lunes, 24 de febrero de 2025

TE HE LLAMADO POR TU NOMBRE de Christian Gálvez

 

Lo comentaba con Eva, del blog La historia en mis libros, en el podcast del Certamen de Novela Histórica de Úbeda: hay que ser muy valiente para publicar un libro como este en los tiempos que corren. Lo podéis escuchar aquí. Pero vamos por partes, que me estoy anticipando mucho. Lo cierto es que me enamoré de la portada y de la ficha de la editorial cuando se anunció su publicación. Y debo confesar que, a pesar de todo el éxito que el autor había tenido con novelas anteriores, nunca había leído nada suyo, así que llegué a la lectura de Te he llamado por tu nombre con mis expectativas totalmente en blanco, algo que siempre me provoca aún más curiosidad por lo que me voy a encontrar. Siempre he sentido una profunda fascinación por la figura de Jesús de Nazaret y soy creyente, aunque no me prodigue en la asistencia a la iglesia. Soy de la opinión que cada cual vive sus creencias como quiere, aunque no comulgo con el relativismo cultural ni con que haya que respetar todas las creencias, especialmente las que tienen que ver con acabar con la vida de quienes no son de su cuerda o someten a mujeres a aberraciones sin límite. 

Tras leer este libro, me reitero en lo que os decía al principio: que valiente ha sido Christian Gálvez y que novela tan increíble le ha salido. Da igual si sois cristianos, agnósticos, ateos o gentiles, es una gran historia acerca de los años posteriores a la muerte de Jesús y también una historia sobre la fe, especialmente la fe del protagonista y su evolución, magníficamente contada. Nos vamos, pues, al siglo I, a Jerusalén, a conocer a Jacob.

"AQUEL QUE TIENE FE, NUNCA ESTARÁ SOLO" - THOMAS CARLYLE

Jacob, un niño de apenas nueve años, hijo del jefe de los zelotes, es testigo de la crucifixión y muerte de Jesús de Nazaret en la cruz. El pequeño le conocía y le admiraba profundamente y aquellas horas se le marcaron a fuego en el alma. Pero han pasado ya cuarenta años de aquel día. Jerusalén está asediada por las tropas romanas, comandadas por Tito Flavio Vespasiano, los judíos se han dividido en facciones muy radicalizadas y la población vive aterrada con la posibilidad de un baño de sangre en la ciudad. El tiempo de Jesús, de sus mensajes de paz y sus milagros parecen haber caído en el olvido. A esa Jerusalén llega Lucas, discípulo de Pablo de Tarso, para tratar de encontrar a Jacob y recoger su testimonio respecto a lo que vivió junto a Jesús.

Pero Jacob ya no es aquel niño. El tiempo transcurrido ha hecho que se convierta en un hombre descreído y lleno de amargura que casi reniega de su pasado. Ha sido formado e instruido por los zelotes en el arte de la guerra y sabe que se prepara un brutal enfrentamiento con los romanos. Sin embargo, la llegada de Lucas removerá algo en su interior y se verá abocado a decidir si camina con las armas junto a su padre o se embarca en la misión de salvar uno de los textos más importantes de la humanidad.

La novela se articula en dos líneas temporales: la primera arranca en la crucifixión de Jesús y desarrolla todo lo sucedido posteriormente entre sus apóstoles y seguidores, especialmente lo que supuso para la familia de Jacob, cuya madre era seguidora de sus enseñanzas. La segunda, nos lleva cuarenta años después, al Jacob adulto y a una ciudad asediada, en la que los aires de guerra son cada vez más densos. Y aquí es donde Christian Gálvez se luce de forma especial: en la ambientación. Estamos hablando de una ciudad que ya no existe, pero que ha recreado magistralmente. Las calles, los templos, las casas, los olores, los oficios... todo toma forma ante nuestros ojos. Es como si caminásemos junto a los protagonistas descubriendo esquinas y lugares que desparecieron y que hoy son solo recuerdos y arqueología. 

