jueves, 18 de mayo de 2023

EL ASCENSO DE PERICLES de Olga Romay

 Conocí a Olga Romay en el marco del Certamen de Novela Histórica de Úbeda. Presentaba allí Bajo el cielo de Alejandría y lo cierto es que a todos los presentes nos encantó el modo en que defendió y desgranó su novela. En este 2023 nos llega su nuevo trabajo, El ascenso de Pericles, en el que nos traslada a principios del siglo V a.C., a Grecia, para conocer los inicios del gran y famoso estadista y cómo llegó a ser quien fue. 

Siempre me ha parecido que hablar de personajes tan sobradamente conocidos es un riesgo, porque más o menos todos tenemos una imagen ya forjada. Obviamente documentarse es la principal tarea para que el resultado sea creíble, pero, en mi opinión, el autor debe ser valiente para dotar a su protagonista de características inesperadas. Para ser capaz de darle vida y que dejemos de verle como una estatua más o menos hermosa y podamos imaginarle hablando, tomando decisiones, creciendo, sintiendo, amando... vamos, que salte de las páginas de la Historia para que le contemplemos como ser humano, con sus virtudes y sus defectos. Y ahí es cuando el escritor puede ficcionar o "hacer trampa", pero con coherencia. Ninguno sabemos, por ejemplo, qué voz tenía Napoleón o si a Julio César le gustaban las verduras, pero sobre ello podemos escribir poniendo la imaginación por delante. Siempre he dicho que Dumas en eso fue un genio, haciéndonos creer que Richelieu era un malo de manual solo preocupado por tocar las narices a la reina. En esta novela Olga hace este tipo de ejercicio, partiendo de los datos que se conocen de Pericles y rellenando los huecos logrando una historia sólida, creíble y visual. Vamos, pues, a descubrirla.

"LOS HOMBRES ILUSTRES TIENEN TODA LA TIERRA POR TUMBA" - PERICLES

La novela arranca en el 440 a.C. con Pericles comandando las naves griegas frente a la isla de Traiga, en la guerra contra Samos. La victoria que consigue, gracias a sus ingeniosas maniobras, causan admiración especialmente a Lisicles, que va a ser el narrador de la historia. Partiendo de ese momento, será testigo de los fastos y el recibimiento que se hacen en Atenas, honrando a los vencedores y a los caídos en la batalla. Invitado a la cena que Pericles da en su casa junto a su esposa, Aspasia de Mileto, Lisicles se siente a la vez honrado y fascinado. Su admiración por Aspasia, capaz de discutir de filosofía con el propio Sofocles, se mezcla con la que siente por Pericles.

A partir de este momento, Lisicles comienza a reconstruir la vida de Pericles desde su infancia, a como su familia fue condenada al ostracismo y obligada a salir de Atenas. Pero Jerjes amenaza a toda Grecia y aunque Temístocles consigue su regreso para defender la ciudad, el avance demoledor del rey persa obliga a que esta tenga que ser desalojada. La autora nos va a ir desgranando las vicisitudes de lo que está sucediendo en Atenas y las campañas militares contra los persas (incluyendo la gesta de los 300 en las Termópilas) y, por otra parte, qué está sucediendo en la vida de Pericles, cómo va adquiriendo conocimientos y experiencia. 

Su evolución es el tema principal de la novela, la forja de los cimientos de Pericles para convertirse en el gran estadista que fue. Su vida personal, su juventud, su formación, su primer matrimonio, su amor por Aspasia de Mileto...Aparecen también muchos personajes históricos que con su experiencia y ejemplo marcarán también el carácter del protagonista, como el ya mencionado Temístocles, Sofocles, Esquilo o Pausanias.


Desde el primer momento, Olga Romay demuestra un gran conocimiento de la época tanto en detalles más o menos mundanos como los vestidos, adornos y sus colores, como en las tácticas de guerra de las trirremes griegas. Lisicles, que se erige en narrador de la historia, realmente sólo es protagonista al principio: posteriormente se convierte en el cronista de la vida de Pericles. He de decir que este es el aspecto que me ha convencido un poco menos de la novela, porque Lisicles no estaba presente en la juventud de Pericles, en sus campañas militares o en lo que sucedía en la Asamblea de Atenas, sin embargo lo cuenta con todo lujo de detalles, como si hubiese estado allí. Obviamente lo que la autora pretende es explicar pormenorizadamente cómo Pericles alcanzó poder y fama y su crecimiento como figura política e histórica y Lisicles es testigo solo de su vida desde la victoria de Samos. Pero salvando este detalle, la reconstrucción es realmente buena. 

