jueves, 28 de noviembre de 2019

EL JARDÍN DE LOS ENIGMAS de Antonio Garrido

El Londres victoriano tiene un encanto innegable. Quizá es por esa visión "romántica" (dicho sea con las reservas pertinentes) que siempre lo adorna. Los carruajes, la moda, las costumbres, las mansiones señoriales rivalizando con los barrios más oscuros, la niebla envolviéndolo todo, ese cierto halo de misterio... Desde luego, parece el escenario ideal tanto de tramas negras al estilo Jack el Destripador como de romances caballerescos con hermosas damas, envueltos en modales y cortejos impecables. Luces y sombras. Y, en la literatura, las sombras son mucho más atrayentes.

Lamentablemente y por imponderables personales, me perdí el encuentro con el autor que se celebró esta semana en Madrid y me quedé con ganas de haber compartido con él algunas refñexiones y hacerle un par de preguntas. Porque, leyendo El jardín de los enigmas me retrotraía en muchos de sus pasajes a la fantástica Tus magníficos ojos vengativos cuando todo ha pasado (rebautizada como Londres, 1861): los peores barrios y las peores calles, los tétricos teatros de variedades en los que se exhibían "monstruos" de todo tipo y condición... y un personaje principal que se mueve con facilidad en los bajos fondos. Pero vamos por partes.

LA VENGANZA ENVUELTA EN OLOR DE FLORES


Londres, 1950. Rick Hunter trabaja como cazarrecompensas al margen de la ley en las calles más lúgubres de la ciudad. Junto a su socio, Joe Sanders, un individuo de la peor calaña, se encarga, por un precio, de solucionar "problemas" y atajarlos sin demasiados escrúpulos. Rick arrastra tras de sí un pasado terrible y doloroso que quedó en Calcuta y parece rendido a su suerte, hasta que una emboscada en la que casi pierde la vida le lleva casi por casualidad a una curiosa floristería. Su dueña se ha granjeado la confianza de burgueses y aristócratas e, incluso, va a participar con arreglos florales en la Gran Exposición Universal que se celebrará al año siguiente en la ciudad. La necesidad de esconderse y de trazar un plan para librarse de quienes le persiguen, le llevará a comenzar a trabajar en el negocio, ganándose la confizanza de la propietaria. Pero este será solo el inicio de una trama de crímenes, intrigas políticas y mensajes encriptados en la que se verá envuelto y, en cuyo centro, parece hallarse la hermosa Daphne Loveray, una mujer tan fascinante como misteriosa y de la que Rick no sabe realmente qué pensar.

La historia en sí misma resulta muy atrayente para el lector. Es sencillo dejarse llevar por lo que Antonio Garrido nos va contando y perdernos en esas calles peligrosas y muy poco recomendables en las que se mueve lo peor de la sociedad. La ambientación, sin duda, es lo más brillante especialmente cuando salta de esos lugares sórdidos a los barrios más pudientes, los de las grandes mansiones y las fiestas de lujo. O para describirnos las obras que, a marchas forzadas, tratan de acabar las obras del imponente Crystal Palace, en Hyde Park que, en menos de un año, mostrará todo el progreso de todo el mundo y los avances industriales que no dejan de surgir.

El personaje de Daphne Loveray está basado en Ada Lovelace, hija del poeta Lord Byron y de la matemática y activista política Anne Isabella Byron, una mente brillante que avanzó el funcionamiento de los ordenadores y que creó el primer algoritmo para ser procesado por una máquina de cálculo. Daphne y Rick ponen el toque romántico y apasionado a una historia que es mucho más de lo que parece. Lo que en principio parece una trama orquestada contra Rick y su pasado se va complicando hasta tocar las más altas esferas, incluido el Foreing Office.

