martes, 31 de octubre de 2017

GETAFE NEGRO: MESA SOBRE PERIODISMO Y LITERATURA

Que el Getafe Negro me encanta, creo que es bien sabido. No sólo por los nombres de los ponentes, participantes y escritores que vienen a presentar sus libros o a participar en mesas redondas, sino por cómo ha ido creciendo y consolidándose en el panorama de los festivales de novela negra y policiaca. Este año, si se puede hacer alguna crítica, ha desconcertado un poco la tardanza en publicar el programa definitivo, que a una semana del comienzo aún no estaba cerrado del todo. Pero salvando este imponderable, el resultado final ha sido brillante y ha estado plagado de grandes citas. No he podido acudir a todas las que hubiese querido, trabajo y obligaciones mandan, pero sí a las que más me interesaban y hoy os traigo una muy especial: la mesa redonda sobre Periodismo y Literatura que se celebró el pasado 20 de octubre en Tibermotor de Méndez Álvaro. 

Moderada por Lorenzo Silva, comisario del festival, la mesa contaba con la presencia de cuatro periodistas que han dado el salto a la narrativa: Quico Chirino, autor de A la izquierda del padre y jefe de local del diario Ideal de Granada; Felipe Serrano, periodista de la Cadena Ser y su libro La flor del magnolio; Luis Núñez Villaveirán, con su novela 18 días, periodista de reportajes especiales multimedia para El Mundo y Juanjo Braulio, autor de Sucios y malvados, periodista valenciano de larga trayectoria tanto en medios privados como institucionales. La conversación fluyó con facilidad desde el primer momento y resultó apasionante, sobre todo cuando se tocaron las reticencias que muchos lectores tienen acerca del periodista que escribe un libro y que suele ser más sangrante si la periodista es mujer. Dejan de verse sus méritos periodísticos para centrarse en si de verdad merece estar en las estanterías o, si llega el caso de resultar premiadas en algún certamen, no se lo han concedido por ser quien es. 


Lo primero que Lorenzo les pidió fue que hablasen de sus libros. Quico Chirino explicó que no consideraba que su novela fuese negra sino, más bien, una crónica social de finales de los 80 en la que se describe la vida y el fatalismo que rodean una barriada del extrarradio. Sobre todo le interesa una historia que provoque al lector y que contenga hechos que ya hayan existido o que muy bien podrían existir. También en su obra ha introducido una reflexión sobre los medios de comunicación.

Felipe Serrano nos contó que antes de La flor del magnolio ya había escrito otros dos libros que no son de ficción. Al haber hecho crónica política durante muchos años quería distanciarse de ello y meterse de cabeza en la ficción, aunque acabó dándose cuenta de que ésta, en muchos sentidos, tiene mucho que ver con el relato periodístico. Juanjo Braulio confesó que, con motivo de su profesión, le ha tocado contar cosas que parecián mentira pero resultaban ser verdad, así que, como novelista, ha intentado contar mentiras para, así, plasmar verdades. Puso como ejemplo al personaje de Richelieu en las novelas de Dumas, cómo el autor francés nos ha convencido de sus oscuros ardides para hacerse con el trono u hostigar a la reina. Partiendo de la verdad histórica, Dumas crea un entramado de mentiras que han pasado a la historia de la literatura. En Sucios y malvados quería hablar, sobre todo, de la violencia de género como terrorismo de baja intensidad que, en los últimos años, se ha cobrado más muertes que las de ETA, Grapo y el 11-M juntos. Aseguró que la literatura te permite contar lo que el periodismo no te permite y que, a la hora de escribir, su profesión le ha dado una obsesión por el dato, por la exactitud de lo que escribe.

Por su parte Luis Núñez Villaveirán explicó que él empezó en el periodismo como rebelión juvenil contra sus padres. Era una manera de contar historias que, muchas veces, dan más miedo que cualquier ficción. Para escribir su novela ha partido de una entrevista que tuvo hace tiempo con una persona que había estado en una cárcel de Marruecos. Actualmente acaba de volver de los terribles incendios de Galicia y ha conseguido entrevistar a antiguos pirómanos: le ha servido para corroborar que la maldad pura existe en este universo. Eso es lo que ha tratado de plasmar en 18 días. Y asusta.

En lo que los cuatro estuvieron de acuerdo es en que la literatura actúa sobre lo probable y el periodismo sobre lo probado. De hecho Quico Chirino manifestó que la narrativa le permitía una suerte de ajuste de cuentas sobre hechos de los que saben que están, que han sucedido, pero que, como periodistas, no pueden probar. Respecto a si un periodista, por definición, tiene que ser forzosamente un buen escritor Felipe Serrano negó esta premisa. El periodismo, sobre todo, es inmediatez y la escritura tiene terreno abonado para la reflexión y el sosiego. Hubo una frase de Felipe que me encantó: el periodismo es literatura con prisas. 

