martes, 30 de enero de 2024

CRISANTA de Juan Ramón Biedma

 

Desde hace tiempo me confieso "biedmadicta". Concretamente desde que leí aquella maravilla titulada Tus magníficos ojos vengativos cuando todo ha pasado (retitulada Londres,1891 tiempo después) y que descubrí gracias a la presentación que Juan Ramón hizo de su novela en Getafe Negro. Desde ese primer encuentro con su literatura, me fui dejando seducir por el "universo Biedma" y su manera de escribir, sus tramas, su estilo. Su forma de introducir el horror en lo cotidiano y hacer coincidir lo sobrenatural con la vida común. Quizá porque siempre ha estado ahí, pero no solemos mirar con atención o preferimos no hacerlo, por miedo a lo que podamos descubrir. Además la ocasión para traeros, por fin, mis impresiones de esta novela, llega en un magnífico momento: a Juan Ramón Biedma acaban de concederle el Premio Castelló Negre a la trayectoria literaria.

Con Crisanta, Juan Ramón vuelve a sorprender por la originalidad del planteamiento y por mostrarnos un momento histórico duro, complejo y también la cara B de una ciudad como Sevilla. No vamos a verla desde su perspectiva luminosa, alegre, hermosa y acogedora, sino fría, oscura y llena de miedo, con callejones y lugares que provocan escalofríos. El subtítulo de la novela, Una novela de fantasmas durante la Guerra Civil, podría llevarnos a pensar que los derroteros van a ir hacia el suspense paranormal, pero no. En absoluto. ¿Hay fantasmas? Puede que sí, pero no son los principales protagonistas. Y hay personajes que dan bastante más miedo que ellos. Nos vamos a octubre de 1936... 

LA MORADA DEL MALMUERTO

Corre octubre de 1936 y Crisanta, una mujer muy especial y diferente a cualquiera, recibe un encargo tan peligroso como envenenado: localizar un tríptico de Jan Van Eyck expoliado de una iglesia. Si consigue hacerse con él, le servirá como billete para salir de un país que se hunde en sus momentos más oscuros y en el que ya no parece quedar sitio para ella. Crisanta regenta un pequeño negocio de antigüedades en la calle Feria, al que acuden, quienes pueden pagarlas, clientes en busca de algún cuadro o una pequeña talla y porta siempre un pequeño péndulo que le ayuda a tomar decisiones. Acepta el encargo porque sabe que es su última oportunidad, aunque le suponga tener que moverse en lugares muy comprometidos y tratar con personas con las que preferiría mantener mucha distancia, entre las que se encuentra el todopoderoso Manuel Díaz Mayordomo, encargado de la represión policial, y al que se teme tanto como se le odia.

Por otro lado, conoceremos a Alberto Chacón Carter y a su Sociedad Mediúmnica de Sevilla. Se vivía un momento, en aquellos años, de mucho interés por el mundo de los espíritus y Carter, junto con un grupo realmente peculiar, investigan los, al parecer, extraños sucesos que están teniendo lugar en la llamada casa del Malmuerto, también en la calle Feria. Se habla de luces extrañas en las ventanas y de cómo se escucha llorar desgarradoramente a un niño en la madrugada. Un lugar con muy mala fama y que ya, en la primera visita que hacen, demuestra que en su asolado interior se esconde mucho más de lo que creían.     

Tendremos incluso una tercera trama, en la que Juan Serrador, un cura que arrastra un pasado complicado y que a punto estuvo de llevarle frente a un pelotón de fusilamiento. Serrador se ve envuelto en un plan para salvar la vida de José María Varela Rendueles, recientemente depuesto como gobernador civil de Sevilla, y que se encuentra ingresado en el Hospital de la Caridad, precisamente donde Serrador está destinado como sacerdote. Mientras, no deja de buscar por Sevilla a una mujer que lleva enquistada en el alma y en la memoria.    

La ciudad está viviendo un momento muy convulso. No solo el inicio de la guerra está trayendo fusilamientos en masa, terror y represión, sino que las calles son un hervidero de tensión y miedo, además de esconder en sus rincones más sombríos presencias y hechos que es mejor que no salgan a la luz. La Sevilla que Biedma nos presenta es la que no vemos normalmente, poco hay en ella de su brillo habitual. Todo parece aplastado bajo una atmósfera de aprensión y temor. La sombra de Manuel Díaz Mayordomo, trasunto de Manuel Díaz Criado, la mano derecha de Queipo de Llano en la represión que se llevó a cabo en Andalucía y Extremadura, planea sobre todo. Un tipo capaz de firmar sentencias de muerte completamente borracho, que acababa muchas noches de farra llevando a sus amigos a contemplar los fusilamientos al alba que él mismo había autorizado. Pero Díaz Mayordomo puede que haya encontrado la horma de su zapato...

Si Díaz Mayordomo resulta realmente inquietante, también lo son, aunque de otra manera, los integrantes del grupo de Chacón Carter, que aceptan los hechos más extraños y sobrenaturales con una tranquila naturalidad: Diosdada, que ejerce de secretaria y que es sensitiva; Rublos, mano derecha de Carter que va a ser perseguido por la presencia de un niño al que solo él parece ver y Antonio y Rafael, los hermanos Galocha, que, ya jubilados, disfrutan de las experiencias que viven y que aportan más de un momento de humor. Diosdada ha quedado viuda a causa de la guerra y vive obsesionada por contactar con su marido muerto y va sufrir una evolución que la va a llevar de ser una secundaria más o menos gris a saltar a la palestra de un modo un poquito escalofriante.

Crisanta es una novela que toca muchos palos y que sabe mantenernos alerta, como cuando sentimos en la nuca la respiración de alguien que nos vigila. Estamos en una ciudad inmersa en una guerra que, si bien se libra de los combates en primera línea, sufre la represión, el miedo y la muerte. También caminaremos por la ciudad que no se ve, la de los edificios en ruinas, los pasadizos que ocultan terribles secretos, de lugares de reunión de gentes a los que la luz del día les repele. Donde hay quienes se benefician del nuevo estado de cosas y quienes han de buscarse la vida y el pan como sea y al precio que sea.