Interesante descubrir el lenguaje que las flores pueden tener para enviar determinados mensajes y que el autor ha sabido contar con precisión pero sin abrumar con datos (similar, salvando las distancias, al de los abanicos, que es todo un arte). Y mucho más interesante, en mi opinión, es esa convivencia de dos mundos tan diferentes en la misma ciudad, como si se tratase de un primer piso luminoso y un sótano oscuro y húmedo. Las peleas ilegales, los individuos de la peor calaña, la prostitución y los fumaderos de opio (a los que acudían también gentes de buena posición buscando "relajarse") están dibujados en la novela con maestría hasta el punto de que te parece estar en ellos. También me ha gustado especialmente, dentro de ese paisaje por el que se mueven los protagonistas, el caos reinante dentro del Crystal Palace, en el que todo son prisas, ir y venir, obreros, cajas y desorden en una carrera contra reloj para que nada empañe la inauguración del gran evento que está por llegar.

Ya conocéis mi facilidad para encontrar paralelismos y, además de los que os mencionaba al principio con la novela de Juan Ramón Biedma (si bien esta es mucho más gótica, más tenebrosa y, si me apuráis, cruel y sórdida, en el estilo de su autor que ya sabéis cuánto me gusta) hay en la historia personal de Rick Hunter una reminiscencia del protagonista de El fugitivo que no voy a explicar para no hacer spoilers. Y, quizá, un levísimo toque a lo James Bond en sus maneras. Siendo una novela que me ha gustado, hay una escena concreta en un den (fumadero de opio) a la que no le he encontrado demasiada lógica (y que me hubiese encantado comentar con el autor) pero que no afecta al conjunto en absoluto.

Los personajes, en general, están bien diseñados y son coherentes con el argumento de la novela aunque, en ocasiones, reporten sorpresas inesperadas que favorecen la intriga. El rico filántropo Lord Bradbury, que ayudó a la dueña de la floristería a reflotar su negocio; Gustav Gruner, a quien desde el primer momento cogeremos una manía importante porque se ve que no es trigo limpio, y el misterioso Karum, sibilino y peligroso, cumplen perfectamente con su misión de mantenernos interesados en cada capítulo. Aunque mi secundario favorito, sin duda, es Memento, el gran amigo de Rick Hunter, todo un robaescenas, un ser extraño que vive por decisión propia en un manicomio y que es un auténtico genio. Es a través de él como el autor nos llevará a una moda muy en boga en esa época: las fotografía de difuntos. Una costumbre fascinante que hoy, quizá, vemos terrible y que consistía en hacer fotografías de los recién fallecidos como si estuviesen vivos para que las familias tuviesen un recuerdo de su ser querido.

El jardín de los enigmas es, pues, una novela de las que te hacen viajar hasta un pasado que no está tan lejano en el tiempo pero que resulta muy evocador. Plantea una intriga creciente, con acción, algunos giros argumentales y sospechas que van tomando forma. Lo que en principio parece solo una historia de venganza se va transformando en una conspiración que puede afectar al propio gobierno de Inglaterra. Bien escrita y desarrollada, manteniendo el interés hasta el final, alternando escenas de gran acción con otras en que el suspense se adueña de todo y con un sólido argumento que no deja cabos sueltos, El jardín de los enigmas ha llegado para darnos muy buenos ratos de lectura. ¿Viajamos al Londres de 1850?

viernes, 22 de noviembre de 2019

CERTAMEN INTERNACIONAL DE NOVELA HISTÓRICA DE ÚBEDA 2019

Este post me va a salir mucho más extenso de lo habitual, pero creo que la ocasión lo merece. Si hay un certamen que ha crecido de forma exponencial en los últimos años, es el de Novela Histórica de Úbeda que este año cumplía su octava edición. Un proyecto que nació a base de ilusión y ganas, sin apoyos, y que, paso a paso, ha ido superándose y convirtiéndose en un referente a nivel nacional. La ilusión, las ganas y el trabajo bien hecho siguen siendo sus banderas y lo que más suele maravillar a los que tenemos la suerte de poder estar allí es el ambiente que se crea, de completa camaradería entre organizadores, autores y medios. Poder conversar, compartir anécdotas e, incluso, tomarte una cerveza con algunos de tus escritores favoritos es un regalo que pocas veces tenemos ocasión de disfrutar. Estar en Úbeda, en este certamen, es sentirte como en casa.

Antes de nada, quiero agradecer de nuevo a la organización y en especial a Pablo Lozano por su invitación para asistir de nuevo este año. Si ya el pasado me supuso toda una alegría y un soplo de aire fresco por las tristes circunstancias personales por las que pasaba, este año puedo asegurar que he vivido cada minuto de mi estancia allí como un regalo. 

