jueves, 21 de mayo de 2020

EL CASO LORCA. FANTASÍA DE UN MISTERIO de Manuel Ayllón

Hay ocasiones en que los libros te llegan por cauces insospechados, como el que hoy os traigo. Ahora que ha regresado la maravillosa serie El Ministerio del Tiempo, tras la emisión del primer capítulo de esta temporada, le estaba contando a mi hija pormenores de la vida y muerte de Federico García Lorca. Y, de repente, recordé un episodio del programa de Telemadrid, El punto sobre la Historia, en el que alguien había contado qué fue de los restos del poeta y el motivo por el que nunca han sido hallados, con una teoría muy plausible. Pero no me venía a la memoría el conjunto de su intervención, así que le puse un whatsapp a David Botello (creador y presentador, junto a Lorenzo Gallardo, del programa y que siempre está dispuesto a echar una mano) y él me facilitó el capítulo, el nombre de Manuel Ayllón y hasta un podcast de la radio en el que también explicaba sus certezas. Y gracias a todo ello y a mi charla con David, llegué a este libro que, durante unos días, me ha llevado a la Granada de agosto de 1936, en pleno estallido de la Guerra Civil, una ciudad llena de miedos, venganzas, asesinatos y silencios

Manuel Ayllón, arquitecto y profesor de arquitectura en la Universidad Pontificia de Salamanca, combina la docencia con la investigación y la literatura. Ha publicado ensayos sobre diferentes épocas de la Historia de España, sobre Goya y el Greco e, incluso, sobre la masonería y, previamente a El caso Lorca, había visto la luz Granada 1936 en el que relataba la muerte del poeta y quienes fueron asesinados con él. El caso Lorca. Fantasía de un misterio, en palabras de su autor, "no es un ensayo histórico ni el fruto de una investigación documental estricta, pero sí auténtica (...); es una mera presunción novelada de algo que pudo ocurrir, algo verosímil, un ejercicio literario desde la lógica de lo razonable."

NOS HUNDIREMOS EN UN MAR DE LUTO


La muerte de Federico García Lorca es un pasaje muy negro de los muchos que jalonan la crónica de la Guerra Civil española. No sólo porque se trataba de una figura cultural de referencia, un escritor admirado, conocido y respetado, sino porque a ojos de la mayoría (incluso de los sublevados) era inofensivo y contaba con amigos tanto falangistas como republicanos. Los "motivos" de su fusilamiento en Viznar, la madrugada del 17 de agosto de 1936, están, supuestamente, en la denuncia que Ruiz Alonso, perteneciente a la CEDA, hizo sobre él, acusándole de rojo, masón, homosexual y de ser un enlace con Rusia. Pero Manuel Ayllón en este libro va un paso más allá, tras haber investigado y conocer bien la Granada de la época y el entorno de la familia del poeta.

Mezclando a lo largo de sus páginas la novela, el ensayo y algo de reportaje histórico, Ayllón elabora una teoría muy verosimil acerca de por qué tanto la familia de Federico García Lorca como quienes podrían tener algo que decir o exigir en el tema, siempre se han negado a que se busquen sus restos. De hecho, hasta en cinco ocasiones, tanto por inicitiva oficial como privada, se ha tratado de localizar la posible fosa común y jamás se ha encontrado nada. Federico fue fusilado junto con un maestro y dos banderilleros, pero a fecha de hoy sigue siendo un misterio el lugar exacto de su enterramiento.

La primera parte de El caso Lorca es la que tiene más estructura de novela, aunque va intercalando información necesaria acerca de su familia, sus amistades, la familia Rosales y algunos episodios de la vida de Federico. Aproximadamente el último tercio del libro adquiere cierta forma de ensayo para tratar de dejar un paisaje al lector mucho más diáfano. Esa primera parte, que arranca en el momento en que a Federico se lo llevan de casa de su amigo Luis Rosales, donde se había refugiado por miedo a lo que pudiese ocurrirle, va adquiriendo en cada capítulo tintes de angustia. Desde dentro de la familia García Lorca y de la familia Rosales, las horas van corriendo sin que ninguna gestión consiga sacar a Federico del Gobierno Civil, lugar al que ha sido llevado. Para el lector es una cónica de una muerte anunciada, remedando al gran Gabo, porque todos sabemos lo que ocurrió, pero es muy duro enfrentarse con la desesperación de sus padres (que la misma tarde de la detención de Federico habían enterrado al marido de la hermana del poeta, también fusilado), de su hermana, de sus mejores amigos que, a pesar de sus influencias, nada pudieron hacer para salvarle. Acabas por vivir esa inquietud de forma muy real, especialmente cuando eres consciente de que quien le denunció y sus acólitos tenían motivos que escapaban bastante de la política, aunque la usaron en su favor.


