lunes, 25 de julio de 2016

OBSCENA. TRECE RELATOS PORNOCRIMINALES. Varios Autores.

A la hora de elegir lecturas lo cierto es que soy bastante ecléctica. No tengo géneros vedados (quizá la novela romantica "per se" me repele un poco) y voy cambiando constantemente. Hay autores a los que profeso una fidelidad casi perruna desde que por primera vez un libro suyo llegó a mis manos. A otros los voy descubriendo, tanto para bien como para mal. Algunos me llegan casi rebotando desde esquinas exteriores hasta que me golpean de algún modo para que me fije en ellos. Con Juan Ramón Biedma me ha pasado un poco de todo eso: primero porque le conocí a través de otro autor que cuenta con mi lealtad absoluta, Félix G. Modroño; después porque lo que iba leyendo de él me fascinaba y, finalmente, porque me he convertido en una de sus muchos devotos seguidores. En este libro, Juan Ramón se ha encargado de recopilar los relatos y de escribir el prólogo, además de incluir también una personalísima narración. Con cuentagotas nos fue llegando la información de lo que iba a ser el resultado final, dejándonos siempre con la miel en los labios, hasta que en los primeros días del pasado junio el libro fue una realidad gracias a la Editorial Alrevés.

Supongo que es complicado y también arriesgado hacer una antología en la que la pornografía está presente de modo principal aunque sea dentro de relatos policiacos, negros, con crímenes. Pero sobre todo es valiente. Quizá porque la pornografía se sigue viendo como algo marginal que engloba en su seno prácticas y gustos, en muchos casos, no demasiado agradables para el común de los mortales. Cierto es que en los últimos tiempos la línea entre erotismo y pornografía cada vez es más fina y hay bastantes novelas que se califican de eróticas que incluyen, por ejemplo, prácticas sadomasoquistas, sexo más duro de lo habitual o introducen objetos y "juguetes", fetiches o dominación. El mercado del sexo y la pornografía está vivo y, como dice una buena amiga mía, goza de bastante buena salud, pero siempre fuera de los circuitos habituales de cine y literatura. Como una especie de barrio marginal que todos conocen pero que, en general, se mira de reojo. 

En el prólogo, Juan Ramón Biedma nos deja la definición de literatura pornográfica del antropólogo Geoffrey Gorer: se trata de "una literatura alucinatoria porque su fin es que el lector experimente las mismas sensaciones físicas y emotivas que se describen en sus páginas, tal y como ocurre con las historias de terror o misterio". También Biedma se muestra optimista respecto a la evolución de la pornografía dentro de la novela negra, huyendo de clichés y con más atrevimiento y osadía que hasta hace poco tiempo. Como todo, esto contará con adhesiones inquebrantables y con detractores feroces, pero creo que la polémica también puede ser enriquecedora. Obviamente, no hay ni habrá obligación de leer lo que no nos guste o nos resulte desagradable y ahí está, como siempre, nuestro libre albedrío.


Si nos fiamos de la RAE, la diferencia entre erotismo y ponografía es bastante clara: mientras que en la definición de erotismo aparece la palabra "amor", como amor físico y amor sexual, la pornografía es la "presentación abierta y cruda del sexo que busca producir excitación". Curiosamente también dice de ella que puede ser un "tratado acerca de la prostitución", al igual que una de las acepciones de pornógrafo es "el que escribe acerca de la prostitución", y es algo que me ha dejado bastante descolocada, aunque tiene su razón de ser si entendemos que en los ambientes de prostitución es dónde, históricamente, se han dado los comportamientos más "irregulares". Aunque para gustos están los colores, claro. Cualquier práctica consentida por ambas partes (o por el número de partes que sea) es libre. Lo que no, entra en el ámbito del delito y lo punible.

Qué difícil es escribir erotismo sin traspasar esa línea. Hace tiempo, al menos una vez al año, participaba en el certamen de relatos eróticos que se organizaba en una conocida página de opiniones. Y qué cuesta arriba se me hacía. Pudores y miedos siempre estaban ahí y nunca conseguí un resultado medianamente bueno. Por eso admiro a quienes dejan todo eso de lado y ponen negro sobre blanco deseos, pulsiones, gustos y escenas que, incluso, pueden sacar los colores a quien los lee o sacudirle de algún modo. Que es posible que no guste a todos, por supuesto. Que puede que haya quien se considere ofendido o se tape la cara con cierta mojigatería. Pero insisto: nadie obliga a leer. Y, por supuesto, quien lee tiene todo el derecho a criticar, siempre y cuando lo haga con criterio y no cayendo en el auto de fe. 

LOS RELATOS Y LOS AUTORES


Esta antología está compuesta por trece relatos, como indica su título. Trece relatos muy diferentes, no sólo en cuanto a longitud, sino sobre todo en estilo. La temática está clara: son narraciones negras, algunas muy oscuras, en las que la pornografía y el sexo están muy presentes hasta enseñorearse de ellos. Son también trece autores reconocidos, con un amplio bagaje literario a sus espaldas, y que se han lanzado a la piscina con valentía. Estos son:

- "La noche de Valentín" de Carlos Salem
- "Hardcore" de Carlos Zanón
- "Maldigo el gallo que anuncia el alba" de David Llorente
- "Marcia y Marcial, pasión sin límites" de Empar Fernández
- "Sandalias amarillas de tacón de aguja" de Fernando Marías
- "Catedral" de Guillermo Orsi
- "Desmadre" de José Carlos Somoza
- "Nieve a punto de Clara" de Juan Ramón Biedma
- "Fábrica de carne" de Manuel Barea
- "Cuidados intensivos" de Marcelo Luján
- "Un sabor muy familiar" de Marta Robles
- "Sangre callada" de Montero Glez
- "El amante de Shanghái" de Susana Hernández

TRASPASANDO FRONTERAS


Como os decía antes, cada uno de los relatos es completamente independiente y diferente a los demás. Van desde los planteamientos futuristas hasta el humor negro; desde la grabación de una "snuff movie" hasta la necrofilia; desde el porno más "sucio" al fetichismo. Incluso en alguno hay cabida para frases más líricas y sentimientos intensos, aunque peculiares. Algo desviados quizá. Como toda antología que se precie, hay relatos que me han gustado más que otros. Alguno hay que me ha desorientado por completo y que no he alcanzado a entender con claridad meridiana. Debo reconocer que, quizá por el hecho de ser mujer, me han gustado más los escritos por ellas y, a riesgo de teorizar mucho, me ha parecido que hay en ellos más proximidad, más cercanía, más vísceras en los sentimientos de los personajes. Incluso amor, aunque sea mal entendido. Sí, lo sé, caigo en el tópico femenino. Ese que dice que cuando vemos una película porno lo hacemos hasta el final para ver si se casan. Nunca he llegado a eso, pero quizá las mujeres, pudiendo desear y practicar lo que nos plazca con quien nos plazca, solemos tener siempre ese matiz que no sé si debería decir sentimental. Puede que sí afectivo, aunque sea en pequeñas dosis.

