barcelona, y después por el argumento, original y muy bien hilado, con una protagonista que se sale por completo de los cánones clásicos y que nos lleva a descubrir la Zaragoza de principios del siglo XX. La ciudad estaba en pleno inicio de su expansión y desarrollo y Javier hace un magnífico retrato de lo que era, de sus calles, de sus habitantes. Y, además, con un misterio y una muerte poco clara. Una mezcla estupenda para disfrutar.

QUE HABLE AHORA O CALLE PARA SIEMPRE

El sábado 31 de agosto de 1912 todo está preparado en la iglesia de San Felipe para la boda de Beatriz Collados y Saturnino Aguilar. La novia se está retrasando en exceso y hay una cierta inquietud entre los invitados hasta que la novia aparece del brazo de su padre. Pero cuando en la ceremonia el sacerdote hace el llamamiento habitual a que si alguien tiene algo que decir, que lo diga ahora o calle para siempre, una mujer andrajosa que se ha colado en la iglesia manifiesta a gritos que la boda no puede celebrarse porque Santiago ya está casado. El escándalo que se organiza es mayúsculo. La mujer huye a la carrera y, al tratar de cruza la calle, es arrollada por un carruaje y muerte en el acto.

Con este arranque, que ya ha conseguido acaparar toda nuestra atención, Javier echa la vista atrás algo más de un año para que vayamos conociendo los pormenores de lo que llevó a esa boda y parte de la vida de los novios. Y, en medio de todo, siempre estará Mercedes Ibor, una conocida cupletista que dos años antes (tal como se narra en Tango para una asesina) gozaba de una gran fama por haberse convertido en una gran estrella de los teatros de variedades. En aquel momento ocupó muchas portadas de periódicos por haberse visto envuelta varios crímenes y haber ayudado a su resolución. Y, ahora, se ve relacionada con otra muerte violenta que, a priori, parece un simple accidente. Pero, ¿es realmente así?

De la mano de Javier vamos a descubrir una Zaragoza que vive un bullicioso momento de expansión. El progreso está llegando, imparable, y eso lleva a que la ciudad esté llena de contrastes. Por un lado, los más pudientes se reúnen en locales de moda y teatros, luciendo sus mejores galas y haciendo alarde de su posición. Por otro lado, los obreros que trabajan en las fábricas, apenas pueden permitirse llevar una vida digna. Muchas veces se ven en condiciones penosas que contrastan vivamente con quienes gastan su dinero alegremente. Ambas realidades están muy bien descritas y nos permiten hacernos una idea de cómo era la sociedad del momento. 


 También se nos muestra la ciudad como tal en aquellos años, haciendo mención a establecimientos  famosos entonces o muy conocidos. Es evidente que Javier ha hecho un magnífico trabajo de reconstrucción de cómo era la ciudad en aquel 1912 y que hoy ha desaparecido casi por completo. El Café Moderno, el Hotel Regina, el Casino Principal o el Teatro Pignatelli se vuelven a erigir ante nuestros ojos con el esplendor que debieron tener en su día. Es también El vals de la novia ausente una novela muy coral, llena de personajes que no están, en ningún caso, como mero relleno. Todos tienen un papel muy concreto y todos, en algún momento, tienen mucho que decir. Por supuesto, el papel peso principal lo lleva Mercedes Ibor, una mujer con carácter, que sabe bien lo que quiere, resuelta y bastante adelantada a su tiempo. Se la conoce como "la cupletista detective" y, aunque llevaba dos años en el dique seco tras los sucesos que marcaron su vida, vuelve a hacer frente a un misterio que esconde mucho más de lo que parece.

El vals de la novia ausente es, también, una novela costumbrista, con diálogos ágiles y muy reales, y que va dejando perlas de humor a lo largo de sus páginas. Una fina ironía se enseñorea de muchas conversaciones y es muy refrescante encontrar esta naturalidad de principio a fin. Además está narrada de forma muy viva, sumergiendo por completo al lector en la trama y desglosando poco a poco los pormenores de un misterio que, si bien a priori no parecía tal, nos acaba atrapando por completo.Los capítulos cortos ayudan aún más a esta sensación de querer seguir leyendo, de saber más. 

