martes, 22 de noviembre de 2022

LAS DAMAS DE LA TELARAÑA de Nieves Muñoz



Cuando leí Las batallas silenciadas, la primera novela de Nieves Muñoz, lo primero que me sorprendió fue su ritmo narrativo, relamente ágil y que marcaba perfectamente la intensidad de cada escena. Me gustó descubrir el otro lado de una guerra tan cruel y descagarradora como resultó ser la I Guerra Mundial y verlo desde el punto de vista de las enfermeras que estaban allí, casi en primera línea, tratando de salvar vidas con Irene Curie a la cabeza. Era una novela que, a pesar de todo, trataba de transmitir esperanza y en la que se mostraban fuerzas y debilidades tanto de vencedores como de vencidos. Sí que es verdad que, cuando la comentamos en el podcast del Certamen de Novela Histórica de Úbeda, coincidimos en que había una parte de ella que no nos terminaba de cuadrar, aquella que tocaba el tema de la magia, aunque la autora tuvo la gentileza de explicarnos los motivos. 

Ahora, en Las damas de la telaraña, ese aspecto vuelve a aparecer, pero, quizá porque ya estaba preparada, no me ha resultado tan extraño esta vez. Creo que la historia que nos narra Nieves en esta novela tiene fuerza suficiente para que, si hay algo que no te convence demasiado, quede cubierto por ella. A mí me ha servido para asentarla como autora de novela histórica y para disfrutar de unos personajes que acaban por quedarse contigo, además de meterme por completo en una trama que lleva un crescendo fantástico desde los primeros capítulos. 

"ESTÁBAMOS ENVUELTOS EN ALGODÓN, EN HILOS DE SEDA, EN TELAS DE ARAÑA" ANAÏS NIN

Claudine y Niní son dos amigas inseparables a pesar de su diferente clase social. Las dos tienen un sueño: convertirse en la bailarina principal de la Ópera Garnier de París, pero el destino se confabula contra ellas. Niní pertenece a una buena familia y vive en un buen barrio parisino, pero Claudine malvive en Montmartre con su madre, que, en su día, fue prostituta de lujo. Al menos cuenta con el amor de Adrien y la amistan incondicional de Alain, sus refugios en los días malos y para evitar el peligro de las bandas que se han adueñado de las calles. Sus sueños acaban por romperse y sus caminos se separarán. Claudine se queda en París, pero le va a tocar vivir una auténtica pesadilla. Niní viajará a Togolandia, una antigua colonia alemana en África, lugar en el que va a sufrir lo indecible, pero reaparecerá como una mujer nueva en un hospital de Zurich.

El hilo que las une es mucho más fuerte de lo que pueden pensar. Y seguirán unidas a pesar de que acaben convirtiéndose en algo de lo que siempre quisieron huir: una vendiendo su cuerpo y la otra intentando conseguir los secretos del Imperio en medio de una guerra que empieza a despedazar Europa. Estamos en los albores de la I Guerra Mundial, en una época en la que aún las colonias en África eran una realidad. Vamos a conocer el París más luminoso y también el de los barrios más obreros y asistiremos al desastre que se avecina y que va a consumir buena parte del continente. Pero seremos testigos, sobre todo, de una historia profundamente humana con unos protagonistas capaces de quedarse en el corazón del lector.


 
Las damas de la telaraña es una novela dura, que en muchos capítulos va a conseguir estremecernos. No solo por las historias humanas que contiene, sino porque se nos desgrana el devenir de Alemania a nivel político y social, con las consecuencias que pocos años después tendría para Europa. Hay escenas difícilmente olvidables, que hacen sufrir, que se clavan en el alma. Pero también es una hermosa historia de amistad y lealtad con unos personajes que van creciendo y cambiando a lo largo de la novela, que resultan profundamente humanos, con defectos y virtudes. Junto a los personajes ficticios aparecen otros reales que, actualmente, nos resultan perfectos desconocidos pero que en su momento tuvieron gran importancia, como Rodrigo de Saavedra, diplomatico español de la embajada de España en Bruselas, cuya labor durante la ocupación alemana en Bélgica fue decisiva para salvar muchas vidas, o Edith Cavell, una enfermera británica que cobijó en su hospital de Bruselas a soldados tanto ingleses como alemanes y franceses. También me ha resultado apasionante conocer la red de espionaje de La Dama Blanca, integrada en su mayoría por mujeres.

