Haber podido conocer al autor, Rodrigo Costoya, en el marco del Certamen de Novela Histórica de Úbeda me ha servido para comprender aún mejor todo lo que encierra El custodio de los libros y que, por encima de todo, es pasión: pasión por la Historia, por la literatura, por conocer, por escribir, por soñar. El paisaje agreste y las azules aguas de la ría de Arousa nos dan la bienvenida y nos abren la puerta a un relato intenso, de los que dejan raíces en el lector y en el que los libros se convierten en protagonistas principales. Destruir el conocimiento es destruir lo que nos hace humanos, nuestra memoria, lo que somos y hasta lo que seremos.
LOS OJOS DE BAIA CAMEÁN
Corre la segunda mitad del siglo XV y a un pequeño monasterio de la ría de Arousa llega un viajero con un cargamento tan valioso como peligroso: libros y códices que contienen saberes y textos de un valor incalculable, sacados a escondidas de la Escuela de Traductores de Toledo para evitar su destrucción. Luís de Ligunde, el fraile que los porta, no es un monje al uso, ya que pertenece a la Orden de Rodas, caballeros hospitalarios con el voto de defender a los débiles. Su destino es la Misarela, un pequeño eremitorio de difícil acceso, en el que será bien acogido por su vicario para ordenar y conservar los libros que tantos cuidados necesitan. Pero la paz y el recogimiento que fray Luís parece haber encontrado se truncan cuando ha de salvar de las aguas de la ría a una adolescente, casi niña, a punto de ahogarse y junto a la que se encuentra, en el fondo, un joven cargado de cadenas por quien ya nada se puede hacer. La oscura y poderosa sombra del señor de Junqueras, que gobierna esas tierras del Caramiñal, empieza a tomar su forma más amenazante en el horizonte de fray Luís y en el de todos los habitantes de la Pobla.
No es Luís de Ligunde un hombre que se deje atemorizar con facilidad, pero la prioridad de mantener a salvo los códices que se hallan bajo su custodia es lo que rige todas sus decisiones. El problema es que ahora hay una jovencita, Baia, que necesita su ayuda. Su voto le obliga y también su conciencia. Sabe que lo que le ha sucedido a ella no es un simple accidente y ponerla a salvo es absolutamente necesario. Con la ayuda de Joam Pastor, abad del monasterio de Antealtares, y del señor de Boiro, Ares López, urde un plan para esconder a Baia lejos de las manos del señor de Junqueras.
El custodio de los libros, como os decía al principio, es una novela histórica magníficamente documentada, sobre todo en lo que a las tierras de Galicia se refiere, pero Rodrigo Costoya no abusa de toda esa documentación para demostrar cuánto sabe. Lo que hace con ella es crear un escenario real, poniendo ante nuestros ojos no un decorado de cartón piedra, sino la vida en una época concreta, con sus sonidos, sus olores, sus pueblos y ciudades y, sobre todo, sustentada por unos personajes profundamente humanos, con todas sus virtudes y sus defectos, capaces de lo mejor y lo peor. Unos personajes que nunca caen en el estereotipo de "buenos" y "malos" sin más aristas que las típicas. Actúan, sienten, sufren, dudan, se equivocan y aciertan, pero nunca son estatuas parlantes ni arquetipos.
Luís de Ligunde, por ejemplo, es un hombre bueno y comprometido, pero esconde bajo su hábito una espada que no dudaría en blandir si llegase el caso. La cruz de ocho puntas que porta en su pecho es la que guía su camino. Pero también se ve sacudido por la emoción de la belleza. El señor de Junqueras y el arzobispo de Compostela, Fonseca, por ejemplo, se mueven mejor en la batalla o en las intrigas políticas y sus pasiones marcan casi todos los actos que llevan a cabo. Quizá el único personaje que, parafraseando al maestro Machado, sea "en el buen sentido de la palabra, bueno" es Tato, el criado de la Misarela con cuerpo de hombre y mente de niño, incapaz de maldad alguna.
Narrada en capítulos cortos, enérgicos, que facilitan la lectura y nos hacen querer seguir adelante sin parar, viviremos junto a los protagonistas la revuelta de los habitantes de la Pobla contra el señor de Junqueras, las intrigas políticas de Galicia y Castilla, rota en mil pedazos por la guerra entre partidarios de Enrique IV y su hermano Alfonso y por las que la siguieron después; el secuestro del arzobispo Fonseca y el plan para robar el tesoro de la Catedral de Santiago; el nacimiento de un niño, en mitad de una tormenta, que siempre lucirá los ojos de su madre. Todo esto, junto con venganzas, intereses cruzados entre la iglesia y el señor de Junqueras, la construcción de un nuevo monasterio y la invención de la imprenta como recurso para poder copiar los libros sin necesitar amanuenses o copistas, facilitando el acceso al saber y al conocimiento, forman el deslumbrante caleidoscopio que Rodrigo Costoya ha creado para nuestro disfrute. Y creedme, se disfruta mucho.
En una época en que el mundo comenzaba a cambiar para no volver a ser nunca como antes y más allá del mar nuevas fronteras se hacían reales, preservar los libros y el saber que contienen se convierte en una necesidad imperiosa. Nuevas generaciones y nuevas bibliotecas precisarán de ellos. También El custodio de los libros es una llamada contra el integrismo, la ignorancia, la obediencia ciega, la intransigencia y un hermoso canto al amor por los libros y el conocimiento. Algo que siempre deberíamos tener muy presente, pero que, en aquellos años, era tarea de valientes porque, si las cosas o los intereses políticos o de la iglesia giraban un poco, podían amanecer atados a un poste con una pira a sus pies.
Os recomiendo muchísimo esta novela. Os aseguro que es tan impactante como adictiva y, a nivel histórico, una maravilla. Además nos permite interesarnos por algunos personajes que esconden más de una personalidad bajo sus apellidos y descubrir que, seguramente, hay cosas que no son como siempre nos han contado. ¿Qué tal si empezamos por Pedro Madruga? Investigad, investigad...
***Rodrigo Costoya, nacido en Torrelavega en 1977, pero de padres gallegos emigrados a Cantabria por trabajo, volvió pronto con su familia a Galicia para criarse en Compostela. Profesor de enseñanza secundaria en el IES Rosalía de Castro, es un gran y precoz apasionado por la lectura. "El custodio de los libros" fue también finalista del Premio de Novela Torrente Ballester. Es la segunda novela del autor, tras la autopublicada "Portosanto", que ya lleva tres ediciones en su versión en gallego.