La novela tiene un buen "tempo" narrativo, la lectura se hace ágil y los episodios militares y de guerra están contados con brío. Asistimos a una etapa muy convulsa en Grecia, desde las primeras invasiones de Jerjes y la victoria de Temístocles en Salamina hasta la unión de las polis y la batalla de Platea. Se nos muestran las fiestas en honor a Dionisos, el teatro, la vida en la calle. La recreación de la época y de la Atenas más clásica es muy buena, muy visual, llena de detalles que la dotan de vida.

Un detalle curioso que me ha gustado especialmente es cómo los dioses se inmiscuyen de vez en cuando en la acción y en algunas decisiones de los protagonistas, a veces comportándose como seres etéreos y a veces tomando forma humana. Me parece un recurso muy original. El papel de las mujeres, si bien está marcado por las costumbres y convencionalismos de la época por los cuales eran amas de su hogar y poco más, muestra como algunas fueron capaces de formarse y mostrar un carácter diferente, como Aspasia o Elpídice, el primer amor de Pericles. Ambas muestran una personalidad fuerte y unas convicciones propias distintas al resto.

Estamos ante una novela histórica llena de hechos que fueron fundamentales y también muy bélica, aunque lo que más brilla son las descripciones del día a día y de los momentos felices de la ciudad. El trabajo que tiene detrás se nota, pero no apabulla y en todo momento resulta una lectura muy entretenida, muy visual y llena de detalles que nos trasladan por completo a la época. Por cómo la termina, creo que Olga Romay tiene pensado continuarla, pero eso ya es otra historia. 


lunes, 15 de mayo de 2023

POR LAS CALLES DE MADRID de Sonia Taravilla

 


Muchos de los recuerdos de mi infancia, al menos los que me gusta anclar a momentos felices (que algunos había, como rayos de sol entre nubes de tormenta), están ligados al barrio de Cascorro, en Madrid, en el que vivían mis abuelos. El pasillo eterno, las maderas del suelo que crujían al pisarlas, los balcones que nos permitían ver por encima de un tejado la plaza Vara del Rey, la fresquera de la cocina, el jaleo de los domingos de Rastro... Pero, sobre todo, aún soy capaz de recordar olores. El del vino añejo de la bodega en que íbamos a comprar en la calle de la Ruda. El olor a muebles y libros viejos en las tiendas que entonces había en la Ribera de Curtidores. El del pan de la tahona de la esquina, que despertaba el estómago. El de las gallinejas y entresijos del bar de la calle Santa Ana. También imágenes y sonidos que me llegan si me concentro y que hoy son como de otro planeta: la carbonería, el local donde se vendía carne de caballo, la lechería,el Mercado de la Cebada con todos sus vendedores gritando lo bueno que era lo que vendían, el bullicio de La Mallorquina y de la chocolatería de San Ginés, la radio con la Saga de los Porretas, que tanto le gustaba a mi abuela...

Me gusta perderme en esos rinconcitos de la memoria, Y aún me gusta más mi ciudad guapa. Quienes me conocéis, sabéis que soy una enamorada de mi Madrid, que soy y me siento madrileña y gata, nacida en Chamberí, bautizada en La Paloma y convencida de que no hay atardeceres como los de aquí. Por eso cuando vi este libro en el catálogo de Espasa supe que tenía que leerlo. No solo eso, tenía que diseccionarlo, sentirlo, vivirlo. Y lo he conseguido, porque lo ha disfrutado de principio a fin. Si me acompañáis, nos vamos de paseo a conocer el Madrid más castizo; nos vamos a divertir.

"ERES MI CASA, MADRID: MI EXISTENCIA" - MIGUEL HERNÁNDEZ

Sonia Taravilla lleva más de una década en redes sociales con la cuenta de El sereno de Madrid, a la que me enganché hace tiempo porque siempre aporta cosas muy interesantes y curiosas sobre mi ciudad y que os recomiendo que sigáis también desde ya mismo. Toca temas históricos, anécdotas, sociales, cotilleos, prensa... En este libro (que ojalá tenga continuación en otros) Sonia nos lleva a conocer algunos de los avatares que sucedieron y también a muchos los habitantes que la poblaban en el siglo XIX y más o menos mitad del XX y lo hace centrándose en algunos oficios: los serenos, las modistillas, las castañeras, los fotógrafos, los aguadores, las cupletistas o los organilleros, entre otros. Y también locales que antes poblaban las calles y hoy son solo recuerdo como las lecherías, los cafés con sus tertulias, los estudios fotográficos, los cines que poblaban la Gran Vía. 

