Que Sebastián Roa me tiene ganada como lectora desde hace tiempo es un hecho incontestable. Me gusta cómo elige los momentos históricos, me gustan sus personajes, me gusta su ambientación y, sobre todo, me gusta la naturalidad con la que escribe, sin ampulosidad ni perdiéndose en largos párrafos de esos de "situar el contexto" que acaban por sacarte de la lectura. Me enganché a sus novelas con Las cadenas del destino, que era el final de su Trilogía Almohade y que después devoré enterita, y desde entonces no hay libro suyo que no esté en mis estanterías. A Sin alma le tenía unas ganas especiales. Quizá porque, sin saber apenas nada de su contenido, tenía la sospecha de que su Simón de Monfort poco iba a tener que ver con el "canónico". Y, para qué negarlo, la posibilidad de que los cátaros dejasen de aparecer como buenísimos, blancos, castos y puros me hacía gotear el colmillo. Mi vena malévola, sí.
Fue empezar a leer y me quedé pegada a sus páginas. Primero por su arranque, uno de los mejores que he leído últimamente, y que llega a erizar la piel. Después, por ese modo que tiene Sebastián de meternos hasta las trancas en la época y en la piel de los personajes, en sus pensamientos, sus certezas, sus dudas, sus miedos. Además, para rizar el rizo, consigue que empaticemos con un personaje que en el último siglo y medio ha sido considerado un monstruo sanguinario y cruel. Pero claro, la pregunta a hacerse es: ¿realmente Simón de Monfort era así? O, si optamos por seguir las tesis oficiales, ¿por qué Simón de Monfort era así? Venid, que os lo cuento.
"MATADLOS A TODOS. DIOS RECONOCERÁ A LOS SUYOS"
Principios del siglo XIII. Simón de Monfort ha pasado tres años de infierno en una mazmorra en pleno desierto sirio. El precio que ha tenido que pagar para poder salir de ella y volver a casa ha sido su propia alma, perdida por un hecho espantoso que le perseguirá toda su vida. Llegar a Normandía, a su hogar, a su señorío, es su prioridad, como también reencontrarse con Alix de Montmorency, su esposa. En su camino se va dando cuenta de que las cosas han cambiado mucho, que el mundo ya no parece el mismo y su casa y su esposa, al reencontrarlas, tampoco. Son tiempos complicados y para Simón y Alix aún se complicarán más. Su caída en desgracia, además de los remordimientos, no hacen sino empeorar su situación. La inminente guerra entre Francia e Inglaterra parece cavar aún más hondo en sus desdichas.
Simón de Monfort necesita redención, obtener el perdón y perdonarse. Y la respuesta quizá esté en el sur de Francia, una tierra sometida al caos, a la barbarie y la violencia, en la que una herejía amenaza con poner en jaque a la Iglesia y a la propia Francia. La situación allí es una cuna de odios y enfrentamientos, en la que ambos bandos de una sociedad dividida no dudan en usar todas las armas a su alcance para matar o morir. Allí Simón de Monfort luchará por lo que cree, incluso si ha de enfrentarse a un rey invicto y poderoso, mostrándose como un gran guerrero. Pero ¿será todo esto suficiente para descargar su conciencia?
¿Está Sebastián Roa hablando de los cátaros? Pues sí, en efecto. Simón de Monfort luchó en la Cruzada Albigense, convocada por el papa Inocencio III y con apoyo del rey francés contra la herejía que se levantaba en los territorios del sureste de Francia, en el Languedoc. Sin embargo en ningún momento de la novela aparece la palabra "cátaro". Quizá este sea un primer motivo, además del resumen, para interesaros por la novela. Y, antes de desgranar un poquito el libro, explicaré por qué me goteaba el colmillo: porque estoy hasta los gemelos del sur de la leyenda de los cátaros como seres de luz, buenos, piadosos, herederos puros del cristianismo, viviendo en una sociedad armónica y pacífica, que fueron sometidos a sangre y fuego por los "malos" venidos del norte porque no toleraban sus creencias. Es curioso que esta visión sea muy reciente: realmente comienza en el siglo XIX gracias a autores como Napoleón Peyrat, que pone mucho empeño en idealizar un movimiento herético y una sociedad concreta. Claro que estamos en el inicio de los "movimientos identitarios" (nacionalismos, vaya, que la "Renaixença" catalana surge entonces también) y todos ellos necesitan una justificación, una historia (aunque sea falsa como un duro de plomo) y un enemigo terrible que los martirice. Al hilo de él y de autores que le siguieron la estela, a lo largo del siglo XX estas ideas tan peregrinas como falsas fueron tomando carta de naturaleza gracias a los cientos de libros dedicados a esos cátaros imaginarios. Mencionaría de forma especial El enigma sagrado (del que Dan Brown obtuvo toda su información para El código Da Vinci, por lo que fue denunciado por plagio) y La tumba de Dios. Investigad, investigad, que el tema lo merece.
Una vez desahogada (solo un poco, pero me vale), sigamos con Sin alma.
Estamos, ante todo, con una novela histórica apasionante, tanto en su planteamiento como en su desarrollo. Sebastián Roa utiliza los tres años de los que nada se sabe de lo que le ocurrió a Simón de Monfort tras participar en la IV Cruzada para un arranque, como os decía al principio, tremendo, duro y realmente estremecedor. A partir de él, la figura de Monfort, que ha quedado devastado, tendrá que superar muchas adversidades, algunas que casi le parecerán insalvables, hasta que halle un motivo que le empuje a conseguir redimirse. La culpa la lleva enquistada. Junto a él, su esposa, Alix, un pedazo de personaje que demuestra que las mujeres de la época no eran débiles florecillas escondidas en las torres de sus castillos y que también arrastra su propia culpa, aunque por otros motivos, enfrentándose a ella rozando el fanatismo religioso. El otro personaje femenino de peso es Azalaís, una trovadora occitana de la que apenas hay datos históricos, pero a la que Sebastián dota de una personalidad arrolladora.
Sin alma no nos va a narrar la Cruzada Albigense con todo lujo de detalles. Está ahí, si, casi de forma constante, pero creo que son más importantes todos los movimientos e intrigas políticas, las batallas y la evolución de los protagonistas, porque todo ello nos crea una imagen vívida de lo que sucedió y lo hace, como también señalaba antes, con una profunda naturalidad. Las cosas eran así en ese momento, dejemos de pasarles el filtro de nuestra visión. Personalmente me encantó reencontrarme con el rey Pedro II de Aragón, un monarca admirable por muchas cosas (y no, no fue a defender a sus amados súbditos cátaros, otra "leyenda" muy repetida) y revivir la Batalla de Muret, magníficamente narrada, como todas los otros episodios bélicos de la novela. Sin caer en lo "gore", Sebastián Roa nos muestra toda su crudeza desde dentro pero como parte de la historia y de los sucesos que se vivieron, no estructura la narración orientándola solo hacia las batallas.
Creo que es bastante evidente que os recomiendo con pasión Sin alma. Seguro que os va a sorprender, a emocionar y hasta a hacer sentir algún escalofrío, pero sobre todo os va a mantener pegaditos a sus páginas hasta el final. Y si, además, os hace interesaros por la época y lo que sucedió en el sur de Francia, mejor aún. Las barbaridades las cometieron todos, ninguno de los bandos se libró de su ración de sangre y brutalidad. No sé si Dios eligió o no a los suyos, posiblemente ni siquiera estaba mirando.
Gracias Yolanda, la verdad es que es de esas novelas que me han llamado la atención solo con la portada, no he leído nada del autor y después de ver tu opinión creo que ya estoy tardando. Besos
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