En la primera línea temporal, que arranca con la desgarradora narración del camino el Gólgota y la crucifixión de Jesús en un capítulo que, lo confieso sin avergonzarme, me sacó más de una lágrima, nos lleva a una sensación de oscura tristeza. Los llamados apóstoles no saben qué va a pasar, están llenos de dudas. La ausencia de su maestro les ha dejado un vacío desolador y no encuentran consuelo. Christian nos los presenta profundamente humanos en su incertidumbre y en sus reacciones cuando van conociendo las noticias de la resurrección y la aparición de Jesús ante otros. Pero ¿por qué su maestro no lo hace ante ellos? La alegría que deberían sentir por saber que su maestro ha cumplido con lo que prometió se diluye en miedo y desconfianza. Escondidos y temerosos de las posibles represalias, parece que no son capaces de entender qué está pasando. Jacob y su madre, mientras tanto, son ayudados por el apóstol Simón (hermano del padre de Jacob) a escapar de su casa y de la violencia en la que viven.

En la segunda, Lucas, quien posteriormente se convertirá en uno de los cuatro evangelistas y que solo conoce a Jesús a través de su mensaje, es un hombre cuya fe no se tambalea y que busca recoger el testimonio de Jacob para profundizar aún más en el conocimiento y la difusión de cómo vivió y murió Cristo. Pero se da de bruces con un Jacob que parece renegar de todo ello. Sin embargo, los hechos que se están acelerando en Jerusalén y los recuerdos van abriendo de nuevo su corazón.

Es realmente interesante cómo se nos muestra la situación política y social por la que pasa Jerusalén, sabiendo que los romanos están a punto de arrasarla. La división interna de los judíos y la sensación de tensión y miedo en las calles está realmente conseguida, así como la narración de los diferentes movimientos que uno y otro bando realizan para tratar de obtener alguna ventaja. Eran momentos muy convulsos y violentos, que los más vulnerables vivían con una creciente angustia que Christian transmite al lector, convirtiéndonos en testigos privilegiados.

Nos vamos a ir encontrando también con muchos personajes históricos como el propio Tito Flavio Vespasiano, Flavio Josefo , José de Arimatea, María, madre de Jesús, miembros de Sanedrín... y hay un hueco muy especial para Judas, tan complejo psicológicamente, que me recordó de alguna manera a cómo lo reflejó Martin Scorsese en La última tentación de Cristo. En mi opinión, es uno de estos personajes que merecen una revisión que se aleje de las etiquetas y de las supuestas certezas. También se hace mención al origen de algunos objetos sagrados como la Síndone de Turín o el paño de la Verónica.

Te he llamado por tu nombre es una estupenda novela que me ha supuesto una gratísima sorpresa.Es una lectura llena de matices y de emoción que te sumerge por completo en una época muy complicada de la que se ha escrito mucho, pero, en general, desde perspectivas muy arquetípicas y, sobre todo, basadas en las crónicas romanas. Lo que consigue Christian Gálvez es zambullirnos de cabeza dentro de ella y ser partícipes de todo lo que ocurre, emocionarnos, mantenernos expectantes, sentir desasosiego y esperanza. Pero, sobre todo, asistir a la recuperación de la fe de Jacob, una fe que estaba dentro de él, pero tapiada durante años. Ver cómo van cayendo esos muros sin darnos lecciones moralistas ni teológicas, sino desde una profunda humanidad, resulta conmovedor. 

