lunes, 27 de febrero de 2023

ASALTO A SAN LUIS de Rafael Sáchez Cobo

 

Es bastante alentador descubrir como, de un tiempo a esta parte, se escuchan cada vez más voces que ponen el valor el papel de España en América. Que obvian la tan manida y falaz leyenda negra para sacar a la luz hechos y lugares que al común de los mortales ni les suenan y, lo que es más triste, ni les interesa. Ni siquiera en la asignatura de Historia, que ha quedado reducida a algo anecdótico (no sea que conozcamos nuestro pasado y empecemos a sentirnos orgullosos, qué horror) se enseña que casi el setenta por ciento de los actuales Estados Unidos fueron anteriormente españoles y que en las ciudades, misiones y fuertes que se fundaron hubo muchos momentos y hechos que merecen ser recordados. En el último Certamen de Novela Histórica de Úbeda tuve la feliz ocasión de presentar a Santi Mazarro y su última novela, El fuerte de La Florida, y, en nuestra charla, comentamos cómo los hechos que se narran en ella aún son conmemorados en la localidad de San Agustín, en Florida. Y con gran orgullo.

En la novela que hoy os traigo, Asalto a San Luis, de Rafael Sánchez Cobo, se recrea otro hecho fundamental y tan desconocido como apasionante: el ataque inglés, el 26 de mayo de 1780, al fuerte de San Luis, en la Luisiana española, en represalia por el apoyo que los españoles estaban prestando a la revolución levantada en las colonias contra Inglaterra. Apoyo que, como no, también ha sido ninguneado y olvidado, pero sin el cual la independencia de los Estados Unidos, seguramente, hubiese tomado otro rumbo. La apuesta de la editorial Pàmies por este momento histórico sigue siendo sólida.

SAN LUIS DE LOS ILINOISES

A finales de 1779, Miguel de Cerezo, hijo de familia noble, pone a su familia en un serio aprieto por culpa de un lío de faldas con una joven que ya se hallaba comprometida. Dándose cuenta su padre de que jamás va a hacer carrera del joven si no consigue enderezarle, opta por la solución más tajante: gracias a la mediación de su amigo, José de Gálvez, Miguel partirá a Nueva Orleans para ponerse bajo las órdenes del sobrino de este, Bernardo de Gálvez, y unirse al ejército español allí. Tras llegar allí en enero de 1780, Miguel se aburre soberanamente. No le gusta el modo de vida de la ciudad y apenas tiene nada que hacer, pero mantiene sus disipadas costumbres acudiendo a casas de señoritas y viviendo a su aire. Gracias a sus correrías por la ciudad conocerá a Panocha, un chiquillo espabilado y pelirrojo que le enseñará a moverse por las calles como en el salón de su casa. Y también a un oficial francés, Maillet, con quien trabará una buena amistad.

Cuando a Bernardo de Gálvez le llegan noticias de los planes de Inglaterra para atacar Nueva Orleans y por la deuda de honor que tiene con la familia de Miguel, decide enviar a este a San Luis para mantenerle lo más lejos posible del conflicto. Paralelamente, el general inglés Haldimad junto con el capitán Sinclair están organizando un plan para atacar precisamente San Luis, para lo que cuentan con la ayuda de Ducharme, un francés que conoce bien aquella ciudad, y de Dyami, un indio que ha prometido su ayuda, la de sus hombres y las de otras tribus amigas para participar en el ataque.

Miguel, tras llegar a San Luis, detesta la ciudad aún más que a Nueva Orleans: es más pequeña y apenas tiene diversiones o entretenimientos. Necesita un motivo como sea para volver y, si es posible, regresar a España. Pero un primer ataque de los ingleses a la ciudad hará que tenga que ponerse a trabajar en su defensa y a participar en la feroz lucha que se desencadena. Desde ese momento Miguel deberá pelear por su vida y por evitar que los ingleses se hagan con la plaza.

Desde el primer momento me gustó la manera en que el autor va desarrollando los hechos. En los primeros capítulos conoceremos a un Miguel tarambana, caprichoso y egoísta por el que no vamos a sentir ninguna simpatía. De hecho no cree que su "exilio" a Nueva Orleans sea por su responsabilidad, sino que culpa a Inés, la joven a la que sedujo, de todos sus males. El arranque de la novela es trepidante, con una escena de batalla intensa y contada con brío, manteniendo al lector muy cerca del protagonista y de la acción, consiguiendo que, como lector, sientas el miedo y la tensión. Igual va a suceder con el resto de escenas bélicas, que hay unas cuantas: son muy reales y, en ocasiones, crudas, pero son necesarias. 