En cuanto al poder de los medios de comunicación, Juanjo Braulio aseguró que los medios de comunicación son armas y tienen intereses muy concretos. Por supuesto que esto es legítimo, incluso a la hora de defender una postura y la contraria si eso reporta beneficios (puso otro ejemplo palmario: Jordi Évole y Paco Marhuenda trabajan ambos para el Grupo Planeta y no pueden tener ideas más contrapuestas). En realidad te está vendiendo ambas cosas y obteniendo beneficio de las dos, pero en eso radica también la diversidad. A la hora de escribir una novela te liberas de los esquemas que requiere el periodismo, de sus ataduras. A nivel personal Juanjo cree que en los últimos tiempos se ha vuelto al periodismo militante, ese en que cada medio, periódico o cadena de radio o tv se posiciona políticamente o con determinadas ideas. A finales del siglo XIX y principios del XX los partidos políticos tenían sus propios periódicos y desde ellos lanzaban sus mensajes o sus proclamas, lo que se veía como completamente normal. Fueron los lores de la prensa británica los que rompieron con esto y los que lanzaron la prensa sensacionalista, consiguiendo fuertes beneficios con noticias como los crímenes de Jack el Destripador.

Los cuatro periodistas y escritores aceptaron que en una novela puedes escribir de la forma más libertaria posible, aunque puede suceder que no te lea nadie. Pero te liberas de tabús, de las barreras que día a día se encuentran en su trabajo diario como periodistas. Luis afirmó que en las novelas se hace un ajuste de cuentas con la profesión, pero también en lo sentimental y en lo social. Por ejemplo, en el sangrante tema de la inmigración, que él ha vivido muy de cerca, una novela puede servir para contar lo que en la realidad no se ha defendido o tratado como se debería. Cree que la literatura sirve para ese tipo de reivindicaciones también.

En cuanto al estilo de escritura al pasarse a la novela, estuvieron de acuerdo en que a la hora de escribir ficción cambian por completo la manera de expresarse aunque sí mantienen ciertos automatismos como la pasión por el detalle, por dar veracidad a los hechos. Obviamente, ambos tipos de escritura, aunque alejados en estilo, pueden estar conectados aunque la novela, la narrativa, otorga muchos más recursos a la hora de escribir: primero por la libertad que concede, al no estar sometidos a los esquemas más rígidos del periodismo (tanto a nivel de número de palabras como de tratamiento de la noticia) sino también por las ténicas y figuras retóricas que pueden utilizar. Novela es, para ellos, sinónimo de libertad escritora.

Tras casi dos horas de charla que se hicieron muy cortas, Lorenzo Silva puso punto final agradeciendo a los integrantes de la mesa y al público su asistencia. Hubo tiempo para alguna firma y para comentar con ellos cómo había transcurrido el coloquio, en un ambiente muy cordial.


Antes de acabar me gustaría agradecer de forma especial a Juanjo Braulio por su amabilidad y por haber estado pendiente de avisarme personalmente de su participación en esta mesa redonda. Y gracias también a Lorenzo Silva no sólo por haber llevado la moderación con entusiasmo y buen ritmo, sino en especial por su gentileza siempre conmigo en todas las ocasiones en que coincidimos.


lunes, 23 de octubre de 2017

ELEANOR OLIPHANT ESTÁ PERFECTAMENTE de Gail Honeyman

Cuando me llegó este libro por parte de Roca Editorial, con un título como el que hoy os traigo, no supe muy bien qué pensar. Y tampoco me ayudaron mucho la multitud de etiquetas y comentarios elogiosos que la acompañaban, porque me suelen causar el efecto contrario a lo que pretenden. Soy así de rara, qué le voy a hacer. Pero la portada, con ese azul intenso, no dejaba de llamarme. Y ese nombre, Eleanor Oliphant, era, cuanto menos, curioso. Así que me dejé de prejuicios y me dispuse a descubrir quién es Eleanor y por qué se encontraba tan bien, me parecía una buena lectura entre mis crímenes y novelas negras habituales.

