EL AUTOR: JUAN RAMÓN BIEDMA
Nacido en Sevilla y licenciado en Derecho, trabajó en la gestión de emergencias compartiendo esta actividad con las de guionista y crítico cinematográfico además de locutor de radio. También ha colaborado en publicaciones y antologías como “La lista negra”, “Aquellarre” o “Guernika variaciones”. Con “El manuscrito de Dios”, su primera novela editada por Ediciones B, consiguió la Mención Especial del Jurado en el II Premio de Novela de la Semana Negra de Gijón en 2004. A continuación llegaron “El espejo del monstruo” y “El imán y la brújula”, también editadas en Ediciones B. Con esta última consiguió los premios Hammet, Novelpol y Crucedecables a la mejor novela policiaca del 2007. Posteriormente publicaría “El efecto Transilvania”, la novela gráfica
“Riven” y “La ciudad observatorio”.
En junio de 2010 publica “El humo en la botella”, ganando de nuevo el premio Novelpol y que resulto finalista en los premios Hammet, además de obtener el Premio Especial de la Dirección de la Semana Negra de 2010. Ya en febrero de 2011 aparece “Antirresurección”, que obtuvo el premio Celsius a la mejor novela fantástica del año y fue finalista en el premio Novelpol. Ya en 2014, y como os he señalado antes, consiguió el Premio Valencia de Novela Negra con “Tus magníficos ojos vengativos cuando todo ha pasado”. Sus obras cuentan siempre con una muy buena acogida de crítica y lectores y han sido traducidas al portugués, griego, alemán, ruso y turco.
MADRID, 1930
Mientras representa "La zapatera prodigiosa", la conocida actriz Ana Ermitaño es asesinada. Herida de muerte por un cuchillo clavado en su espalda y, aunque ella ha intentado tapar la hemorragia para continuar la representación, termina cayendo sin vida delante del lugar que ocupa el rey Alfonso XIII. Intentaba entregarle algo, pero le faltaron las fuerzas. El médico que la atiende en primera instancia descubre que lo que la Ermitaño guardaba entre sus ropas era una petaca con el escudo de los Borbones.
Antolina, una profesora de niños especiales, acude a un oscuro comercio de juguetes en la madrileña calle Postas, trasn haber recibido una extraña carta citándola allí. En la tienda conocerá a Román, un joven que se ha hecho cargo del negocio de su padre y, en el sótano, asistirá al estremecedor funcionamiento de un autómata que parece predecir la muerte de la maestra.
Marcela, una joven dramaturga que aun espera una oportunidad y que suele acudir a las tertulias que Enrique Jardiel Poncela organiza en su casa, sufre un intento de asalto al salir del domicilio del autor. Tiene en su poder la petaca que le entregó su padre, el doctor Arellano, tras la muerte de Ana Ermitaño. En su huída, consigue la ayuda de Hernán Ruiz, el sereno de la zona, gracias a la cual puede escapar. A él le entrega la petaca y le da su dirección para que se la lleve al día siguiente. Pero cuando Hernán acude al domicilio, descubre que Marcela no ha aparecido por allí y que el doctor ha desaparecido. Ello le llevará a ponerse en contacto con Jardiel Poncela para contarle lo que ha sucedido y ambos comenzarán a investigar qué ha ocurrido y qué hay detrás de todo.
Los destinos de todos estos personajes se van a ver unidos detrás de un misterio que parece no tener solución y que se va complicando a cada paso. Moviéndose en el Madrid que queda más oculto a la vista de todos, irán sumergiéndose en lugares oscuros en los que se enseñorean personajes más ocuros aun. El peligro se irá haciendo cada vez más presente para ellos mientras la situación política y social se está volviendo un avispero.
Como bien resume Marcela a mitad de la novela: "Un sanatorio infantil secreto, el sobre en la pitillera que no pudo entregar al rey, cruceiros para enterrar niños sin bautizar, cementerios ambulantes, timbas para juegos suicidas, una actriz millonaria en bancarrota, un antiguo novio morfinómano, un amante joven al que nadie conoce, un hijo secuestrado después de muerto, la panda de asesinos de Unión Patriótica... sin incluir al fantasma que donó su cuerpo y el de sus amigotes a las ciencia."
Pero hay más. Mucho más. Y una vez dentro es muy difícil escapar.
UNA MORGUE PARA ENANOS EN UN TALLER DE MECÁNICA.
La frase anterior la usa Juan Ramón Biedma para ilustrar lo que siente Antolina cuando baja al sótano de la juguetería y ve montones de muñecos y autómatas despiezados en mesas de trabajo. Ninguno está completo ni acabado, pero seguramente podrían haberlo sido. La imagen es tan absolutamente genial que tenía que usarla de algún modo. Y quizá todo el argumento de la novela es un poco eso: muchas piezas que están ahí, esperando a ser ensambladas.