La acción abarca casi veinte años. Las vidas de Claudine, Niní, Alain y Adrien se van intercalado con la convulsa situación europea y una guerra atroz que llenó el continente de muerte, hambre y pobreza. El estilo narrativo de Nieves, muy cuidado, es capaz de transmitir los sentimientos más nobles y también la crueldad y la crudeza cuando es necesario. Nos ha dejado una hermosa historia de amistad y superviviencia, en la que brillan con luz propia las ganas de vivir de sus protagonistas, de luchar por tener  un día más. La vida en los hospitales también pasa ante nuestros ojos (Nieves es enfermera y sabe de lo que habla) y resulta curioso saber que en Bélgica servían, además, como apoyo a las redes de espionaje, sobre todo por la coincidencia de soldados de diferentes nacionalidades,

Con Las damas de la telaraña, Nieves Muñoz da un salto adelante en su escritura con una novela intensa, dura y real en la que brillan de forma especial sus protagonistas. Quizá esos detallitos de magia ancestral, como en la novela anterior, sean los que menos me convencen, pero Nieves los pone con un propósito muy concreto que, creo, cada lector debe interpretar y valorar. Os recomiendo su lectura, sé que os va a convencer.

jueves, 17 de noviembre de 2022

COVA DONNICA, de Yeyo Balbás

Cuando hablo (o me hablan) de la batalla de Covadonga, no puedo evitar acordarme de mi hermana. Ella, tan poco amante de la Historia, a la que le costaba un mundo aprenderse nombres, fechas, guerras, personajes y todo lo que la asignatura conllevaba, siempre cuenta que sí hubo una cosa que se le grabó a fuego: la frase de uno de sus profesores que les dijo que "la victoria de don Pelayo en Covadonga no fue más que una mera escaramuza". De ahí en adelante no recordaba gran cosa. Es brillante en todo lo que hace, así que ya le voy cubriendo yo los huecos en la materia. Sobre la afirmación del profesor habría mucho que hablar. A estas alturas hay quien niega la mayor y asegura que la batalla de Covadonga no existió, quienes aseguran que militarmente no tuvo ninguna importancia, aunque supusiera el inicio de una rebelíon mayor, y quienes lo elevan a los altares como hito fundamental de la historia de España. ¿Mi opinión? Estoy convencida de que tal batalla existió y que, aunque militarmente no supusiera una gran y rotunda victoria para los astures, sí que abrió camino para seguir empujando, por decirlo de modo coloquial.

Cova Donnica, de Yeyo Balbás, la novela que hoy os traigo, ha sido la ganadora del XI Premio Ciudad de Úbeda de Novela Histórica y se entregó el galardón a su autor a principios de octubre, en el marco del certamen. Allí nos explicó que esta novela puede considerarse la continuación de una anterior suya, El reino imposible, aunque es independiente y como tal puede leerse. Yo desconocía este dato cuando la leí y lo cierto es que no he echado nada en falta ni me ha cojeado por ninguna parte. 

"AUNQUE FUERAIS TRECE VECES TRECE, YO NO ESTARÍA SOLO" - RODRIGO DÍAZ DE VIVAR

Han pasado seis años desde el desembarco de los musulmanes en la península. Corre el año 717 y el nuevo gobernador de al-Ándalus, Al-Hurr, está dispuesto a aniquilar los últimos y escasos focos de resistiencia visigoda. Bajo la despiadada tutela de Opas, el obispo de Toledo que traicionó a don Rodrigo, los principales linajes de lo que fue el reino visigodo han de enviar  rehenes a Córduba. El hijo del duque de Cantabria, Fruela, acude allí para garantizar la lealtad de su gente, pero su verdadero propósito es encontrarse con Pelayo, un noble astur, antiguo espatario del rey Rodrigo, y entregarle una carta que desencadenará una rebelión en las montañas del norte.

A su vez, en el otro lado del Mediterráneo, el imperio bizantino lucha por su supervivencia frente al mayor ejército sarraceno conocido. Mil ochocientas naves de guerra avanzan hacia Constantinopla y nada parece poder detenerlos.

Así, a priori, y leído solo el resumen, puede parecer que Yeyo Balbás está tocando momentos históricos diferentes y que nada tienen que ver uno con otro. Pero no es así, aunque en ocasiones nos parezca que la historia de las diferentes culturas o imperios van por separado. En el mismo momento histórico en que se luchaba en Covadonga, Constantinopla también lo hacía para evitar ser conquistada por los musulmanes. Existe (y creo que esa es la intención del autor) un claro paralelismo entre ambos hechos: victorias conseguidas ante un mismo enemigo más grande, más poderoso y mejor armado que supusieron un cambio, un punto de inflexión.

