martes, 29 de octubre de 2024

CRÓNICA DE LA XIII EDICIÓN DEL CERTAMEN DE NOVELA HISTÓRICA DE ÚBEDA

 

No sé si al resto de amigos, organizadores, compañeros, escritores, editores, blogueros y medios en general les pasa, pero a mí la tarde del último día del certamen, cuando hemos acabado de comer y todo el mundo comienza a volver a casa, me causa un poco la tristeza melancólica de fin de fiesta. Es como la tarde del día de Reyes, cuando parece que, entre los papeles arrugados y las cajas abiertas y vacías, se queda una parte de nuestra alegría. Y no me entendáis mal, cada minuto vivido allí ha sido intenso, feliz y pleno, pero qué pronto acaba lo bueno. Aunque claro, hay a quienes les supone el alivio del final y del trabajo bien hecho, ¿verdad, Pablo?

Otros años he pormenorizado bastante todos los actos que han tenido lugar durante los días del certamen y no quiero perder la costumbre, aunque intentaré hacerlo de modo más ligero, que me lío y me eternizo. Lo primero que quiero hacer es agradecer que, de nuevo, la organización haya contado conmigo para asistir y para colaborar con las presentaciones de autores. Además, reencontrarme con mis compañeros del podcast, Pablo, Pedro Pablo, Eva, David y Ren, es siempre una ocasión feliz, si bien son tantos los frentes abiertos y tantas cosas a las que acudir, que, al final, hablamos mucho menos de lo que nos gustaría. Eso sí, nos resarcimos en el programa posterior para contar todas las anécdotas, los salseos, los "churreteos" y lo que se vio y no se vio. Lo podéis escuchar aquí y comentarnos lo que queráis.

Este año ha habido una nutrida representación de autores de novela histórica. Un total de 26 que lo han vivido con una implicación absoluta, compartiendo charlas con compañeros, participando en las recreaciones que se han celebrado y, en general, pasándoselo en grande. He de decir que, como ha escrito David Yagüe en El collar de Wamba, también ha habido quien se ha merecido un tirón de orejas, pero de eso hablaremos más tarde. El resumen podría ser perfectamente que el certamen ha sido un éxito, tanto desde el punto de vista de la calidad de los escritores presentes, como por la cuidada organización y la gran presencia de público en los actos literarios y en las recreaciones históricas en la calle. Además hay que señalar un hecho importante: que el certamen también intenta acercar la historia y la literatura a los centros escolares y este año, de nuevo, han sido varios los autores que han dado charlas en diferentes institutos de la localidad.

Llegué a Úbeda el jueves, día 17, a mediodía, con mis amigas Ana y Belén, después de un viaje con algo de lluvia y ya la tarde se adivinaba muy interesante, con las presentaciones de Julio Alejandre, en la librería El agente secreto, de su novela La armada de Dios y de Enrique Bocanegra y su Ataque a La Española, a continuación, en Libros prohibidos. En esta se produjo un curioso debate acerca de flotas y de su número, que creo que va a ser mencionado más de una vez. En ellas me encontré ya con buenos amigos y conseguí mi chapita del podcast, para lucirla como se merece. Y es que este es otro de los regalos que el certamen me ha hecho: poder seguir participando en su podcast, aprender de mis compañeros y sentirme parte de algo realmente especial. La presencia de oyentes durante estos días ha sido un plus y solo puedo agradecerles su fidelidad y su cariño, que, os aseguro, nos llega por toneladas.

He procurado asistir a todas las charlas de los diferentes autores (creo que solo falté a dos), pero me gustaría, primero, centrarme en las que tuve el gustazo de presentar. La primera fue con Toni Gratacós y su novela Todos sabrán mi nombre, que nos fascinó a todos por la pasión con la que nos habló de ella y de la época, descubriéndonos, poquito a poco y al mismo tiempo que su protagonista, la figura de Hernán Cortés, mientras nos introducía en el misterio de qué ocurrió con el tesoro de Moctezuma. La misma tarde del viernes me desplacé a Rus para acompañar al José Soto Chica a una charla sobre su novela, Egilona, y la historia visigoda en España. Aquí debo agradecer a Isa, que se encarga de hacer las visitas al oratorio rupestre de Valdecanales, que se encuentra en esa localidad, por trasladarnos hasta la Casa de la Cultura y, tras el acto, llevarnos de nuevo a Úbeda. Nota: Soto Chica dice que ese oratorio puede ser visigodo y del siglo VI. Sea como sea, un lugar que me he quedado con ganas de conocer y a donde pienso volver. También quiero agradecer al alcalde de Rus, Juan Antonio Palomares, y a su concejal de cultura, Diego Jesús López Lorite, por su cordial recibimiento. La charla con José Soto Chica resultó fluida y sumamente interesante y el público participó con preguntas, incluso durante la sesión de firmas.

El sábado también tuve "sesión doble". Primero con Juanjo Braulio, que venía con En el nombre de Borgia casi recién publicado. Se trata de la segunda parte de la bilogía dedicada a la poderosa familia valenciana y centrada, esta vez, en la figura de César Borgia, un hombre que en apenas siete años brilló como pocos. Personalmente me supuso una alegría poder compartir mesa con Juanjo, a quien conocía de su etapa como escritor de novela negra. Poco rato después era el turno de Nieves Muñoz, a quien me quedé con ganas de presentar en la edición de 2020, tan reducida por la pandemia. Cantigas de sangre es su nueva novela, sobre el cerco y la toma de Zamora, una novela muy coral con la infanta Urraca en su centro. Y ahí llego Midueña, encarnada en la mismísima Penélope Acero (editora de Edhasa), exigiendo decoro en el vestir, por lo que Nieves tuvo que colocarse los ropajes acordes con su posición, y que acabó el acto entonando un romance, para deleite del público, que se lo estaba pasando en grande.

A lo largo de los cuatro días, hasta el domingo, hemos tenido ocasión de asistir a la entrega de los diferentes premios que otorga el certamen. El "Ciudad de Úbeda" a la mejor novela inédita presentada fue para Los últimos Guanches, de Ana Salamanca, que se mostró muy emocionada en un discurso lleno de referencias a su familia y a sus dos referentes geográficos: Salamanca y las islas Canarias. El premio "Cerros de Úbeda" recayó en la novela de Javier Alandes La última mirada de Goya, algo que me hizo especial ilusión porque me enamoré de esta historia desde que la leí. Me dio muchísima pena perderme esta entrega, pero estaba en Rus en ese momento y aún no he desarrollado el don de la ubicuidad. Es un premio que concede la comisión lectora del certamen, a la que pertenezco, por eso me resulta tan especial, y este año fue entregado por Luis Foronda, como secretario de la comisión lectora, Pablo Lozano, director del certamen, y Belén Sanz y Ana Fraile como miembros de la comisión. Un acto feliz y muy emotivo en el que debería haber quedado al margen, al menos de cara a los medios gráficos y al público en general, del afán de protagonismo de terceros. La charla posterior de Javier con Ren, según he sabido, fue cordial y brillante.

 
 El Premio Ivanhoe a la trayectoria fue para Tracy Chevalier, que, además, aprovechó para presentar su nueva novela, La maestra del vidrio. Tracy se mostró maravillosamente cordial, firmó muchísimo, se hizo fotos con todo el mundo y acabó soplando la vela de su cumpleaños en la cena del sábado. Fue una delicia escucharla y saber de sus propios labios que próximamente publicará una novela ambientada en España y Portugal, con el Camino de Santiago como telón de fondo. No fue la única presencia internacional, ya que el miércoles la autora checa Mónika Zgustova presentaba su novela Soy Milena de Praga y el sábado, el francés Yan Lespoux nos traía Para morir, el mundo.Los tres dejaron un gran sabor de boca y nos descubrieron cómo es la novela histórica en otros países de Europa.
 
La presencia de autores españoles, como es lógico, era la más nutrida. A los que he mencionado anteriormente, se unieron Mara Costa con su primera novela, El eco de las Antillas; David Yagüe, que vuelve a publicar y nos habló de su fantástica La última reina goda; Fabián Plaza, que fascinó desde la charla a las firmas de Jirones de Seda; Luis Zueco con su última aventura literaria casi recién salida del horno, El mapa de un mundo nuevo; Luis Manuel López Román, que volvía al certamen de la mano de la editorial Desperta Ferro (al igual que José Soto Chica con Hasta que pueda matarte) con la novela Tiberio Graco. Tribuno de las legiones; Mayte Uceda y El maestro de azúcar, ambientada en Cuba; Alfonso Goizueta con su intimista visión de Alejandro Magno en La sangre del padre; el gachupín Santiago Mazarro y su estupenda Los muertos de Río Grande; Gonzalo Giner, al que siempre es una delicia escuchar, con La sombra de los sueños; David Gómez a lomos de sus Centauros del Rif y con churros para los presentes; Emma Lira de la mano de Cleopatra Selene para hablar de La luna sobre Roma; Martín Llade y su voz inconfundible que nos desgranó pormenores de El misterio Razumovsky y, como colofón, Víctor Fernández Correas, con morrión y atuendo de encamisada de los Tercios, presentando Hambre de Gloria. Como aliciente añadido, pudimos contar con la presencia de Daniel Fernández de Lis en la sesión de firmas con su ensayo Del águila al león. Historia de Britania.
 
 
Con todo, ya lo avanzaba al principio, hubo un par de situaciones que no me gustaron. La primera, la de un autor que llegó cinco minutos antes de su mesa, hizo la presentación, firmó a la gente que le esperaba y desapareció como por ensalmo. De hecho, hubo miembros de la organización que ni siquiera tuvieron ocasión de saludarle. La segunda, la baja de ultimísima hora de otra autora alegando problemas (contagiosos) de salud y que menos de 48 horas después estaba en otro evento en una librería atestada de gente. Siento decirlo así, pero no me parecen actitudes demasiado "cordiales" ni educadas. Realmente, no saben lo que se han perdido.