Otros me han dejado un regusto más amargo, la sensación de estar viendo algo que no debería ver. Pero ahí está, de nuevo, el tema de los gustos. Lo que para mí ha podido ser desagradable otro lo encontrará apasionante. Sin embargo, sea como sea, lo importante, creo, es el modo en que los trece autores han sabido sumergirse en un mundo que es posible que no sea el suyo y han salido airosos con trece relatos que, como poco, sorprenden. ¿Que no son relatos para todos los públicos? Cierto. Es muy posible que haya un un buen número de lectores que no se sientan cómodos al leerlos, que los consideren soeces o excesivamente gráficos y directos. Teniendo en cuenta que hay quien se siente agredido por una escena sexual explícita en una novela de las consideradas "normales", no quiero ni pensar lo que les puede pasar si caen entre las páginas de esta antología. Confío en que no se organicen ordalías frente a las catedrales.

Al margen de que haya relatos con los que no haya conectado, en general debo decir que es una antología brillante en la que cada uno de los autores ha dejado su impronta y su carácter. Que no se han conformado con los estereotipos más comunes de la pornografía y se han dejado llevar, quizá por filias y fobias, para componer cuadros y situaciones únicas y personales. ¿Cómo una simples sandalias de tacón alto pueden cambiar por completo dos vidas? ¿Por qué el rodaje de una película porno puede derivar en algo terrible? ¿Pueden las lentejas convertirse en un fetiche sexual? ¿Hay un realismo mágico pornográfico? 

Si hay un pero genérico que pueda ponerle (y es un pero muy subjetivo y propio) es que en general las mujeres que se dibujan son más o menos atractivas. Algunas mucho. Practicamente todas llaman la atención o son abiertamente deseables. Pero, también en general, la mayoría de los hombres son mayores, calvos, pasados de peso o con características físicas poco atrayentes. Y eso no me acaba de convencer. ¿Acaso una mujer de cierta edad, con kilos de más o poco atractiva no tiene derecho a ser protagonista? No voy a caer en la generalización de que la pornografía, mayoritariamente, está hecha por hombres para hombres. Que también. Pero si los protagonistas másculinos pueden ser muy normales debería ser igual para las protagonistas femeninas. Como digo, esta es una consideración muy personal pero que quería hacer constar.

Las respuestas a estas preguntas y a muchas otras están en "Obscena. Trece relatos pornocriminales". Las tenéis al alcance de la mano. Pero debeís estar preparados, porque no es un libro para todos los públicos, aunque esté cargado de buenos relatos y, en ocasiones, un socarrón sentido del humor. Si os animáis con su lectura, que recomiendo, seguro que encontraréis relatos que os lleguen y os impacten. Pero por favor, no lleguéis a él pensando que os vais a encontrar cuentos con finales felices, con hombres fabulosos y mujeres de bandera dando rienda suelta a pasiones carnales sin tasa. Bajaréis a los sótanos del sexo. Y eso también tiene su punto.








lunes, 18 de julio de 2016

CARTAS DE AMOR DESPUÉS DEL ECOCIDIO de Marcelo García (CON ENTREVISTA FINAL AL AUTOR)

Conocí a Marcelo gracias a mi amigo Juan Andrés Moya, magnífico escritor y mejor persona, a quien la vida me ha puesto en el camino como una luz muy brillante. Juan Andrés había quedado finalista en los Premios Vuela la Cometa, de Arola Editors, y fue el primero que me habló del ganador, Marcelo García, explicándome lo gran tipo que era y el talento que atesoraba. Porteriormente gracias a Arola, que me facilitó enormemente el acceso a los libros ganadores, y a la presentación que se hizo en Madrid (además de los dos días que estuvieron firmando ejemplares en la Feria del Libro) pude por fin conocerle y disfrutar de ratos de charla muy interesantes que me descubrieron no sólo al Marcelo escritor sino al Marcelo entusiasta, brillante y con sentido del humor que es realmente.

El título de la novela con la que ganó el Premio Vuela la Cometa no deja de ser curioso. Incluso chocante. Es un texto distinto, con un estilo muy peculiar que toca temas que hoy procupan pero que, no tardando mucho, pueden suponer el final de muchas cosas. También es una llamada a un amor que fue y que quizá ya no esté, un amor físico y real pero que ahora parece perderse en el aire. Escrito en forma epistolar pero sin sus fronteras, "Cartas de amor después del ecocidio" es una novela que rompe con los cánones habituales. Sí, es una distopía, pero el futuro que nos narra no parece tan lejano, aunque eso puede echar para atrás a quienes no gustan de ese estilo. Confieso que a mí, personalmente y salvando gloriosas excepciones, no es un género que me apasione, aunque Asimov siempre me ha fascinado. Sin embargo me he encontrado con una auténtica sorpresa. Con una novela que se lee de maravilla y en la que no hay nada que no pueda ser una verdad demoledora si las cosas siguen como hasta ahora.

El jurado del Premio Vuela la Cometa destacó de esta novela "la peculiar estructura epistolar de unas cartas que parecieran dirigidas a un espacio vacío, sin esperanza de respuesta, creando así un ambiente opresivo no exento de realismo y, a la vez, de poesía"

EL AUTOR: MARCELO GARCÍA


(Adjunto los datos biográficos que él mismo me ha facilitado)

Marcelo García (Oviedo, 1979) es Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Oviedo, profesor de Lengua y Literatura y Máster en Edición por el IPECC y la Universidad de Alcalá.

