lunes, 19 de febrero de 2018

TAL COMO ÉRAMOS de Silvia Tarragona

Me enamoré de la portada de este libro en cuanto salió en el catálogo de Roca Editorial. Sin saber nada de su contenido ni haber leído el argumento, aquel piano desvencijado al pie de unas escaleras que parecían perdidas en un mar de tiempo y de olvido me llamaba poderosamente la atención. Al poco el libro cayó en mis manos y le abrí paso entre mi lista de lecturas pendientes arrastrada, pecisamente, por la necesidad de subir esas escaleras. La curiosidad me podía. Y en una tarde perezosa y fría de domingo lo empecé y lo acabé. Son apenas 235 páginas con una letra de buen tamaño, por lo que no tiene demasiado mérito. Pero una vez arriba, desde el último escalón, al mirar hacia abajo, me quedé un tanto vacía. Sí, la historia que narra se lee con gusto y es fácil sentirse cerca de la protagonista en la mayoría de sus pasos y pensamientos. Pero había algunos cabos sueltos que aun no he sabido atar a ningún sitio y que no puedo dejar de mencionar, aunque os prometo que no voy a hacer ningún spoiler ni a destrozar el argumento. Palabra. 

LA AUTORA: SILVIA TARRAGONA


Periodista barcelonesa, dirige y presenta el magazine "Amics y coneguts" en Radio Nacional de España en Cataluña, además de colaborar en el programa "Amigas y conocidas" en las mañanas de TVE presentado por Inés Ballester. Siguiendo las enseñanzas de su padre, decidió ser una de esas personas a las que las adversidades ennoblecen. Tras Memorias de una gorda feliz, en las que reflexionaba, con humor, sobre el mundo de las dietas y la apariencia física, Tal como éramos es su primera novela.

TE PODRÍA PASAR A TI


Sandra Fornaguera tiene, en apariencia, una vida profesional brillante y una gran seguridad en sí misma. Está a punto de cumplir 40 años, es culta, inteligente y, por su trabajo, viaja constantemente a Madrid desde Barcelona. Pero debajo de esa fachada está la mujer que sigue viviendo con su madre, una madre que hace tiempo que dejó de ser consciente de la realidad y que se empeña a toda costa en mantenerse dentro de la gran casa familiar. Las deudas ahogan a Sandra, que ve como el banco va a desahuciarlas en cualquier momento.

En medio de la ansiedad por los problemas económicos y sin acabar de tener muy claro hacia dónde tirar, en uno de sus viajes conoce a Edmond, un hombre atractivo, sofisticado y elegante, agregado militar de la embajada francesa en Madrid. Lo que parecía un simple encuentro casual se convierte en una aventura intensa y llena de pasión que resarce en cierta medida a Sandra y le hace olvidar sus muchos problemas. Pero ¿será Edmond quien saque a Sandra de su agujero? ¿puede el amor dar fuerzas cuando todo parece ya abocado al fracaso?

NO, YO NO ME ARREPIENTO DE NADA


Como os decía antes, no es nada complicado meterse dentro de esa novela y dejarse arrastrar por su historia. Es sencillo comprender a Sandra, desbordada por las deudas que le han caído encima como una losa tras la muerte de su padre, con una casa enorme que adora pero que la come y a la que su madre, incapaz de ver la realidad, se niega a renunciar. Su trabajo como periodista mantiene su economía en un precario equilibrio, pero los pagos no esperan y el banco, si no hace algo rápido, ejecutará el desahucio. A nivel personal solo sus amigos están ahí para apoyarla y, aunque son un pilar fundamental en su vida, Sandra se siente sola. La figura de su padre fallecido, a quien estaba profundamente unida, es siempre un referente y su pérdida se le sigue haciendo muy cuesta arriba.

También es sencillo entender por qué Sandra se enamora de Edmond. Él es, en apariencia, todo lo que pueda desear. Tiene clase, educación, una vida apasionante y lo que es mejor: sabe decirle siempre lo que ella necesita escuchar. Amante apasionado, con dinero, con piso propio en París, compartiendo sus mismas aficiones. Pero a medida que le vayamos conociendo, veremos que Edmond tienes muchas esquinas oscuras. Él es a lo que Sandra se agarra como un clavo ardiendo para escapar, en cierta manera, de su vida, de su rutina, de los problemas, porque Edmond le envuelve la existencia en papel de seda y le da justo lo que a ella le falta. Y parece corresponder al cariño de Sandra, que se vuelve ciega a las señales menos luminosas que le adornan.