Juan Ramón Biedma es un maestro uniendo el mundo real con otros más intangibles. Siempre hay un toque sobrenatural en sus obras, pero está tan bien integrado que nos resulta normal, aunque muchos de los pasajes nos ericen la piel ante la presencia de lo desconocido. Sabe muy bien compaginar el horror de la cruel realidad con el que se esconde en las sombras y que, muchas veces, ni siquiera tiene nombre. Crisanta tiene aventura, tiene misterio, tiene parte histórica, por eso es tan difícil clasificarla y ponerle etiquetas. Pero sí os puedo asegurar que una vez que se entra en el "universo Biedma" ya no se puede salir. Es completamente adictivo. 

Tenéis que conocer a Crisanta, os vais a llevar más de una sorpresa. Eso sí, tendréis que venir dispuestos a contemplar lo imposible y a estremeceros con la parte más despiadada del ser humano. Y os aseguro que no podréis dejar de mirar.

 

 

                                                                 

viernes, 19 de enero de 2024

EL ÁRBOL DE LA DANZA de Kiran Millwood Hargrave

 

Hace ya tiempo que me enamoré de los títulos que publica la editorial Ático de los Libros. En ensayo tienen auténticas joyas (uno de los más recientes, El olor de la Edad Media, me tiene absorbida estos días) y las novelas se salen por completo de las "modas" habituales. Arriesgan en la elección y aciertan siempre, además de la extraordinaria calidad de sus ediciones. Cuando vi el título que hoy os traigo en su catálogo, me quedé prendada: basado en hechos históricos reales, aunque sorprendentes, su resumen era cautivador. Hoy puedo aseguraros que ha sido de mis mejores lecturas de 2023. Una historia apasionante y muy diferente a lo que estamos acostumbrados a leer, que intriga, emociona, sacude, indigna y sorprende. 

Su autora, Kiran Milwood Hargrave, es una poetisa y novelista inglesa sorprendentemente joven, con un bagaje académico extenso y que ha ganado varios premios literarios de prestigio, además de estar siendo publicada en quince países diferentes. Reconozco que antes de leer El árbol de la danza no la conocía, pero me ha ganado como lectora, sobre todo por la manera en que es capaz de meternos en la historia hasta el cuello y que sintamos el calor, el miedo, las dudas, la tristeza, la angustia, la miseria. Para mí ha sido una auténtica y fantástica sorpresa que no me canso de recomendar. Nos vamos a Estrasburgo, en 1518, y a un verano terrible...

QUINIENTAS OCHENTA Y SIETE BAILAN

El verano de 1518 en Estrasburgo está siendo abrasador. Jamás se había vivido algo así. El calor y la sequía hacen estragos entre la población, la comida escasea y muchos habitantes mueren sin remedio. Una mujer empieza a bailar en la plaza de la ciudad como llevada por una fuerza desconocida y lo hace durante días y sin descanso. Muchas más, cientos, irán siguiendo su ejemplo y los gobernantes de la ciudad, desbordados y asustados por la magnitud de lo que sucede, convocan un consejo de emergencia. En las afueras de Estrasburgo vive Lisbet en una granja, junto a su marido y su suegra, dedicados al cuidado de las abejas y la venta de la miel y la cera. Está embarazada de varios meses y, aunque ajena de momento a lo que sucede en la ciudad, su vida tranquila se ve sacudida por la noticia de que su cuñada, Nethe, hermana de su esposo, vuelve a casa tras siete años en un monasterio de las montañas al que fue enviada como castigo por un delito que nadie quiere contarle y que Lisbet quiere descubrir a toda costa. La epidemia de los danzantes estremece las calles de Estrasburgo mientras Lisbet se va a ver envuelta en una peligrosa red de engaños y silencios, mientras lucha contra sus propios miedos.

Lo primero que me gustaría resaltar es que esa epidemia de baile ocurrió de verdad ese verano en Estrasburgo. La primera mujer que comenzó a bailar, tal como señalan las crónicas, fue frau Troffea, y es ella quien  inicia la novela, en la plaza del mercado. Hace días que no come, busca entre la basura y entre los puestos, que apenas tienen nada que ofrecer, tratando de encontrar aunque sea un pedazo de pan mohoso. Y de pronto, en la debilidad y la angustia, comienza a bailar de forma descontrolada para pasmo de todos los presentes. 

Fuera de la ciudad, Lisbet tiene sus propias preocupaciones. Embarazada, siempre en tensión por la posibilidad de perder al bebé, trabajando en la granja, con una relación tirante con su suegra y un marido seco y poco comunicativo, deja pasar los días en sus rutinas habituales. Pero todo se le trastoca cuando se entera de que su cuñada Nethe, a quien no conoce, vuelve de su "retiro" en las montañas tras haber cumplido un castigo. Aunque intenta saber qué pudo suceder para que Nethe  sufriese aquella condena, choca contra el silencio. Además, cada vez que acude a la ciudad con su amiga Ida para ayudar a quienes no tienen nada de comer, que cada vez son más, su ánimo se resiente por lo que ve.


Lisbet es, con mayúsculas, un personaje inmenso, lleno de matices, con quien te identificas rápidamente. Físicamente parece frágil, pero tiene un gran coraje a pesar de vivir con el miedo constante a perder, de nuevo, al bebé que espera. Y es que Lisbet ha sufrido ya varios abortos. Demasiados. Eso ha hecho que su esposo y su suegra la consideren casi una mujer incompleta e inútil, a pesar de todo lo que hace en la granja. El dolor por sus bebés muertos y su recuerdo los honra en un lugar escondido y propio: un árbol adornado con cintas y pequeños objetos, en el que cada cinta es una vida que quedó truncada en su vientre. Por si la llegada de Nethe no fuese suficiente para desestabilizar todo su mundo, les llega la noticia de que las autoridades de la ciudad pretenden multarles porque sus abejas, ante la falta de flores, han llegado a libar hasta un recinto religioso cercano. El marido de Lisbet ha de partir a Heidelberg para reclamar una sentencia que podría condenarles a perder todo su modo de vida.