No os dejéis llevar por prejuicios o por ideas preconcebidas, os aseguro que esta novela os va a sorprender de muchas maneras. Y contadme vuestras conclusiones cuando la acabéis. Estoy segura de que va a ser una conversación más que interesante.

lunes, 17 de febrero de 2025

LOS LEONES DE ROTA de Antonio Fuentes

 Seguramente no es la primera vez que me lo leéis, pero siempre reconozco que la historia del siglo XX es la que menos me gusta. Quizá porque es una agotadora y triste sucesión de desastres y guerras y porque, de alguna manera, cuando se escribe sobre alguno de los conflictos, tengo la impresión de que no se guarda la distancia suficiente. He dicho algunos, con otros es imposible mantenerla, como el espantoso holocausto nazi, que siempre será una llaga abierta. El desparpajo con el que ciertos sectores y voces utilizan la palabra "nazi" o "fascista" me hace pensar que o se les ha olvidado o, lo que es peor, no han entendido nada. Es posible también que mi pereza a la hora de encarar novelas ambientadas en el siglo XX se deba al hartazgo de tramas con las I o la II Guerra Mundial de fondo, en las que muchas veces se repiten los mismos arquetipos, títulos y hasta portadas. Permitidme la ligereza y la ironía, pero, según el título de muchas de ellas, en Auschwitz había peluqueras, bibliotecarios, músicos, jardineros, tatuadores... el nombre del tétrico campo de concentración, que solo escucharlo ya provoca escalofríos, parece ser un buen cebo de cara a posibles lectores.

Mi reflexión sobre la distancia la centro en nuestra historia más cercana. La Guerra Civil fue un espanto atroz en el que los dos bandos fueron capaces de las peores salvajadas. Los dos. Hubo un bando vencedor y lo que este hizo después del conflicto creo que debe enmarcarse en su momento concreto y no mezclar. Insisto en que esta es mi opinión y no trato de pontificar ni dar lecciones. Basta con leer, por ejemplo, El quinto nombre, de Antonio Pampliega (que reseñé aquí) para saber cómo se las gastaban también los del bando republicano. En los años del conflicto salió lo peor del ser humano. Por eso, seguramente, echo de menos libros que traten de mantener la objetividad y narrar las cosas como sucedieron, sin partidismos. Aunque me temo que tendrán que pasar varias generaciones para conseguirlo. O no. Quién sabe.

Cuando descubrí Los leones de Rota, de Antonio Fuentes, en el catálogo de Penguin Random House, algo me hizo clic en ánimo lector, porque no hay nada que me llame más que conocer hechos de los que no sé nada. A pesar de la época, me lancé a sus páginas. Es una novela reveladora y dura que descubre unos hechos poco conocidos y sobre los que aún hay cierto manto de silencio. Pasad, que os cuento...

EL VIAJE DE ANTONIO "EL GASEOSA" 

Corre el año 1936 en Andalucía y Antonio "el Gaseosa", un trabajador de ideales republicanos, asiste al expolio y quema de iglesias y tallas religiosas en su pueblo. Ni entiende ni comparte los motivos de semejante ensañamiento, aunque sus ideas son sólidas. Está casado y tiene un hijo y ve aumentar la tensión y la violencia a su alrededor. Tras la sublevación franquista, consigue evitar la muerte al ingresar en un grupo falangista conocido como Los leones de Rota, encabezado por Fernando Zamacola, en el que están enrolados hombres de todo tipo y condición: desde ladrones a campesinos; de señoritos a asesinos. Y, como el caso de Antonio, los llamados "rojos recuperables". El grupo desarrolla una inusitada violencia por pueblos de la serranía andaluza, en los que imponen su supuesta autoridad a base de muertes y saqueos. Antonio, obligado a seguirles en su periplo para evitar ser fusilado, es testigo de todo lo que va sucediendo y cómo, poco después, los Leones se unen a tropas falangistas italianas y nazis alemanas para "reconquistar" Málaga, Córdoba y Badajoz. La guerra de Antonio es también interna. ¿Qué ocurrirá cuando tenga que decidir entre luchar contra los republicanos o salvar su propia vida?

La novela del periodista Antonio Fuentes se nutre de una cuidada y exhaustiva documentación acerca  de quienes fueron los Leones de Rota, quienes los dirigían y qué hicieron. Lo hace novelando los hechos desde los ojos de Antonio "el Gaseosa", un trabajador humilde, con familia y de izquierdas, pero que no está de acuerdo con muchas de las cosas que ve en el bando republicano. El extremismo le causa una profunda desazón. En su tiempo libre, escribe coplillas para los carnavales, muchas con un marcado carácter político (como, por otra parte, es tradición). Unirse a los Leones es una manera de salvar la vida y la de su familia.

