Siempre es una alegría volver a leer a autores que te gustan y con Agustín Tejada me pasa. Tuve la suerte de conocerle en Úbeda, en el Certamen de Novela Histórica, la primera vez que acudí. Me gustó mucho cómo defendió allí la novela que llevaba y poco después, con motivo de la publicación de la siguiente y la presentación que se hacía en la Casa de la Rioja de Madrid, además (y por diversos imponderables organizativos) la presenté con él, algo que me hizo una enorme ilusión. Hoy me precio de poder considerarle mi amigo y es que a veces la vida me premia con estos regalos.
En su novela anterior, Cruzados, Agustín nos llevaba hasta el año 1096, a la primera Cruzada, en la que cinco protagonistas de muy diferente condición partían hacia ella. En esta ocasión avanzamos un poco en el tiempo hasta el 1175 para conocer en primera persona al rey Balduino IV, el rey leproso, y todas las intrigas políticas, palaciegas y diplomáticas que le tocó vivir, además de sus míticos enfrentamientos con Saladino. Una novela que da un paso más en la carrera como escritor de Agustín y que es una lectura apasionante para cualquier amante de la novela histórica. Y, como siempre, Pámies nos regala una portada fabulosa.
CABALLEROS DE JERUSALÉN Y DE CRISTO
Corre el año 1175 y Balduino IV, apenas un adolescente, acaba de ser coronado como rey de Jerusalén. Desgraciadamente, el joven muestra todos los signos de estar desarrollando la enfermedad de la lepra, lo que le augura un triste y rápido final. Todos se empeñan en protegerle al máximo para evitarle peligros, pero él decide y exige ser adiestrado en el arte de las armas y la guerra, como cualquier caballero. Será un caballero de la Orden de San Lázaro, Amadís Pérez de Traba, el encargado de formarle. De origen hispano y con una extraordinaria habilidad para el manejo de la espada, también lleva su particular desgracia a su espalda: su hijo, Santiago, pereció por lepra y su esposa, enloquecida de dolor, se lanzó desde una muralla. Las enseñanzas y entrenamientos con Amadís hacen que el cuerpo del rey se fortalezca y también lo hace su ánimo. Ante los ojos sorprendidos de muchos, renace como hombre y como soldado a pesar de la enfermedad y toma las riendas de su reinado dispuesto a defender con uñas y dientes su territorio frente a la amenaza de Saladino.
La lepra sigue ensañándose con su cuerpo, pero ello no impide a Balduino tomar parte en grandes y feroces batallas acompañado de caballeros templarios, hospitalarios y de San Lázaro. Amadís es su referente, su maestro y su amigo, con él lo comparte todo, incluso sus momentos más bajos. Hasta el amor de una mujer, que se cuela entre ambos. Al ser consciente de que su final se acerca, el rey manifiesta un último deseo a Amadís, una petición que va a hacer que el aguerrido caballero se debata entre la duda del deber y la desobediencia. Es ahora cuando para él comienza de verdad la pelea por el reino de Jerusalén.
Lo insinuaba al principio, pero me gustaría recalcarlo: a medida que Agustín va publicando sus novelas, se aprecia con claridad una progresión brillante en su narrativa. Ha conseguido que las tramas fluyan cada vez con más claridad, se ha sacudido ciertos encorsetamientos y hasta los diálogos han ganado en frescura y naturalidad. En La sombra del rey de Jerusalén nos lleva hasta un momento histórico plagado de guerra y sangre, en el que dos contendientes, Balduino IV y Saladino, convertidos hoy día casi en un mito, luchan por un territorio del que ambos se sienten propietarios. Y lo hace con buen ritmo y con una ambientación fantástica, cargada de épica.
El plantel de personajes, tanto los históricos como los ficticios, está muy bien contrapesado y Agustín ha sabido dibujar sus perfiles con pericia, tanto en lo bueno como en lo malo. Son muy humanos, todos tienen luces y sombras y tratan de vivir de acuerdo con sus creencias... o sus intereses. Podríamos considerar a esta novela como una excelente biografía novelada del rey Balduino IV, aunque es algo más que eso. Además la recreación que hace de las grandes batallas que se vivieron en su reinado es profundamente visual y las desarrolla, como ya mencionaba, con una gran carga épica. Balduino se nos muestra como un hombre valiente, que conoce de sobra sus limitaciones físicas pero que se sobrepone a ellas para defender su tierra.
Pero no solo son batallas los que nos encontramos en La sombra del rey de Jerusalén, también se nos describe la complejidad que supuso mantener el equilibrio político (agravado por la enfermedad del rey, que muchos querían usar en su beneficio) y las distintas intrigas cortesanas y políticas que le rodearon. Aquí Amadís se convierte en el mejor báculo para el rey, que sabe que puede confiar en él a ciegas. Entre tanta batalla habrá tiempo también para el amor y los recuerdos, el mejor bálsamo para aquellos tiempos tan crispados.
Estamos, gracias a esta novela, frente a una época tan fascinante como complicada; tan apasionante como cruel y descarnada. En una tierra que se ha visto empapada de la sangre de tantos y tantos hombres, un rey que se sabe condenado tomará la decisión de pelear, a pesar de todo, por lo que considera justo, por su reino y por los suyos. La sombra del rey de Jerusalén es una estupenda lectura en la que vale la pena dejarse llevar y perderse en sus páginas hasta el final. Estoy segura de que hay muchas cosas en ella que os van a sorprender y a emocionar.