El plato más espectacular a nivel visual vino con las recreaciones históricas. Os confieso que el sábado por la mañana, cuando me dirigía al Palacio Vela de los Cobos para la primera presentación de la mañana, ver a cuatro soldados nazis apostados en una esquina me causó cierto escalofrío. El público pudo asistir a la Batalla de Carentan, entre el ejército estadounidense y la Wehrmacht alemana, con buen despliegue de armas de fuego. Ambos ejércitos sirvieron también para escenificar el relato Un loco en la II Guerra Mundial, escrito y narrado por Nieves Muñoz, y para recrear el salto paracaidista de Saint Mere du Mont. Los escritores presentes fueron reclutados por el ejército sudista para poner ante nuestros ojos el discurso de Abraham Lincoln en Gettysburg (y varios de ellos, además, fueron detenidos por los nazis durante la firma de sus libros, quizá por librepensadores; lo suyo ha sido un no parar) y el domingo por la mañana se realizó una actividad, con paseo por Úbeda, en la que se conmemoraba el nacimiento del movimiento impresionista, que cambió la historia de la pintura.
 

De nuevo, el ambiente ha sido lo mejor. Poder compartir conversaciones, comidas, cañas a mediodía y copas en La Beltraneja (sede oficiosa nocturna del certamen) entre autores, organización y medios presentes hace de esta cita anual un momento único. Todo ha funcionado como una maquinaria bien engrasada y ha fluido maravillosamente para que, quienes lo vivimos en primera persona, tengamos un recuerdo único y especial. Agradecimiento especial para Jesús Delgado por sus extraordinarias fotografías y por tenernos al tanto de todo en el grupo de medios. A Begoña, que lleva toda la logística y que, a pesar de estar desbordada muchas veces, no pierde la sonrisa. Y por supuesto, a toda la organización: desde Pablo Lozano, director del certamen, a Pedro Pablo Uceda, Luis Foronda, Sebastián Lozano, los grupos de recreadores y tantas otras personas que trabajan en la sombra para que todo salga perfecto. Yo, y lo reconozco abiertamente, me traigo los abrazos dados y recibidos (algunos con lágrimas incluidas, pero de emoción o felicidad), los reencuentros, las preciosas dedicatorias en los libros, las sonrisas, la sensación acogedora y feliz de saber que estoy donde quiero estar que me carga de energía para una buena temporada. Nos vemos el próximo certamen.

LARGA VIDA AL CERTAMEN DE NOVELA HISTÓRICA DE ÚBEDA. 
LARGA VIDA A LA NOVELA HISTÓRICA





lunes, 30 de septiembre de 2024

LOS DÍAS LIGEROS de Yolanda Guerrero

 

No sé si faltaban dos o tres semanas para la fecha de publicación de Los días ligeros, pero me quedé colgada, literalmente, de su portada y del resumen que aparecía en la web de la editorial. Supongo que por recuerdos familiares en primer lugar, porque mis abuelos me hablaron de ella en más de una ocasión y, después, porque en mi caja de postales (aquellos tiempos maravillosos en que los buzones, en verano, se llenaban de postales de amigos y familia) había una de la piscina Stella. En blanco, jamás se había usado, pero a mí me parecía una imagen de algo muy lejano, cuando en realidad la tenía más cerca de lo que pensaba. También recuerdo haber pasado por su lado con el coche y me impactó su perfil, la sensación de algo extraordinario que no casaba en absoluto con lo que la rodeaba, pero fascinante. La cuestión es que, como os decía, me enganché a lo que entonces era solo el anuncio de una próxima publicación de Plaza y Janés y, además, me pareció una recomendación maravillosa para mi sección literaria del programa Esto es otra Historia de Onda Madrid. Problema: aparte del resumen, poca información había, así que, echándole un poco de morro, contacté con la autora, tocaya mía, para preguntarle si disponía del dossier de prensa o una información algo más detallada para que la recomendación saliese en antena justo la semana de la publicación.

 "Audaces fortuna iuvat", decía el proverbio latino (la fortuna favorece a los audaces) y la jugada me salió bien. Yolanda Guerrero, a la que conocía de su novela anterior, Mariela, no solo fue amabilísima, sino que me facilitó el dossier de prensa para que pudiese preparar el programa. Gracias a ella creo que quedó una recomendación lectora bastante redondita. Además, Yolanda fue tan amable de enviarme un ejemplar y este verano, por fin, he podido ponerme con ella y viajar hasta los tiempos dorados de la Stella, aquellos en que un recinto con aspecto de imponente barco varado se convirtió en un refugio perfecto para escapar de una España en blanco y negro que trataba de salir adelante. Coged la toalla y las gafas de sol y vayamos hasta allí.

TODOS LOS MUERTOS TIENEN UNA HISTORIA QUE CONTAR

En 1952, Sara viaja de Palencia a Madrid para venir a vivir con sus tíos y cuidar de su primo, Mateíto, que se ha roto una pierna. Su tío, Mateo Santiago, es arquitecto y director del Club Piscina Stella, que además cuenta con restaurante y organiza brillantes fiestas nocturnas. A Sara, el Stella le parece un prodigio, casi un lugar mágico, y no tardará en recorrerlo de arriba a abajo, intrigada y fascinada a partes iguales. Allí va a conocer, casi por casualidad, a las que se van a convertir en sus dos mejores amigas: Amparo y Julia. Las tres son muy diferentes y las tres han llegado a Madrid siguiendo caminos muy diversos: Julia, en busca de una vocación religiosa que no acaba de tener clara y Amparo, desde su Asturias natal, para trabajar en la cocina del Stella. Pronto se darán cuenta de que el club es mucho más que una piscina de moda. Allí se reúne lo más granado de la sociedad y las personalidades del momento de todos los ámbitos: desde el deportivo, como Joaquín Blume, hasta Ava Gardner, Antonio Machín, Xavier Cugat y la autora Karen Blixen (conocida como Isak Dinesen, autora de Memorias de África). También Adele Gifford, condesa de Romanilla, de la que descubrirán que esconde más de un importante secreto.

La muerte de uno de los socorristas, Roberto, que se estrella contra el bordillo de la piscina cuando pretendía hacer una exhibición de salto aparentemente bebido, rompe la feliz y luminosa rutina del Stella, que se ve obligado a cerrar mientras las cosas se aclaran. Sara, Julia y Amparo aprenderán a conocerse, a vivir, a enamorarse y serán testigos de lujosas fiestas, tan alejadas de la realidad que impera más allá de sus muros. Y aprenderán lecciones inolvidables  que las marcarán de por vida. Sin embargo, también deberán enfrentarse a varios asesinatos y a un misterio que puede ponerlas en peligro.

Los días ligeros es una novela que, para quienes no son de Madrid e, incluso, para muchos de sus habitantes, recrea la época de esplendor de un club y un edificio que fue referente durante muchos años. Casi un mito. El proyecto inicial fue considerado una extravagancia y también muy arriesgado, ya que arrancó en la década de los 40, con la Guerra Civil aún muy presente. Su perfil, además, llamaba la atención desde lejos, ya que parecía (y aún parece, aunque esté cerrado) un barco con su puente de mando posado en una colina al final de la calle Arturo Soria. En principio se destinó a una clientela elitista, con dinero para poder pagar la entrada, aunque una vez por semana se vendían entradas a precios populares para que pudiesen ir personas de todo tipo y condición. Y, para sorpresa de muchos, la idea fue un completo éxito.


 Yolanda Guerrero ha recreado de manera muy visual lo que era el Club Piscina Stella y ha conseguido que casi imaginemos que estamos tumbados en una hamaca al sol junto a la piscina o tomando un combinado bajo una colorida sombrilla. Sara es quien, en primera persona, nos narra la historia desde el principio. Su evolución desde la inocente quinceañera que llega a Madrid y a la que todo sorprende, hasta la mujer adulta capaz de sacar unas oposiciones a maestra e interesarse por los cambios que empezaban a tener lugar en España, es coherente, sólida. Consigue hacernos partícipes de sus alegrías y sus penas, sus logros, sus sentimientos, sus miedos, sus arrebatos de indignación. Julia y Amparo también crecen ante nuestros ojos, a veces pasando por trances muy dolorosos e inesperados.

Sara irá descubriendo, también, cosas sobre su propia familia y deberá madurar de golpe. Pero para ella, el Stella es su lugar feliz, el sitio al que desea volver como sea desde donde sea, quizá porque allí ha recibido las lecciones más importantes de su vida. Sus conversaciones con Karen Blixen, que la abren los ojos para ver el mundo de otro modo, y la extraña "amistad", por llamarla de algún modo, con Adele Gifford, que le hace entender que hay situaciones y hechos que escapan por completo de lo que ella conoce, irán modelando su carácter y sus interese. Como también lo hará la aparición del amor, que la llevará de la mano a conocer otra realidad paralela a la "oficial" del gobierno del momento y a los inicios de la lucha social que empezaban a asomar la cabeza.

Me tiro a la piscina, y en este caso es casi literal, para asegurar que el personaje de Adele Gifford está inspirado en Aline Griffih, condesa de Romanones, famosa por haber trabajado como espía para la Oficina de los Servicios Estratégicos de los Estados Unidos. Su trabajo la trajo a España, donde conoció a su esposo. Sea como sea, Yolanda ha dibujado unos personajes, tanto los reales como los ficticios, humanos, creíbles y llenos de matices, que cuentan sus propias historias y que se mueven dentro de una ambientación muy conseguida, en la que se nota que la autora ha trabajado mucho y se ha documentado ampliamente. Hay mucho de crítica social en sus páginas, quedando marcadas de forma indeleble las diferencias que existían entre clases en aquellos años, el miedo más o menos soterrado a la policía o a cualquier investigación que se llevase a cabo y tocase de cerca y, más avanzada la historia, los inicios de los movimientos sociales y de trabajadores que se oponían al régimen establecido. Incluso la apertura de la base aérea de Torrejón, pactada con los Estados Unidos.

Solo ha habido una cosa que me ha resultado un tanto chocante y lo digo con todo el respeto y el cariño para la autora. Y es que, en ocasiones, las reacciones y la manera de expresarse de las tres protagonistas en la primera parte de la novela, en la que apenas tienen quince años, me han parecido de personas más adultas. Mi generación es posterior, pero con quince años éramos niñas. Muy niñas. Mis tías, que sí podrían ser coetáneas de Sara, Julia y Amparo, poco más o menos. Es verdad que debían enfrentarse al cuidado de la casa y de los hermanos desde edades tempranas, pero seguían siendo niñas. Sin embrago, en la novela, especialmente en el caso de Sara, muestran una capacidad de conversación, de toma de decisiones y unas formas de hablar en las que no queda rastro de las niñas que son. Parecen mucho más adultas desde el principio. Pero insisto, esta es solo una apreciación personal que, en ningún caso, ensombrece la novela ni la trama.

