miércoles, 10 de agosto de 2016

TODO LO POSIBLE de Carmen Pacheco

Es muy posible que jamás hubiese leído este libro si no hubiese sido por la cortesía de la Editorial Planeta, que me entregó un ejemplar la tarde en que tuvimos la charla bloguera con Eva García Sáenz de Urturi. Volviendo en el tren a casa leí la contraportada y me quedé un poco fría porque no parecía ser, a priori, un texto de esos que me enganchan con ganas desde la portada. Reconozco que el problema lo tengo yo, que a veces soy de ideas preconcebidas muy equivocadas. Así que hice acto de contricción y le busqué hueco entre mis siguientes lecturas con buen ánimo, porque lo único cierto es que nunca se sabe y quizá me encontraba con una novela inesperada de la que enamorarme.

Una vez terminado y con las últimas frases aun fresquitas en la retina, he estado días pensando cómo encarar esta reseña y qué decir en ella. Porque por un lado puedo asegurar que se lee muy bien, que es ágil, entretenida. Perfecta para intercalar, por ejemplo, entre dos lecturas más densas o para estas tardes de calor en que apetece algo más ligero. Pero por otro reconozco que he acabado bastante hartita de su protagonista. Creo que la palabra es irritante. Y a veces muy irritante. Saturada de su protagonista, de sus soliloquios y de la catarata de "casualidades" que jalonan toda la novela y que, en ocasiones, me han enfadado bastante. Pero vayamos despacio y explicándolo con mimo.

LA AUTORA: CARMEN PACHECO


Ante mi falta de datos sobre ella, he buscado en internet y, al ser una mujer muy activa en redes, hay bastantes páginas de las que tirar. Especialmente la suya personal, en la que asegura vivir casi en internet. Nacida en 1980 en Almería, es licenciada en Publicidad y Relaciones Públicas por la Universidad Complutense de Madrid. Trabajó durante años como creativa publicitaria, ha escrito guiones de cómic ("Let's Pacheco. Una semana en familia") y, aparte de la que nos ocupa, ha escrito varios libros para niños como "La verdad sobre la vieja Carola", habiendo sido finalista en dos ocasiones el Premio Barco de Vapor. Orientada a un público más adulto, aunque con la etiqueta también de juvenil, ha escrito "En el corazón del sueño". Tiene un blog, escribe artículos y participa en todas las redes sociales.

LA SOMBRA DE PATRICIA KING


Blanca Cruz es una autora de libros de temática vampírica-nórdica que le han reportado una gran fama pero ante los que ella no está demasiado contenta. Las críticas no han sido nunca buenas, a pesar de que se venden por miles y tiene legiones de seguidores. Además sus editores están tomando decisiones acerca de ellos que a Blanca no le gustan y, para colmo, su cuarta novela no arranca. Se enfrenta al síndrome de la página en blanco, está bloqueada.

En su vida personal, Blanca está convencida de que su novio Carlos, con quien vive, la engaña con una compañera de trabajo y eso la sume en muchas inseguridades más. Buscando información para la novela que no termina de cuajar, encuentra la foto de la autora Patricia King, una mujer de la que hay pocos datos y que escribió sólo tres novelas de misterio. Gracias a un foro localiza varias cartas que Patricia envió a su hermana antes de desaparecer misteriosamente del barco en el que viajaba y empieza a obsesionarse con averiguar qué fue de ella. Para ello no dudará en lanzarse al otro lado del Atlántico para intentar saber qué fue de Patricia King.

EL REINO DE LAS CASUALIDADES


No me ha convencido la novela, tengo que confesarlo. Es verdad que es, como os decía al principio, ligera, que se lee rápido y bien (a mí me duró apenas dos ratos, y no exagero) y que no nos complica la vida. Pero hay algo, desde el inicio, que me hacía fruncir el ceño. Primero, el personaje principal, Blanca, que a veces me daban ganas de perdirle que se callara. Y después las constantes casualidades que van configurando el argumento y que, en ocasiones, parecen traídas por los pelos para cuadrar en lo que la autora nos quiere contar.