El árbol de la danza es una novela de mujeres fuertes, a pesar de que, en la época, les tocaba vivir en penosas condiciones, sometidas y silenciadas. Lo es Lisbet y lo es su suegra, aunque no termine de caernos bien. Pero también lo son Nethe e Ida. Nethe por haber soportado siete años de infierno en un lugar horrendo y ser capaz de rehacerse. Ida, con su casa llena de hijos que son la envidia de Lisbet, que aguanta sin rechistar los golpes de su esposo y siempre tiene una sonrisa y un abrazo para su amiga.

Si hay algo brutalmente real en El árbol de la danza es la atmósfera que rodea todo lo que sucede. El terrible calor, tan impropio de la zona, que lo abrasa todo y que llegas a sentir en esas casas mal ventiladas, en los amaneceres en jergones de paja anegados en sudor, en el sol que castiga sin dar una tregua. Ese mismo calor que llena las calles de Estrasburgo de pestilencia y miseria, con el hambre convirtiéndose en dueña y señora de muchas familias. Y el encuadre histórico lo logra la autora introduciendo referencias de sucesos concretos: no solo la epidemia de baile, también la revuelta de Joss Fritz (que buscaba la supresión de las servidumbres y que los bienes de la iglesia se repartieran al pueblo), que se menciona en más de una ocasión, sucedida años antes. Incluso el meteorito caído en un campo de trigo en Ensisheim y que también marca, y de qué manera, la existencia de Lisbet.

El árbol de la danza toca temas terribles y más de un tabú. Los malos tratos, las sentencias injustas, el reparto de la riqueza, el hambre en su peor versión, la discrecionalidad  de las autoridades, que hacían y deshacían a su antojo, el miedo a lo desconocido, la fe mal entendida. Pero sobre todo es un alegato para hacer visible cómo las mujeres eran ya no solo ciudadanas de segunda, sino consideradas poco más que paridoras y bestias de carga a las que no se les permitía, siquiera, sentir. Porque Lisbet, a pesar de sus abortos, sigue deseando a su esposo y él la desprecia de muchos modos y "cumple", simplemente, por conseguir ese hijo que se les ha negado hasta entonces. Es desgarrador ponerse en la piel de Lisbet, a quien solo Ida ampara, entiende y muestra cariño. La llegada de varios músicos ambulantes, a dos de los cuales Lisbet ha de acoger en su casa por orden de las autoridades, supondrá un extraño revulsivo.

Si tenéis ocasión, por favor, no dejéis de leer El árbol de la danza. Lo tiene todo para ser una lectura única y especial, de esas que se quedan con nosotros durante mucho tiempo después de leerla. Y eso, en estos tiempos de literatura de usar y tirar, es un pequeño milagro. Os aseguro que os emocionará, indignará y atrapará a partes iguales. Por cierto, fue fabuloso compartir lectura y comentar la novela con Ren, de Momoko Blog, en el podcast del Certamen de Novela Histórica: nadie como ella para ahondar en los recovecos de una historia como esta.


martes, 16 de enero de 2024

LA ÚLTIMA MIRADA DE GOYA de Javier Alandes

 


Javier Alandes me ganó como lectora cuando disfruté hasta la última línea de Los guardianes del Prado, no solo por lo que contaba sino por cómo lo contaba. Después me hice con Las tres vidas del pintor de la luz, que giraba alrededor de la figura del gran Joaquín Sorolla, y me fascinó. Es solo mi opinión, pero creo que hay algo en el arte que trasciende, llega y te empapa por completo. Y tampoco podemos olvidar que, en muchas ocasiones, las vidas de los grandes artistas, sean pintores, escultores, músicos o arquitectos, están rodeadas de muchas experiencias y anécdotas de todo tipo: el carácter pendenciero de Caravaggio y sus problemas con la justicia (y con su autocontrol), tan similar, en ocasiones al de Benvenuto Cellini; la locura genial de Van Gogh, que tanto le hizo sufrir; el inexplicado viaje a Madrid de Murillo, del que no se sabe nada; la supuesta morfinomanía de Santiago Rusiñol o las continuas broncas de Miguel Ángel con el papa mientras pintaba la Capilla Sixtina porque no aceptaba, siquiera, una pequeña crítica y, además, el pontífice nunca pagaba a tiempo.

Siempre he creído que la personalidad del artista queda impregnada en sus obras, del tipo que sean. En ocasiones, hasta para contar lo que no quieren. Mozart fue capaz de componer La flauta mágica y el Requiem , al mismo tiempo: la felicidad más absoluta de la mal llamada ópera bufa y la obra que, aunque la hacía trabajando como negro para un noble, sentía que estaba escribiendo para sí mismo porque sabía que se moría. Aunque Mozart es, simplemente, el superdotado absoluto, nadie se le puede comparar. Goya tiene algo en su pintura que atrae sin remedio: el brío de sus trazos, los temas, las diferentes fases que atraviesa... pero cómo nos llama también su vida personal, tanto la real como la leyenda que se ha ido creando a su alrededor. Javier Alandes, en la novela que hoy os traigo, nos lleva a contemplarle en los últimos compases de su vida y a ahondar en un misterio que se produce después de su muerte y que es completamente real. Vayamos, pues, a Burdeos...