Lo que se marcan muy bien son las diferencias entre cómo luchan los europeos y los indios y también el diferente trato que a estos se les dispensa: mientras los ingleses los desprecian y los consideran inferiores incluso cuando son sus aliados, los españoles conviven con ellos normalmente en sus ciudades sin demasiados problemas y manteniendo un respeto mutuo. Y algo que Rafael ha hecho muy bien es perfilar el cambio en la personalidad de Miguel de Cerezo, de cómo siendo un calavera al que no le importa nada, las circunstancias que le toca vivir le hacen madurar y tomar conciencia de lo que es la responsabilidad, el honor y la lealtad.

A partir de hechos históricos ciertos, el autor sabe mover muy bien sus fichas y colocar a los personajes ficticios perfectamente, sin que tengamos la sensación en ningún momento de que están ahí de forma forzada. Los diálogos son naturales, los sentimientos que se muestran son creíbles y la evolución de Miguel es verosímil y lógica. La realidad le da una bofetada y eso hace que cambie su percepción de la vida. Es evidente que el autor ha debido manejar una gran cantidad de información para armar la novela, pero no se limita a hacer una exposición de los hechos, sino que cuenta lo que sucedió mezclando muy bien ficción y realidad, de modo que el resultado es creíble y homogéneo, con buen ritmo y manteniendo el interés hasta el último momento.

Para todos los que amáis la novela histórica, Asalto a San Luis os va a gustar. Seguro. Quizá os haga interesaros por una época apasionante y poco conocida en la que España seguía siendo un gran imperio al que temer. Y, personalmente, ha sido una alegría encontrarme con el gran Bernardo de Gálvez, al que en Estados Unidos veneran como un auténtico héroe y aquí y ahora pocos somos los que le rendimos homenaje. Si queréis saber qué fue de los defensores de San Luis y el resultado de aquella batalla, no dejéis de leerla. Y luego me contáis, por favor.

lunes, 13 de febrero de 2023

TIEMPO DE SILENCIO de Luis Martín Santos

 

Seguro que lo he comentado en más de una ocasión: hay novelas, textos o relatos que me encanta releer. Incluso algunos muy a menudo, como los relatos de Julio Cortázar, algunas novelas de Delibes o el maravilloso e hilarante El florido pensil, dedicado a la educación que se daba a los niños en los años de la posguerra. Un día me tengo que animar y hablaros sobre él, porque es una auténtica joya. Pero hoy no, hoy quiero recuperar un libro que leí por primera vez cuando cursaba COU y que me impactó muchísimo. A veces no es buena idea recuperar las lecturas que en día te marcaron, porque puede que el tiempo no haya pasado en balde y que tú mismo tampoco seas el mismo, pero releí hace poco Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos, para hablar de él en el programa de Onda Madrid Esto es otra Historia, en el que tengo el placer de colaborar. Y volví a quedarme sin palabras. Qué complejo, qué intenso, qué historia tan dura a veces y qué manera de narrar tan especial, tan diferente.

Luis Martín Santos es una rara avis en el mundo literario, porque con solo una novela, esta que hoy os traigo, logró que se considerase, incluso a fecha de hoy, como una de las cien mejores novelas del siglo XX. Es una pena que Martín Santos muriese tan joven, con apenas 39 años, en un terrible accidente de coche. Tenía varias novelas inacabadas, aunque anteriormente sus textos eran conocidos en el mundo de la medicina, ya que, como psiquiatra, había publicado varios libros, trabajos y ponencias dedicados, principalmente, al estudio del alcoholismo y la esquizofrenia. Esto lo hizo en los quince años que fue director del Psiquiátrico Provincial de Guipuzcoa. A principios de los años 50 se trasladó a Madrid y trabó amistad con autores como Sánchez Ferlosio e Ignacio Aldecoa, conociendo el ambiente de renovación que se estaba viviendo en el mundo de la novela. En 1962 publicó Tiempo de silencio, que ya en su día supuso una auténtica revolución, aunque la censura eliminó unas cuantas (por decirlo de algún modo) páginas. Aunque en 1980 se editó una segunda edición con algunos de los añadidos que faltaban, no es hasta 2017 cuando sale al mercado la tercera edición en la que sí están ya todas las partes y todos los textos que la censura eliminó.