Escrito en primera persona por la propia Blanca, asistimos a su vida pero desde su único y exclusivo punto de vista. Blanca es una persona llena de inseguridades que ha acabado por detestar lo que escribe y hasta por detestar su propia vida, sobre todo a raíz de sus sospechas de que su novio la engaña. Carlos, divorciado y con un hijo, Gonzalo, lleva una temporada larga ausente y serio y Blanca retrasa una y otra vez el momento de hablar con él. No sólo por lo doloroso que puede resultar sino porque le da "mucha pereza" tener que empezar de nuevo su vida de soltera, buscar piso y demás.

Blanca no es un personaje carismático de los que te enamoras o empatizas, más bien me ha hecho acabar muy cansada de ella. Son constantes sus soliloquios tratando de explicarse y explicar sus circunstancias, conversaciones consigo misma que chirrían constantemente porque muchas de sus reacciones también lo hacen. Igualmente cuando mantiene conversaciones con amigos o conocidos, responde a preguntas con una largueza y retórica agotadoras, incluso cuando va pasada de copas. Me ha dado la sensación, en ocasiones, de que a Blanca le gusta mucho oirse. O eso o trata de llenar los huecos hablando sin parar.

Hay párrafos que se me han llegado a hacer eternos. Es verdad que en general están bien escritos pero el modo en que discurren los pensamientos de Blanca puede resultar extenuante. Se regodea constantemente en su mala suerte, en lo negativo, en lo que no puede o no sabe hacer. Se queja por todo pero no pone soluciones, es bastante neurótica, saca conclusiones erróneas y precipitadas y, en ocasiones, tiene salidas de tono poco afortunadas. Escrito de otro modo quizá hubiera podido resultar gracioso en su conjunto, pero no lo es. El resultado final es bastante cargante. Tampoco es agradecida: le molesta incluso que la reconozcan y le pidan autógrafos o fotografías. No, definitivamente no me cae bien.

Las casualidades son una constante que también acaban por hacerse un poco agotadoras. Cierto es que un escritor, al crear un argumento, puede usar todas las "trampas" que quiera para que las cosas cuadren. Pero en el caso de "Todo es posible" abusa de esas casualidades hasta centrarse en ellas casi en exclusiva. Casualidad es, en las primeras páginas, el modo en que Blanca y su hermana Laia encuentran la figura de un ángel en un cementerio. Casualidad cómo se topa con la foto de Patricia King. Casualidad que siga conservando una tarjeta de una biblioteca mucho tiempo después de no usarla. Puedo entender el recurso del foro de internet con el señor que habla de las cartas de Patricia King y que quiere venderlas, pero el recurso que usa Blanca para hacerse con ellas es, cuando menos, curioso. Por decirlo de una manera suave.

Casualidad que en el vuelo a Guatemala encuentre a Roca, otro autor de éxito, exnovio de Jana, una gran amiga de Blanca. Y desde ahí el cúmulo de azares a su favor se multiplica de forma exponencial. Tampoco me convence el tratamiento al resto de personajes. En general están poco perfilados. Laia, la hermana mayor de Blanca, que le da consejos pero a veces no parece conocerla en absoluto y que desaparece por completo de la narración a partir de la mitad del libro. Carlos, el novio de Blanca, que apenas es un esbozo y que se nos presenta siempre agobiado o muy serio. Jana, la amiga triunfadora, que sí se nos dice que es muy bella pero desgraciada en su vida personal, aunque lo cubre ligando con quien se pone por delante. Roca, con ese cierto aire mefistofélico irresistible, que siempre quiere tener razón y que acaba por tener un protagonismo inesperado... por casualidad.

El ambiente literario y editorial en el que se mueve Blanca no es que sea estereotipado, es que parece de cartón piedra. No hace mucho, cuando entrevisté a Pere Cervantes para mi reseña de "La mirada de Chapman", le preguntaba si de verdad su visión del mundo editorial y de los certámenes de novela negra era tan descarnada como la que él presentaba en su libro. Me contestó, poco más o menos, que era pura literatura, invención de autor, necesidad de crear un escenario. Los editores de Blanca parecen personajes de cómic, al estilo de los Hernández y Fernández de los libros de mi idolatrado Tintín, y a ella más parece preocuparle si están liados entre ellos que el trabajo que realizan. Todo ese mundillo aparece dibujado casi como una película de Almodóvar: excesivo, estridente, superficial. Al menos esa es la imagen que Blanca nos deja y aquí de nuevo tenemos su absoluta subjetividad.