No empezó a escribir hasta el 2006 pero, desde entonces, alterna el periodismo cultural y los escritos teóricos sobre la estética posmoderna con obras de narrativa: El efecto mariposa en los tiempos del wolframio, El Culto, Instrucciones psicóticas para no seguir en épocas de crisis (Premio Letras de Novela Corta 2009), Dorian Gray 2.0 y Reconstruyendo la partida (Premio Asturias Joven de Narrativa 2013)

Su última novela, Cartas de amor después del ecocidio, resultó ganadora de la I Edición del premio Vuela La Cometa.

EL VENENO ES LA DOSIS

 

El cambio climático ha llegado mucho antes de lo que se esperaba. Estaba previsto, sí, pero ni tan rápido ni tan devastador. Catástrofe tras catástrofe, el mundo, los países, los seres humanos tratan de adaptarse a una situación que es mortal en si misma. Ya no hay naciones tal como las entendemos. Ni tampoco la sociedad ha sido capaz de mantenerse. Lo que queda es un mero espejismo de convencionalismos y costumbres adaptadas a lo que queda. El poder lo ostenta ahora la Organización Mundial de la Salud y el Comercio que se encarga de mantener una calma aparente mientras las personas se arremolinan en los grandes centros comerciales, alejados de una luz solar que mata sin remedio y del calor axfisiante que impide vivir durante el día.

Demo vuelve a la ciudad que le vio nacer. No sólo va en busca de recuerdos, sino en busca de una mujer a la que amó y a la que no puede olvidar. Pero el cuerpo de Demo está inoculado de un virus contagioso y mortal, dispuesto a acabar con el mayor número de personas posible. Él lo sabe, es consciente de ello porque su misión es, precisamente, ésa: matar. Titus, un lider eco-terrorista, se lo ha encargado y le ha inoculado el virus. Y Demo cumple con la tarea. A veces de forma algo caótica, pero lo va extendiendo por cada bar, esquina o comercio que visita. Mientras tanto va escribiendo cartas a su antiguo amor, contándole cada paso que da, cada duda, cada detalle aprendido bajo el ala de Titus. No sabe si alguna vez ella las leerá pero Demo las escribe, aunque ya no haya futuro.

"SOMOS LA CULTURA QUE GRITABA QUE VIENE EL LOBO"


Os decía al principio que las distopías no son mi género favorito. Las he leído maravillosas, como la colosal "La carretera" de Cormac MacCarthy o los fantásticos relatos de Isaac Asimov, pero si me dan a elegir prefiero otros. Por eso cuando tuve entre mis manos este libro me quedé un poco descolocada: primero por el título y después por el breve resumen que aparece en la contraportada. El término "ecocidio" es tan nuevo que hasta me chirriaba un poco pero es que, en esta novela, no puede expresarse de otro modo. El neologismo hace referencia a cualquier daño masivo o destrucción ambiental de tal magnitud en un territorio que ponga en peligro la vida de los habitantes de esa zona, aunque en el libro el ecocidio no está restringido: es practicamente global excepto en lugares geográficos muy concretos, una suerte de "reservas" que no se sabe bien si conseguirán preservarse.

Desde el primer momento llama la atención que la numeración de las páginas vaya al contrario, de mayor a menor, como si se tratase de una cuenta atrás hacia el último desastre, hacia un final que se intuye. Dividido en cuatro partes (Titus, Demo, León y Gaia) asistimos al devenir de Demo desde que empieza a escribir cartas a su antiguo amor. La primera está escrita un 14 de febrero. En las primeras misivas narrará parte de su adiestramiento en un grupo eco-terrorista liderado por Titus, una especie de gurú convencido de su posesión de la verdad, y que somete a los suyos con mantras sobre el peligro que la raza humana supone para la tierra. Viendo cómo está en ese momento sólo podemos darle la razón, pero Titus nunca pasará por ser un personaje simpático. Más bien el contrario, resulta odioso y a veces hasta aterrador porque no tiene escrúpulos para acabar con los supervivientes de los muchos cataclismos acaecidos. Titus es un protagonista en elipsis: está constantemente presente pero sólo a través de sus frases, de sus proclamas, de sus enseñanzas que Demo suele repetir como mantras.


Demo vuelve a su ciudad natal con una misión muy clara: provocar una pandemia devastadora gracias al virus que llena dentro de si mismo. Basta un beso, una tos, un estornudo para que se propague y mate con gran rapidez. Demo es un hombre peculiar. Ha escondido el amor que aun siente, es adicto a una droga de nueva generación, bebe de más y, en cuanto puede, come fruta fresca, algo muy extraño y sospechoso en esa nueva sociedad desolada. No tiene problemas para compartir cama con mujeres que acaba de conocer... pero para ellas será su última cama y su última noche.

La tierra es ahora un mundo abrasado por el sol en la que el melanoma es una enfermedad normal. El calor durante el día es insoportable, hay que permanecer a la sombra o dentro de las casas o bien al amparo del aire acondicionado de los grandes centros comerciales controlados por el poder. Durante el día todos se esconden de la luz y la mayoría muestra pieles secas, oscuras, arrasadas por el sol. La noche devuelve un poco la actividad y la normalidad, pero siempre bajo el control férreo de los vigilantes.

Demo, en sus cartas, retoma muchos recuerdos de la vida en común con su amor. También de cómo era el mundo antes y cómo ha ido cambiando por culpa de la contaminación, el efecto invernadero, el deshielo de los polos. Hace muchas referencias a Ray Loriga, por quien muestra una clara admiración (como le pasa a Marcelo, lo veremos en la entrevista del final). En muchas de las cartas muestra una clara tristeza por no haber tenido una vida con ella, por haberla perdido. Incluso por no saber si las cartas le llegarán alguna vez, si las leerá. Demo es un asesino. Mata sabiendo lo que hace pero no puedes evitar cierta simpatía por él.

