lunes, 27 de octubre de 2025

XIV EDICIÓN DEL CERTAMEN INTERNACIONAL DE NOVELA HISTÓRICA DE ÚBEDA

 Ha pasado una semana desde que el certamen acabó y aún me dura la morriña, no lo puedo evitar. Siempre digo que volver a Úbeda cada mes de octubre me supone un chute de felicidad y los días allí, aunque acaben siendo un constante no parar para intentar estar en todo, son de mis favoritos del año. Esta vez, además, y en eso hemos coincidido muchos de los que hemos estado, ha sido especialmente brillante. No sabría dar una explicación concreta, es más una sensación. Sí, ha habido más autores que nunca, especialmente gracias a la editorial Istoría, que "desembarcó" para presentarse como sello y avanzarnos buena parte de los lanzamientos para el próximo año (y ponernos los dientes muy largos); también ha habido fantásticas recreaciones con tres temáticas muy diferentes y diferentes actividades en centros educativos. Y sí, también ha habido noches en La Beltraneja, con mojitos, risas y salseos, conversaciones con autores y compañeros de podcast, charlas apasionantes y, en general, bastante público asistiendo a estas, salvo alguna excepción por tema de hora o por coincidir con firmas o recreaciones. ¿La respuesta? No creo que haya sido por un solo motivo, pero había un ambiente alegre, relajado y cómplice, donde todo fluyó de maravilla.

De esto la mayor parte de "culpa" la tiene la organización que, como siempre, ha hecho un trabajo espectacular. Desde su director, Pablo Lozano, que siempre digo que parece dotado del don de la ubicuidad y la capacidad de no dormir, pendiente de todo no solo estos días, sino todo el año, hasta el resto de los que aportan con su buen hacer y su compromiso, como Pedro Pablo Uceda, mi compi de podcast, voz de la calle y recientemente bautizado vicedirector en la última emisión, Sebastián Lozano, Luis Foronda, Jesús Delgado o la incombustible Begoña, que se lleva el trabajo más complicado y también el más ingrato como es el de la logística del alojamiento y comidas de todos los invitados. Recreadores (entre los que destaco a la incondicional Alma y al omnipresente José Mora), voluntarios, los trabajadores de SEMER que hacen las mejores visitas guiadas de la ciudad, los de los hoteles en los que estamos alojados... todo funciona como una maquinaria bien engrasada en la que nos subimos y disfrutamos.


En esta edición, viajé a Úbeda el jueves 16 de octubre con mis amigas Belén y Ana, ya asiduas del certamen.  Esa misma tarde, en la librería Libros Prohibidos, presenté la novela Por bruja y hechicera junto a su autora Francine Zapater, basada en la caza de brujas real que sucedió en Tarrassa en el siglo XVII. Ya se respiraba el ambiente de las grandes citas y la librería prácticamente se llenó para escuchar a Francine, que nos fascinó contándonos detalles de lo ocurrido en su ciudad natal.

El viernes 17 era el comienzo de los días grandes del certamen. Durante la mañana fueron llegando muchos de los invitados y, como de costumbre, es maravilloso irte encontrando con ellos. Llueven los abrazos, los reencuentros y las "puestas al día"...pero también llovió literalmente. En plena sobremesa una inesperada tormenta cayó con fuerza sobre Úbeda y empapó los puestos aún sin terminar de montar de los libreros, que nos acompañan en el patio del hotel Palacio de Úbeda. Pablo Lozano tuvo que hacer un esfuerzo ímprobo para evitar que se mojase la gran cantidad de libros que esperaban a ser expuestos y, aunque parecía que aquello iba a acabar en desastre, al final solo se echaron a perder 46. No es un consuelo, porque eso cae en las espaldas y la economía de los libreros, pero podría haber sido mucho peor. Por ese motivo hubo que retrasar la apertura y la venta de libros hasta el sábado por la mañana y trasladar las firmas de los autores a una sala del hotel.


Ya el viernes por la tarde se sucedieron las presentaciones: primero le toco el turno a Enrique Lacárcel y su novela El ocaso del príncipe, basado en la tormentosa vida del músico Carlo Gesualdo; después (y aquí me tocó correr, ya que me coincidieron las dos presentaciones seguidas en dos escenarios diferentes) el joven autor Daniel Ortiz nos habló de La sombra de Agamenón, que despertó mucho interés entre los presentes. Blas Malo y Teo Palacios completaron la tarde con La decisión del César y La canción de Hands antes de que, como colofón a la primera jornada, se entregase el premio Cerros de Úbeda a Julio Alejandre por La Armada de Dios. Julio se mostró encantado y feliz, levantado su premio como el de la Champions League.