La historia de Patricia King sí tiene su punto de interés. Las cartas que Blanca consigue no aclaran su misteriosa desaparición, pero nos muestran a una mujer que ha saltado en una huída hacia adelante huyendo de una vida que no le gusta ni le llena. Patricia King tiene ciertos paralelismos con Blanca: también a ella sus editores la presionan para que escriba una cuarta novela y ella no termina de estar convencida. Y tiene una hermana a la que quiere, pero que parece más pragmática que ella, ante la que quiere justificar sus actos. Un poco también como lo que hace Blanca con Laia. Quizá es lo mejor de la novela aunque personalmente no me ha terminado de gustar cómo está resuelto al final, pero os dejo a vosotros que juzguéis este extremo cuando lo leáis.

Carmen Pacheco, insisto, no escribe mal. Hay pasajes en los que se destila, aunque peculiar, cierta poesía. La trama está hilada y acabada, aunque a mí no me guste el modo en que lo ha hecho, y ha conseguido un libro ligero que se lee con facilidad y que mantiene cierto interés. Pero se olvida tan pronto como se acaba, no es de los que dejan huella. Si el personaje principal hubiese conseguido hacerme reir con sus desdichas creo que la cosa cambiaría mucho, pero no es el caso. Blanca parece"disfrutar" de sus problemas, los hace girar a su alrededor y, aunque asegure que no los quiere, vive en una constante queja. Por eso no cae bien, por eso es imposible sentir simpatía por ella.

¿La recomiendo? Pues según y cómo. Realmente se deja leer y la historia de Patricia King es curiosa. No contiene dramas enormes ni están aseguradas las carcajadas, pero entretiene aunque terminemos discutiendo con Blanca o tengamos deseos de darle el número de un buen psicólogo. Puede servirnos como lectura ligera que nos alivie de otras más intensas. Desde luego leer es siempre un fantástico ejercicio y Carmen Pacheco ha puesto, estoy segura, esfuerzo y cariño en su libro. Pero para gustos están los colores y, aunque personalmente "Todo lo posible" se me queda en la gama de grises, estoy segura de que habrá muchos lectores que la disfruten. Me quedo con eso.




martes, 2 de agosto de 2016

LA MANIOBRA DE LA TORTUGA de Benito Olmo

Alguna vez he comentado que suelo escaparme de aquellos libros de los que todo el mundo habla y habla bien. No porque los considere menos ni porque crea que no me van a gustar, sino porque prefiero poner distancia respecto a ellos para, cuando el volumen de reseñas baja y las notas elogiosas se reducen, cogerlos con cierto mimo (vienen los pobres a veces muy "trabajados" con tanto trasiego), evitar contaminarme de lo que se ha dicho de ellos y mirarlos con ojos nuevos. Con "La maniobra de la tortuga" me ha pasado un poco esto. He llegado a leerla sabiendo apenas cuatro datos del argumento, cosa extraordinaria si atendemos al ingente número de alabanzas que había recibido. Sufro sin leerlos, sí, pero no quiero que me condicionen. Sin embargo le tenía ganas. No sólo porque la novela negra y policiaca sea uno de mis géneros favoritos, sino porque el hecho de estar ambientada en Cádiz me llamaba mucho la atención. Es una ciudad que me enamoró cuando la conocí, a pesar de esa perezosa decadencia que parece deslizarse por sus esquinas. 

Por suerte suele ser cada vez más habitual en el panorama literario llevar la acción a ciudades que habitualmente no han sido protagonistas. Y es que, creo haberlo dicho en otras ocasiones, la maldad no campa sólo a sus anchas en las grandes urbes, sino que ciudades más pequeñas pueden albergar crímenes terribles. Tengo la teoría de que los odios enconados en ambientes más reducidos dan para una enciclopedia del crimen, que los pueblitos más tranquilos pueden esconder psicópatas y asesinos despiadados. ¿Importa, en el caso de esta novela, el paisaje en el que se desarrolla? Definitivamente sí. Una ciudad pequeña permite investigaciones como la que llevará a cabo Manuel Bianquetti y personajes concretos, sobre todo en lo que se refiere a las familias con dinero y a su influencia, a veces omnipresente en muchos niveles.