Hoy puedo aseguraros sin ninguna duda que Eleanor Oliphant me ha soprendido, impactado, emocionado y me ha sacado más de una sonrisa. En muchos de los comentarios que antes os mencionaba insisten en muchas ocasiones el adjetivo "hilarante" para definir esta novela: discrepo. No hay nada en ella que nos haga reir a carcajadas, aunque sí tiene situaciones cómicas, muy peculiares, aunque más por la personalidad de Eleanor que por la situaciones en sí. Y es que Eleanor es un personajazo, os lo aseguro, una protagonista de esas que se nos quedan en la memoria porque se sale por completo de lo habitual. Y porque la novela es, para ella, un continuo aprendizaje sobre la vida, de la que parece no saber absolutamente nada. También he de reconocer que desde el momento que me puse a leer ya no pude parar. Eleanor, tan especial, te conquista sin remedio incluso cuando vas descubriendo la cantidad de sombras que la acompañan y que ella misma se empeña en ignorar. Creedme, es uno de estos libros que se quedan contigo y un poco de ti en ellos. Todo un hallazgo.

LA AUTORA: GAIL HONEYMAN


Lo cierto es que apenas he podido encontrar referencias biográficas de la autora excepto las breves notas que acompañaban al libro y que se repiten en las escasas páginas online que recogen la salida a la venta de Eleanor Oliphant está perfectamente en España. Escocesa nacida en Glasgow, es graduada por la Universidad de Oxford y esta es su primera novela. Ya ha sido un gran éxito de ventas de Europa y ahora llega a España dispuesta a encandilar a los lectores como ha hecho en otros países. Actualmente Gail está terminando su segunda novela cuyos derechos también ha adquirido Roca Editorial para su distribución en nuestro país. 

RUTINA Y VODKA

 

Eleanor Oliphant tiene 30 años, un trabajo estable y rutinario, vive sola y carece por completo de vida social. La relación con sus compañeros de trabajo es fría, no comparte con ellos ni copas tras el trabajo ni nada más que frases hechas o de compromiso. Su día a día es siempre el mismo, viste sin ninguna gracia, no se maquilla, no presta atención más que a los buenos modales y está llena de un montón de pequeñas y grandes manías que no parecen importar a nadie. Los fines de semana, también con una estudiada rutina, suele consumir cantidades muy concretas de vodka que le permiten dormir la mayor parte del tiempo. Los miércoles por la noche, indefectiblemente, recibe la llamada de su madre. 

Una noche, en una de las escasas veces que rompe su rutina y acude a un concierto en un local, se enamora perdidamente del cantante del grupo que toca allí. Ha encontrado al hombre de su vida, por el que está dispuesta a cambiar hasta de aspecto, y empieza a planear cuidadosamente el cerco, convencida de que en cuanto él la mire se enamorará también.  Pero salir de una vida cuadriculada es complicado. Además una serie de coincidencias harán que la vida de Eleanor empiece a abrirse a los demás de manera inesperada y que toda su existencia empiece a cambiar.

¿PERFECTAMENTE?


Sin duda el personaje de Eleanor Oliphant es de los que tardan en olvidarse. Ella misma se describe como una superviviente que no necesita a nadie para seguir adelante. Es consciente de su absoluta soledad, de no tener amigos, de la sempiterna presencia (aunque sólo sea vía telefónica) de su madre, una mujer odiosa que sabe muy bien cómo machacar a su hija incluso con las frases más suaves.  Pero Eleanor ha conseguido vivir a costa de olvidarse de sí misma. Su trabajo lo consiguió en el momento en que salió de la facultad y eso le da una seguridad adicional, aunque no sea un trabajo lucido. Eso y sus rutinas, que las tiene a docenas, marcan su día a día en el que la felicidad ni siquiera es un parámetro que pueda contemplarse. Poner sus ojos en el cantante de un grupo algo marginal de rock en un local de su ciudad le abre los ojos a la posibilidad de tener una pareja y ser feliz. Se enamora como una adolescente y planea un cerco minucioso, convencida de que él también se enamorará de ella en cuanto la conozca.

Imagino que la mayoría conocéis a Sheldon Cooper, el protagonista de "THe Big Bang Theory", un físico teórico de una inteligencia suprema pero absolutamente inútil para las relaciones sociales, para empatizar o para entender a los demás. Eleanor es un poco así. Lo que los demás hacen le parece extraño porque no se adapta a lo que ella considera "elegante" o de acuerdo a su educación. No entiende la complicidad entre sus compañeros de trabajo, ni para qué hay que organizar las cenas de Navidad en la empresa o regalar algo a un colega que se casa. Pero el amor tiene una inmensa capacidad transformadora y Eleanor empieza por cambiar su anodino aspecto por un look más moderno, aunque le cuesta un triunfo pagar por ello. No es tacaña, pero sabe lo que el dinero puede suponer si falta, de ahí que ahorre lo que puede.