El estilo de Marcelo es directo, ágil, de los que sumergen perfectamente en la acción que cuentan pero en esta novela hay también tiempo para los incisos cuando nos trae las palabras de Titus, escritas en cursiva y con el verbo "dice" siempre presente, como un mesias de quien se repiten las enseñanzas. Cada carta nos va sumergiendo más en el mundo que Demo contempla, en sus miedos, en sus paranoias, en el concepto que tiene de su misión. Es vulnerable a su modo, pero no ceja en el empeño que le ha sido encomendado. Se explica constantemente ante su amada quizá no como una justificación sino por necesidad de contar lo que hace y el porqué. La llegada de otro miembro de la "secta" eco-terrorista, mucho más directo que él, le sumirá en un mar de dudas.

Demo es un arma de destrucción masiva. Él lo asume, es consciente con la certeza del que sabe que lo que hace es por el bien común. O por ese bien común que Titus le ha grabado a fuego. Pero añora muchas cosas. A su modo sabe que no hay futuro y las cartas tratan de aclarar sus razones. En cierto modo está buscando dentro de él lo humano que queda y el amor le sirve de camino.

A medida que la novela avanza y las consecuencias de lo que Demo (y posteriormente León) va haciendo se hacen más patentes, el ritmo también crece. No es fácil intuir el final y ese el otro de sus méritos. La originalidad está presente en cada capítulo, en cada carta. A veces también la soledad y la desesperanza. Porque ¿alguien leerá las cartas de Demo o son su canto del cisne antes del fin definitivo?

ENTREVISTA CON MARCELO GARCÍA


Ante todo, gracias Marcelo por tu generosidad y tu paciencia, por tus sonrisas, por los buenos ratos compartidos que espero que puedan repetirse. Mucha suerte en todo lo que emprendas.


- ¿Cuál es el origen de la historia que cuentas en tu novela? ¿Una inspiración, una idea repentina, alguna información que te impactase?

          Pues podría decirse que el origen fue algo así como de historia de Stephen King… un personaje que de repente cobra vida propia y comienza a actuar por su cuenta. En este caso hablamos de Titus que era un personaje más o menos secundario en una novela anterior (Instrucciones psicóticas para no seguir en épocas de crisis) y que, visto lo visto, se había quedado con muchas cosas por hacer y decir, ya sabes… el “Proyecto Pandemia” y todo eso.


- El futuro que pintas en ella es desolador, algo en lo que coinciden casi todas las novelas que tocan ese tema. ¿Eres de la opinión de que la humanidad no tiene salvación, que todo se va al garete? (yo también lo pienso, que conste)

          Supongo que ese es el rasgo diferencial de las novelas de anticipación o distopías respecto a la ciencia-ficción clásica, es decir, no se trata de imaginar mundos lejanos en el tiempo y/o el espacio sino de proyectar la deriva inmediata del nuestro propio. En este caso el tema central es la destrucción del planeta por la acción de la propia raza humana bajo los efectos de la fiebre capitalista así que, asumiendo las tesis de mis personajes, reformulo la pregunta… ¿de veras nos hemos ganado la salvación?, ¿no es el “garete” el destino lógico que nos merecemos?         


- El constante monólogo interno del protagonista nos muestra a alguien que, con todo perdido, mata sin que se le altere el pulso. ¿Queda algo de humano en él? ¿Lo dibujaste tan despiadado desde el principio o se fue creando a medida que escribías?

          Si te soy sincero, me cuesta ver al narrador a Demo como a alguien despiadado. Todo lo contrario, a veces resulta tan pusilánime que acababa por provocarme ternura. El adjetivo “despiadado” quizás encajaría mejor con León, el personaje que le sirve de contrapunto al protagonista en la segunda parte de la novela. Demo es un mar de dudas, de traumas y de paranoias pero León tiene las cosas claras; ha completado con éxito su proceso de deshumanización y cumple con su misión con la determinación ciega de un autómata o un sonámbulo. No obstante, la pregunta es muy acertada porque precisamente es la búsqueda de redención y de los restos del naufragio de su propia humanidad lo que articula el discurso del narrador y, por extensión, de toda la novela. En el desenlace Demo toma, por fin, una decisión definitiva pero no vamos a caer en el spoiler…


- A pesar del título ¿hay lugar para el amor en una historia como ésta?

          Precisamente, en el poquito tiempo que ha pasado desde la publicación, ese es el tema que más debate y feedbacks está generando. Algo probablemente condicionado por el propio título pero también por la carga de abstracción de un sustantivo como ‘amor’ al que cada cual se acerca según su propia interpretación del concepto. Evidentemente yo tengo la mía (probablemente un tanto disociada) pero, a grandes rasgos, la novela está concebida bajo la estética posmoderna que aboga por la “obra abierta” a múltiples interpretaciones así que prefiero seguir enriqueciéndome con las distintas lecturas sin condicionarlas de antemano con la mía propia.


- Cuando te planteas escribir ¿te marcas un esquema previo que sigues a rajatabla o te permites ir improvisando, cambiando cosas?

          En todos los aspectos de mi vida soy un completo desastre así que la organización, estructuración o esquematización siempre se me ha dado fatal… Cuando encuentro un tema sobre el que me apetece escribir lo único que trato de fijar de antemano es el tono y la perspectiva narrativa, a partir de ahí, tanto la trama como los personajes se van construyendo en tiempo real. Me atrevería a decir que, a menudo, hay mucho de escritura automática de posesión infernal, sobre todo a partir de la quinta o la sexta cerveza… y es bastante habitual encontrarme al día siguiente con cosas que no recuerdo haber escrito.  


- La documentación en esta novela se nota que es detallada y amplia; ¿te supuso un trabajo pormenorizado o fuiste añadiendo datos a medida que los necesitabas?