Las relaciones familiares de la familia García Lorca están en el telón de fondo de esta tragedia. En esa España (y más concretamente Andalucía y Granada) en la que las afrentas y los agravios, los asuntos de tierras, herencias y negocios pasan de una generación a otra y nada se olvida ni se perdona. Además Federico había tocado la fibra sensible, por decirlo de una forma suave, a parte de la familia de su padre, con la que las relaciones ya estaban más que tensas, al escribir La casa de Bernarda Alba, en la que algunos de sus personajes eran personas reales que se irritaron profundamente al reconocerse porque el poeta utilizó apellidos y nombres sin esconderlos. 

Los primeros días del alzamiento, con toda su represión, su sangre y sus muertes, los odios familiares, el rencor de Ruiz Alonso contra la familia Rosales, el "matonismo" de bandas de hombres armados dispuestos a llevarse por delante a cualquiera que, según su parecer, no colmulgase con sus ideas, les debiese algo o, simplemente, odiasen, el ambiente opresivo y terrible en la ciudad está muy bien narrado. Al igual que la teoría, plausible y ya esbozada por equipos de investigación de las fosas de Viznar como el encabezado por Miguel Caballero, de por qué los restos de Federico García Lorca ni han sido hallados jamás y los motivos por los que la familia se ha negado siempre, de forma tajante, siquiera a que se busquen.

El caso Lorca se agarra al estómago del lector. Especialmente cuando reconocemos los odios y las inquinas que pueden matar cuando quien las sufre se hace con armas y poder. Cuando nos damos cuenta de que hay cosas (y no hay más que vernos en la actualidad) que no cambian, que unas tierras, una afrenta personal o un modo de pensar o actuar diferente son capaces de despertar lo peor en nosotros. Una vez leí que los españoles llevamos dentro, todos, el germen de una guerra civil y que de nosotros depende que brote o no. Leer El caso Lorca estremece por poner ante nuestros ojos cómo y a qué altura brotaron esas semillas

Los peros que, en mi opinión, tiene este libro son, en primer lugar, la continua repetición de ciertas frases o calificativos para algunos protagonistas. En multitud de ocasiones se refiere al padre de Federico como "el viejo chaladí" y os aseguro que he sido incapaz de saber qué significa esa palabra. Ni en el diccionario de la RAE, ni en el de lengua caló aparece. Ni siquiera amigos andaluces lo conocen, así que cualquier sugerencia sería una gran ayuda. También es complejo seguir el árbol genealógico de Federico García Lorca, porque la profusión de nombres, parentescos y cómo se relacionaban entre ellos a veces resulta abrumadora, al igual que la relación de mandos militares, políticos y facciosos de la Granada del momento. No estaría de más un "dramatis personae" al principio o al final que nos ayudase a clarificarlo todo. 

Obviamente no es una novela al uso, pero tampoco un ensayo tal y como lo entendemos. Pero sí es una lectura más que recomendable para conocer un periodo de tiempo que no ha de olvidarse para no repetirse. A Federico no vamos a olvidarle, su obra y su voz estarán siempre en nuestra memoria.




jueves, 14 de mayo de 2020

SUPERSTICIÓN Y FE EN ESPAÑA de María Ángeles Arazo

Se me está haciendo muy cuesta arriba conseguir concentración en el momento actual. Siempre me he fabricado, incluso en mis años más oscuros, esa burbuja propia que me aislaba del mundo y en la que podia leer sin parar. Me perdía sin dificultad en las historias y las horas se me iban una tras otra. Pero desde que estamos confinados, es como si todo me funcionase al ralentí. Duermo mal, tengo sueño todo el día, se me han trastocado los horarios y miro la tele sin ver, sólo por el ruido que hace. El bloqueo es monumental: ni leo, ni escribo, ni fantaseo. Un horror. Al hilo de esto puse un post en Facebook y un amigo me recomendó releer, volver a los espacios conocidos, a lecturas que me gustaron o emocionaron. Y lo cierto es que, sin llegar a haber recuperado mi voracidad lectora, al menos he conseguido zambullirme y disfrutar.

Superstición y fe en España fue un regalo de mi tía la mayor, que estaba convencida (y con razón) de que me iba a gustar. Me contó que lo había comprado años atrás en la Cuesta de Moyano y ya me llegó ajadito pero cuidado y con su carga de tiempo encima. Me enamoré de este libro casi desde su primera página, quizá por lo mucho que me gusta y me fascina el mundo rural, las costumbres, la raigambre de tradiciones que perduran. Algunas de las que encontramos aquí se mantienen desde la Edad Media, manteniendo su esencia. Pero lo que más me agarró fuerte el corazón fue descubrir una España que ya no existe, que empezaba a salir de una dictadura para respirar aire libre. Una España posiblemente más inocente pero también mas gris, en la que la televisión era un lujo o algo muy lejano, la pobreza campaba a sus anchas en los pueblos, las calles no conocían el asfalto y muchos vecinos ni siquiera sabían leer ni escribir, aunque encontraban alegría en las pequeñas cosas, en sus certezas.