"MI PINCEL NO DEBE SER MEJOR QUE MIS OJOS" - FRANCISCO DE GOYA

Joaquín Pereyra, cónsul español en Burdeos, se dispone a traer a España los restos de Francisco de Goya, que falleció en la ciudad francesa sesenta años antes. Corre el año 1888 y habían sido necesarios muchos trámites diplomáticos para conseguir la exhumación y el traslado. Pero, al abrir la tumba, para sorpresa de todos los presentes, se descubre que al esqueleto del pintor le falta la cabeza. ¿Acaso la tumba fue profanada en algún momento? Descubrir lo que ha sucedido lleva a Pereyra la contratar al considerado más famoso detective de París para que averigüe qué pasó y dónde está la calavera de Goya. Las pesquisas obligarán a indagar sobre los últimos años de vida de Goya en Burdeos y sus relaciones con otros exiliados españoles, así como su vida familiar con Leocadia Zorrilla, su último amor, y su hija Rosario. En esa vida están también presentes Juliet, la institutriz de Rosario, y Diego "el Niño", una suerte de guardaespaldas que protegía la vida del pintor cuando esta se vio amenazada por el propio Fernando VII. ¿Qué ocurrió con la cabeza de Goya? ¿Había un complot real para asesinarle? 

Con semejante introducción es imposible no sentir interés, ¿verdad? Pues una vez que empiezas a leer no puedes parar, os lo aseguro. La última mirada de Goya tiene suspense, aventuras e, incluso, un toquecito de romanticismo y se desarrolla en dos planos temporales, separados por sesenta años, que se van a ir entrelazando y completándose hasta una final en el que todo cuadra. Como un caleidoscopio en el que las pieza, al moverse, van formando una imagen nítida.

Por un lado estaremos en 1828, en Burdeos, para descubrir que existe un complot para acabar con la vida de artistas exiliados en Francia. Goya es uno de ellos. Fernando VII no está dispuesto a permitir voces contrarias a su persona ni a su modo de gobernar. Así vamos a ser testigos, en primera persona, de cómo transcurrieron los últimos días del pintor, cómo era su vida cotidiana. Ya muy anciano, completamente sordo y bastante cascarrabias, lo que más le gusta es ver pasar la vida desde la chocolatería de su amigo Braulio Poc. Es muy consciente de la persecución de Fernando VII y teme sus represalias. En esta trama, Alandes intenta resolver qué paso realmente con la cabeza de Goya, por qué no estaba en su tumba y también nos detallará la conspiración que existía para asesinarle, aunque el pintor va a contar con aliados y protectores que buscan defenderlo a toda costa.

La segunda trama es la de 1888, cuando Pereyra descubre la ausencia de la calavera de Goya. Para tratar de averiguar qué pasó contrata a Gilles Leland, el más famoso detective de París, con un olfato único para la investigación. Ambos hilos argumentales, como no puede ser de otra manera, acabarán confluyendo. Y, como colofón, conoceremos pormenores de la frenología, una antigua y ya superada disciplina científica que estudiaba la localización exacta de las funciones cerebrales para determinar los rasgos de la personalidad y el carácter de cada individuo.

Esta novela no es una biografía de Goya, aunque fuese parcial. Vamos a verle al final de su vida, luchando contra sus demonios y sus recuerdos, convertido en un anciano huraño. Alandes ha mezclado la ficción histórica y una muy interesante trama detectivesca en una narración que sabe mantener el interés hasta la última página. La Historia y la leyenda se entrecruzan; también lo que se sabe y lo que no. Habrá hipótesis, búsqueda de porqués, unas pesquisas complejas...y todo para que ambas traman funcionen perfectamente, como una máquina bien engrasada, en la que el autor llena los huecos históricos con una ficción creíble, verosímil y muy emocionante. Además lo hace de la mano de unos personajes muy reales y humanos, con luces y sombras. Las relaciones entre ellos aportan escenas y diálogos realmente brillantes.

Antes de finalizar, quería contaros que el de Goya no es el único caso de artista "descabezado". El genial músico Joseph Hayden también sufrió el robo de su cabeza, robo que se descubrió seis años después de ser enterrado. En este caso sí se sabe que se hizo para estudiarla (por aquello de entender cómo funciona el cerebro de un genio) y apareció, aunque no volvió a su tumba hasta 1954. Hasta entonces estuvo expuesta en la Academia de Música de Viena. Y en el Museo de la Historia de la Ciencia de Florencia sigue expuesto el dedo corazón de Galileo Galilei, dedo que le arrancó un fanático cuando su cuerpo fue exhumado para llevarlo a Padua. Qué pasión hemos tenido siempre con los pedacitos de personas.

Dejaos seducir por La última mirada de Goya. Es, en mi opinión, una de las mejores novelas históricas de 2023 y que lo tiene todo para perderos entre sus páginas. Un verdadero disfrute.

jueves, 11 de enero de 2024

ISLA NEGRA de Toni Montserrat

 

Recuerdo bien cuándo me fijé en esta novela por primera vez. Estaba echando un vistazo a los catálogos de novedades de las diferentes editoriales, de cara a encontrar algo interesante para recomendar como posible lectura en el podcast del Certamen de Novela Histórica de Úbeda. Y, de pronto, ahí estaba Isla negra con un cebo bajo el título que me dejó clavada: Dos asesinatos macabros en la Ibiza del siglo XIX. Una historia inspirada en hechos reales. Sé que me vais conociendo. Pocas cosas hay que me gusten más que una buena trama histórica con "muertis", denominación que le robé hace tiempo a mi querida Ainara Ariztoy, de la Asociación FunerArte, que se dedica a hacer visitas guiadas por importantes cementerios de Madrid y que es maravillosa compañera del programa de Onda Madrid Esto es otra Historia, en el que ambas colaboramos. Así que imaginaos mi felicidad al descubrir esta novela. 