Narrada con buen ritmo, Los días ligeros es una estupenda novela para conocer cómo fueron aquellos años, cómo se vivía, como existía una España de dos velocidades, con dos mundos, claramente diferenciados. Una historia en la que también hay literatura, música, anécdotas reales, noticias que fueron impactantes en su momento y un misterio que vais a tener que descubrir vosotros. El Stella permanece cerrado, sumido ahora en un mar de abandono, pero si pasáis por allí, entrecerrad los ojos e imaginad lo que fue. Decía Karen Blixen que "el tiempo pasado nunca se pierde, solo se transforma en recuerdos". Hagámosle caso.

lunes, 23 de septiembre de 2024

SIEMPRE VIENEN DE NOCHE de Alberto Caliani

 Con esta novela me estreno con Alberto Caliani como autor, a pesar de que buenos amigos, tanto lectores como escritores, me habían hablado muy bien de sus libros. Y la cosa es, como bien sabéis, que si hay algo que me encanta leer son tramas en las que haya "muertis" (palabra robada a mi admirada Ainara Ariztoy, de Funerarte), uno o más misterios y, si además hay ambientación histórica, me rindo con armas y bagajes. Me llamó la atención el título cuando vi esta novela en el catálogo de Ediciones B y más aún la frase que había debajo: "Cuando las campanas suenan, la muerte ronda al monasterio de Piedra". Estaba entonces en plena vorágine de la Feria del Libro, pero supe que tenía que leerla. Además ya conocía a Alberto y me apetecía mucho leerle. Así que no me lo pensé. También es verdad que he tardado, al final, más de lo que pensaba en ponerme con ella, porque mi mes de julio fue estresante. A pesar de todo, aquí estoy, presta a contaros lo que descubrí en sus páginas.

Mientras la leía, descubrí que algunos de los personajes principales ya lo habían sido de novelas anteriores de Alberto, pero os aseguro que se puede leer de forma completamente independiente y no perdemos nada de información. Sí, se hace mención a esas "aventuras" previas, pero como las cuentan con bastante detalle en algunas conversaciones, realmente no las he echado de menos. Así pues, vayamos a Nuévalos, muy cerquita del monasterio de Piedra. Y recordad: si escucháis las campanas, encerraos en casa.

"¡YUNQUES, SONAD; ENMUDECED, CAMPANAS!" - ANTONIO MACHADO

Corre el año del Señor de 1543. Es noche cerrada y un novicio encuentra en el bosque a una joven que corre aterrada, con la ropa destrozada y gritando a voz en cuello. Los gritos alertan a los monjes y uno de ellos la reconoce: es Daniela, la hija del comendador de Nuévalos, que desapareció una noche y fue asesinada. Se halla bajo tierra desde hace cuatro años. Pero, ¿cómo es eso posible? Los muertos no se levantan de sus tumbas... ¿o sí? Sin embargo la desaparición de Daniela no ha sido la única. Desde hace tiempo, otras jóvenes se han volatilizado, incluso más de una ha sido encontrada muerta, con sus cadáveres en terribles condiciones. En Nuévalos, que vive sometido a un clima de miedo constante, saben que el sonido de las campanas augura la llegada de los demonios y todos se encierran en sus casas, atrancando puertas y ventanas, suplicando porque esta vez no sea su hija la que caiga en sus manos. 

Para tratar de averiguar qué está pasando en Nuévalos, el secretario de Carlos I, Francisco de los Cobos, encarga a Dino D'Angelis, al que considera su mejor agente, que se desplace allí e investigue sobre el terreno. D'Angelis pide ir acompañado de Charlène Dubois, médico personal de la familia del emperador y a la que considera casi una hija. También irá con él su inseparable Neuit, un chiquillo de una tribu al que encontró abandonado y en peligro cuando estaba con la expedición de Orellana, y del que Dino se ha hecho cargo desde entonces. Dino no cree en la naturaleza diabólica de lo que sucede en Nuévalos, pero demostrarlo va a ser una tarea muy complicada.

Siempre vienen de noche ha sido etiquetada como "thriller histórico" y con ella podríamos abrir de nuevo el melón de qué es y qué no la novela histórica. Obviamente, el contexto lo tiene. Estamos en el reinado de Carlos I, aparecen personajes históricos reales y se van filtrando detalles de los está sucediendo o ha sucedido en España y Europa. ¿Se narra un hecho que sucedió realmente? No, pero sí se ha encuadrado en una época y esta aparece como ambientación en todo momento. Pero como este es un debate que da para largas conversaciones, lo aparco hasta nueva ocasión.

Lo que sí he descubierto es que Caliani se mueve como pez en el agua creando situaciones de intriga y misterio, que sabe muy bien cómo dosificarlas para mantener siempre al lector en una tensión constante esperando un nuevo giro, aunque, cuando lo da, nos suele pillar con la guardia baja. Y también sabe tirar de ironía, especialmente gracias a Dino D'Angelis, un tipo cuanto menos peculiar, pero que acaba por caer muy bien a pesar de su chulería, sus directas indirectas y sus constantes ganas de tocar las narices a todo el que se le pone por delante. Los diálogos que mantiene con Neuit, ya casi un preadolescente, que habla un español de retales, pero que es capaz de ponerse a la altura de Dino, son realmente divertidos. Se adoran, aunque no lo digan, y se entienden casi con mirarse. Y es que Neuit, ha aprendido las mañas de su "protector" y no se calla ni debajo del agua.

Cuando llegan a Nuévalos, el comendador, Ricardo de Cortada, parece haber arrojado la toalla. El no haber sido capaz de proteger a la población, la muerte de su hija y su inesperada aparición le tienen sumido en un estado que alterna la rabia con la desesperación. Su hijo, Víctor, un hombre joven y ya viudo, que marchó a estudiar y que es todo lo contrario a él, es el que mejor recibe a Dino y sus acompañantes. En el pueblo, hace tiempo que las visitas de los demonios se "facilitan", dejando abiertas las puertas de las murallas. Hay un clima de rendición absoluta sumado el del miedo. Durante buena parte de la novela no pude evitar sentir cierta semejanza con una de mis películas favoritas, El bosque, pero después esto se diluyó tras varios giros en la trama que descolocan de forma inesperada.

La investigación de Dino le lleva a ir descubriendo muchos detalles que parecen conformar una imagen, pero que no acaba de verse completa. Algunos de los vecinos tienen muchas cosas que ocultar y hay lugares en las inmediaciones de Nuévalos que también esconden secretos. Alberto Caliani ha creado un pequeño universo alrededor de Nuévalos y los terrenos que lo circundan, describiendo perfectamente los intrincados bosques, los caminos, la geografía del pueblo. Pero, sobre todo, lo que domina es la psicología de los personajes, cómo evolucionan, cómo se enfrentan a lo que no tiene explicación.

El miedo modela las almas llenándolas de aristas. Y en Nuévalos ese miedo es algo tangible que Alberto consigue que se meta hasta el estómago del lector en determinados momentos. Lo sobrenatural está presente y, aunque Dino va sacando a la luz cosas que contradicen esta supuesta realidad, pocos son quienes lo creen. Han visto a los demonios. Saben de lo que son capaces. Y ya son demasiadas muertes. Hay en la novela escenas duras; terribles, incluso, pero no creo que sobren ni que haya que "dulcificarlas". La época es la que es y las cosas se solucionaban de manera muy diferente a la de hoy. La violencia estaba muy presente y los castigos y las venganzas se gestionaban de forma implacable, por decirlo de alguna manera. La tensión, la dureza, la sangre y los hechos atroces que van saliendo a la luz están perfectamente explicados y se aligeran, de cuando en cuando, gracias a Dino, a Neuit y a la Lobera, una mujer muy especial que vive en el bosque con dos lobos y en la que Dino encontrará una aliada muy eficaz. Y es que los diálogos son uno de los puntos fuertes de la novela, siempre directos, naturales, cargados en muchas ocasiones de ironía y cierta mala leche.

El misterio de los demonios de Nuévalos sirve a Caliani para hacer un muy buen estudio de cómo el miedo y la angustia son capaces de cambiar pueblos enteros. El instinto de supervivencia y la protección de los suyos también es una variable que maneja con buen pulso. Siempre vienen de noche ha conseguido mantenerme pegada a sus páginas hasta el final, un final que no deja cabos sueltos, aunque creo que lo importante de esta novela es cómo se llega a él. El viaje es apasionante. Así pues, coged vuestro equipaje y perdeos en las páginas de Siempre vienen de noche. No lo olvidéis: el sonido de las campanas anuncia funestas visitas.


martes, 17 de septiembre de 2024

LOS MUERTOS DE RÍO GRANDE de Santiago Mazarro

 

Era el año 2020, estábamos aún en plena pandemia, y Santiago Mazarro, con Senderos Salvajes, resultaba finalista del Certamen Internacional de Novela Histórica de Úbeda. Cuando leí la novela, dedicada a la figura de Manuel Lisa, me sorprendieron dos cosas: la juventud del autor (lo he comentado más de una vez, estas nuevas voces de la novela histórica son maravillosa e insultantemente jóvenes) y el modo en que se metía hasta los ijares en un momento histórico poco tratado y casi desconocido. Pero lo que más me llegó, lo que hizo que me enamorase de su manera de narrar, era cómo la ambientación de la novela te arrastraba. Podías ver los paisajes, oler las calles de Nueva Orleans o la vegetación de la ruta que tomaron, sentir el frío, la humedad, el tacto de las pieles. Recuerdo que pensé que este autor iba a tener un magnífico futuro. Y así está siendo.

Y es que Los muertos de Río Grande, la tercera novela de Mazarro, ha dado un giro de guion espectacular, tanto en el modo de plantear la trama como en su desarrollo. El salto ha sido de récord olímpico. Basándose en un hecho real, utilizando un contexto histórico complejo y también bastante desconocido y desarrollando unos personajes inolvidables, Santi se ha marcado lo que llaman un thriller histórico tremendo, absorbente y redondo que me ha tenido leyendo a destajo en mis tardes de piscina, entre baño y baño. Así que os voy a contar los motivos. Nos vamos a Nuevo México y a 1820.