          Bueno… esta respuesta quizás me redima de la anterior. Las sesiones etílico-nocturnas a papel y tinta en el rincón más oscuro de algún bar sirven para articular el esqueleto de la narración a la que, por supuesto,  posteriormente habrá que dotar de órganos, de piel y de músculos y esa fase de documentación sí que me la suelo tomar muy en serio (por la mañana y con el café bien cargado). El problema con Cartas de amor después del ecocidio es, precisamente, que apenas queda espacio para la “ficción”; todo lo que cuenta ya ha sucedido, está sucediendo o sucederá a medio plazo si no cambiamos la inercia suicida que nos está conduciendo al desastre global. Y no es paranoia…  en el tiempo que ha pasado desde los primeros textos que escribí para la novela, ya he podido ver cómo se van cumpliendo fielmente lo que en aquel momento no eran nada más que proyecciones literarias… Te podría decir que resulta un poco angustioso esto de ser un “visionario” y luego tal vez irían bien unas risas entre corchetes para rebajar el mal rollo y que quede claro que (quizás) estoy bromeando.
  

- ¿Cuáles son tus autores favoritos en este género? ¿y en general? ¿por qué?

          Para mí las dos grandes obras maestras del género distópico son, sin duda, 1984 de George Orwell y Un mundo feliz de Aldous Huxley. No obstante, en lo relativo a la estética literaria propia del género, las influencias más significativas en Cartas de amor después del ecocidio  serían J. G. Ballard y, sobre todo, William Gibson al que considero y ahora utilizo el término completamente en serioun auténtico visionario (el ciberespacio, la realidad virtual o la realidad aumentada ya estaban en sus novelas mucho antes de que Microsoft, Apple o Google se forrasen vendiéndonos todo el asunto). Por último, tampoco puedo dejar de mencionar una novela sin la que, sin duda, la mía no existiría, me refiero a Tokio ya no nos quiere de Ray Loriga; cada vez que recibo una llamada desde un número desconocido me entra un ataque de pánico porque estoy seguro de que serán los abogados de Ray pidiéndome “explicaciones”…    
          Y en cuanto a autores en general… pues digamos que las influencias directas son sobre todo norteamericanas, aunque esto tiene su explicación: yo estudié Filología Hispánica y la carrera me posibilitó el conocimiento en profundidad de la literatura española e hispanoamericana así como la de los clásicos europeos pero, a cambio, tenía enormes lagunas con la literatura anglosajona, especialmente con la más reciente, y eso era, precisamente, lo que estaba leyendo por la época en la que empecé a escribir así que resultaba inevitable que esos autores (Hunter S. Thompson, William S. Burroughs, Bret Easton Ellis, Chuck Palahniuk o Douglas Coupland) fuesen los que acabasen calando a la hora de conformar un estilo… No obstante, a todos esos nombres junkies habría que añadir el de un autor español y, por desgracia, de mi misma generación al que odio visceral y profundamente por su capacidad para plagiar mis mejores ideas cinco minutos antes de que a mí se me ocurran. Se llama Enrique Rubio y es un tipo de lo más peligroso…     

- ¿Estás trabajando actualmente en otra novela? ¿puedes anticiparme algo?
          Sí, claro… no creo en esa leyenda urbana de no poder hablar de los proyectos futuros porque si lo haces se gafan así que, por un lado, tengo bastante avanzada otra distopía (en este caso “tecnoapocalíptica”) y, por otro aunque todavía en pañales, una novela ambientada en el contexto de la “nueva política”. Uno de estos días echaré una moneda al aire para dilucidar por cuál de las dos me decido.

viernes, 8 de julio de 2016

LA VÍSPERA DE CASI TODO de Victor del Árbol

La primera novela que leí de Víctor del Árbol fue "La tristeza del samurai" y me dejó sin palabras. Había escuchado y leído mucho sobre él, sobre su estilo, sus personajes, pero sentirlo en primera persona fue toda una experiencia. Desde entonces me he ido haciendo con todos sus libros y con todos he sufrido lo indecible pero también he disfrutado enormemente, porque es de los pocos autores que consiguen sacudirme el alma con fuerza. Duele, sí, pero casi podría considerarlo un dolor gozoso. Por eso me supuso una enorme alegría saber que había ganado el Premio Nadal con este libro, "La víspera de casi todo" no sólo porque lo consideré muy merecido sino por la simpatía personal que siento por Víctor, siempre generoso y de una amabilidad extrema.

En esta novela encontramos el espíritu del autor en todo su esplendor. Quizá sin la tremenda dureza que destilaban muchos de los pasajes de "Un millón de gotas", pero no es una lectura amable ni autocomplaciente. Para quienes nos gusta su estilo, es un regalo que viene, además, adornado con el lazo del premio, sí, pero eso no cambia nada. Intensa, llena de recovecos por los que se cuela un grupo de personajes rotos y llenos de parches, que no pueden evitar las goteras que les empapan el alma. Obviamente no es una lectura para quienes sólo buscan "literatura de consumo rápido", de la que apenas deja poso y no te obliga a pensar. Leer a Víctor del Árbol obliga a sentir. Y eso es impagable.

EL AUTOR: VÍCTOR DEL ÁRBOL


Barcelonés y nacido en 1968, hizo varios cursos de la carrera de Historia en la Universidad de Barcelona aunque no la terminó. Durante veinte años fue funcionario de la Generalitat de Cataluña y colaboró durante dos con el programa “Catalunya sense barreres” de Radio Estel. En 2006 ganó el Premio Tiflos de Novela con “El peso de los muertos” y en 2008 el Premio Fernando Lara con “El abismo de los sueños”, novela que no ha sido publicada. En 2011 publica “La tristeza del samurái”, con la que alcanza el éxito tanto a nivel nacional como internacional, ya que ha sido traducido a diez idiomas. En Francia fue todo un best seller, aplaudido por la crítica y el público y allí ganó importantes premios como le Prix du Polar Europèen en 2012 a la mejor novela negra europea, le Prix QuercyNoir y el Premio Tormo Negro en 2013.


Ese mismo 2013 publica “Respirar por la herida”, finalista a la mejor novela extranjera en el festival de cine Negro de Beaune, finalista en el II Premio Pata Negra de Salamanca y finalista a la mejor novela negra 2014 que otorga el festival VLNC. Tras su éxito anterior en Francia, esta novela también ha sido traducida al francés y varias editoriales se han hecho con os derechos para su publicación en Australia, Nueva Zelanda, Reino Unido, Estados Unidos, Polonia y Bulgaria. El mayo de 2014 se publica “Un millón de gotas”, que ha ido agotando edición tras edición (incluso tras los meses pasados desde entonces, de eso doy fe) y ya ha sido publicada en Francia. Fue elegida la mejor novela escrita en español en 2014 por la asociación de blogueros España Creatio Club Literario y se le concedió el III Premio Pata Negra Ciudad de Salamanca de 2015.