El protagonismo de Jardiel Poncela en esta novela es el pago de una "deuda de honor" de
Biedma con él. Gran admirador de la obra pero, sobre todo, de la personalidad de Jardiel, ponerle al mando, como si de un detective se tratase, de una investigación llena de terrenos pantanosos y cargada de peligros es, desde luego, una gran idea. Jardiel es uno de nuestros "olvidados", autores brillantes que caen en una especie de zona muerta o que son, sin que puedan defenderse, tildados de apoyar tal o cual causa o política sin ser cierto. Hijo de un periodista y una pintora, estudió en la Institución Libre de Enseñanza y su amistad con Ramón Gómez de la Serna le hizo replantearse su modo de entender la literatura. Seguidor de las vanguardias, tan en boga a principios del siglo XX, hay en sus obras mucho de novedoso y de transgresor. Y mucho de ese humor suyo casi absurdo, lleno de sarcasmo e ironía.
Como ya sucedía con Londres en "Tus magníficos ojos vengativos cuando todo ha pasado", Juan Ramón nos va a sumergir, sin bombona de oxígeno posible, en los barrios, calles y lugares más oscuros y peligrosos del Madrid de los años 30. Pasearemos también por sus zonas más conocidas, las que todo el mundo ve y disfruta, pero a lo largo de las páginas veremos como las realmente importantes son las primeras: esas que están pero que nadie quiere ver y que se niegan, aunque sea en susurros. Nos encontramos en un periodo especialmente crítico en la política española: el dictador Primo de Rivera ha decidido mandar una carta pública pidiendo el apoyo del ejército ante su cada vez más precaria situación en el poder. El rey tampoco cuenta con demasiados apoyos, hay un descontento social que no deja de crecer y mucha sordidez que sale a la luz en cuanto se rasca un poco la superfcie.
La investigación y los avatares por los que van transcurriendo los protagonistas se van a ir entrecuzando con una historia paralela: los sucesos que están teniendo lugar en la mansión del Conde de Alivenza, en la que, mientras se celebraba el velatorio del conde, éste se levantó como si tal cosa, pidió su tabaco y se encerró en la bodega. La casa se va llenando de gente de todo tipo y condición provocando situaciones que rozan lo surrealista, muy acorde con el tono de muchas obras de Jardiel.
Juan Ramón Biedma usa en esta novela una mezcla brillante entre la narración tradicional con los diálogos en forma teatral, algo que, en mi opinión, le da una gran ligereza a los mismos. Esta mezcla de estilos era también muy del gusto de Jardiel Poncela que, como buen seguidor de las vanguardias, solía utilizar este tipo de mixturas. Y no sólo me parece brillante este modo de escribir la historia, sino también su fantástico uso de algunos recursos literarios (esa genial aliteración al describir la sordidez de un callejón: "renegrido rancio roto rezumante retorcido") que a veces se nos clavan como puñales, igual que ocurría en su novela anterior.
Pero también, siguiendo de nuevo a Jardiel, utiliza su parte más hilarante y satírica, esa que siempre ha conseguido arrancarme carcajadas en su teatro. Como en esta pequeña perla:
"Hernán conduce a poca velocidad, con el ojo puesto en el plano dibujado sobre una hoja que su amigo Deburau ha colocado encima del salpicadero con el encabezamiento GPS y una nota explicativa al pie: Guía Para Subnormales". O usar el recurso de la frase repetitiva en boca de un personaje, como en el caso de Herminio, el joven ayudante del doctor Arellano, que cada dos por tres repite "pues para que usted vea", al igual que hacía, por ejemplo, la criadita Práxedes en la inolvidable (y una de mis favoritas) obra de Jardiel "Eloísa está debajo de un almendro" repitiendo a cada paso, como una ametralladora "ah, bueno, por eso".
Además de los protagonistas, que están acompañados de un buen número de secundarios a cual más pintoresco, tenemos también una protagonista en elipsis: Ana Ermitaño. Sólo aparece en las tres primeras páginas de la novela pero, a medida que ésta transcurre, iremos conociendo su vida, sus amores, sus tristezas, su desgarro interno, su relación con todo lo que sucede. Una actriz de raza con muchas luces pero también, por desgracia, muchas sombras. Y entre los secundarios destacaría a la pareja de policías que, ante cualquier situación, recitan pasajes de "La venganza de Don Mendo", de Miguel Mihura, otra de mis obras favoritas. Doble goce.
Es fantástica también la recreación del Madrid de la época que delata una minuciosa labor de investigación y documentación. Llegan a aparecer los espejos deformantes del Callejón del gato, que Valle Inclán hizo famosos en "Luces de Bohemia" y que simbolizaron a la perfección el esperpento y la distorsión de la realidad para Max Estrella. Caminaremos por la Gran Vía, por los alrededores de la Plaza Mayor, por la calle Gonzálo de Córdoba, domicilio de Jardiel en pleno Chamberí, por la Plaza de Santa Ana y el Teatro Español... pero también por las zonas más degradadas como el Lavapiés de las calles estrechas, el Real Canal del Manzanares, las casas de prostitución como la de Costanilla de los Desamparados. Un Madrid como ciudad preciosa, cosmopolita, llena de vida y cultura pero que también esconde muchos pozos llenos de putrefacción. Incluso hoy día.