La prosa de Javier Vázquez es una delicia, os lo aseguro. Se le nota oficio y que maneja el lenguaje perfectamente y con estilo. No se pierde en eternas descripciones ni en dar demasiados detalles que nos alejen del foco principal de la novela, pero en todo momento tenemos la sensación de que sabemos por dónde pisamos porque nos lleva con facilidad. Y por si oa preocupa que sea una segunda entrega de la misma protagonista, no hay que preocuparse, puede leerse perfectamente sin haber pasado por la anterior.

Si tenéis ocasión, dadle una oportunidad a este vals y a su ritmo de tres por cuatro, porque os va a apetecer mucho seguir su música. Es una bonita inmersión en el tiempo para conocer esa Zaragoza de 1912 y lo que se cocía en sus cafés y en sus tabernas, en sus casas lujosas y en las habitaciones más humildes. Y porque Mercedes Ibor es un gran personaje para descubrir. ¿Venís?

*** Javier Vázques Ezcurdia ha estado quince años tras los micrófonos de "Escúchate", en las tardes de Aragón Radio y tiene el Premio de Comunicación del Instituto Aragonés de la Mujer y el Premio Solidario del Grupo Social ONCE. También es dramaturgo y ha publicado dos obras de ese género: "El señor del traje gris" e "Y si fuera posible amar", actualizando la historia de los amantes de Teruel, además de varios libros infantiles.

jueves, 2 de marzo de 2023

LA SOMBRA DE LA TIERRA de Elvira Mínguez

 

No se si os pasa también a vosotros, pero de un tiempo a esta parte, cada vez que veo una novedad en los catálogos de las diferentes editoriales firmada por un famoso (sea presentador, monologuista, actor o tertuliano) me causa cierto hartazgo y casi que le pongo la cruz. Sí, sé que no es justo. Y, de hecho, muchas veces me echo atrás y leo alguno de esos libros. Me he llevado felices sorpresas con unos pocos, pero con otros muchos he pasado días jurando en arameo y diferentes lenguas muertas, incapaz de dilucidar por qué demonios se había publicado tal cosa. Cuando me llegó el anuncio de la novela que hoy os traigo, no me percaté del nombre de la autora. Lo leí, pero no me llegó al rincón de la memoria hasta un rato después. Caramba, es ESA Elvira Mínguez. La actriz. Tuve un ligero escalofrío: por un lado estaba mi admiración por ella en su trabajo; por otro, pensar si era otra "novela de oportunidad". La noticia de que tendríamos un zoom con ella en el club de lectura aparcó mis peros y me lancé a sus páginas. Y me quedé. Villaveza del Agua se erigió ante mí y tomo carta de naturaleza. Pude ver sus calles, sus casas, su cementerio, sus campos y, sobre todo, a sus habitantes, de los que es muy difícil olvidarse.

A mí, urbanita irredenta, de larga familia madrileña que jamás tuvo un pueblo como parte de la biografía, todo lo rural me fascina. En algunos pueblitos he tenido la sensación de haberme cambiado de planeta y mi admiración por Delibes, que fue quien mejor retrató el campo y los pueblos españoles (tanto con la mirada más inocente como con la más terrible) hacía que me enamorase de esquinas, de plazas, de vecinas a la fresca, de pequeñas iglesias remendadas. He tenido la fortuna de conocer uno de esos pueblitos a fondo, gracias a dos de mis mejores amigos, en plena meseta toledana, con sus calles irregulares, sus ventanas con visillos que ocultan miradas, su bar con los parroquianos echando la partida, con la luz escasa y las muchas historias que me contaban de rencillas entre vecinos...algunas con un poso cruel. Mucho de eso hay en La sombra de la tierra. Venid, demos un paseo.

"EL ODIO ES UNA LARGA ESPERA" (REN MARAN)

Villaveza del Agua es un pueblo pequeño de Zamora. Corre el año 1896 y sus habitantes permanecen atados a una tierra que apenas da para comer. Tampoco tienen a donde ir. Su mundo son los campos de cultivo, la pequeña tienda en la que se vende de todo, el bar y sus casas, todos cubiertos por la pátina de la pobreza. En ese pequeño universo se erige un figura tan temible como odiada: Garibalda, una viuda enferma que impone sus propias reglas a todos de forma incontestable. Frente a ella, Atilana, su rival, que aspira como sea a quitarle el poder a Garibalda para hacerse con él. Ambas han construido una lucha basada en el odio que arrastra a todo el que está a su lado y son los hijos de ambas los que más lo padecen. Incapaces de amar ni siquiera a los suyos, Garibalda y Atilana no se dan cuenta de lo que se está gestando alrededor, perdidas en su ceguera de rencor.