He de decir que, abstraída como me encontraba en la lectura de los hechos más nuestros, en la península, los saltos hacia lo que estaba ocurriendo en Constantinopla me sacaban un poco de sitio. Quería que transcurrieran rápido para volver aquí. Solo avanzando en la trama me di cuenta del motivo por el que Yeyo los intercalaba. De todas maneras, la novela trata mucho más ampliamente lo que sucede en los restos de la Hispania visigoda que en los del otro lado del Mediterráneo.

Personalmente, creo que es un acierto colocar a Fruela como protagonista. Es un personaje que te gana por completo, con todas sus virtudes y también con todos sus defectos. Seguir sus pasos es  sumergirte en una ambientación perfecta: se puede sentir el frío de las montañas del norte, el mismo que atraviesa el cuerpo de Fruela. El barro, la soledad, la falta de alimento... También resulta fascinante el dibujo que Yeyo Balbás hace de un imperio visigodo en ruinas, completamente devastado, con pueblos que ya son solo cascotes o un recuerdo, con la población mermada o prisionera y con los nobles y autoridades religiosas vendidos al mejor postor: los nuevos "amos" árabes que les conceden privilegios a cambio de traicionar a los suyos. Ese paisaje de mundo venido abajo me ha encantado, porque además se centra no en las grandes decisiones políticas ni en lo que ocurría en los focos de poder, sino que lo hace en la vida cotidiana, en cómo vivía la gente de a pie: sus casas, sus necesidades, sus penurias, sus familias. Todo eso consigue que te transportes allí y te empapes por completo.

También es un acierto haber dotado a los personajes de una humanidad absoluta. No todo es negro o blanco, hay una enorme gama de grises. Sus reacciones son las lógicas en el momento que les tocaba vivir. El ejemplo de Fruela es, quizá, el mejor. Vamos a conocer sus certezas, sus miedos, su valor, su lealtad, sus dudas, pero también su capacidad para amar, la ternura con la que trata a su hija, su deseo de proteger a su familia por encima de todo. Los protagonistas de Cova Donnica no son estatuas colocadas en un desfiladero como recuerdo de lo que fueron: son de carne y hueso, casi podemos escucharles.

Hay escenas de batallas relamente impactantes. No se trata de las grandes batallas que tendrían lugar años después, en campo abierto y con ejércitos más grandes, pero sí tienen importancia para lo que sucederá posteriormente en Covadonga. No hay nada del romanticismo de la guerra en ellas: hay sangre, hay vísceras, hay miedo, hay dolor. El autor no se recrea en ellas, pero sí nos las muestra con toda su crudeza. 

Si aún no la habéis leído, haceos con Cova Donnica y dejaos llevar. Puede que hayan pasado mil doscientos años de aquellos hechos, pero gracias a lo que ocurrió entonces hoy estamos aquí y somos lo que somos. Al magen de discusiones sobre la certeza o no (insisto en que yo sí estoy convencida) de lo que llevó a la batalla y de cómo se desarrolló esta, lo cierto es que fue lo suficientemente importante para que la Historia se girase y comenzase a llevar otro rumbo. Como le dijo Sebastián Copons a Íñigo en la novela de El capitán Alatriste: "Ve y cuenta lo que fuimos". En mi opinión, eso es lo que ha hecho Yeyo Balbás en esta novela. Disfrutadla.


lunes, 14 de noviembre de 2022

BALVANERA de Francisco Narla

Entre los muchos libros que abarrotan las estanterías de mi casa, tengo un especial cariño a los que me han dedicado sus autores, porque los siento más míos si cabe. Y de los que tengo dedicados, hay un hueco hecho en mi corazoncito para los de Francisco Narla, porque a sus palabras y su firma siempre añade un dibujo único que vas viendo nacer y crecer ante tus ojos, mientras él te habla o compartes detalles de la lectura con él. Conocí la literatura de Narla cuando, hace años, mi amiga Espe movió hilos para que el propio autor me mandase su libro firmado. Era Assur y me enamoré de su manera de escribir, del protagonista, ese héroe hispano que venció a los vikingos, y sobre todo de Furco, el perro que lo acompaña y que, creo, se acabó conviertiendo en la mascota deseada de todos los que leímos la novela.