Reconozco mi querencia ya no solo por este tipo de tramas. Si, además, se desarrollan en el mundo rural me suponen un plus. Creo que lo he comentado en alguna otra ocasión: en los lugares pequeños, en los pueblos, es donde los odios y los rencores se enquistan con más facilidad. Quizá porque no existe la capacidad de olvido de las grandes ciudades, en las que vamos tan deprisa que hasta la memoria parece desdibujarse. Allí, entre sus calles, sus campos y sus alcobas, los recuerdos se vuelven algo vívido y tangible, con peso, con culpas y resentimientos que no caducan. En Isla negra, Toni Montserrat ha sabido sumergirnos en un ambiente así, incluso un poco más claustrofóbico al ser en una isla relativamente pequeña. ¿Venís a conocerla?

LA ISLA OLVIDADA

El 26 de diciembre de 1863, la isla de Ibiza se sacude con un suceso terrible e inesperado: el párroco de Sant Jordi y su criado han aparecido asesinados. No solo eso: en la casa falta el dinero que el cura tenía guardado para comprar unas tierras. En un primer momento, el asunto se trata como un robo que acabó muy mal, pero no hay pistas, nadie vio nada, nadie sabe nada. El suceso enturbia el ánimo de la población y alerta a las autoridades, ya bastante preocupadas por la violencia soterrada que existe en la isla. La alarma social y la falta de avances en la investigación obligan al gobierno a enviar a Marc Guasch, un investigador un tanto especial que guarda un personal y oculto vínculo con Ibiza. A medida que Guasch va tratando de componer el puzle que le lleve a la respuesta de todas las preguntas, se va dando cuenta de que son muchos los que tienen algo que ocultar y que pisa una tierra tan compleja como olvidada por el resto del país.

Toni Montserrat parte de un hecho cierto en su novela: los asesinatos del párroco y su criado ocurrieron de verdad, aunque nunca existió la investigación que nos narra. Es un acierto que, en las primeras páginas, coloque un par de mapas de la isla y de su capital para saber en todo momento por dónde nos vamos a mover. No es Isla negra una novela trepidante, que nos lleve de un lado a otro a toda prisa y sin darnos respiro; por el contrario, el autor parece empaparse del ritmo de la época y de la sociedad de entonces, mucho más pausadas, principalmente porque el simple hecho de desplazarse de un lugar a otro ya suponía bastante tiempo. Yo la definiría como una novela "diésel": si bien al principio todo transcurre de forma más sosegada, haciendo que el lector se coloque y vaya conociendo los lugares, las gentes y el paisaje, para, posteriormente, ir cogiendo ritmo hasta alcanzar velocidad de crucero. Ello no significa que sea lenta o que no atrape, todo lo contrario. Desde la primera escena, que ya provoca un cierto escalofrío, te quedas. Necesitas quedarte.

Marc Guasch es un inspector del Cuerpo de Investigación del Crimen, que, según se cuenta en los primeros capítulos, se había creado poco tiempo antes, aunque es ficticio. Y su llegada no es celebrada, precisamente, por el gobernador de Ibiza, que ve en él una injerencia en los asuntos locales y más teniendo en cuenta que jamás se han atendido sus peticiones de enviar más agentes de las fuerzas del orden. A nivel personal tampoco le convence: le ve demasiado joven y poco bregado, a pesar de los buenos informes. Tampoco el resto de los miembros de la policía parecen muy dispuestos a ayudar. Pero Guasch es observador, metódico, disciplinado y sabe formular las preguntas adecuadas. Contará con la ayuda inestimable del subinspector Riera, un tipo peculiar pero buen conocedor de la isla, para sus traslados y para abrirle las puertas de vecinos y posibles sospechosos.

Algo que resulta fascinante es caminar por una isla de Ibiza que nada tiene que ver con la actual. Apenas poblada, sin una agricultura desarrollada, casi sin habitantes y de vegetación escasa, es un lugar que se presenta hostil y desconocido. El bullicio de la ciudad de Ibiza contrasta vivamente con el resto de su geografía. Todo parece conjurarse para una narración en la que los detalles y las respuestas tienen la clave y en la que la prisa está completamente ausente. Las pesquisas policiales y las pruebas que podían hallarse en aquel momento, desde luego que no iban a la velocidad actual. Casi ni existían. Por eso Guasch sabe sacar provecho de su propia intuición y de cada interrogatorio. Iremos descubriendo una isla casi dejada de la mano de Dios y de los hombres, pobre, oscura, violenta e iletrada.

Si hay algo que me ha gustado mucho es la caracterización que Toni hace de sus personajes, tanto los reales como los ficticios. Y cómo consigue que las conversaciones "suenen" naturales, auténticas, que casi nos parece escucharlas. Algunas las jalona con toques de humor, especialmente entre Guasch y Riera, o con una sutil ironía que hizo que esbozara más de una sonrisa. Todos son muy humanos, con sus luces y sus sombras, con sus alegrías, sus silencios y sus secretos. Incluso habrá momento también para el amor.

Escrita en capítulos cortos, irán apareciendo pequeñas subtramas que brotan al paso de la investigación de Marc Guasch y que ayudan a comprender mejor la sociedad de la isla, las diferencias de clases y el modo de vida tan distinto entre quienes residen en la ciudad y quienes lo hacen en el campo, mucho más aislados.

Estamos ante una más que prometedora primera novela y ante un autor que nos puede brindar en el futuro muchas historias tan atractivas o más que Isla negra. Sin duda, viajar de su mano a esta Ibiza del siglo XIX es toda una aventura, así que ¿por qué no dejarnos llevar?

 


 


lunes, 8 de enero de 2024

DE POLÉMICAS, DINEROS, PREMIOS Y OTRAS HIERBAS


Tengo varias reseñas en el tintero que van a ir saliendo poco a poco, tras haberme tomado las dos semanas de fiestas navideñas como de relax lector. Más que nada porque estaba realmente agotada y colapsada y necesitaba resetear esta cabeza mía que, generalmente, va a más revoluciones de las debidas de forma habitual. Mi idea era traeros una de esas reseñas hoy, pero este fin de semana ha sido un tanto polémico en el mundillo literario y, aun a riesgo de meterme en un frondoso jardín, me apetece opinar. No soy muy dada a este tipo de post, aunque a veces los provoco (mi admirado Sebastián Roa bien lo sabe); sin embargo esta vez quiero exponerlo de primera mano. Y que salga el sol por Antequera.