En la edición de este año se han llevado a cabo, además, actividades fuera de la ciudad de Úbeda para ampliar el campo de acción en cuanto a hacer llegar la cultura y la historia a colegios, con charlas con algunos de los autores invitados, y en actos en bibliotecas para que llegase al mayor número de personas posible. Ya en los días centrales del certamen, durante el fin de semana, la sala habilitada para las presentaciones en el Hotel Palacio de Úbeda acostumbraba a estar llena, lo que deja constancia del interés que despierta el evento. Por no hablar de la cantidad de gente que se reunió para la recreación histórica de la batalla de Isandhlwana en la Plaza Vázquez de Molina, un público participativo y feliz que se tomó (nos tomamos) muy a pecho el papel de zulús acorralando al ejército inglés.

Las actividades con autores comenzaron el martes 12 de noviembre con la presentación de la novela Fierro, de Francisco Narla en el salón de actos de la UNED, lugar en el que también, en los dos días siguientes, presentaron Carlos Bardem su Mongo Blanco, Mercedes Santos su última novela, Sitiados, y Julio Alejandre la obra que resultó finalista en este certamen: Las islas de poniente. Pero, como suele ser habitual, el mayor número de actos y presentaciones se concentran en el fin de semana, días en que también periodistas, blogueros y diferentes medios acudimos en mayor número.

VIERNES 15 DE NOVIEMBRE

 Y en este contexto, el viernes por la tarde nos reunimos en la librería Libros Prohibidos de la calle Bétula de Úbeda para asistir a dos mesas muy interesantes. La primera con Claudia Casanova, presentada por Pedro Pablo Uceda, en la que se desgranó Historia de una flor, su cuarta novela. En ella ha abandonado la Edad Media, época en la que centraba las tres anteriores, para irse al siglo XIX y crear una historia que "no es épica ni trepidante, pero que invita a una conversación agradable cuando se lee". Basada en la vida de la primera mujer botánica española, Blanca Catalán de Ocón, pero sin ser más que una inspiración, Claudia ha creado una novela reposada y tranquila con unos personajes femeninos fuertes y llenos de matices, que se salen del camino establecido para buscar el suyo propio. "No pretendía reescribir la historia de Blanca, sino enriquecerla y rodearla de cosas y hechos que no existieron. Aunque la base es una vida real, no era mi intención escribir una biografía, solo inspirarme en ella." El estilo es suave y sutil, con escenas breves a veces cargadas de lirismo y se da mucha más importancia a los personajes, a su interior y relaciones entre ellos, que a la acción que transcurre en la Sierra de Albarracín.

La segunda mesa se dedicó al escritor José Zoilo Hernández y a su trilogía Las cenizas de Hispania (pocas veces el regalo de un ordenador tuvo un resultado tan interesante), presentado por Eva Martín, del blog La Historia en mis libros, que narra las vicisitudes de Attax, un alano que, por circunstancias duras, acaba recorriendo buena parte del territorio de la Hispania del siglo V. Zoilo hizo mucho hincapié en que no quería caer en incongruencias y escribir algo que él, como lector, quisiera leer. Es la de su trilogía una época poco conocida y documentada, aunque encontró inspiración en la crónica del obispo Idacio, un hombre cultivado que llegó a viajar a Jerusalem y que, a su vuelta, recogió con detalle lo que era la vida en aquellos años convulsos. También nos contó que prefirió usar la primera persona para narrar para ponerse en el lugar del protagonista en todo momento, sobre todo a la hora de contar una época en que todo parecía derrumbarse y en la que se pensaba que en el año 500 llegaría el Anticristo.