Es a través de él como seguimos el periplo del grupo por los pueblos que pretenden "liberar" y por la violencia con la que lo hacen. Hay miembros en los Leones cuya mayor fijación es fusilar y matar, los motivos dan igual. Aprovecharse de la población, sembrar el terror y utilizar la fuerza se convierten en marca de la casa. La novela hace una recreación realmente vívida y realista de unos hechos que habían quedado casi en el olvido y que, como el propio autor señala, aún causan miedo y silencio en muchas esquinas de Andalucía. Nos es fácil sentirnos en la piel de Antonio "el Gaseosa", que trata de seguir vivo y cumple, obedece y calla, pero cada crimen, cada sangre, se le va quedando en el alma. Hay escenas muy duras y muertes que impresionan y, en general, la novela no trata de caer en el buenismo ni de edulcorar nada.

La narración es lineal y aporta muchos e interesantes datos del grupo falangista, de las órdenes que recibían, de quiénes estaban detrás de su auge. Se nos detalla quienes estaban al mando y sus objetivos y utiliza la ficción para engarzar toda la información y sumergirnos en las entrañas de los Leones. Es capaz de indignarnos, de emocionarnos y, sobre todo, de hacernos pensar sobre cómo somos capaces de las mayores atrocidades si la ocasión es propicia y, sobre todo, si pensamos que no vamos a tener consecuencias.

No es una lectura amable, es verdad. Deja bastantes arañazos en el alma. Pero creo que es muy recomendable para conocer un episodio casi desconocido de nuestra historia. Al final, con este tipo de libros, la pregunta siempre se levanta, enorme, en mi cabeza: ¿cómo fue posible lo que ocurrió? Y no hablo solo del alzamiento, la guerra y la posguerra, sino de todo lo que había sucedido antes. 

Si tenéis interés por la época, no dudéis ni un momento en haceros con Los Leones de Rota. O si, simplemente, os he creado curiosidad. Conocer la verdad siempre es importante y, al fin y al cabo, la mayoría llevamos la sangre de quienes vivieron en primera persona aquellos años terribles.


miércoles, 12 de febrero de 2025

HAMBRE DE GLORIA de Víctor Fernández Correas

 Lo bueno que tiene conocer y seguir a un autor desde hace años es que te permite vivir junto a él su evolución, la consolidación de su estilo, sus saltos adelante en capacidad narrativa. Con Víctor llevo mucho caminado, alegrándome con cada nueva novela de un éxito más que merecido. Me hubiese gustado escribir esta reseña mucho antes, incluso después del pasado Certamen de Novela Histórica de Úbeda, pero mi vida y yo somos un caos. Reconozco que me organizo fatal y creo que ya a estas alturas puedo mejorar algo, aunque siempre seré incapaz de llevar el control que veo y envidio en otros blogs o cuentas literarias de referencia. Me conozco. De todas maneras, aquí traigo un pedazo de novela en la que, de nuevo, Víctor marca su sello de forma contundente.

La figura del gran duque de Alba, de quien la historia cuenta cosas distintas en función de quien lo haga, está en el centro de la historia. Pero no es el único porque, como también es norma de la casa, la novela es muy coral, está llena de hilos diferentes que conforman un hermoso bordado y que nos ofrecen una visión de la época viva, llena de matices, de esquinas oscuras y plazas al sol, con personajes de psicología trabajada y muy reales. Sin imposturas. Venid, va a ser un itinerario apasionante.