El sábado, bien temprano, le tocaba a Sebastián Roa, que cumplió con la tradición ya instaurada de llevar churros para los presentes. Su novela, La estirpe del águila, llegaba como primicia, ya que aún no ha sido publicada. Después Sandra Parente y Las máscaras de Julia, que nos trasladó a la Roma de Augusto, y Luz Gabás (qué regalo fue poder presentarla) con su Corazón de oro, que nos hizo vivir la epopeya de la fiebre del oro a mediados del siglo XIX en California. La mañana se redondeó con El siglo del milagro, de Rodrigo Costoya, siempre poniendo pasión en lo que hace, El asesinato de Aristóteles, de Marcos Chicot y la entrega a un felicísimo Fabián Plaza del premio Ciudad de Úbeda por su novela Pero el fénix vuela.

Tras la comida en el precioso patio del Palacio Vela de los Cobos, con corrillos, más saludos y buenas noticias, la tarde brilló con las presentaciones de Juan Luis Gomar y su Una canción de mar, Carla Montero con La dama de la niebla, Carlos Serrano llevándonos a la llegada de los vikingos a Sevilla con El mudo y la daga, Matthew Harffy (con un fabuloso dominio del español) y su Tiempo de espadas y la presentación, a lo grande, de Istoría, con la presencia de Francisco Narla, Daniel Corpas, Alfonso Solís, Juan Torres Zalba, Gabriel Castelló y Jesús Herrero, bajo la batuta de Roger Domingo, su director editorial. El magnífico cierre a la jornada del sábado lo puso la entrega del premio Ivanhoe a Ildefonso Falcones como reconocimiento a toda su trayectoria, un Falcones que se mostró muy cercano con todos quienes acudimos a saludarle.

El domingo, última jornada del certamen, nos trajo a César Vidal Gil (y su saquito de churros calentitos, como no podía ser de otra manera) con Viaje al corazón de un Dios, a José Zoilo, ya incondicional del certamen, con Hijos de la luna y a Christian Gálvez (qué fácil me lo puso y qué bien comunica) con Te he llamado por tu nombre, emocionando a muchos de los presentes, en el Palacio Vela de los Cobos. Ya en el Hotel Palacio de Úbeda, María Reig nos habló de Sonó un violín en París, Espido Freire charló con Pedro Pablo Uceda de diferentes aspectos del aniversario de Jane Austin y del mundo editorial actual y, como colofón, Verónica García Amat  nos trasladó al siglo XIV con Yo, templario.

Como veis, temáticas y momentos históricos muy variados y enfoques diferentes para un género que se sigue reinventando y mantiene su tendencia al alza. Las recreaciones, con amplia participación de público pasándoselo en grande, estuvieron dedicadas a La Magia del Baile en la obra de Jane Austin y, para ello, se celebraron dos pases de un baile de la época de la regencia dirigido por Espido Freire. También se homenajeó la figura de Juana de Arco, incluyendo su juicio y su ejecución en la hoguera, y las calles se llenaron con los gritos del no a la guerra del Despertar pacifista en Estados Unidos durante la Guerra de Vietnam. Ver a David Yagüe, José Zoilo, David Gómez y Penélope Acero junto al resto de recreadores con pelucas y aspecto hippie fue impagable, al igual que asistir a los encendidos discursos del propio David Yagüe y Francine Zapater en la causa contra Juana de Arco y descubrir a esta última, toda pizpireta, en el baile de regencia.

Con semejante despliegue, qué difícil es quedarse con algo especial o concreto, ¿verdad? He disfrutado cada minuto y las cinco presentaciones que tuve el placer de realizar fueron un auténtico regalo. Me quedo también con las charlas con escritores y amigos, como la de la cena del sábado con Carlos Serrano. Cuánto aprendo de todas y cada una. Me quedo con el cariño de los fieles oyentes del podcast que cada año vienen a compartir el certamen con nosotros, como José, de Valencia, siempre con su mujer y siempre tan entregado a todo lo que se vive allí; y Manuela y Manuel, de Valdepeñas, que este año sumaban la dificultad de la reciente operación de cadera de Manuel, pero allí estaba, con su andador, como un campeón (Manuela, mil gracias por tu libro y por la dedicatoria). Este año, además, se han sumado amigos de Madrid que ya llevan metido el gusanillo de Úbeda en las venas y que, seguro, repetirán, de Mallorca, de Barcelona... ha sido fabuloso verlos a todos.

Para terminar, me gustaría agradecer al Hotel Álvar Fáñez por su acogida, siempre cálida: es genial volver allí, al igual que al hermosísimo Palacio Vela de los Cobos, donde se nos recibe cada año con los brazos abiertos, al igual que en el Hotel Palacio de Úbeda. En nada se convocará de nuevo el Premio Ciudad de Úbeda y la rueda volverá a girar, descontando los días para regresar a la ciudad que ya considero mi segunda casa. Gracias, un año más, por hacerme tan feliz.