miércoles, 22 de marzo de 2023

EL VALS DE LA NOVIA AUSENTE de Javier Vázquez Ezcurdia

Conocí a Javier Vázquez casi por casualidad. Una de estas felices ocasiones que, a veces, dan las redes sociales entre tanto "odiador profesional" y mal rollo en general. Y es que Javier solía comentar los hilos que, los domingos, se cuelgan en Twitter con el contenido del programa de Onda Madrid Esto es otra Historia, presentado por David Botello y Esther Sánchez y en el que suelo tener un huequito para hacer recomendaciones de libros o de literatura en general. Comenzamos a seguirnos mutuamente y, gracias a ello, descubrí que iba a presentar esta novela, El vals de la novia ausente, en Zaragoza. Al poco, se ofreció a enviarme la novela y, en el colmo de la generosidad, no me llegó solita, sino con la anterior de la misma protagonista, Tango para una asesina, y una breve negra y rural, Tres ovejas

Con la pila de libros que siempre tengo pendiente por leer, este vals me ha tocado bailarlo un poco tarde, pero me ha encantado. Hasta la última nota. Primero porque ya sabéis lo que me gustan las novelas que transcurren en ciudades diferentes a las grandes urbes españolas, Madrid o Barcelona, y después por el argumento, original y muy bien hilado, con una protagonista que se sale por completo de los cánones clásicos y que nos lleva a descubrir la Zaragoza de principios del siglo XX. La ciudad estaba en pleno inicio de su expansión y desarrollo y Javier hace un magnífico retrato de lo que era, de sus calles, de sus habitantes. Y, además, con un misterio y una muerte poco clara. Una mezcla estupenda para disfrutar.

QUE HABLE AHORA O CALLE PARA SIEMPRE

El sábado 31 de agosto de 1912 todo está preparado en la iglesia de San Felipe para la boda de Beatriz Collados y Saturnino Aguilar. La novia se está retrasando en exceso y hay una cierta inquietud entre los invitados hasta que la novia aparece del brazo de su padre. Pero cuando en la ceremonia el sacerdote hace el llamamiento habitual a que si alguien tiene algo que decir, que lo diga ahora o calle para siempre, una mujer andrajosa que se ha colado en la iglesia manifiesta a gritos que la boda no puede celebrarse porque Santiago ya está casado. El escándalo que se organiza es mayúsculo. La mujer huye a la carrera y, al tratar de cruza la calle, es arrollada por un carruaje y muerte en el acto.

Con este arranque, que ya ha conseguido acaparar toda nuestra atención, Javier echa la vista atrás algo más de un año para que vayamos conociendo los pormenores de lo que llevó a esa boda y parte de la vida de los novios. Y, en medio de todo, siempre estará Mercedes Ibor, una conocida cupletista que dos años antes (tal como se narra en Tango para una asesina) gozaba de una gran fama por haberse convertido en una gran estrella de los teatros de variedades. En aquel momento ocupó muchas portadas de periódicos por haberse visto envuelta varios crímenes y haber ayudado a su resolución. Y, ahora, se ve relacionada con otra muerte violenta que, a priori, parece un simple accidente. Pero, ¿es realmente así?

De la mano de Javier vamos a descubrir una Zaragoza que vive un bullicioso momento de expansión. El progreso está llegando, imparable, y eso lleva a que la ciudad esté llena de contrastes. Por un lado, los más pudientes se reúnen en locales de moda y teatros, luciendo sus mejores galas y haciendo alarde de su posición. Por otro lado, los obreros que trabajan en las fábricas, apenas pueden permitirse llevar una vida digna. Muchas veces se ven en condiciones penosas que contrastan vivamente con quienes gastan su dinero alegremente. Ambas realidades están muy bien descritas y nos permiten hacernos una idea de cómo era la sociedad del momento. 


 También se nos muestra la ciudad como tal en aquellos años, haciendo mención a establecimientos  famosos entonces o muy conocidos. Es evidente que Javier ha hecho un magnífico trabajo de reconstrucción de cómo era la ciudad en aquel 1912 y que hoy ha desaparecido casi por completo. El Café Moderno, el Hotel Regina, el Casino Principal o el Teatro Pignatelli se vuelven a erigir ante nuestros ojos con el esplendor que debieron tener en su día. Es también El vals de la novia ausente una novela muy coral, llena de personajes que no están, en ningún caso, como mero relleno. Todos tienen un papel muy concreto y todos, en algún momento, tienen mucho que decir. Por supuesto, el papel peso principal lo lleva Mercedes Ibor, una mujer con carácter, que sabe bien lo que quiere, resuelta y bastante adelantada a su tiempo. Se la conoce como "la cupletista detective" y, aunque llevaba dos años en el dique seco tras los sucesos que marcaron su vida, vuelve a hacer frente a un misterio que esconde mucho más de lo que parece.

El vals de la novia ausente es, también, una novela costumbrista, con diálogos ágiles y muy reales, y que va dejando perlas de humor a lo largo de sus páginas. Una fina ironía se enseñorea de muchas conversaciones y es muy refrescante encontrar esta naturalidad de principio a fin. Además está narrada de forma muy viva, sumergiendo por completo al lector en la trama y desglosando poco a poco los pormenores de un misterio que, si bien a priori no parecía tal, nos acaba atrapando por completo.Los capítulos cortos ayudan aún más a esta sensación de querer seguir leyendo, de saber más. 

La prosa de Javier Vázquez es una delicia, os lo aseguro. Se le nota oficio y que maneja el lenguaje perfectamente y con estilo. No se pierde en eternas descripciones ni en dar demasiados detalles que nos alejen del foco principal de la novela, pero en todo momento tenemos la sensación de que sabemos por dónde pisamos porque nos lleva con facilidad. Y por si oa preocupa que sea una segunda entrega de la misma protagonista, no hay que preocuparse, puede leerse perfectamente sin haber pasado por la anterior.

Si tenéis ocasión, dadle una oportunidad a este vals y a su ritmo de tres por cuatro, porque os va a apetecer mucho seguir su música. Es una bonita inmersión en el tiempo para conocer esa Zaragoza de 1912 y lo que se cocía en sus cafés y en sus tabernas, en sus casas lujosas y en las habitaciones más humildes. Y porque Mercedes Ibor es un gran personaje para descubrir. ¿Venís?