Todo en La sombra de la tierra parece una fotografía en sepia, como cuando contemplamos fotografías de hace un siglo y tratamos de distinguir lugares hoy conocidos. En el inicio de la novela, Atilana acaba de perder a su marido, conocido por el Putero, y nadie, excepto la familia, asiste a la pobre comitiva fúnebre. Incluso hay quien vuelve la espalda. Ni siquiera entonces Garibalda, dueña y señora de voluntades, muestra clemencia y se niega a abrir el cementerio o a que el cura asista a la familia. La muerte del Putero, además, facilitará que, por las muchas deudas que este contrajo en vida, la familia de Atilana se vea abocada a la miseria y al hambre. 

Villaveza se nos presenta como un escenario que tiene mucho de tributo a esos clásicos del mundo rural como Los santos inocentes o La familia de Pascual Duarte. La descripción que Elvira hace del pueblo y de su entorno no es excesivamente detallada, pero los personajes tienen tal poder que pasan por encima. Y es que ellos son lo importante, porque a través de lo que sienten, de lo que hacen, de cómo interactúan, de sus miedos, de sus odios, de sus secretos más inconfesables se va levantando un paisaje único pero muy reconocible. Quizá porque en este país nuestro hemos tenido pruebas suficientes de que en los pueblos más pequeños pueden suceder los horrores más grandes. Que en ellos los odios y las deudas pasan de generación en generación. Garibalda y Atilana lo hacen con sus propios hijos, alimentándoles con él, incluso inculcándoselo a golpes. 

Y, como suele suceder, el resto de vecinos se mueve al son de quien lleva la batuta. Garibalda, aunque temida y detestada, cuenta con el apoyo de aquellos a los que esquilma porque, realmente, no les queda otra. Estar a bien con ella es ganar en tranquilidad, por eso obedecen incluso las órdenes que no da. Cada vez más enferma, más obesa y más cruel, inútil para el cariño o la compasión, hasta sus hijos la temen tanto como la detestan. Y eso es algo que tiene en común con Atilana, capaz de consentir la aberración más espantosa con una hija para salvar a un hijo. Es curiosa la fijación que tienen las dos con uno de sus hijos, aunque jamás demuestren ni un ápice de amor maternal

En los dos años por los que transcurre la novela se irán desgranando recuerdos, hechos del pasado, momentos concretos. También iremos conociendo a los diferentes habitantes, a los hijos de las dos antagonistas, al único empleado de Atilana, Fernando Vacas, que llegó para cobrarse una deuda y se quedó por algo que sabe imposible. Las ansias de escapar de allí van germinando en los hijos, que miran más allá de las montañas a pesar del miedo. Alguno se echa a la espalda la responsabilidad de ganar un dinero que mantenga a su familia aunque eso le suponga embarcarse a una guerra tan lejana como desconocida. 

En algunos momentos Elvira nos hace cómplices de la historia que nos cuenta, como si ese narrador omnisciente que nos pone todo ante los ojos nos quisiera sumergir en Villaveza. Nos incluye en su mirada. usando frases como "no la habíamos visto hasta ahora". Espectadores de excepción, sin duda.

La sombra de la tierra me ha supuesto una feliz y fascinante sorpresa. No solo por lo que cuenta sino por cómo lo cuenta Elvira Mínguez. Ha sabido mantenerme en vilo hasta el final, un final que puede serlo...o no, eso cada lector lo va a decidir, aunque no es un final abierto, y me ha atrapado en esa tela de araña de sentimientos, rencores, deseos de muerte, miseria, deudas por pagar que no son solo económicas y herencias que dejan llagas en el alma de por vida. Solo puedo recomendarla y que os dejéis llevar. Encontraréis a la Taya, enlutada y ciega, sentada a la entrada del pueblo y seguro que puede desvelaros muchas cosas, aunque puede que su silencio sea lo que más os inquiete.