LA POLÉMICA

A través de la red X (antes Twitter) me llegó un hilo de Lorenzo Silva en el que contestaba a una noticia publicada por el PSOE de Almería. Cuando profundicé no daba crédito. Al parecer Lorenzo y su mujer, Noemí Trujillo, habían estado en Mojácar, invitados por su ayuntamiento, en un encuentro con lectores y posterior firma de libros. En el artículo del partido político se lanzaban directamente contra ellos, así como contra Carmen Mola y Julia Navarro, alegando que habían cobrado del consistorio ciertas cantidades de dinero por ir a la localidad y, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, les acusaban de ir solo a hacerse fotos con empresarios, aseguraban que ese tipo de iniciativas poco hacen por la cultura (??) y, de paso, que ni siquiera visitaron la biblioteca municipal "porque no tiene calefacción ni aire acondicionado". La respuesta de Lorenzo, como es su costumbre, fue tan educada como firme: no habían cobrado un duro, estuvieron allí para un encuentro con lectores y lo único que tuvieron gratis fue el alojamiento, el desayuno y una cena, además de los gastos del viaje. Que, por supuesto, ellos no van a hacerse fotos ni con políticos ni con empresarios de ningún tipo, sino a compartir tiempo con quienes les leen y quieren escucharles. 

Conozco a Lorenzo Silva desde hace tiempo, sé que acude a muchos eventos de este tipo sin cobrar nada y que es un hombre sencillo, amable y comprometido con la cultura, al igual que Noemí. Que determinado partido político le use a él y al resto de autores para tirarse a la yugular de la composición del ayuntamiento actual (que, obviamente, es "de los otros") me parece, como poco, miserable. Si quieren exigir transparencia en las cuentas municipales, me parece perfecto, pero sin mezclar churras con merinas. E, incluso, en el caso de que tanto Lorenzo como los otros autores hubiesen llegado a cobrar algo por acudir, ¿es algo reprobable? Ellos usan su tiempo para desplazarse, llegar hasta allí, dar la charla, reunirse con lectores y lo hacen por amor a sus libros y por conocer a quienes compran y leen sus obras. Si fuese un cantante a dar un concierto, ¿no cobraría? Otra cosa es, como ya he dicho en otras redes, que se vaya con un "caché" por delante: vale, voy a tal sitio a presentar mi libro o dar una charla, pero es tanto y de ahí no me muevo. Eso, y es solamente mi opinión, no me parece bien y resulta excesivamente "pesetero". Pero que alguien que se presta a utilizar incluso sus días de asueto para este tipo de actividades se vea cuestionado por si ha cobrado o no, es un recurso muy bajo. Más aún cuando en el mencionado artículo se da a entender que los autores que fueron a Mojácar, y cito literalmente, "se mueven en un ambiente elitista y desproporcionado en el que los autores ponen sobre la mesa un presupuesto muy elevado por dejarse fotografiar con el empresario que les promociona que, en este caso, sería el alcalde". Sinceramente, quien lo ha escrito no tiene ni idea de lo que habla. Para colmo asegura que este tipo de actos no tienen repercusión en el turismo de la localidad porque, al realizar este tipo de actos los miércoles, "el público que asiste no necesitará ni alojamiento ni comida en el municipio". Y esto ya me parece el colmo. Si vas a una presentación o una charla de un autor, a no ser que sea en el marco de un certamen de varios días, no te planteas quedarte después en un hotel. Por norma general acude público del lugar donde se celebra y sus alrededores, desde luego yo no voy a desplazarme desde Madrid para eso y más teniendo en cuenta el buen número de presentaciones que los autores hacen por toda la geografía española. 

Si tienen dudas con las cuentas presentadas por el ayuntamiento, que les reclamen por los cauces habilitados para ello, pero que no echen porquería sobre los escritores. E insisto, aunque hubiesen cobrado, ¿qué mal hay en ello? ¿No tienen derecho? En este país pocos son los autores que pueden permitirse vivir de las rentas de su trabajo y cuando les invitan a certámenes, festivales, presentaciones o charlas, como mucho se les ofrecen los gastos del viaje, el alojamiento y las comidas, casi nunca hay una contraprestación económica. Y eso lo sé de primera mano. Desde aquí quiero mandar todo mi apoyo y mi cariño a Lorenzo Silva y a Noemí Trujillo y pedir a los partidos políticos que dejen de meter cizaña en todo de una buena vez. Hay ya demasiada ponzoña en el ambiente para embarrar también con sus mañas la cultura.

EL PREMIO

Como cada año, el 6 de enero es la fecha señalada para otorgar el Premio Nadal, uno de los más prestigiosos de nuestro país, y en esta ocasión ha recaído en César Pérez Gellida, el conocido autor de novela negra, por su novela Bajo tierra seca. Vamos por partes, que diría Jack el Destripador. Personalmente me alegro por César, a quien conozco y con el que he disfrutado de muchas horas de buenas lecturas. ¿Me sorprendió el premio? No. Varios meses atrás ya me había llegado el rumor de que un importante escritor del grupo Penguin Random House iba a dejar la casa, un rumor que fue creciendo de manera exponencial. Poca gente quería poner nombres dentro de ese rumor, pero era bastante evidente de quien se trataba. Mis sospechas las confirmé cuando, llegado octubre del recién terminado 2023, no había noticias ni anuncios de nueva novela de Gellida en Suma de Letras, cuando es un escritor que va a novela por año y publica siempre en las mismas fechas.