*** Javier Vázques Ezcurdia ha estado quince años tras los micrófonos de "Escúchate", en las tardes de Aragón Radio y tiene el Premio de Comunicación del Instituto Aragonés de la Mujer y el Premio Solidario del Grupo Social ONCE. También es dramaturgo y ha publicado dos obras de ese género: "El señor del traje gris" e "Y si fuera posible amar", actualizando la historia de los amantes de Teruel, además de varios libros infantiles.

jueves, 2 de marzo de 2023

LA SOMBRA DE LA TIERRA de Elvira Mínguez

 

No se si os pasa también a vosotros, pero de un tiempo a esta parte, cada vez que veo una novedad en los catálogos de las diferentes editoriales firmada por un famoso (sea presentador, monologuista, actor o tertuliano) me causa cierto hartazgo y casi que le pongo la cruz. Sí, sé que no es justo. Y, de hecho, muchas veces me echo atrás y leo alguno de esos libros. Me he llevado felices sorpresas con unos pocos, pero con otros muchos he pasado días jurando en arameo y diferentes lenguas muertas, incapaz de dilucidar por qué demonios se había publicado tal cosa. Cuando me llegó el anuncio de la novela que hoy os traigo, no me percaté del nombre de la autora. Lo leí, pero no me llegó al rincón de la memoria hasta un rato después. Caramba, es ESA Elvira Mínguez. La actriz. Tuve un ligero escalofrío: por un lado estaba mi admiración por ella en su trabajo; por otro, pensar si era otra "novela de oportunidad". La noticia de que tendríamos un zoom con ella en el club de lectura aparcó mis peros y me lancé a sus páginas. Y me quedé. Villaveza del Agua se erigió ante mí y tomo carta de naturaleza. Pude ver sus calles, sus casas, su cementerio, sus campos y, sobre todo, a sus habitantes, de los que es muy difícil olvidarse.

A mí, urbanita irredenta, de larga familia madrileña que jamás tuvo un pueblo como parte de la biografía, todo lo rural me fascina. En algunos pueblitos he tenido la sensación de haberme cambiado de planeta y mi admiración por Delibes, que fue quien mejor retrató el campo y los pueblos españoles (tanto con la mirada más inocente como con la más terrible) hacía que me enamorase de esquinas, de plazas, de vecinas a la fresca, de pequeñas iglesias remendadas. He tenido la fortuna de conocer uno de esos pueblitos a fondo, gracias a dos de mis mejores amigos, en plena meseta toledana, con sus calles irregulares, sus ventanas con visillos que ocultan miradas, su bar con los parroquianos echando la partida, con la luz escasa y las muchas historias que me contaban de rencillas entre vecinos...algunas con un poso cruel. Mucho de eso hay en La sombra de la tierra. Venid, demos un paseo.

"EL ODIO ES UNA LARGA ESPERA" (REN MARAN)

Villaveza del Agua es un pueblo pequeño de Zamora. Corre el año 1896 y sus habitantes permanecen atados a una tierra que apenas da para comer. Tampoco tienen a donde ir. Su mundo son los campos de cultivo, la pequeña tienda en la que se vende de todo, el bar y sus casas, todos cubiertos por la pátina de la pobreza. En ese pequeño universo se erige un figura tan temible como odiada: Garibalda, una viuda enferma que impone sus propias reglas a todos de forma incontestable. Frente a ella, Atilana, su rival, que aspira como sea a quitarle el poder a Garibalda para hacerse con él. Ambas han construido una lucha basada en el odio que arrastra a todo el que está a su lado y son los hijos de ambas los que más lo padecen. Incapaces de amar ni siquiera a los suyos, Garibalda y Atilana no se dan cuenta de lo que se está gestando alrededor, perdidas en su ceguera de rencor.

Todo en La sombra de la tierra parece una fotografía en sepia, como cuando contemplamos fotografías de hace un siglo y tratamos de distinguir lugares hoy conocidos. En el inicio de la novela, Atilana acaba de perder a su marido, conocido por el Putero, y nadie, excepto la familia, asiste a la pobre comitiva fúnebre. Incluso hay quien vuelve la espalda. Ni siquiera entonces Garibalda, dueña y señora de voluntades, muestra clemencia y se niega a abrir el cementerio o a que el cura asista a la familia. La muerte del Putero, además, facilitará que, por las muchas deudas que este contrajo en vida, la familia de Atilana se vea abocada a la miseria y al hambre. 

Villaveza se nos presenta como un escenario que tiene mucho de tributo a esos clásicos del mundo rural como Los santos inocentes o La familia de Pascual Duarte. La descripción que Elvira hace del pueblo y de su entorno no es excesivamente detallada, pero los personajes tienen tal poder que pasan por encima. Y es que ellos son lo importante, porque a través de lo que sienten, de lo que hacen, de cómo interactúan, de sus miedos, de sus odios, de sus secretos más inconfesables se va levantando un paisaje único pero muy reconocible. Quizá porque en este país nuestro hemos tenido pruebas suficientes de que en los pueblos más pequeños pueden suceder los horrores más grandes. Que en ellos los odios y las deudas pasan de generación en generación. Garibalda y Atilana lo hacen con sus propios hijos, alimentándoles con él, incluso inculcándoselo a golpes. 

Y, como suele suceder, el resto de vecinos se mueve al son de quien lleva la batuta. Garibalda, aunque temida y detestada, cuenta con el apoyo de aquellos a los que esquilma porque, realmente, no les queda otra. Estar a bien con ella es ganar en tranquilidad, por eso obedecen incluso las órdenes que no da. Cada vez más enferma, más obesa y más cruel, inútil para el cariño o la compasión, hasta sus hijos la temen tanto como la detestan. Y eso es algo que tiene en común con Atilana, capaz de consentir la aberración más espantosa con una hija para salvar a un hijo. Es curiosa la fijación que tienen las dos con uno de sus hijos, aunque jamás demuestren ni un ápice de amor maternal

En los dos años por los que transcurre la novela se irán desgranando recuerdos, hechos del pasado, momentos concretos. También iremos conociendo a los diferentes habitantes, a los hijos de las dos antagonistas, al único empleado de Atilana, Fernando Vacas, que llegó para cobrarse una deuda y se quedó por algo que sabe imposible. Las ansias de escapar de allí van germinando en los hijos, que miran más allá de las montañas a pesar del miedo. Alguno se echa a la espalda la responsabilidad de ganar un dinero que mantenga a su familia aunque eso le suponga embarcarse a una guerra tan lejana como desconocida. 