SÁBADO 16 DE NOVIEMBRE


A las diez y media de la mañana se hacía entrega del VIII Premio de Novela Histórica Ciudad de Úbeda a Alan Pitronello, que ha resultado ganador por unanimidad con La segunda expedición. Alan nos regaló, en primer lugar, unas palabras que emocionaron y maravillaron a partes iguales hablando de lo orgulloso que se sentía de nuestra lengua, que ha de servir siempre como punto de unión. Nos explicó que había querido aportar su granito de arena contra la leyenda negra y devolver la épica a nuestra historia común con América, una épica que nos han "robado" desde el mundo anglosajón. Habló de las ciudades creadas allí, de las universidades que se fundaron, de las villas que dieron riqueza, del mestizaje que es único porque ninguna otra nación lo ha llevado a cabo. Posteriomente, acompañado de David Yagüe en una presentación vital y muy entretenida, nos desgranó su pasión por la Historia y por el siglo XVI. Del respeto inmenso que tenía ante la figura de Hernán Cortés (que ni era un genocida ni nada de lo que se cuenta en ciertos círculos), por lo que tardó casi dos años en darle una sola línea de diálogo. Y remarcó cómo hoy día se ha perdido el concepto de honra, el orgullo de pertenencia a una familia y a un nombre. Quienes fueron a América era eso solo lo que tenían y, al llegar al nuevo mundo, no había marcha atrás.
  
La segunda expedición es una gran novela de aventuras, épica e intensa, con escenas de batallas y duelos a espada narrados con detalle y brío. Su protagonista, Martín del Castillo, realiza el viaje universal de toda persona de niño a adulto en un mundo nuevo y lleno de peligros. Y Alan ha sabido dibujarlo reflejando al hombre del siglo XVI: impulsivo, arrebatado, que ha de batirse para demostrar su valor o defender su honra.

En la siguiente mesa Pedro Santamaría nos trajó su última novela, El ateniense, en la que se nos narra de una manera muy especial la vida y la figura de Alcibiades, un hombre que despertó en su día tantos afectos como odios, pero que incluso los romanos tomaron como ejemplo. Era "un pieza de cuidado" para quien solo valía lo que él desease y ganar a toda costa. "Bello como Apolo", rico, inteligente, formado, gran soldado, un seductor a todos los niveles "pero un perfecto hijo de puta", describía Pedro. Capaz de cambiar de bando como el que se cambia de camisa y consiguiendo granjearse enemigos en Atenas, en Persia y en Esparta casi sin despeinarse. Lo original de El Ateniense es que veremos a Alcibiades desde los ojos de otros (cada capítulo pertenece a un personaje distinto), nunca desde él mismo, conformando un brillante caleidoscopio de un personaje fascinante. La presentación de Pedro Santamaría fue realmente divertida, de las que se recuerdan con una sonrisa.

A mediodía todos los participantes del certamen y los habitantes de Úbeda estábamos invitados a la recreación de la batalla de Isandlwana, que tuvo lugar en 1879 en el territorio zulú de Sudáfrica. Más de 20.000 soldados zulúes les dieron las suyas y las de un bombero (que diría mi admirado Reverte) a 1800 integrantes del ejército británico. Magníficamente uniformados, a cañonazo limpio y con descargas continuas de fusilería, los ingleses recibieron a los zulúes (ejército formado, a falta de originales, por el público que asistíamos en gran número al espectáculo, guiados por un entregado Pablo Lozano, que nos instruyó en gritos de guerra y en la táctica envolvente) y cayeron en masa, tal como cuenta la Historia. Hubo algunos niños del público que se tomaron muy a pecho su papel y se lanzaron a empujar a los soldados ingleses con brío y fervor guerrero. Fue un rato fantástico, con muchas risas y un puro disfrute visual. Qué gran trabajo del Grupo de Recreación Histórica.

Ya por la tarde llegó el turno de Ben Kane... y el mío. Desde que Pablo Lozano me comunicó que iba a presentarle, me invadían dos sentimientos: emoción (por la gran oportunidad que suponía) y pavor en cantidades industriales. Pero tras un comienzo titubeante (el mío, no el de Ben, que mostró encanto y tablas a raudales) la charla corrió agradable y muy interesante.  Guerra de Imperios, su último libro, es el inicio de una nueva saga que, finalmente, solo va a constar de dos entregas y se enmarca en el periodo de la guerra entre Roma y Macedonia, no demasiado conocido pero apasionante. Nos confesó que próximamente piensa abordar la figura de Ricardo Corazón de León pero que más tarde o más temprano volverá a sus romanos. Y destacó que mirar los hechos históricos desde nuestra perspectiva es un error enorme, porque los hombres de entonces vivían y sentían de forma muy diferente a los actuales.