La acción no decae ni un momento, se mantiene y va creciendo dando, de cuando en cuando, giros que nos dejan boquiabiertos por inesperados y por lo que conllevan para los protagonistas. Muy bien narradas las escenas de acción, que nos transmiten la angustia y el miedo de quienes las viven. Y un sobresaliente, como de costumbre, para descripción de los lugares más ocuros, esos que albergan pequeñas "paradas de los monstruos" con los desechos de la sociedad. Esto es marca de la casa en Biedma y creedme que lo borda.
Si aun no habéis leído nada de este autor, hacedlo cuanto antes. Os volverá adictos y ya no querréis escapar del universo Biedma.
...Y UN ATRACO A MANO ARMADA.
Abusando un poquito de la confianza de Juan Ramón y de su gran amabilidad para conmigo en todo momento, me permití remitirle una pequeña entrevista para adornar con sus palabras esta reseña. Aquí os la dejo. Que sean sus palabras el mejor cierre.
1.- ¿Cómo te planteas cada nueva novela? ¿Te surge una
idea y vas desarrollando desde ella o tienes planificada la historia desde el
primer momento?
Nunca tengo muy claro cuál es el
punto de partida de mis historias, que se pierde en lo más espeso de mi
subconsciente, pero una vez materializado el proyecto, mi trabajo de
planificación es sistemático hasta lo absurdo.
2.- En tus novelas la ambientación es fundamental, de
hecho las ciudades pasan a ser un personaje más. ¿Te documentas previamente
para todos los detalles o vas buscando información según te va surgiendo la
necesidad?
Aunque con frecuencia, a la hora
de escribir sobre un pasaje, debo volver a completar detalles, la labor de
documentación es siempre previa y así lo recomiendo en mis talleres de creación
literaria; es sorprendente la enorme cantidad de ideas y sugerencias que nos
aporta la localización física de las diversas secuencias.
3.- Has colocado al dramaturgo Jardiel Poncela en “La
lluvia en la mazmorra” como protagonista. ¿De dónde viene el interés sobre su
figura? ¿Tenías la historia pensada y le incluiste como protagonista o
construiste la novela alrededor de Jardiel?
El interés por Jardiel me viene
desde que leí la primera de sus obras teatrales, siendo muy niño, y esta
historia me viene acompañando también desde hace mucho, así que me resulta
imposible definir cuando el uno se sumó a la otra.
Sí tengo claro que, una vez
tomada la decisión de incluir a Jardiel como personaje, las circunstancias de
la novela fueron mutando y creciendo, enriqueciéndose, para dar cabida a una
figura de sus escuetas –apenas uno sesenta- pero personalísimas
dimensiones. Y que el propio escritor tuvo la deferencia de adaptarse a las
necesidades de la trama.
4.- ¿En tus novelas tienen cabida las improvisaciones?
Quiero decir ¿has optado por cambiar algún pasaje o el carácter de algún
personaje, alejándote de la idea inicial?
Decía García Márquez que lo más
difícil es mantener el tono de una novela, conservar la línea de una historia
que un escritor monta, por ejemplo, en un periodo depresivo de su vida y
termina escribiendo en momentos exultantes. Desde luego que hasta un autor tan
insoportablemente metódico como yo va desarrollando y modificando el guión de
su obra. No siempre para mejor, aunque el tiempo suele jugar a nuestro favor.
5.- El Madrid de la época de “La lluvia en la mazmorra”
era convulso, complicado y, físicamente, muy diferente del de hoy día. ¿Qué es
lo que más te ha gustado descubrir de la ciudad de esa época? ¿Y de la actual?
Lo bueno ha sido ir invocando
fantasmas por los más intrincados rincones de Madrid, persiguiendo a veces un
rastro casi perdido, hasta dar con ellos. Lo mejor, descubrir que en nuestros
días, detrás de las anchas avenidas, los rascacielos y los centenares de miles
de vehículos, seguían estando allí.
6.- Los sucesos que ocurren en casa de los condes Alivenza
tienen ese cierto aire surrealista que adornaba las obras de Jardiel, al igual
que muchos diálogos y frases, que tienen su sello. ¿Crees que Jardiel fue un
incomprendido en su época, tanto literaria como políticamente? ¿Que aún lo es a
pesar del tiempo transcurrido?
Jardiel era profundamente individualista, su principal
compromiso estaba centrado en su creación artística, y creo que era consciente
de que terminaría pagando un alto precio por vivir de forma coherente con sus
ideas. Por desgracia, tantas décadas después, a pesar lo indiscutible de su
talento, su figura siendo analizada -como se malinterpreta tanto en este país- a
través del observatorio de la incultura y la cerrazón que mantienen cerradas
las fronteras de la inteligencia ante los aires de renovación y el espíritu
poco concesivo.