En algunos momentos Elvira nos hace cómplices de la historia que nos cuenta, como si ese narrador omnisciente que nos pone todo ante los ojos nos quisiera sumergir en Villaveza. Nos incluye en su mirada. usando frases como "no la habíamos visto hasta ahora". Espectadores de excepción, sin duda.

La sombra de la tierra me ha supuesto una feliz y fascinante sorpresa. No solo por lo que cuenta sino por cómo lo cuenta Elvira Mínguez. Ha sabido mantenerme en vilo hasta el final, un final que puede serlo...o no, eso cada lector lo va a decidir, aunque no es un final abierto, y me ha atrapado en esa tela de araña de sentimientos, rencores, deseos de muerte, miseria, deudas por pagar que no son solo económicas y herencias que dejan llagas en el alma de por vida. Solo puedo recomendarla y que os dejéis llevar. Encontraréis a la Taya, enlutada y ciega, sentada a la entrada del pueblo y seguro que puede desvelaros muchas cosas, aunque puede que su silencio sea lo que más os inquiete.


lunes, 27 de febrero de 2023

ASALTO A SAN LUIS de Rafael Sáchez Cobo

 

Es bastante alentador descubrir como, de un tiempo a esta parte, se escuchan cada vez más voces que ponen el valor el papel de España en América. Que obvian la tan manida y falaz leyenda negra para sacar a la luz hechos y lugares que al común de los mortales ni les suenan y, lo que es más triste, ni les interesa. Ni siquiera en la asignatura de Historia, que ha quedado reducida a algo anecdótico (no sea que conozcamos nuestro pasado y empecemos a sentirnos orgullosos, qué horror) se enseña que casi el setenta por ciento de los actuales Estados Unidos fueron anteriormente españoles y que en las ciudades, misiones y fuertes que se fundaron hubo muchos momentos y hechos que merecen ser recordados. En el último Certamen de Novela Histórica de Úbeda tuve la feliz ocasión de presentar a Santi Mazarro y su última novela, El fuerte de La Florida, y, en nuestra charla, comentamos cómo los hechos que se narran en ella aún son conmemorados en la localidad de San Agustín, en Florida. Y con gran orgullo.

En la novela que hoy os traigo, Asalto a San Luis, de Rafael Sánchez Cobo, se recrea otro hecho fundamental y tan desconocido como apasionante: el ataque inglés, el 26 de mayo de 1780, al fuerte de San Luis, en la Luisiana española, en represalia por el apoyo que los españoles estaban prestando a la revolución levantada en las colonias contra Inglaterra. Apoyo que, como no, también ha sido ninguneado y olvidado, pero sin el cual la independencia de los Estados Unidos, seguramente, hubiese tomado otro rumbo. La apuesta de la editorial Pàmies por este momento histórico sigue siendo sólida.

SAN LUIS DE LOS ILINOISES

A finales de 1779, Miguel de Cerezo, hijo de familia noble, pone a su familia en un serio aprieto por culpa de un lío de faldas con una joven que ya se hallaba comprometida. Dándose cuenta su padre de que jamás va a hacer carrera del joven si no consigue enderezarle, opta por la solución más tajante: gracias a la mediación de su amigo, José de Gálvez, Miguel partirá a Nueva Orleans para ponerse bajo las órdenes del sobrino de este, Bernardo de Gálvez, y unirse al ejército español allí. Tras llegar allí en enero de 1780, Miguel se aburre soberanamente. No le gusta el modo de vida de la ciudad y apenas tiene nada que hacer, pero mantiene sus disipadas costumbres acudiendo a casas de señoritas y viviendo a su aire. Gracias a sus correrías por la ciudad conocerá a Panocha, un chiquillo espabilado y pelirrojo que le enseñará a moverse por las calles como en el salón de su casa. Y también a un oficial francés, Maillet, con quien trabará una buena amistad.

Cuando a Bernardo de Gálvez le llegan noticias de los planes de Inglaterra para atacar Nueva Orleans y por la deuda de honor que tiene con la familia de Miguel, decide enviar a este a San Luis para mantenerle lo más lejos posible del conflicto. Paralelamente, el general inglés Haldimad junto con el capitán Sinclair están organizando un plan para atacar precisamente San Luis, para lo que cuentan con la ayuda de Ducharme, un francés que conoce bien aquella ciudad, y de Dyami, un indio que ha prometido su ayuda, la de sus hombres y las de otras tribus amigas para participar en el ataque.

Miguel, tras llegar a San Luis, detesta la ciudad aún más que a Nueva Orleans: es más pequeña y apenas tiene diversiones o entretenimientos. Necesita un motivo como sea para volver y, si es posible, regresar a España. Pero un primer ataque de los ingleses a la ciudad hará que tenga que ponerse a trabajar en su defensa y a participar en la feroz lucha que se desencadena. Desde ese momento Miguel deberá pelear por su vida y por evitar que los ingleses se hagan con la plaza.

Desde el primer momento me gustó la manera en que el autor va desarrollando los hechos. En los primeros capítulos conoceremos a un Miguel tarambana, caprichoso y egoísta por el que no vamos a sentir ninguna simpatía. De hecho no cree que su "exilio" a Nueva Orleans sea por su responsabilidad, sino que culpa a Inés, la joven a la que sedujo, de todos sus males. El arranque de la novela es trepidante, con una escena de batalla intensa y contada con brío, manteniendo al lector muy cerca del protagonista y de la acción, consiguiendo que, como lector, sientas el miedo y la tensión. Igual va a suceder con el resto de escenas bélicas, que hay unas cuantas: son muy reales y, en ocasiones, crudas, pero son necesarias. 