En Balvanera, Francisco Narla nos traslada al siglo XVI, al Yucatán, en Nueva España, en un momento histórico en que la conquista estaba casi empezando, y con Europa en medio del conflicto entre la Reforma y la Contrarreforma. Y lo hace con una novela que lleva por subtítulo La puta beata, el fraile descreído, el indio cojo y el hideputa honrado, que ya es toda una declaración de intenciones. Supongo que la primera pregunta que todos nos hacemos cuando leemos la portada es cómo llegan a coincidir esos cuatro personajes y por qué. Pues embarquémonos en Balvanera, que va a haber muchas sorpresas.

UN PLAN, UNA NAO Y EL ROBO DEL PALO DE TINTE

Su madre era puta y su padre, inglés y aún sabiendo que el apellido era lo que conseguía hacerte vivir sin hambre, Camacho estaba empeñado en llevar una vida honrada y ganarse el pan. A pesar de ello, el destino se empeñó en mandar todos sus planes al carajo. Pero allí, en Nueva España, en el Yucatán, las bodegas de la Balvanera se están llenando con la mercancía más valiosa del momento: el palo de tinte. Y Camacho junto con tres peculiares compañeros, trama un plan para hacerse con parte de lo que guarda la nao, que prontó partirá para Sevilla.

¿Y cómo llegó Camacho a semejante tesitura, si su vida era la de un trabajador incansable y honrado? Los infaustos hados del destino quisieron que, cuando ya había ahorrado lo suficiente para emprender su propio negocio, una traición le hizo perder el dinero y los buenos pensamientos. Ya solo le queda la vida de la que siempre había tratado de escapar, visto su origen: robar y delinquir. Pero en su nueva faceta no va a estar solo: van a acompañarle Catalina, una puta beata, Gundemaro, un fraile franciscano más partidario de los burdeles que de las capillas, y un indio cojo que no pronuncia palabra. Entre todos maquinarán un plan que, si sale bien, puede sacarles de pobres para una buena temporada: robar en la nao Balvanera, que está cargada hasta los topes de palo de tinte. Este preciado material sirve para teñir los paños de negro y es muy apreciado en España, donde se pagan fortunas por él. La idea es arriesgada y tiene pocas posibilidades de salir bien, pero ¿quién sabe?

Camacho, el protagonista, es un ejemplo de la sociedad de la época: si no se era hidalgo, resultaba muy complicado abrirse camino. Tanto él como sus compañeros de "aventuras" y el resto de personajes que van apareciendo en la novela están maravillosamente dibujados y definidos. Son reales, están vivos y son profundamente humanos, con sus virtudes y defectos. Y lo mismo sucede con la ambientación de aquel Yucatán, con sus lluvias que parecían torrentes, su clima (tan diferente al español), los paisajes... es profundamente sensorial, porque casi pueden sentirse los olores, el calor, la humedad. Incluso degustar su gastronomía. 

En muchos momentos, la novela me ha parecido un homenaje, no sé si buscado o no, a la mejor novela pìcaresca española, en la que los que nada tienen buscan las vueltas y los medios para conseguir lo que necesitan. Pero también hay interesantes reflexiones acerca de la diferencia de clases y lo mucho que condicionaba tu nacimiento a la hora de caminar por la vida. Gundemaro, el fraile, le sirve al autor para tocar, sin profundizar en exceso y sin hacer un ensayo sobre el tema, un tema un tanto espinoso: el continuo enfrentamiento entre dominicos y franciscanos sobre el derecho que España tenía para la conquista y, sobre todo, el modo de hacerla.

Sus casi 700 páginas son una inmersión total en el tiempo y en el espacio, pero no es una novela que permita la lectura rápida. Francisco Narla utiliza un lenguaje cuidado, casi preciosista, que a muchos les puede obligar a tirar de dicionario, pero que a mí me ha fascinado y me ha permitido una lectura pausada, disfrutando de cada capítulo y de una historia original y muy brillante. Hasta me ha sacado más de una sonrisa; el sentido del humor es tan necesario como el drama o la tensión en una novela de este tipo. Si tengo que ponerle un pero, es que, en ocasiones, el ritmo se ralentiza y "rompe", de alguna manera la acción.

Merece mucho la pena unirse a la cuadrilla de Camacho y sus compañeros y descubrir qué era aquel palo de tinte que tanto se valoraba entonces. En la España de los Austrias, vestir de negro era signo de poderío y de buena posición y aquí vamos a descubrir bastantes curiosidades sobre el tema. Estamos ante una magnífica y sorprendente novela que no os va a dejar indiferentes, seguro. No la dejéis escapar, que la Balvanera partirá pronto.