La última mesa del sábado le correspondió a Baptiste Touverey, que presentó su novela Constantinopla acompañado de Javier Velasco, de Todoliteratura. Fue una alegría reencontrarnos con Baptiste, con quien tuvimos un encuentro a principios de año en Madrid. Constantinopla nos habla de Roma, pero de la Roma oriental, cuando ya la Roma occidental había caído. Un mundo que comenzaba a desintegrarse por la fuerza de otras civilizaciones con más empuje y que está descrito con energía, casi de forma cinematográfica. La Constantinopla que se nos muestra es enorme, cosmopolita, pero también decadente y llena de esquinas oscuras, con corrupción y luchas de poder. Baptiste nos explicó que de esa época hay pocas novelas y que quiso centrarla en ella porque le fascinó. También nos contó que está trabajando en dos novelas mas, que prometen grandes emociones lectoras.

DOMINGO 17 DE NOVIEMBRE


Los actos del domingo, más reducidos, eran recibidos con nubes bajas, lluvia y bastante frío. En primer lugar se entregó el Premio Cerros de Úbeda a la mejor novela histórica publicada en 2018. En esta ocasión la galardonada fue Valkirias, de Iñaki Biggi, que nos ofreció a continuación una presentación llena de buen humor y sentido del humor. Valkirias nos narra una ficción basada en un hecho real: cuando los vikingos llegaron a Sevilla remontando el Guadalquivir. Biggi aseguró que intenta siempre dar naturalidad a lo que escribe y que aunque las protagonistas son en su mayor parte mujeres, no ha pretendido forzar un mensaje feminista: las cosas suceden así porque es como tenían que suceder, sin más. Al documentarse descubrió cosas muy curiosas como que la llegada de los vikingos en dos expediciones diferentes cambió hasta la fisonomía de la ciudad, porque llegaron a levantarse murallas para defenderse de ellos. Una sorpresa muy agradable esta novela, de un autor al que habrá que seguir de cerca.

Y para finalizar las mesas dedicadas a escritores, le tocó el turno a Emilio Lara y sus Tiempos de esperanza, acompañado en la mesa por el también escritor Sebastián Roa y Jesús Úbeda. Fue una charla especial, de esas en las que se aprende muchísimo y en la que se abordaron cuestiones muy interesantes como si el hecho de que una novela sea entretenida es malo o bueno. En palabras de Emilio Lara "el entretenimiento es el lubricante para una buena relación entre novela y lector", porque de nada sirve que un libro esté lleno de datos y más datos, por muy exactos que sean, si esos datos rigurosos se comen el resto de la novela y provocan el aburrimiento de quien llega a sus páginas. Tiempos de esperanza "habla del presente a través del pasado", explicó Emilio, antes de que Sebastián Roa apostillara que hay quienes se empeñan en "convertir la novela histórica en un peñazo por ese afán de poner los datos históricos por encima de la trama o los personajes".

Fue una lástima que las recreaciones programadas para este día, incluyendo una lucha de gladiadores y la recreación de la batalla de Rorke's Drift, que se produjo apenas unas horas después de la de Isandhlwana, porque la lluvia y el frío las hacían imposibles. Una pena que tras tantos ensayos y trabajo no pudiesen llevarse a cabo, pero la seguridad de los recreadores está por encima de todo.

El domingo por la tarde, con la luz ya cayendo en picado, el tren nos devolvía de nuevo a Madrid, a la rutina. Pero los tres días pasados en Úbeda, llenos de buena literatura, de Historia, rodeados de ese ambiente único y mágico que Pablo Lozano y los suyos son capaces de crear para unirnos como una familia movida por el mismo interés, han sido un paréntesis fabuloso que ha merecido la pena vivir. "Larga vida a la ficción histórica" titulaba el gran David Yagüe en su Blog de 20 Minutos. Me gustaría añadir algo más: Larga vida al Certamen de Novela Histórica de Úbeda. Y ojalá nuestros caminos se sigan cruzando.