Ganar el Nadal lleva a Gellida de cabeza a la Editorial Planeta, a tener un premio prestigioso en sus vitrinas y a volver a la primera línea de ventas que, si bien siempre han sido altas, en los últimos tiempos no brillaban tanto sus números. Incluso había medios, blogs y opiniones que aseguraban que la calidad había descendido y que empezaba a repetirse. Sobre esto no puedo opinar, porque sus tres últimas novelas no las he leído, me quedé en Todo lo peor, aunque he de confesaros que en ella encontré regustos de tramas anteriores. Sea como fuere y como os decía, me alegré por César pero me volví a plantear el tema de los premios literarios. Y la pregunta que más me viene a la mente es si se están utilizando como estrategia para que un autor cambie de editorial y como fichaje estrella. Vaya por delante que tengo muy claro que el mundo editorial se mueve por beneficios. Son empresas, esto es de cajón. Y hay autores que venden mucho y, obviamente, hay interés en atraerlos. Pero ¿otorgarles un premio importante prácticamente a dedo no es un poco un fraude para tantos y tantos autores que han presentado sus novelas al concurso? Sí, en este jardín me estoy clavando todas las espinas, pero voy a explicarme.

Ya en su día un buen amigo, que está muy al tanto de los entresijos del mundillo literario, me contó quiénes eran los Carmen Mola (mucho antes de que se diesen a conocer) y me aseguró que saldrían a la luz cuando se les concediese un premio literario de tronío. "Y tú ya sabes a cuál me refiero", me dijo. Resultó ser un oráculo: se les concedió el Premio Planeta, salieron a la luz y claro, dejaron Alfaguara (Penguin Random House) para "fichar" por la editorial que concede el premio. Un premio que, además, ese año aumentó su dotación, lo que hizo que muchas malas lenguas asegurasen que lo habían hecho de cara a que los tres componentes de Carmen Mola se llevasen un buen pellizco. Pero ¿realmente el premio fue otorgado por la calidad de la obra o como maniobra para que Planeta contase con ellos como autores de la casa, con los beneficios añadidos que eso le podía reportar? No ha sido el único caso. Tampoco quiero cansar, pero echad un ojo a los premios importantes de los últimos tres años, por ejemplo, y atad cabos. 

Tanto César Pérez Gellida como Carmen Mola son superventas y, desde luego, las editoriales buscan beneficios además de calidad. En ocasiones, a veces, en detrimento de la calidad, pero eso es otra historia y no voy a meterme en ella ahora. Sin embargo no puedo dejar de pensar en los cientos de escritores que presentaron sus manuscritos a los premios, en sus ilusiones, en su esperanza y que si realmente es verdad que esos premios están ya concedidos de antemano (aún con cierta certeza quiero seguir pensando en que no siempre es así), ¿dónde quedan ellos? ¿Para qué presumir de haber recibido mil novelas, si ninguna va a ser tenida en cuenta?

Y OTRAS HIERBAS

Quería poner el colofón de este post con otra cuestión que me llama mucho la atención y que he tocado de pasada en el punto anterior: la obligatoriedad de ciertos sellos para que sus autores saquen una novela al año. Que sí, que es cierto que actualmente la literatura es un poco de usar a tirar. Salen tantos títulos, tantísimos, que hay que mantener la atención de los lectores más fieles. Y eso a muchos escritores les supone estar amarrados al banco de la escritura como galeotes a los remos. Ni siquiera puedo imaginar cómo debe ser haber terminado una novela, con el esfuerzo que supone, y tener que estar ya pergeñando una nueva, como si la imaginación y la tarea de escribir fuesen algo mecánico. Se lo decía ayer mismo a un gran amigo (y también escritor): se acaban convirtiendo en funcionarios de la literatura. Los hay, incluso, capaces de sacar dos o tres, cosa que ya me parece más que sorprendente. Luego pasa lo que pasa, que la calidad se resiente, que hay ideas que se repiten, que la labor de edición también va a matacaballo y salen novelas con errores (algunos de bulto).

No solo eso, es que esos mismos autores se ven impelidos a estar constantemente en el candelero de redes sociales con tal de que no ser olvidados. Con constantes entradas de lo que sea, pero dejando caer de cuando en cuando lo fantástica que va a ser su próxima novela (algo muy loable y que me parece perfecto) para mantener la atención. El trabajo se les duplica o triplica. Sumemos, además, presentaciones, firmas, asistencia a algún certamen o charlas. Al final, ¿de cuánto tiempo disponen realmente para escribir? Así pasa, que muchos se ven sometidos a un estrés descomunal, teniendo que entregar sus obras en plazos casi inasumibles, sin tiempo apenas para correcciones o repasos. Y sí, finalmente la novela se publica cumpliendo lo de "una al año" pero, ¿en qué condiciones? Somos muchos los lectores que venimos notando una considerable merma de calidad en muchos de los títulos que se publican y puede que, en parte, se deba a todo esto. Parece que importa más la cantidad que la calidad.

Me gustaría conocer vuestra opinión. Respeto profundamente a los escritores, cuento con maravillosos amigos entre ellos y sé que hacen lo imposible por regalarnos las mejores historias. Ojalá los tiempos que corren no se lo pusieran tan difícil.



 

miércoles, 3 de enero de 2024

LOS SANTOS SALVAJES de Natalia Monje

 No está nada mal empezar el año en el blog con la reseña de una novela diferente a lo habitual y que ha sabido tenerme interesada, medio estremecida y expectante hasta el final. Porque a Los santos salvajes, la primera novela de Natalia Monje, le han colocado la etiqueta de "folk horror", un término bastante reciente con varias características concretas: el factor religioso es fundamental en la trama (sea una religión mayoritaria o bien alguna creencia particular, sectas, ritos antiguos, paganismo...); también la naturaleza es un pilar, bien desde su componente más místico o volviéndose brutalmente implacable. La denominación de "folk horror" viene fundamentalmente del cine y, como os digo, es algo muy actual. Se suelen poner como ejemplo películas como El proyecto de la bruja de Blair, La bruja o Midsommar. Digamos que la realidad de religiones, ritos o tradiciones arraigadas se retuerce y se deforma para construir historias que nos toquen muy de cerca, que inquieten porque podían pasarle a cualquiera si está en el peor momento en un sitio equivocado.