PASO A PASO, GACHUPÍN

En Santa Fe, la capital de Nuevo México, a orillas del Río Grande, dos hermanas, Carlota y Dolores Pino, desaparecen durante la noche de las fiestas de la patrona de la ciudad. Se habían escapado de casa con dos amigos, también hermanos, para disfrutar a escondidas del ambiente. Pero ambas desaparecen sin que nadie haya visto nada y los primeros sospechosos son los dos hermanos Losada, aunque estos niegan tener nada que ver. Días después las hermanas aparecen muertas flotando en las aguas de un arroyo y con sus cuerpos destrozados. Para investigar qué ha sucedido y quiénes son los culpables reales, son enviados a Santa Fe Juan Orviz, español recién llegado a Nuevo México, y Leandro Cuervo, antiguo soldado veterano de las guerras comanches y buen conocedor de la zona. Los dos, tan diferentes en todos los sentidos, tienen que colaborar para desenredar una madeja que se va enmarañando a cada paso que dan. Porque, como bien irán comprobando, muy pocas cosas son lo que parecen en Santa Fe y sus alrededores y hay otras, ocultas, que tendrán que sacar la la luz, aunque eso los ponga en peligro. 

Si no me equivoco, fue mi admirado David Yagüe, amigo, escritor y periodista, quien dijo que esta novela era un True detective en el Nuevo México del siglo XIX. Y, como de costumbre, solo puedo darle la razón. Porque Orviz y Cuervo, para averiguar la verdad, han de tomar caminos peligrosos que los alejan de Santa Fe y que tienen nombres tan poco tranquilizadores como el cañón del Muerto o las montañas de la Sangre de Cristo. Lo que podía haber sido un asunto local, a pesar de la brutalidad de lo sucedido, se va extendiendo como una mancha de aceite y los dos protagonistas se verán obligados a enfrentarse a habladurías, leyendas siniestras, turbios manejos de contrabando, silencios cómplices y otras muertes anteriores que nadie investigó.

Vayamos por partes, que hay mucha tela que cortar. En primer lugar y como os decía al principio, la ambientación es brutal. Se nota perfectamente la formación audiovisual de Santi Mazarro, reputado documentalista también, porque es fascinante cómo nos describe los paisajes de aquellas tierras, el color de las montañas y caminos, las calles de Santa Fe y los pueblos por los que Orviz y Cuervo han de pasar, el polvo, el frío de las noches, las tonalidades del amanecer. Te sientes dentro de la lectura en cada momento, como si estuvieras allí. Hasta los olores se hacen presentes, nos parece sentirlos, consiguiendo una inmersión total. Igual de vívidas son las sensaciones de peligro que rodean a los protagonistas en determinados momentos, porque Santi nos las envuelve llenándolas de detalles que van creciendo en intensidad, consiguiendo llenarte de inquietud.


El contexto histórico está perfectamente delimitado: estamos en un momento en que las revueltas en México estaban desarrollándose en muchos puntos y las autoridades españolas se enfrentaban a un cambio sustancial en la situación de Nuevo México. Por otro lado, y gracias a los recuerdos y las conversaciones con Juan Orviz, estaremos al tanto de lo que sucedía en España en aquel momento, con el levantamiento de Riego contra la anulación, por parte de Fernando VII, de las normas introducidas por la Constitución de 1812. Orviz, constitucionalista declarado, amigo personal de Riego, se ha visto desterrado a Nuevo México por su participación en esos hechos. La muerte de las hermanas Pino pone en el punto de mira de la culpabilidad no solo a los hermanos Losada, sino también a los revolucionarios mexicanos y a indios de la zona, completando un puzle complejo de lo que sucedía por entonces.

Pero, en mi opinión, lo que hace brillar la novela más que nada son sus protagonistas. Os aseguro que a mí se me han quedado en el corazón. No pueden ser más distintos y, aunque sufrirán más de un desencuentro, acabarán por convertirse en amigos y camaradas. Juan Orviz, asturiano, casi recién llegado a las Américas, observador, metódico e ilustrado, se encuentra en Nuevo México completamente desubicado. Todo lo es extraño y hasta hostil y se siente muy solo. Las cartas que envía a su prometida en España y a Rafael de Riego jamás obtienen respuesta y echa de menos todo, incluso las cosas más pequeñas. Pero es responsable y concienzudo y se entregará a la misión de hallar a los culpables de la muerte de las hermanas con dedicación absoluta. Todo lo anota, para que no se le olvide ningún detalle. Para los lugareños es un chapetón, un gachupín (como se denominaba a los españoles establecidos en México) y así le llama constantemente Leandro Cuervo, lo que hace que se sienta aún más extranjero a pesar de estar en una provincia española.

Ay, Leandro Cuervo... qué hallazgo de personaje. Ojalá tenga más recorrido, porque es de esos protagonistas que se tatúan en la memoria lectora. Cuervo es mayor que Orviz y tiene un pasado complicado, por resumir mucho. Fue soldado del ejército español y se enfrentó a los comanches, por lo que dentro de la milicia tiene cierta reputación y buenos amigos. Irónico, mordaz, con más conchas que un galápago, no duda en utilizar la violencia si es necesario. Le encanta tocar las narices a todo el mundo, pero también cuenta con una fina intuición y mucha experiencia sobre el terreno. A la vez descreído y creyente, lo que choca en ocasiones con el ateísmo de Orviz, a medida que ciertos hechos salen a la luz se da cuenta de que se mueven sobre arenas movedizas. Su hermana, Adela, va a aparecer en un momento de la novela y termina de redondear la estampa. Hay diálogos entre ellos que son para enmarcar. Otro gran acierto de Mazarro, ha sido saber remedar el habla de aquellos mexicanos de nuevo cuño, con todos sus giros, modismos y expresiones y eso le otorga, aún más, una marcadísima personalidad. No lo oculto: quiero seguir sabiendo de Leandro Cuervo.

Los muertos de Río Grande es una fantástica novela, una historia que se lee casi sin darte cuenta y que mezcla con maestría crímenes, sospechosos, oscuras leyendas (como la de la Llorona), tensiones políticas y territoriales, el avance de la revolución mexicana, los choques culturales, el contrabando, la situación de las ciudades españolas en Nuevo México, la religión bien y mal entendida, los ritos, las diferentes costumbres y el sentimiento de lejanía con una patria de la que les separa todo un océano. Un auténtico disfrute que os recomiendo mucho y muy fuerte, porque os lo vais a pasar en grande leyéndola. Y que os vais a volver tan "cuervistas" como yo.

miércoles, 11 de septiembre de 2024

LA ÚLTIMA REINA GODA de David Yagüe

 


¿Reseñar la novela de un amigo es fácil o complicado? Personalmente creo que lo difícil de verdad es hallar el punto medio justo, porque, obviamente, te dejas llevar por el corazón y quieres gritar al mundo entero la gran historia que ha sido capaz de sacar a la luz. Hay quien se queda en eso y es tan respetable como cualquier otra posición, aunque siempre he considerado que, además de apoyarle, también es coherente dar datos objetivos del libro, para que la reseña no se convierta en un panegírico jubiloso que acabe convirtiendo la novela en un bonito mundo de luz y de color, plagadito de unicornios felices. Dicho esto, me vais a perdonar si en esta reseña me dejo llevar un poco (o bastante) por el corazón, porque la última novela de David Yagüe, a quien tengo la suerte de tener como amigo y referente en el mundillo literario, es fabulosa. Y lo voy a argumentar, por supuesto, porque creo que ha escrito una ficción histórica preciosa, creíble, magníficamente ambientada y con personajes muy humanos, con defectos y virtudes.

Parece que, en los últimos tiempos, el interés por el reino visigodo en España ha crecido de forma exponencial en la literatura. Hasta no hace tanto era una época de la que no se escribía, excepto, quizá, para relacionarla con la invasión musulmana o el inicio de la Reconquista. Para quienes ya tenemos una edad, los godos y visigodos eran una lista interminable de nombres de reyes, algunos bastante raritos, que había que aprenderse. A mí me tocó hacerlo en primero de Derecho, cuando se estudiaba (ahora ya no sé si existe la materia) la asignatura de Historia del Derecho: además del Código de Eurico y el Breviario de Alarico, nos tocó empollarnos la famosa lista en la que siempre llamaba la atención el último rey godo de Hispania, don Rodrigo. Un rey con un aura un tanto infausta y romántica, a quien en los romances viejos se acusaba de haber seducido a la Cava, hija de don Julián, conde de Ceuta, que, en venganza, facilitó el paso de los musulmanes a través del estrecho de Gibraltar. La cuestión es que don Rodrigo estaba casado con Egilo (o Egilona, depende de las fuentes) y es a ella a la que David Yagüe dedica su novela

Vamos a conocer su historia...

ANNO DOMINI 711

En el año 711, las huestes musulmanas invaden Hispania y comienzan su avance a sangre y fuego por la península. No encuentran demasiada resistencia en lo que aún es el reino visigodo de Toledo, que está en pleno declive y se desmorona sin remedio. Los invasores y nuevos amos de las tierras de Hispania lo saquean todo y capturan centenares de esclavos, entre los que se encuentra Egilo, la esposa del último rey visigodo, don Rodrigo, altiva, orgullosa y también aterrada por su futuro. Egilo aún no lo sabe, pero se va a convertir en una pieza clave a partir de ese momento y será fundamental en el devenir de un periodo histórico muy complejo y convulso. 

Sobre la reina Egilo no existen demasiados datos documentales. Incluso hay serias dudas acerca de sus orígenes y su familia. Sí se sabe con certeza que fue esposa de don Rodrigo y, por tanto, reina visigoda. Lo que ha hecho David Yagüe en su novela es tratar de cerrar los muchos agujeros que la biografía de Egilo tiene con una ficción histórica sólida y bien armada, en la que las fuentes que nos hablan de ella y de la época que le tocó vivir dan la pauta, pero no son pilares inamovibles, fundamentalmente porque no se tiene constancia de su certeza o de si lo que se contó de ella fue así. David Yagüe nos la presenta desde su infancia, como niña y jovencita adorada por su padre, con carácter desde siempre; como mujer enamorada y esposa que apoya a su esposo hasta el final, cuando muere en batalla; como viuda y cautiva y, de nuevo, casada con un líder "enemigo"; como manipuladora y conspiradora contra este. Además, como en un complejo caleidoscopio que, al moverse, conforma una imagen diferente, David también nos ofrece la visión que de ella tienen los personajes secundarios que, a lo largo de la novela, caminan a su lado. Porque cada uno de ellos, como Baddo, su criada (que nos deja algunos momentos para sonreír), tiene una opinión distinta de ella y eso nos permite observarla desde muchos puntos de vista: una mujer compleja, que supo jugar sus cartas y que tenía claro cuál era su papel en cada momento.