Por las calles de Madrid es un viaje tanto físico como sentimental. Para los que somos de aquí supone un apretoncito al corazón, porque vamos a reconocer muchas cosas. Quienes ya tenemos una edad, algunas las recordamos; otras nos las han contado nuestros padres y abuelos. Para los de fuera, seguro que va a ser toda una curiosidad porque Madrid no es solo la Castellana y los museos: son esas callejuelas de Lavapiés y la Latina en las que aún resuenan ecos del pasado si nos paramos a escuchar.

Con un estilo muy ágil y haciendo los capítulos cortos y muy entretenidos, Sonia nos lleva desde las vaquerías a los talleres de costura (con mención especial a algunas modistas que fueron realmente famosas, incluso hoy dan nombre a paradas de Metro), a los vendedores ambulantes de todo tipo, a las lavanderas del Manzanares, a las churrerías, a los cines y teatros de cuplés. Desgrana sin parar anécdotas y datos que permiten a quien lee hacerse una idea clara de cómo era su vida, muchas veces al borde de la pura necesidad. 

También paseamos por las calles de Madrid, incluso las que ya no existen. En el centro, la construcción de la Gran Vía se llevó por delante un buen puñado de ellas; además lugares tan conocidos hoy como Tetuán en su día fueron "pueblos" que se añadieron a la capital. Tetuán de las Victorias, Vallecas o Chamartín de la Rosa eran municipios que acabaron incluyéndose en la ciudad cuando esta empezó a expandirse. 

Sonia consigue sacarnos más de una sonrisa con las anécdotas y las curiosidades haciéndonos un dibujo real y vívido de cómo era la ciudad y la sociedad de aquellos años. Muchos personajes, tanto anónimos, como antes os decía, como ilustres y conocidos nos van saliendo al encuentro y van formando ese fascinante collage que nos permite hacernos una idea de cómo hemos cambiado pero también cómo se mantienen ciertas costumbres, dichos o tradiciones. Incluso nos va regalando perlitas históricas que pueden parecer ficción, pero os aseguro que cada palabra es cierta. 

Sé que a mis abuelos les hubiera encantado este libro. Y yo los he recordado mucho leyéndolo. Quizá con una cierta melancolía a veces, porque creo que hemos perdido un poco de inocencia. Pero también me ha servido para desempolvar recuerdos, para volver a ver a mi abuela, pizpireta y reguapa, diciéndonos que la casa parecía la Posá'el Peine (léase con chulería castiza) cuando armábamos mucho jaleo. O a mi abuelo, arreglando radios y televisores en El Ojo Mágico, que estuvo abierto en la calle de Toledo hasta hace relativamente poco. Aquellas mañanas de Reyes con la muñeca nueva llegando a su casa y el barrio oliendo a leña y picón. Solo por eso ya tengo mucho que agradecerle a Sonia por su trabajo, su amor y su dedicación. Venid a visitarnos. Confío en que este sea el principio de otros muchos viajes al ayer.

viernes, 12 de mayo de 2023

FE, HONOR Y BATALLA...Y MI RELATO (VARIOS AUTORES)


 Los pasados días 29 y 30 de abril tuvieron lugar en Santa Elena, en la provincia de Jaén, las primeras Jornadas de Novela y Ensayo Histórico organizadas por el Grupo Templo, con el apoyo de su ayuntamiento. Tuve la gran suerte de ser invitada por los organizadores para participar en ellas y, durante los preparativos, se me ofreció presentar al periodista y escritor Javier Santamarta (todo un regalo) y ser miembro del jurado para el certamen que se había convocado de relatos cortos con el tema de la batalla de las Navas de Tolosa. Tanto Marcos Javier Quirante como Daniel Ortiz, los organizadores, han hecho un enorme trabajo para que las jornadas llegasen a buen puerto y tanto para mí como para el resto de invitados ha sido un fin de semana fantástico, lleno de Historia, buena compañía, estupendas charlas y momentos realmente divertidos. Además con la alegría de compartirlas con mi amiga Belén Sanz, con quien siempre es un gustazo viajar y participar en este tipo de eventos. Santa Elena es un pueblo pequeño pero en el que se respira el peso de la Historia, ya que allí tuvo lugar la referida batalla en la que los reyes de Castilla, Navarra y Aragón se enfrentaron a las tropas almohades de Miramamolín, muy superiores en número. La victoria cristiana supuso un punto de inflexión en la Reconquista, al cortar de raíz el avance de las tropas musulmanas que volvían a amenazar la península.