Lo que se marcan muy bien son las diferencias entre cómo luchan los europeos y los indios y también el diferente trato que a estos se les dispensa: mientras los ingleses los desprecian y los consideran inferiores incluso cuando son sus aliados, los españoles conviven con ellos normalmente en sus ciudades sin demasiados problemas y manteniendo un respeto mutuo. Y algo que Rafael ha hecho muy bien es perfilar el cambio en la personalidad de Miguel de Cerezo, de cómo siendo un calavera al que no le importa nada, las circunstancias que le toca vivir le hacen madurar y tomar conciencia de lo que es la responsabilidad, el honor y la lealtad.

A partir de hechos históricos ciertos, el autor sabe mover muy bien sus fichas y colocar a los personajes ficticios perfectamente, sin que tengamos la sensación en ningún momento de que están ahí de forma forzada. Los diálogos son naturales, los sentimientos que se muestran son creíbles y la evolución de Miguel es verosímil y lógica. La realidad le da una bofetada y eso hace que cambie su percepción de la vida. Es evidente que el autor ha debido manejar una gran cantidad de información para armar la novela, pero no se limita a hacer una exposición de los hechos, sino que cuenta lo que sucedió mezclando muy bien ficción y realidad, de modo que el resultado es creíble y homogéneo, con buen ritmo y manteniendo el interés hasta el último momento.

Para todos los que amáis la novela histórica, Asalto a San Luis os va a gustar. Seguro. Quizá os haga interesaros por una época apasionante y poco conocida en la que España seguía siendo un gran imperio al que temer. Y, personalmente, ha sido una alegría encontrarme con el gran Bernardo de Gálvez, al que en Estados Unidos veneran como un auténtico héroe y aquí y ahora pocos somos los que le rendimos homenaje. Si queréis saber qué fue de los defensores de San Luis y el resultado de aquella batalla, no dejéis de leerla. Y luego me contáis, por favor.

lunes, 13 de febrero de 2023

TIEMPO DE SILENCIO de Luis Martín Santos

 

Seguro que lo he comentado en más de una ocasión: hay novelas, textos o relatos que me encanta releer. Incluso algunos muy a menudo, como los relatos de Julio Cortázar, algunas novelas de Delibes o el maravilloso e hilarante El florido pensil, dedicado a la educación que se daba a los niños en los años de la posguerra. Un día me tengo que animar y hablaros sobre él, porque es una auténtica joya. Pero hoy no, hoy quiero recuperar un libro que leí por primera vez cuando cursaba COU y que me impactó muchísimo. A veces no es buena idea recuperar las lecturas que en día te marcaron, porque puede que el tiempo no haya pasado en balde y que tú mismo tampoco seas el mismo, pero releí hace poco Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos, para hablar de él en el programa de Onda Madrid Esto es otra Historia, en el que tengo el placer de colaborar. Y volví a quedarme sin palabras. Qué complejo, qué intenso, qué historia tan dura a veces y qué manera de narrar tan especial, tan diferente.

Luis Martín Santos es una rara avis en el mundo literario, porque con solo una novela, esta que hoy os traigo, logró que se considerase, incluso a fecha de hoy, como una de las cien mejores novelas del siglo XX. Es una pena que Martín Santos muriese tan joven, con apenas 39 años, en un terrible accidente de coche. Tenía varias novelas inacabadas, aunque anteriormente sus textos eran conocidos en el mundo de la medicina, ya que, como psiquiatra, había publicado varios libros, trabajos y ponencias dedicados, principalmente, al estudio del alcoholismo y la esquizofrenia. Esto lo hizo en los quince años que fue director del Psiquiátrico Provincial de Guipuzcoa. A principios de los años 50 se trasladó a Madrid y trabó amistad con autores como Sánchez Ferlosio e Ignacio Aldecoa, conociendo el ambiente de renovación que se estaba viviendo en el mundo de la novela. En 1962 publicó Tiempo de silencio, que ya en su día supuso una auténtica revolución, aunque la censura eliminó unas cuantas (por decirlo de algún modo) páginas. Aunque en 1980 se editó una segunda edición con algunos de los añadidos que faltaban, no es hasta 2017 cuando sale al mercado la tercera edición en la que sí están ya todas las partes y todos los textos que la censura eliminó.

"¿NO ES MEJOR QUE LOS MUERTOS SE ACOSTUMBREN A ESTAR MUERTOS?"

Tiempo de silencio, como os decía, es la única novela terminada de Luis Martín Santos. A primera vista es una novela lineal, con los habituales planteamiento, nudo y desenlace, pero cuando estamos dentro vamos a descubrir un universo muy especial, un modo de narrar único. Aparentemente es una trama poco interesante en la que se cuenta la historia de Pedro, un investigador médico que experimenta con ratones para encontrar una posible cura para un tipo de cáncer hereditario. Pedro no es de familia pudiente, pertenece a la clase media y es un antihéroe absoluto. Apocado, sin demasiada vida social. Su contrapunto es su amigo Matías, que sí es de clase alta. La novela transcurre en Madrid, a finales de los años 40. La situación general en la que vive es casi de absoluta pobreza, como sucede a su alrededor tanto en lo económico como en lo social, y esa falta de medios es la que le impide avanzar en sus investigaciones, porque los ratones que utiliza apenas se reproducen. 

Amador, su ayudante de laboratorio, intentando ayudarle, le había entregado varios ejemplares a un pariente suyo, el Muecas, un tipo que busca sobrevivir como sea, y él si logra criarlos con éxito en su paupérrima chabola. Pedro se los compra y, gracias a ello, entablan una cierta confianza. Y eso hará que, poco después, el Muecas acuda a Pedro cuando su hija mayor, Florita, se esté desangrando por un aborto que le han practicado en casa. A pesar de todos sus esfuerzos, Florita muere. Es una escena terrible y durísima en su realismo, con olores y sonidos tan detallados (cómo describe el raspar de los instrumentos médicos en el útero de la chica...) que ponen la piel de gallina. Esa muerte le va a traer problemas a Pedro con la policía, pero la declaración de la madre de Florita, que declara a su favor, consigue que quede libre. A pesar de ello, aquí comienza la bajada a los infiernos de Pedro.