 S
iendo una novela ambientada en un momento de enfrentamientos bélicos más o menos abiertos, David no se recrea en demasiadas batallas o luchas abiertas. La suya es más una novela de personajes dentro de ese clima tan convulso y complicado. Pero, a medida que leemos, lo que descubrimos es que los musulmanes no eran ese cohesionado y poderoso ejército que se movía como una perfecta y engrasada máquina de guerra, ni tampoco que los visigodos se hundieron o resistieron de forma residual.  Muy interesante es la visión que nos da de Oppas (un personaje histórico al que, personalmente, siempre he tenido mucha manía, lo siento), el arzobispo que facilitó en gran medida la expansión de los musulmanes por la península y al que no le dolían prendas en colaborar con quienes habían llegado para invadir y saquear. Oppas está convencido de que es él quien debería reinar en la nueva Hispania y cree que es el único con capacidad para ello; sin embargo, muchos de los personajes le consideran un traidor y un inútil (más o menos como yo). Abd al-Aziz, el segundo marido de Egilo, además de intentar gobernar los nuevos territorios, se nos presenta como un hombre que trata de mantener cierto equilibrio: la expansión del Islam es su prioridad, pero sabe que, a pesar de su dispersión, tiene a mucha población en su contra. Y él es más un brillante administrador que un soldado.

Paralelamente, el marco histórico queda bien delimitado al hablarnos de hechos que sucedieron por entonces como la revuelta que protagonizaron los habitantes de Sevilla, especialmente los judíos, contra los invasores musulmanes, la "confraternización" de muchos godos con los invasores (señalando, incluso, a quienes se debía eliminar), los nobles que decidieron apoyar al enemigo con tal de mantener sus privilegios. 

En mi opinión, lo mejor de la novela es cómo David sabe sumergirnos en la época, cómo nos crea una burbuja temporal que nos traslada hasta allí, en la que nos movemos entre los personajes, los lugares, las luchas de poder y la confrontación entre ambos bandos. Un momento histórico del que no hay muchos datos, pero que aparece vivo, real y creíble, al igual que Egilo, una mujer que jamás se convirtió al Islam, que siguió siendo reina para los godos y que intentó siempre sobreponerse a lo que el destino le enviaba, adaptándose, sobreviviendo. Una novela muy literaria que nos envuelve con un estilo muy cuidado y una narración que fluye constantemente sin perder ni un ápice de interés.

Hemos tenido que esperar diez años desde Los últimos días del imperio celeste, la anterior novela de David, pero la espera ha merecido la pena. Confío en que este sea el inició de nuevas aventuras literarias para él y para disfrute de quienes le admiramos en todas sus facetas.


viernes, 30 de agosto de 2024

LA TEMERARIA de Isabel San Sebastián

 

Retomo mi actividad en el blog, después de un prolongado parón veraniego que necesitaba para recolocarme y recolocar mis lecturas. Y regreso con la intención de ser capaz de no ceder al desaliento y seguir mi camino tal y como yo quiero que siga y no tratando de seguir modas. Esta primera reseña del curso está dedicada a la última novela de Isabel San Sebastián, La temeraria, con la que la autora pretende reivindicar la figura de la reina Urraca de León, tan desconocida como olvidada y a la que, habitualmente, se la ha tratado de forma muy injusta. Con esta novela, Isabel sigue adelante con un proyecto realmente ambicioso: novelar los siete siglos de la Reconquista y, además, sacar a la luz hechos y momentos importantes de ese complejo periodo, muchos de los cuales han caído en el olvido o se tratan con un presentismo en ocasiones muy vergonzante. Seguro que me meto en otro jardín (últimamente estoy de un contestatario que hasta yo misma me sorprendo), pero qué más da. La Reconquista, con todo lo que conllevó, supuso no solo recuperar el territorio de lo que ahora es nuestro país y que había sido invadido por tropas musulmanas a partir del 711, sino que también sirvió como muro de contención para que esa misma invasión se estancase en nuestro territorio y no se extendiese por Europa. Por supuesto que la victoria en Poitiers de Carlos Martel en el 732 y el fracaso del sitio árabe de Constantinopla en el 718 (casi al tiempo que de la de Covadonga, el paralelismo es más que interesante) echaron una mano en los primeros años, pero después el mérito es de los reinos cristianos de la península, que fueron recuperando los territorios del reino visigodo de Toledo, el Regnum Hispaniae. Y no, no hubo "intercambios culturales", a no ser que a las razzias o aceifas musulmanas que arrasaron Oviedo, Lisboa, Álava, Gerona, Barcelona, Santiago de Compostela, Pamplona o León tengan un trasfondo cultural que se me escapa.

Isabel San Sebastián, en su novela, nos lleva a una etapa crucial en este escenario, en pleno siglo XII, en el que no solo existía una guerra abierta contra los musulmanes, sino que entre los propios reinos cristianos se producían guerras y desencuentros. Se vivía, entonces, la ofensiva almorávide, un movimiento religioso y político con una visión muy rigorista y extrema del Islam. Y en este escenario surge la figura de Urraca que, gracias a la narración de Isabel, se hace real ante nuestros ojos y adquiere su verdadera talla como reina.

¿TEMERARIA O INDOMABLE?

Principios del siglo XII en el Reino de León. Urraca, hija del rey Alfonso VI y legítima heredera al trono, se ve obligada a casarse, por imposición de la última voluntad de su padre, con Alfonso I de Aragón, conocido como el Batallador. Alfonso considera que, con ese matrimonio, ya rey de facto también de León, pero Urraca se niega a dejar en sus manos un trono que le corresponde a ella por herencia y linaje. Esto va a desatar una lucha sin cuartel entre ambos esposos en la que entrarán en juego no solo ya intereses políticos, sino también personales, y que tendrá duras consecuencias para ambos reinos. Todo lo vamos a conocer a través de la narración en primera persona de Muniadona, la doncella más próxima a la reina y en la que más confía. Urraca, la primera reina de pleno derecho de España y Europa, tuvo que luchar por su trono y por su dignidad ya no solo contra su esposo, sino, lo que fue más doloroso, contra su propio hijo, además de tener que sobreponerse a los muchos prejuicios que existían en la época acerca del papel de las mujeres en el gobierno. Muniadona nos va a mostrar a la Urraca más humana, aquella a las que las crónicas del momento (y algunas posteriores) trataron de "meretriz pública" o, como el Cronicon Compostelano, se la acusaba de reinar "tiránica y mujerilmente".

Novelando los hechos históricos con soltura y con una recreación de la época muy brillante, Isabel San Sebastián nos coloca al lado de Urraca y casi nos pone en su lugar. Cómo en todo momento fue valiente para enfrentarse a su marido, que también era un rey poderoso, y a todos los convencionalismos de la época, que tildaban a las mujeres de débiles e incapaces de llevar a buen termino la labor de gobierno o las decisiones militares. Una mujer que tuvo que superar desprecios, malos tratos, palizas, humillaciones públicas, violaciones y ultrajes y que se levantó una y otra vez. Su unión con Alfonso el Batallador, que, en teoría, debía servir para fortalecer a los reinos cristianos contra los almorávides, fue un absoluto fracaso que se hundió definitivamente a los cinco años de celebrarse.

 Las tensiones dentro de la propia familia de Urraca también eran un polvorín. Su hermana Teresa, que gobernaba con su marido, Enrique de Borgoña, el Condado Portucalense y que se encontraba entre el territorio almorávide y el reino de León, a pesar de estar subordinada a este, empezó a mostrar beligerantes pretensiones de independencia. En Galicia, lugar en el que se encuentra su hijo, parte de la nobleza y el clero conspiraban para nombrar al niño rey independiente. Urraca mostró una inteligencia brillante para desmontar ambas pretensiones, aunque los enfrentamientos con su hermana siguieron durante toda su vida.

Muniadona, que en un guiño muy hábil de Isabel resulta ser el engarce con sus novelas anteriores, comienza muy jovencita a servir a la reina y, a su lado, vivirá las intrigas y los peores momentos de Urraca. Pero ella también tiene su propia historia, sus propios sueños, sus deseos de una vida junto al hombre del que se enamora y la mayor parte de las veces todo lo deja a un lado, suspendido, por lealtad a su señora. Urraca no está tratada como un mirlo blanco que todo lo hacía bien, habría sido completamente irreal. Tiene dudas, se equivoca, en ocasiones es desconsiderada e, incluso, cruel o toma decisiones fuera de tono o erróneas. Con Muniadona, a pesar de tener gran confianza en ella, se comporta con un exceso de dureza en muchos momentos. Llega a ser egoísta en su afán por mantenerla a su lado, obviando por completo que Muniadona tiene una familia o que quiere tomar las riendas de su vida. La joven, a pesar de sentirse decepcionada, siente que su lugar está al lado de su reina. Quizá porque sabe que, sin ella, Urraca estaría mucho más sola y antepone eso a sus propios deseos.

Tampoco era Urraca una mujer que tuviese en mucha consideración los convencionalismos de las relaciones entre hombres y mujeres: cuando se enamoraba, se entregaba por completo. Tras la ruptura de su matrimonio con Alfonso de Aragón, jamás volvió a casarse, pero sí tuvo amantes; de su relación con el conde Pedro González de Lara nacieron dos hijos. Pero ni siquiera así conseguía tranquilidad, ya que muchos nobles envidiaban la posición privilegiada de este junto a la reina. 

La historia, contada de forma lineal en su mayor parte, se sigue con interés creciente porque Isabel sabe bien cómo ir estructurando toda la trama para que el lector tenga la necesidad de avanzar y saber qué va a pasar. Nos hace empatizar con Urraca, pero lo consigue especialmente con Muniadona, que crece como personaje en cada capítulo. Y también nos hace aborrecer a Alfonso, a Teresa e, incluso, a Diego Gelmírez que, personalmente, me ha resultado de lo más sibilino. Pero no solo están los personajes, como os decía antes la ambientación es realmente buena: paisajes, castillos, pueblos, monasterios, caminos... todo está descrito para hacernos sentir allí y entonces, pero sin perderse en detalles prolijos e innecesarios. Sobre todo nos muestra una imagen muy aproximada (en esto la realidad absoluta no puede existir, por eso en NOVELA HISTÓRICA) de cómo eran las cosas en aquel momento, cómo el pueblo llano era el que pagaba por las decisiones de sus gobernantes, cómo la guerra era un modo como otro cualquiera de hacer política, cómo se educaba a los hijos, qué se comía, cómo se vestía, hasta dónde llegaba el poder del clero. Un cuadro veraz y verosímil con brillantes colores.