Narrado en primera persona por Sandra, siempre seguiremos la historia desde sus ojos y sus sentimientos. En el encuentro que tuvimos con la autora para la presentación del libro en Madrid, Silvia nos confesaba que hay mucho de ella en Sandra y que escribir este libro le sirvió como terapia en un momento muy difícil de su vida. Sus amigos reales también están representados en la novela, unos amigos que son, quizá, los personajes más sólidos, dispuestos siempre a ayudar y a brindar su hombro a Sandra incluso cuando ella está en su peor momento. Los capítulos con cortos, de apenas tres o cuatro páginas, salpicados a menudo por canciones y títulos o citas de libros que acompañan a Sandra en su día a día y que conforman, de alguna manera, la banda sonora de la novela. Canciones y lecturas que Silvia Tarragona considera también entre sus favoritas.

Ambientada en Barcelona (lugar de residencia de Sandra) y Madrid (su lugar de trabajo), las dos ciudades aparecen dibujadas con realismo pero también desde la perspectiva emocional de Sandra, enamorada de ambas por motivos muy diferentes.


Y con todo esto ¿estamos ante una historia de amor sin más? Lo cierto es que el meollo de la trama se basa en la relación entre Sandra y Edmond, en cómo ella encuentra en él un asidero en el que agarrarse con fuerza cuando todo su mundo se tambalea. Pero es también la historia  de la angustia ante la posibilidad de perder un hogar, la historia del egoísmo de una madre que no se resigna a dejar de vivir como vive aun sabiendo que su hija ya no puede hacer frente a las deudas, la historia de la lealtad de unos amigos capaces de permanecer a un lado a la espera de actuar si Sandra necesita cualquier cosa. 

Pero hay algunas cosas que me han hecho que la lectura me chirríe un poco. No sé si, como han señalado en otros blogs, se debe a que la novela se escribió originalmente en catalán, aunque no creo que esa sea la causa principal. Lo cierto es que hay cosas completamente incomprensibles y voy a poner algunos ejemplos concretos: el más palmario es el de la línea temporal de la acción. Sandra conoce a Edmond en Madrid a mediados de noviembre y apenas una semana después deciden pasar el fin de semana en París, que aparece ante los ojos de Sandra iluminado y listo para la Navidad.  Después vuelven a verse en Barcelona. Y de poco después ocurre algo, un suceso especialmente duro, y se nos da una fecha concreta: el 31 de octubre, fecha de cumpleaños de la propia Sandra. Ahí me quedé completamente descolocada y tuve que volver atrás para cerciorarme de que no era yo la que me había equivocado. Lo peor es que, posteriormente, ya casi en vísperas de la Navidad, los amigos regalan a Sandra entradas para un concierto para un mes después y, en un párrafo posterior, al hablar sobre él, Sandra dice "Al día siguiente cumpliría cuarenta años e iría a un concierto con mis amigos" . Mi descoloque alcanzó cotas altísimas.

No se trata sólo de esto, también hay un número preocupante de errores pequeños y más grandes que, como os decía, no creo que todos se deban a la traducción al castellano, como el uso de coches del cuerpo diplomático cuando estás en tu país y no en la embajada a la que perteneces (que puede deberse simplemente al desconocimiento sobre el tema), frases que no tienen sentido referidas a ciertas escenas que tienen lugar en un tanatorio, el regalo en forma de pañuelo de Hermès (que no es precisamente una marca barata) que Sandra le trae a su madre de París cuando se supone que ha viajado casi sin un euro... Os confieso que todo esto me ha causado una tristeza profunda porque sé que la apuesta de Roca por este libro es fuerte. Pero si sirve para que las siguientes ediciones se corrijan estos fallos y la novela brille como debe, lo doy por bien empleado.

Por lo demás es un libro que se lee con facilidad, con personajes a los que puedes comprender y con los que puedes enfadarte o compartir sus alegrías. También tiene un toque de crítica social referido al tema de los desahucios y las prácticas poco éticas de algunas empresas para aprovechar la situación. Es una novela en la que el recuerdo y la nostalgia también estan presentes en los flashback de Sandra con su padre y en el amor que ella siente por la casa familiar. Y es la historia de Sandra y Edmond, que creo que merece la pena descubrir aunque sea para ver en primera persona cómo alguien puede convertirse en apenas unas horas en lo más importante de tu vida.