Todo transcurre en los suburbios de Madrid, lo que convierte a esta novela en un referente del realismo, que estaba muy dañado por el costumbrismo que marcaba la censura como prioritario. Luis Martín Santos optó por presentar en Tiempo de silencio un desafío creativo. Primero, renunciando a una estructura formal en la novela; de hecho no tiene capítulos, son 63 escenas o secuencias sin título alguno. Y después con un estilo que se alejaba mucho del vigente en el momento y optó por una original mezcla de géneros que incluía algunas notas de las vanguardias literarias. Curiosamente no hay alusiones políticas de ningún tipo, ni siquiera a la situación que se estaba viviendo en España y Madrid en aquel momento.

Siempre he dicho que no creo que Tiempo de silencio sea una lectura para todo el mundo. A veces es excesivamente grandilocuente, casi rozando el barroquismo en sus frases. Y reconozco que todo es un poco excesivo en la novela: abunda la subordinación, la repetición de sonidos, las hipérboles... pero también hay mucha ironía, una acidez constante que empapa muchos de sus párrafos. Además alterna el narrador omnisciente con el punto de vista de algunos personajes, pero sin un orden concreto. No, no es una lectura fácil, pero una vez que estás dentro te absorbe por completo, especialmente cuando, después de algunos párrafos demoledores o más complicados te sorprende con reflexiones que rayan lo poético, como cuando define a las chabolas como "soberbios alcázares de la miseria". Curiosamente, en muchas de ellas, reconocemos preocupaciones muy actuales. Hay cosas que no cambian nunca, al parecer. 

Si nunca habéis leído Tiempo de silencio, animaos a hacerlo. No va a ser un camino sencillo, pero os aseguro que os va a sorprender. Quizá no os guste, quizá os resulte excesiva. Pero nadie puede negarle a Luis Martín Santos su originalidad, su valentía y un modo de narrar que, hoy día, sigue siendo un referente y un ejemplo. Eran aquellos tiempos de silencio, sí. Démosles voz.

viernes, 27 de enero de 2023

LO QUE LA PRIMAVERA HACE CON LOS CEREZOS de Marta Robles

 Me gusta mucho leer ensayo. Sobre todo los históricos, los que aportan nuevas luces en terrenos de sombras o nos descubren hechos que han pasado desapercibidos, y los biográficos, porque me encanta conocer lo que hay detrás de una imagen pública, sea buena o mala. Me enamoré del género cuando, en Bachillerato, tuvimos que leer Una hora de España, de Azorín, una auténtica maravilla que siempre recomiendo y que nos sumerge por completo en el siglo XVI español a través de algunos de sus más importantes protagonistas. Bellísimo. Desde entonces no he dejado de acercarme al ensayo en cuanto he tenido ocasión (de hecho, ahora mismo tengo dos en rampa de salida de los que os contaré cositas muy pronto), me supone una especie de bálsamo entre novela y novela de ficción, sea histórica o no.

En Pasiones carnales, Marta Robles ya nos descubrió esos secretos de alcoba y pasión de reyes y personajes encumbrados que pudieron llegar a hacerles tomar determinadas decisiones. O a no tomarlas, que también tiene su aquel. Y os reconozco que me lo pasé pipa descorriendo velos y mirando por la cerradura para enterarme de montones de cosas, a cual más curiosa. Siguiendo esta línea llega ahora Lo que la primavera hace con los cerezos, un nuevo libro en el que son los artistas y creadores quienes se ponen en primera línea. Marta nos va a contar, de un modo absolutamente cercano, lo que el amor o el desamor es capaz de empujar a la creación artística en todas sus facetas. Hay tantas historias y tanto por contar... sin embargo la lectura vuela. Una vez que empiezas a leer te das cuenta de que necesitas saber más y, en muchos momentos, nos asombraremos, nos emocionaremos e, incluso, se nos erizará la piel  al conocer algunas biografías. Pasad, dejad que os los presente.

"LA VERDADERA DESGRACIA ES NO SABER AMAR" - ALBERT CAMUS

A lo largo de algo más de quinientas páginas, que se leen en un suspiro, Marta Robles nos lleva a conocer de primera mano las vidas, a veces tumultuosas, a veces trágicas, a veces insanas, de creadores de diferentes disciplinas artísticas. Pasarán delante de nuestros ojos escritores, músicos, pintores, fotógrafos, cineastas... y en su devenir vital serán, como veremos, fundamentales sus relaciones amorosas, algunas realmente sorprendentes o inesperadas, pero todas con un factor común: elevaron y potenciaron su capacidad creativa. Lo que la primavera hace con los cerezos habla de amor, sí, pero también de desamor, de abandono, de la pérdida, de pasión, de sexo y cómo todo ello lleva a la genialidad como artista y, en ocasiones, a la destrucción como ser humano. 

Dividido en capítulos marcados por una característica concreta (los donjuanes, los atormentados, los promiscuos, los maniáticos, los misóginos...) vamos a caminar junto a sus protagonistas, a sentir su amor y su dolor, sus obsesiones, sus manías, sus pulsiones, sus diferentes maneras de amar y hasta de desenamorarse para volver a amar. Como si el amor o la pérdida de este y lo que nos hace sentir fuese el catalizador de la inspiración, la luz que marca el camino de la genialidad

"Hay tantos amores como miradas", nos dijo Marta Robles en el encuentro que mantuvimos con ella en el Club de Lectura LL. Si ya los mortales comunes somos únicos en lo que sentimos y en lo que vivimos, quien goza de un talento privilegiado con más motivo. Pero el amor nos iguala, porque es la gran emoción que nos hace humanos por encima de todo. Cada uno vivimos el amor y todos sus derivados (las rupturas, el desamor, los "ni contigo ni con ti", las ausencias y hasta la pérdida definitiva) de una manera única y especial y en este libro somos testigos de ello a través de grandes protagonistas de la historia.