Merece mucho la pena conocer a Urraca, su reinado y a todo lo que se tuvo que enfrentar. Por supuesto, sin juzgar con los ojos de hoy, simplemente tratando de entender cómo y por qué las cosas fueron como fueron. Y, si os resulta interesante, tal como dice mi amigo David Botello, investigad, investigad. No os dejéis llevar por verdades a medias o por versiones tergiversadas. Nuestra historia es poderosa, disfrutadla.


lunes, 20 de mayo de 2024

FUGITIVA de Inés Plana

 

Que Inés Plana publique nueva novela es siempre buena noticia, al menos para mí. Sabía que esta nueva historia no iba a tener a Julián Tresser al mando, un protagonista que se ha ganado a los lectores con su personalidad y su evolución, pero Inés sabe muy bien cómo hilar historias que atrapen, hacer giros en la trama que descolocan lo que creías saber y crear personajes que se quedan contigo de muchas maneras. La vida, a veces, nos obliga a tomar caminos diferentes y eso es lo que Inés ha tenido que asimilar y sufrir en carne propia, pero escribir, como ella bien dice a menudo, la salva de lo peor. Y aquí está de nuevo, brillando en una novela: un estupendo thriller psicológico que, como es marca de la casa, esconde más de lo que parece al principio.

Fugitiva, además, plantea una serie de dilemas morales que interpelan a lector y que nos hacen preguntarnos de qué seríamos capaces ante una situación como la que vive la protagonista. Cuánto dolor podemos soportar. Cómo reaccionaríamos cuando nos arrebatan a quien más queremos en el mundo de una manera injusta y cruel. Hasta qué punto justicia y venganza se parecen. Son preguntas que, en ocasiones, nos golpean en la cara, como me sucedió con Talión de Satiago Díaz. Vamos a conocer a Rosaura, merece mucho la pena...

"¿SABRÁS MI NOMBRE SI TE VEO EN EL CIELO?" - TEARS IN HEAVEN, ERIC CLAPTON

Hay veces que la mala suerte se lleva como un tatuaje en la piel. Y eso es lo que parece que le sucede a Rosarura Castán desde siempre. Alejada de su familia desde la muerte de su madre, de la que se culpa, no ha tenido más remedio que aprender a vivir sola, a no tener apoyos. El único regalo que ilumina su existencia es Adrián, su hijo, nacido de una relación que no llegó a nada. Adrián es el centro de su vida, un chico inteligente, universitario, cariñoso y apegado a su madre, aunque con algunos secretos que ella desconoce. La mala suerte vuelve a cebarse con Rosaura de la peor manera posible cuando Adrián es hallado asesinado en un parque de Madrid. Enloquecida de dolor y ciega de ira, arrolla con su coche a un chico bastante conflictivo al que todo señalaba como autor del crimen. Pero la cruel realidad es que no lo era, que Rosaura ha matado a un inocente y acaba en la cárcel. Desde ese momento su obsesión es la certeza de que el asesino de su hijo sigue libre y que tiene que dar con él. Aprovechará su primer permiso penitenciario para encontrarle, aunque eso le suponga huir y convertirse en una fugitiva.

La primera premisa que sobrevuela toda la trama es el tema de la justicia. ¿Realmente funciona como debería? ¿Hay casos a los que se presta más atención que a otros o crímenes que quedan impunes? Y es que dos años después de la muerte de Adrián, el juez ha archivado el caso por falta de avances en la investigación, pero para Rosaura sigue siendo una llaga abierta en su alma, porque, a pesar de que su vida no ha sido precisamente un camino de rosas, algo hermoso había germinado en ella con la llegada de Adrián. Su muerte vuelve a convertir su vida en un páramo azotado por tormentas. 

Desde que se convirtió en vecina de barrio de Moratalaz, ha mantenido una relación cordial y cómplice con Petra, su vecina, y su hijo Ignacio, un hombre ya en la cuarentena que parece no terminar de madurar y que vive casi de sueños. Petra es su gran amiga, su consejera, su paño de lágrimas. Pero cuando Rosaura se convierte en fugitiva, eso cambia. Lo hace porque Ignacio se implica muy directamente en ayudar a Rosaura y Petra sabe que eso puede perjudicarle mucho. De nuevo, la madre como protección, como escudo, aunque eso suponga "echar a los leones" a su gran amiga. 

La delgada línea que separa la justicia de la venganza también está muy presente en Fugitiva. Si bien cuando Rosaura acaba con la vida de quien cree asesino de su hijo lo hace para vengarse, las consecuencias de este acto redirigen, de alguna manera, lo que quiere y lo que persigue: que el asesino o asesinos de su hijo acaben en la cárcel, que sufran como ella ha sufrido allí dentro. Se siente desamparada por un sistema que cree que no ha cumplido con lo que es justo, que no le ha dado respuesta a su dolor, que Adrián ha muerto y a nadie parece importarle. Hay críticas al sistema judicial vigente en varios diálogos de la novela. A cómo los ricos parecen tener más ventajas y a salvarse de ciertas cosas, por ejemplo.

El hilo del que Rosaura empieza a tirar son unas cartas que recibe remitidas por un tal Cruz, desde Barcelona, en las que le pide que haga justicia, que investigue, que saque a la luz quién está detrás del asesinato de su hijo... porque, según vamos leyendo, descubriremos que hay muchas esquinas oscuras en las que nadie ha mirado. Un trasfondo inquietante y complejo que va más allá de un supuesto intento de robo que salió mal en un parque. Hasta Barcelona la llevarán sus pasos a Rosaura, para encontrar a este misterioso Cruz. Lo que no espera que este viaje la lleve también al reencuentro con su pasado y con la única familia que le queda, su hermana Beatriz.

Escrita en capítulos cortos y narrada con brío, en todo momento vamos a acompañar a Rosaura. Cuando decide que no va a volver a la cárcel, que va a encontrar la verdad de una vez por todas, nos convierte en cómplices y en observadores privilegiados. Personalmente, he asumido el riesgo encantada. Quizá porque tengo dos hijos y sé que son el único motivo por el que sería capaz de lo imposible. Y porque Inés consigue que te sientas muy cerca de su protagonista y compartas su dolor y su búsqueda. Rosaura ya conoce las consecuencias de tomarse la justicia por su mano y es algo que le pesará de por vida, pero no puede esperar. La policía no encuentra pruebas, todo parece perderse en el olvido y no va a permitirlo. El camino que ha emprendido no es sencillo y sí muy peligroso.

Fugitiva es una estupenda lectura que sabe captar nuestra atención desde las primeras páginas y que nos mantiene alertas y pegados a ella hasta el final. Que nos obliga a plantearnos muchas preguntas y que está llena de personajes muy bien perfilados. ¿De qué seriáis capaces por un hijo? El debate está más que abierto.



lunes, 6 de mayo de 2024

LA MESA HERIDA de Laura Martínez Belli

 

Conocí esta novela y a Laura Martínez Belli en el marco del último Certamen de Novela Histórica de Úbeda, gracias a la iniciativa de traer autores hispanoamericanos de novela histórica para conocer cómo escriben y encaran el género allí. Puedo asegurar que la presentación que hizo Laura de esta novela fue fascinante. Aún no estaba publicada en España, pero se nos anunció su pronta llegada y los ejemplares de la edición mexicana que allí se pusieron a la venta se agotaron rápidamente. Y es que algo hay en Frida Khalo que siempre nos hace prestar atención. Quizá su pintura no nos guste, pero ella tiene un aura diferente, como una energía que nos atrae, que casi hipnotiza. Frida hizo de su sufrimiento, arte, es cierto, pero también tuvo una biografía intensa, apasionante, plena...y, en muchos momentos, complicada de entender, sobre todo en su relación con Diego Rivera.

La mesa herida es también el título de un cuadro perdido de Frida Khalo. Desapareció en Varsovia en 1955 y, desde entonces, nada se ha vuelto a saber de él. Este misterio permite a Laura Martínez Belli crear una novela en dos tiempos y dos voces, conocer a Frida casi desde dentro, desde su desgarro y su dolor, tanto físico como emocional y conocer a Olga Simonova, una amante del arte que trabaja dentro y para el Partido Comunista de la Unión Soviética. Dos historias unidas por un cuadro y una pasión. ¿Vamos?

"NINGÚN LUGAR ES MÁS TRISTE QUE UNA CAMA VACÍA" - FRIDA KHALO

En 1935, Frida descubre que su marido, Diego Rivera, la ha engañado con su hermana Cristina y queda devastada. Con el alma rota, usará la mesa sobre la que descubrió a los amantes para pintar un cuadro que cuente todo el dolor que siente, toda la traición, toda la pena. Un cuadro enorme, comparado con el tamaño de los que ella solía pintar y que acabó donando a la Unión Soviética. Jamás volvió a verlo. Años después, en 1947, Olga Simonova, secretaria en la Sociedad para las Relaciones Culturales con el Exterior en Moscú, que ha arrinconado en el fondo de su corazón su amor por el arte para llevar una vida gris bajo la burocracia del Partido Comunista, contempla por primera vez La mesa herida, que se encuentra almacenada y casi olvidada. El hecho de que la pintura sea considerada "fea" y, además, contraria a lo que allí y entonces debía pintarse y exponerse, provoca que se de la orden de que el cuadro sea quemado y olvidado. Pero Olga sabe que tiene que hacer algo para evitarlo y decidirá arriesgarse para conseguir salvarlo.

A través de las dos líneas temporales, veremos como Frida y Olga son dos mujeres unidas por el arte, pero también por el dolor. Estamos ante un misterio histórico real, la desaparición de La mesa herida, y Laura Martínez Belli crea una deslumbrante novela alrededor de este misterio, mezclando realidad y ficción como si fuese un perfecto encaje de bolillos.

Es curioso, sobre todo, y muy visual el contraste de color entre ambas tramas. Frida Khalo y el México del momento estaban llenos de colores y matices, de olores, de flores y tejidos deslumbrantes y así era también su pintura; sin embargo, cuando la acción pasa a Olga, toda la narración se tiñe de gris, se apaga, el ambiente se vuelve frío y monocromático. Hasta los sentimientos son escondidos bajo la ropa y la piel. Olga es una mujer con un gran bagaje cultural, que habla varios idiomas y ama el arte profundamente, aunque los años que lleva como prudente y sumisa secretaria de un alto cargo han sepultado, de alguna manera, ese amor. Su marido partió a la guerra cinco años atrás y jamás ha vuelto a saber nada de él. Vive en un piso compartido con Valentina, una mujer mayor que ella que ha perdido a sus hijos en esa misma guerra. La visión del cuadro de Frida Khalo provoca una revolución en su interior, como si algo volviese a la vida dentro de ella. 