"LOS REYES NO TIENEN LOS SENTIMIENTOS Y LA TERNURA EN EL LUGAR EN DONDE NOSOTROS LOS TENEMOS" - FERNANDO ÁLVAREZ DE TOLEDO, DUQUE DE ALBA

Desterrado por su rey en Uceda, el gran duque de Alba se apaga. Su cuerpo sucumbe a los efectos de la edad y de las muchas campañas militares que lleva a sus espaldas, primero sirviendo a Carlos I y después a su hijo, Felipe II. Es este último quien le ha alejado de su lado, en una decisión que ni el duque ni muchos miembros de la corte entienden. Pero cuando surge la posibilidad de que Felipe se haga con el trono de Portugal, las cosas cambian y, a pesar de las reticencias del rey, es nombrado para dirigir el ejército español. El duque, a pesar de los males que le aquejan, se toma como misión personal hacer que la corona de Portugal acabe en la cabeza de Felipe. Es un gran estratega, el mejor del momento y, posiblemente, de la historia. A su lado estarán su hijo Hernando; Sancho Dávila, su maestre de campo y el gran Álvaro de Bazán, capitán general del Mar Océano. El genio militar del duque volverá a brillar en una campaña en la que también defiende su honor. 

La novela de Víctor Fernández Correas es todo un tributo al duque de Alba, de quien se ha dicho y contado de todo. Es otro de nuestro personajes históricos a quien se le ha colocado la "preceptiva" etiqueta negra dentro de esa campaña de acoso y derribo orquestada por los holandeses, los perros pinches piratas ingleses y los franceses, que en esto es en lo único que se ponen de acuerdo. Como bien me decía hace unos días mi querido y admirado Javier Santamarta, ellos defienden lo suyo y le parece muy bien; el problema es que nosotros no defendemos lo nuestro. Hago in inciso para recomendaros, aprovechando que hablamos del de Alba, una película maravillosa, divertida y sorprendente sobre la llegada de tropas españolas a Flandes: es de 1935 y se llama La kermesse heroica. Un purito disfrute.

En Hambre de gloria encontramos varios hilos paralelos al principal. Uno está protagonizado por Iñigo Sánchez, que combatió en su día en la Batalla de Lepanto, fue cogido prisionero y acabó en Argel, coincidiendo allí con el mismísimo Miguel de Cervantes. Pero Iñigo guarda un secreto oscuro que le va a llevar a olvidar quién fue y transformarse en un hombre cruel, dispuesto a todo. También me ha encantado conocer a Ebou, un esclavo africano, que lleva a cabo un viaje que iremos descubriendo a su lado. 

Fernando Álvarez de Toledo se nos muestra inmenso en su humanidad y en su lealtad hacia un rey que le ha humillado, enviándole lejos con la esperanza de olvidarse de él. Sin embargo, el duque mantiene férrea su fidelidad, lo único que desea es volver a su casa. Pero incluso en sus horas más bajas y con la salud y el ánimo quebrados, mantiene una lucidez incisiva y brillante. Sigue siendo un "grande" en toda la extensión de la palabra. Su instinto para la guerra, para las tácticas militares, se mantiene poderoso.

Como suele ser habitual en las novelas de Víctor, la ambientación es su punto fuerte. Nos permite sentirnos allí donde nos lleva, sumergiéndonos por completo no ya solo en la época, sino en cómo se vivía. Nos va regalando olores, sonidos, texturas, colores del cielo, lluvias, sol; cómo son las calles y las casas, la penumbra de habitación en la que el duque apenas sale de la cama (el prólogo es una hermosa mezcla de tristeza y orgullo); las escenas dedicadas a los momentos más bélicos. En ello, como en el dibujo que hace de los personajes, la impronta de Víctor está bien marcada. Ha sabido desarrollar un estilo muy personal, fácilmente reconocible. Habrá puristas que rechacen ciertos toques de humor que siempre incluye y, seguramente, la inclusión de pensamientos o reflexiones pegados a nuestra actualidad. En mi opinión, ni empañan ni influyen en los hechos históricos ciertos y son un soplo de aire fresco en situaciones difíciles.