Estamos ante un ensayo profundamente literario en el que, para cada personaje, Marta recrea una escena, una situación, un pedacito de su vida para, a continuación, seguir desarrollándolo sacándole todo el jugo, por decirlo de alguna manera. Y lo hace de forma muy ágil y realmente entretenida, sabe mantener el interés y la intensidad incluso con las vidas que nos resultan menos conocidas. En el encuentro que os mencionaba, nos dijo también que con este libro pretendía rebatir a Freud, que ponía al sexo en el centro de la faceta creadora, y darle mucha más importancia a Voltaire, que aboga por el amor en ese impulso, ya que este engloba cuerpo, cerebro y corazón. 

A medida que vamos leyendo nos sentimos espectadores privilegiados y también cómplices de lo que Marta nos cuenta: las escenas ficcionadas sirven para conseguir que nos veamos allí, al lado de quienes las protagonizan, que nos sintamos dentro de la situación y, a continuación, dentro de sus vidas. Reconozco que este modo de "teatralizar" me gana por completo porque me crea una necesidad, una curiosidad inmensa por saber a dónde me va a llevar y, por suerte, lo que viene a continuación es siempre apasionante.

Desde Lope de Vega a Henry Miller, Quevedo, Lewis Carroll o Jardiel Poncela pasando por Frida Khalo, Caravaggio, Anne Perry o Picasso entre otros conforman la galería de creadores ante los que vamos pasando, como cuadros en una exposición única pero con la gran ventaja de que, quien nos los explica, sabe bien de lo que habla y mantiene nuestra atención sin dificultad. Este ensayo sirve también para que sepamos diferenciar al genio del hombre o la mujer que lo alberga. Muchos de los retratados en Lo que la primavera hace con los cerezos son, como poco, moralmente reprobables. O carne de presidio, a veces. Pero sus obras no lo son: brillan y seguirán brillando porque son inmortales, hermosas, únicas y universales. Una de las reivindicaciones de este ensayo es precisamente esa: que la personalidad del creador o el dolor que pudo causar, aunque nos resulte difícil de digerir, no puede empañar su obra. Que Picasso fuese un maltratador ¿hace al Guernica peor cuadro? ¿O son menos hermosos los poemas de Lope por ser un mujeriego irredento? Ratifico esta intención de Marta Robles: que ni lo políticamente correcto que está tan de moda (y que a veces roza lo ridículo) ni el dichoso presentismo nos haga borrar textos, ni esconder los cuadros, ni dejar de ver ciertas películas. El arte está por encima de todo eso, dejemos de mirar todo con los ojos del hoy y de ciertas corrientes que rozan la intransigencia, no nos convirtamos en jueces de lo que estamos incapacitados para juzgar. 

Vuelvo a repetiros que yo me lo he pasado realmente bien leyendo este libro. Que ha aprendido muchas cosas que no conocía y me ha creado una gran curiosidad por conocer más de muchos de los protagonistas que pasan por sus páginas y de otros que no están. Creo firmemente que ese es el éxito de este nuevo libro de Marta Robles: que nos crea la necesidad de saber y nos hace plantearnos más de una pregunta. Y que hasta alguien que ha perdido la fe en el amor romántico, como yo, acabe creyendo que sí, que es cierto, que el amor, que amar a alguien hace florecer. Como la primavera hace con los cerezos. Lo dijo Pablo Neruda, el gran poeta, incontestable como tal, pero que fue capaz de repudiar a una hija por nacer con hidrocefalia y desentenderse de ella y de su madre. Da para pensar, ¿a que sí?


lunes, 23 de enero de 2023

UNA MALDITA CASUALIDAD de Pedro Conde García (DESCUBRIENDO NUEVOS AUTORES)

 ¿Recordáis aquella película, basada en el libro de Daniel Handler, llamada Una serie de catastróficas desdichas? Pues algo así es lo que me ha pasado con la lectura de esta novela. A ver, que no es que haya sufrido los males del infierno por leerla, ni muchísimo menos. Es que el ejemplar físico se convirtió, por sí mismo, en un misterio: pérdidas, desapariciones y hasta un verano quirúrgico de por medio. Suena críptico, ¿verdad? Pues yo os explico. Hace meses el autor de la novela me contactó por si me apetecía leerlo y reseñarlo y, aunque no lo haga habitualmente, me llamó la atención el resumen. Además venía avalado por haber sido finalista del concurso de novela negra de Editorial Tegra y habiendo misterio y muertos por medio ya se me alegra el humor y me apetece. Pedro Conde tuvo el detalle de enviármelo dedicado y lo coloqué en "rampa de salida" para ponerme con él una vez acabadas las lecturas que ya tenía programadas. Primera desdicha: me gusta siempre llevar lectura en mis periplos por el transporte público y empecé a meterlo cada día en el bolso cuando le llegó el turno; una tarde, al ir a sacarlo en el trayecto de vuelta a casa, no estaba. En qué momento lo extravié o si me lo dejé en algún sitio, ni idea. Vaya añito llevo de perder libros dedicados, que os lo digan a mis compis del club de lectura lo que me pasó en plena Feria del Libro con el de Juan Pedro Cosano.

Como me daba una vergüenza horrible confesárselo al autor (lo hago ahora con el mismo dolor de corazón), decidí encargarlo, comprarlo y seguir leyendo, porque la historia me había enganchado. Tardé un poco en recogerlo, porque andaba de pruebas médicas, y tan feliz me lo llevé a casa para seguir con él. Pero ya estábamos en pleno verano. En agosto, cuando me operaron, (nada grave, por suerte), con las curas, los puntos y los paseos al cirujano lo dejé triste y solito en la mesilla. Y desapareció. Con tanto lío no me di cuenta hasta que ya pude mover el brazo bien para sujetarlo y no lo encontré. Resumiendo: mi hija, al limpiar la habitación, lo metió en uno de los cajones de la cómoda y ni se acordaba. Allí lo hallé, con la alegría de quien descubre el Santo Grial. Y por fin ¡¡POR FIN!! pude acabarlo y venir a contaros lo bien que me lo he pasado con su lectura. 

Una novela negra y policiaca, con personajes diferentes, con una trama enrevesada que no sabes por dónde te va a salir y con un final inesperado. De esas que te dejan el regusto de "no me lo puedo creer", pero que es algo que podría pasar perfectamente. Pasad y poneos cómodos.