EL AUTOR: BENITO OLMO

Nacido en Cádiz en 1980, proviene de una familia en la que la música siempre ha estado muy presente. El propio Benito tocó el violín en la Orquesta del Conservatorio Manuel de Falla de Cádiz y desde pequeño gustaba de escribir relatos y cómics. Vivió una larga temporada en Granada y ha trabajado como corrector, editor y columnista de varios medios como la revista "Fiat Lux" y el portal literario "¡A los libros!". Antes de esta novela escribió "Caraballo" en 2007 y "Mil cosas que no te dije antes de perderte" en 2011, las dos con muy buenas críticas y con un gran número de lectores.

MANUEL NO CREE EN LAS CASUALIDADES


Manuel Bianquetti, el que fuera un brillante y eficaz policía en Madrid, sufre y rumia su oscuro nuevo destino en Cádiz, en un puesto meramente administrativo que no le permite realizar el trabajo que mejor sabe hacer: investigar. Un hecho de su pasado reciente hizo que sus superiores le enviasen a los sótanos de una comisaría gaditana y pasa sus días casi exclusivamente dando vueltas por la ciudad, con el coche más desvencijado del parque móvil disponible.

Sin embargo el cruel asesinato de Clara Vidal, una jovencita de 16 años violada, golpeada y estrangulada le hace despertar de su letargo. Del intempestivo e irregular interrogatorio que hace a su novio, recién detenido, saca la conclusión de que el chico no tiene nada que ver, por mucho que sus superiores y Silva, el encargado de la investigación, insistan. A pesar de que sabe que está fuera del caso y de que en la comisaría no quieren saber nada de él, Manuel decide indagar por su cuenta. Tiene tiempo y nadie le presta atención, así que empieza a moverse.

Paso a paso irá juntando las piezas de un puzle que esconde una imagen mucho más complicada que la que parece evidente. Todo se va volviendo más turbio, más malsano y retorcido de lo que a priori podía pasar por un crimen pasional. Manuel se irá metiendo, cada vez más, dentro de un caso complicado en el que nada es lo que parece.

Paralelamente, conoceremos a Cristina, una mujer víctima de violencia de género que se encuentra bajo la protección del Instituto Andaluz de la Mujer en un piso de un barrio de Puerto Real, localidad cercana a Cádiz. Su historia, llena de miedos y de huídas, acabará cruzándose con la de Manuel de forma inesperada.

TODO EMPEZÓ CON LA MUERTE DE UNA CHICA


Si hay alguien peculiar en esta novela es su protagonista, Manuel Bianquetti. No sólo por su físico: muy alto, grandote, más bien feo y algo desgarbado, sino porque Benito Olmo pone en él el espíritu de los policías y detectives más "clásicos": bebe de más, fuma mucho (incluso en lugares que no está permitido porque lo de la ley antitabaco le parece una estupidez), se encuentra solo y se mueve al margen de la policía aunque forme parte de ella. Sus métodos no son demasiado ortodoxos y ello le lleva a crearse más problemas de los que ya tiene, incluso al extremo de arriesgar su integridad física. 

Al conocer lo sucedido con Clara Vidal y desconfiar por completo de la presunta culpabilidad del novio de la víctima, Freddy Guzmán, Bianquetti toma la decisión de empezar a rastrear por su cuenta. Los encontronazos con Silva, al frente de la investigación, van a ser constantes pero el instinto de Manuel le dice que hay algo más tras el asesinato de Clara, que algo se les escapa. Ese olfato de policía veterano, acostumbrado a tratar con casos complejos en Madrid, le hace moverse por las calles de Cádiz buscando respuestas:  entre los amigos de la chica, su familia, la Zona Franca del puerto, en la que apareció el cadáver... Y algo huele mal. Algo que ya estaba ahí pero no había salido a la luz.

La historia de Cristina es la historia mil veces contada, por desgracia, y mil veces dolorosa. Años de palizas, de hospitales, de negar la evidencia hasta que alguien le hizo abrir los ojos a una realidad terrible. Ahora, vigilada y con una nueva vida lejos de lo que había sido su día a día, trata de levantar la cabeza y volver a creer en ella misma. Entiendo que el papel de Pilar, la terapeuta que lleva su caso, sea la de protegerla pero hay actitudes en ella que no me gustan. Obviamente ella es la que tiene que ser la "mala" que abra los ojos a Cristina, pero, en mi opinión, en ocasiones se pasa y en otras se queda corta. 