Gracias a Roca Editorial y a Pepa Muñoz por el ejemplar de la novela.




lunes, 12 de febrero de 2018

ENCUENTRO CON WALTER RISO Y SU "PIZZERÍA VESUBIO"

El pasado 31 de enero la Editorial Espasa nos convocó al Club de Lectura a un encuentro con Walter Riso en el Hotel de las Letras de Madrid. Se trataba de presentar la que es la primera novela de este autor, después de un buen número de libros de divulgación en los que ha intentado mejorar la calidad de vida y la salud mental a través de terapias comunes. Walter Riso es doctor en psicología y especialista en terapia cognitiva y bioética además de profesor universitario y colaborador en diferentes medios de comunicación. Pizzería Vesubio es su estreno en la narrativa, una novela que nos lleva de la mano de su protagonista, Andrea, descendiente de una familia napolitana que emigró a Buenos Aires. Contada en primera persona, Andrea, tras muchos errores, peripecias y algún idilio, terminará descubriendo que su auténtica patria es la pequeña Pizzería Vesubio, en el corazón del barrio napolitano de su niñez.


Walter es brillante, no sólo en su manera de expresarse (ese acento argentino mezclado con toda la gracia mediterránea napolitana se vuelve irresistible), que consigue atraparte por completo desde el primer momento, sino por la fortaleza de sus convicciones, por el modo en que parece atrapar la vida en sus palabras y lanzártela para que la cojas fuerte. Y si además le unimos su profunda humanidad y su manera de conseguir sin esfuerzo que en su compañía estés cómodo, os podéis imaginar que la conversación con él fue una auténtica burbuja en la que olvidamos "hasta la cuenta de los días", como decía mi admirado Cortázar. 

Walter Riso nos confesó que este libro tiene muchos tintes autobiográficos, que hay mucho de su propia vida en él. Y también que escribirla le supuso una catarsis personal y un encuentro consigo mismo al tiempo que Andrea, el protagonista, buscaba su identidad. Andrea no quiere ser napolitano, se rebela ante esa realidad, porque en realidad no quiere ser hijo de su padre sino de su padrino rico.  Entre risas confesó que muchas partes de la novela las escribió de forma "interactiva", probando o haciendo las mismas cosas que narraba en ella, de la misma manera que toda la música que va apareciendo en algunas de sus páginas es también la música que escucha o ha escuchado. 

La novela, aseguró (y puedo dar fe de ello) es muy sensorial, llena de sabores, olores y colores que se pueden saborear, oler y ver sin dificultad. Concibió el libro de tal manera en que cada capítulo tuviese un cierre aunque la historia siguiese adelante e, incluso, las recetas del libro las ha hecho él en su cocina para poder transmitir todo lo que quería, esa cocina como centro del hogar con capacidad hasta para cambiar el humor o como sanadora de enfermedades.  Pero la novela también habla de la nostalgía. A través de la experiencia vital de Andrea y de su viaje de vuelta a su ciudad natal, nos hablará de la nostalgia en Argentina, en Barcelona y en Nápoles. Walter nos remarcó que la nostalgia no depende del recuerdo sino que está en el cuerpo y en cada lugar se vive y se guarda dentro de una manera. Puso un ejemplo: en Buenos Aires la gente suele silbar por la calle sin problema; en Nápoles cantan, incluso a gritos; pero en Barcelona no hacen ninguna de las dos cosas aunque el sentimiento sea parecido. 


Hay tres líneas argumentales en Pizzería Vesubio: en primer lugar esa nostalgia de la que nos hablaba anteriormente. De hecho el título original de la novela era Nostalgia de emigrante, pero la pizzería tenía demasiada entidad propia. La segunda es la gastronomía, la comida como remedio para tantas cosas y como punto de reunión. Y la tercera la relación padre-hijo, con todas las dificultades, desencuentros y acercamientos que puede tener a lo largo de la vida. En todo ello hay trocitos de él, de su vida y de sus relaciones.

Escribiéndola se daba cuenta de que en algunos pasajes sucedían cosas curiosas que podrían acercarse al realismo mágico, pero no es eso lo que buscaba a priori. Desde luego están ahí y son adecuadas en el argumento y en ciertas situaciones, pero Pizzería Vesubio no puede enclavarse en ese género. Son sólo destellos. 

Actualmente, además de su trabajo docente y profesional, está escribiendo la que va a ser la segunda parte de Pizzería Vesubio y tiene el argumento ya casi completamente esbozado. Nos aseguró que no era algo buscado pero que fue su mujer la que le planteó el típico "¿qué pasaría después?". Y claro, ya no pudo sustraerse a pensarlo y a plasmarlo. Ante todo concibe la escritura para divertirse y para que la gente, al leerle, se divierta también, que no se queden indiferentes

Con muchas anécdotas de su profesión y de su vida personal aderezando toda la conversación, la hora y poco que teníamos para hablar con él se nos pasó en un suspiro. Tenía que marcharse sin falta y por eso el encuentro fue más breve que en otras ocasiones. Pero nos dejó un maravilloso sabor de boca, no sólo por las riquísimas recetas que nos detalló (y que están en la novela) sino por la sensación de haber compartido un rato sumamente acogedor con un hombre excepcional.