NO DEJES QUE LA REALIDAD TE ESTROPEE UNA BUENA NOTICIA

El comisario Benítez, con treinta años de policía a sus espaldas y tras un año de excedencia, es puesto al mando de la investigación de unos extraños secuestros que llevan teniendo lugar desde hace tiempo, todas con el mismo modo de actuar: los asaltantes entran en casas de parejas acomodadas, los drogan y se llevan a la mujer, que acaba despertando fuera de casa y sin saber qué ha ocurrido. Se habla de que han sido violadas, pero ninguna puede dar un testimonio fiable. Las víctimas no tienen relación unas con otras y su colaboración con la policía es caótica: las que quieren colaborar, apenas puede aportar nada, muchas ni siquiera quieren hablar y la que sí podría decir algo coherente se ha acogido a la protección jurídica para no hacerlo. 

Paralelamente se produce el asesinato de Alejandro Arespacochaga, una muerte brutal y excesivamente cruel de un hombre vinculado con la ingeniería militar y con muchos y poderosos contactos en Hispanoamérica. Esto hace que el capitán Gómez Patiño se erija como portavoz del Ministerio de Defensa y trate, por su lado, de averiguar más sobre lo sucedido. 

Mientras tanto, la prensa está haciendo su agosto. Las teorías sobre los secuestros que tienen a Madrid en vilo son cada vez más peregrinas y sensacionalistas y la muerte de Arespacochaga se intenta tapar en un marasmo de nuevas noticias de la crónica negra. 

Muchas son las piezas que maneja Pedro Conde en esta novela que, como lector, no aciertas a saber encajar. ¿Qué tienen que ver los secuestros de las mujeres, en los que no se pide rescate ni hay ninguna contrapartida, con la muerte de un vendedor de armas?¿Y qué tiene que ver en todo este entramado Juan Viñas, un hombre inteligente y triunfador, empeñado en una cruzada a favor de las personas con síndrome de Down después de que su hijo Jaime naciese con ese "cromosoma maldito"? ¿O su amigo Jesús Zamacola, que tiene la misión de despedirle de la empresa que Viñas levantó años atrás?

Conde hace una crítica feroz a los medios de comunicación y a cómo devoran, mastican y olvidan con la misma celeridad hechos atroces. Los mismos medios capaces de opinar de todo, aunque no tengan apenas formación ni información. Mientras que la muerte de Arespacochaga interesa taparla por los negocios que mantenía y por la paralela guerra sucia que se está llevando a cabo contra el terrorismo islámico, los secuestros y posibles violaciones de mujeres pueblan los programas en los que prima el morbo y el amarillismo.

Benítez, que ha pasado una de las peores etapas de su vida personal, se encuentra al mando de la investigación de los secuestros de forma inesperada. Es perro viejo y, a pesar del año de excedencia, sigue manteniendo su olfato; sus superiores buscan una nueva mirada al caso, estancando en cuanto a pruebas y testimonios. Junto con su subordinado, Paco Jiménez, tiran de experiencia e intuición para ir dándole una nueva visión a las pocas pruebas y a los escasos testimonios. Ambos se conocen bien, son también amigos. Me ha gustado ir conociendo sus historias personales, duras y similares, y la relación que mantienen, en la que con pocas palabras o una simple referencia a algo se entienden perfectamente. No van a rendirse, aunque se van encontrando piedras cada vez más grandes en el camino.

El capitán Gómez Patiño, un militar experimentado, resolutivo y al que no le tiembla el pulso a la hora de tomar decisiones, sabe también que tiene entre manos un asunto que les puede estallar en la cara con el asesinato de Arespacochaga, de ahí su interés en silenciarlo de cara a la opinión pública. Va a usar todos los recursos, incluso las puertas traseras necesarias, para conseguir saber la verdad. El perfil del capitán, frío profesionalmente pero con una vida familiar que le gusta cuidar, es de lo más interesante y está muy bien desarrollado.

La trama más extraña, por decirlo de algún modo, es la que protagonizan Jesús Zamacola y Juan Viñas, amigos de siempre y durante muchos años que, últimamente, se han distanciado algo. Jesús tiene que cumplir una misión laboral que no le hace ninguna gracia, pero que también considera necesaria, y Juan parece haberse embarcado en un proyecto personal que cada vez le absorbe más. Él y su mujer han conseguido que Jaime, su hijo, a pesar de ser síndrome de Down, haya tenido una vida intensa y razonablemente feliz, pero están convencidos, con la razón de los iluminados, de que las personas afectadas por ese síndrome pueden ser inteligentes, capaces, útiles y capaces de lo que sea. Jaime, a pesar de sus limitaciones y ya adulto, es listo, irónico y buen conversador, pero a veces su sonrisa parece esconder muchas cosas.

Como os decía antes, me ha gustado leer Una maldita casualidad. Si tengo que ponerle un pero, aunque es muy pequeño, es que en algunos diálogos me ha dado la sensación de que me faltaba información. Los protagonistas hablan de cosas que ellos saben pero no el lector, como referencias al pasado o, en el caso de los policías, a otros casos en los que trabajaron. Supongo que el autor quería darles esa naturalidad que hay en todos. Nunca son diálogos impostados, son los que podríamos escuchar o compartir nosotros mismos. El ritmo también es muy ágil, con capítulos cortos y pasando, a través de los apellidos de los protagonistas, a las diferentes visiones y tramas. Y os aseguro que la resolución y cómo están imbricadas todas las tramas os va a sorprender. Casi nunca las casualidades existen. ¿O quizá sí?



martes, 10 de enero de 2023

EL LOBO DE WHITECHAPEL de I. Biggi

 

Que la fascinación por los asesinos en serie o especialmente sanguinarios existe, es un hecho incontestable. No hay más que ver la repercusión que ha tenido en estos últimos meses la serie dedicada a alguien tan atroz como Jeffrey Dahmer (incluso se dijo que se estaba "blanqueando" su figura) o los cientos de cartas que reciben en prisión algunos de los criminales más aterradores, tanto de admiradoras como de fieles seguidores. Es algo que nunca he entendido, pero allá cada cual con sus filias y sus fobias. Por mi parte, sí reconozco que, de siempre, he sentido un interés especial por la figura de Jack el Destripador. Supongo que el hecho de que, a fecha de hoy, se siga sin conocer su identidad acrecienta ese interés. He leído infinidad de teorías y muchos libros que tratan el tema y es curiosa la cantidad de posibilidades que se ponen sobre la mesa.