Los escritores Julio Alejandre y Alicia Vallina nos hablaron de sus últimas novelas (La corona del mar y La hija del mar, curiosa y feliz coincidencia en cuanto a títulos) y Javier Santamarta y Paco Álvarez nos desglosaron detalles de sus recientes ensayos (Esto no estaba en mi libro de Historia de la Primera República y Rosa Rosae: Escándalos en la Roma clásica). Además tuvimos ocasión de conocer los lugares más emblemáticos de Santa Elena y el Museo de la Batalla de las Navas de Tolosa. Para mí era la cuarta visita al museo, pero, como siempre, disfruté de su precioso ventanal, sus nuevas piezas, su mirador... y la explicación de la batalla que hace como nadie Pilar Muñoz, guía del museo. Si pasáis por allí, por favor, no dejéis de escucharla. 

La entrega de premios del certamen de relato me permitió, además, reencontrarme con María José Moreno, que obtuvo el tercer lugar. Con todo ello, solo puedo sentirme feliz por haber estado allí, por saber que cuentan conmigo y agradecer a nuestros anfitriones su generosa hospitalidad y el esfuerzo realizado para que todo saliese de maravilla. Confío en que sea la primera edición de muchas más en el futuro. Y, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, quiero dejaros el relato que escribí para el que fuese publicado con los ganadores y finalistas del concurso. Este, como el resto, está en el libro Fe, honor y batalla. Relatos de las Navas de Tolosa 1212 y cuenta con prólogo de Alicia Vallina y epílogo de Javier Santamarta, además de otros relatos de los participantes en las jornadas. Por favor, sed benévolos...

EL FINAL

Se miró la mano derecha. Ni siquiera la reconocía. El dolor le mordía todo el brazo como un animal furioso y ya no era capaz de asir su propia espada. De rodillas en la tierra ardiente, empapado en sangre propia y ajena y con la sed abrasándole la garganta, trató de encontrar aliento y fe mirando a su espalda, a la tienda en la que el Príncipe de los Creyentes contemplaba la batalla. Nada estaba siendo como esperaban. Algo en el ambiente había cambiado. Invisibles hilos de temor y zozobra se enredaban en sus posiciones como dedos fríos de muerte. Los gritos que, en la mañana, vibraban con la segura victoria contra los infieles, ahora se tornaban en inquietud y preguntas en voz baja. ¿Acaso su gran emir ya no contaba con la gracia de Alá?

El campo de batalla parecía propicio, los infieles debían luchar cuesta arriba y eso, durante las primeras horas, sumó a su favor. Pero su mejor baza, la caballería, ligera y letal, vio mermada su eficacia en el ataque al quedar los flancos cortados por dos inesperadas corrientes de agua. Hasta la naturaleza parecía aliarse con sus enemigos.

Había perdido la cuenta de cuántas vidas se habían quedado para siempre en el filo de su espada desde que el sol se asomó por el horizonte esa mañana. Era la misma espada que blandió su padre años atrás, cuando se humilló el orgullo de Castilla y que le había cedido, emocionado, días antes de su partida hacia el norte con las tropas de al-Nasir. En aquella hora aciaga también le resultaba extraña: la sentía más pesada, como si buscase caer, agotada, sobre aquella tierra que ya no sería suya. 

De pronto lo sintió. La tierra entera pareció presta a resquebrajarse bajo el trueno de cientos de cascos lanzados al galope, como si fuesen a abrirse las puertas del infierno. Un muro aterrador de monturas, jinetes y lanzas cubrió por completo el horizonte, creciendo inexorable en una carga feroz que auguraba el fin de todo. Sus ojos quedaron fijos en el estandarte con fondo intensamente rojo del rey de Castilla, que tremolaba con rabia en el centro del ataque. Muchos hermanos le sobrepasaron corriendo, tratando de escapar de lo inevitable. Detrás de él, en el palenque, las líneas de defensa comenzaron a deshacerse. Se supo sentenciado. Antes de que la carga cristiana arrollara todo a su paso  y le cegase para siempre, solo acertó a pensar que no volvería a ver el mar.