Frida Kahlo, en sus capítulos, se nos muestra de una forma más intimista y personal, alejándola del mito. Es una mujer traicionada por quienes más ama y ese dolor se suma a los muchos que padece desde que el accidente en un tranvía estuvo a punto de costarle la vida. Su cuerpo jamás se recuperó del todo, sufrió infinidad de operaciones y perdió tres embarazos, algo que la marcó profundamente. Su relación con Diego Rivera es compleja, para Frida supone casi una dependencia absoluta, también a nivel económico. Un lazo dañino que es más obsesión que otra cosa. Un amor desesperado que casi nunca encuentra respuesta con la misma intensidad.

Las dos tienen mucho en común. Olga ha perdido a su marido, o eso parece, pero no puede olvidarlo. También ha perdido un hijo a poco de la partida de él a la guerra. Y, como se verá en la novela, tampoco corresponde a Olga con el amor y la fidelidad que ella le profesa. Frida, a pesar de todo, es alegre y parlanchina; Olga lo sería si tuviese ocasión. A las dos las une su pasión por el arte y lo que una creó, la otra trata de salvarlo de quienes solo lo conciben como instrumento ideológico.

La mesa herida es una novela maravillosa, llena de matices, escrita con elegancia y gusto, con un lenguaje cuidado y una ambientación extraordinaria. Nos hace interesarnos, una vez más, por la figura de Frida Kahlo, tan caleidoscópica y casi irresistible, y a conocer cómo se movían las altas esferas soviéticas para imponer su discurso único, algo que, en ocasiones, da cierto escalofrío por parecerse un poco a situaciones actuales. Hay, además, diez capítulos finales, narrados en primera persona con la voz de Frida Khalo que nos habla desde el más allá tras su muerte, y que son bellísimos y muy reveladores.

Laura Martínez Belli ha escrito una novela única, de las que se quedan contigo después de acabarla y que nos despierta las ganas de investigar y saber. Hay lecturas que te llenan el alma y La mesa herida es una de ellas. A veces es necesario ver, y no solo mirar, para darnos de bruces con lo extraordinario. Aquí tenéis un buen ejemplo.

jueves, 18 de abril de 2024

EL ASESINO DE LOS CARAMELOS DE VIOLETA de Susana López Rubio y Javier Holgado

 

En Madrid, es bastante normal que todos recordemos, de una manera u otra, quien nos daba caramelos de violeta de niños, cómo nos aficionamos a ellos. En mi caso era mi abuela paterna, que solía venir todos los jueves a comer a casa y en muchas ocasiones nos traía a mi hermana y a mí una cajita de esos caramelos. Cada vez que vuelvo a comerlos, me llegan imágenes de entonces: la mesa camilla en casa de mi madre, la radio puesta, la luz de la tarde reflejándose en el edificio de enfrente, el costurero abierto, los cuadernos con los deberes a medias. Y claro, fue ver la portada de esta novela en el catálogo de Espasa y maravillarme, tanto por el título como por saber que una de sus dos autores era mi querida Susana López Rubio, a quien conocí gracias a sus novelas anteriores: El Encanto y Flor de sal. La estética, además, es de lo más atrayente, con esa pareja a la moda sesentera y el color verde (o azul) turquesa, aunque una figura embozada y oscura asoma por la derecha, como anticipo de que el asesino del título, va a estar muy presente.

La novela lleva un pequeño subtítulo, "Un caso de Lucio Garza", y eso me hace pensar que, con suerte, podría haber más historias futuras con ese protagonista, al que acabamos cogiendo cariño sin remedio, A él, a su numerosa familia y a Félix, su compañero de aventuras. Ambientación, personajes, asesinatos y Madrid y sus rincones componen un paisaje muy especial en el que nos perdemos sin remedio y queremos seguir leyendo tanto por saber quién o quiénes son los asesinos, como por estar al tanto de las vicisitudes de la familia Garza, que acaban siendo como de casa de toda la vida. Estamos en 1968 y hay ciertos aires de cambio que parecen ventilar un poco el solar patrio. Vamos a conocer a Julio Garza.

"LA MUERTE ES DULCE; PERO SU ANTESALA, CRUEL" - CAMILO JOSÉ CELA

A finales de la década de los 60, con la dictadura de Franco ya en sus últimos años, Madrid está viviendo una serie de muertes de mujeres que, de un modo u otro, han acabado siendo catalogadas de suicidio o accidente. Ninguna de ellas ha llamado especialmente la atención a la policía, pero Lucio Garza, un médico forense más sagaz que la mayoría, descubre algo que va a relacionarlas todas. Todas tienen algo en común, algo muy concreto y especial. Además Garza descubrirá también que el asesino utiliza un método realmente atroz para cometer sus crímenes. Al principio nadie presta atención a sus conclusiones: sus superiores no quieren remover demasiado el tema y la policía no parece muy dispuesta a admitir que un asesino en serie (de los que en España no se escuchaba hablar) pueda estar campando a sus anchas por las calles de Madrid. Por suerte, Lucio va a contar con la ayuda de Félix, un policía a quien sus jefes no tienen en cuenta y que se pasa la vida en el archivo, y de su familia: su esposa, Teresa, una mujer formada e inteligente, gran lectora, y sus siete hijos, que están encantados de poder ayudar en lo que sea. A medida que van descubriendo detalles, todo parece volverse más turbio y extraño y las coincidencias entre las víctimas se multiplican. Además, el asesino parece ser extremadamente cuidadoso. Lucio y Félix necesitarán de todo su ingenio para encontrar un hilo del que tirar.

No me gustan las etiquetas, creo que ya lo he dicho en más de una ocasión. A esta novela le han puesto la de "cozy crime" o "misterio acogedor", en el que no hay ni sexo ni violencia y acostumbra a ser protagonizado por un investigador aficionado. Incluso suelen tener lugar en comunidades o localidades pequeñas, algo como lo que solía ocurrir en las novelas de Miss Marple, de Agatha Christie. Madrid no es una localidad pequeña, pero estamos a finales de los 60 y aún no había sufrido la expansión que aún conocemos y en los barrios prácticamente todo el mundo se conocía. 

Lucio Garza va a tener que enfrentarse no solo a los crímenes, cuyas víctimas acaban en su mesa de la morgue, sino también a los muchos recelos que despierta su teoría de que hay un asesino capaz de matar a varias mujeres sin dejar ninguna prueba. Recelos no ya solo entre sus jefes en el Anatómico Forense, sino también en la policía, que sigue anclada en que son suicidios o terribles accidentes. En aquel momento, el concepto de asesino en serie no se concebía. Su soledad en cuanto a sus conclusiones se verá paliada por la ayuda de Félix, un policía de la brigada de investigación criminal. Realmente Félix es un don nadie en ella, apenas se ocupa del papeleo y el archivo, y tiene cierta fama de ser un poco "corto". De hecho sus compañeros le llaman Garbancito, porque necesita un hervor. Y, por suerte, Lucio también cuenta con el apoyo incondicional de su familia, que no dudan de que está en lo cierto.

La novela es bastante coral. En el centro está la investigación que Lucio y Félix llevan a cabo, pero ella les lleva a tratar a posibles sospechosos, a personas que conocieron a las víctimas, incluso a personajes reales como el marqués de Villaverde (yernísimo de Franco) o el gran Chicho Ibáñez Serrador. A su vez, iremos descubriendo a la familia de Lucio: a Teresa, su mujer, que estudió, aunque cuando se casó se dedicó a su marido e hijos, y a todos ellos, tan diferentes entre sí, pero siempre unidos. También a los suegros de Lucio, un matrimonio de la "vieja escuela", cuyos constantes reproches y críticas veladas al modo de vida y la forma de educar a sus hijos acaban, casi siempre, con la paciencia de la pareja. 

Conocer a los hijos de Lucio y Teresa es también conocer cómo respiraba la sociedad del momento, ya que cada uno aporta un matiz de lo que se movía en Madrid a nivel de calle. Todos fueron bautizados con nombres de escritores famosos (Ágata, Arturo, Edgar, Julio, Benito, Patricia y Roberto Luis) y forman una piña muy unida, aunque cada uno con sus propios intereses e inquietudes. Con ellos vamos a ver cuál era el papel de la mujer en el periodismo, los movimientos comunistas dentro de la universidad, los encontronazos con los "grises", la homosexualidad, la oposición a lo que estaba impuesto por la iglesia o la costumbre, los entresijos del ejército, incluso la fe ciega en que todo estaba bien y ordenado. Y los autores lo hacen con tanta naturalidad, que acabas sintiéndote parte de sus charlas de sobremesa.

Igualmente es una delicia cómo han recreado el Madrid de la época. De la mano de los protagonistas, vamos a caminar por sus calles, a coger autobuses y metro, a visitar locales, cafeterías y restaurantes (algunos de los cuales aún siguen en activo), a conocer el modo del vida del momento, más pausado que el actual. Para todo se necesitaba tiempo y era lo que más tenían. La televisión estaba casi aún en pañales, las radios se enseñoreaban de cada casa, para llegar de un sitio a otro, a veces, había que dedicar varias horas. Quizá eso favorecía la paciencia, cosa que hemos perdido, creo. Interesante es también saber cómo eran los métodos policiales y forenses, tan distintos a los de hoy día. Es, en mi opinión, lo más conseguido de la novela: poner al lector en aquel paisaje de Madrid, en aquellos años, hacerle sentir no solo en sus calles, sino en ese tiempo. A muchos les resultará muy conocido, incluso habrá más de un momento de nostalgia. Yo, que nací cuando empieza la novela, hay cosas que, al leerlas, me han traído imágenes y olores de mi niñez, como aquel bar al lado de casa de mis abuelos que freían gallinejas y entresijos los fines de semana. 

El asesino de los caramelos de violeta es una estupenda novela de misterio y también una maravillosa inmersión en aquellos años y en aquella sociedad. Es muy visual y está narrada con agilidad, gracias a capítulos cortos y a saber mantener la tensión y el interés en todo momento, incluso en las situaciones más familiares de Lucio y los suyos. Es evidente que el trabajo como guionistas de sus autores hace mucho por ello: haciendo una versión reducida, Javier ha creado series como Hospital Central o Los misterios de Laura, además de ser guionista para las adaptaciones de La templanza o El desorden que dejas; Susana ha escrito series como Policías, Acacias 38 o Física o química y ha coincidido con Javier en varios proyectos, además de participar en adaptación de El tiempo entre costuras y Entre tierras.