GEOGRAFÍA HUMANA DE FE Y TRADICIÓN


Superstición y fe en España se publicó en 1978, pero las experiencias recogidas en él por su autora, María Ángeles Arazo, lo están, en su mayor parte, en el año 1975. Ese año bisagra en el que todo empezó a cambiar. Es un ensayo cargado de emotividad que acaba dejando un poso de compasión admirativa por lo que aquellas gentes vivieron, vivían y llevaban a sus espaldas. Arazo se pasea por toda la geografía española buscando ceremoniales religiosos peculiares o llamativos, muchos entroncados en rituales mágicos que se pierden siglos atrás. Hoy día persisten, aunque algunos se ven como auténticos anacronismos y se llenan de curiosos que sólo buscan la fotografía, el detalle morboso. Únicamente quienes viven con ellos, también viven para ellos, incluso en estos tiempos de tecnología y pragmatismo. Otros siguen siendo manifestaciones intensas de fe y creencias comunes.

Pero este libro no es solo una exposición de estos ceremoniales, es un auténtico desfile de seres humanos del año 1975, con su manera de pensar, sus historias (muchas de ellas duras y terribles), sus pérdidas, sus creencias, su fe limpia a pesar de las calamidades. Un catálogo de vivencias y de costumbres envueltas en el modo de pensar de la época que, al leerla, parece tan lejana como Marte, pero que para muchos puede acoger recuerdos de la infancia, de los pueblos de los padres o los abuelos. Esos pueblos en los que sus habitantes se endomingaban para las fiestas o para la misa, que veían ya entonces cómo los jóvenes se marchaban por falta de oportunidades, en los que el campo, la pesca o la vendimia marcaban la economía y el calendario. Una España en la que aún los jornaleros llamaban "amo" al terrateniente y que tenía mucho de aquella que tan maravillosamente reflejó Miguel Delibes en Los santos inocentes.


A través de los ojos y de las conversaciones que la autora mantiene con los habitantes de los lugares elegidos, se va formando ante nuestros ojos una radiografía que muchas veces nos araña el alma, pero que resulta acogedora sin remedio. Son diálogos intensos, en muchas ocasiones llenos de las muertes que rodearon al protagonista, de sus miserias, de sus viviendas sin luz con una olla que calienta un guiso sobre el fuego de la chimenea. Y luego describe cada una de las fiestas y ceremonias poniéndolos en ellas, como un contraste de alegría efímera que compense meses y meses de trabajo y precariedad. Arazo bucea en quienes mejor conocen cada tradición y cada rito, se documenta y lo trae ante nuestros ojos, pero no juzga, no se posiciona, ni siquiera ante las mezclas más intensas de religión y paganismo.

Sentiremos el frío mordiente del 2 de febrero en Almonacid del Marquesado, en Cuenca, para asistir al rito de Los Diablos que se mezcla con la procesión de la Candelaria y la veneración a San Blas. Acompañaremos el penoso caminar de los "picaos", los Disciplinantes de San Vicente de la Sonsierra, en La Rioja, que se azotan hasta sangrar para expiar los pecados el jueves y viernes santo. Se nos encogerá el alma con el ceremonial de "las caixas" en Puebla de Caramiñal, la procesión de ataúdes tras la que caminan los "ofrecidos" con sus familias, aquellos que estuvieron a punto de morir y se salvaron encomendándose al Nazareno. La festiva procesión marinera de la virgen negra de Guadalupe en Rianxo con el recuerdo de aquellos que el mar se llevó. La impresionante peregrinación de Les Useres, en Castellón, el último viernes de abril, cuyas raíces nacen en el siglo XIV, en la que trece peregrinos caminan a pie 35 kilómetros hasta San Juan de Peñagolosa, en completo silencio, para pedir por la salud, la paz y la lluvia. Los exorcismos de San Campio, en septiembre, para curar a los "ameigados" y La Balma, para expulsar al diablo de "les malignes". El riesgo de los danzantes de Anguiano, que se lanzan sobre sus zancos y girando sobre sí mismos por las calles empinadas como homenaje a la Magdalena. 


María Ángeles Arazo, con una larguísima trayectoria como periodista y abundantes títulos sobre extraordinarias semblanzas humanas, consigue en este libro que, a pesar de los años transcurridos, nos sintamos muy cerca de aquellas gentes que hoy son sólo un recuerdo. Los ritos y las tradiciones se mantienen y siguen muy vigentes, pero ellos pasaron. Y, sin embargo, sus palabras y sus vidas dan un barniz especial cuando hablan sobre sus creencias, llenas de piedad, tristeza y gozo, de recuerdos, de nacimientos y muerte. 


Superstición y fe en España es un libro que nos muestra otra visión de nuestro país, que tanto ha cambiado pero que mantiene sus tradiciones con fuerza. Una auténtica curiosidad, interesante, ameno, capaz de tocarnos el corazón y de crearnos interés por conocer más acerca de lo que cuenta. Es un viaje en el tiempo a un pasado no tan lejano pero que, en muchas cosas, hemos superado. En otras nos vamos a reconocer o nos servirán para recordar parte de nuestra propia historia. Me ha alegrado inmensamente volver a este libro, es de los que llenan y se quedan contigo.