Gracias a Espasa Editorial y a Pepa Muñoz por organizarlo y por regalarnos un rato tan especial.





viernes, 2 de febrero de 2018

LOS VIKINGOS NO TENÍAN CUERNOS de David Botello y Lorenzo Gallardo

Que me apasiona la Historia, así, con mayúsculas, creo que no es un secreto para nadie que me conozca un poco. Que me suelen tocar las narices (por decirlo con elegancia) las teorías revisionistas, en las que algunos optan por juzgar hechos del pasado con varas de medir del presente, también es de dominio público. Pero si hay algo que me gusta de manera especial, y yo lo he puesto en práctica en mis años de clases, es contar la Historia de manera que pueda sacar hasta sonrisas o yéndome al cotilleo de la época. Mi experiencia me dice que gracias a lo accesorio (las anécdotas) se recuerda lo esencial (la política matrimonial de los Reyes Católicos, por poner un ejemplo) y así conseguí que aprobasen alumnos completamente desahuciados de la asignatura.

Conocí a David Botello cuando publicó Felipe el Hermoso. Anatomía de un crimen. El libro, que si no habéis leído os recomiendo con pasión, me fascinó por completo. No sólo por la apabullante documentación histórica que tenía detrás, sino por su estilo un poco irreverente, contando los hechos con una naturalidad pasmosa y consiguiendo sacarte más de una carcajada al leerlo. Tuve la suerte de coincidir con él en la Feria del Libro, me lo firmó y charlamos un rato. Desde entonces le he seguido, hemos coincidido y admiro profundamente su amor por la Historia y su manera de contarla.

En Los vikingos no tenían cuernos ha contado como coautor con Lorenzo Gallardo y tiene la colaboración de Francisco Molina. Lorenzo ha compartido con él la presentación del programa de Telemadrid El punto sobre la historia, una delicia para los que amamos Madrid, en el que se nos contaban crónicas de la villa, biografías de personajes ilustres, historias de palacios, casas y monumentos, anécdotas, leyendas y hechos históricos acaecidos en mi ciudad guapa. Y lo hacían con ese punto de humor que les caracteriza, consiguiendo que mucha gente se interesara y desease conocer más, lo que creo que es un mérito innegable.

LOS AUTORES: DAVID BOTELLO Y LORENZO GALLARDO (CON LA COLABORACIÓN DE FRANCISCO MOLINA)


David Botello, madrileño y Licenciado en Imagen, lleva una larga trayectoria profesional a sus espaldas, tanto en televisión como en teatro y en el mundo literario, siendo guionista, escritor y storyteller (el arte de contar historias de una manera diferente) . Ha participado en el guión de series de ficción como   La pecera de Eva o Frágiles. Además del libro sobre Felipe el Hermoso, que contó como coautor con Jose María Rodríguez, es autor de Luis Alfonso de Borbón. Un rey sin trono. Como dramaturgo, es autor de Más allá del puente. En televisión su carrera contiene trabajos muy diversos: desde oficial de información de los Juegos Olímpicos de Barcelona a coordinador de contenidos del primer Gran Hermano, además de guionista y director de varios documentales y reportajes de actualidad tanto en cadenas nacionales como autonómicas.


Lorenzo Gallardo es escritor, comunicador y guionista de radio y televisión además de presentador. Co-responsable de El punto sobre la Historia, concebido como un proyecto multiplataforma de divulgación histórica, es también un apasionado de los viajes y se define, entre otras cosas, como "loco por aporrear malamente un piano". Es autor del libro Esto no estaba en mi libro de Historia de la Literatura, publicado por Almuzara.

ESAS ESQUINAS DE LA HISTORIA, TAN DESCONOCIDAS...


Seguro que pocos sabéis que la mozarella la creó la mismísima Lucrecia Borgia. O que la reina Isabel la Católica  le tenía una manía importante al ajo. Seguramente tampoco sospecháis que los vikingos conquistaron Sevilla y acabaron por echarles a gorrazos o que hay una teoría que dice que Napoleón perdió en Waterloo por un ataque de hemorroides. Y que para magnicidios de presidentes, en España nos llevamos la palma con cinco, reíros de JFK. ¿Os habéis preguntado alguna vez de dónde surge la palabra "guiri", con la que llamamos a los extranjeros? Pues así se llamaba a los liberales que lucharon en las guerras carlistas y de ahí nos llega el término. Incluso seguro que os interesa leer las apasionantes entrevistas al ojo, al antebrazo destrozado y a la pierna amputada del gran Blas de Lezo o conocer los detalles de la vida del Cid Campeador que no son tan brillantes.