En El lobo de Whitechapel, Biggi nos pone detrás de los ojos del famoso criminal, nos hace caminar por las miserables y frías calles del barrio de Whitechapel y esboza una teoría propia sobre quién era y por qué lo hacía. Una novela que he disfrutado mucho, aunque algunos capítulos quizá no tanto (ahora os cuento), y que tiene una ambientación brutal de la época, de aquellas calles y de lo que se vivía en ellas. También me ha gustado el contraste con la parte más conocida y bulliciosa de la ciudad, para la que Whitechapel era poco menos que un pozo negro, y la crítica hacia la policía y los políticos que en el aquel momento se enfrentaron a los crímenes. Venid y abrigaos, que allí hace bastante frío.

DESDE EL INFIERNO

Año 1888. El gran Inperio Británico decae y su capital, Londres, es el mejor ejemplo. La división de la sociedad es patente y las familias acomodadas del rico West End se mantienen lo más lejos posible del East End, un barrio oscuro, marginal, abarrotado de personas que viven en la más absoluta miseria y en el que la prostitución por un pedazo de pan o las reyertas por tener un sitio donde dormir están a la orden del día. Peligroso y conflictivo, pocos son los que se atreven a cruzar sus calles cuando cae la noche. Allí, un asesino aprovecha el amparo de la oscuridad para asesinar prostitutas de un modo cruel y el terror comienza a extenderse por toda la ciudad. Paralelamente, en Roma, la cercanía de la muerte del papa León XIII está provocando muchos movimientos para intentar conseguir posicionarse de cara a un futuro cónclave. Monseñor Patrizi, tan ambicioso como visionario, tiene un plan para lograr infiltrarse en la iglesia anglicana y, desde allí, hacerlo también en Norteamérica. Pero ese plan tiene un inconveniente: monseñor Galimberti, su rival más acerado, que parece postularse en primer lugar como sucesor del León XIII. El asesino de Whitechapel, que va aumentando la brutalidad en cada crimen, puede trastocar los planes de monseñor Patrizi y no solo eso: puede poner en jaque el futuro de la cristiandad. 

Un planteamiento curioso, ¿verdad? He de confesaros que, cuando llegué al primer capítulo de la trama de Roma me resultó un poco chocante. Venía de las calles de Whitechapel, de su niebla pegajosa, de la tensión y la sangre y, de pronto, me encontraba en pleno Vaticano y en medio de las maquinaciones no ya de colocarse como posible sucesor de un papa moribundo, sino de atacar a la iglesia anglicana desde su misma línea de flotación. Y no entendía nada, la verdad. Supongo que a muchos lectores les pasará lo mismo, pero os anticipo que todo tiene su explicación y, al final, las dos tramas se descubren perfectamente entrelazadas. También os confieso que, como lectora, me quedo con la de Whitechapel, por todo lo que I. Biggi nos hace sentir y por ese punto de escalofrío que hay en cada página.

Me parece un acierto que haya algunas partes de la narración que nos lleven directamente a convivir con el asesino, un tipo frío, sin alma, que se va sumergiendo cada vez más en una vorágine de sangre y muerte. Biggi ha centrado la novela en las cinco muertes conocidas como "canónicas" de Jack el Destripador: Polly Nichols, Annie Chapman, Elizabeth Stride, Catherine Eddowes y Mari Jane Kelly y va desgranando la investigación policial, encabezada por el inspector Abberline, así como todos los movimientos políticos en las altas esferas, sobrepasados por el terror que se iba instalando en todos los rincones de la ciudad. 

Como os decía antes, lo más notable de la novela, en mi opinión, es la fabulosa recreación de que el autor hace del barrio de Whitechapel. El frío, la niebla y la humedad nos calan hasta los huesos y casi es fácil sentir el hambre y la desesperación de quienes lo habitan. Aquellos que se hacinan en sótanos helados para pasar la noche y para quienes hacer una comida al día es casi una quimera. La oscuridad en las calles es el mejor refugio de quien busca víctimas. La sensación de peligro constante en la que nos sumerge resulta inquietante y muy real. También contribuye a ello el ritmo narrativo, que te mantiene en tensión, por mucho que sepamos quienes son las víctimas y cómo van a morir. Los movimientos de la policía, la investigación, los posibles sospechosos (Biggi introduce con inteligencia a quienes se los consideró así, empezando por los judíos y los carniceros), la presión de los políticos... todo contribuye a esa gran olla a presión en la que se convirtió Londres.

También es verdad que, cuando nos lleva a la trama de Roma, me ha sacado de contexto de golpe y eso consiguió, al principio, hasta enfadarme, porque quería volver al East End y seguir los pasos del asesino. A medida que esta trama va creciendo (aunque no es tan extensa y detallada como la de Londres) también crecía mi interés porque no era capaz de intuir a dónde quería llevarnos Biggi con ella. Todo acaba teniendo una explicación, es verdad, y esa explicación forma parte de la teoría acerca de la personalidad del Destripador, pero es lo que menos me ha gustado de la novela a pesar de su innegable originalidad.

El lobo de Whitechapel, para concluir, es una estupenda novela que, seguro, da para volver a posicionarnos en alguna de las muchas especulaciones sobre quién fue Jack el Destripador, cuántas sus víctimas y por qué dejo de matar sin más. O quizá no, pero eso ya os lo dejo a vosotros. A mí me ha regalado varios días de lectura apasionantes y me ha encantado viajar a la época y a todo lo que sucedió en aquellos callejones sucios, malolientes y húmedos en los que cualquier cosa podía ocurrir. La caza de un asesino que escapó sin castigo y que, aún hoy, tiende su sombra en las esquinas de Whitechapel.