Punto fuerte de la novela son también los diálogos, que nunca suenan teatrales ni artificiales. Son coherentes con el momento en que se producen y permiten medir a la perfección los sentimientos de quienes los comparten, lo que nos acerca aún más a lo que están viviendo. En algunos momentos, Hambre de gloria tiene un marcado tono crepuscular, algo melancólico, muy acorde con determinados momentos en la vida del duque de Alba, pero el conjunto es un ejercicio brillante de novela histórica, con la ficción perfectamente encajada en los hechos que se produjeron.

Víctor Fernández Correas lo ha vuelto a hacer. Me ha vuelto a emocionar y a hacerme disfrutar de cada capítulo y de cada giro argumental. Y ha conseguido que, otra vez, repase la vida del duque de Alba, por quien siempre he sentido una profunda admiración. Hacedme caso y dejaos envolver por las historias de Víctor; de ellas siempre vuelvo tan fascinada como conmovida.

"Solo, en tierra y cama extrañas y obligado por su rey. Así va a morir el duque de Alba"



lunes, 10 de febrero de 2025

EL BUEN VASALLO de Francisco Narla

No hace mucho, hablando con una buena amiga editora, le confesé que mi "crush" histórico era el Cid. Así, sin anestesia ni nada. No es el único, es verdad, porque también siento una gran devoción por don Juan de Austria y por el Gran Capitán. Supongo que porque todos, de alguna manera, representan el ideal del caballero por excelencia y me da igual que, quizá, en su vida real, alejada de las crónicas, el mito y de su aura de vencedores, no lo fuesen tanto. Es lo que tiene la imaginación, que es gratis y nos permite fabular sobre ellos o sobre cualquier otro personaje histórico que se nos cruce. Porque, al margen de la documentación histórica y de lo que realmente se sabe de ellos, ¿cómo era su voz o su forma de mirar, por ejemplo? Qué les gustaba comer, cuál era su postura favorita para dormir, cómo se movían... todo esto es lo que nos permite la ficción en general y la novela histórica en particular. Después podremos discutir, si queréis, del sexo de los ángeles o de si la novela histórica debe solo contener datos ciertos y todos esos eternos debates que considero tan estériles. Otro día me decidiré a abrir la puerta de ese jardín, pero ahora quiero dedicar mi atención entera a intentar contaros lo que me ha hecho sentir la lectura de El buen vasallo, de Francisco Narla.

A Narla le llevo siguiendo bastantes años y le admiro mucho, tanto por lo que escribe como por las veces que he tenido la suerte de escucharle hablar y me ha hecho hasta tomar apuntes. Le adornan un elegante sentido del humor y una ironía cristalina, un verbo siempre inspirado y una capacidad para hacer ameno cualquier tema, cosas por las que, lo confieso, le envidio mucho. En esta novela vuelve a regalarnos una narración inmersiva por completo, mostrando un estilo que ha perfeccionado y pulido y que acaba causando adicción, os lo aseguro. Y, además, está el Cid. Sí, un tanto cambiado, más mayor y lleno de heridas en cuerpo y alma, pero está. Vayamos, pues, a tierras de frontera.

"¡DIOS, QUÉ BUEN VASALLO, SI TUVIESE BUEN SEÑOR!" - CANTAR DEL MIO CID

Diego es hijo de un héroe. Su padre es Rodrigo Díaz de Vivar, que ha criado a su hijo para convertirle en el prototipo de gran guerrero y fiel vasallo, aunque también le ha escatimado muestras de cariño. Diego tiene como mayor ambición cumplir los deseos de su padre, seguir su ejemplo, merecer de su parte palabras de reconocimiento. Pero, ahora que ha crecido, la figura casi legendaria de su progenitor se desdibuja. Los años, las traiciones, las batallas y haber sido casi un proscrito durante años, le han llagado el alma y es capaz de las mayores crueldades, incluso entre quienes le son más cercanos. Pero si algo atesora Diego es la inamovible lealtad a su padre, a pesar de todo. Aunque la verdad duela.

