El buen padre saca un gran partido a la tensión. Santiago Díaz es guionista de cine y televisión y sabe perfectamente cómo hacerlo, cómo cerrar los capítulos en alto para mantener la atención del lector, cómo llevarte hasta una esquina en la que no ves lo que hay detrás y, allí, hacerte girar de golpe para que te topes con lo que no esperas. En eso me ganó con Talión y ha vuelto a conseguirlo ahora. Sí que hay un par de cosas en esta novela que necesitarían una explicación detallada, algo que comentamos con el autor en el encuentro vía Zoom que tuvimos con el Club de Lectura LL y que nos reconoció. Lo explico un poco más adelante, aunque ya os anticipo que su importancia es relativa para la acción, si bien para mí, reconocida tiquismiquis, me chirriarron un poquito. Como una puerta que no cierra bien en un piso nuevo.
EL FINAL DE LA CUENTA ATRÁS
Hace un año, Gonzalo Fonseca fue detenido en su casa, completamente cubierto de la sangre de su mujer. A su lado estaba el cuchillo, arma del crimen, con sus huellas. Se encontraba en estado de shock y parecía no entender nada de lo que le estaba pasando. Doce meses después, Ramón Fonseca, el anciano padre de Gonzalo, se entrega en una comisaría asegurando que ha secuestrado a tres personas que van a morir en las tres semanas siguientes si no se consigue detener al verdadero asesino de su nuera. Ramón tiene la certeza de que su hijo no cometió el crimen por el que está en prisión y ha cargado las culpas contra el abogado que le defendió, la jueza que lo juzgó y una joven testigo cuyas palabras en la vista fueron fundamentales, aunque Ramón dice que mintió. Los tres morirán si la policía no averigua la verdad.
Por si eso fuera poco, exige que sea la inspectora Indira Ramos quien se haga cargo de la investigación, una mujer con un código ético único e inquebrantable, pero que se encuentra en el punto de mira de todos sus compañeros por haber denunciado a otro policía cuando descubrió que había falseado pruebas para incriminar a un sospechoso. Indira, además de la firmeza de sus convicciones, tiene una feroz fobia a los microbios y al desorden debido a un hecho de años atrás que la marcó para siempre. Ella y su equipo serán los encargados de reabrir y resolver un caso que está completamente cerrado y sentenciado y evitar tres muertes en las tres siguientes semanas.
¿Qué no haría un padre por su hijo? Todos los que somos madres o padres sabemos que, por un hijo, somos capaces de cualquier cosa. Pero ¿esta premisa es estrictamente cierta? ¿Cuántos de nosotros seríamos capaces que quitar la vida a alguien? Es la desesperación la que ha llevado a Ramón Fonseca a tomar decisiones terribles y a urdir un plan que puede acabar con tres muertes, pero él lanza la responsabilidad a la policía. En manos de los agentes está ahora salvar a los secuestrados. Ramón se niega a dar pistas, solo exige una solución que exonere a su hijo. Y el reloj ya ha empezado a correr.
A base de capítulos cortos y de una creciente tensión, que va tomando velocidad como un motor diésel bien engrasado, el equipo de Indira Ramos se ve abocado a transitar dos caminos que parecen dirigirse directamente al abismo: por un lado, tratar de salvar a los tres secuestrados; por otro, volver a examinar las pruebas del caso de Gonzalo Ramos y comprobar si hay algo que se pasó por alto. Al tiempo, Santiago Díaz va introduciendo capítulos dedicados al abogado, a la jueza y a la testigo: en unos los vemos en su encierro, en otros sabremos más de sus vidas y de cómo quedaron vinculados al caso de Gonzalo Ramos. Paso a paso descubriremos que no todo es lo que parece y que hay muchas sombras en las esquinas de las vidas de los tres.
Indira Ramos es un descubrimiento como personaje. A su carácter firme, de mujer que ha conseguido llegar a donde ha llegado por su propia valía, a su ética acerada que le hace ir contra cualquier cosa que sea ilegal, aún cuando la haga un compañero, se suman sus fobias que ha aprendido a controlar a duras penas. Su equipo la mira con bastante prevención y cierta manía, consideran que traicionó a uno de los suyos, pero al tiempo no pueden evitar un poso de admiración que irá creciendo a lo largo de las dos investigaciones que llevan a cabo. Es cierto que hay escenas de Indira lidiando con su trastorno que podrían haber sido un dechado de extravagancia, pero Santiago las reviste de un cordial sentido del humor que consigue que empaticemos con ella y sonriamos levemente. No convierte sus fobias en una parodia, las hacer parte de Indira, les da carta de naturaleza. La relación estrecha con sus compañeros y, en especial, con el subinspector Ivan Moreno hace que se vaya "humanizando", aunque sin perder jamás su peculiar forma de ver la vida.
Nota muy personal: el contraste entre Marta Aguilera, la protagonista de Talión, e Indira Ramos. La primera deja a un lado por completo la ética, la culpabilidad, las normas y opta por castigar a su modo a quien ha escapado del castigo legal; Indira es todo lo contrario. La noche y el día.
Y sí, como os decía al principio, hay un par de cosas que no terminan de encajar por completo. Es verdad que no afectan al desarrollo de la acción ni le restan un ápice de interés, pero yo no he podido evitar tropezarme con ellas mientras corría al ritmo que Santiago Díaz me marcaba. La ubicación del Polígono de los Ángeles, en Getafe, va a acabar siendo una broma recurrente entre el autor y el club, pero se puede obviar por completo. No así, y no quiero dar demasiados detalles, la edad de Ramón Fonseca, un dato que es fundamental para cualquiera que se pare un poquito a pensar acerca de lo que podría o no hacer. Igualmente, y conociendo el sistema procesal español, me parece que un año es un plazo excesivamente corto para que se haya producido una condena (con su investigación policial, el sumario, la calificación de pruebas y la vista oral) y que Gonzalo Fonseca ya lleve un tiempo en la cárcel. Eso sí, todas pueden ser pasadas por alto si se quiere, pero están.
El buen padre es un thriller intenso, oscuro en algunos momentos, que toca temas terribles como la prostitución de lujo, la vida de los presos en la cárcel, la soledad y la rabia de quien lo ha perdido todo, la presunción de inocencia cuando esta no es tal, la lucha contra los demonios que algunas personas llevan detro. Pero es, sobre todo, una apasionante carrera contra el reloj en la que el premio son vidas humanas. Y hay aquí otro dilema moral: ¿valen más unas vidas que otras? ¿hay personas que merecen morir por lo que hicieron o por lo que decidieron no hacer?
La verdad, en muchas ocasiones, está más cerca de lo que creemos y no siempre es la que podemos aceptar. En El buen padre tenemos un ejemplo poderoso de todo ello. Y parece que Indira Ramos ha llegado para quedarse. Va a ser muy interesante seguirle los pasos. De momento, venid a conocerla, os garantizo varias horas de lectura con el corazón desbocado.