El paisaje de Cádiz está esbozado, perfilado a grandes rasgos, porque Olmo no entra en descripciones detalladas. Sí nos llega la humedad de la ciudad, los amaneceres de invierno, los atardeceres tempranos, algunos esbozos de zonas concretas. También la soledad de Manuel, reflejada hasta en su apartamento, nos llega fría y resignada y aunque intente de revestirse de dureza, su fondo es tierno, incluso cálido, aunque pocas veces lo manifieste. El modo en que ha muerto Clara le indigna y lo que va averiguando le irrita cada vez más. Lo que le llevó a Cádiz como castigo se deja entrever en los primeros capítulos pero tendremos que esperar hasta bien avanzada la novela para conocer todos los detalles. Bianquetti cae bien al lector aunque a veces se pase, aunque sea duro, aunque se salte a la torera la legalidad. Carisma se le llama a eso y es una alegría encontrarlo.

"La maniobra de la tortuga" no es sólo una novela con un crimen y una investigación policial poco usual, también es una historia de segundas oportunidades para quienes creen que ya no las tendrán. Una historia que contiene, en cierto modo, una suerte de redención para Bianquetti. También la oscura soberbia económica que se considera intocable, la venganza y hasta la justicia que llega tarde, pero llega, para quien se cree impune. Mantiene el ritmo sin pausa desde el inicio, que ya nos describe una escena poderosa, entrelazando de cuando en cuando las vivencias de Cristina con la que es muy fácil empatizar y sentir, como ella, el miedo, la esperanza, la angustia, el insomnio, las lágrimas tragadas, el cuerpo curado pero roto por dentro, la ternura que aun guarda y que los golpes no han arruinado. Un personaje que quieres que tenga suerte, que sea feliz.  

¿Algún pero? He de confesar que aquí es donde me sale la vena legalista tiquismiquis y pido disculpas a Benito Olmo de antemano porque a lo mejor su intención era que las cosas fueran así, sin más. Pero hay tres detalles en concreto que me han chirriado. El primero es el que se refiere al teléfono del abogado Jaime Pellicer, del que se dice que se trataba "de un teléfono prepago, lo que lo convertía en anónimo e ilocalizable". En España eso ya no es posible desde el 2009, cuando entró en vigor la ley que obliga a identificar a todos los compradores de tarjetas prepago, ley provocada por el horror de los atentados del 11-M. Es posible que quizá el móvil de Pellicer lo hubiese comprado otra persona. O que ya estuviese dado de baja. Pero desecharlo sin más por ese motivo me hizo torcer un poco el gesto, porque hubiese sido un hilo más del que tirar y además no es cierto. También me sucedió con la escena en que Bianquetti le roba el coche a uno de los sospechosos después de usar la fuerza y delante de testigos. Su excusa de que podría contener pruebas del asesinato de Clara no se sostiene. Sabrán que ha sido él. No hay orden judicial. Las pruebas jamás serían aceptadas por el juez instructor. El tercer detalle es referido al asunto que llevó a Manuel a Cádiz, pero prefiero guardármelo para no desvelar esa parte que, creo, es muy significativa.

El regalo adicional de la novela es un prólogo de César Pérez Gellida, cargado de humor y buenos deseos. Qué maravillosa coincidencia que fuese la propia editorial la que me entregase un ejemplar de "La maniobra de la tortuga" justo el día en que acudí a la sede de Suma para un encuentro bloguero con César. Una feliz cuadratura del círculo.

Pero lo cierto es que estos elementos no empañan en absoluto un argumento perfectamente hilado, en el que no queda ningún cabo suelto y que, incluso, nos hace sentir cierto escalofrío por la maldad que algunos seres humanos son capaces de desarrollar y el cinismo de quien los encubre. Benito Olmo ha tejido una trama que mantiene la tensión en todo momento y que es absolutamente creíble. Caminando al lado de Manuel Bianquetti nos convertiremos en testigos de excepción de cómo va encajando todas las piezas y de cada giro de su pensamiento. A veces hasta nos darán ganas de adoptarlo. Es un personaje que puede tener un largo recorrido y al que le auguro un futuro estupendo si el autor nos lo vuelve a traer. Los hados y las editoriales disponen, claro. Pero por lectores no será.