Diego Rodríguez o Diego Ruiz, el hijo del Cid, no aparece en ningún momento en el Cantar del Mío Cid. Sí aparecen sus hermanas, aunque con nombres diferentes, ya que realmente se llamaban Cristina y María. Pocos, muy pocos datos ciertos se conocen de Diego. Seguramente la más cierta sea la fecha de su muerte, en la batalla de Consuegra, en el 1097 con, aproximadamente, 21 años. Si acompañó a su padre en su destierro o si quedó con su madre y hermanas, cómo fue su vida, su formación, incluso si llegó a casarse o tener descendencia, es todo un misterio. Y ahí es donde Francisco Narla se mete de lleno, rellenando con maestría los huecos (inmensos) que existen sobre él.

Siempre he tenido la sensación de que, en cada novela, Narla se reinventa. Siempre va subiendo escalones en estilo, intensidad y técnica narrativa y creo que esta novela aporta un plus de "magia", porque nos hace cómplices de lo que estamos leyendo. Como si estuviésemos viendo todo a través de un agujero. A veces, casi, he tenido la sensación de que podía escuchar a los protagonistas. Tengo que reconocer que, cuando la empecé, me costó un poco engancharme y entrar por completo en ella. Quizá porque venía de otras lecturas muy diferentes, tardé unas cuantas páginas en sentir que me podía tirar de cabeza. Puede que los saltos temporales influyeran... no sé. Pero lo importante es que, de repente, todo engranó a la perfección y viajé hasta aquel convulso tiempo para quedarme.

La novela se articula en dos líneas temporales: una que abarca entre 1088 y 1097 y otra en 1102. No hay mucha diferencia entre ellas, pero sí en lo que sucede. Estamos bajo el reinado de Alfonso VI, en los años de la invasión almorávide. Acompañando a la mesnada del Cid, recorreremos buena parte del territorio peninsular, un territorio que Francisco describe maravillosamente, aportando detalles que nos lo hacen muy real, muy vívido, introduciendo hasta detalles de vegetación y fauna de los lugares. En la primera, Rodrigo Díaz de Vivar ya ha forjado buena parte del mito que hoy perdura y seremos testigos de la relación de este con su hijo y con Jimena, que no es solo esposa y madre, sino que se ha convertido en una capaz asesora de su marido. Me ha parecido extraordinario el relato que Narla hace de la crudeza de las batallas contra los almorávides, acercándonos al Cid como victorioso estratega. En el otro hilo argumental se añade un interesante toque de misterio, en el que el andamiaje fundamental es la figura del yesero (también llamado el Gallego), un hombre al que parecen perseguirle todos los males y todos los infortunios. 

El buen vasallo no es una novela trepidante y de ritmo endiablado, aunque su lectura sea ágil gracias a sus capítulos breves. Es para leerla con calma, dejándonos envolver por su extraordinaria ambientación y por unos personajes dibujados con una enorme profundidad psicológica, que se enfrentan a sus conflictos internos y a la vida que les ha tocado vivir. Personajes perfectamente reconocibles incluso desde nuestra perspectiva, que hablan, sienten, dudan, temen, aman, se arrepienten, admiran o se resignan. Tendremos una imagen certera y muy auténtica de lo que sucedía en aquellos años, en la que es evidente la ingente labor de documentación que ha debido llevar a cabo Francisco. Todo nos lleva a un final que solo puedo calificar de brillante y que tenéis que descubrir, porque es un cierre espléndido.

Vale, es verdad, el Cid que aparece en El buen vasallo no es el que estamos acostumbrados a imaginar. Y se le ha amargado bastante el carácter, pero mi corazón se lo perdona. Qué le voy a hacer, es lo que tienen los amores platónicos con siglos de por medio. Pero os aseguro que estamos ante una novela extraordinaria y diferente, tanto en su planteamiento como en su desarrollo, y que hará, seguro, que os intereséis por algunos hechos históricos que quizá os han pasado más desapercibidos. Paladeadla como los buenos caldos, porque os aseguro que el viaje que nos plantea es de los que se recuerdan.