Contar la Historia, conocerla, no tiene por qué ser aburrida ni una árida sucesión de fechas, reyes o guerras. La Historia es algo vivo que resulta apasionante cuando saben ponértela delante con colores, con diálogos, con personas de carne y hueso que vivieron esos momentos y que, son nuestra proverbial mala memoria histórica, muchas veces ni conocemos. Qué daño han hecho las leyendas negras creadas por ingleses, franceses e historiadores "sesudos", pardiez. Y eso es lo que intentan en este libro David y Lorenzo: mostrarnos que la Historia no sólo es interesante sino que puede resultar un ejercicio divertido enterarnos de todos sus recovecos. Incluso de los cotilleos de alcoba de quienes vivieron antes que nosotros.
 
Los vikingos no tenían cuernos desmonta muchas de las cosas que en Historia creíamos tener seguras y sabidas. Y lo hace teniendo detrás una documentación apabullante pero sin tirarte los tomos de la enciclopedia a la cara para que sepamos el trabajo que ha llevado escribirlo. No, lo que hacen sus autores es contarnos con un envidiable e irónico sentido del humor (en ocasiones casi surrealista, pero brillante en cualquier caso) esos hechos que no salen en los libros. Ponen luz en las esquinas oscuras para que las veamos bien y comprendamos el porqué las cosas fueron como fueron y son como son. Para que no nos olvidemos de lo que fuímos y entendamos quienes somos. Si no tenemos todo eso, realmente no somos nada. 
 
El hecho de que se haya dado a este libro un tono gracioso y muy ocurrente no tiene que hacer pensar que no se han tomado la Historia en serio. Al contrario. En cada página, en cada capítulo, son evidentes el trabajo y las horas que David y Lorenzo han debido dedicarles. Nada hay accesorio o que sobre y lo que es mejor: consiguen que sonrías o que (a mí me ha pasado en pleno Metro de Madrid) sueltes una carcajada al leer ciertos detalles. No es un estilo el suyo ortodoxo ni al uso, pero nos hace no querer parar de leer, nos crea una burbuja gozosa en la que es difícil no olvidarse de todo mientras estamos entre sus páginas. Haciendo un repaso de nuestra Historia desde los vikingos hasta la Guerra Fría (con un último capítulo dedicado a detalles de la saga Star Wars que es una feliz curiosidad) nos vamos a enterar de tantas anécdotas, de tantos hechos que mantenemos en el olvido, de tantos detalles que ni siquiera imaginábamos, que, quizá, nos apetezca seguir indagando. Y eso es ya en sí mismo un regalazo a nosotros mismos. 

Pero también este libro tiene un tono reivindicativo, como bien queda señalado en este párrafo: 
 
"Lo que pasa es que nos han escrito una leyenda negra y nos la hemos creído (...) Por eso estudiamos la catástrofe naval de Felipe II y llamamos Armada Invencible a la Grande y Felicísima Armada, y la gesta de Blas de Lezo no aparece en los libros de texto. Por eso nos hemos olvidado de tantos héroes nacionales. Porque nadie se ha preocupado de contar nuestra historia y hemos dejado que nos la cuenten los ingleses (...) O sea, que un pueblo que no conoce su historia es un pueblo sin identidad, un pueblo que no sabe quién es. Dicho esto, a nosotros nos parece que si no sabes quién eres, ni sabes de dónde vienes, ni sabes hacia dónde vas, tienes un problema."

Quizá sí. Quizá sea ese nuestro problema. Que hemos olvidado nuestra historia y vivimos acomplejados cuando deberíamos levantar la cabeza y reivindicar todo lo que nos hizo grandes. Y dejarnos de demagogias y buenismos o de contarla según nos convenga o maquillarla y cambiarla según dónde vivamos, porque eso no nos lleva a ninguna parte. Hacerlo como se hace en este libro, poniendo el humor por delante, puede ser un buen comienzo.

"Cuenta lo que fuimos, Íñigo", le pide Sebastián Copons a Íñigo Balboa en la película Alatriste, cuando los Tercios españoles se negaron a rendirse en Rocroi a pesar de saber que no había nada que hacer, a pesar de tener la certeza de que iban a morir. Yo se lo pido desde aquí a David, a Lorenzo y a Francisco: seguid contando lo que fuimos y seguid consiguiendo que la Historia, con mayúsculas, siga viva.