Además de haber ganado el Premio Nadal con "La víspera de casi todo", este año la Editorial Alrevés ha reeditado su primera novela, "El peso de los muertos" que confío en traer este blog en breve.


"LOS SUEÑOS SÓLO SIRVEN PARA DESPERTAR DE ELLOS"



En La Coruña, el inspector Germinal Ibarra recibe una llamada: una mujer ha sido ingresada en el hospital después de recibir una terrible paliza. Pero lo más sorprendente es que ha preguntado por él. Ibarra no acierta a saber de quién se trata, pero acude para averiguar qué ha pasado. Ese mismo día, en Barcelona, se ha cometido un asesinato que está presente en todas las noticias. Tres años atrás Ibarra se hizo famoso por haber resuelto la desaparición y muerte de una niña, Amanda, en Málaga, pero actualmente es un hombre agotado, con la fe en todo perdida y que, cada noche, considera firmemente la idea de quitarse la vida.

Descubrir que la mujer destrozada en el hospital es la madre de Amanda provoca un cierto cataclismo en Ibarra, porque despierta recuerdos que siguen causándole pesadillas. Paralelamente asistiremos, tres meses antes, a la llegada de Paola a Punta Caliente, a la casa de Dolores, con la excusa de hacer un reportaje fotográfico. Allí conocerá a Daniel, un adolescente tímido con una historia terrible a sus espaldas, y a su abuelo Mauricio, que llegó de Argentina para cuidar de él. Las narraciones de todo lo que fueron antes de llegar allí y de todo lo que son se van entrelazando, demostrando que el pasado siempre vuelve aunque cada uno de ellos lucha por tener una nueva oportunidad, por vivir.


"LA GENTE ESTÁ SOLA Y DEBERÍA ACOSTUMBRARSE A ACEPTARLO"


Hoy día imágenes como aquella serían impensables en la televisión. Finalizaba junio de 1992 y en la provincia de Valladolid se vivía la angustía por la desaparición de una niña, Olga Sangrador, de sólo 9 años. Los peores presagios se cumplieron y el cuerpo de la pobre pequeñita fue encontrado enterrado tras ser violada y asesinada por un ser despreciable y malnacido que disfrutaba de un permiso penitenciario. Las primeras páginas de "La víspera de casi todo" me han hecho revivir el horror de aquel caso y las imágenes, en los telediarios, del cuerpo semienterrado de la chiquitina mientras la policía, que mantenía de rodillas y esposado al asesino, le gritaba: "¡Mírala! ¡Vamos, mírala!". Aun siento escalofríos al recordarlo, los mismos que Víctor del Árbol, de nuevo, me ha hecho sentir apenas empezada su última novela porque es tan terriblemente similar que asusta. Ya lo dije al reseñar "Un millón de gotas": en las tres páginas iniciales te llega el primer hachazo al corazón. Después habrá muchos latigazos que te irán arrancando pedacitos del alma, pero otra vez Víctor ha hecho magia y nos mete de cabeza en vidas, hechos y emociones capaces de desbordarnos y, al tiempo, querer y necesitar saber más sobre ellos.

Qué complicado es encontrar en las novelas de Víctor del Árbol un personaje tradicionalmente "bueno". Todos están lastrados, de una manera u otra, por un pasado que pesa como una losa y tira de ellos hacia abajo. Pero todos son supervivientes de si mismos, todos quieren vivir aun cuando la vida se les haga insoportable. Incluso Germinal Ibarra, el policía curtido y lleno de fantasmas que se mete una pistola en la boca cada noche y cada noche se arrepiente. 

Hay en esta novela muchos de los temas que yo consideraría habituales en la literatura de Víctor: las infancias arrasadas, las mujeres sometidas a los peores ultrajes que demuestran que nada podrá con ellas, los recuerdos que se quedan como agujeros malolientes, la ausencia de la madre, del padre, de los dos; el amor capaz de retorcerse y perder su esencia, el miedo, los secretos que duelen. Pero también la esperanza y la posibilidad de que la vida, alguna vez, resarza a los protagonistas. Al menos en parte.


Elegir la Costa da Morte como escenario principal, aunque haya otros secundarios como Barcelona o La coruña, es casi una declaración de intenciones. No es la primera vez que Víctor del Árbol elige esta zona de Galicia como telón de fondo: ya lo hizo en algunos pasajes de "El peso de los muertos" aunque no tenía el mismo peso específico que en "La víspera de casi todo". Esta zona (de la que, con todo respeto, prefiero el nombre es castellano porque Costa de la Muerte me parece mucho más rotundo) es una suerte de fin del mundo, la que alberga el "finis terrae" de los romanos, el lugar dónde acababa todo lo conocido. Una tierra a la que llegan los protagonistas huyendo de sus vidas y hasta de ellos mismos. Un refugio pero también una posibilidad de olvido. Sólo para Germinal no es extraña, ya que él es gallego. Pero volvió a ella tras su paso por el sur y resolver el caso de Amanda, consiguiendo una fama que no quería y que, finalmente, sólo le ha reportado complicaciones.

Mauricio llegó desde Argentina para cuidar de su nieto y escapando de su pasado. Dolores desde Portugal tratando de huir de un matrimonio desdichado y para proteger a su hija Martina. Paola/Eva desde Málaga y arrastrando con ella el dolor por la muerte de su hija y su bajada a los infiernos. De los tres iremos sabiendo el armazón de sus vidas a lo largo de la novela para entender que la Costa de la Muerte debería ser el final de sus caminos, pero hay demasiadas cosas descosidas en ellos que les impiden sentirse, como querrían, en su hogar. Son eternos exiliados.