Empezar a tratar con Raymond, un nuevo compañero de trabajo, informático y algo friki pero de gran humanidad, también hará que empiece a replantearse cosas. Juntos ayudarán a un anciano que se ha caído en la calle, Sammy, y comenzarán a relacionarse con él y su familia. Para Eleanor este es un mundo absolutamente desconocido: ir de visita, tener amigos, acudir a una fiesta de cumpleaños... Pero se aviene de buen grado, a pesar de sus rarezas, porque cree que le ayudará en su vida posterior e ideal con el cantante al que ama.

Escrita en primera persona por la propia Eleanor, la novela no decae en ningún momento. De hecho va abriendo frentes que nos permitirán conocer y entender mucho mejor a la protagonista, aunque la mayoría no son amables ni causan ninguna hilaridad. Las cicatrices que adornan un lado de su cara, la terrible relación con su madre, su piso tan anodino y carente de personalidad, su pasado que apenas se intuye y que, a medida que conocemos, se hace más oscuro y doloroso... Sin embargo las reacciones de Eleanor ante lo que no conoce o no controla pueden ser bastante peculiares, por decirlo de alguna manera. Para saber qué hace su amado, se decide a comprar un ordenador y abrirse cuenta en redes sociales para seguirle. Metódicamente va viendo su actividad diaria como un cazador a su presa. Pero su ciudad es pequeña y, oh fortuna, tiene la suerte de encontrarle por casualidad en un supermercado aunque no se atreve ni a acercarse. Para que entendáis cómo funciona la mente de Eleanor: en lugar de comentarle en Twitter que comparten en la marca de queso o insistir en la feliz coincidencia, le deja un mensaje aconsejándole que use los descuentos del supermercado. Para ella eso es importante. Y claro, la respuesta de él es el colmo de la bordería, aunque a ella no le importa demasiado.

La novela el lineal, parte del día en que ella es consciente de haber encontrado al hombre de su vida hacia adelante, aunque en ocasiones hace reflexiones sobre su pasado o nos narra recuerdos concretos. Iremos sabiendo que está vigilada por los servicios sociales, que tuvo una relación anterior, que puede pasarse días enteros sin hablar con nadie. Es cierto que hay muchas ocasiones en que Eleanor nos saca más de una sonrisa por su modo de ser y por su ausencia casi total de habilidad social, pero a medida que la conocemos y sabemos cosas de ella la sonrisa se vuelve tristeza y una honda compasión. Incluso hay momentos en que nos hace un nudo en el estómago, aunque Eleanor lo cuente con una objetividad casi aséptica.

Eleanor Oriphant está perfectamente es una novela muy distinta a lo que estoy acostumbrada a leer y es cierto que me ha supuesto una alegría lectora inesperada. El dibujo de los personajes es certero y afilado como un bisturí. Eleanor se va convirtiendo en una amiga. Muy rara y llena de manías, pero no puedes dejar de apoyarla y de quererla. Raymond, con su desaliño y su gran corazón, nos gana desde el principio por su capacidad de ver más allá de la apariencia y de querer sin condiciones. La madre de Eleanor es una psicópata maltratadora, llena de odio, un personaje que encarna la maldad como pocos. Eleanor va a ir avanzando en la certeza de que nadie la odia, de que puede hacer más cosas de las que creía, de que el contacto con la gente no es malo: puede ser cálido y llenarle el alma de colores. Una vez que te metes en el mundo de Eleanor, te quedas. Tienes que quedarte. Al menos para saber qué va a resultar de todo lo que le pasa.

¿Y el amor? Pues ahí está, como hilo conductor, porque es por amor por lo que Eleanor empieza a cambiar aunque el amor esté sólo por su parte. Es un amor adolescente, poco racional y sin visos de terminar bien pero ¿quién sabe? El cantante del que se enamora Eleanor es atractivo, bohemio, todo lo contrario a ella y es ella la que le dota de personalidad, igual que cualquiera de nosotros hemos hecho con nuestros ídolos de juventud. Pero Eleanor Oliphant está perfectamente también nos habla de otros tipos de amor: de la amistad desinteresada, del amor a los demás, del amor a uno mismo, del amor a la vida, del cariño familiar, de la calidez de los abrazos que no sabemos cuánto nos faltan hasta que nos dan uno de verdad.

Tenéis que conocer a Eleanor. Sé que os va a sorprender y no os dejará indiferentes. Al final acaberéis adoptándola, como he hecho yo, aunque tenga salidas como ésta:

Mi teléfono no suena muy a menudo - de hecho, cuando me llaman pego un respingo - y suele ser gente que me pregunta si me han vendido algún seguro de protección de pagos fraudulento. Yo les susurro "sé dónde vives" y cuelgo con mucho, mucho cuidado.

Dadle la oportunidad a Eleanor de que os cuente si, de verdad, está perfectamente.