"¿NO ES MEJOR QUE LOS MUERTOS SE ACOSTUMBREN A ESTAR MUERTOS?"

Tiempo de silencio, como os decía, es la única novela terminada de Luis Martín Santos. A primera vista es una novela lineal, con los habituales planteamiento, nudo y desenlace, pero cuando estamos dentro vamos a descubrir un universo muy especial, un modo de narrar único. Aparentemente es una trama poco interesante en la que se cuenta la historia de Pedro, un investigador médico que experimenta con ratones para encontrar una posible cura para un tipo de cáncer hereditario. Pedro no es de familia pudiente, pertenece a la clase media y es un antihéroe absoluto. Apocado, sin demasiada vida social. Su contrapunto es su amigo Matías, que sí es de clase alta. La novela transcurre en Madrid, a finales de los años 40. La situación general en la que vive es casi de absoluta pobreza, como sucede a su alrededor tanto en lo económico como en lo social, y esa falta de medios es la que le impide avanzar en sus investigaciones, porque los ratones que utiliza apenas se reproducen. 

Amador, su ayudante de laboratorio, intentando ayudarle, le había entregado varios ejemplares a un pariente suyo, el Muecas, un tipo que busca sobrevivir como sea, y él si logra criarlos con éxito en su paupérrima chabola. Pedro se los compra y, gracias a ello, entablan una cierta confianza. Y eso hará que, poco después, el Muecas acuda a Pedro cuando su hija mayor, Florita, se esté desangrando por un aborto que le han practicado en casa. A pesar de todos sus esfuerzos, Florita muere. Es una escena terrible y durísima en su realismo, con olores y sonidos tan detallados (cómo describe el raspar de los instrumentos médicos en el útero de la chica...) que ponen la piel de gallina. Esa muerte le va a traer problemas a Pedro con la policía, pero la declaración de la madre de Florita, que declara a su favor, consigue que quede libre. A pesar de ello, aquí comienza la bajada a los infiernos de Pedro.

Todo transcurre en los suburbios de Madrid, lo que convierte a esta novela en un referente del realismo, que estaba muy dañado por el costumbrismo que marcaba la censura como prioritario. Luis Martín Santos optó por presentar en Tiempo de silencio un desafío creativo. Primero, renunciando a una estructura formal en la novela; de hecho no tiene capítulos, son 63 escenas o secuencias sin título alguno. Y después con un estilo que se alejaba mucho del vigente en el momento y optó por una original mezcla de géneros que incluía algunas notas de las vanguardias literarias. Curiosamente no hay alusiones políticas de ningún tipo, ni siquiera a la situación que se estaba viviendo en España y Madrid en aquel momento.

Siempre he dicho que no creo que Tiempo de silencio sea una lectura para todo el mundo. A veces es excesivamente grandilocuente, casi rozando el barroquismo en sus frases. Y reconozco que todo es un poco excesivo en la novela: abunda la subordinación, la repetición de sonidos, las hipérboles... pero también hay mucha ironía, una acidez constante que empapa muchos de sus párrafos. Además alterna el narrador omnisciente con el punto de vista de algunos personajes, pero sin un orden concreto. No, no es una lectura fácil, pero una vez que estás dentro te absorbe por completo, especialmente cuando, después de algunos párrafos demoledores o más complicados te sorprende con reflexiones que rayan lo poético, como cuando define a las chabolas como "soberbios alcázares de la miseria". Curiosamente, en muchas de ellas, reconocemos preocupaciones muy actuales. Hay cosas que no cambian nunca, al parecer. 

Si nunca habéis leído Tiempo de silencio, animaos a hacerlo. No va a ser un camino sencillo, pero os aseguro que os va a sorprender. Quizá no os guste, quizá os resulte excesiva. Pero nadie puede negarle a Luis Martín Santos su originalidad, su valentía y un modo de narrar que, hoy día, sigue siendo un referente y un ejemplo. Eran aquellos tiempos de silencio, sí. Démosles voz.