Son frecuentes las referencias al "hombrecillo", el culpable del asesinato de la pequeña Amanda, cuando Germinal Ibarra está en primer plano. Ni siquiera sabremos su nombre, pero ese ser casi invisible y anodino fue capaz de la peor de las atrocidades ante la que Ibarra no pudo permanecer impasible. Sin ambargo lo que en su momento fue considerado una heoricidad, hoy día se le ha girado en contra e, incluso, se le cuestiona y se le crucifica por ello. A pesar de esa aparente mediocridad del "hombrecillo", es un personaje del que, cuánto más sabemos, más miedo da, aunque ya no pueda hacer daño a nadie. Ibarra sabe bien de su maldad, conoce todo lo que hizo, pero no puede luchar contra una marea de opiniones que cuestionan lo ocurrido.

Hay bastantes guiños al mundo literario, como esa costumbre de Dolores de arrojar al fuego de la chimenea libros o páginas arrancadas a estos "en función de sus estados de ánimo". Eso también es seña de identidad de Pepe Carvalho, el inmortal detective creado por Manuel Vázquez Montalbán, cuyas novelas me enamoraron desde que las descubri. Carvalho quemaba libros porque "los libros apenas le enseñaron a vivir" y los consideraba una suplantación de la vida. Quizá en Dolores hay también un poco de eso o un intento de olvido, de borrar episodios. También se pasea el espíritu de Julio Cortázar por algunas de las páginas, sobre todo al describir paisajes de París y Buenos Aires, dos ciudades de referencia en la vida del inolvidable escritor (otro de mis favoritos, qué gran suerte). Incluso el sobrenombre de "la Pecosa" de la esposa de Mauricio me lo recuerda.

Y cómo no, la imponente novela "Germinal" de Émile Zola, presente en el nombre de Ibarra, un nombre usado para sus hijos por militantes de izquierdas a partir de la Segunda República. Curiosamente "Germinal" tiene como escenario un pueblo del norte de Francia, Montsou, en una región minera, pobre y oscura que bien podría ser Nord-Pas de Calais, a la que los propios franceses ven como el mismísimo infierno. También al norte. También un poco fuera del mundo. Y la referencia al "Ulises" de Joyce, esa novela que todos aseguran haber leído y pocos lo hemos hecho. Sí leí "Germinal", y además en francés, en COU. El "Ulises" fuí incapaz.



En realidad la novela son cinco horas, pero también tres meses y vidas enteras. Cinco horas que Germinal Ibarra pasa en el hospital velando a Paola/Eva pero que se van estirando a medida que nos lleva a la llegada de Paola a la casa de Dolores, tres meses antes. O se lanzan hacia atrás para contarnos la vida de Mauricio, la de Daniel, la de Eva, la del propio Germinal. Una vorágine en la que la cueldad y el dolor están muy presentes y en la que los saltos en el tiempo son constantes. Todos convergen en Punta Caliente y todos buscan, quizá, redención. O, al menos, poder vivir dejando atrás lo peor de sus existencias sin saber que lo llevan cosido a la espalda.

Como de costumbre, el estilo de Víctor es su principal seña de identidad. Cada palabra, cada frase, están escritas a conciencia. Y hay algunas que se clavan como puñales. A medida que te adentras en sus páginas te va envolviendo como en una tela de araña y dejar de leer se convierte en una tarea imposible. Como decía al principio, no es una lectura fácil, como no lo es ninguna novela de este autor, pero su manejo del lenguaje, de las situaciones, su modo de narrar es una delicia para los que necesitamos algo más que una bonita portada para disfrutar de la lectura. Encontramos angustias comunes y reconocibles y caminaremos al lado de Germinal para asistir al hecho que marcó el final de su infancia y toda su existencia. Junto a Paola/Eva y su espiral autodestructiva. De la mano de Mauricio en Alemania y luego en la Argentina cruel de la dictadura y los desaparecidos. Frente a los ojos de Daniel, que no dejan de mirar una casa quemada y a un horror que le dejó sin referentes, a quien sólo Martina parece entender. La resignada desesperación de Carmela. La enfermedad de Samuel. Los acantilados de Punta Caliente. Todo conforma un puzzle que acabará encajando sin dejar espacios, como los mosaicos romanos, formando una imagen muy nítida.

Muy presente en Germinal está ese fatalismo gallego que parece que les hace vivir con la conciencia de que todo puede acabar en fracaso. Un "quizá llueva" seguramente lleva el convencimiento de que caerá una tormenta que lo inundará todo, pero lo aceptan con la resignación tranquila de los que saben que saldrán adelante de un modo u otro. Están hechos a superar adversidades porque tienen un concepto de familia y de clan muy poderoso. Por eso la llegada de Paola/Eva y las de Dolores y Mauricio en su día fueron contempladas por los habitantes de Punta Caliente con cierta prevención y algo de desconfianza. Germinal es duro, hosco, pero su primer pensamiento es siempre su familia. Y sobre todo es honesto, a pesar de todo.

Vivir. Seguir viviendo. Eso es lo más importante de la novela, la necesidad de seguir adelante de sus protagonistas a pesar de todo. Hay en la novela un breve diálogo entre Daniel y Martina que resume esto de forma brillante:
"- ¿Y por qué no podemos aprender a vivir?
Martina soltó una risita. 
- Porque para eso hay que tener narices"

domingo, 3 de julio de 2016

ENCUENTRO CON EVA GARCÍA SAENZ DE URTURI Y "EL SILENCIO DE LA CIUDAD BLANCA"

El pasado día 28 la Editorial Planeta nos convocó a un grupo de blogueros a un encuentro con la autora de "El silencio de la ciudad blanca" en una especie de final de curso y como despedida hasta septiembre de este tipo de eventos. El calor era importante en Madrid, por lo que todos agradecimos que el encuentro se celebrase en el jardín del hotel Jardín de Recoletos y que la conversación y el agradable rato que pasamos se acompañase de bebidas frescas en un rincón verde, rodeado de plantas.

Sentados en un círculo, Eva sugirió que cada uno fuésemos preguntando lo que deseásemos sobre su novela y eso hizo que el diálogo con ella fluyera de manera natural y que descubriésemos aspectos que no están tan a la vista y detalles muy interesantes de la trama y de los personajes, así como del modo en que Eva planificó y dio vida a la historia. 