Los santos salvajes es una novela muy coral que, aunque tiene varios protagonistas que llevan el peso principal de la trama, se rodean de secundarios potentes. El paisaje, los lugares por los que transcurre, las tradiciones, las creencias extrañas, las leyendas...todo ello conforma una ambientación que, a pesar de estar coronada por un sol inclemente, como os contaré ahora, nos provoca cierto escalofrío. Algo tiene Galicia para que allí todo parezca posible.

TODO LO QUE SE ESCONDE TRAS LA PUERTA

"En los cementerios se ve a veces que las sepulturas están hundidas, y ella decía que eran de personas que habían movido los lindes. Si le robas la tierra a alguien, después tú no tendrás tierra suficiente para tu tumba."

Un hombrecillo extraño sale de la planta de psiquiatría de un hospital de La Coruña para encontrarse con su vida hecha jirones. Una joven antropóloga que busca información sobre un entroido que aparece en una vieja fotografía y que nadie es capaz de reconocer. Un periodista local detrás de una noticia que le tiene en jaque y por la que estaría dispuesto hasta a romper los códigos éticos de su profesión. Un hombre que acaba en los servicios sociales después de haberse pasado más de media vida viviendo en la montaña, alejado de todo y de todos. Una chica, fervorosa seguidora de las historias de aparecidos y terror, que encuentra una misteriosa reliquia cuando va a explorar la casa de uno de los pueblos que han emergido del pantano debido a la sequía. Una peculiar adolescente, a la que nadie parece conocer ni reconocer, que muere de forma terrible. En un otoño que se asemeja más al verano, con un calor insólito para la época y la sequía agostando embalses y fuentes, todos ellos acabarán cruzándose. Es como si la naturaleza hubiese cambiado su orden natural y su ciclo estuviese del revés. Los ojos de muchos se vuelven hacia lo que siempre está oculto, hacia la memoria de lo prohibido. 

En Los santos salvajes viajamos a Galicia, la más rural, cercana a la frontera con Portugal. Es ya otoño, pero el calor no baja, el verde se vuelve amarillo y hasta el humor de las gentes está cambiando. Hay cortes de agua, pueblos enteros emergen de los pantanos secos y, en el ambiente, la sensación de que todo está mal. Alterado. Flora, la joven antropóloga, siguiendo una fotografía encontrada casi por azar, trata de conseguir información sobre el entroido que se ha inmortalizado en ella. (Los entroidos son fiestas de carnaval que se celebran en Galicia desde hace lustros y que se caracterizan por sus máscaras, sus vestimentas coloridas y sus peculiares celebraciones.) Por más que intenta saber, menos consigue: nadie parece reconocer la máscara ni el lugar en el que se tomó la fotografía. Su búsqueda la lleva hasta una casa aislada, en la que una anciana podría tener las respuestas. Pero todo se complica cuando una jovencita a la que conoce allí, y que parece salida de la nada, es encontrada muerta poco después por el ataque enloquecido de un buey.

Leyendo esta novela me he sentido como cuando se tiene un mal sueño, de esos que recuerdas vivamente cuando te despiertas y que te dejan con un ánimo extraño durante todo el día. No llegan a ser pesadillas, pero si crean un poso extraño en la boca del estómago. Todos los protagonistas, de un modo u otro, está llenos de cicatrices y costuras. Llevan a sus espaldas experiencias y sus cruces personales, su arraigo familiar es casi inexistente y, si existe, está viciado de alguna manera. La búsqueda de Flora hará emerger realidades incómodas y, también, otro tipo de certezas y creencias que han permanecido en la sombra desde siempre y que, al quedar expuestas bajo ese duro y desconocido sol de octubre, adquieren presencia, forma, un innegable poder. Todo ello en una tierra tan dada a los misterios y las creencias como es Galicia.

Natalia Monje utiliza, para crear este armazón tan complejo, tanto las creencias y leyendas más reconocibles de la zona (la Santa Compaña, las Marías, las lavandeiras, los ameigallos, los baluros - ese pueblo del que apenas sabemos nada y que recuerda, en cierto modo, a los agotes -) para mezclarlas con cuentos. Pero no son cuentos amables de finales felices, sino muy cercanos a los originales de los hermanos Grimm, que no tenían nada de dulces. Aún recuerdo aquellas hermanastras de la Cenicienta cortándose pedazos de pie para que les cupiera el zapato. En este punto, si bien esas narraciones son necesarias para entender ciertas cosas, haría una pequeña crítica: en mi opinión son, en ocasiones, excesivamente largos. Reconozco que muchos los leí en diagonal porque me resultaban tediosos. Obviamente la autora ha querido, con ellos, que entendamos el desarrollo y el final de la novela, pero quizá, e insisto que es una opinión muy personal, podrían haberse reducido en extensión. Sea como fuere, resultan curiosos y un poquito sobrecogedores.

Con todo, Los santos salvajes es una novela muy recomendable, sobre todo si os gustan las lecturas que se apartan de los cánones habituales. Que tiene misterio, un crimen, una trama que se va complicando y muchas preguntas a las que ir dando respuesta. También es una historia perfecta para entender cómo se viven y se interiorizan las creencias en determinadas zonas. Contiene, también, críticas a los medios de comunicación, a los silencios de la gente ante determinadas situaciones familiares, a la falta de recursos de la administración, a la poca atención a la salud mental. Un rompecabezas original con muchas intrigas a las que poner solución. Os aseguro que vale la pena dejarse llevar.