Haceos con esta novela, porque os lo va a hacer pasar en grande. Tiene todo para que no queráis dejar de leer y, como yo, os haréis fans de Lucio Garza y su familia, que acaban recordando un poco, con las lógicas diferencias, a aquella gran familia que perdía a Chencho en la Plaza Mayor en plena Navidad. Y, por favor, si aún no las habéis probado, pasaos por La Violeta, en la Plaza de Canalejas, al ladito de la Puerta del Sol, y compraros una cajita de caramelos de violeta. O regaladla. Quizá dentro de unos años os recuerden por ello.



lunes, 8 de abril de 2024

BAJO TIERRA SECA de César Pérez Gellida

 

Pues sí, lo cierto es que me alegré mucho del Premio Nadal a César Pérez Gellida, aunque no pude evitar tener esa sensación de "fichaje", de la que ya os hablé en mi post acerca de cositas varias del mundo literario y que podéis leer AQUÍ. Me alegré porque es un autor al que sigo desde hace tiempo, a quien conozco y que me cae muy bien. Respecto a la novela, me interesó escuchar que era un cambio respecto a las anteriores, tanto en temática como en estilo, y también me alegré porque he de confesar que sus tres últimos libros no terminaron de llenarme. No sé si es por la presión que supone sacar un título al año (no soy escritora y solo puedo imaginar lo que debe suponer en cuanto a creación de trama y personajes), pero tenía la sensación de que en muchas cosas se repetía, que caía en algunos clichés y que había optado por la senda de lo brutal, un poco al estilo Carmen Mola pero con su sello, lo que, quizá, hacía una sombra demasiado larga que tapaba el resto de la historia. Como digo, esta es una opinión completamente personal, no un dogma de fe, y sé que muchos de mis amigos lectores disfrutaron mucho de esos títulos.

Siempre he sentido fascinación por las novelas negras, sean "maridadas" con las históricas o no, que se ambientan en el mundo rural. Lo he comentado otras veces en este blog: en los pueblos, en las zonas más apartadas, los odios se enquistan durante generaciones, creciendo y desarrollándose hasta que acaban, muchas veces, explotando de manera terrible, incluso cuando ya se ha olvidado el motivo original que los creó. Y me gustó mucho saber que la novela de César se ambientaba en ese entorno. Terminó de seducirme cuando asistí a la presentación de la novela en el Espacio Fundación Telefónica y hoy os puedo asegurar que Gellida ha vuelto por sus fueros. Al menos, por los que a mí me ganaron con sus primeras novelas y, como lectora, me ha hecho muy feliz. Nos vamos a 1917, a ese momento prepandemia de gripe que asoló Europa, y a Extremadura. Vamos a conocer a Antonia Monterroso.

VENENO, CERDOS Y DIAMANTES

(Perdón por la licencia y la similitud con la fantástica película de Guy Ritchie en el título de la reseña, mas adelante la explico)

El 17 de abril de 1917, en la estación de tren de Zafra, es detenido Jacinto Padilla, capataz de una de las haciendas más importantes de la zona, con una bolsa llena de joyas propiedad de su patrona, Antonia Monterroso. Un incendio ha devastado la casa y la explotación porcina para la que trabajaba Padilla y Antonia ha desaparecido sin dejar rastro. Todas las sospechas recaen sobre el capataz, aunque él se defiende alegando que el incendio lo provocó por orden de ella y que le entregó las joyas, porque tenían un plan para escapar juntos, pero nada parece cuadrar. Antonia Monterroso es conocida por todos como la Viuda, ya que ha enterrado a dos maridos, y también son conocidos sus muchos encantos femeninos, entre los que destaca una envergadura fuera de lo común, tanto en altura como en proporciones.

El teniente Martín Gallardo, de la Guardia Civil, se desplaza desde Almendralejo para hacerse cargo de la investigación junto al sargento Pacheco. Gallardo había recibido, unos días atrás, una denuncia de Antonia contra Jacinto Padilla, asegurando que le temía y estaba amenazada por él. En el interrogatorio al que le somete, Padilla va a confesar una serie de sangrientos crímenes de los que nadie sabe nada. Culpa a Antonia de ellos, aunque no oculta su colaboración para esconderlos. Gallardo, como la mayoría de los habitantes de la región, conoce a la Viuda y las habladurías que ha habido siempre sobre ella, pero lo que no sabe es que su investigación va a abrir muchos frentes con los que no contaba y que la violencia se va a desatar a su alrededor.

Cuando hace unos días Eva, del blog La Historia en mis Libros, y yo comentamos esta novela en el podcast del Certamen de Novela Histórica de Úbeda, una de las cosas que remarqué es que esta novela es Gellida, pero sin ser él. Se reconoce su estilo, sí, pero hay algo más, como un salto adelante, Bajo tierra seca tiene un desarrollo más pausado de lo que es habitual en él (que no quiere decir lento ni mucho menos), pero con una marcha más de madurez en el estilo. Nunca dejan de pasar cosas y utiliza el recurso de los flasbacks para contarnos la vida de Antonia Monterroso y explicarnos cómo se ha llegado a ese momento. 

En la presentación que os comentaba, César nos explicó que su Antonia está basada (y lo explica en la nota final de la novela) en Belle Gunnes, una mujer que, a finales del siglo XIX, en el norte de Indiana, fue considerada una de las mayores asesinas en serie de la historia. Una viuda negra que captaba a sus víctimas mediante anuncios de prensa buscando marido y que llegó a matar a dos esposos y a varios de sus hijos para cobrar el dinero de los seguros de vida. Oficialmente no hay una cifra concreta de sus víctimas, aunque se cree que fueron más de sesenta. En su charla, César contó que el caso le había impactado y que, en esta novela, trató de "españolizarlo" pero, sobre todo, intentar hacer entender cómo Antonia Monterroso tomó ese camino, por qué es como es y hace lo que hace. Pero sin juzgar, lo que es un ejercicio muy interesante.

Antonia es, durante la mayor parte de la novela, una protagonista "in absentia": solo la vemos cuando la narración nos lleva atrás en el tiempo y seguimos sus pasos. Pero su sombra sobrevuela constantemente todo lo que sucede. Una mujer dura, sin piedad, que sabe bien cómo manejar a los hombres, a los que odia casi en su totalidad, y cuya obsesión mayor es el dinero. Cuanto más, mejor. No es fácil de entender, aunque esa sea la intención de César. Su ambición está por encima de todo y no le tiembla el pulso cuando llega el momento, pero también sabe manipular como nadie, hacerse la víctima o seducir a quien se lo proponga. 

Martín Gallardo sí que consigue apoderarse de nuestra atención, la buena, desde el primer momento. Un personaje lleno de matices, a la vez sólido y vulnerable; un veterano de la guerra de Filipinas en la que acabó prisionero en condiciones terribles y de la que trajo una fuerte adicción al opio. Sin embargo, ni en los peores momentos de abstinencia se aparta de su deber y sus convicciones. Su código ético es rocoso, sabe lo que tiene que hacer y cómo hacerlo, aunque también hay un corazón latiendo bajo su apariencia implacable. César ha sabido componer un protagonista de esos a los que te encantaría conocer en persona.

Cada uno de los personajes que desfilan por la novela están dibujados con precisión. De todos vamos a saber algo que los ha colocado exactamente donde están. Y de todos nos da referencias, a veces breves pero muy bien dirigidas, para que los conozcamos: Acevedo, el poderoso cacique de la zona, que se cree intocable y por encima del bien y del mal; Patricio Carvajal, el hombre para todo de Acevedo, capaz de lo que sea por cumplir las órdenes de su patrón; Rosario, a la que la vida ha golpeado de muchas maneras, pero que conserva un fondo de ternura al que pocos tienen acceso; el sargento Pacheco, segundo de Gallardo, leal, honrado e íntegro.

La ambientación resulta impecable en esa Extremadura de 1917, en la que la diferencia de clases era un abismo y donde los ricos terratenientes parecían poder hacer lo que les diese la gana, incluso matar, sin tener ningún castigo. Hay mucho de western en Bajo tierra seca: una tierra sin ley, hombres de gatillo o cuchillo fácil y un representante de la justicia enfrentado a todos ellos. El calor, la sequedad del terreno, las calles oscuras de Zafra... todo compone un escenario perfecto para lo que nos está contando. Es verdad que las andanzas de Antonia Monterroso nos llevarán a Sevilla o Badajoz, por ejemplo, aunque de manera puntual y por motivos muy concretos. Los campos que rodean Zafra son un escenario poderoso.

¿Qué me ha convencido? En general, todo. El ritmo, la atmósfera, los personajes, el goteo de información acerca de lo que pasaba en la finca de Antonia Monterroso (y que en un momento concreto tiene un muy cercano parecido a lo que solía hacer El Ladrillo en la genial Snatch: cerdos y diamantes) y las andanzas de esta, tanto antes de llegar allí como cuando ya estaba instalada, los giros de guion, las escenas a tiro limpio. Y los diálogos, siempre uno de los fuertes de César, que nos hacen sentir como si estuviésemos siendo testigos presenciales de lo que ocurre. Es cierto, pero esto ya es problema mío, que hubo un par de cosas que me imaginé, pero por más que lo he intentado no he conseguido entender a Antonia Monterroso. Lleva la maldad en el ADN y, aunque en su biografía hay motivos de sobra para haberse convertido en lo que es, me ha erizado mucho la piel su manera de ser juez y parte cuando le conviene, dictando sentencia bajo su único criterio y convenciendo a otros para tapar sus crímenes. Es posible que lo que yo no lleve bien sea la manipulación en todas sus facetas.

Algún conejito sacado de la chistera a última hora sí que hay, pero redondean bien un final en el que todo queda explicado y en el que hay un poco de justicia poética para algunos protagonistas. ¿Cerrado? Bueno, eso tenéis que descubrirlo vosotros, porque el mal a veces se filtra por las brechas más pequeñas o se topa con uno mayor. Sea como sea, Bajo tierra seca es una estupenda novela que, creo, puede ser un punto de inflexión importante, y no solo por el premio, en la carrera de César Pérez Gellida. Estaré esperando.