Era casi obligado preguntarle por el motivo de elegir Vitoria como escenario para ella. Y fue lo primero que nos aclaró: es su ciudad, aunque ahora viva en Alicante. Una ciudad a la que vuelve y a la que lleva consigo. Además le parece ideal para ambientar una novela de este tipo. Después de las fiestas de la Virgen Blanca, que se celebran en agosto, la ciudad queda vacía. De ahí ese "silencio" al que hace mención en el título. Eva conoce bien la ciudad, su historia, sus calles, sus pequeños secretos y piensa que la tierra de dónde somos siempre nos da algo. Por eso quiso devolverle algo también. Es un homenaje a su familia, al pueblo del que procede, a sus orígenes

Cuando se planteó escribir novela negra quiso documentarse de la manera más completa posible, para lo que llegó a matricularse en cursos de la policía para darle mucha más veracidad a lo que escribirse. Fue un esfuerzo extra, porque no superar un curso suponía no poder hacer el siguiente. Estudió perfilación criminal, sumamente interesante para dar los perfiles de los criminales y también procesamiento de escenarios, con todo lo que conlleva cuando se acude a un escenario de un crimen y hay que procesar todos y cada uno de los detalles y pruebas. Aprendió a hacer informes policiales y le resultó sumamente duro ver ciertas fotografías o asistir a ciertos escenarios. Nos aseguró que los casos reales tienen poco que ver con CSI, por ejemplo: todo es más sucio, más desagradable, más penoso. Todo esto le sirvió para asegurarse de que quería escribir una novela negra pero sin detalles que horrorizasen al lector: pretendía divertir e interesar,  no que quien lo leyese lo pasase mal


 Igualmente no quería que el policía encargado de la investigación fuese un superdotado, sino alguien normal, y le gustaba la idea de que el asesino fuese siempre por delante. De ahí se pasó al tema de la maldad, sobre todo acerca de si es inherente al ser humano. Eva nos aseguró que, en su experiencia (y es una idea que muchos tenemos presente) hay gente que no es reinsertable a pesar de que nuestro sistema se basa en ello. Los psiquiatras que trabajan en las cárceles dicen que un psicópata que ha matado volverá a matar cuando salga de prisión y que un delincuente reincidente se va haciendo menos sensible a horrorizarse con la violencia. Los psicópatas son camaleones que no sienten afecto por nada ni por nadie. Normalmente sólo el uno por ciento de ellos delinquen, el resto suelen llevar una vida más o menos normal aunque con rasgos muy característicos. Eva, como novelista, acabó tan afectada por la formación que recibió que quiso evitar que sus lectores sufriesen o se acongojasen con lo que leían. Pudo haberlo hecho, pero no quiso.

Al hilo de una pregunta sobre el porqué de tantos apellidos compuestos entre los protagonistas de la novela, Eva nos contó que se debe a que en Álava proliferan mucho debido a una ley de herencias procedente del medievo. Para que las tierras no se dividiesen, el hijo mayor se quedaba con su totalidad. Ello llevó a una legislación respecto a los apellidos por la cual se añadía a ellos el lugar de procedencia (en su caso Saénz de Urturi hace referencia al pueblo de Urturi, situado a medio camino entre Vitoria y Logroño. Aseguró que los vitorianos están muy contentos con su novela porque en ella no se hace mención alguna al terrorismo y que los asesinatos rituales que en ella se narran son una manera de homenajear a su ciudad porque, con ellos y a través de ellos, puede hablar de la historia que encierra. 

Respecto a autores que le inspiran a la hora de escribir, Eva nos confesó que lee mucho y que está rodeada de gente que también lo hace. Entre los que más le gustan nombró a Jo Nesbo dentro de la novela negra, pero también lee mucha novela histórica y libros de guionistas y de escritorio, a los que vuelve cada vez que tiene que montar el armazón de una novela. Con "La saga de los longevos" hubo quien la etiquetó como autora de un determinado género pero ella no cree estar encasillada en ningún género. Cree que es bueno ir cambiando de género y no poner etiquetas a las novelas ni a los autores. 


Lo que sí nos mencionó es que todas sus novelas tienen un trasfondo histórico. Y aunque hubo en el encuentro alguien que hizo mucho hincapié en que "La saga de los longevos" es un "thriller", Eva lo negó categóricamente. Tampoco lo escribió como tal. De hecho, antes de escribir "El silencio de la ciudad blanca", estuvo casi tres años acumulando documentación sobre Vitoria y su historia. Llegó a pensar en que su novela sería histórica, pero se dio cuenta de que, con todo lo que tenía, una novela negra sería perfecta. En cuanto al apodo de "Kraken" lo uso porque es un animal mitológico que aparecía en los portulanos medievales. Es una suerte de calamar gigante que, con el tiempo, se ha demostrado que sí existe. Le gusta porque es grande y no tiene exoesqueleto y quiso asociarlo a la personalidad del protagonista: grande, duro, pero muy flexible, muy adaptable

Preguntada Eva por si creía que todos somos capaces de matar, nos aseguró que para algunas personas es posible, pero en caliente y por un motivo concreto. Para otras es absolutamente impensable. Es algo que va con la personalidad. También, repasando algunos de los personajes de la novela, volvió a insistir en que el inspector a cargo de la investigación  no fuese como el Iago de "La saga de los longevos", carismático y muy inteligente. Quería que fuese alguien que consigue las cosas con la fuerza de su propia voluntad. Respecto al abuelo, se trata de un homenaje al suyo por lo que no tuvo que cambiar nada ni modificar ningún aspecto. Preguntada sobre si tenía algún personaje favorito, nos confesó que Blanca Díaz de Antoñana era "su ojito derecho" porque podría haber elegido salir corriendo de la vida que tenía pero aguantó. También nos aseguró que ella no está en ninguno de los personajes. Darles vida le cuesta muchísimo, nada hay de ella.

Al finalizar, Eva nos firmó los libros a quienes se lo pedimos y nos despedimos después de más de una hora (no pudimos alargarlo porque Eva volaba a Santiago esa misma noche) fantástica. Gracias Eva y gracias a Planeta por la invitación. Ha sido una auténtica delicia.